la-palabra-de-moda

La palabra de moda

Comparte esta entrada



Se empieza a ver la luz al final del túnel de la covid-19 y no es la recuperación —evidente en algunos países— el término económico que más se menciona sino la inflación. Eso sí, la reunión de este jueves del Banco Central Europeo mostró poca preocupación en el medio plazo por el repunte de los precios y dejó claro que el menor tono de crecimiento de la Eurozona le inquieta más. En Fráncfort se sigue hablando de “puente” para la recuperación porque no es tan palpable, como sí lo es en Estados Unidos. No se esperan grandes cambios en la estrategia monetaria —los tipos de interés no cambian por ahora— y se mantiene con intensidad el programa de compra de activos. La autoridad monetaria ratificó que este programa está para lo que haga falta aún durante bastante tiempo.

El BCE no está muy presionado para hacer virajes porque, aunque la inflación de la Eurozona ha aumentado, sigue estando dos puntos por debajo de la de Estados Unidos y la subyacente en el 0,9% en mayo, aún relativamente contenida. Los más halcones presionan para ir anunciando alguna retirada adicional de estímulos, pero no protestan demasiado. No quieren descarrillar la recuperación en sus propios países, aún débil. El retorno a niveles prepandemia del empleo y otros indicadores se producirá más bien en 2022 y, en algunos países, en 2023.

«Tanto el BCE como la Fed han errado en sus previsiones de inflación en los últimos años. Han esperado subidas que no llegaron. Ahora esperan que no aparezcan esas subidas consistentes. Un “que viene el lobo” que ya no asusta».

Santiago Carbó

El mandato de los bancos centrales marca pautas. En la Fed de los Estados Unidos es amplio, aporta flexibilidad. El del BCE es mucho más limitado. Su presidenta se ve obligada a ampliar la dialéctica, incluso a retorcerla. Aunque no ha cambiado el objetivo de inflación, Lagarde ha afirmado que para que haya un cambio en la política monetaria no bastará con que la inflación llegue al 2% de forma “robusta” sino que se mantenga en ese nivel o por encima de forma “consistente”. Es hacer política monetaria con adjetivos. De momento, funciona. A pesar del menor margen de maniobra, el BCE ha ampliado implícitamente o indirectamente ese mandato con la protección de primas de riesgo, el control de temperatura de mercados de deuda o mimando la recuperación.

Los próximos meses son cruciales. Presiones inflacionarias más potentes en el segundo semestre podrían llevar a algunos a preguntarse cosas como “si no cambia la política monetaria ahora ¿cuándo lo hará?”. O a plantearse qué sucederá si, en una recuperación algo desigual en Europa y con potentes estímulos, la inflación se mantuviera elevada durante la segunda parte del año y 2022. ¿Sería un año suficiente para hablar de consistencia en la inflación?

Dos últimos apuntes. Tanto el BCE como la Fed han errado en sus previsiones de inflación en los últimos años. Han esperado subidas que no llegaron. Ahora esperan que no aparezcan esas subidas consistentes. Un “que viene el lobo” que ya no asusta. Asimismo, aunque suene a una dolorosa ironía, el desempleo puede ser aliado de la estrategia del BCE porque con millones de personas que han perdido su trabajo o en riesgo de hacerlo en la Eurozona, un repunte continuado de la inflación parece más improbable.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
¿vuelve-la-inflacion?

¿Vuelve la inflación?

Comparte esta entrada



La inflación vuelve a encontrarse en el centro de atención tras más de una década durante la que había dejado de ser motivo de preocupación —si acaso, lo era por excesivamente reducida—. En España, el año pasado acabó en tasas negativas, y desde entonces ha escalado hasta el 2,7% en mayo. En el resto de la eurozona y en EEUU se ha producido una evolución similar. Este comportamiento reciente nos mueve a preguntarnos si estamos inaugurando una nueva etapa de inflación elevada, y las implicaciones que puede conllevar en cuanto a la política monetaria y otras derivadas.

