No será Facebook el valor del mercado bursátil estadounidense que suponga la excepción a la regla de que todos los valores son susceptibles de tener efervescentes subidas, y sus consiguientes profundas correcciones. De hecho, en los últimos días la cotización de la celebérrima red social ha vivido instalada en una suerte de montaña rusa, que bien es cierto que ya hemos visto en la acción en ocasiones anteriores.
Pero esta vez la cosa pasa de una simple tendencia de mercado, o una reacción exagerada a noticias coporativas del valor. En esta ocasión el análisis de la compañía arroja el resultado de que ésta puede encontrarse en una auténtica encrucijada, en la que está tratando de reinventarse o… corre el riesgo cierto de acabar padeciendo (o al menos sufriendo no suyo durante una buena temporada).
Facebook: de la red entre amiguetes universitarios al emporio social y de la publicidad online
En lo que a capitalización bursátil se refiere, Facebook es la joya de la corona de la ciber-economía más virtual, y su valor en bolsa alcanza sobradamente la exorbitante cifra de más del medio billón de dólares. El negocio virtual es un gran negocio en la era de las redes sociales (y de la guerra ciber-social, por cierto), y a Facebook hay que saber reconocerle el mérito que tuvo al ser capaz de ver el gran mercado que se abría ante su rudimentaria y primigenia red de contactos universitarios, y haber transformado la necesidad de interacción social en un auténtico emporio económico de manera ciertamente visionaria.
Llegados a este punto, hay que decir que su ascenso a los cielos del liderazgo empresarial mundial no ha estado exento de polémica casi en ningún momento, y los escándalos de privacidad, brechas de seguridad, así como de lo intrusiva que es la red social en nuestras vidas y con nuestra información han sido casi una constante. Un caso que es especialmente revelador es por ejemplo el caso de los censurables perfiles «en la sombra» de Facebook, por los cuales la red social recopila información incluso de simples internautas que ni siquiera tienen cuenta abierta en la red social. Intrusión no consentida elevada a la máxima potencia, vamos.
Pero todo negocio es susceptible de volverse maduro en cualquier momento, así como toda empresa es susceptible de cometer errores de bulto que puedan hacerle tambalearse peligrosamente, y ni siquiera la sólida Facebook iba a ser una excepción. Han sido ya varias las caídas abultadas que ha visto el mercado en este valor, pero la recientemente acontecida tiene una especial relevancia estratégica, porque acaba por marcar una clara línea a partir de la cual, o bien Facebook ha entrado definitivamente en la fase de desarrollar su negocio en un mercado plenamente maduro, o bien finalmente su poco respecto por la privacidad de sus usuarios y su seguridad ha acabado por empezar a pasarle una amenazante factura (por otro lado, pendiente desde hace tiempo).
Facebook lleva años viviendo instalada permanentemente en la (muy justificada) polémica
En las comunidades más «techies» y perfectamente conocedoras de los entresijos del mundo tecnológico, el simple hecho de pronunciar el nombre de Facebook produce urticaria. Y es que los escándalos de todo tipo protagonizados por la red social azul (entre los cuales el de Cambridge Analytica es realmente el más bochornoso e inquietante) están relacionados con la economía del dato, la información de los ciudadanos, y también con el poco respetuoso uso con que la compañía hacía negocio o exponía información como mínimo a considerar como privada.
Todo ello ha hecho que la comunidad tecnológica que le vió nacer le haya vuelto la espalda, y hayan llegado incluso a protagonizar bajas masivas de sus cuentas de Facebook para intentar sensibilizar al público en general, habitualmente muy poco consciente de lo que se cuece entre bits tras el navegador de sus pantallas.
Pero las abultadas faltas que ha cometido Facebook, bien sea por acción o por omisión de la misma, van mucho más allá de las simples políticas de la compañía en temas clave para su negocio social. El tema entra de lleno en la clara irreponsabilidad corporativa e incluso social (en el sentido de lo referente a la Sociedad como tal), y bochornosamente Zuckerberg no se ha dignado a responder ni claramente ni con el debido respeto a las incómodas preguntas tanto del Congreso de los Estados Unidos como a las también lacerantes preguntas del Parlamento Británico.
