Una vez le conté a los suscriptores de mi newsletter la historia de Ramón, un colega de la infancia al que la vida no estaba tratando demasiado bien. En lo que a dinero se refería, le iba de pena.
Y eso a pesar de que su posición de partida no era mala: ingeniero y, tanto él como su mujer, con buenos sueldos.
Creo que la historia es buena e ilustra perfectamente la situación financiera de muchos españoles, por lo que me he decidido a compartirla aquí, con mis amigos de El Blog Salmón.
Te cuento rápidamente su aventura.
The safest car, el origen financiero del mal
Todo arrancó con el nacimiento de su hija.
Cualquier padre (o madre) conocerá la montaña rusa emocional que se experimenta al tener un hijo por primera vez: todo para tu hijo, tiene que ser lo mejor, no le puede faltar de nada…
Bajo estas premisas, Ramón y su señora decidieron comprar un coche. Pero no uno cualquiera. Tenía que ser un coche muy seguro, el más seguro. Su pequeña así lo merecía.
Se pillaron un Volvo XC60 que, según decían, era “el coche más seguro del mercado”.
Él, supongo que parafraseando al comercial que se lo vendió (y entre risas orgullosas), lo llamaba “the safest car”.
Por lo visto ese modelo había ganado no sé qué premio de seguridad que garantizaba que su niña viajaría segura. (No juzgo, yo a mi niña le compraría el Falcon que tanto gusta a nuestro presidente)
El Volvo costó unos 50k y lo pagaron a crédito, como debe ser.
Pues bien, durante los meses de baja maternal/paternal todo marchaba, iban al pediatra en the safest car y en Instagram todo eran corazones.
Pero el tiempo pasó, y como este no es un país nórdico en el que se fomente la natalidad, tocó volver al trabajo. Había que pagar facturas y letras, entre ellas la del coche más seguro del mercado.
No podían permitirse una excedencia.
Entonces surgió la gran pregunta que la mayoría de los padres nos hacemos en algún momento de nuestras vidas:
«¿Qué hacemos ahora con la niña?»
Por no deber favores no quisieron colocársela a los abuelos (ya sabes cómo es esto), pero contratar a alguien que la cuidara también era demasiado caro, así que no les quedó más remedio que aparcarla en la guardería.
Y aquí viene la paradoja de Ramón, atento.
La paradoja de Ramón, su coche y su hija
Los problemas llegaron enseguida:
- El primer día de guarde la niña volvió con fiebre.
- Luego un niño le metió un mordisco que casi se lleva una oreja.
- Encima la guardería le quedaba lejos y la cuidadora les pareció “un poco estúpida”.
A las dos semanas les llamó esa misma cuidadora, la niña no paraba de vomitar. Ramón tuvo que ir a buscarla y llevarla a urgencias. La llevó en the safest car, por supuesto.
Con apenas seis meses tuvo que aparcar a su bebé con un montón de desconocidos, lejos de sus padres y rodeada de rotavirus porque no podía permitirse ni una niñera ni una excedencia.
Pero sí the safest car. Supongo que se capta la ironía.
Mira, yo no sé si tienes hijos ni qué haces con ellos. Ni lo sé ni lo juzgo. Cada uno puede hacer con sus hijos y con su vida lo que crea oportuno.
Sin embargo, ¿sabes lo que sí es importante? Controlar el dinero que entra y que sale de tu cartera.
Si Ramón no hubiese cometido innumerables cagadas financieras (el Volvo de paquete solo fue una de ellas), al nacer su hija habría tenido opciones:
- Él o su mujer se podrían haber pedido una excedencia.
- Podría haber cambiado a una empresa más cercana a casa.
- Pedir una reducción de jornada.
- Contratar a alguien que se hiciera cargo de la niña.
No sé, podría haber tenido opciones y decidir qué era lo mejor para la cría y para la familia.
Pero no tenía opciones. El Volvo, entre otras cosas, se las había comido.
Así que se tuvo que tragar la guardería y, lo peor, el run run en la cabeza de que la niña pasara más horas con la cuidadora estúpida que con sus padres.
¿Pero sabes lo que sí tenían Ramón y su mujer? Tenían the safest car.
