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Un negocio conectado: La tranquilidad que tu empresa necesita

5 minutos de lectura

En este artículo de contenido actualizado te explicamos en qué consiste un negocio conectado. Además, analizamos cómo puede beneficiar a las actividades de los departamentos comercial y financiero 

  • Un negocio conectado fomenta la colaboración entre departamentos de una misma empresa.
  • Los procesos de decisión ganan fluidez en un negocio conectado.

La idea de un negocio conectado posee todo el sentido. Al fin y al cabo, tener la información financiera en la nube presenta muchas ventajas. Una de las más importantes es la posibilidad que ofrece de conectar la información financiera y comercial sin sobresaltos.

En el fondo, esta idea no es más que la versión moderna de uno de los fundamentos más sólidos de la actividad empresarial: la colaboración. Y es una noción puesta al día en la medida en que el trabajo conjunto supone la mayoría de las veces un flujo de datos que hoy encuentra en la conectividad su mejor cauce.

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La importancia de conectar la información financiera y comercial para la contabilidad

El área comercial genera una gran cantidad de información muy relevante para diferentes tareas de gran interés para el área financiera y contable como, por ejemplo:

La conclusión es clara: un flujo razonable de datos comerciales facilita el trabajo contable y fiscal. Y eso se traduce, principalmente, en dos ventajas:

  • Es más sencillo cumplir apropiadamente con obligaciones contables y fiscales. Un ejemplo muy cercano son las nuevas obligaciones de facturación. Cuanto más información tengas sobre tus clientes, más probable será que los cambios se desarrollen de forma fluida y provechosa para ambas partes. Te anticipas a sus necesidades y adviertes posibles problemas y soluciones. Recuerda que la facturación también forma parte de la experiencia de tu cliente.
  • Los contables y financieros son capaces de generar informes de mayor valor para la dirección al integrar una información comercial más accesible, profunda y actualizada. Eso se debe traducir en mejores decisiones de gestión.

La importancia de conectar la información para las decisiones comerciales

Las decisiones comerciales adecuadas necesitan de información financiera relacionada con los clientes para múltiples misiones:

  • Analizar cuánto dinero supone el esfuerzo comercial.
  • Presentar presupuestos a los clientes.
  • Diseñar campañas de marketing.
  • Controlar los resultados de las campañas de marketing.
  • Segmentar a los clientes.
  • Valorar el impacto del precio en las ventas de cada segmento de clientes.
  • Conocer cuáles son los clientes más rentables.
  • Seguir el rendimiento de los vendedores.

En cierto modo, el trabajo de los departamentos contables y financieros debe ser visto como una inversión. Los retornos deben ser la información puntual que mejore el funcionamiento de otras áreas y un flujo de datos más depurado.

La necesidad de coherencia

Conectar la información comercial y financiera aporta coherencia a la gestión. No es raro que cada departamento tenga sus objetivos ocultos propios, que muchas veces no coinciden con lo planificado a nivel general. Cada uno puede querer brillar con luz propia y eso puede ser una amenaza para el conjunto de la empresa.

La dirección de la empresa, con cierta frecuencia, puede enfrentarse a informes contradictorios. En parte, la separación de la información comercial y financiera lo facilita. Cada departamento aporta una visión diferente del mismo aspecto. Eso puede condicionar la preferencia por determinados formatos para presentar la información. Cada uno se decanta por el que le ofrece mejor expresión para los argumentos con los que defiende su posición.

Conectar la información financiera y comercial es la manera de dar coherencia a la gestión. Los distintos departamentos pueden compartirla y utilizar formatos comunes. Además, se evita que el gerente se encuentre con el hecho de tener que interpretar una información que se le presenta en un formato que le resulta ajeno.

Por otro lado, los diferentes departamentos se pueden acostumbrar a consultar la información producida por los demás. Eso favorece tener una visión de conjunto. Incluso lo que, es más, puede fortalecerse el valor de la colaboración interdepartamental.

En un negocio conectado, los diferentes departamentos aprenden a compartir datos y formatos de informes, lo que mejora considerablemente la comprensión mutua y la colaboración.

La nube como aliado para tener tu negocio conectado

A estos efectos, la nube es algo más que un espacio compartido donde aportar datos y construir una información coherente. Ofrece, además, una gran potencia de procesamiento, que ya no va a descansar sobre las características del equipo con el que trabajes, sino que la respaldan los servidores de tu proveedor de servicios en la nube.

Por lo tanto, rompes la triple dependencia del equipo informático clave, del software en él instalado y de la persona clave que lo comprende. La nube genera un ambiente en el que diferentes empleados pueden acceder a la información desde el dispositivo de su elección. Es decir, la información fluye con más libertad, sin depender tanto de circunstancias ajenas a la voluntad de la dirección.

Las ventajas de un negocio conectado

Será importante identificar las señales que nos indican que está llegando el momento de tener la información financiera y de clientes en la nube. En segundo lugar, hay que conocer cuáles son las ventajas de dar ese paso. Finalmente, será clave tener claras las desventajas que se dejan de sufrir gracias a tener la información financiera y de clientes en la nube.

En resumen, un negocio conectado no solo optimiza la eficiencia operativa y la toma de decisiones, sino que también fortalece la colaboración interdepartamental y mejora la experiencia del cliente. Adoptar soluciones integradas como Sage Active permite a las empresas, especialmente aquellas en crecimiento, gestionar su información financiera y comercial de manera más efectiva, asegurando un flujo de datos continuo y accesible. No esperes más para transformar tu empresa en un negocio conectado y disfruta de los beneficios que esta modernización puede ofrecer.

Nota del editor: Este artículo fue publicado con anterioridad y actualizado a 2025 por su relevancia.

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Criptoactivos y otras inversiones de elevado riesgo: un 2025 de alto voltaje

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El año pasado trajo abundantes ganancias para las inversiones del mundo cripto, tanto activos como divisas de diferente pelaje (stablecoins, memecoins como dogecoin, apuesta del magnate Elon Musk). Otros activos de elevado riesgo también se comportaron favorablemente. Tenía lógica con un entorno monetario con descenso de los tipos de interés, donde muchos ahorradores buscan mayores rentabilidades más allá de los bonos y títulos más convencionales.