Por el momento se trata de
incrementos puntuales consecuencia fundamentalmente de la reversión de ciertos
movimientos en los precios que tuvieron lugar el pasado año con motivo de la
pandemia. Así, las fuertes bajadas de precios de bienes energéticos que se
produjeron entonces como consecuencia de la caída del precio del petróleo, y
que llevaron la inflación a tasas negativas, se han revertido en el año actual,
con lo que la tasa ha ascendido de forma acusada. En los próximos meses veremos
más efectos de este tipo, concretamente en los servicios: el año pasado los
precios de determinados servicios muy vinculados a la actividad turística, como
hoteles, agencias de viajes y billetes de avión, sufrieron recortes muy
significativos, que se reflejaron en una caída de la tasa de inflación en
julio; si este año se produce una cierta normalización de la actividad, cabe
también esperar una recuperación de los precios de esas actividades, lo que inducirá
un nuevo ascenso de la tasa de inflación en dicho mes.

Hay alguna otra circunstancia que
ha acentuado la subida de la inflación recientemente, como el encarecimiento de
la electricidad, pero en todo caso se trata de un fenómeno puntual, es decir, supone
un incremento en el nivel del IPC que no se espera que se repita, al menos de
una forma continuada.

En definitiva, los ascensos
recientes de la inflación se consideran en estos momentos el resultado de
fenómenos puntuales, no el reflejo de un aumento de las presiones
inflacionistas de la economía que pueda dar lugar a tasas elevadas de inflación
de forma continuada y persistente, que es la definición de todo fenómeno
inflacionista.

La cuestión es si esto puede cambiar en el futuro próximo. Los precios de las materias primas han aumentado notablemente, al igual que los precios de los fletes de transporte marítimo. Las empresas industriales reportan dificultades de abastecimiento de ciertos insumos, al tiempo que reconocen que comienzan a trasladar el aumento de costes a los precios. Por otra parte, en ciertas actividades muy castigadas por la pandemia, como bares y restaurantes o cultura y entretenimiento, es muy posible que la demanda se recupere más rápido que la oferta, ya que muchas empresas han desaparecido. Las supervivientes pueden aprovechar para elevar sus precios y sanear unas cuentas muy dañadas tras tantos meses de restricciones.

En el caso de otros países, sobre todo en EEUU, a los fenómenos anteriores hay que sumar otro: el posible efecto inflacionista de un aumento generalizado de los salarios derivado de la dificultad que numerosas empresas están encontrando para cubrir sus necesidades de mano de obra. Algunas multinacionales muy conocidas ya han anunciado subidas de sueldos.

Finalmente, a lo anterior hay que añadir el potencial, aunque todavía incierto, impacto que pueda tener sobre la inflación el enorme incremento de la masa monetaria a que han dado lugar las políticas ultraexpansivas de los bancos centrales, que han supuesto de facto una monetización de los déficits públicos generados para combatir los efectos de la pandemia.

En los próximos meses, por tanto, es probable que la tasa de inflación siga en ascenso, tanto en España como en Europa y EEUU, aunque por ahora no parece que estemos a las puertas de un proceso inflacionario. No obstante, el gran enemigo de la renta fija es la inflación, de modo que, si los inversores se ponen nerviosos ante la posibilidad de un ascenso más permanente, o incluso de la finalización antes de lo previsto de las políticas ultraexpansivas de los bancos centrales, podrían producirse grandes seísmos en los mercados financieros, con ascensos bruscos de los tipos de interés —ya hemos presenciado en las últimas semanas algunos episodios de repuntes—. Todo ello podría tener un impacto importante sobre nuestra deuda pública.

Un reajuste en las expectativas de inflación puede suponer un gran reto para los bancos centrales y para las economías endeudadas como la española. Deberemos, por tanto, estar vigilantes.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión.

Comparte esta entrada



Leer más
la-gran-liberacion

La gran liberación

Comparte esta entrada



La crisis económica generada por la pandemia no tiene parangón, y todo apunta a que la recuperación, por su fuerte dependencia de factores psicológicos, será también singular. Las señales de rebote de la actividad son ya inequívocas: alza en mayo del principal indicador de coyuntura, hasta máximos de los últimos dos lustros (el PMI roza el valor 60, evidenciando una aceleración de la remontada); incremento en el mismo mes de la afiliación en más de 105.000 personas, descontando el efecto ERTE y la estacionalidad (los datos originales alcanzan el doble); vuelco de la confianza del consumidor hasta niveles precrisis; y renacimiento del turismo (aumentan las reservas de avión, si bien todavía se sitúan un 37% por debajo del mismo periodo de 2019, según las plataformas del sector). Todo ello coexiste con un sólido superávit externo, fruto del más que aceptable comportamiento de las exportaciones, prueba de que las empresas que han sobrevivido mantienen su competitividad.

