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Lo que nos dicen los indicadores sobre la economía en el segundo trimestre

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Con los indicadores publicados en
los últimos días disponemos ya de bastante información sobre la magnitud de la
caída de la actividad económica sufrida durante la etapa más estricta del
confinamiento, aunque aún es escasa la relativa a la recuperación experimentada
tras el inicio de la desescalada.

Empezando con la actividad
industrial, el número de afiliados a la Seguridad Social en el sector se redujo
en 81.000 en abril –el mes en el que las restricciones fueron más severas– en
comparación con el nivel de febrero. Por otra parte, el índice de producción
industrial de dicho mes fue un 33% inferior al nivel anterior a la crisis. Esta
tasa es muy semejante a la observada en otros indicadores, como las ventas de
grandes empresas de bienes industriales, o las exportaciones de mercancías en
términos reales.

Gráfico 1

Fuentes: INE, Seguridad Social, Agencia tributaria, Markit Economics y Ministerio de Industria.

Resulta interesante analizar el impacto de la crisis por ramas industriales. Tanto el IPI como las exportaciones presentan un patrón prácticamente idéntico: el sector donde más acusada fue la caída fue el del automóvil, en el que tanto las exportaciones como el nivel de producción cayeron cerca del 90%. Este desplome supone el truncamiento de una tendencia favorable iniciada a mediados del pasado año, cuando el sector comenzó a recuperarse de la crisis sufrida desde septiembre del año anterior. Le siguen con una caída menor, pero también muy abultada, las ramas de textil, confección, cuero y calzado. Las ramas donde menor ha sido el impacto han sido las de alimentación y farmacéutica. En el resto —bienes de equipo, semimanufacturas— el impacto fue intermedio. Por otra parte, en el caso de las exportaciones, las de productos agrícolas no solo no descendieron, sino que incluso registraron un incremento.

Con respecto al sector servicios,
la caída en la afiliación en abril sobre el nivel pre-crisis fue de 590.000
(cifras en medias mensuales sin desestacionalizar), en tanto que la actividad
en el conjunto del sector, conforme al índice de cifra de negocios, sufrió una
caída del 42% sobre los niveles de enero-febrero. Otro indicador, las ventas de
grandes empresas del sector registraron una caída del 33%. Evidentemente, la
evolución en las diferentes ramas de actividad ha sido muy dispar. Así, el
número de pernoctaciones en hoteles fue un insólito cero, y el transporte aéreo
de pasajeros apenas fue una insignificante fracción de la cifra habitual de un
mes de abril. Sin embargo en servicios como actividades profesionales,
científicas y técnicas la caída fue del 30% y en telecomunicaciones un 4,8%.

En cuanto a la construcción, su caída fue inesperadamente severa, especialmente al inicio de la etapa de confinamiento. El descenso en el número de afiliados fue el mayor en términos porcentuales de todos los sectores, y el consumo de cemento —otro indicador relevante de actividad en el sector— se hundió un 50% en abril en comparación con los niveles pre-crisis, aunque en las dos últimas semanas de marzo la caída habría sido del 56%.

En suma, a partir de todos estos indicadores, y teniendo en cuenta que la actividad en  el sector de las Administraciones Públicas, sanidad y educación apenas se vio afectada —e incluso se incrementó, en el caso de la sanidad— puede estimarse que la caída del PIB en abril, cuando las restricciones fueron más severas, y, por tanto, cuando el nivel de actividad probablemente tocó fondo, se situó entre el 25% y el 30%. No obstante, la cifra para el conjunto del segundo trimestre sería algo más moderada, puesto que en mayo y junio, con el avance en el proceso de desescalada, se recuperó una parte de la actividad perdida.

«Con la prudencia debida, dada la escasez de la información relativa a los dos últimos meses, podemos anticipar una caída del PIB en el conjunto del trimestre algo por debajo del 20%, en línea con la previsión de Funcas»

María Jesús Fernández

Así, en mayo, en lo que se
refiere al sector industrial, el número de trabajadores afiliados a la Seguridad
Social aumentó en 2.600, y el índice PMI de manufacturas también registró una
cierta recuperación. En cuanto a los servicios de mercado, el incremento en la
afiliación a la Seguridad Social en mayo fue de 17.700, lo que, junto al
ascenso del PMI del sector, también apunta a una moderada recuperación. No son
avances excesivamente impresionantes, pero no hay que olvidar que en ese mes
aún persistían importantes restricciones a la movilidad y a la actividad en
determinados servicios.

Es en el sector de la
construcción donde más intenso parece haber sido el rebote durante la
desescalada de mayo: es el que ha registrado la mayor recuperación del empleo,
tanto en términos absolutos como relativos, mientras que el consumo de cemento
experimentó un incremento extraordinario hasta quedar situado tanto solo un 10%
por debajo del nivel de enero-febrero (frente a la caída del 50% de abril).

En mayo hemos tenido, por tanto, una reactivación modesta de la industria y los servicios, y más intensa en la construcción. No hay duda de que el ritmo de la recuperación se intensificó en junio, con el avance en la desescalada, como así lo confirman algunos indicadores de alta frecuencia como los informes de movilidad de Google, o de pagos con tarjetas. En definitiva, con la prudencia debida, dada la escasez de la información relativa a los dos últimos meses, podemos anticipar una caída del PIB en el conjunto del trimestre algo por debajo del 20%, en línea con la previsión de Funcas.

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La gestión de una crisis desigual

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Con la revelación en fechas recientes de los planes de ayuda al turismo y al sector del automóvil, y la probable extensión de los ERTE, se abre una nueva etapa en la respuesta a la crisis derivada de la pandemia. Para la política económica se trata de adaptar los dispositivos a un impacto que está siendo muy desigual, y que por tanto requiere de un cambio en la estrategia para que la recesión no se cronifique. Y que el déficit público sea asumible, algo que solo ocurrirá si la economía inicia una senda de fuerte recuperación.

Era necesario mostrar señales concretas de respaldo a los sectores más dependientes de la movilidad, tanto por su enorme peso en la economía española como por la situación inquietante que atraviesan. Durante las semanas centrales del confinamiento, los ingresos en concepto de turismo fueron prácticamente nulos, mientras que las fábricas de automóviles apenas pudieron funcionar por falta de pedidos. Las sombrías perspectivas de recuperación contrastan con el rebote que ya ha empezado a producirse tras el confinamiento en otros sectores como el comercio, la industria agroalimentaria o los servicios que recurren al teletrabajo.