La suegra de Ramón, la nueva invitada a la fiesta
Los meses pasaron y algo llamado pandemia llegó a nuestras vidas. Con guarderías, colegios y empresas cerrados, tocaba trabajar desde casa. En familia. Confinados.
Ramón y su mujer vivían en un pequeño piso en el centro de Sevilla, no creo que tenga más de 70 metros, así que te podrás imaginar el infierno laboral que era aquello.
Al principio se turnaban para trabajar: mientras uno curraba, el otro cuidaba a la pequeña e intentaba mantenerla en silencio para que no molestara.
(Risas enlatadas)
Pero llegó un momento en el que no les quedó más remedio que pedir ayuda. Para que ambos pudieran trabajar 8 horas al día en jornada partida, alguien tenía que quedarse con la niña. No les quedaba otra.
Solución: la suegra de Ramón se fue a vivir con ellos.
Piénsalo.
70 metros cuadrados, una niña pequeña, una suegra y dos personas intentando trabajar. Mientras tanto, el puto Volvo en el garaje. De locos.
Y lo peor no era eso. Lo peor es que darle galones a la suegra tuvo sus consecuencias. Es normal, cuando alguien pasa diez horas con tu hijo te termina diciendo qué tienes que hacer con él.
Buf… Tu suegra diciéndote cómo tienes que vivir tu vida y, mientras, el coche de 50k euros cogiendo polvo veinte metros más abajo.
Y, espera, que aún hay más.
Lo mejor es que entre la niña, la suegra y la Thermomix, muchos días Ramón terminaba yéndose a trabajar al garaje, al coche de cincuenta mil euros. Entonces sí que se sentía seguro.
Lo mires por donde lo mires, la situación es rocambolesca, y todo porque Ramón había cerrado sus opciones.
El interés compuesto de sus malas decisiones le había condenado: no tenía el control, no estaba al volante. De su vida, digo. No del coche.
Pero no te vayas todavía: de esta historia podemos extraer dos gigantescas lecciones financieras.
Las lecciones financieras de Ramón y su coche
Muy muy atento:
1. Las malas decisiones financieras tienen una vida muy larga
Si en vez de dejarse embaucar por el del concesionario Ramón se hubiera comprado el mismo coche, pero de segunda mano, u otro más asequible, quizás su mujer, o él, podrían haberse pillado una excedencia para no tener que estacionar a la niña en ningún sitio.
O podrían haber contratado a alguien que les ayudara con las tareas de casa y evitar tener que oler lo de la suegra.
Pero no podían, habían perdido la posibilidad de decidir.
Y todo por haber querido oler otra cosa…
No sé yo qué perfume será más caro. Bueno, sí lo sé, y creo que tú también.
Ojo, que no digo que sea mala idea comprarse un coche nuevo (y seguro), lo que digo es que no hay que ser un pardillo financiero y condenar tu futuro (y el sistema inmunológico de tu hija) por una pésima decisión.
Curiosamente, una pésima decisión que, en el caso de Ramón, fue aplaudida en su momento por todo su entorno. Todo eran palmaditas en la espalda y felicitaciones por el cochazo que se acababa de comprar.
“Como se nota que te sobran los billetes, Ramón”, le decían.
Si ellos supieran… Ay…
Y segunda lección:
2. Da igual en qué te gastes la pasta, te vas a cansar pronto
Ya sea un Volvo, un iPhone o una americana de Emidio Tucci, el paso del tiempo desgastará tu cariño a todo lo que compres. Da igual lo vanidoso que seas.
Lo que hace la gente inteligente, los que toman buenas decisiones financieras, y lo que tú deberías hacer, es observar los gastos con la perspectiva del tiempo.
Cuando vas al concesionario y tienes tu coche tapado, esperándote, y el del concesionario lo destapa para ti, te sientes el rey del mundo. Pero es una sensación pasajera, efímera, la emoción cae incluso más rápido que el valor venal de tu nueva unidad.
Cuando el olor a nuevo desaparece aparecen otros olores, que suelen ser peores, y más caros, y duraderos.
No penalizar tu futuro por una sensación efímera, o por recibir unas palmaditas en la espalda, es la A de controlar tus finanzas.
Volvemos a hablar pronto,
Nudista Investor
Imagen | drobotdean