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Turismo 2023: remontada recelosa

La pandemia y las medidas de contención y restricción a la movilidad que se adoptaron en todo el mundo para combatirla han favorecido la toma de conciencia pública sobre algunas realidades que, dándolas por supuestas, apenas apreciábamos. Una de esas realidades es la significativa contribución del turismo a la economía mundial y, en particular, a las economías en las que este sector representa un elevado porcentaje del PIB y del empleo.

Entre estas economías destaca la española. En 2019, un año antes de la pandemia, la aportación del turismo al PIB se cifraba en 12,6 %, y el empleo turístico se acercaba a 2,7 millones de personas. Aun cuando hasta el final de 2021 los expertos manifestaban dudas sobre la rapidez con la que se recuperaría el turismo exterior, desde 2022 este se ha convertido en motor fundamental del crecimiento económico. La media de turistas extranjeros, que entre enero y julio de 2021 supuso un 20 % de la correspondiente a 2019, en 2022 ya se situó en el 82 % de esa cifra de referencia, y en 2023 alcanzó el 99 % (gráfico 1). En cuanto al PIB turístico, en 2021 todavía representaba en torno al 8 % (téngase en cuenta que en 2020 cayó hasta el 5,8 %), pero en 2022, según estimaciones de Exceltur, ya sobrepasó el 12 %1. Esta misma asociación, formada por los presidentes de las compañías turísticas más relevantes en España, prevé en 2023 un crecimiento del PIB turístico, en términos nominales, del 9,4 % respecto a 2019 (superando los 172.000 millones de euros), si bien, en términos reales, cerraría el año manteniéndose casi dos puntos porcentuales por debajo del de 20192. Estimaciones de otras fuentes arrojan, sin embargo, un aumento real del PIB turístico en este año (respecto del registrado en el año anterior a la pandemia)3.


El sector turístico español ha sido retratado en ocasiones como un sector económico afectado por problemas tales como la insuficiente innovación, la elevada estacionalidad, una producción de escaso valor añadido y una ocupación poco productiva y carente de buenas condiciones laborales. Aunque tras el shock de la Gran Recesión muchas empresas del sector ya venían apostando por mejorar la oferta de sus servicios y priorizar la estrategia de crecer en valor más que en volumen, ha sido en esta tercera década del siglo XXI cuando el sector ha mostrado su capacidad de respuesta rápida a “la peor crisis de su historia”4, aprovechando tanto las ayudas públicas para mantener el empleo, como las líneas de avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y, a la vez, diseñando y poniendo en marcha protocolos y servicios para generar seguridad y confianza entre los turistas. El sector ha probado su resistencia en circunstancias muy difíciles, primero, por las exigencias sanitarias impuestas durante el periodo de normalización tras los confinamientos, y luego, por el aumento de los precios en los suministros y la necesidad de mantener la competitividad en un contexto de elevada inflación.

A pesar de este balance positivo, entre los empresarios del sector se atisba cierta preocupación y recelo ante el futuro próximo. Esa inquietud está relacionada con las perspectivas de desaceleración de la economía europea y con la creciente competitividad del mercado turístico internacional, pero también con signos indicativos de posibles cambios en los comportamientos de los turistas que redundarían en perjuicio de la demanda de servicios que proporciona el sector.

Uno de esos cambios que ponen de manifiesto los datos disponibles se refiere a los países emisores. Comparando el origen de los turistas extranjeros entre enero y julio de 2019 y los mismos meses de 2023, se observa un descenso de los procedentes de Reino Unido, Alemania y los países nórdicos (gráfico 2), que son precisamente los que, de media, gastan más por persona (gráfico 3). Además, la demanda de servicios turísticos de ciudadanos del Reino Unido y Alemania presenta menor estacionalidad (es decir, los turistas de ambos países visitan España fuera de temporada estival en mayor medida que los de otros países y regiones), lo que resulta particularmente favorable para el sector. Aunque los datos también reflejan el aumento de los turistas procedentes de Estados Unidos, cuyo gasto medio es asimismo elevado, su número dista mucho del que consignan los principales países emisores europeos.


Otro cambio que merece atención es el referido a la duración de las estancias de los turistas internacionales (gráfico 4). Las estadísticas muestran la reducción de las estancias de dos semanas, a favor de las de 4 a 7 días. Si bien se aprecia un ligero aumento de las estancias más largas (superiores a tres semanas), su importancia numérica es reducida. Probablemente, este acortamiento de las estancias obedece a ajustes en los presupuestos domésticos en razón de la inflación. De consolidarse esta tendencia al acortamiento de las estancias, podría contrarrestar el efecto positivo de la recuperación en el número de viajes sobre los ingresos totales del sector, toda vez que las estancias más cortas suponen, en general, gastos más moderados.


En cuanto al turismo nacional, los datos evidencian que tanto el impacto de 2020 como la posterior recuperación han seguido una pauta diferente de a la del turismo internacional. Durante el año 2020, los viajes turísticos interiores de los residentes en España disminuyeron, pero mucho menos que los internacionales, ya que los turistas nacionales no se vieron afectados por las restricciones de movilidad entre países. Con todo, hasta el tercer trimestre de 2021, el número de viajes de turismo nacional no igualó las cifras de 2019 (gráfico 5). Por lo demás, aun cuando el número de viajes nacionales durante la temporada de verano prácticamente se ha recuperado, no ocurre lo mismo con los viajes fuera de la época estival, que se sitúan claramente por debajo de los de 2019 y años anteriores, lo que contribuye a agudizar la estacionalidad del sector.