Las favorables perspectivas de la economía americana, donde hay un ambiente más proclive y permisivo –incluido en el contexto regulatorio– con los criptoactivos, han ayudado sin duda a que su demanda continúe creciendo. El omnipresente papel de las grandes tecnológicas para los americanos y también en otras latitudes es terreno abonado para que se multiplique el interés por estos activos.

También hay menos aversión al riesgo que en otros momentos de la historia, sobre todo de los inversores jóvenes. El colateral de estas inversiones es prácticamente nulo, con lo que el riesgo asumido es elevado. Es cierto que se trata de un grupo social que interactúa con la tecnología y ve este ecosistema como un lugar para invertir. Asimismo, los jóvenes en promedio tienen peores expectativas de remuneración salarial que las que tuvieron sus padres, además de otros problemas como la dificultad para el acceso a una vivienda asequible –y no solamente me refiero a España– y ello afecta a su apetito inversor. Los activos financieros convencionales ofrecen, en general, rendimientos limitados, e invertir en bitcoin u otras criptos puede permitir –eso sí, con mucho riesgo y volatilidad– alcanzar rentabilidades impensables hace unos años y aumentar sus ingresos por esa vía.

Los augurios para 2025 para estas inversiones de alto riesgo son casi de euforia, con el precio oficial del dinero a la baja, aunque más en la zona euro que en EE UU. Se mantienen las buenas perspectivas económicas en ese país, que pueden trasladarse a otras economías, aunque hay que esperar a las primeras medidas la Administración Trump, que desembarca el día 20. El aumento de los aranceles u otro tipo de represalias por parte de Estados Unidos podría suponer, si al final se acometen, un gran obstáculo para que los pronósticos de crecimiento económico para este ejercicio se cumplan.

En todo caso, abundan los vientos de cola para los criptoactivos. Más con las grandes expectativas de ganancias de las empresas tecnológicas, que hacen que el atractivo de estos activos digitales se retroalimente. Este entorno tecnológico tan estimulante genera nuevos criptoactivos, algunos creados a partir de la inteligencia artificial, por lo que el interés por estos instrumentos continuará aumentando.

La mayoría de los analistas creen que el rally de bitcoin, otros criptoactivos e inversiones digitales y de elevado riesgo continuará en 2025, algunos piensan que incluso con fuerza. Históricamente, el bitcoin ha alcanzado nuevos máximos cada cuatro años durante sus últimos dos ciclos alcistas desde 2017. En cada ciclo registró ganancias del 2300% y el 1700% antes de retrocesos de entre el 70% y el 80%.

Desde su mínimo de 16.000 dólares hace dos años, el bitcoin ha incrementado su valor aproximadamente un 600%, lo que, si siguiera los patrones alcistas anteriores, indica que podría haber un potencial de crecimiento de su precio en los próximos (dos) años. Nada asegura que ello vuelva a ocurrir así, pero es evidente que hay vientos a favor de ese comportamiento positivo.

En primer lugar, los criptoactivos suelen apreciarse durante los ciclos monetarios de mayor laxitud de los bancos centrales, de descensos de los tipos de interés. El apetito de los inversores por los activos de elevado riesgo suele acrecentarse con políticas monetarias expansivas. Y las expectativas de que los principales bancos centrales del mundo sigan recortando el precio oficial del dinero en 2025 pueda dar lugar a nuevas ganancias para el bitcoin. A pesar de esas perspectivas de tipos a la baja, la rentabilidad de los bonos estadounidenses y británicos se ha encarecido en los últimos días, ante las dudas hacia sus estrategias fiscales y ciertos temores inflacionistas, fenómeno que hay que seguir de cerca por sus ramificaciones a otros activos o países.

En el ámbito más tecnológico, están las promesas de Trump. Una declaración suya de que convertiría Estados Unidos en la “capital criptográfica del planeta” impulsó el sentimiento de los inversores. Algunas decisiones regulatorias ya habían elevado el precio de los criptoactivos en 2024. La aprobación por parte de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de un fondo cotizado (ETF) de bitcoin al contado en enero fue un impulso muy notable para la demanda de esa divisa digital durante todo el año pasado. De los anuncios alentadores sobre los criptoactivos que conocemos de la próxima Administración Trump, que muchos esperan que impulsará estos activos digitales, no conocemos la letra pequeña ni como se implementarán, particularmente en lo referente a las posibles tenencias por parte de la Reserva Federal de bitcoin y otras criptodivisas.

Esa incertidumbre sobre los incentivos que puedan finalmente tener puede explicar el retroceso del valor del bitcoin desde el máximo del 5 de diciembre, cuando superó significativamente los 100.000 dólares. En la actualidad está en torno a los 95.000, con los grandes inversores a la espera de noticias. En suma, se viene otro año de alto voltaje para los criptoactivos e inversiones de alto riesgo, pero, en todo caso, todo apunta a que, salvo algún cisne negro grave e inesperado –en la coyuntura financiera o el entorno tecnológico–, registrarán ganancias significativas nuevamente.


Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Los bancos centrales, la clave de 2024 y muy probablemente también de 2025

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Los bancos centrales han tenido un gran protagonismo en los tres últimos años con el ciclo inflacionario y posteriormente de desinflación, que se ha intensificado en el año que termina. Y no solamente en política monetaria. También han acogido numerosas funciones en la última década, algunas incluso que nadie hubiera pensado.

Las voluminosas compras de deuda pública –y, por tanto, actuar como soporte de las finanzas públicas de los países– son un efecto colateral –y, aparentemente, más allá de su mandato oficial– de la política monetaria desde la crisis financiera y se alargaron hasta después de la pandemia. Solamente con el proceso inflacionario que se inició a finales de 2021, los bancos centrales dejaron de comprar deuda pública y privada como si no hubiera un mañana.

No obstante, son otras funciones las que han llamado más la atención. Por ejemplo, las responsabilidades en materia medioambiental y en vigilancia de los flujos crediticios hacia empresas con actividades verdes (sostenibles) y marrones (más contaminantes). Que el sector financiero sea el eje fundamental para acometer políticas de créditos verdes, con todos los costes que suponen para esas entidades, y que el banco central tenga que regular y supervisar el desempeño en esa materia e incluso esté impulsando tests de estrés climáticos, aún sigue sorprendiendo y hubiera sido impensable dos décadas atrás.

