Para evaluar si pagamos muchos o pocos impuestos, normalmente tendemos a fijarnos en la presión fiscal que nos dice el grado de recaudación sobre la economía, una ratio que relaciona los impuestos recaudados con el PIB, y es el indicador por excelencia.
Si observamos los últimos datos, en España la recaudación de impuestos supuso en 2019 el 41,91% del PIB, este sería el dato de presión fiscal. No obstante, e1n ese dato tenemos 3,93 puntos que corresponden a la partida otros ingresos y que quedan excluidos en la comparativa internacional.
Tendemos a reflejarnos más en Europa que frente al mundo o el conjunto de países desarrollados. En base esa premisa, la presión fiscal en España (34,4%) se encuentra por debajo de la media de la UE (41,2% del PIB) y lejos fue de los líderes como son Francia (48,4% del PIB), Bélgica (47,2% del PIB) y Dinamarca (45,9% del PIB), seguidos de Suecia (44,4% del PIB), Austria (42,8% del PIB), Finlandia (42,4% del PIB) e Italia (42,0% del PIB).
Si nos basamos en estos datos, entonces la conclusión que podría hacerse es que la fiscalidad en España debería ser más abusiva, hay que subir impuestos. Todo ello a pesar de que si nos comparamos en una métrica más internacional, con el conjunto de los países de la OCDE, España se encuentra en la media de recaudación relativa sobre el PIB, incluso, una décima por encima del global.
Y esta es la idea que tiene el gobierno de Sánchez en la cabeza: Más impuestos para controlar el déficit desvocado que veremos para este año, aunque lo cierto es que la propuesta del gobierno de coalición era acercarnos a la media de gasto público de la Unión Europea.
De hecho, la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño ha sido clara: «para garantizar la sostenibilidad a medio plazo de nuestras cuentas públicas, hay que aumentar la recaudación fiscal». De momento no hay nada concreto, pero se baraja desde la creación de nuevos impuestos hasta una reclasificación de productos en el IVA o bien la subida del tipo general.
A raíz de esto, la pregunta que debemos hacernos es si la presión fiscal es un indicador suficientemente oportuno para reflejar la realidad fiscal que enfrentan los españoles y, en consecuencia, si la conclusión de subir impuestos es acertada para recaudar más. Y es que en todo caso estamos hablando de la recaudación y no del esfuerzo que representa alcanzar esos niveles de acuerdo con el diseño tributario en un país. Para entenderlo, tenemos un tipo del IVA general del 21%, al igual que Bélgica, pero nuestro tipo efectivo es del 8,5% (el menor de la UE), mientras que en Bélgica sube hasta el 10,3%. Alemania, con dos puntos menos de tipo general del IVA (19%) frente a España, su tipo efectivo es el 10,6%.
La gran limitación que nos encontramos en el momento de analizar la presión fiscal es que únicamente nos está indicando el nivel de imposición de una manera un tanto imperfecta sin tener en cuenta tanto el diseño tributario ni la distribución de esa carga fiscal en los contribuyentes.
Además, tal y como nos indican los economistas Sanz y Romero desde Funcas, tenemos otro problema añadido y es que se obvia el esfuerzo que requiere la generación del PIB: «Una misma presión fiscal puede exigir sacrificios fiscales muy distintos. Por ejemplo, si se aplicase la presión fiscal de Dinamarca (45,4%) a España, el esfuerzo fiscal exigido a los españoles sería mucho más elevado: los daneses tienen una renta per cápita de 51.600 euros anuales mientras que la renta per cápita española es menos de la mitad (24.000 euros)».
En su exposición, hacen alusión a diferentes indicadores que pueden ser de utilidad para medir el sacrificio fiscal cómo son los propuestos por Henry Frank y Richard Bird. Estos integran en el cálculo el tamaño poblacional y la renta per cápita para si poder relacionar la recaudación con la capacidad económica de los contribuyentes de ese país. A medida que incrementa la renta per cápita el esfuerzo fiscal disminuye si la presión fiscal se mantiene.
En su trabajo concluyen que, analizando las 20 principales economías de nuestro entorno, nuestra presión fiscal ocuparía un puesto de sacrificio fiscal muy por encima de la media analizada por los contribuyentes de nuestro entorno. Dependiendo del indicador que utilicemos, España está ocupando el cuarto o quinto puesto en términos de sacrificio fiscal, únicamente superado por países como Italia, Grecia y Portugal.
En conclusión, si miramos el indicador de la presión fiscal nos podría llevar a la conclusión de que en España se pagan pocos impuestos, pero un enfoque más amplio, para el nivel de renta del país, el esfuerzo fiscal no solo es intenso sino que mayores impuestos serían del todo contraproducentes.