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El mundo cambia con las rápidas subidas de los tipos de interés, así un Ayuntamiento va a invertir

Un Ayuntamiento que quiere obtener algo de sus ahorros e indirectamente beneficiar al contribuyente en vez de ignorar la posibilidad de invertir no debería de ser noticia, pero en España después de años de derroche por parte de las Administraciones Públicas es una noticia muy interesante. Sobre todo porque abre el debate sobre si debe invertir o no un Ayuntamiento y tener un exceso de ingresos sobre los gastos que tiene.

La rápida subida de los tipos de interés está cambiando el mundo, y se nota aquellos que saben adaptarse bien y quienes siguen pensando en términos de 2019. En Villena se están adaptando y no creo que sean los últimos en hacerlo.

Desde la crisis inmobiliaria de 2008 y la de deuda soberana de 2012 hasta la puesta en marcha de 2021 y 2022 del mundo post pandemia de la Covid19 hemos vivido un tiempo excepcional en lo que a tipos de interés se refiere. En las subidas de tipos de interés que hemos estado viendo en 2022 y 2023 estamos volviendo a lo que podía ser una normalidad que hemos olvidado en este tiempo en el que los tipos de interés han estado rondando el cero o incluso han sido negativos.

Villena es una localidad de unos 34.000 habitantes en Alicante que va a empezar a aprovechar esta situación. Los intereses bajos animan a endeudarse, y los altos a ahorrar. Tienen un presupuesto de 31,5 millones de euros anuales y prácticamente nada de deuda. El equipo de PSOE-Los Verdes del Ayuntamiento de Villena (Alicante) ha empezado a provechar esta situación y ha abierto una cuenta corriente en el Banco de España de la que esperan obtener 23.000 euros anuales de unos quince millones de euros de tesorería.

La decisión de hacerlo en el Banco de España es que afirman que la oferta es superior a la que ofrecen las entidades privadas, que no corren riesgo de solvencia por entidades privadas y que facilita la relación el ser organismos públicos. O una pesadilla burocrática añado yo.

¿Quieres que tu ayuntamiento tenga un fondo soberano?

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La cuestión es ¿tenemos un Ayuntamiento bien gestionado si le sobra el dinero? Porque lo primero que uno puede empezar a pensar es que este Ayuntamiento está obteniendo más impuestos de sus contribuyentes de lo necesario si tiene un exceso que busca invertir. Creo que un emperador romano le dijo a un gobernador de una provincia que aportó más impuestos de lo esperado “quiero que mis ovejas sean esquiladas, no afeitadas”.

Por otro lado, es normal que el ayuntamiento tenga una tesorería suficiente para el funcionamiento de sus actividades normales (urbanismo, policía local, biblioteca, alumbrado, servicios sociales, fiestas y juventud, etc). Es decir, los gastos no son lineales, algunos pagos se hacen una vez al año, no mensualmente como si fueran una suscripción a Netflix.

Lo segundo es, si queremos que sobre ¿qué hacer con ese dinero? Tenemos el ejemplo de los fondos soberanos a mayor escala, como pueden ser el caso de Singapur, Qatar o Noruega. Todos son capaces de tener inversiones en lugares lejanos. ¿Queremos que los ayuntamientos tengan su pequeño fondo?

Personalmente creo que los políticos no son los mejores gestionando carteras (salvo excepciones), pero lo cierto es que después de haber vivido casi toda mi vida bajo gobiernos que gastan más de lo que ingresan, creo que estoy dispuesto a que devuelvan deuda y aspiren a invertir.

No obstante el caso del Ayuntamiento de Villena es algo menos pretencioso, ya que se trata de simplemente sacarle rentabilidad a la liquidez normal que tiene el ayuntamiento. Cosa que existiendo esta posibilidad, creo que sería irresponsable por parte de los regidores municipales no hacerlo.

Preguntas a los lectores ¿creen que el Ayuntamiento de Villena hace bien? ¿Debería su Ayuntamiento seguir ese ejemplo? ¿Deberían de invertir en otros productos más rentables y arriesgados que una cuenta corriente?

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¿Está el mundo entrando en la era post-imperio de los EEUU? Hay figuras destacadas que ya lo asumen como cierto

La Historia es una continua sucesión de imperios que sucumben, y de imperios emergentes que toman al asalto los restos que quedan de los primeros. No contamos nada nuevo cuando decimos que, como todos los imperios, el imperio estadounidense habrá algún día en que también caiga, y que en ese momento llegará otra superpotencia a ocupar su lugar, ejercer la dominación mundial, y controlar terceros países con el fin último de ejercer sobre ellos su poder y vivir a costa de ellos.

Hoy debemos hacernos eco de ciertas voces que actualmente, ya no es que auguren que la caída del imperio estadounidense sería inminente como analizamos en el pasado, sino que directamente afirman que ya hemos entrado de lleno en la era del post-imperio estadounidense. Y no duden de que ya hay otras superpotencias caninas por quedarse con lo que serían esos supuestos restos del imperio de EEUU.

Si la “ciudad eterna” que es Roma también cayó con su vasto imperio, cualquier otro imperio también acabará cayendo en algún momento

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El caso es que, por muy plácidos que vivan algunos bajo el imperio estadounidense, y por mucho que quieran extenderlo en el tiempo para alargar al máximo posible su placidez, creo que la realidad más objetiva es que no está en ningún caso en cuestión que dicho imperio vaya a acabar cayendo algún día como imperio global. Y en el mundo globalizado en el que vivimos hoy por hoy, esa posibilidad sólo abriría dos posibles escenarios subsiguientes. O bien la dominación mundial sigue teniendo carácter global y llega otra superpotencia a ejercerla, o bien acabamos yendo definitivamente a ese mundo regionalizado con varias superpotencias como líderes regionales. Éste último es un escenario también probable que ya les expusimos cuando analizamos cómo la globalización había entrado en una fase al ralentí: la Slowbalization.