Los hogares pierden miedo a gastar, y los turistas a viajar, desencadenando una abrupta liberación del gasto cautivado por la crisis. En las cuentas bancarias de los hogares españoles se han acumulado decenas de miles de millones de euros, y algo similar ha sucedido en la mayoría de economías avanzadas, formando una multibillonaria bolsa de consumo latente. El giro de expectativas al calor de la vacunación provoca el desembalse de esa demanda, casi simultáneamente en todos los países, poniendo a prueba un aparato productivo debilitado y con capacidad de respuesta muy desigual según los sectores.

Gráfico 1

Gráfico 2

Fuentes: Ministerio de Seguridad Social, Markit Economics e INE.

El efecto colateral sobre los precios de la mejora de las expectativas no se ha hecho esperar y los síntomas son cada vez más generalizados. A la escasez de semiconductores y de metales perceptible desde los albores de la recuperación mundial a finales del pasado ejercicio, ahora se añade el encarecimiento de productos alimenticios (con alzas a un ritmo anual superior al 40%) y sobre todo de la energía, un bien esencial para sostener nuestra expansión (más del 30% en mayo). El resultado es una elevación acusada de los costes de producción para las empresas, y por supuesto un repunte del IPC. De mantenerse esta tendencia, una parte del sobreahorro generado por la crisis podría “volatilizarse”, convirtiéndose en un cuasi impuesto pagado por los hogares españoles a los productores de energía, de componentes tecnológicos y de materias primas.

La presión sobre los precios debería relajarse a medida que las empresas restauran su capacidad productiva y que la oferta se expande, en consonancia con el tirón de la demanda. Pero este proceso tomará tiempo, y podría ser incompleto en los sectores donde la producción está muy concentrada como los microchips, o se enfrenta a límites naturales como la extracción de minerales imprescindibles para la transición energética y el mercado europeo de CO2. Además, empiezan a aparecer cuellos de botella en los mercados de trabajo, por ejemplo, en el sector de la construcción —uno de los inesperados beneficiarios de la recuperación del gasto—.

Para la economía española, por tanto, se trata de atenuar las presiones inflacionistas internas y así maximizar el potencial expansivo de la demanda que se había quedado embalsada en la economía española. El despliegue del plan de ayudas directas a las empresas —cuya implementación se ha demorado incomprensiblemente— sería particularmente oportuno habida cuenta del progresivo retorno del turismo. La recalificación y recolocación de parados y de personas en ERTE debería ser otra prioridad: este es el momento de activar las políticas de empleo, y de combinar la protección con un papel más proactivo de la intermediación laboral. El giro coyuntural también aconseja una implementación cautelosa del plan de recuperación, priorizando los componentes más transformadores y limitando el riesgo de agravación de los incipientes cuellos de botella. Tras el Gran Confinamiento llega la gran liberación de gasto cautivo, exigiendo una nueva priorización de la política económica.


CONFIANZA | Las empresas vaticinan una intensa recuperación para los próximos meses, según el índice PMI de actividad futura, que en mayo rozó el máximo histórico de 75 por segundo mes consecutivo. Además, el sector de servicios gana tracción, reduciendo la brecha tanto con la industria como con la construcción. Las expectativas de consumo apuntan en la misma dirección: el índice de confianza del consumidor de mayo de la Comisión Europea para España recupera el valor de febrero 2020, superando la media de la serie histórica, un resultado avalado por el indicador del CIS.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
coyuntura-con-fiebre

Coyuntura con fiebre

Comparte esta entrada



Semana con muchos datos de coyuntura que anticipan cambios. Lejos de dejar atrás la crisis, pero con registros prometedores a corto plazo, como el de desempleo de mayo, que mostró el punto de inflexión para la economía que supuso dejar atrás el estado de alarma. Nada que ver con hace unos meses o un año.

La vacunación masiva y la menor incidencia de contagios explican el momento favorable, que se trasladará a buena parte del segundo semestre. No se han corregido los grandes desequilibrios de la economía española, pero se recuperan sus constantes vitales. Los datos de crédito a empresas y familias de abril son interesantes también. La tasa interanual de la financiación a empresas fue del 3,3%, la más baja desde marzo de 2020 y la de préstamos a hogares fue del 0%, tras marcar tasas negativas ininterrumpidamente desde el comienzo de la pandemia. Las sociedades mercantiles no parecen necesitar tanto crédito nuevo en estos momentos. Las familias, conforme lo peor de la pandemia pasa, retoman una senda de un mayor consumo e inversión. Tendencias aún por confirmar, aunque mejores expectativas para este verano.

