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Funcas y la CNMC publican el libro ‘Reformas para impulsar la competencia en España’

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Uno de los
grandes problemas que tiene la defensa de la competencia es una cuestión de marca. El término “competencia” no evoca
en la ciudadanía sentimientos tan positivos como lo hacen, por ejemplo, las
palabras “equidad” o “innovación”. Sin embargo, la competencia es la palanca
por la que muchos servicios se han hecho accesibles a los consumidores con
rentas más bajas, generando una sociedad más equitativa. Gracias a la
competencia, los viajes en avión o en tren de alta velocidad se ha
universalizado; los servicios de telecomunicaciones —una puerta a la sociedad
del conocimiento— han reducido sus precios drásticamente en la ultima década,
al tiempo que mejoraban su calidad. De igual forma, cuando el mercado es un
terreno de juego “justo”, en el que se modula el poder de mercado y se derriban
las barreras de entrada, las empresas invierten más en innovación, porque es el
único camino para obtener ventajas competitivas y beneficios en el largo plazo.
Por ello, la competencia de los mercados, el santo grial que persiguen los
economistas, no es un fin en sí mismo, sino el medio a través del cual nuestra
economía puede aumentar su productividad, reducir los precios, generar más
equidad y, en definitiva, aumentar el bienestar para todos.

Ese problema de marca hace necesaria una reivindicación de la defensa de la competencia, transmitiendo a la sociedad española la importancia que tiene para la economía el funcionamiento competitivo de los mercados. Con ese propósito principal se publica hoy el libro ‘Reformas para impulsar la competencia en España’, fruto de la colaboración entre Funcas y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).

El libro
complementa este objetivo con otras finalidades. Una de ellas es dar
visibilidad al trabajo de la CNMC, una labor desconocida por muchos ciudadanos
pese a su gran impacto económico. Por razones tecnológicas, regulatorias, y de
abuso de poder de mercado por parte de las empresas establecidas, muchos
mercados no son competitivos. Por ello es trascendental la labor de la CNMC de vigilar
el comportamiento competitivo de las empresas, penalizando el que no lo es, así
como los análisis que realiza sobre las concentraciones empresariales o las
posibles mejoras de la regulación y la intervención pública. Este libro
pretende visibilizar este esfuerzo institucional y para ello, los expertos de
la CNMC exponen diversos estudios llevados a cabo durante estos años, sobre la
situación competitiva de los mercados, los potenciales problemas de
competencia que genera la regulación o la intervención pública, así como posibles
reformas para promover la competencia en diversos sectores.

La tercera meta
del presente libro es mostrar la complementariedad de esfuerzos entre la labor
desarrollada por la CNMC y la investigación de economistas de reconocido
prestigio. Y es que el análisis económico de problemas de competencia es
complejo por diversas razones. Como señaló Jean Tirole en su discurso de
aceptación del premio nobel, requiere comprender el modelo de negocio y el
comportamiento de las empresas que funcionan en el mercado, y llevar a cabo
esta labor requiere utilizar avanzadas herramientas metodológicas teóricas y
empíricas. Por ello, el análisis aplicado de la política de la competencia
está muy relacionado con la investigación económica más actual. Los
análisis de las agencias de la política de la competencia se nutren de los
últimos resultados obtenidos por la investigación económica, y los
investigadores se inspiran en los retos que plantea el análisis de la
política de la competencia para diseñar sus agendas investigadoras.

Una última
idea que ha sobrevolado el trabajo de todos los autores de este libro es que
los mercados, los problemas, las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos
cambian, a veces más rápido de lo que anticipamos. Ello determina que las
normas y las recetas de intervención pública corran el riesgo de quedar
obsoletas rápidamente. Por eso es necesaria una labor periódica de evaluación
y actualización, y ajuste cuando sea necesario. Un último objetivo que perseguíamos
en este libro es revisitar los sectores y remedios que han sido objeto de
atención y análisis en el pasado, para saber si, como sociedad, hemos sido
capaces de corregir los problemas que identificamos, o nos enfrentamos a nuevos
retos. Y, sobre todo, poner énfasis en la evaluación como herramienta de
avance social. Nunca es tarde para mejorar.

El libro se estructura en nueve secciones, dedicadas cada una de ellas a un sector económico. Los nueve mercados elegidos son importantes por su impacto social y económico y en gran parte de ellos, se han llevado a cabo cambios regulatorios importantes. En el libro se analizan mercados tan relevantes como la contratación publica, la publicidad online, el sector bancario y las fintech, el transporte de pasajeros en el sector aéreo, del ferrocarril y de los autobuses de larga distancia, los carburantes de automoción, la distribución de medicamentos y del agua. Cada sección consta de dos estudios, uno realizado por expertos de la CNMC basado en estudios previos llevados a cabo por la misma institución, y un segundo estudio realizado por académicos especialistas en el tema, que incorpora los resultados relevantes de la investigación reciente, realizada en algunos casos por los propios autores del estudio.

Descarga aquí el libro “Reformas para impulsar la competencia en España”.