Gráfico 1

Sin embargo, las premisas sobre las que descansan los planes no parecen responder a las características de la crisis en marcha. En el caso del automóvil, los estímulos a la compra de coches no contaminantes chocan con la escasa oferta en nuestro país. Solo dos modelos de turismos totalmente eléctricos se fabrican en España, y por tanto es probable que las subvenciones sirvan principalmente para estimular las importaciones. Por comparación, los Gobiernos de Alemania y Francia invierten masivamente en la renovación de las cadenas productivas y apuestan por la innovación (motor eléctrico, hidrógeno, infraestructuras). La industria china, por su parte, ha ampliado la capacidad instalada en el norte de Europa, y por tanto está bien posicionada para aprovechar las ayudas a la compra que ponen en marcha otros países, entre otros el nuestro. En cuanto al turismo, el Gobierno anuncia una línea adicional de avales y créditos en condiciones ventajosas. Algo que, unido a una eventual extensión de los ERTE por fuerza mayor, aporta un balón de oxígeno para empresas que se enfrentan a una falta coyuntural de liquidez. Pero esto no parece suficiente en otras empresas que consideran que su actividad se resentirá por un tiempo indefinido y para las cuales la quiebra puede ser la opción más racional, a menos que se beneficien de ayudas directas (para el pago del alquiler y otros gastos no cubiertos por los ERTE) que de momento no se contemplan en los planes oficiales.

La extensión de los ERTE es imprescindible para evitar despidos y cierre de pequeños negocios. No obstante, también conviene incrementar el control de los requisitos para acceder a las ayudas por fuerza mayor

Raymond Torres

Una estrategia de conquista de nuevos mercados (facilidades para personas que podrían teletrabajar desde España para otros países, turismo rural y cultural, etcétera) también ayudaría. A diferencia del sector del automóvil, una ayuda a la demanda ejercería un fuerte impacto en la actividad. Es llamativo que Italia ofrezca bonos de 500 euros a las familias con pocos recursos que veraneen en su país, y Grecia subvencione los traslados a las islas.

Finalmente, la misma lógica de mayor selectividad y a la vez generosidad para los sectores que más se resienten se podría aplicar a los ERTE. Su extensión es imprescindible para evitar despidos y cierre de pequeños negocios. No obstante, también conviene incrementar el control de los requisitos para acceder a las ayudas por fuerza mayor.

En suma, la desescalada del arsenal de medidas de apoyo al tejido productivo tendrá que ser gradual, y a la vez complementarse con dispositivos bien diseñados para los sectores que más se resienten de la crisis. Sin duda este giro en la política económica es complejo técnicamente, requiere de apoyo institucional sin el cual los incentivos fiscales tienen dudosos resultados, además de necesitar financiación. Pero de cómo se opere depende la intensidad de la recuperación, y por tanto la sostenibilidad de la deuda pública.

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Evolución dispar de las exportaciones españolas

El comercio mundial vivió
en el pasado 2019 una situación muy convulsa con una guerra comercial declarada
entre Estados Unidos y China. La fuerte inestabilidad resultante provocó un retroceso
muy leve en el comercio mundial, pero en las exportaciones sí se registró una
caída del 3,0% en términos nominales. Teniendo en cuenta que el PIB mundial creció
(un 2,4% según el Banco Mundial[1]),
esta evolución global de las exportaciones ya daba señales de alerta. En este
contexto, las exportaciones españolas de bienes recuperaron dinamismo en la
segunda mitad del 2019 y consiguieron mantener su cuota mundial en el 1,77% de las
exportaciones mundiales (en 2018 fue el 1,78).

Con el comienzo de 2020, el comercio internacional empezó a enfrentarse a una nueva amenaza, la covid-19. Inicialmente, en Europa se pensaba que solo afectaría a China y los países asiáticos (al igual que ocurrió con el SARS en 2002). En el peor de los casos, se contaba que podría haber problemas de abastecimiento de algunos suministros procedentes de estos países. Lamentablemente, la realidad ha superado cualquier previsión que pudiera parecer catastrofista en febrero, cuando todavía el comercio exterior no reflejaba cambios. Las exportaciones españolas crecieron el 4,2% y en la Unión Europea, aunque fue un crecimiento más moderado, se llegó al 1%.

Gráfico 1

El cierre de fronteras decretado en España el 17 de marzo (Orden INT/248/2020, de 16 de marzo) no impedía el tránsito de mercancías. Por tanto, la reducción de las exportaciones es el resultado de la reducción de la producción industrial y del desplome de la demanda exterior en determinados productos. La conjunción de ambos fenómenos explica que el valor de las exportaciones en marzo sean un 14,5% más bajas que en marzo de 2019 (Gráfico 1). Un dato elevado en comparación con la Unión Europea[2] que solo ha reducido sus exportaciones un 10,2%, pero en línea con lo ocurrido en Francia o Italia donde las exportaciones han disminuido un 16,2% y 13,5%, respectivamente. Alemania, por su parte, ha registrado un mejor comportamiento al retroceder un 7,9% sus exportaciones de bienes debido a que gran parte de sus exportaciones son bienes de equipo cuyas compras se programan con más antelación.

El análisis por zonas geográficas muestra que la reducción de la demanda hacia nuestros productos ha sido generalizada y muy uniforme; no en vano gran parte de los mercados que compran los productos españoles tenían algún tipo de confinamiento. El cuadro 1 muestra la distribución de los mercados de destino de las exportaciones[3] en marzo de 2018, 2019 y 2020. Este cuadro pone de manifiesto que la participación de los mercados más próximos (Europa, Unión Europea y Zona euro, respectivamente) continúa bajando lentamente, mientras que las exportaciones hacia China y América (fundamentalmente hacia Estados Unidos) siguen su camino ascendente. Luego el desplome de las exportaciones no ha cambiado las tendencias que se venían observando en los mercados de destino.