El gran tamaño de los bancos centrales –con un gran número de funcionarios– y su credibilidad y buena reputación explican, en buena parte, que se dieran esas competencias climáticas a las autoridades supervisoras. No está claro que sea el mejor modelo para que se logren los objetivos verdes de los países, pero es el adoptado y es buen ejemplo de las nuevas funciones del Leviatán de los bancos centrales.

Tras la crisis financiera global y el menor papel de las políticas fiscales y otras acciones reformistas, los bancos centrales ganaron peso en la intervención de las economías y en salvar monedas, proyectos de unión monetaria y países. El caso del BCE ha sido claro. Ha salvado el euro, aliviado los problemas financieros de un número significativo de países y evitado nuevas crisis bancarias por sus apoyos de liquidez y compra de bonos.

Ese papel de salvador lo convirtió en el receptor de nuevos encargos de los Gobiernos, ante la inacción de estos para poder llevar a cabo algunos de sus objetivos de políticas económicas. Ya hemos mencionado el quizás excesivo papel de los bancos centrales en las políticas de sostenibilidad. Sin embargo, no ha sido el único ejemplo. Otro es el rol de las decisiones de política monetaria para reactivar la economía –como ahora en la zona euro– o para reducir la inflación (hasta hace unos meses).

Con las limitaciones que las acciones de política fiscal tienen para impulsar suficientemente, por ejemplo, la economía europea o las que tuvieron para enfriarla cuando se padecía de inflación, la política monetaria ha sido la única con una función determinante. La política fiscal siguió siendo expansiva en la Unión Europea, a pesar de la inflación, en 2022-2024, y ahora está por ver si en Estados Unidos, realmente la política fiscal pasa a ser restrictiva en 2025 con la llegada de la nueva Administración Trump o si todo (o casi) se fiará a que la Reserva Federal decida pausar la bajada de tipos para seguir luchando contra la inflación.

Es verdad que, en esta ocasión, las subidas de los tipos de los bancos centrales han bajado la inflación sin causar recesión severa, pero también es cierto que sería bueno no depender solamente de la caja de herramientas monetarias y que la fiscalidad y las reformas vuelvan a jugar su papel.

Si en 2024 la política monetaria ha desempeñado un papel determinante para la reducción de la inflación, casi a niveles de la referencia objetivo (que es el 2%), en 2025 también será muy importante, pero por otras razones. Los caminos del Banco Central Europeo y la Reserva Federal se bifurcarán y habrá más bajadas en la zona euro que en Estados Unidos.

Las palabras de Powell hace unos días tras la última reunión de la Fed, anticipando un cierto frenazo en los recortes, ya se han notado en el coste de la deuda pública en todo el mundo, que se ha encarecido. Hay que seguir la evolución de este asunto. Aunque al raquítico crecimiento de la eurozona –con excepciones como España y otros países del sur de Europa– le vendrán bien los descensos de los tipos previstos en 2025, que agradecerán familias y empresas, el que la Fed no vaya a bajarlos tanto puede suponer indirectamente una limitación a los efectos positivos que se sentirán en la economía del norte y centro del Viejo Continente.

A eso se le puede añadir la incertidumbre sobre la posible subida de los aranceles y la importación de una inflación más elevada desde Estados Unidos, junto a probablemente un dólar más caro. Pueden ser nuevos obstáculos para el crecimiento europeo. Seguimos en este lado del Atlántico dependiendo del banco central –y sus políticas; fundamentalmente, la monetaria– y así parece que continuará en 2025. Sin embargo, serán efectos positivos paliativos. Los de calado, de largo plazo, requieren de mayor credibilidad fiscal y reformas estructurales –al estilo de los informes de Enrico Letta y Mario Draghi–, que exigen una gran ambición política, que por ahora no se ve en la Unión Europea y que empezarían a sacarnos en serio del embrollo y falta de dinamismo en el que se encuentra su economía.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Rankings económicos

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Ha suscitado mucha atención la clasificación que el semanario The Economist ha hecho de las principales economías occidentales. España ha quedado en cabeza, seguida de Grecia e Italia, que prosiguen con su recuperación, y luego Irlanda y Dinamarca. Se elabora esta clasificación a partir del PIB, la inflación, los rendimientos bursátiles, el desempleo y el déficit fiscal. Ha habido controversia política sobre los resultados del citado ranking, que, en todo caso, es una buena noticia para la economía española. Cuando te ponen una buena nota, y mucho más a escala internacional, se renueva el interés por tu país, con lo que puede crecer el flujo inversor exterior. Un aspecto muy positivo. 

Parece oportuno comprobar las fuentes de ese buen desempeño. Una primera razón es el saldo migratorio neto positivo desde el 2019, con la llegada de más de 1,2 millones de trabajadores extranjeros, la mayor parte de Latinoamérica. Con algún aspecto menos positivo, como es la baja cualificación de gran parte de esos inmigrantes, lo que conlleva unos salarios reducidos. La economía española es en la actualidad un 7% más grande que la del 2019, pero cuando se ajusta esa cifra por el crecimiento de la población, se queda en un 3%. La especialización productiva en servicios es otro elemento a favor. El turismo ha vuelto con una fuerza enorme, generando impactos claramente positivos, pero con efectos colaterales no deseados, como el crecimiento de precios de la vivienda, con repercusiones negativas para toda la economía. También efectos medioambientales que, a la luz de la terrible experiencia catástrofe en Valencia por la dana, deben ponderarse proactivamente. Y no solamente es el turismo lo que ha crecido entre los servicios. Los no turísticos han pasado de representar en términos del PIB un 5,5% antes de la covid a aproximadamente el 8% en el 2024. Otra buena noticia. Y aunque la actividad industrial está estancada en España, no ha empeorado como en países como Alemania. 

