Los problemas estructurales del mercado laboral español parecen no resolverse nunca, caracterizado por un elevado desempleo estructural y una alta temporalidad. Hoy el desempleo se encuentra con una tasa el doble de la europea con el 15,98% de paro. Y los mismo sucede con los niveles de temporalidad, en España uno de cada cinco ocupados en España tenía un contrato temporal y en Europa supone uno de cada diez.
Somos el país europeo con el peor mercado laboral con diferencia. A pesar de la última reforma laboral que consiguió traducir el crecimiento económico en creación de empleo, medidas como la subida al SMI han supuesto un severo impacto para la reducción del desempleo y el problema de la dualidad del mercado laboral persiste mientras no se ponga el foco en el coste del despido.
Pero la reforma del Partido Popular no hizo nada para reducir el abismo entre los trabajadores temporales y los trabajadores con contratos indefinidos. Los primeros son baratos de contratar y despedir, y gozan de relativamente pocos beneficios frente al blindaje de los indefinidos, lo que significa que los empleadores tienen un fuerte incentivo para depender en gran medida de la mano de obra temporal para cubrir cualquier brecha en la dotación de personal.
Esto puede ayudar a mantener bajos los costes salariales en el corto y medio plazo, pero tiene desventajas a largo plazo. Las empresas tienden a invertir menos en la formación de su personal temporal, lo que reduce la productividad. Para los trabajadores, mientras tanto, un contrato temporal significa menos salario y más inseguridad, lo que los hace menos propensos a gastar e invertir ellos mismos.
Para eliminar las diferencias hay que entrar se en la base del problema: el elevado coste del despido. Entre los países desarrollados, España abarca el mayor coste de despido para trabajadores con más de 10 años de antigüedad en la empresa, con una indemnización que llega a las 28,6 semanas concretamente.
Si una empresa consiguiera eliminar el coste del despido, en momentos de altas dificultades económicas, deja de despedir al trabajador que sale más barato sino aquéllos menos productivos. Pero, en la situación actual, si la empresa quiere despedir, busca los que suponen un menor coste, independientemente de sus niveles de competencia dentro de la empresa. De ahí que en las crisis la temporalidad baje, se despide la estructura productiva más fácil de liquidar.
Y es que dada la antigüedad de muchos trabajadores en una empresa, su despido podría no solo comportar altas tensiones de liquidez en momentos de dificultades sino precipitar su quiebra. De ahí, que se prefiera realizar contratos temporales para atender a las eventuales necesidades de flexibilidad propias de cualquier negocio y que no haya una predisposición a contratar.
Debido a esta situación enquistada, el Banco de España está pidiendo corregir la desigualdad de los trabajadores temporales frente a los indefinidos con un sistema que una la rebaja a la mitad del coste por despido con la implantación de un fondo de capitalización individual nutrido por las empresas, pero implantado con ayuda del Estado y los fondos europeos, la conocida como mochila austriaca.
Llevar a la mitad el coste despidos significaría que si actualmente se paga por un despido procedente 20 días de salario por año trabajado con un máximo de 12 mensualidades, se pagaría 10 días por año trabajado. En el caso de despido improcedente, hoy se pagan 45 días por año trabajado limitado a 42 meses, y de aplicarse la voluntad del BdE iríamos a 22/23 días por año trabajado.
La idea de la mochila austríaca ¿qué cambiaría?
La mochila austriaca se introdujo en 2003 como parte de una reforma laboral más amplia. En concreto, fue el intercambio acordado socialmente para la eliminación del sistema existente de indemnizaciones por despido. La reforma sustituyó un sistema convencional de indemnizaciones por despido por un sistema de cuentas de ahorro individuales. El sistema es financiado por los empleadores mediante un pago mensual no gravado del 1,53% del salario bruto. Comprar reseñas google.
En caso de despido, los trabajadores tienen la opción de recibir una indemnización con cargo a sus cuentas de ahorro o llevar su saldo acumulado al siguiente empleo. En el momento de la jubilación, los trabajadores pueden reclamar un pago en efectivo o convertir sus derechos en una renta vitalicia. Esta reforma de la ley de indemnización por despido ha recibido la atención internacional como ejemplo de medida de derecho laboral que apoya las transiciones laborales.
Aprovechando la actual situación de España que recibirá unos recursos europeos a cambio de reformas, el BdE cree que sería adecuado aprovechar ese contexto para que nos financen la transición de la mochila austríaca.
El dinero europeo serviría para mitigar parcialmente del sobrecoste que deberían sufragar las empresas durante esta transición hacia el nuevo esquema debido a que se mantendrían los derechos del natación de los contratos vigentes.
Pensemos que si la mochila en austríaca se implantará, ese nuevo modelo sería financiado partir de las cotizaciones de las empresas, eso supondría un sobrecostes en los primeros años de vigencia del sistema debido a que se deberían de abonar simultáneamente las nuevas cotizaciones y las indemnizaciones por despido acumuladas bajo el esquema previo para introducción de este mecanismo.
La idea contemplada es que durante los primeros años tras la introducción de la mochila austriaca, las administraciones públicas vayan pagando los costes de transacción a través de la subvención de una fracción de creciente. Lo mejor de todo es que este fin estaría dentro de las líneas contempladas dentro del programa europeo que indica que las reformas financiables con fondos deben ayudar la potencia de crecimiento o mejorar la sostenibilidad económica o medioambiental. La implantación de la mochila austríaca uno de los ejemplos posibles.