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El juego del gallina

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Comienzo interesante —y casi inesperado— de 2023. Los mercados parecen más optimistas que los bancos centrales y los economistas académicos. Algunos analistas afirman que el impulso de las bolsas estas semanas responde a que aún no se han materializado “los siete males” que parecían inevitables no hace mucho. Los datos publicados la última semana confirman el recorrido hacia una menor inflación en diciembre tanto en la eurozona —incluida España— como en Estados Unidos. Asimismo, el mercado de trabajo muestra una fortaleza casi inusitada, lo que puede explicar que la temida recesión no haya llegado aún. Asimismo, hay cierto optimismo —que puede truncarse en cualquier momento— sobre lo que pueda acontecer en la economía china, a pesar del cambio radical en la política de control de la covid-19 en ese país. La percepción de “último minuto” en el mercado es que China puede aportar vientos de cola, tanto por el lado de la oferta como de la demanda mundial. Y los sentimientos en relación con la energía son hoy menos pesimistas. Veremos.

Las sensaciones de la conferencia anual en la American Economic Association, celebrada en la sureña ciudad estadounidense de Nueva Orleans hace unos días, fueron menos rosáceas. Tanto académicos como banqueros centrales nos dejaron a los participantes un sabor agridulce y bastante inquietud. La principal conclusión es que la inflación, aunque muestre tendencia a la baja, va a permanecer más de lo esperado. Al menos hasta 2025. Y preocupa mucho la subyacente que no disminuye. También creen que la actual resiliencia de la economía está sustentada, en gran parte, por gasto público financiado con deuda pública. Esto puede reducir la futura capacidad de resistencia por el peso de la carga financiera y el desmantelamiento de algunos de los programas de gasto. Estas dos visiones son una clase de enfrentamiento entre el análisis académico de datos (evidencia en perspectiva histórica) y el olfato de inversores. Esto último funciona bien frecuentemente pero también patina. Lo mismo se puede decir de los estudios más analíticos. A veces no aciertan, pero al menos están basados en algo más consistente que la pura intuición.

Una interpretación de estas posiciones enfrentadas es el juego del gallina (chicken game), en el que dos bandos se enzarzan en una escalada en la que no tienen nada que ganar y en la que solo el orgullo —o cabezonería— evita que se echen atrás. El primero en esa pugna que salte y abandone sus posiciones es el gallina. La diferente visión de mercados (más conocida como Wall Street) y banqueros centrales puede acabar así. Estos últimos, en particular la Fed estadounidense, parecen determinados a seguir con su estrategia restrictiva, aunque sea con menor ritmo de subidas de tipos de interés y aunque las señales de inflación se alivien algo. Y aun así, los analistas de mercado ya apuestan por una bajada de tipos antes de fin de año. Algo en lo que parece que los bancos centrales no van a ceder por muchas razones, entre ellas su credibilidad. Con el poder de sus herramientas monetarias, pueden ser los ganadores. En suma, ojo con el entusiasmo actual de los mercados.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Huida de los activos especulativos

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Todo en su contra. Ha ocurrido en otras ocasiones, pero esta vez parece algo diferente. El bitcoin ha visto como se hundía a la mitad su valor de mercado desde su máximo en noviembre. Muchos factores explican esta evolución, pero hay uno de carácter financiero que está jugando un papel determinante: la actual huida de los activos más especulativos. Principalmente, porque comienza a haber perspectivas de cierta “normalización financiera”, que implica tipos de interés (más elevados) que reaccionan a la inflación.

Durante los últimos diez años, los de la explosión de bitcoin, no había acontecido algo así por la situación insólita de la política monetaria y los mercados financieros. En este sentido, la aversión al riesgo también se puede estar “normalizando”. Esa tendencia a poner dinero en inversiones cuyo valor subyacente o intrínseco no se conoce bien o es difícil de explicar está llamada a tener un mal año en 2022 y quizás más allá. A esta situación financiera hay que añadir que los propios reguladores en todo el mundo están poniendo trabas e, incluso, prohibiendo la compraventa y el minado con criptomonedas. Rusia es el último en planteárselo. Asimismo, la posibilidad de conflicto bélico en Ucrania está en el epicentro de varias de las principales localizaciones de minado. Todo parece en su contra.

«Si finalmente los más críticos aciertan, la de las criptomonedas no va a ser una corrección normal. Irá por barrios, dependiendo de cuándo le dio la fiebre a cada cual. Específicamente, esto es un crash con todas las letras si alguien entró a comprar las principales criptomonedas hace un par de meses».

Santiago Carbó

Desde un ámbito más analítico, se puede explicar con el clásico problema de diferencia entre inversores informados y no informados. Los más críticos con las criptomonedas han señalado que son altamente especulativas y con escaso o nulo valor subyacente. Sin embargo, si pueden atraer especulación —mediante información no siempre transparente y hordas de inversores no informados—, a los informados les puede resultar indiferente, porque llegaron primero a poner el anzuelo y llevan recogiendo beneficios varios años.