El semanario británico señala que las reformas del mercado de trabajo y del sistema financiero de hace una década han sido dos ejes importantes para la evolución favorable de la macroeconomía de nuestro país. Pero si no se continúa con una agenda reformista —laboral, pensiones— que aumente la productividad, la posición puede empeorar pronto. Si no se resuelven algunos cuellos de botella como la falta de vivienda asequible, probablemente se frenará la llegada de capital humano foráneo. Por otro lado, el español medio —sobre todo, la generación joven— no comparte la misma percepción optimista que ofrece la macroeconomía. Los comparativamente bajos salarios, la pérdida de poder adquisitivo con la inflación y las dificultades de acceso a la vivienda pesan. El aumento de la productividad es la clave que garantizaría seguir en la parte alta del ranking, y ahí es donde comienzan los interrogantes del futuro. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

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Divergentes hojas de ruta monetarias y financieras

La reciente reapertura de la catedral Notre Dame de París devino en una cumbre global informal con grandes representantes del mundo actual y del que viene. Eran todos los que estaban, pero, sorprendentemente, no estaban todos los que eran. Llamativa ausencia, entre otros, de nuestro país, además vecino de Francia. Había mandatarios de medio mundo representando la ortodoxia —en algún caso, añeja—, pero también el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, plasmando la heterodoxia que parece que se va a desplomar sobre nuestras cabezas, y acompañado, con una medida distancia, de Elon Musk, que tanto parece que marcará la hoja de ruta tecnológica y financiera de aquel país.

El acontecimiento también sirve para ilustrar las tendencias monetarias y financieras que vienen justo antes de las reuniones del Banco Central Europeo (ayer) y la Reserva Federal (días 17 y 18). Llegan en coyunturas económicas y políticas desiguales, y pronto dividirán caminos aparentemente de modo radical, con consecuencias en los mercados financieros y cambiarios, en particular para aquellas economías dependientes del dólar.

El BCE sigue con su raca raca, manteniendo su senda de bajadas de tipos hasta bien adentrados en 2025, mientras que la Reserva Federal parece que optará por un camino menos previsible y contemplativo, con recortes y pausas. Para sus próximas reuniones se espera que BCE y Fed tomen la misma decisión: una reducción de 25 puntos básicos. El futuro es lo que lo les separa.

La Fed dejó su techo de tipos con un recorte de 50 puntos básicos en septiembre y otro de 25 puntos básicos en octubre, hasta la horquilla de entre el 4,5% y el 4,75%. Ahora toca otro descenso de 25 puntos básicos. Los mercados descuentan solamente tres descensos más en 2025, de modo que termine entre el 3,5% y el 3,75%. La economía norteamericana tiene sólidas perspectivas de crecimiento, aunque los considerables interrogantes que pueda generar la nueva Administración Trump en materia arancelaria, fiscal y financiera pueden obligar a cambiar la hoja de ruta monetaria.

Para el BCE, la situación es bien distinta, con una zona euro bajo presión económica y política, con grave preocupación por Francia y Alemania, con Gobiernos débiles e imprevisibles. El BCE no solamente tendrá que apuntalar la economía, sino seguir de reojo los mercados de deuda, sobre todo los bonos franceses. Con los tipos en el 3,25%, y la bajada de ayer, entrará en 2025 en el 3%, para seguir la senda hasta alcanzar el 2% en verano. Aunque es aventurarse mucho, se están descontando otros dos descensos en el segundo semestre, hasta acabar el año en el 1,5%.

Las estrategias diferentes de la Fed y el BCE conducen a que en EE. UU. permanecería una suerte de restricción monetaria, mientras que en la zona euro casi se puede hablar de estímulos monetarios. La coyuntura económica europea parece requerirlo. Y es que además, desde 2012, la política monetaria es la principal herramienta que está evitando males mayores, ante la insuficiente integración entre los países del euro y el limitado éxito de otras políticas económicas. Sin embargo, la acción monetaria no es suficiente para los desafíos estructurales de competitividad que Europa está afrontando.

El Banco Central Europeo y la Fed, lógicamente, desarrollan políticas independientes. Como dijo Christine Lagarde hace dos años: “Dependemos de los datos, no de la Reserva Federal”. Sin embargo, ha habido pocos periodos en las últimas décadas en los que hayan mantenido caminos separados durante algún tiempo. Aunque el BCE se caracteriza por unos tipos consistentemente más bajos, el precio del dinero se ha movido en paralelo en ambos lados del Atlántico, a excepción del periodo de tipos negativos en la Eurozona entre 2015 y 2022, una rara avis.

Ir en una dirección diferente a la de la Fed obligará a Fráncfort a remar más fuerte. Siempre hay que sopesar bien los efectos indirectos de las decisiones de Washington, de gran impacto global. Y cómo afectan a los mercados de divisas y financieros, con efectos arrastre potencialmente de gran magnitud. Desde la victoria de Trump en las elecciones presidenciales, el euro ha perdido entre un 3% y un 4% de su valor frente al dólar, y numerosos analistas apuntan que podría llegar la paridad.

Criptodivisas

Un último elemento relevante que hay que tener en cuenta en este contexto: la posición que finalmente adopte la Administración Trump sobre las criptodivisas privadas, como el bitcoin. La expectativa, alentada por el asesor presidencial Elon Musk, es que van a potenciar un mayor uso de las mismas incluso en la Administración pública norteamericana. Que ya se ha reflejado en la enorme subida de valor.

De hecho, la propuesta de Bitcoin Act propone que la Reserva Federal pueda tener una parte de sus reservas en la conocida criptodivisa. Un territorio inexplorado que, como pude comprobar en mi reciente visita a EE UU, puede generar muchas disrupciones y quebraderos de cabeza. También para la posición de dominio global del billete verde, ya que sería potenciar una alternativa al dólar, con consecuencias impredecibles, además de la posible pérdida de la ortodoxia y la reputación de la Fed.