Cuadro 1

DISTRIBUCIÓN DE LAS EXPORTACIONES POR REGIONES Y PAÍSES en marzo

2018 2019 2020
EUROPA 73,3 71,5 71,0
UE(*) 60,9 58,8 57,7
Zona Euro 53,2 51,5 49,7
  Alemania 12,2 11,4 10,9
  Francia 15,6 14,6 13,9
  Italia 8,2 8,2 7,3
  Portugal 6,9 7,1 7,3
  Reino Unido(*) 6,8 7,2 7,1
AMÉRICA DEL NORTE 5,0 6,0 6,2
AMÉRICA DEL SUR 4,9 4,7 5,1
ASIA 8,5 9,2 9,2
  China 2,0 2,3 2,7
AFRICA 6,3 6,4 6,7
RESTO 2,0 2,2 1,8

Nota: Reino Unido sale de la Unión Europea el 31 de enero de 2020. Para facilitar la comparación tanto en 2018 como en 2019 no se han sumado a la Unión Europea (UE) las exportaciones al Reino Unido.

Fuentes: DATACOMEX, Agencia Tributaria.

Donde sí se han producido diferencias significativas es en la evolución por productos, ya que algunos productos incluso han incrementado sus exportaciones. El Gráfico 2 muestra la variación anual registrada para las 15 secciones de productos[4] que exportan más de 1% en los meses del primer trimestre de 2020. 

Gráfico 2

Es evidente que varias secciones de productos han crecido, incluso por encima del 10%, pero excepto las de 1) alimentación, bebidas y tabaco y 2) grasas y aceites, esas secciones estaban creciendo con anterioridad. En la otra cara de la moneda se sitúan secciones como los productos minerales, el material de transporte o el material textil y de confección que sufren caídas muy fuertes que no se corresponden con su trayectoria anterior, es decir, están sufriendo muy intensamente los efectos de la covid-19. Sin embargo, el comportamiento ha sido tan dispar que incluso dentro de las secciones se encuentran productos cuyas exportaciones se han hundido junto con otros que han crecido intensamente. Así, por ejemplo, en la sección de Animales vivos y del reino animal coexiste un crecimiento anual del 36,8% en productos cárnicos con una caída del 27,5% en pescados y crustáceos.

La desagregación por capítulos incluye productos más homogéneos y ofrece una panorámica más robusta de la situación de las exportaciones. Aunque el valor de las exportaciones también es muy diferente por capítulos por lo que se examina la aportación de la variación de cada producto a la variación total de las exportaciones[5].

Gráfico 3

El Gráfico 3 muestra la aportación de los 7 capítulos que más han contribuido a la reducción de las exportaciones y los 7 que más han contribuido con crecimiento. Es evidente la magnitud del retroceso en la exportación de los automóviles y componentes, que provoca una caída en las exportaciones equivalente a 6,4 puntos porcentuales, seguido del petróleo y sus derivados que generan una caída de 3,4. También relevante es el impacto del sector de confección, ya que las prendas y complementos explican la caída de 1,7 puntos porcentuales.

En el caso de los automóviles, la caída trunca la recuperación que habían iniciado desde mediados de 2019. Además, este parón aumenta la incertidumbre sobre cómo va a evolucionar la demanda de automóviles —no solo en número sino también hacia qué tipo de producto— puesto que es posible que esta interrupción suponga un cambio brusco hacia la demanda de productos propulsados por combustibles alternativos a los fósiles en los que la fabricación española no tiene, por el momento, tanta ventaja comparativa. Por el contrario, los otros dos sectores arrastran una tendencia decreciente en las exportaciones, por lo que su situación es más crítica y precisa ya un reposicionamiento hacia productos con más valor añadido incorporado.

En el otro extremo
se encuentran productos de primera necesidad que han visto como el
confinamiento ha mantenido e incluso aumentado su demanda externa consolidando
la buena trayectoria que mostraban en el último año. Esta situación debe servir
a las empresas para fortalecer sus canales de distribución hacia los hogares de
otros países para cuando se restablezcan las actividades del canal HORECA
(hoteles, restaurantes y cafeterías) se produzca un incremento adicional de
exportaciones y no una sustitución de ventas por canales.  


[1]
Los datos de exportaciones proceden de la Organización Mundial del Comercio y
el crecimiento mundial de las Perspectivas Económicas Mundiales del
Banco Mundial (enero de 2020).

[2] Datos procedentes de Eurostat.

[3] El Reino Unido formalizó la salida de la Unión Europea el 31 de enero de 2020. Para facilitar la comparación no se han sumado a la Unión Europea las exportaciones del Reino Unido en ningún año.

[4] La clasificación de Nomenclatura Combinada la emplea la Agencia Tributaria para el comercio exterior. Desagrega 22 secciones y 99 capítulos de productos.

[5] Se pondera la variación registrada en cada producto y se pondera por su participación sobre el total de las exportaciones un año antes (marzo de 2019).

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Atisbos de recuperación

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El pulso de la economía vuelve a latir, tras la relajación de las restricciones a la producción y a la movilidad de las personas. La actividad, que en abril se había reducido hasta su mínima expresión, muestra señales de vida –los gestores de compra de las empresas reportan una leve mejora para mayo, mientras que la afiliación a la Seguridad Social recupera una pequeña parte del terreno perdido durante las semanas de hibernación.

«Llega un repunte incompleto y desigual. Para evitar una recaída, la salida del plan de emergencia debería ser a la vez gradual y más selectiva».

Raymond Torres

Además, la puesta en marcha por el BCE de un programa masivo de compra de deuda pública, ampliado esta semana hasta un total de 1,35 billones, permite una cómoda financiación de la acción de los Estados. La prima de riesgo española se relaja, acercándose a los niveles precrisis y los mercados incrementan sus compras de bonos en condiciones favorables para el Tesoro Público.

Gráfico 1

Todo ello, unido a la tendencia netamente alcista de los mercados bursátiles, ha dado alas a un cierto optimismo. Una percepción que, sin embargo, choca con la realidad de sectores como el turismo, la automoción o el acero, que encaran un futuro incierto. En la industria varias empresas importantes amenazan con desplazarse a destinos que ofrecen un entorno más favorable, en términos de precio de la electricidad, estrategia industrial, o estabilidad regulatoria.

Gráfico 2

El repunte, además de incompleto y desigual, descansa sobre medidas de carácter principalmente transitorio. Los dispositivos de excepción, puestos en marcha al calor del estado de alarma, como los ERTE, los créditos ICO, las moratorias y prestaciones a colectivos más castigados por la pandemia, están concebidos para aportar un balón de oxígeno. Su utilidad ha quedado patente: de no haberlos desplegado, la tasa de paro ya se situaría por encima del 20% y apenas se percibirían atisbos de recuperación. No obstante, por definición se trata de medidas efectivas para empresas viables que se enfrentan a un desfase puntual de tesorería. Pero no son aptas ante situaciones de insolvencia, que requieren de una reconversión.