Ahora, sin embargo, para muchos podría ser el momento de decir adiós, pero los inversores no informados pueden quedarse atrapados en la parte baja de la pirámide, viendo sus pérdidas multiplicarse. No faltarán quienes alimentarán la especulación aún menos fundamentada, indicando que estos movimientos ofrecen oportunidades de comprar estas monedas baratas (la clásica trampa de “compra cuando está cayendo” o buy the dip).

Si finalmente los más críticos aciertan, la de las criptomonedas no va a ser una corrección normal. Irá por barrios, dependiendo de cuándo le dio la fiebre a cada cual. Específicamente, esto es un crash con todas las letras si alguien entró a comprar las principales criptomonedas hace un par de meses porque, a día de hoy, habría perdido la mitad. Tampoco es una fiesta para El Salvador, un país que vinculó su deuda a la criptomoneda. Para otros, que entraron hace tiempo, sigue siendo un juego. La sensación es, sin embargo, que, para los más informados, puede ser el momento de salir corriendo.

En todo caso, es bastante incierto qué pueda ocurrir en los próximos meses porque, al igual que no hay certeza respecto a las criptomonedas, tampoco la hay para la renta variable y fija, con la amenaza de más subidas de tipos de las esperadas y de una duración de la inflación más allá de las expectativas.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Así ha sido 2021 en los mercados

2021 ha sido un año espectacular para la renta variable mundial. No solo las bolsas han subido, sino que los avances vistos han doblado e, incluso, triplicado las rentabilidades medias históricas de los índices bursátiles.

La bolsa estadounidense se ha aproximado a una rentabilidad del 30%, la europea alrededor del 20% y, nuestro Ibex, en las últimas sesiones ha conseguido arreglar el año finalizando con una subida del 8%.

La economía mundial y la renta variable han ido de la mano este año, gracias a los avances en la vacunación y al fuerte apoyo político, los indicadores de actividad económica y empleo han seguido fortaleciéndose. Los sectores más perjudicados por la pandemia han mejorado en los últimos meses, pero siguen afectados por la COVID-19.

Repasamos qué ha sucedido en los mercados mundiales en 2021.

Estados Unidos batiendo máximos históricos

El S&P500 ha volado este año, con una subida del 27% y ha tocado máximos históricos manteniéndose próximo a los 4.800 puntos. La principal clave que explica este auge bursátil viene por el incremento de sus beneficios en un 39% durante este período que finalizó con el tercer trimestre de 2021.

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El gasto público, la vacunación de los países desarrollados y la intervención de la Reserva Federal con los tipos de interés por los suelos y 120.000 millones de dólares en compras mensuales de bonos han sido un catalizador suficiente para enfrentarse a una inflación disparada (dato de noviembre un 6,8% durante los últimos 12 meses, el mayor aumento desde el período que finalizó en junio de 1982), los problemas derivados por las interrupciones en la cadena de suministro, la escasez de mano de obra y la variante delta y Omicrón.

Invertir en bolsa cuando hay inflación: estos son los sectores que históricamente han funcionado mejor

Como dato curioso, el S&P500 ha logrado vencer al índice bursátil tecnológico Nasdaq Composite que ha sumado una subida del 23%. No es un dato preocupante pues en 2020, el Nasdaq subió un 44%, mientras que el S&P 500 subió solo un 16%. Desde finales de 2016 hasta finales de 2020, el Nasdaq ha ganado todos los años, aumentando un total de 139% en comparación con el 68% de aumento del S&P 500.

En primer lugar, hay que entender la realidad de ambos índices. Las siete empresas con los pesos más importantes en el S&P 500 (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Tesla, Meta y Nvidia) ahora representan alrededor del 27% del índice. También son los componentes de mayor peso del Nasdaq, que es la razón principal por la que el crecimiento de los dos índices este año está separado por solo unos pocos puntos porcentuales.

En segundo lugar, el principal problema del Nasdaq ha sido el desplome del valor de las empresas que alcanzaron una enorme capitalización bursátil en 2020, solo para ver cómo los inversores se vuelven contra ellas este año. Este es el caso de Zoom o Pelotón que han caído un 45% y 76% respectivamente.

El sector energético lidera las subidas gracias al petróleo

Los valores energéticos van camino de su mejor año en más de tres décadas, subiendo más del 47% en el año, 20 puntos porcentuales más que la bolsa estadounidense. Los precios del crudo han subido cerca de un 60% este año, ya que las perspectivas de la demanda siguen mejorando con la reapertura económica.

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Dentro del sector energético, quién ha liderado las subidas ha sido el subsector del Exploración y Producción de Petróleo y Gas con una subida del 83,7%.

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Y es que recordemos que este año el petróleo se ha disparado un 55% y el barril de brent llegó a tocar los 86,40 dólares en octubre.

Nos encontramos con que demanda mundial de petróleo se ha ido recuperando rápidamente hacia niveles prepandémicos debido a la vacunación generalizada en las economías más consumidoras de petróleo y gas. El consumo de todos los productos refinados, excepto el combustible para aviones, ha vuelto efectivamente a los niveles anteriores a la pandemia.