Es, por ello, que tengo dudas de que se apruebe finalmente una medida así, al menos con una magnitud más allá de lo simbólico. Cualquier otro escenario cambiaría el entorno monetario estadounidense y global para siempre.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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las-‘big-tech’:-suma-y-sigue,-pero-con-incertidumbres-en-el-horizonte

Las ‘big tech’: suma y sigue, pero con incertidumbres en el horizonte

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Contar con grandes empresas tecnológicas como Microsoft, Google, Amazon, Nvidia, Apple o Meta concede grandes beneficios a un país como Estados Unidos. También a China, con sus Alibaba, Tencent, WeChat o AntFinancial, aunque su menor expansión global —por las peculiaridades y restricciones geopolíticas del país asiático— las han alejado del foco público internacional en los últimos cinco años. Se habla de las big tech norteamericanas, especialmente tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales.

Los compromisos y promesas del presidente electo para potenciar la inteligencia artificial (IA) así como con el mundo cripto auguran una nueva época en la trayectoria de estos gigantes empresariales. La tentación es pensar que todo va a ser de color de rosa para las grandes tecnológicas. Continuarán teniendo vientos a favor en los próximos años, algo que ya han reflejado sus valores en los mercados. Sin embargo, hay desafíos y riesgos en su actividad que harían bien en ponderar sus ejecutivos.

El hype de las big tech continua. Su valoración de mercado —que marca claramente la evolución del Nasdaq— en las últimas semanas, suma y sigue. Puede que el rally por el resultado de las elecciones presidenciales se esté agotando ya, pero continúa sorprendiendo que después de tantos años de subidas, el crecimiento de los precios de las acciones de esas tecnológicas en el último año, en especial, Nvidia, la productora de microprocesadores, con un aumento de su valor que supera ampliamente el 200% al de hace doces meses, Amazon con más de un 140%, Meta con casi un 90% o Google (Alphabet) por encima del 40%. Microsoft con un modesto 17% y Apple con un valor similar al de hace un año.

Las fuertes expectativas sobre el potencial de la IA influyen decididamente. El mercado premia incluso más a las que más están apostando —entendiendo que, con acierto— por la IA y los servicios cloud (de la nube). Muchas veces se ha comentado el caso Nvidia. Es cierto que sus ingresos se han duplicado en el último año, pero su valor de mercado ha ido mucho más allá. La enorme cantidad de microprocesadores que tienen que comprar —a Nvidia, mayoritariamente— puede animar a empresas como Microsoft, Amazon o Google a fabricar sus propios chips. Esto puede atraer a otros competidores más pequeños, por lo que Nvidia se puede enfrentar a una mayor rivalidad. Aún es pronto para afirmar que eso se producirá con seguridad, pero con un entorno tan dinámico como el tecnológico, y con los desarrollos de la IA, que pueden ser explosivos, se auguran unos años muy interesantes en el sector. Con ganadores, pero también seguramente con sorprendentes perdedores.

El efecto Musk

Y en eso va a llegar el Gobierno de Donald Trump, que además cuenta con una de las figuras más reconocibles entre las grandes tecnológicas como Elon Musk. Asumirá competencias para aumentar la eficiencia en la pesada administración estadounidense (liderando el Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE por sus siglas en inglés, un claro guiño a la criptodivisa de preferencia de Musk) pero seguramente será su principal consejero en temas tecnológicos. La visión y opiniones de Musk (principal accionista de la red social X, de Tesla o SpaceX) no son compartidas con muchas otras tecnológicas, por lo que no necesariamente los próximos años serán de vino y rosas. Sobre todo, posiblemente para las empresas que apoyaban claramente a los demócratas en la pugna electoral. Las big tech no son un sector monolítico y se va a notar. Es cierto que el entorno aún más liberal de la IA que Trump y Musk pueden promover, por ejemplo, en materia de privacidad o protección de los usuarios comparado con el de otras latitudes —Europa, por ejemplo—, podría beneficiar a todas las grandes tecnológicas.

Eso sí, a pesar del volumen ingente del dinero que está fluyendo en esa dirección, ni todas las inversiones en IA van a tener el mismo éxito ni dar la misma rentabilidad. Asimismo, las cuestiones legales y antimonopolio les pueden afectar. En las últimas semanas se ha hablado mucho de las investigaciones antitrust en Estados Unidos sobre algunas de estas empresas, que podrían requerir forzosamente desinversiones o ventas de negocios. Sin embargo, la llegada de Trump es una incógnita sobre estos procesos legales antimonopolio en los mercados tecnológicos. Puede ir en cualquier dirección, afectando a unas empresas y a otras no, con claros efectos asimétricos.

Estados Unidos, por tanto, puede reforzar su ya gran ventaja competitiva con respecto a Europa y otros países en materia tecnológica. No solamente porque dominan la oferta sino también por una regulación menos restrictiva, con muchos riesgos para todos, sin duda, si no hay contrapesos y garantías. Y también por la enorme cantidad de datos —de muchos años—, el gran insumo de la IA, que pueden emplear en esa tecnología. Es difícil que, desde el lado de la oferta, otro bloque como la UE pueda competir, pero sí que debe alentar, dentro de su esquema legal más garantista, la acumulación de datos —vamos muy rezagados—, necesarios para sacarle verdadero provecho de la IA en todos los campos económicos y sociales, incluida la salud y no perder definitivamente este tren tecnológico. Sin un gran volumen de datos a disposición, no hay IA exitosa. Las políticas de la nueva administración republicana, no exenta de riesgos para, al menos, parte de las big tech, pueden reforzar todavía más la ventaja comparativa del lado estadounidense.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Los mercados financieros con Trump 2.0

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La preocupación de muchos analistas políticos europeos y americanos contrasta con el comportamiento optimista de los mercados financieros tras la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EEUU. Un rally que muchos creen que, al menos, llegará hasta fin de año. Llueve sobre mojado. Se revaloriza lo que ya estaba en máximos históricos en renta variable de ese país. Las rebajas fiscales prometidas por Trump y las expectativas liberalizadoras de la economía —en particular en el ámbito tecnológico, en un país líder mundial con sus BigTech— explican en gran parte ese optimismo desbordado. Las ganancias también han alcanzado plazas financieras europeas, aunque menos intensamente. Los menores tipos de interés están ayudando, pero hay nubarrones ante un Estados Unidos más proteccionista.