Por tanto, para evitar una recaída, la salida del plan de emergencia debería ser a la vez gradual y más selectiva. Esto significa prolongar los ERTE y los créditos ICO todo el tiempo necesario, pero a la vez normalizar los criterios de acceso, es decir, aplicar las condicionalidades antes de conceder las ayudas (ahora se aplican controles a posteriori). De forma que el esfuerzo se concentre en los sectores más necesitados y una parte de los recursos liberados se destinen, en primer lugar, a acciones estratégicas como en apoyo al turismo y al vehículo eléctrico. Otros países de nuestro entorno han emprendido este camino, poniendo en marcha todo tipo de ayudas directas o la entrada en el capital de algunas empresas. En una situación de escasez de recursos, no nos queda más remedio que establecer prioridades y vigilar el buen diseño de las iniciativas de apoyo al tejido productivo.

En segundo lugar, se trata de propiciar la incorporación en el mercado laboral de parados de larga duración, de los futuros beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital, así como de jóvenes. Se puede estimar que más de 300.000 jóvenes de entre 15 y 24 años entrarán en el mercado laboral de aquí a finales de 2020. Para ser exitosa, la política de empleo deberá disponer de recursos humanos suficientes de modo a personalizar sus dispositivos y adaptarlos a un entorno cambiante. La experiencia internacional muestra que esta puede ser una inversión rentable, a condición de diseñar las medidas correctamente y evaluarlas, como es el caso de las políticas activas de empleo en el País Vasco.

Ante una desescalada económica tan compleja, nuestro principal aliado es el expansionismo monetario del BCE (recordemos que las ayudas europeas, todavía al estado de propuestas, no llegarían hasta dentro de un año). Todo dependerá de cómo aprovechemos esa oportunidad, resolviendo el dilema de tener que transitar de un plan de medidas de emergencia hacia un modelo de crecimiento que queda por definir.


Fuentes de los gráficos: Markits Economics, Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y Funcas.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La economía al desnudo

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El debate acerca de las respuestas económicas a la pandemia, tanto a nivel europeo como nacional, se centra en la recuperación, obedeciendo a un calendario propio que no coincide con la dinámica de la crisis. Así pues, el plan propuesto por la Comisión Europea –dotado con 500.000 millones en ayudas directas y 250.000 en préstamos, y especial atención a los países más golpeados como el nuestro— será sin duda objeto de ásperas negociaciones durante largos meses, y con toda probabilidad no será aprobado por los parlamentos nacionales y el europeo antes de finales de año. Por tanto, si bien se trata de un paso en la buena dirección, no se anticipa que las ayudas estén disponibles hasta mediados de 2021. Por otra parte, la Comisión del Congreso para la Reconstrucción Social y Económica acaba de entrar en funcionamiento, y sus trabajos se extenderán durante varios meses.

Pero la economía real no espera y la recesión se cierne desde ya, con especial severidad sobre el turismo y la industria del automóvil, dos de los principales pilares de nuestra economía. Cada uno de esos sectores representa, directa o indirectamente, en torno al 10% del PIB. Uno de cada cinco empleos existentes en España, y más de uno de cada cuatro euros que se exportan, dependen del turismo o de la automoción (con datos de 2019). Por tanto, una reacción a las malas noticias que se acumulan desde estos sectores no puede demorarse.

Ya se anunciaba un fuerte retroceso de la entrada de turistas extranjeros, y los datos lo avalan. Solo en marzo, los ingresos por turismo cayeron cerca del 63% (según la balanza de pagos publicada en fechas recientes), y la información más reciente acerca de las reservas hoteleras desde el extranjero para este verano apuntan en la misma dirección. Con todo, cabe esperar una recuperación del sector a medida que el temor a viajar vaya amainando. Este sigue siendo un destino atractivo que debería prevalecer, si bien su puesta en valor requiere de una política de apoyo al sector y medidas innovadoras (teletrabajo europeo, corredores sanitarios seguros, territorios libres de la covid-19…).

Gráfico 1

Gráfico 2

El caso de la automoción es aún más complejo. El cierre de la principal planta de Nissan en España, que se superpone a una reducción de plantilla en Ford y los rumores acerca de una reestructuración global en el grupo Renault, que de momento no afectará a los centros productivos peninsulares, plantean un escenario inquietante.

«Sería un sinsentido competir en subsidios directos, por el escaso margen presupuestario y porque esa política se enfrentaría rápidamente a un impasse ante decisiones de grupos mundiales. Sin embargo, si España ocupa la octava plaza en el ranking mundial es porque dispone de importantes activos».

Raymond Torres

El sector ya se enfrentaba a una difícil transición como consecuencia de cambios en las pautas de consumo y de exigencias medioambientales. Ahora se añade el colapso de la demanda por la crisis. Y la multiplicación de ayudas en otros países, con el objetivo de mantener allí la capacidad productiva, o repatriarla siguiendo une lógica de desglobalización. Francia pone en marcha un plan de 8.000 millones de apoyo al sector, y Alemania despliega toda su munición, que es mucha, aprovechando que las reglas del mercado único están en entredicho.

Sería un sinsentido competir en subsidios directos, por el escaso margen presupuestario y porque esa política se enfrentaría rápidamente a un impasse ante decisiones de grupos mundiales. Sin embargo, si España ocupa la octava plaza en el ranking mundial es porque dispone de importantes activos: una elevada productividad en comparación con los costes de producción, una nutrida red de proveedores y una extensa presencia en los mercados internacionales. Se trata de ponerlos en valor, dedicando los escasos recursos existentes a un plan de futuro, que podría ser el vehículo eléctrico, en la estela de lo que empieza a suceder en otros países. De no emprender una estrategia industrial, nos veremos abocados a soluciones de corto plazo para aliviar ajustes inevitablemente traumáticos.

Solo una acción que combine medidas urgentes y visión estratégica puede ayudar a evitar una agravación de las dificultades que atraviesan el turismo y la automoción. Porque, en momentos de crisis, el debate político solo puede centrarse en la realidad y desprenderse del solipsismo.


Fuentes de los gráficos: Organización mundial del turismo y European Automobile Manufacturers Association.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Propuestas frente a la crisis económica

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Cada semana aparecen nuevas previsiones acerca del impacto de la pandemia, y todas apuntan a una contracción excepcionalmente súbita y severa de la economía, con su legado de paro y de desigualdades. También se desprende un margen de apreciación inusualmente amplio, entre los pronósticos menos pesimistas que auguran una recuperación gradual a medida que las medidas de confinamiento tocan fin, y los que anuncian una auténtica pandemia económica, que haría retroceder nuestro país todo lo que había avanzado durante la etapa de expansión. El Banco de España contempla ambos escenarios, con un crecimiento para 2020 comprendido entre el 9,5% y el 12,4%, un diferencial colosal, equivalente a cerca de un año de inversión en educación.

Estos vaticinios son interesantes, pero no deberían desviar la atención del papel esencial de la política económica. Porque, pese a la importancia desigual que se otorga en el debate público a la lucha contra la crisis –una cuestión que debería ser nuclear para el diálogo político y social–, todavía estamos a tiempo de desmentir los augurios más alarmistas.

Una estrategia articulada en tres frentes, de contención de la crisis, de recuperación y de financiación, sería determinante. Uno, ampliando las medidas de urgencia orientadas a apoyar la liquidez de las empresas y al mantenimiento del empleo (ERTE). Si bien nuestro plan de emergencia está bien planteado, su envergadura es insuficiente. Las pequeñas empresas y los autónomos necesitan un apoyo directo para evitar su cierre, y no solo créditos baratos. En Alemania, Francia e Italia los pequeños negocios en dificultad reciben una aportación monetaria, y apoyo para renegociar los alquileres comerciales y el pago de impuestos. Asimismo, la puesta en marcha de una garantía universal de empleo, como existe en los países nórdicos, es esencial para prevenir el paro de larga duración entre jóvenes, trabajadores precarios y otras personas que no están amparadas por los ERTE.

«La reactivación también pasa por el cambio del modelo energético y la inversión en el sector sanitario para dotar de recursos suficientes y seguros a los hospitales, y potenciar la producción de productos estratégicos ante posibles rebrotes de la pandemia».

Raymond Torres

Además, los dispositivos se enfrentan a cuellos de botella por falta de personal cualificado. Algo que se puede paliar movilizando, como en Japón, a funcionarios motivados desde administraciones menos prioritarias o cuya demanda se resiente de la crisis.

En segundo lugar, la reactivación no puede eludir medidas específicas para el sector del turismo, tomando el relevo del plan de emergencia. Algunos especialistas abogan por el pasaporte sanitario, la creación de corredores seguros entre lugares de origen y de destino con pocos contagios (como puede ser el caso de las islas), ofertas integrales que proporcionen a los turistas un entorno covid-free, o facilidades para teletrabajar desde España para otros destinos. Atraer activos europeos digitalizados para suplir la fuga de veraneantes o pensionistas. Si los desplazamientos se ralentizaran de manera estructural, una reconversión del sector sería inevitable.

La reactivación también pasa por el cambio del modelo energético y la inversión en el sector sanitario para dotar de recursos suficientes y seguros a los hospitales, y potenciar la producción de productos estratégicos ante posibles rebrotes de la pandemia. Se trata de combinar inteligentemente inversión empresarial e incentivos públicos concebidos con un horizonte temporal suficiente para guiar la acción de los actores privados sin generar incertidumbre.

Ninguna de estas iniciativas es factible sin la confianza de los acreedores. Para este año, las necesidades de financiación podrían alcanzar la cifra récord de 300.000 millones, la suma de los vencimientos de deuda emitida en ejercicios anteriores y del déficit que se generará en este, por la menor recaudación y el incremento del gasto provocado por las respuestas a la crisis de la covid-19. El programa excepcional de compra de deuda por el BCE, puesto en marcha en el contexto de la crisis sanitaria, está facilitando la financiación del agujero.

Pero la contribución del ahorro del sector privado, mediante la movilización de su creciente superávit financiero (un resultado de la compresión del gasto por parte de los consumidores y las empresas) también será decisiva. Para ello, hace falta ganar su confianza. Cuidar las expectativas: ese es también un ingrediente crucial de la reactivación.

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Financiar la reconstrucción

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Uno de los puntos de coincidencia de todos los analistas, desde la Comisión Europea a la Airef y el propio Gobierno, es que el déficit público registrará un deterioro colosal tanto por el desplome de la recaudación como el incremento del gasto. También emerge un cierto consenso en considerar ese deterioro de las cuentas públicas como una necesidad ante la gravedad de la situación económica. La Comisión ha puesto en entredicho el plan de estabilidad, que obligaba a un déficit contenido en el 3%, hoy inalcanzable para nuestro país.

Otra cosa es cómo financiar ese agujero, que podría escalar hasta no menos de 120.000 millones para este año (cuatro veces más que en 2019). A lo que se añaden los vencimientos de deuda, en torno a 85.000 millones de aquí a finales del presente ejercicio. En este sentido, la sentencia de Tribunal Constitucional alemán, cuestionando la proporcionalidad del programa de deuda pública del BCE, no podía llegar en peor momento. Una consecuencia es el alza de las cargas financieras que soporta el Estado (una señal enviada desde los mercados), drenando unos recursos públicos mermados por la recesión.

El contexto se presta a todo tipo de conjeturas acerca de la sostenibilidad financiera de las medidas anti-crisis –algo que nos abocaría inexorablemente a una contracción de la economía aún más severa que previsto. Unas profecías que, sin embargo, no se cumplirán si se acierta con la política económica. Y es que en esta ocasión el BCE se muestra dispuesto a emplear toda la munición necesaria –que en teoría es infinita– para asegurar una financiación de la economía en condiciones razonables. Ya ha dado un paso concreto con el lanzamiento de un programa excepcional de compra de bonos para apoyar los esfuerzos de los Estados frente a la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés), por un monto total de 750.000 millones, de los cuales ya ha comprometido la sexta parte.

Gráfico 1

PSPP: public sector purchase programme. PEPP: pandemic emergency purchase programme.