Estas intervenciones (o a veces «no» intervenciones) de Zuckerberg ante los dirigentes políticos del más alto nivel ha venido al hilo tanto de la manipulación masiva de las elecciones de Estados Unidos que dieron la victoria al siempre controvertido presidente Trump, o las injerencias electorales que han llevado al Reino Unido hasta el borde mismo del precipicio, tras el funesto y también masivamente manipulado referéndum del Brexit.
En ambos casos, los expertos del sector (e incluso las propias agencias de inteligencia) apuntan al papel destacado que ocupó la red social Facebook como canal de manipulación masiva del electorado, quedando pendiente de dilucidar si su catalización fue de manera totalmente inconsciente, o si pudo llegar simplemente a mirar hacia otro lado ante todo lo que en aquellas convocatorias electorales inundó la famosa red social. La poca colaboración y la falta total de transparencia con la que ha respondido Facebook ante aquellos oscuros hechos no auguran nada bueno para la polémica compañía.
Ahora el mercado le pasa (una vez más) factura a Facebook, pero en esta ocasión los motivos parecen ser muy muy serios
Como les decíamos antes, no han sido pocas las veces en las que Facebook ha protagonizado fuertes bajadas en bolsa a raíz de alguna de las múltiples polémicas, que han rodeado a la controvertida red social desde su nacimiento. Entre ellas esta la histórica caída que esta compañía protagonizó el verano de 2018, desplomándose nada más y nada menos que un 19%, dejando tras de sí la estela de la volatilización en el mercado de la friolera de 120.000 millones de dólares, en lo que supuso la mayor caída en la historia de las bolsas.
Pero como también les decíamos, la última de esas bajadas ha tenido lugar hace tan sólo unos días, y con ella la compañía volatilizó unos 30.000 millones de dólares de los inversores en el mercado, al caer un muy respetable 6%. Puede ser que las cifras de ahora, sensiblemente inferiores a las anteriores, puedan parecer que no justifican un análisis, pero como en toda caída, los motivos varían de una a otra, y de hecho los que nos encontramos en esta ocasión en las portadas y en las declaraciones corporativas de Facebook son especialmente inquietantes.
El origen de la caída bursátil de ahora está en la publicación de los últimos resultados corporativos de Facebook, que, como podrán adivinar, no han sido nada buenos. Las cifras de las cuentas de la compañía desvelan cómo los gastos de la compañía en 2019 sufren un abultado incremento de un 51% sobre los de 2018, lo que ha cercenado considerablemente los beneficios de la red social. Desde la propia compañía, se justifican diciendo que esos costes adicionales son por las acciones y desarrollos que están acometiendo para mejorar la privacidad y la seguridad de sus usuarios. Pero si bien esas explicaciones ya de por sí resultan como poco inquietantes (como veremos más adelante), lo cierto es que no son en absoluto ni siquiera suficientes. El hecho es que el alza en los gastos coincide con una fuerte erosión del margen operativo de la compañía, que baja desde el 45% de 2018 al 34% de 2019.
Sobre Facebook además se ciernen muchos otros interrogantes que afectan a su futuro más existencial. Entre ellos está la gran incertidumbre que supone para la compañía social azul el impacto del futuro endurecimiento de la legislación y las medidas para mejorar la privacidad y la seguridad de los ciudadanos. Es una tendencia general en todo el mundo que fue abanderada desde el principio por una visionaria Europa, siempre garante de los derechos online de todos los europeos, pero que ahora resulta especialmente significativa por su llegada al propio suelo estadounidense.