Dos elementos de los mercados merecen la atención con la nueva administración republicana. El primero es el actual (y elevado) valor del NASDAQ y otros mercados de renta variable. Máximos históricos continuamente. Se entiende que una promesa de menores impuestos impulse la renta variable. Sin embargo, estas ganancias persistentes —especialmente de las tecnológicas— tienen también mucho que ver con las grandes expectativas que se tienen sobre los nuevos avances en el ámbito de la Inteligencia Artificial (IA), donde se está invirtiendo cientos de millardos de dólares. La IA es la gran palanca de crecimiento económico. La nueva administración republicana probablemente la potenciará aún más con una regulación más laxa que en otras latitudes (la UE, por ejemplo), favoreciendo a sus BigTech. La tremenda valoración de la empresa de microprocesadores NVIDIA es el ejemplo más ilustrativo. Los inversores siguen estando cómodos así, pero el riesgo es que esta aparente burbuja de activos se corrija bruscamente. Se echa de menos más contundencia reclamando prudencia por parte de las autoridades americanas. En cuanto a la UE, se encuentra en una encrucijada histórica —señalada en los dos informes de Enrico Letta y Mario Draghi— para no perder el tren tecnológico global de la IA pero también en otros sectores, como el energético o financiero. Es su momento de la verdad en estas industrias, más aún con el nuevo panorama en EEUU.

El segundo caso, aún de mayor riesgo, es el impulso a los criptoactivos, promesa electoral de los republicanos. Y ya se han producido notables ganancias para Bitcoin, entre otros. Es un terreno ya de por sí muy peligroso, con los enormes vaivenes de su valoración, que no siempre es fácil explicar.  Con especulación y manipulación de precios. Si con una regulación más favorable se amplía el uso de las cripto a mayores capas de la población, muchos de ellos desconocedores de sus riesgos, aumenta notablemente la amenaza para el futuro de la estabilidad financiera. En suma, mayores ganancias a corto plazo y muchos mayores riesgos e incertidumbre a medio plazo.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

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La llegada de la IA a la gestión de tesorería: Retos y oportunidades

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La llegada de las tecnologías emergentes ha cambiado el panorama en la gestión de tesorerías y la proyección profesional de los directores financieros. El próximo 28 de noviembre, Sage estará presente en DIRFCON y comentará las principales tendencias en la gestión de tesorería.

  • La integración de datos o el uso de tecnologías como la IA y el blockchain agiliza los procesos en el área de tesorería.
  • Los equipos financieros requieren de personal cualificado para implementar los avances tecnológicos y diferenciarse a nivel competitivo en el mercado.

La automatización de tareas, la integración de datos y el uso de tecnologías emergentes tiene dos grandes derivadas relacionadas con la gestión de departamentos financieros, concretamente áreas de tesorería.

Por un lado, dota de agilidad la toma de decisiones. Esto, permite a los equipos no tener que esperar semanas o meses a que una conciliación bancaria o un macheo contable alerte de un problema. 

Por otro lado, tecnologías como la inteligencia artificial permite que los equipos dejen de lado tareas administrativas, repetitivas y sin valor. Esto, les permite centrarse en lo que realmente aporta valor: apoyar las necesidades de otros departamentos y, sobre todo, aportar ideas nuevas al negocio

Con esto, se logra que todo el equipo tenga más tiempo de análisis, y no solo algunos perfiles, como ocurría hace años. 

Todo esto influye en la configuración de los equipos financieros. Los equipos ya no son varios que piensan y deciden, y varios que ejecutan. Se requiere de un personal cualificado, no solo para manejar sistemas e interactuar con ellos, sino capaces de detectar e implementar mejoras en los distintos procesos automatizados. 

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Sage

El efecto de las nuevas tecnologías en la gestión de tesorería

Una de las mejoras que ha supuesto la llegada de la automatización o el blockchain es la agilidad y, por tanto, la minimización de errores. Tareas que dependen de la concentración de una persona, pasan a ser una automatización que sigue una regla determinada de comportamiento. Además, permite alertas para, en caso necesario, sea la acción de una persona la que desbloquee una determinada situación surgida.

En todo ese tiempo no dedicado a tareas administrativas, hemos de ser capaces de convertirlo en trabajo de valor añadido a la organización, al resto de departamento. Aunque siempre existirá el riesgo de que todas esas tareas automatizadas sean suficientes para unos mínimos, y no haya nunca un departamento financiero potente.

Sin embargo, es crucial pensar que la entrada en este mundo cada vez más digital, lleno de oportunidades para todos y, concretamente, para el departamento financiero, nos requiere acertar bien con el partner digital

Por ello, dado que es un mundo lleno de riesgos que hemos de tener en mente siempre, debemos estar tan al día en temas como: tener datos en la nube o que un usuario pueda conectarse en remoto. Esto, abre muchas puertas a que los sistemas de la compañía pueden ser hackeados o robados, lo cual puede parar una compañía completa.

Por lo tanto, estamos viendo que, en cada caso habrá que evaluar bien y que desarrollar e implementar, involucrando al equipo completo y dedicando el tiempo necesario. Es más, se requerirán unos procedimientos adecuados de prevención, mucho mayor de lo que se requería con las metodologías tradicionales.

¿Qué esperar de los directores financieros?

El panorama actual también afecta al rol del director financiero. En la actualidad, no se le pide que lleve la contabilidad al día, las conciliaciones bancarias al día, los pagos y cobros al día… Esto se da por hecho que se hace, y bien, y rápido. 

«Se nos pide a los directores financieros que nos empapemos de los riesgos y nos involucremos en los planes de crecimiento a todos los niveles.»

Rafael Merino, CFO y Director de Compras Grupo Malvón

Cada vez vale menos el “yo no llevo eso”, porque los CEOs y dueños de empresas, esperan un financiero con tentáculos largos, en cada proyecto abierto y por abrir.

Si antes se esperaba que controlara: una refinanciación, una negociación de un préstamo sindicado, un ERE y un lanzamiento internacional. Ahora, lo que está por venir, no será igual a nada de lo que haya ocurrido en los últimos años. Por lo que se prefiere alguien multidisciplinar:

  • Que se lleve bien con los sistemas.
  • Que tenga mucha mano con otros departamentos.
  • Que sea capaz no solo de traducir los hechos en asientos contables, sino de prever y de ayudar a tomar decisiones, siempre con varios escenarios en mente, y cada vez más en corto plazo. 