Si el BCE mantuviera sine die en cartera las compras de bonos realizadas en el marco de ese programa, los Estados no tendrían que soportar el peso de la deuda generada directamente por la pandemia. Tal decisión, si bien no exenta de riesgos, es la clave para no caer en una espiral recesiva ni en una crisis social, ni agravar las divergencias entre países europeos. Este es por tanto un mensaje que, junto con el aviso del Tribunal de Justicia de la UE reiterando su competencia exclusiva sobre el BCE, disiparía por completo las incertidumbres generadas por el Constitucional alemán.

Además, ante la parálisis de la actividad, el sector privado incrementa su ahorro, a la vez que el sector público reduce el suyo. Una simetría que puede aprovecharse trasladando confianza a unos mercados en busca de seguridad.

Gráfico 2

Ahora bien, el paraguas del BCE solo vale para financiar las medidas transitorias de respuesta a la crisis, y no compromisos recurrentes como el anunciado ingreso mínimo vital. En estos casos, cada país tendrá que prever recursos, o una reducción de otros gastos, para hacer frente a esos compromisos no transitorios. Asimismo, las medidas que se contemplen dentro de un plan de recuperación (inversiones, apoyo estructural a ciertos sectores como el turismo, lucha contra el cambio climático, etc.) tendrán que asentarse en recursos propios, emisiones de deuda que no calificarán para el programa excepcional del BCE, o un hipotético dispositivo europeo, del que todavía sabemos muy poco.

En definitiva, se trata de actuar aún con más contundencia para hacer frente a los costes transitorios de la pandemia, y no adentrarse así en una crisis de mayor gravedad de la que tenemos por delante. Y a la vez mostrarse responsable con respecto a compromisos permanentes, que tendrán que ser sufragados por nuestras arcas públicas, sin ayuda de otros. Sin duda, la línea divisoria entre ambas políticas es fina, y el dilema complejo. Pero este es el debate de fondo que convendría afrontar en los foros políticos, apartándose de cuestiones accesorias. Y así abrir un horizonte de recuperación para nuestra economía.


Fuentes de los gráficos: BCE, Tesoro Público y estimación Funcas para el programa PEPP.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Anatomía de una crisis

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La economía se adentra en terreno desconocido, no solo por su desplome en el primer trimestre, el mayor de la historia moderna en un periodo tan corto, sino también por las incertidumbres que se derivan de los datos acerca de un rebote posterior. Las cifras del INE son rotundas. El PIB cayó un 5,2% hasta marzo, lo que habida cuenta de la tendencia alcista registrada hasta el inicio del estado de alarma significa que la actividad se hundió al menos un 29% durante la segunda quincena del mes pasado. Otros países europeos muestran registros similares, aunque sujetos a un importante margen de error, por la dificultad para realizar un seguimiento preciso en tiempos de la covid-19.

Gráfico 1

Estos resultados también revelan información
altamente relevante para la política económica.
Uno, porque muestran que las familias están adaptándose a la crisis
comprimiendo su gasto para así generar, en aquellas casos que pueden
permitírselo, un ahorro de precaución. Aunque el fenómeno es típico en periodos
de recesión, su magnitud es inusual.

Porque es llamativo que la contracción del consumo de las familias, el componente de la demanda con más peso en el PIB, alcance tanta intensidad —un 7,5%— cuando las remuneraciones han seguido avanzando levemente, según el INE. Esto se explica sin duda por las circunstancias del confinamiento, pero también por el miedo a perder el puesto de trabajo, que suele generar un ahorro de precaución. Como las perspectivas del mercado laboral no son halagüeñas, es poco probable que el ahorro precautorio desaparezca, algo que pesará sobre la recuperación.

Gráfico 2

Por tanto, para no agravar la situación, conviene
prorrogar las medidas de apoyo al empleo,
en particular su exponente más emblemático que son los ERTE. Si bien ya hay
cuatro millones personas que se han acogido a un ERTE (y hasta 10 en Alemania),
este es un dispositivo que ha mostrado su utilidad para amortiguar el impacto
de la crisis.

En segundo lugar, los excedentes empresariales se
han reducido por el desplome de las ventas y por el mantenimiento de la
plantilla. La Seguridad Social ha asumido una parte de esos costes laborales,
la otra las propias empresas (aquellas que no han recurrido a los ERTE, o solo
parcialmente). Sin embargo, esta tendencia refleja dos realidades distintas, la
de pymes y autónomos, con negocios a menudo solventes, pero sin liquidez para
aguantar el shock. Y la de empresas con una base financiera sólida, pero sin
perspectivas para reanudar la inversión en un periodo previsible.

Todo confluye por tanto en una espiral de
compresión de la demanda privada, menor actividad y problemas de liquidez para
las empresas, incluso después del estado de alarma. Una mayor focalización de
las ayudas a la liquidez y avales públicos, centrándolos en las pequeñas
empresas y los negocios solventes pero con problemas de tesorería, ayudaría a
contener el bucle recesivo.

Sin embargo, a corto plazo la recuperación solo podrá descansar sobre el impulso fiscal. Así lo ha reconocido Christine Lagarde en sus declaraciones de esta semana. El problema es que ese es nuestro punto débil, por el nivel arrastrado del déficit y con una prima de riesgo presionada. El consumo público fue el único componente de la demanda que se expandió en el primer trimestre, pero no es realista pensar que puede mantenerse ese esfuerzo sin reacción de los mercados.

La promesa de Bruselas de un fondo europeo de recuperación no se activará hasta 2021 —si es que no se pierde antes en los meandros de las negociaciones—. El BCE acaba de lanzar inyecciones de liquidez, que alejarían el riesgo de crisis financiera, pero sin atajar la espiral recesiva, que requiere de apoyo directo a la economía. La salida pasa por un aumento del programa de compra de deuda pública con el compromiso explícito de no permitir que las primas de riesgo superen un cierto umbral. De lo contrario quedaría recurrir al fondo de rescate.


Fuentes de los gráficos: INE, Eurostat y Comisión Europea.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Prohibido caer en la resignación

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En fechas recientes han aparecido varias estimaciones del impacto de la pandemia sobre la economía española, y todas apuntan a una contracción sin precedentes de la actividad. Se insiste, con razón, en que la magnitud del shock depende en buena medida de la evolución de un virus del que sabemos todavía poca cosa, y de su propagación internacional. Por tanto, el margen de incertidumbre —y también el de errar en esas previsiones— es considerable. La OCDE, por ejemplo, estima que por cada mes de confinamiento, la economía pierde dos puntos de crecimiento, y más en países con fuerte presencia de sectores vulnerables como el turismo.

