La Historia es una continua sucesión de imperios que sucumben, y de imperios emergentes que toman al asalto los restos que quedan de los primeros. No contamos nada nuevo cuando decimos que, como todos los imperios, el imperio estadounidense habrá algún día en que también caiga, y que en ese momento llegará otra superpotencia a ocupar su lugar, ejercer la dominación mundial, y controlar terceros países con el fin último de ejercer sobre ellos su poder y vivir a costa de ellos.
Hoy debemos hacernos eco de ciertas voces que actualmente, ya no es que auguren que la caída del imperio estadounidense sería inminente como analizamos en el pasado, sino que directamente afirman que ya hemos entrado de lleno en la era del post-imperio estadounidense. Y no duden de que ya hay otras superpotencias caninas por quedarse con lo que serían esos supuestos restos del imperio de EEUU.
Si la “ciudad eterna” que es Roma también cayó con su vasto imperio, cualquier otro imperio también acabará cayendo en algún momento
El caso es que, por muy plácidos que vivan algunos bajo el imperio estadounidense, y por mucho que quieran extenderlo en el tiempo para alargar al máximo posible su placidez, creo que la realidad más objetiva es que no está en ningún caso en cuestión que dicho imperio vaya a acabar cayendo algún día como imperio global. Y en el mundo globalizado en el que vivimos hoy por hoy, esa posibilidad sólo abriría dos posibles escenarios subsiguientes. O bien la dominación mundial sigue teniendo carácter global y llega otra superpotencia a ejercerla, o bien acabamos yendo definitivamente a ese mundo regionalizado con varias superpotencias como líderes regionales. Éste último es un escenario también probable que ya les expusimos cuando analizamos cómo la globalización había entrado en una fase al ralentí: la Slowbalization.
Pero si va a acabar habiendo un nuevo líder global o varios líderes regionales no dependerá tanto de las ambiciones de otras superpotencias, como de los restos que queden del imperio estadounidense. Si EEUU logra reinventarse y refundar su sistema socioeconómico, sin descartar que pueda despertar de nuevo pasiones entre los países desarrollados, lo que es seguro es que muy probablemente al menos se erigiría en líder regional de su área geoestratégica de influencia. Pero esto no será tampoco porque no haya otras superpotencias regionales haciendo denodados esfuerzos por tomar el poder mundial al asalto, y no ceder ni una sola parcela de poder en lo que aspiran sea su futuro imperio propio: ¿Por qué limitarse a ser un líder regional cuando pueden optar a lucrarse y vivir de todo el resto del mundo? La ambición humana y la sed de poder de nuestra especie es así: nunca es suficiente, y todo imperio quiere el máximo poder que pueda ejercer (y el máximo dinero que pueda recaudar de otros países, obviamente).
Y no crean que esto son conjeturas o ideas con poco fundamento de un servidor. Esos otros aspirantes a líder imperial ya están a día de hoy haciendo denodados esfuerzos para catalizar ese momento “Big Crunch” del imperio estadounidense, y además para tratar de conseguir que llegue cuanto antes. Maniobras como el salto de la guerra comercial a la lucha por la hegemonía mundial en divisas ya serían una buena muestra de ello, y ya hay voces que claman por “desacoplar” el Yuan del Dólar para hacerlo un aspirante a divisa hegemónica global. Esto son hechos, al igual que lo es la propaganda que se instrumentaliza como herramienta de conquista socioeconómica, y que a algunos tanto les cuesta ver. Simplemente miren un poco a su alrededor, consulten información y fuentes rigurosas, y conserven un espíritu crítico (y autocrítico) saludable: la combinación de todo ello les permitirá apreciar la realidad de lo que nos están echando encima para someternos, pero que tratan por todos los medios que no sea evidente para tenernos narcotizados hasta que sea demasiado tarde.
Si ese momento del ocaso del imperio estadounidense está llegando ahora mismo, es algo que no sabremos 100% seguro hasta que éste no haya caído definitivamente. Tengan en cuenta que este ocaso podría incluso degenerar en una época sostenida de decrepitud, en lo que puede llegar a ser un largo proceso que, en otros casos como el del Imperio Romano, esa época cuesta abajo llegó a durar literalmente siglos, con varios emperadores imperando en el “mientras-tanto” y a cada cual más auto-destructivo. El final de la historia ya lo conocen perfectamente, y acabó con el caballo de Atila machacando Occidente con sus cascos, y haciendo que la hierba no consiguiese crecer de nuevo durante siglos de oscuridad socioeconómica, al menos en comparación con lo que había sido el floreciente Imperio Romano.
Igual que hoy por hoy el mundo gira frenéticamente rápido, es posible que el imperio estadounidense pueda acabar cayendo al mismo ritmo
Pero en el mundo frenético que nos ha tocado vivir, es muy difícil que esto vaya a ser así y vayamos a tener sucesivos emperadores a cada cual más decrépito, extendiendo su reinado durante décadas y siglos. Lo digo especialmente porque ya hay otras superpotencias muy poderosas literalmente al acecho para quedarse con el “pastel”, dentro del cual también está la “guinda” de Europa. Y por cierto, dicho sea de paso: ni el imperio estadounidense es (o ha sido) perfecto, ni sus imperfecciones automáticamente deben implicar que no podamos meternos en cualquier momento en algo que pueda resultar mucho peor.
Esto lo decimos porque el "pequeño" problema que ya les expusimos en el análisis sobre el desacople Yuan-Dólar es que toda superpotencia que se lanza a la conquista de la dominación mundial (que son todas) lo hace expandiendo su propio sistema socioeconómico y sus valores (o des-valores, según sea el caso). Así por ejemplo, China, en su lucha por la hegemonía mundial, extendería por el resto del mundo su total ausencia de valores democráticos y su prácticamente inexistente sistema de libertades individuales, al menos comparativamente con los evolucionados estándares de los países desarrollados. En el otro lado del prisma, a pesar de todas sus fallas (a veces insalvables y que tantas veces hemos expuesto aquí), tenemos a unos EEUU que hicieron lo propio con sus valores democráticos y su régimen de libertades, que serían mejorables y criticables, pero que al menos tenían algo que ofrecer en este sentido.
De hecho, tras el fin de la fatídica Segunda Guerra Mundial, los países que habían sido ocupados por EEUU en la liberación de Europa acabaron viendo cómo en ellos EEUU promulgó con éxito el instaurar sistemas de libertades y democracias de pleno derecho, con una flagrante y elocuente diferencia respecto a lo que ocurría al otro lado del Telón de Acero. Y así los EEUU extendieron sus valores por buena parte del mundo desde el primer momento en que fueron teniendo ocasión, en paralelo a lanzarse a la expansión territorial de su imperio (o más bien comercial, e incluso también militar, que sus misiles sueltan de vez en cuando). Con más o menos críticas, el hecho incontestable es que este sistema nos llevó a las décadas de progreso y bienestar que todos hemos disfrutado hasta ahora, y además lo ha hecho siendo también nosotros libres, o al menos infinitamente más que en otros sistemas y bajo otras superpotencias.
Ante esta evidencia, ahora resulta que algunos sectores de la propaganda tratan de inocularnos la falsedad de que la libertad y la democracia en realidad sólo son un símbolo de debilidad, ante el que los imperios cederían cuando encaminasen ya su cuesta abajo. Les delata cómo caen en justificar lo injustificable de su propia y flagrante falta de derechos y libertades, y cómo obvian que el imperio estadounidense tomó desde el primer momento los valores democráticos como uno de sus pilares fundamentales a prodigar entre sus aliados. Pero ni aquí tratamos tampoco de vender sistemáticamente un modelo estadounidense sobre cuyas fallas hemos escrito largo y tendido, ni de criticar el modelo chino por criticarlo, pero es que el otorgar libertad y derechos fundamentales a tus ciudadanos es un evidente síntoma de fortaleza; y tampoco es exclusivo del imperio estadounidense, por cierto. De hecho, tenemos a los propios griegos, que no olvidemos que fueron los creadores de la primera democracia de estado del mundo con aquella democracia ateniense, inventada allá por el siglo V antes de Cristo. Aunque esta primera democracia no sobrevivió mucho en aquel momento como nueva forma de gobierno (debido a su juventud entre otros factores), lo cierto es que no se puede decir que naciese precisamente en un momento de decrepitud de la civilización griega. Aunque finalmente ésta fuese conquistada (o más bien integrada) en el Imperio Romano, vio cómo muchos de sus valores políticos y democráticos pervivieron ya en la antigua Roma, y hasta en nuestros días siguen influenciando poderosamente a dirigentes y políticos de los países del planeta más evolucionados políticamente.
Seguramente, de haber sufrido comienzos sin ningún tipo de valor democrático como los que algunos nos tratan de colar hoy por hoy, a estas alturas, en vez de con execrables campos de reclusión como el de Guatánamo, estaríamos ya con esos siniestros "campos de re-educación" masivos con tintes étnicos que tanto se prodigan en otras superpotencias. Estos campos no sólo parecen planificados fría y minuciosamente, sino que además tratan de ocultarlos al mundo por todos los medios, intentando silenciar agresivamente y censurar medios (incluso occidentales). Y por cierto, que cuando un servidor les ha hablado de estos temas, lo ha hecho aportando siempre enlaces con información rigurosa e incluso papeles oficiales originales que atestiguan las prácticas que allí se llevan a cabo. Aún así, en justicia, debo hacerme también eco de que hay opiniones discordantes, y que ha habido lectores que me han ”prometido muy cariñosamente" enlaces con presuntas verdades alternativas, que como siempre estaré encantado de poder valorar, por si en esta ocasión yo tuviese que corregir en algún punto concreto tras publicarse nuevos datos (aunque la evidencia de los documentos oficiales que les he enlazado hacen que esta posibilidad sea bastante remota).
Que conste que nosotros aquí tratamos de juzgar sólo datos y hechos, y que ni sentimos una predilección especial por el imperio estadounidense, ni sentimos una animadversión especial por el imperio chino: de hecho, he criticado y he alabado a ambos cuando ha tocado. Y además, no les estaría diciendo lo que les estoy diciendo hoy sobre China si por ejemplo el régimen comunista de aquel país hubiese abrazado las reformas democráticas y la concesión de derechos humanos a unos ciudadanos chinos que, no lo olvidemos, también deberían tener esos derechos, pues son igualmente seres tan humanos como nosotros. Y es que otro grave extremo al que llegan en el gigante asiático son esas sentencias de muerte tan censurables como las estadounidenses, pero que en China su cifra les hace líderes mundiales en ejecuciones, sin ni siquiera saberse con precisión el número exacto de la multitud de ejecutados cada año. Amnistía Internacional publica periódicamente sus estimaciones en una serie de informes sobre la vulneración de los derechos humanos, las torturas y las ejecuciones, en los que China sale siempre muy mal parada. Además, esa cifra exacta de ejecuciones es uno de los secretos mejor guardados por las élites políticas del país, estando incluso declarada con el rango de secreto de estado. Les expongo todo esto aquí para que puedan apreciar que todo imperio potencial tiene también sus “pequeñas” desventajas, y que no sólo las tiene el de EEUU.
Y es que vendernos que un sistema sea más débil por permitir y fomentar la prensa libre y el espíritu crítico (y especialmente el auto-crítico) es un absoluto sinsentido, cuando en realidad ello es todo un alarde de robusta fortaleza. Este grado de libertad en realidad es propio del que no teme enfrentarse a la crítica para tratar de reinventarse y mejorar, y propio también del que sabe que no necesita recurrir al rodillo de la represión y de la propaganda para forzar a los ciudadanos a tragarse con embudo argumentos falaces, que de otra manera serían (y son) absolutamente intragables para cualquiera con un mínimo de coherencia y de espíritu crítico. Pero la propaganda es así: algo tienen que justificar aunque sea absolutamente injustificable, que alguno caerá.
Y la pandemia del Coronavirus no ha hecho sino aflorar algunas fallas del sistema estadounidense que llevaban algunos años (muy) latentes…
En un plano más general, y entrando en el tema de la "casualidad o causalidad" del efecto pandemia, y en cómo éste por ahora parece estar afectando de forma sensiblemente más sistémica a la órbita anglosajona liderada por EEUU y UK, hace unas semanas la excepcional cabecera económica británica Financial Times publicaba un auto-crítico y excelente artículo sobre el tema de la era del post-imperio estadounidense. Era de esos artículos que a un servidor le despiertan sana envidia, porque demuestran que allí tienen una prensa que en muchos casos es ejemplar y de gran calidad, y muy alejada de los discursos únicos que lamentablemente se imponen "por las bravas" en otros países (algunos de ellos también están entre los desarrollados). En este artículo, el reputado FT reflexionaba que tal vez la principal razón del fatal "performance" de los anglosajones ante el Coronavirus pivote entre su excesivo individualismo y su prepotente autosuficiencia, ambos mucho mas exacerbados que en los países europeos.
Y es que, desde estas líneas, le encontramos gran sentido a este razonamiento, puesto que en esos países WASP ("White Anglo Saxon Protestant”) no han afectado a las conciencias sociales esos años de ocupaciones, guerras y sufrimientos extremos que hemos sufrido con mucha mayor intensidad y letalidad en la Europa continental. Por el contrario, en el Viejo Continente los sufrimientos extremos y continuos (hasta que se fundó la Unión Europea) han calado hondo en la conciencia social, y nos han permitido desarrollar una conciencia colectiva mucho más evolucionada ante la adversidad. Pero no ha ocurrido así con esos anglosajones que se han mantenido infinitamente más individualistas, y lo han hecho porque hasta el momento la Historia no les ha hecho necesitar del colectivo con mayor intensidad, salvo en paréntesis coyunturales como la Segunda Guerra Mundial, por cuya liberación del Viejo Continente más occidental los europeos debemos estarles eternamente agradecidos. Y lo del agradecimiento no debería ser sólo por los millones de muertos que pusieron sobre la mesa (los rusos pusieron muchos más), sino especialmente por cómo enfocaron nuestra reconstrucción de la mano de esos valores democráticos y de régimen de libertades que les comentaba antes, que al otro lado del Telón de Acero nunca llegaron a tener hasta la caída del Muro, lo cual les hizo perder décadas de progreso socioeconómico y de vida en libertad.
Por otro lado, y ahondando en qué les puede estar haciendo sufrir con especial virulencia la crisis pandémica, el modelo socioeconómico anglosajón es el que en los últimos tiempos ha sido el líder hegemónico indiscutible en el planeta, un punto que ha podido hacer que la rotunda autosuficiencia que apuntaba el FT se haya podido volver gravemente dañina al calor del Coronavirus. El problema es que la (a veces) falsa sensación de seguridad que suele otorgar saberse victoriosos como sistema ha podido impedirles mantenerse en guardia frente a los peligros socioeconómicos que podía implicar un cisne negro como la pandemia, con fuertes tintes socioeconómicos. Y hablando una vez más de ese concepto de Socioeconomía que hace ya años re-acuñamos desde aquí, éste de la autosuficiencia es un tema socioeconómicamente apasionante que ya les analizamos para el caso concreto de Reino Unido. En su momento, les hicimos una interesante comparación entre UK y aquella España emergida con la "Generación del 98" tras la caída de su propio imperio ("La verdadera razón por la que el Brexit está siendo un fracaso estrepitoso (y será aún peor si se consuma)"). Eso sí, dejaremos ya para otro día el tema del tallaje y la altura política de los principales dirigentes anglosajones actuales, con un Trump y un Johnson de los que nos limitaremos a decir que la corrección y la cautela no son precisamente unas de sus virtudes. Y es que, como elocuente demostración de las tesis del artículo de hoy, ambos acaban por llevar la autosuficiencia y la abnegada rotundidad más sistemática mucho más allá de lo admisible y... de lo que el sistema y la Socioeconomía parece ser capaz de soportar. Un límite que de hecho habrían podido acabar por sobrepasar sobradamente con su nefasta gestión del COVID-19 (sin volver a incidir en lo también nefasto de la gestión en España).
Tampoco olviden lo que siempre les decimos desde estas líneas, y que es que, desde que la Historia es Historia, toda superpotencia siempre ha aspirado a la dominación mundial, y a ejercer su dictado sobre otros países con el fin último de vivir a su costa. En ese sentido, el artículo del FT enlazado antes acaba reflexionando que, a pesar de la caída en picado de la hegemonía mundial de EEUU, buena parte del mundo sigue mirando hacia este gran país para, de alguna manera, seguir tratando de trazar su propio futuro tomando el ejemplo que pueda quedar al otro lado del Atlántico. Y desde aquí añadiríamos que, si bien esto es totalmente normal en un escenario de inercia y de repentino vacío de poder en lo que a hegemonía mundial se refiere, la cuestión verdaderamente inquietante es quién tratará de ocupar a continuación ese lugar objeto de las miradas de todo el mundo, en el caso de que EEUU dejase finalmente de ejercer como líder.
No podría decirles si este extremo post-EEUU puede llegar a hacerse realidad del todo en el momento actual (aunque ya nos hicimos eco en el pasado de esas voces que auguraban que la caída del imperio estadounidense era inminente), pero lo que sí que está claro es que actualmente estamos inequívocamente en la era “post” de algo. Si es una era previa a la esencial refundación del capitalismo que tantas veces hemos reclamado desde aquí, o si es previa al surgimiento de otro nuevo imperio de otra superpotencia, es algo que sólo el tiempo nos podrá decir, pero no duden de que ya hay fuerzas “camufladas de lagarterana” y ciertamente antagónicas luchando por tirar del mundo en una y otra dirección para llevarse “el gato al agua”.
Candidatos a ocupar el lucrativo lugar del líder mundial no faltan, desde luego, y muy conscientes de la situación actual de cierto vacío hegemónico, los hay que aprovechan el momento para tratar de extender su particular concepción de un liderazgo fundamentado en la adoración mesiánica más idealista. Como resultado de ello, a buen seguro que empezaremos a ver todavía más vendedores de prebendas y de sistemas debidamente "idealizados", pero a los que luego no les queda otro remedio más que presentarse en sociedad con eslóganes de feriante, porque algunos ideales son más de cartón-piedra que la "cueva del terror" del parque de atracciones ("atracciones": nunca mejor dicho). Para eso, es mejor no someterse bajo el dictado de ningún líder, o incluso erigirse uno mismo en su propio líder como Europa no ha sabido (o no ha querido) hacer en las últimas décadas. Esto último siempre es mejor que la mala elección de adoptar como líder a un modelo socioeconómico muy poco evolucionado, y ubicado en las antípodas de nuestros ideales y valores más netamente europeos.
Europa no tiene mucha opción más que hacerse mayor y salir de debajo de las faldas de su protector, porque, además, si de ideales va la cosa, como demostración de fortaleza, los europeos destacan en este maremagnum por su nivel evolutivo y por su ambición más democrática y en pos de las libertades, por mucho que nuestro sistema tenga puntos muy mejorables. El hecho es que, cuando uno echa la vista un poco afuera y ve lo que impera en otras superpotencias, acaba pensando aquello de "Virgencita virgencita, que me quede como estoy". Y es que siempre siempre siempre se puede ir a mucho (muchísimo) peor... Seamos creyentes, agnósticos, o ateos, Virgencita, no nos dejes por favor, que el panorama fuera de Europa es realmente desolador...
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