Los planes a 5 años han dejado de ser útiles y creíbles

Es importantísimo manejar distintos escenarios y tener propuestas de acción para cada uno de ellos, porque tendrán riesgos diferentes y requerirán KPIs, seguimientos y acciones diferentes.

Es decir, no quiero al analista perfecto de un KPI, sino a la persona capaz de pensar en el nuevo KPI que me ayudará a manejar mejor el negocio, y por lo tanto, dote a la compañía de mayor rentabilidad, mayor liquidez, menos errores…

Un departamento con una labor, en el pasado, mucho más normativa y de cumplimiento, de repente, se convierte en una opción de marcar la diferencia con otras empresas, y tener una ventaja competitiva. ¿Cómo? Mezclando sistemas adecuados, ágiles, que minimicen errores, y un equipo que los maneje y los configure. 

Sobre todo, un equipo valiente, cuyos sistemas le permiten, por un lado, tomar mejores decisiones y un entorno que casi el 100% de las veces, no ayuda al cumplimiento en el largo plazo y nos hace conscientes de que se requerirán correcciones por el camino.

Si quieres saber más, Sage participará en DIRFCON el próximo 28 de noviembre en una charla sobre las principales tendencias en la gestión de tesorería. ¡Descubre cómo aprovechar estas innovaciones tecnológicas y liderar el cambio en tu organización!

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Las nuevas reglas de la tesorería: IA, big data y cloud computing para la gestión financiera

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Tecnologías como la inteligencia artificial, el big data y el cloud computing están transformando la gestión de la tesorería y redefiniendo el papel estratégico de los directores financieros. 

  • El 28 de noviembre, en el Congreso Nacional de Dirección Financiera (DIRFCON), participaremos en la charla titulada “Principales tendencias en la Gestión de Tesorería”. 
  • En este artículo, avanzamos algunas ideas sobre el nuevo escenario en el que se mueve la gestión financiera. 

La llegada de la inteligencia artificial y otros procesos de automatización están revolucionando la forma en que las empresas gestionan su tesorería. Procesos antes manuales y tediosos, como la conciliación bancaria o la previsión de flujos de efectivo, ahora pueden realizarse de manera más eficiente y precisa. 

Este cambio no solo afecta a las operaciones internas, sino que también tiene un impacto directo en la agilidad y competitividad de las empresas. Identificar y adoptar estas tendencias con suficiente antelación puede marcar la diferencia en un mercado tan dinámico. 

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Sage participará en el Congreso Nacional de la Dirección Financiera (DIRFCON) que se celebrará en IFEMA el próximo 28 de noviembre, en una interesante charla sobre las Principales tendencias en la gestión de Tesorería. 

Los nuevos retos a los que se enfrenta el CFO 

La figura del director financiero ha cambiado. Su labor ya no se limita a revisar datos contables o fiscales, realizar previsiones de cobros y pagos o comprobar desviaciones en los presupuestos. 

Hoy en día es un apoyo esencial para que el CEO pueda ejercer una buena labor, y resulta necesario para poder aterrizar los planes de crecimiento o expansión de la empresa. Para asegurar el flujo de recursos necesario y, en definitiva, aportar su visión estratégica en la toma de decisiones

Todo eso pasa por una premisa fundamental: conseguir la mayor eficiencia en el desempeño de sus funciones. Tecnologías como la inteligencia artificial, el big data y el cloud computing están redefiniendo cómo las empresas gestionan su tesorería

Hacia dónde va la gestión de la tesorería  

La implementación de herramientas como la inteligencia artificial permite en la tesorería: 

  • El ahorro de gran cantidad de tiempo y, por tanto, de dinero al dejar de lado numerosas tareas manuales repetitivas y que aportan poco valor. 
  • La minimización en la comisión de errores en todo lo relativo a cobros y pagos. 
  • El disponer de información actualizada al momento, lo que dará lugar a informes más veraces. 
  • Mayor control de los fondos y de la liquidez inmediata de la empresa. 
Sage

La IA, el big data y el cloud computing marcan las nuevas reglas en la gestión de la tesorería 

En DIRFCON, junto a diferentes compañeros del sector, hablaremos sobre las principales tendencias en la gestión de tesorería. Trataremos de explicar cómo la inteligencia artificial o el blockchain verifican transacciones financieras de forma segura, aumentan la eficiencia operativa y aseguran una mayor transparencia. 

Inteligencia artificial y tesorería 

La IA generativa puede producir contenido o soluciones nuevas basándose en el aprendizaje que realiza a partir de los datos que se le proporcionan. 

Esto aplicado al mundo de las finanzas y, más en concreto, al de tesorería, se traduce en: 

  • Poder llevar a cabo automatizaciones que van más allá de las labores simples y rutinarias, por lo que los softwares podrán realizar acciones complejas con solo pulsar un botón.  
  • La conciliación bancaria que tanto tiempo viene requiriendo hasta ahora (y que es tan necesaria) podrá hacerse de manera mucho más precisa y eficiente. 
  • Procesar y categorizar transacciones de forma automática. No solo disminuye el tiempo y esfuerzo necesarios para tareas manuales, sino que también contribuye a una gestión del flujo de caja más eficiente y a la reducción de errores humanos. 
  • Análisis de patrones históricos y detectar tendencias. Los equipos financieros podrán optimizar los saldos de efectivo y asegurar los recursos disponibles en el momento correspondiente. De esta manera, no se inmovilizará capital innecesariamente. 

Big data y la gestión de fondos 

El big data es lo que permite almacenar, gestionar y analizar grandes volúmenes de datos y hacerlo a una altísima velocidad. 

Esta tecnología es aplicable a cualquier aspecto del negocio en el que se maneje información. Las finanzas, en este caso, son un campo perfecto en el que desplegar sus beneficios:  

  • Análisis de un gran volumen de datos. 
  • Detección de patrones. 
  • Anticipar posibles fraudes. 
  • Elaboración de informes. 