También debemos hacernos eco aquí de algunas opiniones algo más optimistas, que atribuyen la caída de Facebook a que la compañía está cayendo víctima de su propio éxito, así como al hecho de que opera en un mercado que empieza a estar algo maduro. Realmente, desde estas líneas no acabamos de estar de acuerdo con esta interpretación, puesto que a la vista están las cifras de negocio de Facebook. No es para nada descabellado pensar que, en realidad, este tipo de compañías todavía podrían tener mucho negocio y recorrido por delante. Para ello al menos deberían saber afrontar correctamente el reto de seguir comiéndose un mercado que todavía presenta grandes oportunidades y que es realmente masivo, pero para lo que hace falta una previa dosis de más y mejor innovación (¡Ay de las compañías que son en realidad ellas mismas las que se vuelven maduras, menos innovadoras y poco ágiles!).
Pero por increíble que parezca, las preguntas que ahora se ciernen sobre Facebook son todavía más inquietantes que las que se podían plantear hasta ahora
Realmente, dada la muchas veces habitual poca transparencia de esta compañía social y su opacidad, lo realmente importante de los asuntos relacionados con Facebook ya no son las escasas y mayormente inservibles respuestas que desde la compañía dan a las preguntas que se les van planteando desde distintos estamentos incluso políticos. Lamentablemente, aquí lo realmente importante son las preguntas, muchas de las cuales se quedan escandalosamente sin respuesta alguna, al menos mínimamente convincente. Y en este sentido, desde estas líneas aquí va nuestra humilde contribución a tratar de arrojar algo de luz (o más bien de sombra) sobre una compañía que responde mucho menos de aquello por lo que debería responder en pos de los derechos de los ciudadanos y de la salud de nuestras democracias y sistemas socioeconómicos.
Una de las preguntas que cabe plantear ahora ante Facebook clama literalmente al cielo, y no es que esté relacionada ya con toda la seguridad y la privacidad que se supone que nos van a ofrecer en un futuro próximo, gracias a toda esa inversión masiva de dinero en funciones relacionadas con su escandalosamente muy mejorable gestión de la privacidad y la seguridad de sus usuarios (y no usuarios). El tema es más bien si no estarán simplemente caminando hacía estándares de mercado ya habituales en muchas otras compañías, que ellos bochornosamente han podido estar ignorando hasta el momento, y sobre todo ¿Qué es lo que estaban haciendo hasta ahora con la seguridad y la privacidad de nuestros datos para que ahora que se ponen en serio con ello deban dedicar tantos millones de dólares a arreglar «el entuerto»?
Pero ni mucho menos las preguntas que nos podemos plantear a partir de este punto se quedan aquí, y podemos seguir diciéndole a Zuckerberg por ejemplo que debe responder y colaborar con la información de la que dispone al efecto, y preguntándole si ¿Los escandalazos al estilo de Cambridge Analytica son lo que definitivamente están provocando el ocaso de las democracias consolidadas, como era la de Reino Unido? ¿Por qué la compañía no colabora al máximo con las autoridades británicas para esclarecer aquellos oscuros sucesos anti-democráticos, y Zuckerberg ni siquiera se ha dignado a comparecer debidamente ante el Parlamento Británico? ¿Qué confianza puede dar de cara al futuro una compañía cuyo pasado mayormente sólo muestra una falta total de respeto por nuestros datos y por nuestra privacidad?…
Y ya la pregunta del millón (nunca mejor dicho) sería: ¿Se puede dar seguridad y privacidad a los usuarios con unos mínimos estándares de calidad, cuando al fin y al cabo a los que vendes es a ellos mismos? Uno echa realmente en falta un reconocimiento público de los terribles errores cometidos en el pasado, y una colaboración muy estrecha con las autoridades competentes para lograr luchar eficazmente contra la corrosión sistémica con la que la propaganda está acabando con nuestras democracias, una tras otra. Luego se quejarán de medidas como las anunciadas por Elizabeth Warren, que permitirían acusar penalmente a compañías colaboracionistas con el escarnio de la propaganda; pero sin embargo varias de las compañías afectadas han desperdiciado decenas de ocasiones para que eso no llegase a hacer ninguna falta. Más que rasgarse las vestiduras, algunos deberían quitárselas junto con la careta: sólo así podríamos llegar a hablarles a la cara a partir de ese momento. Seguir bailando como si nada al son de este particular baile de máscaras sólo hace que todo el sector pueda parecer un auténtico carnaval.
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