Paralelamente, los precios mundiales de las materias primas, incluidos los que se utilizan como combustible para la generación de energía, como el carbón y el gas, también se han disparado. Consecuentemente, por efecto sustitución, aparece el petróleo como un producto atractivo para generar energía y mantener estable la actividad económica, por lo que la mayor demanda está impulsando los mercados de crudo al alza.

Por parte de la OPEP ha sido firme con sus recortes para ir depurando los inventarios de crudo, aunque se ha comprometido a devolver al mercado más suministros retenidos para acompañar la demanda.

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Europa sobresaliente... excepto el Ibex

En Europa, el selectivo Stoxx 600 ha tenido un gran comportamiento con una subida del 22% y rebasando máximos históricos, llegando a los 490 puntos. Ha logrado el séptimo trimestre consecutivo con subidas, la racha ganadora más larga desde 1998.

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Debemos destacar específicamente la bolsa francesa, el Cac 40, con una subida del 30% y batiendo máximos históricos. La justificación detrás de este auge la encontramos en las empresas industriales y cíclicas y, también, laa empresas de crecimiento de elevados márgenes en las áreas de tecnología y consumo. Empresas de consumo discrecional de lujo como LVMH, Kering y l’Oréal han protagonizado un rally de rentabilidades en 2021.

Francia se ha visto beneficiada por las mejoras en materia de competitividad porque se ha llevado a cabo un amplio programa de reformas para mejorar el mercado laboral, el sistema educativo y un mayor atractivo a la fiscalidad de las empresas.

Entre tantas subidas... España y su Ibex 35 se han quedado atrás. importar desde china

El Ibex cierra el año con una subida del 8%, se trataría de un buen dato si no nos compararamos con el resto de bolsas. Y es que las comparativas son odiosas, somos la bolsa más rezagada de Europa en 2021.

Su explicación es múltiple. Para empezar tenemos factores de composición del propio índice por la carencia de empresas de la nueva economía y también por los sectores vinculados al turismo no han despuntado en este año de recuperación.

Si vamos más allá, el gobierno ha tenido su parte de responsabilidad en que el Ibex sea un vagón de cola entre los índices europeos. Especialmente si nos referimos al sector eléctrico, sus múltiples bandazos durante este año y cambios en la regulación impulsados por el Gobierno para intentar frenar el exceso en la retribución de las fuentes de energía hidráulica y nuclear han penalizado en bolsa a las eléctricas. Iberdrola ha perdido un 7,5%.

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Por otra parte, las expectativas de crecimiento de la economía española se han desplomado y la vuelta de tuerca fiscal a las empresas con la Tasa Google, el impuesto a las bebidas azucaradas, la Tasa Tobin y la fiscalidad verde.

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En España hay tres mercados diferentes de vivienda: uno cae pero los otros dos están subiendo y mucho de precio

La vivienda, uno de los grandes temas económicos y sociales en España. En un país en el que la cultura de la propiedad está más extendida que en el resto de Europa, donde son más proclives a alquilar, la situación del mercado de vivienda interesa y mucho, y desde hace décadas cada vez más.

Porque acceder a una vivienda en propiedad no es fácil, sobre todo para los jóvenes, ya que los precios no han dejado de subir desde los 90. Aunque la crisis del 2008 desinfló la burbuja existente, esto ha sido solo en parte, pues la caída nunca ha llegado a ajustare a la realidad económica de los españoles.

La crisis del COVID ha tenido impacto, como es lógico, en la vivienda. Se preveía de nuevo una bajada de precios en cascada, la cual ha sido así...¿o no? No está del todo claro, de hecho, puede haber sucedido al revés. Y es lo que vamos a intentar explicar a continuación.

¿Qué pasa con la vivienda?

Como decíamos, todos esperábamos que con la crisis del COVID-19 el precio de la vivienda, en cualquiera de sus variantes, bajara (de forma contundente). Pero no ha sido así, al menos donde más se necesitaba, las ciudades.

El mercado del alquiler en las grandes urbes ha bajado sí. Según Idealista, en Madrid más del 10% en el último año y un 13.4% en Barcelona, las más congestionadas. Pero esa bajada no es suficiente si tenemos en cuenta que es un mercado muy inflado ante la cada vez mayor llegada de ciudadanos a vivir en las grandes ciudades por la falta de oportunidades en ciudades de provincias o del interior.

Esta caída viene propulsada, sobre todo, por la falta de turismo internacional y la conversión del alquiler turístico en alquiler de larga estancia, pero no es suficiente. Además, la ocupación ilegal ha hecho que ahora se pidan muchos más requisitos para alquilar.

Pero lo peor está en la vivienda de obra nueva, porque, literalmente, Madrid se ha quedado sin vivienda. Según el censo de la Sociedad de Tasación, Madrid se ha quedado sin un 40% de stock de vivienda nueva, un ritmo que podría hacer que en seis meses ya no hubiera nada.

La pandemia ha relanzado la compra-venta de vivienda en las ciudades, empujando al alza los precios y haciendo que ahora solo queden disponibles los inmuebles más caros. Teniendo en cuenta, además, que la entrada que se pide ahora para comprar una casa es más elevada, hacerse con una vivienda en propiedad es casi misión imposible para los jóvenes. Y según avanzan los expertos ya, en 2022 seguirá subiendo.

Ahora nos vamos al otro extremo: el mundo rural. La pandemia también creo otro espejismo en estas zonas: con el teletrabajo, mucha gente cansada de la vida agitada de la ciudad se iría a vivir al campo para lograr mayor calidad de vida. Y eso sucedió, pero solo durante los primeros meses.

La normalización de la situación sanitaria ha devuelto a muchos a la ciudad, haciendo que la tendencia bajista en la vivienda rural se acentúe. Y, sobre todo, que se enquiste, pues en ciudades de interior como Teruel o Zamora una casa se puede pasar años y años en venta, aunque la bajen de precio.

La despoblación del la España interior y del mundo rural lastra los precios haciendo que sea posible comprar una casa por 50.000 euros en algunos pueblos, algo impensable en una ciudad. Algo impensable en las ciudades.

Por lo tanto, hablamos de un mercado de vivienda a dos velocidades, que va como un tiro en las ciudades y que es prácticamente inexistente en las zonas de interior o despobladas. Un desajuste de consecuencias aún no previstas, pero que se va a convertir en un gran problema a medio plazo.

¿Y la casa de playa?

Otra arista en nuestro complicado mercado de vivienda es el de la vacacional. No los pisos turísticos, sino esa segunda residencia que muchos españoles ansían tener en zonas de costa. Sobre todo, hablamos en zonas consideradas de lujo o de alto standing, como pueden ser las Islas Baleares, Marbella y otras zonas del sur de Andalucía o la Costa Brava.

Según datos de Pisos.com, los catalanes son los que más años de renta íntegra necesitan para pagar una casa en sus costas. Por ejemplo, en la de Garraf, 34 años. En Baleares se tardarían 27,7 años, siendo la costa granadina la más 'asequible', con 11,6 años de renta.

De media, en España una vivienda en la costa destinada al alquiler, que es otro objetivo también de estas operaciones inmobiliarias, arroja una rentabilidad anual del 6,8%, según Fotocasa, y hablamos de la rentabilidad más elevada en una década.

Por lo tanto, puede ser una buena opción de inversión ahora mismo, pero, ¿es de fácil acceso? Según un estudio de Tinsa, el COVID-19 ha llevado a una situación de congelación, y las caídas de precio son del 5% o menos en las zonas donde se ha producido, por lo tanto, hablamos de un mercado poco impactado por la pandemia, de hecho, en el caso de los ya propietarios, pueden sacar ahora más rentabilidad que nunca porque la gente prefiere alquilar una vivienda que irse a un hotel para sentirse más segura.

En resumen, vemos que el impacto del COVID-19 en el mercado inmobiliario no ha sido el esperado. Las bajadas no han sido tan agudas en las ciudades, las cuales se recuperan ya para experimentar subidas en los próximos años poniendo más difícil a las nuevas generaciones adquirir una vivienda en propiedad. Todo ello empujado por la escasez de vivienda nueva. Y esa es una tendencia importada de Estados Unidos.

Apenas se está construyendo vivienda en nuestro país, al igual que sucede allí. Desde 2008, cuando estalló la burbuja, el panorama ha quedado estancado, con actividad residual que no sirve para cubrir la demanda actual ni la futura. Porque cada vez vivimos más años, por lo que las viviendas de las personas de la tercera edad ya no son una opción, pues la gente cuando se jubila prefiere vivir en su casa antes que en una residencia si pueden valerse por sí mismos.

Igual sucede con el alquiler, que no baja lo que debería y que solo lo hace en algunas zonas. Por lo tanto, solo queda el ámbito rural para poder comprar una casa a un precio razonable. El problema es que nadie quiere irse allí.

Por lo tanto, se requiere de una reforma profunda de este mercado que de oportunidades a todo el mundo y que no desahogue las ciudades tan congestionadas sin excluir a la gente del mercado laboral activo en una zona rural despoblada. Porque el problema de la vivienda es solo la punta del iceberg de un problema de mayor calado territorial, que va a ser clave para el progreso del país en los próximos años.

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El cambio climático ya se nota en los mercados: la rentabilidad de las empresas que se lo toman en serio es un 0,5% superior cada año

En los últimos años, el papel de las acciones sostenibles de bajo impacto ambiental se ha vuelto crucial en los mercados financieros, especialmente si focalizamos en el mercado europeo.

Los hallazgos recientes proporcionan evidencia de que las empresas altamente calificadas en términos de puntuación ambiental, social y de gobernanza reportan mayores rentabilidades y menor volatilidad, lo que se apoya en la suposición de que los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) son considerados, por los agentes del mercado, como un buen indicador de la solidez financiera de las empresas.

Según Eurosif (2020), la Inversión Sostenible y Responsable (ISR) es un enfoque que combina el análisis fundamental con la evaluación de los factores ASG en el proceso de investigación, análisis y selección de valores dentro de una cartera de inversión para capturar mejor los rendimientos a largo plazo para los inversores y beneficiar a la sociedad al influir en el comportamiento de las empresas.

Existen factores fundamentales de fondo que justifican su atractivo. Para la mayoría de las empresas, una creciente demanda de productos sostenibles puede representar una oportunidad de negocio o un camino forzado y tienen que hacer frente a costes más altos y gestionar una nueva variedad de riesgos, que, en esta etapa, son principalmente impulsados por el medio ambiente.

Un dato a tener en cuenta es que el consumo sostenible se está imponiendo en las economías occidentales. Los productos sostenibles crecen 560% más rápido que los productos convencionales y representan más de la mitad del crecimiento total del mercado.

Todos podemos recordar el escándalo de emisiones de Volkswagen de 2014, que causó la caída del precio de las acciones del fabricante de vehículos en un 18% en una sesión (aunque la caída se prolongó un 32% durante la jornada). Necesitó cerca de dos años para recuperar los niveles previos, se trata de un sólido ejemplo de cómo las normas ambientales pueden afectar la rentabilidad financiera de una empresa, a través del cumplimiento con su entorno y el riesgo reputacional.

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¿Qué se le pide a una empresa ISR?

La empresa ISR debe mantener un firme compromiso con la comunidad local, nacional y global en la que opera la empresa. También abarca las relaciones entre la propia comunidad y la empresa, su atención al bienestar público y su compromiso con la reducción del impacto en el medio ambiente en términos de infraestructura corporativa.

Debe participar y respetar de los derechos humanos y a la integridad del trabajo a través, por ejemplo, del respeto al trabajador, el apoyo a la libertad sindical y la exclusión del trabajo infantil o forzoso.

Con relación a los productos o servicios vendidos, el impacto social y ambiental, incluyendo su diseño, su gestión y su desarrollo. También refleja la contribución a la búsqueda de nuevas tecnologías sostenibles y la oferta de bienes o servicios socialmente útiles que mejoren el bienestar general de los consumidores. Estos aspectos también se extienden a la corrección de las prácticas de venta y a la seguridad y calidad de los productos.

En el ámbito laboral, se valora la capacidad de establecer relaciones de trabajo sólidas con los empleados a través de la adecuación de su compensación y de sus beneficios. Estos últimos tienen por objeto mejorar el entorno de trabajo a medio-largo plazo y mejorar la moral de los trabajadores. Debe existir un cumplimiento de políticas y prácticas no discriminatorias hacia los empleados y la creación de un ambiente respetuoso y abierto a la diversidad. Comprar reseñas google positivas.

En términos de sanidad y seguridad se busca la eficacia de la empresa a la hora de proporcionar un lugar de trabajo saludable y seguro. Incluye la calidad de las políticas y programas de trabajo que fomentan el desarrollo personal de los trabajadores, incluso fuera de la empresa.

Las rentabilidades de las empresas ISR

Pero hablemos de rentabilidades. Antes de nada, es justo mencionar las limitaciones existentes sobre la capacidad para realizar una prueba retrospectiva de la hipótesis de las rentabilidades aportabas por este tipo de empresas. La razón que subyace a esta problemática es cómo calificar a una empresa en sus características I, S y R. Hay agencias de calificación externas que nos ofrecen una escala de puntuaciones, aunque ello no está exento de problemas para ofrecer mediciones.

Primero, la metodología puede ser opaca y subjetiva y diferentes proveedores a menudo producen escala de puntos conflictivos. Un productor de vehículos eléctricos como Tesla es un ejemplo que se cita a menudo: una agencia calificadora lo califica alto por sus credenciales ecológicas y mal calificado por otra según la evaluación de la agencia sobre su gobierno.

En segundo lugar, la cobertura de datos de las empresas no siempre es completa y es particularmente incompleta para las empresas más pequeñas y en mercados emergentes en los que la transparencia está en fase de desarrollo.

En tercer y último lugar, cuanto más retrocedamos en el tiempo, más probable será que los datos de puntuación no capturen adecuadamente los desafíos ISR en tiempo real. Es posible que los datos no hayan estado disponibles o no hayan sido divulgados en ese momento y, lo que es más importante, los datos que son realmente relevantes para el precio de los activos probablemente hayan cambiado con el tiempo.

Dicho esto, la gestora RSC Global Asset Management nos ofrece un interesante análisis basándose en la recopilación de diferentes estudios sobre las rentabilidades de las empresas ESG.

Varios otros estudios han demostrado que el índice social MSCI KLD 400 -lanzado en mayo de 1990 es el primer índice de inversión socialmente responsable- ha superado al índice S&P 500 (bolsa estadounidense).

Específicamente, el estudio de Morgan Stanley de 2015 encontró que el índice social MSCI KLD 400 logró una rentabilidad anualizada de 10,14% en comparación con 9,69% para el índice S&P 500 de julio de 1990 a diciembre de 2014.

Social

Una diferencia de medio punto puede parecer irrisoria. Pero si miramos el largo plazo, se añade un exceso de rentabilidad acumulada del 102,36% entre 1990 y 2014.

El estudio de Bank of America Merrill Lynch de 201832 (utilizando datos de Thomson Reuters y MSCI) analizó las puntuaciones ISR de 17 compañías del índice S&P 500 que han quebrado desde 2005. El estudio encontró que estas compañías mostraron un deterioro significativo en sus puntajes ISR durante los cinco años anteriores a su quiebra. La investigación mostró que si un inversor solo hubiera tenido acciones con calificaciones ISR por encima de la media durante el período del estudio, habría evitado 15 de las 17 quiebras.

Glossner publicó un estudio en 2018 que analizó los rendimientos de las acciones de compañías "controvertidas", alejadas de los parámetros ISR. Encontró que una cartera de compañías controvertidas de los Estados Unidos tenía rentabilidades negativas anormales significativos y alfa entre -3.5% y -3.7% por año. El mismo ejercicio se llevó a cabo con una cartera de empresas controvertidas de Europa y los resultados fueron similares: rendimientos negativos anormales significativos y alfa entre -2% y -2,9% anual.

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¿Qué tipos de mercados existen?

En nuestra sección de Conceptos de Economía vamos a explicar cuáles son los principales tipos de mercados que existen. Así, estructuraremos el artículo en tres grandes bloques: tipos de mercados según la naturaleza del producto, según el ámbito geográfico y según la naturaleza del comprador.

Sin embargo, antes de empezar, considero oportuno recordar qué es exactamente un mercado, que podríamos definir desde un punto de vista microeconómico como el conjunto de ofertas y demandas relativas a un bien o servicio. Como vemos, el concepto de mercado tiene dos perspectivas diferentes: la de la oferta (vendedores) y la de la demanda (compradores).

Desde un punto de vista empresarial, y dado que toda empresa está interesada en captar el número máximo de compradores posibles, nos interesaremos en el mercado de la demanda, esto es, de los compradores. De esta forma, podríamos redefinir el concepto de mercado como el conjunto de compradores potenciales (tanto personas físicas como jurídicas) de los bienes y servicios producidos por las distintas empresas.

Tipos de mercados según la naturaleza del producto

Esta primera clasificación diferencia a los mercados en función de las características propias del bien que se intercambia en el mismo, el cual puede ser perecedero, duradero, industrial o un servicio.

  • Mercado de bienes perecederos. Los bienes perecederos son aquellos artículos cuyo uso hace que se destruyan en un periodo concreto de tiempo. Este tipo de mercado engloba, por tanto, a los potenciales compradores de unos bienes que por sus características dejan de ser útiles en un breve plazo de tiempo, como por ejemplo los productos alimenticios o los combustibles.

  • Mercado de bienes duraderos. En este caso, y al contrario que los anteriores, este tipo de bienes permiten un uso continuado de los mismos antes de que se destruyan, como por ejemplo un automóvil, un electrodoméstico o una prenda de vestir.

  • Mercado de bienes industriales. Los bienes industriales son aquellos que se incorporan al proceso productivo de las empresas, es decir, que se utilizan para producir otros bienes, como la materia prima y los productos manufacturados. A ellos se unen los bienes de capital y los suministros y servicios utilizados en el proceso de producción.

  • Mercado de servicios. A diferencia de los bienes, los servicios tienen una naturaleza intangible y no son susceptibles de ser fabricados, sino que se prestan, como por ejemplo la sanidad, la educación, el transporte o la justicia.

Tipos de mercados según su ámbito geográfico

En este caso, la variable que se utiliza para clasificar los mercados es la localización geográfica de los consumidores, que nos permite distinguir entre mercados locales, regionales, nacionales, internacionales y globales.

  • Mercado local. Es el ámbito geográfico más reducido que existe. Este tipo de mercado engloba a los consumidores de un ámbito municipal o provincial. Aquí encontraríamos, por ejemplo, a la pequeña panadería que vende sus productos en la localidad en que se encuentra ubicada, así como a una empresa de construcción cuyo ámbito de actuación se limita a la provincia de Málaga.

  • Mercado regional. El mercado regional es un mercado más amplio que el anterior. En el caso de la empresa malagueña, su acceso al mercado regional se produciría cuando comenzase a realizar obras y servicios en otras provincias de la comunidad autónoma andaluza.

  • Mercado nacional. Como su propio nombre indica, los compradores potenciales de este tipo de mercado se extienden por todo el país. Un ejemplo bastante claro sería el de RENFE, empresa que presta el servicio de transporte ferroviario por toda la geografía española.

  • Mercado internacional. El mercado internacional surge cuando una empresa extiende su actividad por diversos países. Como no podía ser de otra manera, los compradores potenciales tienen distintas nacionalidades. Cualquier empresa multinacional opera en este mercado.

  • Mercado global. Su origen no es otro que el fenómeno de la globalización. En un mundo tan avanzado como el actual, las empresas operan a nivel mundial realizando operaciones comerciales que incluye prácticamente todas las zonas del planeta. Internet ha jugado un papel decisivo en la consolidación de los mercados globales.

Tipos de mercado según la naturaleza del comprador

No todos los compradores de bienes y servicios son iguales, lo que nos permite diferenciar entre otros cuatro tipos de mercados: el de consumidores, el industrial, el de revendedores y el institucional.

  • Mercado de consumidores. Es el más cercano a todos nosotros y en él se encuentran los compradores que buscan cubrir una necesidad mediante la adquisición de un bien o servicio de consumo.

  • Mercado industrial. El mercado industrial es un tipo de mercado profesional al que las empresas acceden para poder comprar los bienes y servicios que necesitan para realizar sus actividades. Un ejemplo sería el caso de una empresa de electricidad que compra materiales necesarios para el día a día de su actividad.

  • Mercado de revendedores. Es una modalidad de mercado bastante amplia formada por las empresas que compran bienes y servicios con la intención de volver a venderlos a un precio superior para obtener un beneficio. Un ejemplo bastante claro serían los supermercados.

  • Mercado institucional. Se refiere al mercado formado por las distintas instituciones que conforman el Sector Público español, desde el Estado hasta las Comunidades Autónomas pasando por los Ayuntamientos o las Diputaciones Provinciales.

Bibliografía: Economía de la Empresa. José Miguel Ridao González. Editorial Algaida.

En El Blog Salmón | ¿Quienes son los consumidores?, ¿Qué es el consumo privado?

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¿Y ahora qué?

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El inédito Gobierno de coalición que acaba de formarse en España ha despertado sensibilidades de todo tipo que solo parecen coincidir en preguntarse: “¿Y ahora qué?”. La ciencia política y económica ha mostrado que la estabilidad y eficiencia de los ejecutivos con miembros coaligados depende de la capacidad de cohesión del liderazgo, pero casi siempre cuentan con una ventaja: el control que ejercen unos a otros impiden orientaciones hacia los extremos y obligan a encontrar soluciones más centradas. En España esto no va a ser, en principio, sencillo porque el Consejo de Ministros tendrá muchas sillas y porque el Parlamento va a ser aparentemente hostil. Aun así, los mecanismos de control y mayorías parlamentarias serán esenciales y, por encima de ellos, un anillo adicional de vigilancia desde Bruselas, por los compromisos adquiridos como miembros de la UE.

«En materia de pensiones —donde se cuenta con un especialista— convendría que todos los partidos (y no solo los que ahora forman el Ejecutivo) abandonaran el discurso de la actualización de pensiones sin más y retomaran el debate de la sostenibilidad».

Santiago Carbó

La premisa económica de un Gobierno como el actual debería alinearse con el objetivo general que más se propone recientemente para la estabilidad social y el desarrollo a largo plazo: crecer, pero hacerlo de forma inclusiva, reduciendo desigualdades y promoviendo las oportunidades sin socavar el esfuerzo y mérito individual. Con el Congreso de los Diputados algo enardecido, los agentes sociales deberían desempeñar un papel esencial para fomentar el crecimiento y a la vez desarrollar medidas inclusivas y, a ser posible, acuerdos en política de rentas y distribución. En todo caso, sería conveniente primero cerrar primero unos Presupuestos actualizados que permitan actualizar las políticas. No necesariamente para más gasto sino para una reorientación del mismo. En ausencia de apoyos para otras reformas sería mejor no tocar las que han funcionado y orientar nuevas en materia social. Hay áreas como educación, vivienda o dependencia donde son muy necesarias.

El autocontrol parece posible porque existe un equipo económico fuerte en algunas carteras, perfectamente alienado con Bruselas. Así, por ejemplo, en materia de pensiones —donde se cuenta con un especialista— convendría que todos los partidos (y no solo los que ahora forman el Ejecutivo) abandonaran el discurso de la actualización de pensiones sin más y retomaran el debate de la sostenibilidad. Siempre son un cierto alivio las declaraciones de los responsables de carteras económicas que están acompañadas de añadidos como “respetando siempre las reglas comunitarias”. Así, en el Consejo de Ministros, algunos probablemente tendrán que olvidar pretensiones expresadas en el pasado precisamente por ser contrarias a esas restricciones impuestas por la UE. Pero en ese Consejo va a ser esencial que se marquen líneas generales de actuación que eviten la sensación de que puedan intentar proliferar 22 proyectos individuales en lugar de una estrategia común. La vía de descentralización de carteras por la que se ha optado debería servir para que algunas de ellas sirvan de control de otras en materia de gasto y responsabilidad (política territorial, medioambiente…).

Finalmente, no puede olvidarse que vivimos una época en la que los mensajes valen tanto como las acciones, al menos a corto plazo y, por lo tanto, la política de comunicación debe ser firme para evitar disonancias que los mercados, inversores o socios internacionales puedan recibir mal.

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