Mayores ingresos empresariales y menos trabajadores en ERTE —buena parte reincorporándose a su trabajo— como confirman los datos financieros de abril. Probablemente, en los próximos meses esas tendencias serán aún más marcadas.

«Los bancos centrales consideran que la inflación no ha venido para quedarse, pero no hay que olvidar que genera, aunque sea en el corto plazo, distorsiones importantes en las decisiones de gasto e inversión del sector privado».

Santiago Carbó

Es una recuperación con febrícula en forma de inflación, aunque sea transitoria. El dato del IPC de mayo de España fue 2,7% y el de la Eurozona el 2%. Aunque alejados de los niveles de Estados Unidos, por encima del 4%, apuntan a que, en los próximos meses, el gasto de la “demanda embalsada” durante más de un año, junto a los fuertes estímulos monetarios y fiscales que aún persisten y el estrangulamiento en algunos suministros industriales y energéticos, están llevando la tasa de crecimiento de los precios a niveles que no se observaban desde hace más de una década. Con expectativas de que puedan subir más y mantenerse en niveles elevados hasta 2022. Puede llegar la fiebre.

En un momento de recuperación, una inflación elevada encarece muchos productos y servicios importantes en la lista de la compra de las familias, muchas de ellas con dificultades para llegar a fin de mes ahora que empezaban a respirar. La sensibilidad ante cuestiones como el recibo de electricidad o la presión fiscal son especialmente comprensibles. Las empresas, a su vez, también se ven afectadas por el aumento de costes de esa calentura, a la vez que algunos componentes no llegan. Es la parte más preocupante de la actual evolución de los precios. Los bancos centrales consideran que la inflación no ha venido para quedarse, pero no hay que olvidar que genera, aunque sea en el corto plazo, distorsiones importantes en las decisiones de gasto e inversión del sector privado. Una razón más para no retirar prematuramente los apoyos a empresas y familias que explican que esta crisis de la Covid-19 —junto a otras razones como su origen sanitario— haya tenido menos daños sociales colaterales que la de 2008-2012, de causas financieras e inmobiliarias.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
los-precios-que-vienen

Los precios que vienen

Comparte esta entrada



En España se observa un creciente número de reservas en turismo y hostelería desde el fin del estado de alarma. Si la vacunación mantiene su ritmo y las cosas no se tuercen con mayores contagios, todo apunta a un verano con fuerte demanda interna y externa.

La creciente pujanza del consumo ha avivado el temor a un proceso inflacionario. El IPC de abril de la UE publicado esta semana se elevó al 2%. En EE UU llegó al 4,2%, una cifra no vista desde hace muchos años y que ha preocupado a muchos analistas. La inflación podría situarse por encima del objetivo de los bancos centrales (2%) en los próximos trimestres en los países que se recuperen más rápido, eurozona incluida. Hay un sesudo debate sobre si las autoridades monetarias deberían revisar los principios de estabilidad de precios para reflejar condiciones macroeconómicas muy diferentes de las existentes hace 20 años, cuando se fijó ese nivel.

Vuelve la inflación, pero a un mundo diferente. No ha habido espacio para la reflexión sosegada. Los bancos centrales combaten la pandemia en infinidad de frentes, vigilan la estabilidad financiera y afrontan nuevas demandas sociales de sostenibilidad medioambiental y reducción de desigualdades. Su agenda se ha agrandado desde la crisis financiera global.

«Los fundamentos de una economía crecientemente digital, competitiva y con un mercado de trabajo con vulnerabilidades deberían conducir a una vuelta a la inflación cerca del nivel objetivo».

Santiago Carbó

¿Debería preocupar el repunte de la inflación? El crecimiento de los precios —sobre todo en EE UU— puede alargarse en el tiempo conforme la recuperación y el “gasto embalsado” durante la pandemia se conviertan en consumo e inversión real. Los cuellos de botella en los suministros internacionales de materias primas y componentes tampoco ayudan. Sin embargo, hay serias dudas de que la presión al alza sobre los precios sea estructural. Hay fuerzas subyacentes que probablemente frenarán en el medio plazo las subidas de precios. Entre ellas, la situación del mercado de trabajo, que tras la pandemia no apunta a un crecimiento de salarios. La tecnología disruptiva, asimismo, da acceso a muchos bienes y servicios con costes y precios más baratos y a una creciente competencia que no facilita aumentos de márgenes en circunstancias de demanda fuerte, como parece avecinarse. Paradójicamente, para los países que no se adapten tanto a ese cambio puede haber subidas de precios con escaso crecimiento económico.

