Llevamos unos meses con unos datos de inflación preocupantes. En España hemos superado el 6%, en EEUU casi roza el 7% y eso sí, en la zona euro está en el 5%, por debajo de estos extremos pero muy por encima del universal 2% que contemplan como objetivo los bancos centrales.
Ahora los Bancos Centrales se hayan en una disyuntiva. Su mandato les obliga a actuar evitando que la inflación se dispare. Pero sobre-reaccionar podría tener unas consecuencias nefastas para la recuperación económica todavía incipiente.
Los tipos de interés y la posible recesión
Para aplastar la inflación los Bancos Centrales tienen una herramienta muy potente: elevar los tipos de interés. Si lo hacen de forma decidida y con fuerza claramente el flujo monetario se desviaría y la espiral inflacionista podría detenerse. Sin embargo esto lastraría nuestro crecimiento incluso llevándonos a la recesión.
Y una recesión justo cuando acabamos de salir de una, muy profunda además, no es una buena noticia. Los Bancos Centrales deben evaluar muy bien cuál es el riesgo real de una inflación elevada y prolongada porque las armas que tienen para combatirla van a dejar muchos daños colaterales en el camino.
Recesión implica desempleo y pobreza. Recesión implica sufrimiento. Pero también es cierto que la inflación también implica esas cosas y por eso están ahí los Bancos Centrales separados de los políticos, porque estos últimos priman mucho el corto plazo y no quieren ver sufrimiento a costa de futuros beneficios.
Pero, ¿no era eso lo que estábamos buscando?
Estamos ante una paradoja interesante. La última crisis que tuvimos fue financiera por un sobre endeudamiento importante de las manos privadas, que acabó impactando a las cuentas públicas. Una de las posibles salidas a esta crisis es una inflación algo más alta de lo habitual, que reduce las deudas en términos reales.
Pues bien, ya tenemos aquí la tan deseada inflación para reducir las deudas públicas. Sin embargo ahora no nos gusta. Sinceramente, creo que la inflación puede ser preocupante pero todavía estamos contemplando un cierto efecto base (la inflación el año pasado estaba en negativo) y no se acaban de ver efectos de indexación o expectativas elevadas.
Por tanto los Bancos Centrales deberían contenerse un poco antes de actuar. Llevarnos a una recesión puede ser un impacto peor que lo que se intenta solucionar. Todavía recuerdo a Jean-Claude Trichet elevando los tipos de interés de la zona euro en 2011 por miedo a la inflación, agravando la crisis de la que no lográbamos salir en Europa.