¿Aún recordamos el brindis de Nochevieja? ¿O hemos abandonado ya las metas y deseos? Porque hoy vamos a ver cómo cumplir los propósitos de Año Nuevo.
O, más bien, vamos a ver qué aumenta las probabilidades de hacerlo. A estas alturas, y especialmente si sigue esta sección, ya sabrá que, como bien entienden los campeones de póker, ese es el verdadero juego en el que estamos, porque la seguridad y la certeza son para los cuentos de hadas.
Así que empecemos haciéndonos la pregunta importante.
¿Funciona ponerse objetivos de Año Nuevo?
Lo cierto es que, psicológicamente, fechas como el principio de año suponen una motivación extra, por las implicaciones que tienen de nuevo comienzo y la noción de que lo antiguo puede quedar atrás. Es por eso que nos sentimos inclinados a afirmar que, este año sí, buscaremos un mejor trabajo, ordenaremos nuestras finanzas y ahorraremos por fin para eso que necesitamos.
Sin embargo, los datos también demuestran que, para una mayoría, los objetivos de Año Nuevo apenas son un recuerdo cuando llega marzo.
Parece que esa motivación se desvanece porque la vida ya se sabe, tiene la manía de ser más complicada de lo que parece y poner más trabas de las que esperamos.
Por qué fallan los propósitos de Año Nuevo
Aunque no sirva de consuelo, no fracasamos por vagancia, sino porque, esencialmente, las personas somos terribles a la hora de predecir el futuro.
Entre los sesgos psicológicos que todos tenemos, están los de la falacia de planificación y lo que los psicólogos Janet Polivy y Peter Herman denominan «el síndrome de la falsa esperanza».
Ambos vienen para golpearnos con la realidad de que somos demasiado optimistas con los propósitos de Año Nuevo. Tanto respecto al tiempo que pensamos que nos costará lograr algo (siempre va a ser más del previsto), como en la percepción que tenemos de la capacidad de nuestro yo futuro para hacer cosas, que siempre la imaginamos mayor de la que será.
Al fin y al cabo, todas las veces nos decimos que «empezaremos el lunes» con algo y nos imaginamos trabajando muy concentrados en el tema, pero, cuando llega ese lunes, todo sigue igual.
Para que no sea así, esto es lo que mejor funciona.
Cómo cumplir los propósitos de Año Nuevo, según la ciencia
Hay 6 tácticas que se han demostrado más efectivas que el resto para eso, son las siguientes:
1. Pon el tipo de objetivos adecuado
«Voy a dejar de fumar» o «voy a dejar de comer dulces» son objetivos que, según lo que se ha estudiado, pueden no ser los más adecuados.
Cuando se cuantificaba el éxito de las resoluciones de Año Nuevo, los participantes del estudio con metas evitativas o negativas, como no hacer esto o abandonar lo otro, tenían menos éxito que los que se proponían metas en positivo, como conseguir algo nuevo.
La diferencia era del 58,9% de éxito contra el 47,1% a favor de los que querían introducir algo nuevo en sus vidas (una comida más sana, por ejemplo) que los que querían quitar algo de ella (como los dulces o el tabaco).
2. Sé humilde
¿Quieres perder 10 kilos? Mejor ponte 5 como propósito. La psicóloga Fiona Jones comprobó que, aquellos que se ponían metas más modestas en los programas de ejercicio, las conseguían más y abandonaban menos.
Y lo que es mejor, el éxito engendra éxito.
A pesar del extraño culto al fracaso que profesan algunos, con proverbios como «falla más rápido» y otras frases desconectadas de la realidad, es el éxito de lo que más se aprende y lo que más motiva.
3. Hazlo en grupo
Se ha demostrado a menudo que las dinámicas de grupo contribuyen a mantener motivadas a las personas a la hora de hacer una tarea.
Todos hemos podido comprobar que, si hemos quedado con alguien para ir al gimnasio o salir a correr, nos resulta más difícil escaquearnos.
De un tiempo a esta parte, han surgido incluso apps para trabajar «en compañía» virtual de otras personas o para motivarnos en grupo a hacer otras tareas. La base científica es sólida, así que busquemos cómplices para nuestros propósitos de Año Nuevo.
4. Comprométete públicamente con alguien que te importa
Como tu cónyuge o los amigos. Esto conecta, en parte, con el anterior consejo probado, porque la vergüenza de fallar y sentir la decepción del grupo son motivadores importantes.