Por lo que se refiere a la duración media de los viajes turísticos interiores de los residentes en España, se detecta un leve aumento de la estancia media (entre el 3 y el 6 % , según el mes en cuestión) desde el tercer trimestre de 2021 respecto a la duración media en el mismo periodo de 2019 (gráfico 6). Esta evolución, aunque contraria a la observada entre los turistas extranjeros, puede responder a similares razones: la disposición de menores recursos económicos de las familias para servicios turísticos, con la consiguiente sustitución de viajes al extranjero por viajes nacionales.


En definitiva, a la luz de los indicadores de demanda, el turismo prácticamente se ha recuperado en España. Eso no significa, sin embargo, que haya vuelto a donde se quedó a principios de 2020, cuando estalló la pandemia. Hay indicios de moderación del gasto turístico por persona, así como también de cambios en el patrón temporal de consumo que, añadidos a las poco favorables perspectivas macroeconómicas en los países de los que procede la mayor demanda, introducen incertidumbres en un sector que se sabe, además, sujeto a próximos cambios normativos importantes —y seguramente de aplicación costosa— como consecuencia de las políticas del Pacto Verde y la transición ecológica impulsadas por la Unión Europea y el gobierno español.

La incertidumbre suele desalentar tanto las inversiones de las empresas como los esfuerzos de formación de los jóvenes en los sectores afectados por ella. El Día Mundial del Turismo también debería servir para reducir esa incertidumbre mediante manifestaciones de reconocimiento y apoyo a un sector decisivo para la economía española.

[1] Comunicado de prensa de Exceltur de 17 de enero de 2023.

[2] Comunicado de prensa de Exceltur de 20 de abril de 2023.

[3] Heymann, D. C. (2023). “Fortaleza del sector turístico español”. Según esta estimación de CaixaBank Research, el PIB turístico aumentaría en 2023 un 4,1 % respecto a 2019.

[4] Ramón Vilarasau, D. (2022). “Viviendo a crédito: el sector turístico ante la peor crisis de su historia”.

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Queda trabajo para los bancos centrales

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Algo parece claro de las últimas reuniones de los bancos centrales. No se pueden descartar nuevas subidas de tipos de interés —aunque sean puntuales— este mismo año. Y se retrasan las bajadas potenciales del precio del dinero.  Todo ello a pesar de la casi radical estrategia de incremento de tipos desde hace más de un año. No está ganada la guerra contra la inflación.  Lo entendimos de las reuniones de los bancos centrales de estos días, incluido el BCE y el Banco de Inglaterra. La Reserva Federal de Estados Unidos, tras la reunión del pasado miércoles, deja claro que su pelea contra la inflación no es una serie de movimientos impulsivos. Con una estrategia medida y pausada, ha demostrado la sutileza requerida para navegar por los complejos mares inflacionarios y las previsiones inciertas. ¿Qué nos dice su decisión de mantener los tipos de interés? No se trata simplemente de cautela, sino de una evaluación consciente de la economía que avanza a un ritmo sólido. Si bien la inflación ha sido una bestia más persistente de lo que muchos preveían, la Fed ha seguido una aproximación más matizada.

Los pronósticos económicos revelan no solo la resiliencia de la economía estadounidense, sino también un optimismo cauteloso sobre el futuro. El dot plot (el famoso diagrama de puntos con el que los principales decisores del banco central plasman sus proyecciones sobre los tipos de interés) indica una posible alza adicional de un cuarto de punto este año, pero también sugiere que ahí para toda la subida y que hay margen para bajar tipos si fuera necesario. El mercado, ese barómetro efímero de la confianza, refleja la complejidad de la situación. Algunos esperan otro aumento de tipos este año, pero otros creen que el Fed no subirá más en 2023, aunque cada vez son menos estos últimos. Reveladora fue la intervención de Jay Powell —presidente de la Fed— de esta semana, quien enfatizó que mantener tipos estables no implica que la política monetaria sea lo suficientemente restrictiva para controlar la inflación., por factores como la energía e incertidumbre actual. Últimamente ha surgido otra explicación: una inflación tan alta no se había dado en más de 30-35 años, por lo que las generaciones actuales en el mercado de trabajo no vivieron un periodo similar. Las expectativas de inflación, tan importantes para derrotarla, se pueden estar comportando de modo distinto a las de la década de 1980.

Quedan dos reuniones de la Fed este año, ¿optará el Fed por otro movimiento audaz? Las próximas reuniones de dos días sobre tipos de la Fed son el 31 de octubre y 1 de noviembre y el 12 y 13 de diciembre, para los que conoceremos nuevos datos macroeconómicos de la economía americana. Buena parte del mercado espera otra pausa en noviembre y que se aparque la decisión sobre si subir más los tipos para diciembre. El mercado solo espera, como mucho, una subida más de 0,25 puntos. El BCE puede verse en una situación similar. Habrá que continuar esperando.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia

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¿cuales-son-las-habilidades-digitales-necesarias-para-la-transformacion-digital-de-una-empresa?