Pueden darse momentos de nervios con repuntes inflacionarios próximamente. Requerirán temple y acierto de los bancos centrales. Sin embargo, los fundamentos de una economía crecientemente digital, competitiva y con un mercado de trabajo con vulnerabilidades deberían conducir a una vuelta a la inflación cerca del nivel objetivo. Lo que también aplicaría a las expectativas sobre variaciones de tipos de interés, donde es difícil esperar cambios significativos en el futuro cercano.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
el-despertar-de-la-inflacion

El despertar de la inflación

Comparte esta entrada



Tras haber permanecido en hibernación en las economías avanzadas durante más de tres décadas, la inflación hace su gran retorno en pleno debate de la salida de la crisis pandémica. El despertar es particularmente precoz en EEUU, con un IPC de abril por encima del 4% que está quitando el sueño a la Reserva Federal. De este lado del Atlántico la onda alcista llega con menos presión, pero el cambio de ritmo es abrupto: en España el IPC se incrementó en abril un 2,2%, casi un punto más que en marzo, y en un país tan sensible a esta cuestión como Alemania, el índice se acelera hasta el 2%.

Por si fuera poco, diferentes indicadores apuntan a un encarecimiento adicional de la cesta de la compra, al menos a corto plazo. Las empresas registran una escalada de costes de todo tipo de suministros importados, a la vez que la escasez de componentes tecnológicos provoca cuellos de botella en sectores clave para la economía española como el automóvil. La factura de la energía también tiende a subir. El incremento del IPC se debe a la subida de los precios de la electricidad y de los carburantes. Pero, habida cuenta de las tendencias recientes y de factores estacionales, la inflación podría superar el 3% en Europa en los próximos meses. El corolario es una pérdida de poder adquisitivo para hogares y empresas.

Gráfico 1

Gráfico 2

Fuentes: INE y Ministerio de Economía.

La clave está en cómo
reaccionarán los bancos centrales, una cuestión vital para nuestro país que
depende de las generosas compras de deuda pública por parte del BCE. Mucho depende
de la cronificación del repunte de la inflación, es decir de la transmisión de
las presiones externas a los precios internos. De momento, el riesgo es
reducido: los salarios están contenidos por el miedo a perder el puesto de
trabajo que se ha extendido en un contexto de paro elevado; y las empresas
españolas no pueden fácilmente trasladar el incremento de costes de importación
a sus tarifas de facturación. Por tanto, lo más probable es que, a corto plazo,
los agentes absorban el shock. El comportamiento de la inflación
subyacente (estancada en abril en España y muy reducida en Alemania), parece
avalar esta tesis. Y motivar la aparente impasibilidad del BCE.   

Sin embargo, desde EEUU nos llega un mensaje distinto. Allí aparecen síntomas (todavía confusos) de sobrecalentamiento, como la escasez de personal en los sectores más pujantes. Además, el intenso rebote de la economía y el multibillonario plan Biden prefiguran una presión adicional sobre los precios. En un reciente desliz, la Secretaria del Tesoro Janet Yellen evocó la posibilidad de una salida de los estímulos monetarios. Si bien el anuncio fue desmentido, los ahorradores han reaccionado ante esa eventualidad, exigiendo una remuneración más elevada de los bonos públicos.

El resultado se va contagiando a Europa, por la interconexión de los mercados. El tipo de interés del bono español de referencia (con vencimientos a 10 años) supera el 0,5%, lo que contrasta con los valores negativos de inicio de año. Se trata de un nivel todavía muy reducido, pero revelador de expectativas orientadas al alza. A largo plazo, no le vendría mal a la economía española un poco más de inflación, si bien ésta debería proceder de una dinámica acompasada de precios y costes internos —y no como ahora, de factores externos que restan fuelle a la recuperación—. La inflación es un mecanismo potente y poco traumático para reducir el peso de la deuda que se cierne sobre nuestro país. Naturalmente, los tipos de interés acabarían por incorporar el alza de la inflación, elevando las cargas financieras para el Estado. Pero ese coste sería limitado frente al enorme beneficio que aporta la erosión del valor real de los pasivos, fruto de la inflación. Pese a todo ello, está por ver si los halcones que vigilan están dispuestos a soportar incrementos de IPC por encima del objetivo del 2% durante un tiempo prolongado.