El cloud computing 

El poder gestionar los cobros o los pagos desde cualquier lugar del mundo con conexión a internet y elaborar informes financieros desde una aplicación instalada en el teléfono móvil. Así como comprobar el montante del dinero disponible en un momento dado sin necesidad de estar en la oficina ni en horario de trabajo. Todo ello es posible gracias al cloud computing

Los softwares en la nube dotan a la gestión de la tesorería de una agilidad, flexibilidad e inmediatez que no consiguen los programas de instalación local. 

En definitiva, como veremos en la ponencia, la gestión de tesorería de las empresas de cualquier tamaño está evolucionando constantemente hacia una mayor eficiencia mediante la implementación de tecnologías más innovadoras, permitiendo al CFO adoptar una posición mucho más estratégica. 

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Tras las elecciones de EE UU: hacia un mundo más transaccional

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Los últimos cuatro años bajo la presidencia de Joe Biden en Estados Unidos han resultado ser un paréntesis entre las dos Administraciones de Donald Trump, tras su holgada victoria del pasado día 5. Se está especulando mucho sobre cómo será esa segunda presidencia de Trump y las repercusiones económicas, políticas y sociales que tendrá en su propio país y a escala global. Muchos Gobiernos y analistas esperan con preocupación esta segunda etapa del futuro presidente republicano. Su campaña fue agresiva y hasta cierto punto amenazante en muchos asuntos. Su afán por impulsar sin contemplaciones la producción y las empresas norteamericanas, sobre todo las tecnológicas, fue uno de los principales mantras. No cabe duda de que, si cumpliera todo lo que se comprometió, su país y el mundo sufrirían una gran disrupción económica y social. Habrá que esperar.

De entrada, a escala nacional, es más que probable una reducción de impuestos y, aunque Trump se ha comprometido a reducir el gasto público, está por ver si finalmente disminuirá este. Por ello, si la bajada de impuestos es mayor que la caída del gasto público, el déficit público persistirá, con lo que la inflación podría rebotar, con las consecuencias bien conocidas. La Reserva Federal pasará a tener más cautelas a la hora de continuar bajando los tipos. Esto podría tener efectos sobre lo que otros bancos centrales decidan –como el BCE, por ejemplo– en materia de precio oficial del dinero. En todo caso, sus mayores tipos de interés favorecen y lo continuarán haciendo la apreciación del dólar, y pueden generar algunas tensiones en los mercados financieros, sobre todo en las economías emergentes más dependientes de esa divisa. Por tanto, alguna turbulencia financiera a la vista.

La inmigración ha sido uno de los temas de mayor controversia en la campaña electoral. A escala doméstica será una de las varas de medir de los logros de la nueva presidencia en el corto plazo. Por ello cabe esperar algunas medidas antimigratorias llamativas en las primeras semanas del mandato, que pueden generar tensiones con sus países vecinos y minar las relaciones económicas. Parecen ignorarse los efectos positivos de la entrada de nuevas personas en un país, y sorprende lo poco que se comenta el gran potencial que ha supuesto para Estados Unidos la entrada de trabajadores y de talento foráneo en estos años. Los beneficios superan ampliamente a las posibles desventajas.

Además del comentado dinamismo de su mercado de trabajo, Estados Unidos cuenta con una economía con mayores grados de flexibilidad que la mayor parte del mundo occidental. Asimismo, ha demostrado –excepto, quizás, respecto a China y algún emergente– sus comparativamente elevados dinamismo e innovación, que le ha llevado a mejorar su productividad, gozar de mayor crecimiento macroeconómico y situarse en la frontera tecnológica del mundo.

Una mayor liberalización –es muy probable que ocurra– de los sectores productivos y tecnológicos reforzará esa ya elevada ventaja competitiva que Estados Unidos lleva a la Unión Europea y otros países. En todo caso, la excesiva liberalización, sobre todo en el ámbito tecnológico, no está exenta de riesgos. Sobre todo en todo lo relacionado con las criptos, que Donald Trump ha afirmado que impulsará. Por su parte, se pueden exacerbar riesgos en el ámbito de la ciberseguridad y de control de la inteligencia artificial. La IA es, sin duda, la principal fuerza motriz de las inversiones en el mundo hoy en día, pero con riesgos crecientes que una excesiva desregulación puede llevar demasiado lejos.

El proteccionismo es otra de las grandes directrices de su segundo mandato, tal y como lo fue en el primero. Hay que reconocer que Joe Biden también practicó una estrategia proteccionista, aunque su talante fue más negociador y multilateral. En los próximos años, cabe esperar un recrudecimiento de la guerra comercial con China, combinada con la pugna tecnológica y los conflictos geopolíticos, un cóctel de alto voltaje. La UE y otros países también sufrirán probablemente el nuevo proteccionismo, con una subida de los aranceles, aunque estén lejos de los niveles de estas tarifas para los productos chinos. En todo caso, todo ello no ayudará a que la economía mundial esté cómoda, y el crecimiento económico se puede resentir.

Para la UE, los próximos años son cruciales. Los informes de Letta (sobre mercado único) y Draghi (sobre competitividad) apuntan a hojas de ruta que Europa no puede obviar. Hay que tomar medidas drásticas para reforzar la innovación, la productividad y la integración de mercados estratégicos. Tener mayores aranceles para exportar a Estados Unidos no ayudará. Tampoco favorecerá una posición de enfrentamiento con la Administración Trump. Ya no sirvió a los europeos en nada en el primer mandato del republicano.

Sabiendo que el presidente electo tiene un carácter transaccional, Europa hará bien en llegar a acuerdos en las materias que sean razonables y sean una vieja demanda de Estados Unidos. Por ejemplo, Trump valoraría positivamente un aumento significativo en gasto en defensa por parte de los europeos –algo que, en todo caso, se necesita sí o sí ante los crecientes conflictos geopolíticos–, y, si se acomete, su espíritu transaccional posiblemente permitiría un mejor tratamiento en comercio o en cualquier otra área hacia la UE.

Esta vez, los europeos haríamos bien en adoptar una visión más transaccional, para llegar a acuerdos de mínimos con Estados Unidos y evitar lo peor de un enfrentamiento o enfriamiento de las relaciones, que perjudicaría a todos. Menos temor a lo que se viene –reconociendo que es mucho– y más capacidad de transaccionar.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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