Pero si va a acabar habiendo un nuevo líder global o varios líderes regionales no dependerá tanto de las ambiciones de otras superpotencias, como de los restos que queden del imperio estadounidense. Si EEUU logra reinventarse y refundar su sistema socioeconómico, sin descartar que pueda despertar de nuevo pasiones entre los países desarrollados, lo que es seguro es que muy probablemente al menos se erigiría en líder regional de su área geoestratégica de influencia. Pero esto no será tampoco porque no haya otras superpotencias regionales haciendo denodados esfuerzos por tomar el poder mundial al asalto, y no ceder ni una sola parcela de poder en lo que aspiran sea su futuro imperio propio: ¿Por qué limitarse a ser un líder regional cuando pueden optar a lucrarse y vivir de todo el resto del mundo? La ambición humana y la sed de poder de nuestra especie es así: nunca es suficiente, y todo imperio quiere el máximo poder que pueda ejercer (y el máximo dinero que pueda recaudar de otros países, obviamente).

Y no crean que esto son conjeturas o ideas con poco fundamento de un servidor. Esos otros aspirantes a líder imperial ya están a día de hoy haciendo denodados esfuerzos para catalizar ese momento “Big Crunch” del imperio estadounidense, y además para tratar de conseguir que llegue cuanto antes. Maniobras como el salto de la guerra comercial a la lucha por la hegemonía mundial en divisas ya serían una buena muestra de ello, y ya hay voces que claman por “desacoplar” el Yuan del Dólar para hacerlo un aspirante a divisa hegemónica global. Esto son hechos, al igual que lo es la propaganda que se instrumentaliza como herramienta de conquista socioeconómica, y que a algunos tanto les cuesta ver. Simplemente miren un poco a su alrededor, consulten información y fuentes rigurosas, y conserven un espíritu crítico (y autocrítico) saludable: la combinación de todo ello les permitirá apreciar la realidad de lo que nos están echando encima para someternos, pero que tratan por todos los medios que no sea evidente para tenernos narcotizados hasta que sea demasiado tarde.

Si ese momento del ocaso del imperio estadounidense está llegando ahora mismo, es algo que no sabremos 100% seguro hasta que éste no haya caído definitivamente. Tengan en cuenta que este ocaso podría incluso degenerar en una época sostenida de decrepitud, en lo que puede llegar a ser un largo proceso que, en otros casos como el del Imperio Romano, esa época cuesta abajo llegó a durar literalmente siglos, con varios emperadores imperando en el “mientras-tanto” y a cada cual más auto-destructivo. El final de la historia ya lo conocen perfectamente, y acabó con el caballo de Atila machacando Occidente con sus cascos, y haciendo que la hierba no consiguiese crecer de nuevo durante siglos de oscuridad socioeconómica, al menos en comparación con lo que había sido el floreciente Imperio Romano.

Igual que hoy por hoy el mundo gira frenéticamente rápido, es posible que el imperio estadounidense pueda acabar cayendo al mismo ritmo

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Pero en el mundo frenético que nos ha tocado vivir, es muy difícil que esto vaya a ser así y vayamos a tener sucesivos emperadores a cada cual más decrépito, extendiendo su reinado durante décadas y siglos. Lo digo especialmente porque ya hay otras superpotencias muy poderosas literalmente al acecho para quedarse con el “pastel”, dentro del cual también está la “guinda” de Europa. Y por cierto, dicho sea de paso: ni el imperio estadounidense es (o ha sido) perfecto, ni sus imperfecciones automáticamente deben implicar que no podamos meternos en cualquier momento en algo que pueda resultar mucho peor.

Esto lo decimos porque el "pequeño" problema que ya les expusimos en el análisis sobre el desacople Yuan-Dólar es que toda superpotencia que se lanza a la conquista de la dominación mundial (que son todas) lo hace expandiendo su propio sistema socioeconómico y sus valores (o des-valores, según sea el caso). Así por ejemplo, China, en su lucha por la hegemonía mundial, extendería por el resto del mundo su total ausencia de valores democráticos y su prácticamente inexistente sistema de libertades individuales, al menos comparativamente con los evolucionados estándares de los países desarrollados. En el otro lado del prisma, a pesar de todas sus fallas (a veces insalvables y que tantas veces hemos expuesto aquí), tenemos a unos EEUU que hicieron lo propio con sus valores democráticos y su régimen de libertades, que serían mejorables y criticables, pero que al menos tenían algo que ofrecer en este sentido.

De hecho, tras el fin de la fatídica Segunda Guerra Mundial, los países que habían sido ocupados por EEUU en la liberación de Europa acabaron viendo cómo en ellos EEUU promulgó con éxito el instaurar sistemas de libertades y democracias de pleno derecho, con una flagrante y elocuente diferencia respecto a lo que ocurría al otro lado del Telón de Acero. Y así los EEUU extendieron sus valores por buena parte del mundo desde el primer momento en que fueron teniendo ocasión, en paralelo a lanzarse a la expansión territorial de su imperio (o más bien comercial, e incluso también militar, que sus misiles sueltan de vez en cuando). Con más o menos críticas, el hecho incontestable es que este sistema nos llevó a las décadas de progreso y bienestar que todos hemos disfrutado hasta ahora, y además lo ha hecho siendo también nosotros libres, o al menos infinitamente más que en otros sistemas y bajo otras superpotencias.

Ante esta evidencia, ahora resulta que algunos sectores de la propaganda tratan de inocularnos la falsedad de que la libertad y la democracia en realidad sólo son un símbolo de debilidad, ante el que los imperios cederían cuando encaminasen ya su cuesta abajo. Les delata cómo caen en justificar lo injustificable de su propia y flagrante falta de derechos y libertades, y cómo obvian que el imperio estadounidense tomó desde el primer momento los valores democráticos como uno de sus pilares fundamentales a prodigar entre sus aliados. Pero ni aquí tratamos tampoco de vender sistemáticamente un modelo estadounidense sobre cuyas fallas hemos escrito largo y tendido, ni de criticar el modelo chino por criticarlo, pero es que el otorgar libertad y derechos fundamentales a tus ciudadanos es un evidente síntoma de fortaleza; y tampoco es exclusivo del imperio estadounidense, por cierto. De hecho, tenemos a los propios griegos, que no olvidemos que fueron los creadores de la primera democracia de estado del mundo con aquella democracia ateniense, inventada allá por el siglo V antes de Cristo. Aunque esta primera democracia no sobrevivió mucho en aquel momento como nueva forma de gobierno (debido a su juventud entre otros factores), lo cierto es que no se puede decir que naciese precisamente en un momento de decrepitud de la civilización griega. Aunque finalmente ésta fuese conquistada (o más bien integrada) en el Imperio Romano, vio cómo muchos de sus valores políticos y democráticos pervivieron ya en la antigua Roma, y hasta en nuestros días siguen influenciando poderosamente a dirigentes y políticos de los países del planeta más evolucionados políticamente.

Seguramente, de haber sufrido comienzos sin ningún tipo de valor democrático como los que algunos nos tratan de colar hoy por hoy, a estas alturas, en vez de con execrables campos de reclusión como el de Guatánamo, estaríamos ya con esos siniestros "campos de re-educación" masivos con tintes étnicos que tanto se prodigan en otras superpotencias. Estos campos no sólo parecen planificados fría y minuciosamente, sino que además tratan de ocultarlos al mundo por todos los medios, intentando silenciar agresivamente y censurar medios (incluso occidentales). Y por cierto, que cuando un servidor les ha hablado de estos temas, lo ha hecho aportando siempre enlaces con información rigurosa e incluso papeles oficiales originales que atestiguan las prácticas que allí se llevan a cabo. Aún así, en justicia, debo hacerme también eco de que hay opiniones discordantes, y que ha habido lectores que me han ”prometido muy cariñosamente" enlaces con presuntas verdades alternativas, que como siempre estaré encantado de poder valorar, por si en esta ocasión yo tuviese que corregir en algún punto concreto tras publicarse nuevos datos (aunque la evidencia de los documentos oficiales que les he enlazado hacen que esta posibilidad sea bastante remota).

Que conste que nosotros aquí tratamos de juzgar sólo datos y hechos, y que ni sentimos una predilección especial por el imperio estadounidense, ni sentimos una animadversión especial por el imperio chino: de hecho, he criticado y he alabado a ambos cuando ha tocado. Y además, no les estaría diciendo lo que les estoy diciendo hoy sobre China si por ejemplo el régimen comunista de aquel país hubiese abrazado las reformas democráticas y la concesión de derechos humanos a unos ciudadanos chinos que, no lo olvidemos, también deberían tener esos derechos, pues son igualmente seres tan humanos como nosotros. Y es que otro grave extremo al que llegan en el gigante asiático son esas sentencias de muerte tan censurables como las estadounidenses, pero que en China su cifra les hace líderes mundiales en ejecuciones, sin ni siquiera saberse con precisión el número exacto de la multitud de ejecutados cada año. Amnistía Internacional publica periódicamente sus estimaciones en una serie de informes sobre la vulneración de los derechos humanos, las torturas y las ejecuciones, en los que China sale siempre muy mal parada. Además, esa cifra exacta de ejecuciones es uno de los secretos mejor guardados por las élites políticas del país, estando incluso declarada con el rango de secreto de estado. Les expongo todo esto aquí para que puedan apreciar que todo imperio potencial tiene también sus “pequeñas” desventajas, y que no sólo las tiene el de EEUU.

Y es que vendernos que un sistema sea más débil por permitir y fomentar la prensa libre y el espíritu crítico (y especialmente el auto-crítico) es un absoluto sinsentido, cuando en realidad ello es todo un alarde de robusta fortaleza. Este grado de libertad en realidad es propio del que no teme enfrentarse a la crítica para tratar de reinventarse y mejorar, y propio también del que sabe que no necesita recurrir al rodillo de la represión y de la propaganda para forzar a los ciudadanos a tragarse con embudo argumentos falaces, que de otra manera serían (y son) absolutamente intragables para cualquiera con un mínimo de coherencia y de espíritu crítico. Pero la propaganda es así: algo tienen que justificar aunque sea absolutamente injustificable, que alguno caerá.

Y la pandemia del Coronavirus no ha hecho sino aflorar algunas fallas del sistema estadounidense que llevaban algunos años (muy) latentes…

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En un plano más general, y entrando en el tema de la "casualidad o causalidad" del efecto pandemia, y en cómo éste por ahora parece estar afectando de forma sensiblemente más sistémica a la órbita anglosajona liderada por EEUU y UK, hace unas semanas la excepcional cabecera económica británica Financial Times publicaba un auto-crítico y excelente artículo sobre el tema de la era del post-imperio estadounidense. Era de esos artículos que a un servidor le despiertan sana envidia, porque demuestran que allí tienen una prensa que en muchos casos es ejemplar y de gran calidad, y muy alejada de los discursos únicos que lamentablemente se imponen "por las bravas" en otros países (algunos de ellos también están entre los desarrollados). En este artículo, el reputado FT reflexionaba que tal vez la principal razón del fatal "performance" de los anglosajones ante el Coronavirus pivote entre su excesivo individualismo y su prepotente autosuficiencia, ambos mucho mas exacerbados que en los países europeos.

Y es que, desde estas líneas, le encontramos gran sentido a este razonamiento, puesto que en esos países WASP ("White Anglo Saxon Protestant”) no han afectado a las conciencias sociales esos años de ocupaciones, guerras y sufrimientos extremos que hemos sufrido con mucha mayor intensidad y letalidad en la Europa continental. Por el contrario, en el Viejo Continente los sufrimientos extremos y continuos (hasta que se fundó la Unión Europea) han calado hondo en la conciencia social, y nos han permitido desarrollar una conciencia colectiva mucho más evolucionada ante la adversidad. Pero no ha ocurrido así con esos anglosajones que se han mantenido infinitamente más individualistas, y lo han hecho porque hasta el momento la Historia no les ha hecho necesitar del colectivo con mayor intensidad, salvo en paréntesis coyunturales como la Segunda Guerra Mundial, por cuya liberación del Viejo Continente más occidental los europeos debemos estarles eternamente agradecidos. Y lo del agradecimiento no debería ser sólo por los millones de muertos que pusieron sobre la mesa (los rusos pusieron muchos más), sino especialmente por cómo enfocaron nuestra reconstrucción de la mano de esos valores democráticos y de régimen de libertades que les comentaba antes, que al otro lado del Telón de Acero nunca llegaron a tener hasta la caída del Muro, lo cual les hizo perder décadas de progreso socioeconómico y de vida en libertad.

Por otro lado, y ahondando en qué les puede estar haciendo sufrir con especial virulencia la crisis pandémica, el modelo socioeconómico anglosajón es el que en los últimos tiempos ha sido el líder hegemónico indiscutible en el planeta, un punto que ha podido hacer que la rotunda autosuficiencia que apuntaba el FT se haya podido volver gravemente dañina al calor del Coronavirus. El problema es que la (a veces) falsa sensación de seguridad que suele otorgar saberse victoriosos como sistema ha podido impedirles mantenerse en guardia frente a los peligros socioeconómicos que podía implicar un cisne negro como la pandemia, con fuertes tintes socioeconómicos. Y hablando una vez más de ese concepto de Socioeconomía que hace ya años re-acuñamos desde aquí, éste de la autosuficiencia es un tema socioeconómicamente apasionante que ya les analizamos para el caso concreto de Reino Unido. En su momento, les hicimos una interesante comparación entre UK y aquella España emergida con la "Generación del 98" tras la caída de su propio imperio ("La verdadera razón por la que el Brexit está siendo un fracaso estrepitoso (y será aún peor si se consuma)"). Eso sí, dejaremos ya para otro día el tema del tallaje y la altura política de los principales dirigentes anglosajones actuales, con un Trump y un Johnson de los que nos limitaremos a decir que la corrección y la cautela no son precisamente unas de sus virtudes. Y es que, como elocuente demostración de las tesis del artículo de hoy, ambos acaban por llevar la autosuficiencia y la abnegada rotundidad más sistemática mucho más allá de lo admisible y... de lo que el sistema y la Socioeconomía parece ser capaz de soportar. Un límite que de hecho habrían podido acabar por sobrepasar sobradamente con su nefasta gestión del COVID-19 (sin volver a incidir en lo también nefasto de la gestión en España).

Tampoco olviden lo que siempre les decimos desde estas líneas, y que es que, desde que la Historia es Historia, toda superpotencia siempre ha aspirado a la dominación mundial, y a ejercer su dictado sobre otros países con el fin último de vivir a su costa. En ese sentido, el artículo del FT enlazado antes acaba reflexionando que, a pesar de la caída en picado de la hegemonía mundial de EEUU, buena parte del mundo sigue mirando hacia este gran país para, de alguna manera, seguir tratando de trazar su propio futuro tomando el ejemplo que pueda quedar al otro lado del Atlántico. Y desde aquí añadiríamos que, si bien esto es totalmente normal en un escenario de inercia y de repentino vacío de poder en lo que a hegemonía mundial se refiere, la cuestión verdaderamente inquietante es quién tratará de ocupar a continuación ese lugar objeto de las miradas de todo el mundo, en el caso de que EEUU dejase finalmente de ejercer como líder.

No podría decirles si este extremo post-EEUU puede llegar a hacerse realidad del todo en el momento actual (aunque ya nos hicimos eco en el pasado de esas voces que auguraban que la caída del imperio estadounidense era inminente), pero lo que sí que está claro es que actualmente estamos inequívocamente en la era “post” de algo. Si es una era previa a la esencial refundación del capitalismo que tantas veces hemos reclamado desde aquí, o si es previa al surgimiento de otro nuevo imperio de otra superpotencia, es algo que sólo el tiempo nos podrá decir, pero no duden de que ya hay fuerzas “camufladas de lagarterana” y ciertamente antagónicas luchando por tirar del mundo en una y otra dirección para llevarse “el gato al agua”.

Candidatos a ocupar el lucrativo lugar del líder mundial no faltan, desde luego, y muy conscientes de la situación actual de cierto vacío hegemónico, los hay que aprovechan el momento para tratar de extender su particular concepción de un liderazgo fundamentado en la adoración mesiánica más idealista. Como resultado de ello, a buen seguro que empezaremos a ver todavía más vendedores de prebendas y de sistemas debidamente "idealizados", pero a los que luego no les queda otro remedio más que presentarse en sociedad con eslóganes de feriante, porque algunos ideales son más de cartón-piedra que la "cueva del terror" del parque de atracciones ("atracciones": nunca mejor dicho). Para eso, es mejor no someterse bajo el dictado de ningún líder, o incluso erigirse uno mismo en su propio líder como Europa no ha sabido (o no ha querido) hacer en las últimas décadas. Esto último siempre es mejor que la mala elección de adoptar como líder a un modelo socioeconómico muy poco evolucionado, y ubicado en las antípodas de nuestros ideales y valores más netamente europeos.

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Europa no tiene mucha opción más que hacerse mayor y salir de debajo de las faldas de su protector, porque, además, si de ideales va la cosa, como demostración de fortaleza, los europeos destacan en este maremagnum por su nivel evolutivo y por su ambición más democrática y en pos de las libertades, por mucho que nuestro sistema tenga puntos muy mejorables. El hecho es que, cuando uno echa la vista un poco afuera y ve lo que impera en otras superpotencias, acaba pensando aquello de "Virgencita virgencita, que me quede como estoy". Y es que siempre siempre siempre se puede ir a mucho (muchísimo) peor... Seamos creyentes, agnósticos, o ateos, Virgencita, no nos dejes por favor, que el panorama fuera de Europa es realmente desolador...

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Riesgos de un mundo postpandémico

Inicio la presente entrada justo en el momento en que España entra en su sexta y presumiblemente última prórroga del estado de alarma. El coronavirus sigue su curso asimétrico de desarrollo global, expandiéndose en algunos países mientras retrocede o desaparece en otros. En el camino, 7 millones de casos confirmados y más de 400.000 fallecidos, superando los 27.000 en España según cifras oficiales, aunque cualquier analista sensato entiende que son muchos más.

Este nuevo artículo de mi "serie pandémica" pretende ser una continuación de la entrega anterior, dedicada a las tendencias globales que trae consigo la mal llamada nueva normalidad. Como apuntaba entonces, tales tendencias van acompañadas también de riesgos de todo tipo. Algunos son emergentes e inherentes a la nueva coyuntura, otros, viejos conocidos con perfil renovado. Hoy nos centraremos en los más relevantes e inmedatos. Ser conscientes de ellos puede ayudarnos a navegar por la mar gruesa e incierta de nuestra realidad actual. Como apuntó en su día la Almirante Grace Murray Hopper, un barco en el puerto es seguro, pero no es para eso para lo que se construyen las naves. Hay que navegar en el mar y hacer cosas nuevas. Y nos va a tocar hacer muchas en los tiempos que vienen.

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Riesgos económicos

Sobre esta cuestión, ya apuntamos algunas ideas en el segundo artículo de la serie, expresadas siempre bajo un gran interrogante. Sabemos que las consecuencias económicas negativas están siendo de gran envergadura, porque lo vamos observando a tiempo real. Sabemos también que la dimensión del daño dependerá de lo que tardemos en contener el virus a medio y largo plazo. A corto plazo, en aquellos países donde el coronoavirus retrocede y la actividad se va recuperando, podremos observar una reactivación económica relativamente rápida, aunque todavía incierta. Rápida, porque pasar de la parálisis al mero movimiento tiene efectos inmediatos y evidentes en la economía. Incierta, porque tanto a nivel doméstico de muchos países como a escala global, partimos con unos cimientos estructurales e institucionales todavía frágiles como consecuencia de la crisis de 2008. En este sentido, merece destacar un excelente análisis de Fitch sobre los grandes riesgos económicos de los meses venideros. Podemos destacar tres grandes apartados:

  • Sostenibilidad financiera a largo plazo: muchos países ya fuertemente endeudados y con déficit han lanzado paquetes de estímulo/rescate/ayuda cuyo importe global estimado por el FMI a finales de mayo alcanzó la mareante cifra de nueve billones de dólares, desglosados en 4,4 billones de dólares de transferencias fiscales directas y otros 4,6 billones en medidas de otro tipo. 9 billones; quédense con ese número.

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    Sin ajustes estructurales que acompañen este brutal esfuerzo de corto recorrido, veremos déficits y deudas muy elevados en un contexto de crecimiento incierto, lo que arroja nuevas dudas sobre la sostenibilidad de todo el entramado, especialmente en los países estructuralmente más frágiles, y ya no digamos las naciones en desarrollo. Recordermos que la relación deuda / PIB global alcanzó un máximo histórico de más del 322% en el tercer trimestre de 2019, con un montante total cercano a 253.000 millones de dólares: más de 72.000 millones en las economías emergentes (223% del PIB) y más de 180.000 millones en las economías desarrolladas (383 % del PIB). No descartemos el riesgo de crisis soberanas.

  • Estancamiento: ya hemos señalado que deuda y déficit irán acompañados de un crecimiento lento por debajo de lo que resulta necesario para procurar una recuperación robusta en el tiempo. La respuesta al parón empresarial, al desempleo y a las enormes necesidades de atención social generados por la pandemia auguran la proliferación y preferencia por medidas de apoyo al crecimiento a corto plazo, que impactarán sin duda en los retos del medio y largo plazo, comprometiendo así las acciones futuras. La política monetaria tampoco puede ser ya ese gran revulsivo que algunos todavía esperan.

    Condiciones Financieras

    Las repetidas intervenciones monetarias habidas desde 2014 ya parecían haber alcanzado su límite en cuanto a capacidad de estímulo antes de la irrupción del virus, al ser cada vez menos efectivas, incluso con tipos negativos, compra masiva de deuda y condiciones financieras extraordinariamente relajadas. Además de suponer un riesgo financiero de naturaleza sistémica, esto podría dar lugar a una trampa de estancamiento: si los agentes económicos deducen que las autoridades monetarias no serán capaces de contrarrestar una demanda decreciente,el consumo y la inversión se verán afectados, lo que incidirá en el crecimiento. Las expectativas pesimistas se vuelven de esta forma autocumplidas. Este ciclo de ?retroalimentación autocumplida? sólo puede tener lugar si los fundamentos de la economía son lo suficientemente débiles, que es precisamente lo que está ocurriendo en el contexto actual.

  • Desglobalización: se trata de un riesgo cierto que, a su vez, impacta negativamente en los dos elementos anteriores. Un magnífico Op-Ed de The Economist del pasado mes de mayo describía las líneas maestras de este proceso desglobalizador que afecta a la libre circulación de personas, bienes y capitales: regresamos a tentanciones proteccionistas y se abandonan las líneas maestras que han sustentado el libre comercio en estas últimas décadas; rompemos las cadenas de valor global en nombre de la resiliencia;repatriamos industrias; recortamos inversiones fuera de nuestras fronteras... Nos hallamos, en suma, ante una vieja y conocida receta para el fracaso. Siguiendo a The Economist:

"No nos dejemos engañar con que una sistema de comercio con una red inestable de controles nacionales vaya a ser más humana o segura. Los países más pobres encontrarán todavía más difícil estar a la altura y, en el mundo desarrollado, la vida será más cara y menos libre".

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Riesgos sociopolíticos

  • Mayor inestabilidad social y auge de los populismos: los riesgos económicos descritos en el apartado anterior (altos niveles de deuda, elevado desempleo, desprotección y desigualdad social, insuficiente crecimiento, aumento del proteccionismo) determinan, por su parte, un riesgo creciente de malestar social, tanto en los países en desarrollo como en el primer mundo. Para los países emergentes, el reto de satisfacer las necesidades de atención inmediata de una población que sigue en expansión puede superar con creces sus ya limitadas capacidades, lo que a incrementaría la fragilidad en las regiones más desfavorecidas e inestables del planeta, avivando a su vez los flujos migratorios hacia las naciones más ricas. Éstas, por su parte, con sus estados de bienestar sometidos a una presión sin precedentes por la pandemia, en especial sus sistemas de salud y pensiones, deberán hacer frente tanto a esta presión migratoria como a las propias tensiones sociales derivadas de la crisis, generando una mayor polarización e incertidumbre, caldo de cultivo para los extremismos populistas y una política más sucia y degradada. Todo ello tendrá consecuencias de todo tipo. Se trata de otro proceso que ya estaba en marcha antes de la irrupción del coronavirus y que la pandemia desgraciadamente ha acelerado.
  • Crisis institucional: la crisis socieconómica puede venir acompañada con una crisis de las instituciones, tanto a nivel de nación como a escala global. La deriva populista puede conducir a un menoscabo de las democracias liberales y su evolución a sistemas más autoritarios, no sometidos a los imprescindibles balances y contrapesos. A su vez, el debilitamiento de la gobernanza político-económica global y la ausencia de un verdadero liderazgo mundial realimentan los riesgos ya mencionados. La competencia hostil por el poder global frente a la colaboración amistosa han regresado con fuerza, augurando tensiones, conflictos y menores crecimientos. En este sentido, y al igual que ocurre en el aspecto económico, la pandemia ha agravado problemas preexistentes y evidenciado las debilidades inherentes de unas instituciones internacionales, nacidas en el siglo XX, que ya no reflejan adecuadamente los retos y equilibrios de un mundo completamente distinto. La cooperación global se halla en entredicho precisamente cuando es más necesaria, ya que las amenazas de este siglo han sido, son y serán globales.

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Apuntes finales

No quisiera cerrar esta entrada sin insistir en el último elemento señalado en el apartado anterior: nos hallamos en un mundo nuevo, heredero de una globalización imperfecta y en medio de una revolución tecnológica. El fenómeno globalizador ha configurado una realidad compleja y volátil, donde cualquier evento puede afectar a elementos muy dispares y geográficamente distantes. Lo hace, además, en tiempo prácticamente real y con nuevos actores, más allá de las naciones-estado: medios de comunicación globales, redes sociales, empresas transnacionales, grupos de interés, organizaciones no gubernamentales, organizaciones terroristas y mafias internacionales. Sus acciones (sean atentados terroristas, decisiones relativas a la ubicación de la actividad económica y el bienestar social, o la difusión de información contraria a un gobierno) desbordan ampliamente el territorio y la jurisdicción de cada estado, operando en espacios comunes globales como el cibernético, por naturaleza interconectado, deslocalizado y descentralizado. Esta realidad no tiene vuelta atrás, salvo cataclismo en contrario.

En este contexto, los riesgos propios de este nueva realidad y, desde luego, los que hemos descrito en la presente entrada, serán muy difíciles de gestionar por unas burocracias tradicionales que ya se hallaban cuestionadas al comenzar este siglo y que ahora se ven todavía más debilitadas por la pandemia. Por consiguiente, no nos queda otra que avanzar hacia unos nuevos cimientos institucionales y de gobernanza local, regional y global, capaces de responder a los enormes retos económicos, sociales, políticos, tecnológicos y de seguridad que tenemos por delante. Pero esto ya será tema para futuras reflexiones.

Hasta entonces, queridos lectores: never surrender.

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El mundo compite. La tendencia a rebajar el impuesto de sociedades

En los últimos años hemos presenciado una tendencia global vinculada a la reducción del tipo general del impuesto de sociedades. Un hecho que se ha visto compensado por el auge de los impuestos al consumo.

La globalización y la creciente importancia de la digitalización y los activos intangibles para la creación de valor han ejercido una presión cada vez mayor sobre los Estados nacionales para que compitan para tratar de promover la inversión.

El creciente papel de las multinacionales en la economía mundial, la reducción de las barreras comerciales y las mejoras en la tecnología son claros catalizadores de la competencia fiscal.

El actual entorno empresarial tiene más fácil servir a los mercados de forma remota y tienen más opciones a su disposición cuando se trata de localizar sus actividades productivas que en el pasado.

El mundo compite en el impuesto de sociedades

La competencia fiscal entre países está siendo el principal catalizador de este continuado descenso. Ello supone la reducción de los tipos del impuesto de sociedades o la concesión de incentivos fiscales para industrias o actividades específicas a medida que los países compiten por las actividades económicas móviles.

Esto se pone de manifiesto en la proliferación de regímenes fiscales que tratan los ingresos derivados de la propiedad intelectual de manera preferente y la tendencia general a la baja de los tipos del impuesto de sociedades.

Vayamos a los datos. Según el último análisis de la OCDE, el tipo promedio del impuesto de sociedades sobre la países toda la OCDE ha caído del 32,5% en 2000 al 23,9% en 2018. Se trata pues de una reducción de 8,5 puntos en el tipo general del gravamen. Y no hay color en la comparativa hace cuarenta años, en 1980, el tipo de sociedades en todo el mundo promedió el 40,38%

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Se trata de una muy buena tendencia. Los países con altos tipos impositivos en el impuesto de sociedades, han ido claudicado poco a poco ante la realidad impositiva de la competencia fiscal.

Nos encontramos con que gracias a la reforma tributaria de 2017 en los Estados Unidos acercó el tipo de sociedades, que era uno de los más elevados del mundo, a la mitad de la distribución. Anteriormente, el tipo de los Estados Unidos era del 38,91% (tipo general de sociedades más un promedio de los impuestos sobre la renta de las empresas recaudados).

Si algo bueno tiene Europa, en materia impositiva, es que nunca se ha llevado a cabo la homogeneidad fiscal, especialmente con el impuesto de sociedades, destacando a Irlanda y su tipo general del 12,5%. Por ello y combinado con la apertura comercial de Europa, los países europeos tienden a tener tasas impositivas en el impuesto más bajas que los países de otras regiones del mundo. Aunque eso no significa que haya que detenerse en esa senda marcada.

El impuesto de sociedades ante los nuevos modelos de negocio

Las multinacionales desempeñan un papel importante en el comercio y la inversión internacional porque representan la mitad de las exportaciones mundiales, casi un tercio de la producción mundial y una cuarta parte del empleo.

La globalización ha sido posible gracias a una liberalización económica, mediante procesos de apertura con menor carga arancelaria y los avances en el transporte y las comunicaciones que han originado la proliferación de cadenas de valor mundiales. Es un objetivo que hay que mantener y promover para preservar la eficiencia de las cadenas de suministro globales.

Pero con la digitalización de la economía ha sido posible la creación de nuevos modelos empresariales. En esta nueva realidad nos encontramos con los activos intangibles (marcas, patentes y otras formas de capital basado en el conocimiento) y los servicios (digitales) han adquirido mayor importancia.

Logos

Sin embargo, las normas que rigen la forma en que los países gravan los beneficios de las empresas multinacionales se basan en gran medida en principios establecidos a principios del siglo XX bajo los auspicios de la Sociedad de las Naciones.

Desde finales del siglo XIX, los países han celebrado acuerdos de doble imposición para garantizar que las empresas multinacionales no sean gravadas más de una vez sobre los mismos ingresos durante el mismo período por diferentes autoridades tributarias. Hemos visto que se han estado poniendo en tela de juicio ciertos principios fundamentales que subyacen a estas normas, ya que siguen estando adaptados a una economía física menos globalizada y dan lugar a nuevos desafíos.

Anteriormente, teníamos concebido que los principios generales de tributación, consagrados en el derecho tributario y en el derecho de los tratados, establecen que un país de origen solo puede gravar los beneficios empresariales de las empresas extranjeras atribuibles a un "establecimiento permanente", a través del cual la empresa lleva a cabo sus actividades en el país.

Por lo general, se considera que un establecimiento permanente es un lugar fijo de negocios, como una sucursal, una oficina o bien una fábrica. Sin embargo, la digitalización permite a las empresas desempeñar un papel activo en la economía del país sin un establecimiento físico permanente.

Las empresas digitales pueden llegar a usuarios y clientes de diferentes países sin una presencia local significativa, aunque puede haber una actividad, investigación y desarrollo importantes en otros lugares.

Por ejemplo, las webs de las redes sociales como Facebook pueden utilizar datos y contenidos generados por los usuarios y vender anuncios dirigidos a otras empresas, todo ello sin necesidad de establecer una oficina física en el país. Las tiendas digitales pueden acceder a los clientes de un país sin contratar empleados en él.

Las empresas altamente digitalizadas también se caracterizan por una gran dependencia de los activos intangibles. Esto plantea problemas a la hora de determinar cómo asignar los beneficios a efectos fiscales entre las empresas del mismo grupo de que operan en diferentes países.

Estas dificultades ya están dando lugar a disputas entre los contribuyentes y las autoridades fiscales y está en el centro del actual descontento con las normas tributarias. Y por ello, estamos viendo cómo por parte de la OCDE, se intenta diseñar para más tarde introducir la llamada Tasa Google a escala global, y gravar los servicios digitales que escapan del sistema tributario diseñado.

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asi-es-el-nuevo-mundo-laboral-ante-un-modelo-productivo-que-demanda-flexibilidad

Así es el nuevo mundo laboral ante un modelo productivo que demanda flexibilidad

Durante muchos años, el denominado trabajo por cuenta ajena a tiempo completo y con una duración indeterminada, ha sido la característica más notoria del mercado laboral en los países desarrollados que forman la OCDE. A esta modalidad laboral la han denominado el trabajo estándar.

No obstante, se ha observado que el trabajo denominado "no estándar" está ganando peso y es relativamente frecuente en estas economías. Nos encontramos con que en los países de la OECD, cerca del 15% de los trabajadores eran autónomos en el año 2013, el 13% y el 15% de los empleados dependientes tenían respectivamente contratos temporales o bien trabajaban a tiempo parcial, lo que implica menos de 30 horas semanales y la mitad de ellos por debajo de las 20 horas semanales.

Nuevos modelos laborales se abren paso

Hay una nueva realidad que se extiende en los países desarrollados. Se observa que algunos trabajadores están combinando diferentes dimensiones de trabajo no estándar, trabajando a tiempo parcial y con contratos temporales.

En muchos países que conforman la OCDE el trabajo a tiempo parcial ha ido en auge estos años. Las últimas cifras muestran que dos de cada tres países de la OCDE el empleo a tiempo parcial es hoy mayor que hace 20 años.

Además, el trabajo a tiempo parcial de corta duración (es decir, el trabajo de 20 horas o menos por semana) también ha aumentado del 6% del empleo dependiente en 1985 al 9% en 2005 en los 13 países para los que se dispone de datos, y se ha mantenido prácticamente estable desde entonces.

Hay que recalcar una realidad entre los países de la OCDE: los trabajos a tiempo parcial son tres veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres mientras que el trabajo por cuenta propia es especialmente habitual en los trabajadores de mayor edad. Esa parcialidad está estrechamente vinculada a que la flexibilidad de la carga familiar recae especialmente en las mujeres.

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Los trabajadores no estándar tienen, en promedio, ingresos más bajos que los empleados a tiempo completo con contratos indefinidos. En los 19 países de la OCDE de los que se dispone de datos, los trabajadores a tiempo parcial y temporales ganan alrededor de un 50% menos al año que los trabajadores a tiempo completo, siendo la diferencia mucho mayor en algunos países como Letonia y España.

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La diferencia se debe a un menor salario por hora, un menor número de horas trabajadas (por ejemplo, los trabajadores a tiempo parcial) y a las interrupciones en el empleo (por ejemplo, los trabajadores temporales). Al controlar las características de los empleados y los empleadores, la OCDE encuentra una penalización salarial por hora del 12% para los trabajadores temporales.

El empleo temporal ha seguido una tendencia ascendente a largo plazo. Entre los 14 países de la OCDE de los que se dispone de datos, pasó de aproximadamente el 10% del empleo dependiente a mediados de los años 80 al 13% en 2000 y al 14% en 2017. También se observa un aumento medio de un punto porcentual entre 2000 y 2017, del 11% al 12%, en un grupo más amplio de 27 países de la OCDE. Esta tendencia a largo plazo se debió tanto a una evolución gradual como a cambios rápidos.

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En el caso de España, ya ha sido explicado en reiteradas ocasiones. El 26% de los contratos son temporales fruto de una dualidad intensa dentro del mercado laboral entre el contrato indefinido y el contrato temporal, que fruto del blindaje del primero se ha sobreponderado el segundo en el mercado laboral.

Estos aumentos a largo plazo fueron impulsados por varios factores, entre ellos, el aumento del número de mujeres que se incorporaron al empleo a tiempo parcial, la modificación de las opciones de estilo de vida y, la evolución de la demanda de mano de obra a modalidades más vinculadas a la flexibilidad.

Los cambios en los modelos productivos impulsan los cambios laborales

La globalización, la automatización y los cambios demográficos transforman los mercados laborales a un ritmo rápido, lo que puede dar lugar a una expansión del trabajo no estándar. Existe un alto grado de incertidumbre sobre cómo se verán los mercados laborales en el futuro, pero un posible resultado es que habrá un número creciente de estos trabajadores.

Los países deben prepararse para esta posibilidad porque los mercados laborales están cambiando rápidamente, mientras que las respuestas de política, especialmente en el ámbito de las pensiones, suelen ser procesos difíciles y puede pasar mucho tiempo hasta que sus efectos se hagan evidentes.

El surgimiento de "nuevas" formas de trabajo suscita preocupación sobre la forma en que los trabajadores que participan en tales actividades están cubiertos por las futuras pensiones. Las "nuevas" formas de trabajo se refieren al trabajo de la economía colaborativa, a los contratos de muy corta duración, a los llamados contratos de cero horas, es decir, a los contratos sin garantía de horas de trabajo y, más en general, a otros tipos de trabajo por cuenta propia.

Muchos trabajadores con este tipo de contratos tienen un alto grado de flexibilidad en la organización de su trabajo, pero un bajo grado de seguridad laboral y bajos ingresos.

El trabajo no estándar está experimentando una transformación sustantiva. En los últimos años, la disminución de algunos tipos de empleo por cuenta propia, incluso en la agricultura, se ha visto compensada en parte por la aparición y la expansión de nuevas formas de trabajo, en particular los empleos que dependen de las nuevas tecnologías, como los taxistas de plataformas como Uber o Cabify.

Uber

Si bien hoy en día este tipo de trabajo representa sólo el 0,5-3% del empleo total en los países desarrollados, tiene una importancia considerable para los jóvenes que dependen de nuevas formas de trabajo con mayor frecuencia que las generaciones más antiguas y algunos de los cuales parecen valorar más la autonomía laboral.

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Las nuevas modalidades de trabajo hacen que la frontera entre el trabajo por cuenta ajena y el autoempleo sea aún menos clara de lo que solía ser. Por ejemplo, algunos trabajadores por cuenta propia son muy similares a los empleados por cuenta ajena en el sentido de que solo tienen un único cliente, carecen de independencia financiera y tienen un control limitado sobre sus condiciones de trabajo, incluido su horario de trabajo.

En promedio, en la OCDE, el 16% de los trabajadores por cuenta propia tienen un cliente predominante, con una tasa que oscila entre el 6% en Dinamarca y el 29% en la República Eslovaca. Si bien el hecho de tener un solo cliente no significa necesariamente que una persona sea clasificada erróneamente como trabajador por cuenta propia, existe el riesgo de que el falso autónomo sea común entre estos trabajadores.

Una nueva realidad que supone un desafío para los futuros pensionistas

Los contratos temporales suelen ofrecer una protección laboral menos amplia que los contratos de duración indefinida y los trabajadores temporales no suelen alcanzar la permanencia en el empleo necesaria para beneficiarse de la plena protección.

Por lo general, es relativamente fácil y barato para las empresas poner fin a un contrato de duración determinada al término de su vigencia - es decir, no renovarlo - mientras que tienen que cumplir con los plazos de preaviso y pagar indemnizaciones cuando despiden a trabajadores con contratos indefinidos.

En muchos países, las personas desempleadas siguen adquiriendo derechos de pensión mientras reciben prestaciones de desempleo. Si bien este instrumento amortigua el efecto de la pérdida de empleo en las pensiones, solo es parcialmente efectivo para los trabajadores temporales.

Los períodos de empleo cortos conllevan el riesgo de que los trabajadores no cumplan el número mínimo de días de trabajo necesarios para acreditar los períodos de trabajo (a menudo un mes o un trimestre) para tener derecho a las prestaciones de pensiones basadas en las cotizaciones.

Debido a la falta de portabilidad, los períodos de trabajo en diferentes empresas no siempre se suman, y los frecuentes cambios de trabajo dan lugar a una reducción de los derechos de pensión. Además, los derechos pueden pagarse en forma de suma global al término del contrato, lo que contradice el propósito de ofrecer protección en la vejez.

El trabajo a tiempo parcial también plantea problemas en materia de pensiones. En algunos casos, el trabajo a tiempo parcial conduce a la acreditación total de los períodos de cotización. En otros, los períodos de trabajo a tiempo parcial no se tienen en cuenta para calcular los derechos de pensión y, en particular en algunos países, la validación de un período específico requiere trabajar un número mínimo de horas o ganar un nivel mínimo de ingresos.

Estas exclusiones aumentan el riesgo de que los trabajadores no cumplan las condiciones de elegibilidad tanto para las pensiones contributivas de primer nivel como para las relacionadas con los ingresos, o que sólo las cumplan si se jubilan a una edad más avanzada. Tanto el trabajo temporal como el trabajo a tiempo parcial se asocian a menudo con bajos ingresos, por ejemplo, debido a un mayor tiempo fuera del empleo o a menos horas trabajadas. Los bajos ingresos durante la vida laboral se extienden a los bajos ingresos de la vejez.

Si repasamos a los autónomos, en promedio, en los 15 países de la OCDE, los trabajadores autónomos jubilados reciben, en la mediana, pensiones públicas un 22% más bajas que los empleados jubilados. La diferencia es mucho menor, normalmente inferior al 10%, en países con pensiones básicas sustanciales, como la República Checa, Dinamarca, Israel y Suiza.

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Por el contrario, los jubilados que trabajaban por cuenta propia en Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo y Polonia tienen pensiones medias que son más de un 30% inferiores a las de los antiguos empleados.

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