Esta es una táctica que, personalmente, me ha funcionado bien, lo cual no dice mucho positivo de mí y mi amarga visión de las cosas. Cada vez que tenía un proyecto entre manos, comentaba públicamente ante mis clientes cuándo lo terminaría y podrían verlo.
Fallar hubiera implicado la vergüenza y la desconfianza en mis capacidades, algo terrible para mi economía y negocios. Lo cual, nos lleva a lo siguiente…
5. Pon algo que deseas en riesgo
Nos motiva más no perder que ganar, es por eso que algunos tratan de aumentar las probabilidades de cumplir sus objetivos dando la vuelta a la tortilla. En lugar de obtener una recompensa por hacerlo, sufren una pérdida que no soportan si fallan.
Cuanto más emocional, mejor. Así, donar al partido político que aborreces o regalar a un amigo la consola que más te gusta, nos motivará más que comprarnos algo que quedará olvidado a los dos días.
Otra variante es darle 100 euros a un amigo e ir recuperando 20 cada vez que logramos una meta. Si no es así, se queda el dinero.
Como en todo lo psicológico, la variabilidad en cuanto a resultados de estas tácticas es alta, según sean las «taras» más acentuadas en unos u otros. Hay personalidades a las que esto les enciende una hoguera bajo los pies y se mueven, pero, para otros, puede ser paralizante y que salga el tiro por la culata.
Por eso, es importante probar en nuestro caso particular o, quizá, en vez de jugar con la emoción, la clave sea quitarla de en medio.
6. La llave para cumplir los propósitos de Año Nuevo está en los hábitos
La motivación es una compañera de viaje caprichosa. Atractiva y genial cuando todo va bien, te abandonará a las primeras señales de dificultad. Mucho mejor los feos, aburridos y fiables hábitos, como el que formamos lavándonos los dientes.
Con los hábitos, la motivación no hace falta. ¿Y cómo se forman esos hábitos? Ya he dicho que son feos y aburridos, así que la respuesta también lo es: mediante repetición.
No hay otro secreto y yo tengo uno de esos temperamentos en los que, cuando formas un hábito, no te sientes bien al ejecutarlo, pero te sientes mal si no lo haces. Un desastre para la cordura, pero algo es algo si me sirve para lograr mis metas.
Es por eso que, quizá, la mejor manera de cumplir propósitos sea proponernos repetir cada día una tarea que nos pueda llevar hasta ese objetivo deseado. Algo que conecta con el que, quizá, sea el meollo principal del tema de hoy.
¿Y si la mejor manera de cumplir los propósitos de Año Nuevo es no tenerlos?
Hay un proverbio: Todo el mundo establece objetivos y los ganadores establecen sistemas.
La realidad es que los objetivos y propósitos tienen una serie de inconvenientes en su esencia que, mientras seamos humanos, no podremos evitar. Ya hemos visto los sesgos al principio y no importa que sepamos que el lunes no estaremos más motivados que hoy para empezar a hacer algo, nos va a seguir pareciendo que sí.
Por eso, mejor implantar un sistema.
La vida es impredecible y sometida a los caprichos de la suerte. No podremos controlar resultados y una de las lecciones más duras que todos aprendemos es que a veces lo haremos todo bien y, aun así, no conseguiremos lo que deseábamos.
Sin embargo, sí podemos hacer dos cosas:
- Controlar lo que hacemos cada día, aunque no controlemos el resultado de esas acciones.
- Entender y meternos en la cabeza que cualquier progreso es victoria en un contexto como el que vivimos. Además, por poco que parezca que hagamos cada día, el tiempo pasa volando y esos 15 minutos diarios aprendiendo alemán marcarán una diferencia notable en septiembre, aunque no lo parezca en febrero.
Así, en vez de decir que vamos a aprender alemán, decidimos que usaremos los 15 minutos en el metro para ir avanzando con una app, o lo que sea. En vez de decir que dejaremos de fumar, decidimos no tener cigarros en casa y tomar tres chicles de nicotina diarios.
En definitiva, establecer un sistema compuesto de buenas prácticas a seguir que podamos controlar. Y que el verdadero objetivo sea seguir ese sistema a diario, tratando de librarnos de la tiranía del resultado.
Incluso cuando haya sido un día malo y no hayamos memorizado una sola palabra del alemán, o hayamos hecho menos flexiones que ayer al levantarnos, hacerlo ya es la verdadera victoria. De verdad que hoy no lo veremos, ni mañana, pero en septiembre, sí.