Sin embargo, algunas de estas estimaciones no hacen suficiente hincapié en el papel crucial de la política económica, cuya efectividad determinará tanto la magnitud del desplome en 2020 como el vigor de la recuperación. El objetivo es limitar el cierre de empresas para conservar la capacidad productiva. Solo en marzo, ya se perdieron cerca de 100.000 empresas, el 7,4% del total (en bajas a la seguridad social). El mantenimiento de puestos de trabajo en empresas sostenibles es otro estabilizador automático. Por tanto, las primeras informaciones acerca de los efectos del plan de emergencia muestran la necesidad de acelerar su aplicación, antes de ampliarlo.

Gráfico 1

También se espera una
respuesta útil desde Europa. Esta semana el Consejo anunció un plan
de reconstrucción, inspirado en la propuesta española, que se articularía en
torno al plan presupuestario 2021-2027. Se habla de un paquete de estímulos de
entre 1 y 1,5 billones de euros, no menos del 10% de la economía europea. En
apariencia parece contundente, pero en realidad no hay acuerdo acerca de su
financiación. Si se tratara, directa o indirectamente, de deuda nacional, el
beneficio sería significativamente más limitado que en caso de una puesta en
común de recursos. Tampoco está claro si ese plan se activará a partir de 2021,
o si existe alguna posibilidad de adelantar el calendario. Esta última es sin
duda la mejor opción para suavizar el descenso y
mantener en vida, aún a un ritmo reducido, las empresas y los
puestos de trabajo.

«No hay que cejar en mejorar el diseño de la política económica, y alentar la heterodoxia del BCE, para desdecir los peores augurios».

Raymond Torres

Todo indica por tanto que habrá que esperar un
largo tiempo hasta que transcienda algo concreto de las negociaciones de
Bruselas. Entre tanto cada país tendrá que seguir contando con sus propias
fuerzas para contener la recesión y emprender el desconfinamiento. Esto tiene
una doble desventaja para nuestro país, en primer lugar porque las disponibilidades
presupuestarias son relativamente limitadas, y el margen de actuación dependerá
de la evolución de la prima de riesgo, que ya se ha colocado en niveles
preocupantes. Así se explica que tanto España como Italia dediquen menos
recursos presupuestarios para resolver la crisis que los países de la eurozona
menos endeudados.

Gráfico 2

La otra desventaja es que los países con más
margen fiscal —y aquellos que no comparten el euro— han anunciado ingentes
ayudas e inversiones para fortalecer sectores estratégicos, de modo que
encararán la recuperación en mejor posición competitiva que nuestras empresas.
Normalmente este tipo de prácticas es incompatible con la pertenencia al
mercado único, pero las reglas en materia de competencia se han flexibilizado
como consecuencia de la pandemia.

La buena noticia viene, une vez más, de
Frankfurt. El BCE ha relajado sus criterios de compra de deuda corporativa.
Esta decisión, unida al lanzamiento de un programa excepcional de adquisición
de deuda pública, y la flexibilización de la contabilización de los préstamos
morosos, actúa de momento como dique de contención ante el riesgo de contagio
al sistema financiero.

En suma, la economía podría contraerse un 7% en el presente ejercicio, pero hasta cinco puntos y medio más si fallaran las medidas de emergencia o la prima de riesgo se disparara hasta niveles de crisis financiera. No hay que cejar en mejorar el diseño de la política económica, y alentar la heterodoxia del BCE, para desdecir los peores augurios.


Fuente de los gráficos: Previsiones de Funcas y fuentes oficiales.

Este artículo apareció originalmente en el diario El País.

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La COVID-19 y la seguridad de suministro de equipos sanitarios esenciales

La actual pandemia ha puesto de
manifiesto un desabastecimiento de equipos y bienes sanitarios esenciales,
tanto para prevenir la transmisión del virus SARS-CoV-2 (p.ej. mascarillas,
guantes, jabones), como para combatir la enfermedad asociada COVID-19 en
pacientes críticos (p.ej. respiradores). Por consiguiente, el sistema sanitario
y de prevención necesita aumentar el suministro de este tipo de bienes
esenciales. Diversas empresas se han reorientado hacia la producción de equipos
de protección (ropa, mascarillas). Sin embargo, surgen dudas acerca de su
capacidad para hacer frente a la creciente demanda, así como de la posibilidad
de producir localmente equipos médicos más complejos. En este artículo se
analiza en qué medida depende España de terceros países para satisfacer el
incremento de demanda de estos equipos sanitarios esenciales para combatir la
pandemia.

La importación de equipos sanitarios esenciales no tiene por qué representar un riesgo en el suministro, siempre que se pueda asegurar su abastecimiento. Gracias a la diversificación de proveedores y las ventajas del comercio, la globalización puede representar un seguro contra el desabastecimiento como nos señalaban aquí y aquí. No obstante, el suministro puede verse afectado por factores estructurales, como una baja diversidad de exportadores, y coyunturales, como limitaciones al comercio a través de barreras arancelarias o similares. Como nos muestra este estudio de la Reserva Federal americana, el mercado de equipos sanitarios esenciales está concentrado en 10 países que suman el 72% de las exportaciones mundiales. La situación se agrava si se tiene en cuenta que los principales suministradores a nivel internacional, China y Estados Unidos, han estado o están en cuarentena. En cuanto a las barreras al comercio, numerosos países, entre ellos Alemania y China, han restringido la exportación de equipos sanitarios esenciales (ver Global Trade Alert).

Gráfico 1

Fuente: Protectionism and Dependence on Imports of Essential Medical Equipment. Federal Reserve Bank of St. Louis.

Equipos sanitarios esenciales

El análisis comienza identificando los productos sanitarios esenciales para hacer frente a la pandemia, tal como se puede ver en el cuadro 1.