IPC | El índice de precios al consumo se incrementó un 1,2% en abril, lo que equivale al 2,2% respecto a un año antes. Esta evolución, que ha provocado un diferencial desfavorable frente a la eurozona por primera vez desde 2018, se debe al encarecimiento de los productos energéticos. Según las previsiones de Funcas, el mantenimiento de fuertes presiones alcistas sobre los costes de los suministros importados, junto con el fin del efecto escalón derivado de la pandemia, debería redundar en una inflación superior al 2% hasta finales de año, en ocasiones rozando el 3%.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
escollo-inesperado-en-el-camino-de-la-recuperacion

Escollo inesperado en el camino de la recuperación

Comparte esta entrada



La demanda que se había embalsado como consecuencia de la
crisis empieza a abrir sus compuertas, facilitando la remontada del gasto de
las familias que han sobreahorrado. El indicador de ventas de detalle se
afianzó en marzo, situándose ya un 6% por encima de su nivel prepandemia. Además,
las expectativas están orientadas al alza, como lo muestra el incremento de los
pedidos industriales. La mejora empieza a notase incluso en el sector de
servicios.

Sin embargo, el panorama se ve ensombrecido por un escollo inesperado: la aparición de cuellos de botella provocados por la escasez de suministros, especialmente en los segmentos de componentes tecnológicos y de metales. La cotización de algunos de los materiales clave para la transición energética y digital, como el cobre, el aluminio o el níquel, escala hasta niveles muy superiores a los valores registrados antes de la crisis. Así pues, el índice sintético de metales del Banco Mundial se situó en abril un 35% por encima de la media de 2019. Los microchips, por su parte, baten records históricos. Este componente vertebrador de un sistema productivo cada vez más digitalizado se encareció un 25% en el primer trimestre, y se espera un crecimiento adicional cercano al 20% en el segundo, según TrendForce, un analista del sector. Por otra parte, la intensificación del tráfico internacional de mercancías provoca retrasos en el abastecimiento y un encarecimiento de los fletes marítimos.

Gráfico 1

Gráfico 2

Fuentes: Markits Economics, Freightos Baltic Index y Banco Mundial.

Para la economía española todo ello redunda en costes de
producción al alza.  El índice de precios
industriales de importación subió un 6% en marzo, y el indicador PMI de costes
apunta a fuertes tensiones tanto en la industria como en los servicios. En
sectores como la automoción, que se enfrenta a tarifas de venta constreñidas, surgen
fenómenos de ruptura de suministros que provocan la ralentización de las
cadenas de producción y dificultan la transición hacia el coche eléctrico.

Por otra parte, el crecimiento exógeno de los costes se
refleja en la inflación, que se acerca al 2% tanto en España como en el resto
de la eurozona. De momento el componente subyacente del IPC se muestra inmune, porque
las empresas españolas contienen sus precios, en un entorno ferozmente
competitivo. Asimismo, los salarios apenas reaccionan, por la situación del
mercado laboral.  

Esos factores seguirán comprimiendo la inflación, salvo cambio
de tendencia de las expectativas —nunca descartable habida cuenta de la
importancia de la psicología en las decisiones de los agentes—. Mucho depende de
la persistencia de los cuellos de botella. En el caso de los metales, la oferta
tiende a reaccionar con rapidez, por la diversificación geográfica de la
producción. El Banco Mundial prevé, por tanto, que los precios de esos recursos
deberían moderar su crecimiento en los próximos meses, antes de normalizarse a
la baja en 2022. Otra cosa es lo que suceda con los componentes tecnológicos, caracterizados
por una oferta concentrada en unas pocas industrias del este asiático (sobre
todo Taiwan, Corea del sur, Japón y en menor medida China).

Tanto la UE como la administración Biden, fuertemente dependientes de esos proveedores, anunciaron en fechas recientes sendos proyectos de revitalización del sector. Sin duda el esfuerzo es meritorio, teniendo en cuenta la prosopopeya en materia de digitalización del Next Generation. Pero existen dudas acerca de la capacidad de mitigar las brechas de abastecimiento a corto plazo, y de recomponer una cadena de valor que, al menos en el caso de Europa, acusa la falta de visión estratégica de Bruselas.