¿Cuáles son las habilidades digitales necesarias para la transformación digital de una empresa?

En este artículo podrás conocer cuáles son los perfiles tecnológicos clave para el crecimiento de las empresas y qué habilidades digitales son necesarias.

  • El 75% de las empresas trabaja por implementar el cloud computing, la inteligencia artificial y el análisis del Big Data.
  • El análisis de datos, la ciberseguridad o los conocimientos de programación son habilidades necesarias.

Cada vez son más las empresas que se preocupan por tener un plan de transformación digital. El informe Brújula “Tecnologías digitales en la empresa», presentado por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, refleja que el 75% de las empresas trabaja por implementar el cloud computing, la inteligencia artificial o el análisis del Big Data en sus organizaciones.

Esto ha hecho que las empresas adviertan de la necesidad de formar a sus empleados en la implementación y manejo de estas herramientas digitales. Pero no solo eso, pues, el estudio constata que el 4,3% ha tenido alguna dificultad en el último año para cubrir vacantes de especialistas, por lo que contar con habilidades digitales precisas es un plus para conseguir completar la transformación digital de la organización.

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¿Qué habilidades digitales requiere la transformación digital?

Al contratar, la experiencia no basta. En la actualidad, es esencial que los empleados cuenten con habilidades digitales y competencias en transformación digital, especialmente en el análisis de datos, para impulsar la evolución de la empresa.

  1. Análisis de datos. La capacidad de recopilar, analizar y extraer información valiosa de grandes conjuntos de datos es crucial. Esto permite tomar decisiones informadas y basadas en datos para optimizar procesos y estrategias.
  2. Programación. Conocimientos básicos de programación son valiosos para entender cómo funcionan las aplicaciones y sistemas digitales, y permiten la personalización y creación de soluciones a medida.
  3. Ciberseguridad. La protección de datos y sistemas es esencial en un mundo digitalizado. Habilidades en ciberseguridad ayudan a prevenir ataques y garantizan la integridad de la información.
  4. Marketing digital. La promoción efectiva de productos y servicios online es fundamental para alcanzar audiencias globales. Conocimientos en estrategias de redes sociales, publicidad en línea y SEO son esenciales.
  5. Diseño gráfico y experiencia de usuario (UX). Crear interfaces atractivas y funcionales es vital para mejorar la interacción con los usuarios y brindar experiencias excepcionales.
  6. Habilidades en gestión de proyectos. La planificación y ejecución eficiente de proyectos de transformación digital requiere habilidades sólidas en gestión de proyectos, asegurando que los objetivos se cumplan a tiempo y dentro del presupuesto.
  7. Comunicación digital. La habilidad de comunicarse de manera efectiva a través de plataformas digitales es esencial para mantener relaciones sólidas con clientes y colegas.
  8. Inteligencia artificial (IA) y automatización. Conocimientos en IA y automatización permiten crear soluciones avanzadas que mejoran la eficiencia, automatizan tareas repetitivas y generan insights valiosos.
  9. Conocimientos en automatización de procesos. La habilidad de diseñar y aplicar procesos automatizados optimiza la productividad y reduce errores humanos.

Competencias clave de los empleados

Asimismo, la transformación digital va más allá de la adopción de la tecnología; también implica el desarrollo de habilidades digitales clave que permitan a las organizaciones navegar con éxito por el mundo digital.

Alfabetización digital

  • La base de cualquier transformación digital es que todos los miembros de la organización deben estar cómodos con la tecnología y comprender cómo usarla para mejorar la eficiencia y la productividad.

Pensamiento analítico

  • La recopilación y el análisis de datos son esenciales en la era digital. Las habilidades para interpretar datos y tomar decisiones informadas basadas en ellos son cruciales.

Flexibilidad y adaptabilidad

  • En un entorno de cambio constante, la capacidad de adaptarse a nuevas herramientas, procesos y formas de trabajar es esencial.

Orientación al cliente

  • La transformación digital gira en torno a satisfacer las necesidades cambiantes de los clientes. Las empresas deben centrarse en entender a fondo a sus clientes y mejorar constantemente la experiencia del cliente.

Creatividad e innovación

  • La digitalización crea oportunidades para pensar de manera innovadora y encontrar soluciones creativas para los desafíos empresariales.

La transformación digital exige competencias clave como alfabetización digital, pensamiento analítico, flexibilidad, orientación al cliente, creatividad, colaboración, conocimiento tecnológico, liderazgo y gestión del cambio, junto con una mentalidad de aprendizaje continuo.

Colaboración digital

  • La colaboración en línea y la capacidad de trabajar en equipo de manera virtual se han vuelto cruciales en un mundo cada vez más conectado.

Conocimiento tecnológico específico

  • La comprensión de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, la nube y la automatización es fundamental para aprovechar al máximo las oportunidades digitales.

Liderazgo digital

  • Los líderes deben estar preparados para guiar a sus equipos en la adopción de nuevas tecnologías y en la transformación de la cultura organizacional.

Gestión del cambio

  • La transformación digital a menudo implica cambios significativos en la organización. Las habilidades para gestionar y comunicar estos cambios de manera efectiva son esenciales.

Mentalidad de aprendizaje continuo

  • En un entorno digital en constante evolución, el aprendizaje constante es esencial para mantenerse al día con las últimas tendencias y tecnologías.

La transformación digital no es solo una actualización tecnológica, sino un cambio cultural y organizativo que requiere un enfoque holístico. Al invertir en el desarrollo de estas habilidades digitales, las empresas pueden empoderar a sus equipos para liderar el camino hacia la innovación, la eficiencia y la adaptabilidad en un entorno empresarial en constante cambio.

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Ni hablar de política

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Según el último Eurobarómetro
estándar (julio de 2023), más del 40% de españoles adultos reconocen que nunca
hablan con familiares o amigos sobre temas de política nacional. Este
comportamiento tan  extendido  puede deberse, bien a que a los interpelados
no les interesan esos temas,  bien a que
los eluden para evitar discusiones. En todo caso, el dato revela una debilidad del
debate público español y sugiere la existencia de una amplia desafección
política por indiferencia o por temor a discusiones.

De hecho, España es el país de la Unión Europea en el que la proporción de personas que no discuten nunca sobre temas políticos (43%) es mayor, seguido de Francia (35%), Irlanda (33%) y Portugal (32%). En el otro extremo se encuentran Alemania, Países Bajos y Suecia, donde los porcentajes de personas que hablan frecuentemente sobre política nacional con gente cercana superan a los de quienes nunca lo hacen. Por el contrario, en España las personas que nunca hablan de política con familiares y amigos casi triplican a las que lo hacen frecuentemente (gráfico 1).


En general, abstenerse de conversar sobre política es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. En España, aproximadamente una de cada dos mujeres adultas admite no hablar nunca con familiares o amigos sobre temas políticos, una proporción que duplica a la italiana y quintuplica a la alemana (gráfico 2). La educación formal también adquiere particular importancia en esta cuestión: cuanto menor es el nivel educativo, mayor es el porcentaje de personas que permanecen ajenas a las conversaciones sobre política. Seis de cada diez personas con menor nivel educativo reconocen no conversar acerca de asuntos políticos nacionales con personas cercanas. El patrón de desigualdad que evidencia este indicador es muy notable (gráfico 3). 


La estrecha relación entre educación y frecuencia de las conversaciones políticas haría esperar que la proporción de personas que no hablan sobre política  tendiera a disminuir a medida que aumenta el nivel educativo de la población. Sin embargo, los datos no respaldan esta expectativa. Los Eurobarómetros publicados desde  2010, además de mostrar que la proporción de personas que no hablan de política en España se ha mantenido invariablemente por encima de la media de la UE durante este periodo, indican desde 2020 una tendencia al alza (gráfico 4).

Esta entrada es un extracto del número de septiembre de 2023 de Focus on Spanish Society.

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Crece la carencia material severa: la pobreza energética, más extendida que la alimentaria

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En un contexto de sucesivas crisis (la Gran Recesión, la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania) con efectos muy acusados sobre la economía de los hogares, resulta oportuno hacer un seguimiento de la proporción de la población que se enfrenta a más privaciones. Para este ejercicio, la tasa de carencia material severa ofrece un indicador adecuado, puesto que determina el porcentaje de la población que carece de, al menos, cuatro elementos de una lista de nueve bienes, servicios y actividades cuyo acceso se considera hoy en día esencial para el bienestar individual[1].

A pesar de la recuperación económica que ha sucedido a la pandemia, el porcentaje de población que experimentaba carencia material severa en España en 2022 (último dato disponible) ascendía al 8,1%, más del doble que antes de la crisis financiera (2007: 3,5%) e incluso superaba en 1 punto porcentual (pp) la cifra de 2014 (7,1%), la más alta registrada hasta ese momento desde que comenzaron a realizarse las Encuestas de Condiciones de Vida en 2004. Todo lo que mejoró este indicador entre 2014 y 2019, quinquenio en el que la tasa de carencia material severa se redujo del 7,1% al 4,7%, se perdió en 2020 (7%). Pero, además, la tasa de carencia material severa ha seguido aumentando entre 2020 y 2022 hasta situarse muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia (gráfico 1).


Uno de los aspectos incluidos en la estimación de la carencia material es la capacidad de mantener la vivienda a una temperatura adecuada, un objetivo que podría haberse visto amenazado por la subida de los precios de la energía desde la invasión rusa de Ucrania. En este indicador se observan diferencias notables entre los 27 países de la Unión Europea. España, con un 17,1% de población que declara no poder mantener una temperatura adecuada en casa, se sitúa por encima de la media europea (9,3%). En países como Austria, Suecia y Finlandia el porcentaje de personas afectadas por este problema cae por debajo del 3%. En cualquier caso, hay que mencionar que en casi todos los países europeos este indicador empeoró entre 2021 y 2022. Mientras que en España aumentó en 3 pp, los incrementos más significativos se observaron en Rumanía, Francia e Irlanda (gráfico 2).


La fuerte subida de los precios de los alimentos a partir de 2021, agravada por la guerra, también puede haber afectado sustancialmente a los hogares más vulnerables. Sin embargo, en esta dimensión de pobreza material, España registra datos más positivos. En 2022, el 5,4% de la población afirmaba no poder permitirse carne, pollo o pescado al menos cada dos días, una proporción algo superior a la observada en 2021 (4,7%), pero significativamente inferior a las que arrojan no sólo muchos países de Europa del Este, sino también Alemania (11,4%), Grecia (10%), Francia (9,5%) e Italia (7,5%) (gráfico 3).


Al analizar con más detalle los datos españoles, se aprecian diferencias considerables entre las comunidades autónomas. Mientras que alrededor de una quinta parte de la población de Extremadura (23%), Andalucía (21%) y Murcia (20%) declaraba en 2022 no poder mantener su vivienda a una temperatura adecuada, estas cifras caen por debajo del 10% en Castilla y León, País Vasco, Navarra, La Rioja y Aragón (gráfico 4). Estas últimas comunidades autónomas son también las que salen mejor paradas por lo que se refiere a la (in)capacidad para permitirse una comida con carne, pollo o pescado cada dos días. Las diferencias en este aspecto son aún más pronunciadas, toda vez que la proporción más alta, correspondiente a Canarias (11,9%), es seis veces mayor que la más baja, que ostenta Aragón (1,9%) (gráfico 5).

[1] Sobre la composición de este indicador, véase este enlace.

Esta entrada es un extracto del número de septiembre de 2023 de Focus on Spanish Society.

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El BCE y la depreciación del euro

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Tras su recorte de previsiones de crecimiento, el BCE asume que la nueva vuelta de tuerca monetaria es una apuesta arriesgada, habida cuenta de las señales cada vez más patentes de parón de la actividad en la zona euro. La economía española resiste mejor que otras de nuestro entorno: Alemania, Austria, Italia y Países Bajos bordean la recesión, por el peso de la industria y la dependencia del mercado chino. En España, sin embargo, predominan los servicios, propulsados por el tirón del turismo. Y la industria gana cuotas de mercado en Europa, amortiguando el impacto del estancamiento de los intercambios con terceros países.            

Sorprende, sin embargo, que el banco central no incorpore explícitamente otro gran desafío que plantea su decisión de subir los tipos: el de depreciación del euro, y su impacto en la inflación. La moneda común ya ha perdido el 5% de su valor frente al dólar en los dos últimos meses —una tendencia que parece agudizarse desde el jueves— elevando la presión de los costes de las materias primas importadas en dólares, y por tanto complicando la desinflación.

La depreciación del euro obedece en parte a factores estructurales como la pérdida de competitividad de la economía europea. Así lo evidencia, por ejemplo, el impacto desproporcionado del shock energético en la industria. O el retraso que arrastra el sector del automóvil, tanto en términos de costes como tecnológico, en relación al vehículo eléctrico.

Pero la perspectiva de un crecimiento débil durante un periodo prolongado, atribuible en cierta medida al ajuste monetario, es otro factor que lastra el valor del euro a corto plazo. Este escenario es distinto al que se dibujaba hace un año, cuando la economía europea parecía resistir, y no daba todavía la sensación de descolgarse de EE UU. De ahí que los ajustes monetarios no dieran pie a una depreciación cambiaria en ese momento.

Hoy por hoy el descuelgue
es discernible, y el encarecimiento del petróleo es un factor agravante: el
barril de Brent cotiza en dólares un 20% más que hace dos meses, un incremento
que alcanza el 25% cuando la factura se paga en euros. Todo apunta a que la
tendencia alcista continuará, a tenor de los recortes anunciados por los países
productores, en su afán de poner en valor las reservas de hidrocarburos ante la
perspectiva vaticinada por la Agencia Internacional de la Energía de un punto
de inflexión en la transición energética durante la próxima década. Debemos,
por tanto, estar atentos a los precios de los carburantes.

No obstante, es poco probable que el repunte del IPC energético —y su traslado al IPC total— se filtre a los factores subyacentes de la inflación de la misma manera que lo hizo el año pasado en plena crisis del gas ruso. Ante el enfriamiento de la demanda, las empresas han empezado a moderar sus márgenes. Los salarios, por su parte, crecen a un ritmo más elevado, pero sin que nos asomemos a una espiral inflacionaria: los incrementos son fruto de acuerdos de recuperación parcial de poder adquisitivo, de carácter puntual, y no de una pugna reivindicativa. Una de las principales fuentes de datos (“Indeed”), generalmente sesgada al alza por cubrir principalmente información de ocupaciones profesionales, apunta a una desaceleración de las remuneraciones hasta agosto en las grandes economías europeas, salvo Reino Unido. En España, los incrementos pactados se estabilizan en torno al 4%, en línea con el acuerdo sellado a nivel nacional.


En suma, no sería sorprendente que el BCE tuviera que proceder a nuevos recortes de sus previsiones de crecimiento. El banco central asume que ese riesgo es inherente a este ciclo monetario. La paradoja es que su propia política podría obligar a ajustar, en este caso al alza, la senda de IPC, por el efecto de exacerbación de la inflación importada.

IPC | El IPC ha interrumpido su trayectoria descendente, pero descontando los efectos estadísticos, por definición transitorios, y el repunte de los precios energéticos entre los que destaca el encarecimiento de los carburantes, la tendencia subyacente sigue siendo favorable. Prueba de ello, el porcentaje de componentes del IPC que crecen a un ritmo elevado (por encima del 6%) ha descendido del 50% a principios de año, al 37% en agosto. A la inversa, el porcentaje de componentes que crece por debajo del objetivo de inflación del 2% ha pasado del 17% al 26% durante el mismo periodo.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Debilitamiento alemán

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Una de las imágenes de la semana fue la del canciller alemán Olaf Scholz con un parche —estilo pirata— en su ojo derecho, a consecuencia de una caída haciendo ejercicio. Ilustra para muchos la situación de la economía alemana, que está despertando creciente preocupación. Con un gran matiz: aunque sus datos coyunturales de crecimiento económico e inflación no son buenos, sigue presentando la menor tasa de desempleo de la UE. El debilitamiento económico alemán se produce dentro de un contexto de fortalezas productivas, que más de uno quisiéramos para nuestro propio país. Aun así, las señales provenientes del gigante alemán desde el comienzo de la guerra de Ucrania son inquietantes. También para el resto de países —como España— que son socios comerciales y comparten la UE y el euro. Alguien que conoce muy bien esta realidad, el influyente periodista económico Wolfgang Münchau, afirmaba hace unos días que “es el fin de la era alemana”.

Alemania presentó una tasa de crecimiento del 0,1 por cien en el segundo trimestre, después de la recesión de comienzo de 2023. Casi un año sin crecimiento. El último dato de inflación (agosto) es del 6,1 por cien, inusualmente alto y persistente para un país históricamente refractario al crecimiento de precios. Al impacto brutal inicial del encarecimiento de la energía y otros factores de oferta, siguieron efectos de “segunda ronda”, con significativo crecimiento de los salarios. Las malas noticias recientes sobre el sector constructor e inmobiliario —con una cierta “burbuja”— se añaden al entorno negativo.

En
febrero de 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, se hicieron evidentes los
resultados de la errática política energética alemana de las últimas décadas.
Su enorme dependencia del gas ruso debilitó su competitividad industrial que,
en gran parte, parecía derivarse del uso intensivo de ese combustible barato.
Sustituir ese factor drenó muchos recursos y laminó parte de la fortaleza alemana.
Como en otros países europeos, importadores de energía, no haber diversificado
(i.e. centrales nucleares), al menos, durante la transición ecológica, ha
tenido consecuencias muy negativas.

Otras dudas apuntalan la flojera de la actividad económica alemana. La relación con China se ha vuelto más compleja. Hay crecientes impedimentos para las  exportaciones e importaciones con el gigante asiático. Afecta también negativamente el envejecimiento de la población germana y la gran dificultad para suplir vacantes en el mercado de trabajo, problema generalizado en muchos países. La falta de inversión —no solamente en seguridad y defensa— y la excesiva regulación son otros dos grandes obstáculos. Aunque el gobierno germano ha lanzado un plan fiscal para dinamizar la inversión y la economía, varios desacuerdos internos han desdibujado ese programa de gasto. Los aspectos positivos son el gran margen del Tesoro alemán para cualquier esfuerzo significativo de inversión —si llega el acuerdo político sobre el mismo— y las potencialidades que las reformas estructurales tendrían en una economía potente. Asimismo, la banca alemana —muy volcada en lo regional— debe encontrar su hoja de ruta para financiar proyectos transformadores de más alcance. Todo por el el bien de ese país y de la UE.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

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La brecha de inversión productiva

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El comportamiento de la inversión —factor clave para afrontar la transición digital, la descarbonización y las bajas tasas de productividad que arrastra nuestra economía— es una incógnita. Tras el golpe de la pandemia, el gasto en equipamiento de las empresas ha ido recuperándose, pero sin alcanzar todavía los valores anteriores a la crisis sanitaria: el esfuerzo inversor se sitúa cerca de 2 puntos por debajo de la media anterior a la pandemia (con datos de formación bruta de capital en porcentaje del valor añadido bruto de las empresas no financieras, véase gráfico). Otros países de nuestro entorno han superado ese umbral, si bien en el caso de Alemania el esfuerzo inversor es inferior al nuestro, algo que sin duda contribuye a los débiles resultados macroeconómicos de ese país.


Y eso que algunos de los principales determinantes de la inversión apuntaban a un resultado mucho más favorable. Para empezar los beneficios empresariales rozan los niveles próximos a la prepandemia, además de superar ampliamente la media europea. Los inversores extranjeros lo han detectado, a tenor del abultado flujo de entrada de capital en el tejido productivo español: nada menos que 15.000 millones de euros en los seis primeros meses del año, a los que habría que añadir la operación pendiente en Telefónica. Por otra parte, la información disponible apunta a una mayor rapidez en la ejecución de los fondos europeos, otro estímulo potencial para la inversión interna. Finalmente, la exportación, una de las palancas más potentes en tiempos pasados, ha mostrado un dinamismo excepcional, arañando cuotas de mercado especialmente en los sectores de servicios no turísticos. La pujanza de las tendencias de fondo, sin embargo, no se ha reflejado en los datos.        

Hasta cierto punto la
relativa desconexión entre la inversión productiva y sus factores subyacentes podría
deberse a la subida de los tipos de interés, si bien solo puede tratarse de una
explicación parcial, ya que la política monetaria es la misma que en las
economías de nuestro entorno.

Por otra parte, una anomalía
estadística no es descartable. La crisis sanitaria ha distorsionado la
contabilidad nacional, de manera que algunos institutos estadísticos han optado
por computar el gasto en inversión a medida que esta venía produciéndose: una imputación
directa que “infla” el valor de la inversión a corto plazo en comparación con
otras metodologías, como la nuestra, que periodifican (y por tanto diluyen) los
registros. En breve conoceremos el veredicto estadístico del INE, con una
revisión definitiva de las cifras de PIB y de sus componentes que abarcará todo
el periodo de disrupción estadística.

Aparte de las vicisitudes
técnicas, el déficit de inversión en relación a su potencial también obedece a
factores estructurales. Las corporaciones españolas tienden a utilizar una
buena parte de sus excedentes para desendeudarse, en vez de invertir. En 2022,
redujeron su pasivos en casi 18.000 millones de euros, representando en
términos relativos el proceso de desapalancamiento más intenso entre las
grandes economías de la Unión Europea. La deuda consolidada de nuestras
empresas se recortado hasta el 70% del PIB, mínimo de los últimos dos lustros.

Sin duda el trauma de la
crisis financiera, unido al actual contexto de restricción monetaria, influye
en esta actitud de cautela que viene observándose en la última década sin
importar el color del Gobierno de turno. De cara al futuro, esa memoria debería
diluirse, de modo que tanto los niveles de endeudamiento ya alcanzados gracias
al ahorro acumulado como las perspectivas de rentabilidad y de demanda conforman
un terreno propicio a un cambio de actitud. Falta el desencadenante, es decir reformas
y confianza en nuestras propias capacidades. Y la toma de conciencia por parte
de la empresa española, también las pequeñas, de la importancia de la inversión
en equipamiento y en mejoras en la organización del trabajo. Esa es la clave en
un mundo de escasez.    

INDUSTRIA| La actividad industrial se desacelera desde los máximos de la primavera del año pasado (el IPI avanzó un escaso 0,2% en julio y el índice PMI ahonda en terreno contractivo), pero menos que en otras economías europeas donde se encadenan caídas como en Alemania. También emerge una divergencia entre los sectores de bienes de equipo, automotriz y material de transporte, que presentan una tendencia positiva, y los más afectados por la crisis energética (ramas de metalurgia, minerales no metálicos, química, papel y textil) que se enfrentan a dificultades para recuperarse o siguen en declive.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Cómo proteger la seguridad de los datos de tu negocio frente al fraude

Te contamos las claves para la protección de datos en tu empresa frente a los posibles fraudes.

  • La protección de datos y de la seguridad de la empresa se ha convertido en una prioridad absoluta.
  • Las compañías deben utilizar programas específicos para mantener el control de los flujos bancarios.

El avance digital trae oportunidades para las organizaciones, pero también riesgos significativos relacionados con el fraude informático y el robo de datos. Así, la protección de datos de tu negocio se ha vuelto una prioridad absoluta para los negocios.

Pero no solo eso, para evitar situaciones fraudulentas la empresa debe examinar minuciosamente las cuentas de la compañía. Así podrá mantener el control de los flujos bancarios, además de protegerse contra una posible situación de fraude.

Detectar errores en los débitos y transacciones fraudulentas requiere el uso de herramientas de análisis y la elaboración de informes eficientes. La omisión de este proceso podría exponer a cualquier empresa al riesgo de fraude, como lo demuestran historias reales vividas por algunas compañías.

¡TUITÉALO! Evita transacciones fraudulentas por malas prácticas como el phishing. Implementa herramientas de análisis y control de tus flujos bancarios.

Casos habituales de fraude contra los que hay que protegerse

Un fraude del que una empresa debe cuidarse es el phishing (por correo electrónico) hacia los empleados, pero que también puede afectar a la empresa. El phishing opera a través de correos electrónicos o mensajes falsificados que dan la apariencia de ser de fuentes genuinas.

Estos casos suelen darse en banca, servicios en línea, entre otros. Los correos podrían contener enlaces o adjuntos fraudulentos. Al abrirse, podrían permitir a los ciberdelincuentes robar información confidencial como contraseñas, datos de tarjetas de crédito y, en general, información financiera sensible.

La mejor vía para protegerse del fraude del phishing es implementar medidas de seguridad sólidas. Por ejemplo:

  • se podrían utilizar filtros de correo electrónico para detectar los que sean fraudulentos,
  • capacitar al personal sobre esta mala práctica,
  • e implementar políticas de seguridad de protección de datos.

Consejos para la protección de datos y para evitar el fraude

A continuación, 12 estrategias para lograr mantener a salvo la información confidencial de tu organización:

  1. Concienciación del personal. Educa a tus empleados sobre las amenazas de seguridad cibernética y el fraude. La conciencia y la capacitación son las primeras líneas de defensa.
  2. Contraseñas sólidas y autenticación de dos factores. Utiliza contraseñas robustas que sean difíciles de adivinar y cámbialas periódicamente.
  3. Mantén tus sistemas y software actualizados. Instala parches y actualizaciones de seguridad en tus sistemas operativos y software para proteger contra vulnerabilidades conocidas.
  4. Firewalls y antivirus. Utiliza un firewall confiable y un software antivirus actualizado para detectar y bloquear amenazas antes de que ingresen a tu red.
  5. Cifrado de protección de datos. Encripta los datos confidenciales para que sean ilegibles si caen en manos equivocadas, ya sea en tránsito o en almacenamiento.
  6. Seguridad de la red. Configura una red segura con cortafuegos, detección de intrusiones y sistemas de prevención de pérdida de datos (DLP) para proteger tus sistemas y datos.
  7. Control de acceso. Limita el acceso a la información sensible solo a aquellos empleados que realmente necesiten acceder a ella.
  8. Auditorías de seguridad. Te recomendamos desarrollar auditorías de seguridad de protección de datos con frecuencia para detectar vulnerabilidades.
  9. Políticas de seguridad. Establece y comunica políticas de seguridad claras y consistentes en toda la empresa.
  10.  Respuesta a incidentes. Prepara un plan de respuesta a incidentes que incluya pasos claros y roles designados en caso de una violación de seguridad.
  11.  Copias de seguridad regulares. Realiza copias de seguridad de tus datos de manera regular y almacénalas de forma segura en un lugar fuera del sitio.
  12.  Monitoreo constante. Implementa sistemas de monitoreo y detección de amenazas para identificar y responder con rapidez a posibles incidentes de seguridad.

¿Y si hay débitos sospechosos en la empresa?

También es posible que una situación de fraude en la empresa se materialice mediante la presencia de débitos sospechosos.

En este contexto, es imprescindible contar con una herramienta de control y de auditoría durante toda la cadena de pagos. Un dispositivo de control y de auditoría presenta los distintos estados de las transacciones realizadas.

Así, la empresa podrá conocer cuestiones del tipo: ¿El débito se ha efectuado correctamente?, ¿de qué importe ha sido?, ¿quién lo ha recibido? 

El seguimiento en tiempo real de las operaciones permite reaccionar a tiempo en caso de detectarse errores, como pueden ser un destinatario incorrecto o un importe inusual, por ejemplo.

El análisis a posteriori de las operaciones en los extractos de cuentas también permite detectar las transacciones dudosas la herramienta de control informa inmediatamente a la empresa:

  • Si se constata un débito sorpresa que no ha sido tramitado por ninguna firma autorizada.
  • Si la operación ha incumplido las condiciones estipuladas (límite de débito, fuera de plazo, puntual).

Acto seguido, la empresa podrá efectuar una solicitud de reembolso a la entidad financiera correspondiente y recuperar su dinero.

¿Cómo localizar los errores recurrentes?

El análisis y la auditoría a posteriori de los pagos a través de un software también es un medio útil para detectar errores recurrentes.

Una buena práctica para una empresa será el efectuar revisiones regulares de los extractos bancarios de la organización, para verificar los pagos realizados. Se recomienda mantener un registro de todas las transacciones financieras.

Las facturas deberán coincidir con las órdenes de compra y acuerdos contractuales, comprobando incompatibilidades entre lo facturado y lo esperado.

Un paso relevante es poner en marcha sistemas de gestión financiera y contabilidad como Sage XRT Treasury, una solución de gestión de tesorería.

La herramienta de Sage ayuda a las empresas a tramitar sus operaciones financieras y de tesorería de una forma eficiente y segura. Posee funcionalidades para automatización de procesos, gestión de riesgos, generación de informes, entre otros. Como resultado, se obtendrá una gestión financiera más efectiva y una toma de decisiones informada.

Otra ventaja de este dispositivo es que podrá comprobar si los clientes siguen siendo recomendables. Cuando un país es objeto de un embargo, las empresas del país embargante quedan obligadas a dejar de comerciar con las del embargado.

Algunas compañías se olvidan de cortar los canales de abastecimiento con sus proveedores de la lista negra y se arriesgan a demandas judiciales. La herramienta de control y de vigilancia de pagos, que actualiza regularmente su base de datos, podrá enviar advertencias y evitar que la empresa sea sancionada. La principal ventaja es prevenir los posibles problemas que se derivarían de mantener relaciones comerciales involuntarias con entidades de la lista negra.

En definitiva, la protección de datos de tu negocio es esencial y más en la era digital. Los avances tecnológicos y la automatización traen consigo infinitos beneficios, pero también desafíos en temas de seguridad.

Nota del editor: Este artículo fue publicado con anterioridad y actualizado a 2023 por su relevancia.

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La actividad industrial muestra resiliencia hasta julio

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Índice de producción industrial | Julio 2023


El índice de producción industrial avanzó un 0,2% en julio con respecto al mes anterior. El índice exclusivamente de manufacturas (que excluye la industria extractiva y de distribución de electricidad, agua, etc.) creció un 0,3%. La tendencia es solo suavemente descendente desde los máximos postpandemia alcanzados en la primavera del año pasado, en contraste con la fuerte caída que ha sufrido el índice correspondiente al conjunto de la Eurozona desde finales del pasado año (gráfico 1).


Los sectores que en 2022 fueron más afectados por el encarecimiento de los productos energéticos se mantienen en niveles reducidos de actividad con grandes dificultades para recuperarse (metalurgia, caucho, química, a los que se suma el textil), o incluso continúan en declive (papel, otros minerales no metálicos), a pesar de que los precios del gas y el petróleo se encuentran ahora en niveles muy inferiores a los de entonces. En el otro extremo, los sectores de fabricación de bienes de equipo, que fueron los más pujantes el año pasado, continúan creciendo, aunque a un ritmo más moderado. La fabricación de automóviles, así como otro material de transporte, también presentan una tendencia positiva (gráfico 2).

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