Cuadro 1. Productos médicos esenciales por código TARIC y CNAE

TARIC -HS CNAE Descripción
Elementos de protección y prevención esenciales
340220 20.41 Fabricación de jabones
401519 22.19 Guantes estériles
621010 14.19 Equipos médicos de protección personal
630790 13.92 Prendas médicas (incluidas mascarillas)
650400 14.19 Gorros médicos
650510 14.19 Otros gorros médicos
900490 32.50 Gafas protectoras
Equipos médicos esenciales
901812 26.6 Aparatos de diagnóstico por ultrasonidos
842139 28.25 Oxigenadores
901819 26.6 Aparatos para vigilancia de parámetros fisiológicos
901839 32.50 Catéter, jeringuillas
901920 32.50 Respiradores
902000 32.99 Aparatos y máscaras respiratorias
902212 26.6 Tomografías
902214 26.6 Rayos X
902519 26.51 Termómetros

Fuente: Elaboración propia y Reserva Federal de San Luis

Nota: La base de las correspondencias entre TARIC y CNAE
corresponde a un estudio puntual realizado por el INE (http://www.ine.es/daco/daco42/clasificaciones/cnae09/corre_cn_nace.xls)

Evolución de importaciones y exportaciones

El gráfico 2 muestra la evolución de las importaciones y exportaciones españolas de bienes sanitarios esenciales como porcentaje del comercio total. Puede observarse cómo desde el año 2011 el déficit comercial (la diferencia entre importación y exportación) tiende a aumentar.

Gráfico 2

Fuente: elaboración propia con datos de Datacomex.

Fuentes de suministro

En 2017, España importó productos médicos esenciales por un valor de 16.000 millones de euros. La mayor parte de las importaciones (un 66%) corresponde a equipos médicos esenciales. El mapa que se muestra a continuación refleja nuestros principales suministradores de bienes sanitarios esenciales. Como puede apreciarse, las principales fuentes de suministro provienen de China, Alemania y Francia, seguidas por Italia y Estados Unidos.

Mapa 1. España: principales países suministradores de bienes sanitarios esenciales

Fuente: elaboración propia con datos de Datacomex.

Seguridad de suministro

En el cuadro 2 se muestra que la
importación de productos médicos esenciales para hacer frente a la pandemia
representa casi el 80% de la demanda doméstica. En cambio, España exporta el
86% de su producción. Por países, las principales fuentes de suministro
provienen de China (13%), Alemania (13%), Francia (8%), Italia (7%) y EEUU (6%).
Para contextualizar estos datos, el mismo análisis para Estados Unidos revela
que el país americano exporta el 20% de su producción, sus importaciones
representan el 30% de su absorción doméstica y su dependencia de China es 5 puntos
menor (ver fuente).

Cuadro 2. Importación y exportación productos médicos esenciales (agregados), 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
79% 13% 13% 6%
Exportación
(% producción)
86% 1% 4% 3%
Déficit
comercial (% producción)
-54% -14% -10% -4%

Sin embargo, estos datos
agregados esconden una heterogeneidad importante y una realidad distinta si los
desagregamos por bienes de protección
(cuadro 3) y equipos médicos (cuadro
4). Podemos observar tres hechos interesantes. Primero, España tiene una
dependencia mayor en equipos médicos esenciales (necesitamos importar casi todos
estos equipos: 94% frente al 62% en bienes de protección) y de un número menor
de países. En cambio, la dependencia de países de fuera de la Unión Europea es
relativamente menor que en los equipos médicos esenciales. Por último, España
tiene una ventaja comparativa revelada en equipos médicos esenciales, al
exportar casi toda su producción. 

Cuadro 3. Importación y exportación de bienes de protección esenciales, 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
62% 14% 6% 1%
Exportación
(% producción)
58% 1% 5% 2%
Déficit
comercial (% producción)
-11% -15% -2% 0,3%

Cuadro 4. Importación y exportación de equipos médicos esenciales, 2017

Total España China Alemania EEUU
Importación
(% absorción)
94% 11% 17% 9%
Exportación
(% producción)
88% 2% 4% 3%
Déficit
comercial (% producción)
-99% -10% -14% -6%

Los principales proveedores que
cubren nuestra demanda de bienes de
protección
son China (14%), Alemania (6%), Italia (5%) y Marruecos (4%). En
cambio, en los equipos médicos son:
Alemania (17%), China (11%), Francia (9%) y EEUU (9%). El índice Herfindahl–Hirschman
de concentración para la dependencia de importaciones es aproximadamente del 3%
para bienes de protección y del 7% para equipos médicos, indicando que la
concentración es mayor en equipos médicos.

No obstante, existen ciertos productos de protección con una concentración crítica: la mitad de las mascarillas proviene de China y la práctica totalidad de los guantes de látex tiene como origen Malasia. Por último, cabe resaltar que la mayor parte de los países de los que importamos bienes médicos esenciales (el 64% del volumen) pertenecen a la Unión Europea, con la que no tenemos barreras comerciales. En cambio, los países de la UE solo suman el 40% del volumen de nuestros suministradores de bienes de protección esenciales.

Conclusión

España muestra una alta
dependencia de terceros países a la hora de satisfacer la demanda de bienes y
equipos sanitarios, tanto para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 como
hacer frente a la enfermedad asociada COVID-19. En particular, la dependencia
de equipos médicos esenciales es
mayor que la de equipos de protección
individual
. Sin embargo, la estructura de proveedores de equipos médicos es
más cercana a nuestro entorno y por tanto más fiable que la de bienes de
protección.

Todo ello hace pensar que el desabastecimiento actual, en especial de los medios de protección esenciales, parece obedecer a una situación coyuntural, debido a la absorción doméstica de los principales productores de estos bienes y al aumento de la demanda del resto del mundo. Para garantizar el suministro, parece razonable tomar medidas coyunturales como incrementar la producción doméstica de bienes de protección individual e intensificar la diversidad de importadores. Resulta poco probable que la reconversión industrial hacia bienes de protección esenciales sea permanente, al no disfrutar España de una ventaja comparativa clara en este sector. En cambio, el desabastecimiento de equipos médicos esenciales tiene un mayor componente estructural por varios motivos: la reconversión de la producción es más compleja, la dependencia del exterior es mayor y su producción se encuentra concentrada en pocos países. A corto plazo, la cercanía de los proveedores podría reducir el riesgo de desabastecimiento. Sin embargo, la seguridad de suministro en el medio y largo plazo requería de medidas estructurales amplias en el seno de la Unión Europea.


La absorción se calcula sumando la producción en los códigos CNAE del cuadro 1, las importaciones y restando las exportaciones.

Se han utilizado datos de 2017,
ya que son los últimos disponibles con cuatro dígitos CNAE.

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