Con todo, lo más probable es que los cuellos de botella
frenen la actividad en algunos sectores, sin comprometer gravemente la
recuperación de conjunto que se espera para la economía española en los
próximos meses. Veremos. De cara al futuro, el plan de recuperación ofrece una
oportunidad de acercamiento entre el sueño de liderar la revolución tecnológica,
y la realidad del tejido productivo.      


INDUSTRIA | El índice de producción industrial (IPI) se incrementó en marzo un 0,4%, y se sitúa ya a poca distancia del nivel precrisis (-2%). La recuperación está a un tris de completarse en el segmento de bienes de consumo y de los bienes intermedios, mientras que la producción de bienes de equipo sigue acusando el impacto de la crisis en la inversión empresarial. La fabricación de automóviles se resiente de los problemas de suministro, con una caída mensual del 6,6%. En abril, la cartera de pedidos registra un repunte intenso, afianzando la mejora en el IPI.  

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
el-testigo-de-la-macroeconomia

El testigo de la macroeconomía

Comparte esta entrada



En las carreras de relevos no importa solo la velocidad, también las condiciones en que se pasa el testigo. Con la macroeconomía sucede lo mismo. Como los relevistas, son cuatro los trimestres para los que se ofrecen datos de crecimiento. Esta semana hemos sabido que el tercero de 2019 mostró síntomas de fatiga que van a condicionar, probablemente, la carrera de los tres meses finales del año. En apariencia, la velocidad es la esperada —el PIB creció un 0,4% entre junio y septiembre—, pero el testigo se entrega algo más bajo porque el crecimiento interanual ya no es el 2% previsto, sino que cae al 1,9%.

El desfonde es generalizado, pero particularmente acusado para la demanda externa (que contribuye solo con una décima al avance, frente al 1,8% de la demanda interna). Tampoco hubo especial animación en el gasto privado y, sin embargo, sí que la hubo en el público, a pesar de que las restricciones presupuestarias eran importantes y lo serán más el próximo ejercicio.

El equipo llegará, en todo caso, a la meta, y estará por ver si finalmente el año se cierra por debajo de ese 2% que se antoja barrera psicológica. Lo que sí parece es que los velocistas de 2020 serán algo más lentos y el próximo año el PIB será alrededor de medio punto porcentual menor (1,5%). Se convergerá con la mayor parte de combinados europeos en una actividad económica algo más anémica y será mucho más complicado generar empleo, aunque se espera que se siga creando.

«Será un año, por lo tanto, para actuar políticamente con atención y agilidad en el que una economía como la española no puede permitirse quedar en fuera de juego».

Santiago Carbó

Todo esto sucede con unos niveles de precios reducidos. El IPC se elevó al 0,8% (tras el 0,4% de noviembre) pero la subida se asocia al alza de los carburantes porque los componentes subyacentes del consumo siguen adormilados. La inflación sigue perdida y una de las grandes incógnitas de 2020 es si se volverá a encontrar. A ello sigue abonada la política monetaria de muchos bancos centrales.

Respecto a las condiciones externas, ya no se temen zancadillas extraordinarias del exterior por el camino porque se ha disipado, en gran medida, el temor a una recesión global. No obstante, en 2020 seguirá habiendo riesgos a la baja. Estados Unidos celebrará elecciones en noviembre, pero todo el año parece abonado a un embrollo político considerable que, como viene siendo habitual en estos años, tendrá consecuencias en el exterior. En el terreno financiero, se aprecia cierto estrés en los mercados de deuda, una olla en cuya válvula de presión hay muchas manos tocando. Y, sobre todo, el próximo año será de mucho movimiento estratégico.

Entre otras cuestiones, va a haber mucho movimiento en negociación comercial en el año que entra. Se decidirá el nuevo acuerdo entre UE y el Reino Unido y habrá numerosas derivaciones y externalidades de lo que finalmente concreten (o deshagan) Estados Unidos y China. Será un año, por lo tanto, para actuar políticamente con atención y agilidad en el que una economía como la española no puede permitirse quedar en fuera de juego, abotargada por problemas internos que comienzan a eternizarse.

Comparte esta entrada



Leer más

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies