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El burnout laboral ya afecta a casi 1 de cada 2 trabajadores, pero hay algo que está en nuestra mano para evitarlo

Un 43% de trabajadores, casi la mitad, sufre burnout, según los datos de la Guía Laboral de 2022. Y no solo eso, casi 3 millones de personas mueren anualmente en el mundo por enfermedades relacionadas con el estrés en el trabajo.

Me encantaría que no fuera así, pero como no tengo varita mágica, hoy quiero compartir, al menos, las 5 técnicas más efectivas para reducir el burnout laboral.

Por supuesto, y antes de nada, la advertencia obligatoria de que si el estrés o el trabajo nos están afectando seriamente la salud mental o física, debemos consultar con un profesional. Trabajos hay muchos (hasta que la IA nos los quite todos), pero vida solo una.

Teniendo en cuenta lo anterior, vamos a ver qué podemos hacer para mitigar el burnout.

1. Cambiar la mentalidad ante el estrés

El primer paso necesario es recordar lo más importante que vimos en la guía completa para reducir el estrés de hace algunas semanas.

Los estudios demuestran que cambiar la mentalidad ante ese estrés, teniendo una actitud más positiva ante él, cambia los efectos físicos que produce, volviéndolos también más positivos.

Puede sonar a autoayuda barata, pero nada más lejos, pues ha sido demostrado ampliamente. Comenzando por el antiguo modelo transaccional del estrés propuesto por Lazarus y Folkman en los 80, y reafirmado en la actualidad por los trabajos de Kelly McGonigal o Alia Crum de la Universidad de Stanford, la conclusión es clara: si cambiamos la mentalidad ante el estrés, anulamos su poder destructivo y lo convertimos en combustible para lo que tenemos por delante. Al menos, en parte.

Esto no significa autoengañarse, justificar condiciones inaceptables o pretender que la vida es de color de rosa, cuando los tonos son entre marrón y negro.

Sin embargo, cambiar el lenguaje y la interpretación es fundamental. En vez de pensar en una situación como algo terrible que nos destruirá, podemos verla como un desafío que puede convertirnos en alguien capaz de superar esos retos y volverse más resiliente.

En este sentido, uno de los mejores libros que he leído es El obstáculo es el camino de Ryan Holiday. En él, desde una perspectiva estoica, desarrolla una tesis similar y ve los problemas como oportunidades de crecimiento y forja de carácter.

Cuando esta mentalidad hace clic en ciertas situaciones, es muy poderosa. Así que, teniendo en cuenta que este tiene que ser el cimiento de nuestra casa, veamos otros aspectos prácticos.

2. Establecer límites

Hombre pelirrojo con gafas sobre fondo verde, levantando la mano para poner límites y negarse

Lo anterior no es excusa para no cambiar lo injusto. Porque, afrontémoslo, el burnout se debe en muchas ocasiones a una cultura tóxica del trabajo.

Demasiadas horas por demasiados pocos euros, presentismo sin sentido, jefes que se creen Napoleón... Tenemos que plantar una primera línea de defensa basada en límites.

  • Por un lado, límites que separen nuestra vida laboral de la personal. Mezclarlas hace que nunca desconectemos, ni podamos recuperar fuerzas.
  • Por otro, límites ante exigencias sin sentido en el trabajo. Tanto de horas, como de atribuciones. No estoy diciendo que se nos caiga el lápiz a las tres, pero sí que, o terminamos con el abuso como norma, o la quemazón del burnout jamás se irá.
  • Finalmente, límites ante las personas que contribuyen a ese burnout. Desde compañeros tóxicos a conocidos insoportables. No hemos venido con la obligación de soportar más peso que el nuestro y el de las personas que deseemos, las que son un ancla y nada más hay que extirparlas.

Lo que es perfecto en teoría suele ser difícil en la práctica. Todo esto es complicado porque nuestra situación laboral puede no ser la más firme para negociar o poner fronteras. De la misma forma, implica una habilidad más difícil de lo que parece: aprender a decir que no, una competencia fundamental para la vida.

Hay maneras más efectivas que otras a la hora de decir ese no, y puede que hablemos de ellas en el futuro, pero no es necesario complicarse. Poner límites es más una cuestión de voluntad y vencer miedos, que de formas concretas de hacerlo.

Hay un momento de valentía en el que tenemos que decir basta y recordar que, en muchas de ocasiones, no estamos obligados a justificar que digamos que no a lo que no queremos, aunque sintamos esa presión muchas veces.

Poco más se puede decir al respecto, porque llega un momento en el que te plantas ante lo que te quema o no, y pocas vueltas más se pueden dar a ese momento de decisión.

3. Tener espacios de desconexión

Personas brindando y sonriendo en la mesa de un bar, como símbolo de círculo social, fundamental para reducir el burnout

El estrés es un cóctel compuesto sobre todo por cortisol y adrenalina, sustancias muy poderosas como gasolina, pero de las que no se puede vivir siempre. Por eso, debemos tener espacios en los que ambas no estén presentes.

Como si fuera el gimnasio, si queremos seguir operando a alto nivel, deberemos tener días y espacios de descanso, que es cuando el músculo cura y crece. Si no, nos espera el sobreentrenamiento y la lesión.

Con el burnout es igual, o descansamos tan duro como trabajamos, o formaremos parte de las horribles estadísticas del principio.

Los espacios de desconexión más efectivos son:

  • Espacios sociales. Es decir, que necesitamos a los demás, a los amigos, a la familia y a quien nos recargue las pilas. Esta es, probablemente, la faceta más importante y lo que más reduce el burnout (si exceptuamos empaquetar al jefe tirano a Filipinas). En serio, la conexión social, de hecho, alarga la vida.
  • Espacios personales. Es decir, algo más allá del trabajo o de lo que nos cause ese burnout. Como en el caso de ese tejido social que nos sostenga, debemos construirlo activamente. Tener hobbies e inquietudes, para sumergirnos en ellos hasta no escuchar el ruido, permitirá llenar el depósito.

4. Buscar formas de recuperar el control y el propósito

Chica joven ante ordenador en el exterior, pensando en el futuro. Tener un propósito es fundamental para reducir el burnout.

La ausencia de control es tremendamente dañina. La perspectiva, real o imaginada, de que no tenemos alternativa y estamos condenados, agrava unos cuantos grados las quemaduras del burnout.

Por eso, debemos recuperar el control de todas las formas que podamos, aunque sea solo en forma de sensación. Cuando la situación nos supera, la manera más efectiva es planificando el escape.

Si nos quema el trabajo, debemos tener un plan para abandonarlo. Si nos quema una situación o persona, lo mismo.

No tiene ni que ser a corto plazo, podemos ponernos el objetivo a un futuro razonable. Solo la sensación de que estamos haciendo de manera activa, en lugar de reaccionando, nos devolverá a una noción más positiva de la situación, a un control que, aunque sea mental en gran parte, influirá aliviando los efectos del burnout.

Además de control, pasando a la acción (por lejana que la veamos), se recupera algo igual de importante, el sentido del propósito. La noción de que tenemos cogidas, aunque sea un poco, las riendas de la vida. Que todavía tenemos algo que decir en ella.

Esto define, en gran parte, a aquellos que resisten más, según el excelente libro de Steve Magness, Do Hard Things: Why We Get Resilience Wrong and the Surprising Science of Real Toughness. En él, se muestran las investigaciones y estudios de quiénes tienen más resiliencia en las situaciones sin quemarse.

Aquel gag de los Simpsons en el que Homer cambia de actitud ante su trabajo alienante, gracias a las fotos de su familia y el propósito de darles una vida mejor, es cierto y una muestra más de que esa serie encierra las respuestas a todo en la vida.

5. Realizar actividades que reducen el burnout

Persona meditando con las piernas cruzadas. Hay actividades que reducen el burnout, nos gusten o no.

Hay cosas que, queramos o no, reducen la quemazón del día a día. Hacer deporte, llevar una dieta sana, ser estrictos con la higiene del sueño o respirar de ciertas formas concretas, disminuye el burnout y mitiga sus efectos negativos.

En esa guía completa contra el estrés que he enlazado al principio nombraba algunas de esas técnicas, incluyendo el modo de respiración demostrado muy recientemente y que, con 5 minutos de práctica, reduce el cortisol de manera importante y lo mantiene más bajo a lo largo del día.

Es importante hacer algo a menudo que nos descomprima, porque no siempre tendremos a mano nuestros apoyos sociales o hobbies.

Y esas actividades no tienen ni siquiera por qué gustarnos, al contrario que en el caso de los espacios personales que hemos visto, pero son importantes porque funcionan cuando las hacemos, independientemente de que nos agraden o no.

Caminar por la naturaleza, ejercicios de relajación... De la misma forma que sacamos la basura o limpiamos lo que está sucio, podemos hacer eso mismo, pero con nuestro estado interno.

En esto, la elección final dependerá de cada uno. Hay quien prefiere el yoga, quien se despeja con un saco de boxeo o quien se evade leyendo (actividad que, por cierto, puede reducir hasta un 68% el estrés, según la Universidad de Sussex).

Me temo que, por desgracia, el burnout está cada vez más extendido y no tiene pinta de que la tendencia vaya a cambiar. Por eso, aquí hemos visto las técnicas más efectivas contra él, pero, sobre todo, recordemos que lo mejor es alejarse del fuego y buscar algo mejor.

No nacimos con la obligación de quemarnos solo para que otros estén un poco calientes.

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Mercado laboral, impuestos y pensiones: estas son las principales medidas económicas del plan de recuperación que España ha enviado a Europa

El Gobierno de Sánchez ha enviado a Bruselas su plan para poder gastar 140.000 millones de euros del fondo de recuperación del coronavirus de la UE. Y es que el dinero no era gratis, nunca lo fue, viene a cambio de reformas.

Recibiríamos 70.000 millones de euros de subvenciones que Madrid planea aprovechar entre 2021 y 2023, el gobierno tiene la intención de obtener una cantidad equivalente de préstamos, en condiciones muy ventajosas, entre 2024 y 2026.

El gobierno ha sido criticado por la falta de claridad sobre las tres reformas más sensibles del plan, que afectan las pensiones, el mercado laboral y el equilibrio fiscal del país. Por ello, vamos a explicar qué está prometiendo Sánchez a Europa.

Mercado laboral: el foco centrado en simplificar y la flexibilidad

Para nadie es una sorpresa afirmar que el mercado laboral español destaca por su alta ineficiencia y dualidad, pues existen desequilibrios profundos que agravan los ciclos económicos y terminan lastrando los aumentos de productividad. Todo ello ha ocasionado un elevado desempleo estructural y juvenil.

España presenta una tasa de temporalidad muy superior a la media de los países de la UE, una alta prevalencia del trabajo involuntario a tiempo parcial, y una elevadísima rotación de contratos de muy corta duración. Todos estos factores llevan a la precarización del mercado laboral, y destaca España en 2020 con una temporalidad del 24%.

Por ello se pide, en primer lugar, la simplicidad de las modalidades contractuales de nuestro mercado laboral. Para que se reduzca la temporalidad es necesario simplificar los tipos de contratos, reduciéndolos a tres (estable, temporal y de formación/prácticas), generalizar la contratación indefinida y devolver al contrato temporal la causalidad que se corresponde con la duración limitada.

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Por otra parte, se apuesta por la flexibilidad pero sin esos contratos temporales: "la reforma debe garantizar que las empresas pueden adaptarse con rapidez a los cambios en el contexto económico, con mecanismos alternativos a la alta temporalidad y el encadenamiento de los contratos de muy corta duración". Esa flexibilidad vendría de la mano de potenciar el uso del contrato fijo-discontinuo para actividades cíclicas y estacionales y reforzar el control de la contratación a tiempo parcial, en especial en lo relativo a la jornada irregular y las horas complementarias.

En tiempos de crisis, esa flexibilidad vendría a proporcionar flexibilidad interna a las empresas y estabilidad en el empleo ante caídas transitorias en la actividad empresarial, con un foco especial en la formación de los trabajadores. Consistente en reducción de jornada o suspensión del contrato por crisis de empresa, permitiría reforzar la inversión en formación de los trabajadores durante los periodos de baja actividad, minimizar el recurso al despido, salvaguardando el vínculo contractual del trabajador con la empresa.

Y, con el fin de cubrir la financiación de las prestaciones y la compensación de las cotizaciones a la seguridad social, en línea con el modelo de otros países europeos, se creará un Fondo tripartito, cuyo funcionamiento será acordado mediante el diálogo social.

Las políticas activas de empleo han sido un verdadero fiasco en España, y a ello se destinan entre 6.100 y 6.500 millones de euros a Políticas Activas de Empleo y, además, el SEPE solo coloca un 2% de los asalariados. Para tratar de solucionar este problema, se buscará identificar los programas servicios e itinerarios más eficaces para hacer una asignación eficiente de los recursos públicos.

Se sugiere incorporar incentivos orientados al cumplimiento de objetivos en la asignación de recursos en la Conferencia Sectorial y en las retribuciones de los responsables de orientar y formar a los demandantes de empleo. Plantea diseñar una estrategia que involucre a los agentes locales, ya que la dimensión local en España es limitada. Propone incorporar al Sistema Nacional de Empleo (SNE) la mejora del acceso a los datos, incrementar su calidad y adecuar la arquitectura tecnológica.

Las subvenciones y bonificaciones a la contratación suponen alrededor del 25% del gasto total en políticas activas del mercado de trabajo. No sirve para mucho y, de ahí, se simplificará los incentivos y los requisitos de las empresas beneficiarias, mejorar los programas de formación y asegurar una mayor coordinación entre todas las administraciones.

Según lo anunciado, no se ataca al coste del despido, uno de los problemas históricos para nuestro mercado laboral. España destaca por ser uno de los países desarrollados con un coste de despido notablemente más alto que la media de los países de la OCDE, lo que dificulta la plena flexibilidad en la dinámica laboral.

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A pagar... Llegan los impuestos

Bajo el eufemismo "modernización del sistema tributario español que permita adecuar este a las tendencias internacionales sobre imposición del siglo XXI", se buscará que el contribuyente medio pague más y el Gobierno ya sabe cómo.

En primer lugar, "lo verde" será la escusa perfecta para que las clases medias españolas paguen más impuestos. Nos dicen que debemos adaptar nuestra sistema fiscal para interiorizar las externalidades medioambientales. Y, de ahí, iríamos a fomentar el uso de energías menos contaminantes. Revisar la fiscalidad del sector aéreo para actuar sobre las emisiones de esos sectores.

En otras palabras, castigar al diésel y pagar un sobreprecio por viajar en avión. De hecho el gobierno buscó esa subida a los 34,5 céntimos desde los 30,7 céntimos por litro, una medida que no prosperó para integrarse en los PGE2021. Y en el sector de la aviación, un estudio de la Fundación Alternativas, próxima al PSOE,c alculaba un coste adicional de 4,47 euros para los viajes de corta distancia, 23,22 euros para media distancia y 41,99 euros para los trayectos de largo alcance ¿el objetivo? Recaudar 1.300 millones de euros.

Existen una gran variedad de impuestos autonómicos sobre residuos y se busca una estrategia nacional para no dar lugar al "turismo de residuos". De ahí nacería el impuesto sobre el depósito de residuos en vertedero y a la incineración, el impuesto que grave los envases de plástico no reutilizable y una modificación del Impuesto sobre los Gases Fluorados de Efecto Invernadero

Por otra parte, las carreteras quedan soportadas por todos los españoles a través de los PGE ¿y si solo pagan quiénes las usen? Ese sería el nuevo enfoque: instaurar un sistema de pago por el uso de la red vial para finales de 2023 o principios de 2024.

Mapa Carreteras De Pago Espana

Además se están estudiando hasta trece beneficios fiscales seleccionados por el grupo de trabajo por su importancia cuantitativa y cualitativa que se realizará a lo largo del período 2021 a 2023. Ya se han modificado los beneficios fiscales de los planes de pensiones en el IRPF, y el tipo reducido de IVA para bebidas refrescantes, zumos y gaseosas con azúcares o edulcorantes añadidos. Vamos a más...

Se estima que una parte importante de las políticas de gasto se instrumentan a través de beneficios fiscales. El conjunto de ellos supone una cuantía próxima a los 60.000 millones de euros (5 puntos del PIB) y cubren un amplio espectro de políticas relativas al fomento del empleo, la provisión de servicios sociales, al complemento de las pensiones, etc.

A partir de aquí, en el primer trimestre de 2022, 2023 y 2024, se presentarán el correspondiente informe y las conclusiones del análisis de los beneficios fiscales analizados en el ejercicio anterior y, en su caso, se tomarán las decisiones de reforma.

Pensiones: Influyendo en el Pacto de Toledo

Las pensiones es el tema que más se ha atascado en la realidad española en los últimos años. Hemos consumido el Fondo de Reserva de la Seguridad Social y ahora el gasto de las pensiones se nutre de los Presupuestos y no sólo de las Cotizaciones Sociales, lo que demuestra la insosenibilidad del sistema, con una alta influencia de os factores demográficos a largo plazo.

Se buscaría una asunción desde el Estado de partidas de gasto que en la actualidad son sufragadas a través de cotizaciones sociales limitando la capacidad del sistema para afrontar el volumen de gasto en pensiones.

Además, se persigue la aproximación de la edad efectiva de jubilación a la edad legalmente establecida. Ahora tenemos el aumento progresivo de la edad de jubilación ordinaria de 65 a 67 años en 2027 (actualmente es de 65 años y 10 meses). Esta reforma de 2011 ya está mostrando resultados pues la edad de jubilación real ha pasado de los 63,8 años en 2010 a 64,1 en 2017, acelerando hasta los 64,6 en 2020. Se modificarian los coeficientes reductores para la jubilación anticipada voluntaria, para incentivar la permanencia en el empleo y eliminar los elementos regresivo.

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Desde el punto de vista de los ingresos, los autónomos a pagar. El 85% del colectivo lo hace por la base mínima, del resto, menos del 9% lo hace por bases que no superan 1.964,70 euros. La cotización de los trabajadores autónomos de acuerdo con los ingresos reales derivados del desarrollo de su actividad sería el factor clave para condicionar las cotizaciones.

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La jornada laboral de cuatro días no debe venir por decreto sino por productividad

Una de las últimas propuestas que ha llegado al Congreso de los Diputados de la mano de Más País, es reducir la jornada laboral semanal a cuatro días, es decir, hasta 32 horas de trabajo. Por lo tanto, los trabajadores se verían favorecidos por un mayor tiempo para su actividad personal, ya que actualmente destinan 40 horas o cinco días semanales al trabajo.

Es una medida que se presenta bajo la bandera de la conciliación en favor de dedicar más horas a los quehaceres personales. Trata de teñirse del ecologismo porque se presupone una reducción de los desplazamientos y por lo tanto, reduciría la contaminación. Y, en último lugar, se busca el enfoque de salud, menos trabajo implicaría menos estrés personal, repercutiendo en una vida más cómoda y tranquila.

Según su programa electoral, se pretende aprovechar los avances tecnológicos y los aumentos de la productividad, para reducir la jornada laboral de forma gradual y negociada sin pérdida de salario en el marco de la próxima década.

Una medida no rentable

Una semana de cuatro días laborables tiene un problema: es caro y hace que proyectos empresariales que hoy son rentables dejen de serlo. Esta conclusión viene dada por el un estudio diseñado en Suecia en la población de Svartedalens en la que los trabajadores del hogar de jubilados pasaron de trabajar ocho horas diarias a seis, un total de treinta semanales.

Si bien es cierto que hubo mejoras de productividad y mejores niveles de bienestar para el personal, para tratar de hacer frente a la pérdida de horas, se tenía que compensar con una ampliación de la plantilla, la residencia tuvo que contratar a 17 nuevos empleados, lo que supuso un coste extra de 12 millones de coronas suecas, unos 1,26 millones de euros.

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Haciendo los cálculos completos, sí hay un ahorro. Esos 17 trabajadores eran desempleados, por lo que hubo una reducción de los subsidios de desempleo en 4,7 millones de coronas (unos 493.000 euros). El problema es que ese ahorro no compensa el auge de los costes.

Dejando de lado el experimento sueco y su falta de rentabilidad, muchas industrias muy probablemente no podrían participar por las sus propias características o la alta cualificación que habría que demandar en el mercado laboral, y sería imposible integrar de manera inmediata. Muchos trabajos tienen una alta complejidad para ser transferidos y crearía inmediatamente un problema estructural.

Otro punto a tener en cuenta es que muchos trabajadores podrían querer trabajar más horas y se verían limitados por la legislación. Es más, en un estudio en Holanda se concluyó que actualmente 1,5 millones de personas querían trabajar más horas, pero no podían hacerlo.

Francia, que redujo su jornada laboral hasta 35 horas, ha visto que muchos trabajadores han acabado trabajando las mismas horas. La diferencia existente es que esas horas pagadas ahora computan como "horas extras".

El problema de productividad en España no está atajado

Para hablar de reducción de la jornada laboral, esos mayores costes deberían ser compensados por el incremento de la productividad laboral. Y ese es, sin duda, el punto central que hace que una empresa sea o deje de ser rentable. Cuando se trata de impulsar reducciones del trabajo desde la legislación y no desde el progreso económico, se trata de un error mayúsculo.

La productividad laboral se define como el PIB por hora trabajada. Y si queremos realizar comparaciones internacionales de los niveles de productividad laboral se utiliza una moneda común (en este caso dólares estadounidenses), utilizando las paridades de poder adquisitivo (PPA) actuales.

Según los últimos datos de la OCDE, España tiene una productividad por hora trabajada de 55,16 dólares. Estos niveles se encuentran ligeramente por encima de los establecidos por la OCDE (54,72 dólares por hora) y por debajo de los niveles de los establecidos por la Unión Europea (55,16 dólares por hora).

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A pesar de que la productividad se encontraría en una posición intermedia en los rankings, su crecimiento ha sido relativamente débil en los últimos años, incluso disminuyó ligeramente en 2018 y 2019. España tiene un verdadero reto para mejorar la productividad.

Las causas de esta baja productividad son múltiples. Nos encontramos con un elevado porcentaje de personas poco cualificadas y que abandonan prematuramente los estudios, el bajo rendimiento de los alumnos en lectura, matemáticas y ciencias, la baja participación en la educación y formación profesional.

Nuestro mercado laboral carece de la flexibilidad suficiente, lo que hace difíciles las transiciones de trabajo, y nos lleva a una infrautilización de las competencias (en particular debido al elevado desempleo de larga duración y al subempleo de los trabajadores a tiempo parcial) y desajustes en materia de competencias.

Los desajustes en las competencias y cualificaciones son los principales factores que determinan la diferencia de productividad laboral de España con respecto a la media de la UE. La escasez de cualificaciones en España se concentra en las ocupaciones técnicas de nivel medio y alto.

El tamaño y qué tipo de empresas forman parte de nuestro tejido productivo no es un elemento positivo. España tiene una proporción relativamente alta de sectores caracterizados por una menor productividad laboral aparente. Además, tenemos una mayor participación de España en el empleo de las empresas más pequeñas (efecto de distribución por tamaños). Esto es coherente con la conclusión general de que las pequeñas empresas tienden a ser menos productivas.

Específicamente, en la construcción, el comercio al por mayor y al por menor, los servicios profesionales y las actividades administrativas y de apoyo, las empresas españolas tienden a ser menos productivas que sus homólogas de la UE en promedio en todas las clases de tamaño, y también sufren el impacto negativo de ser más pequeñas.

En conclusión, la mejora de la productividad dentro de las empresas y la eficiencia en la asignación de recursos son fundamentales para aumentar la productividad general en España. La productividad dentro de la empresa depende de la capacidad de las empresas para innovar, adquisiciones de bienes de capital y aprovechar al máximo su dotación de capital humano, así como de su organización y gestión. Por la parte del capital humano, se ve afectada por la escasa por problemas de formación y por el desajuste de las competencias en el mercado laboral.

No tiene sentido alguno que sin tener solucionado los problemas de la falta de productividad laboral en España, se persiga una medida que lo único que llevaría es mayores costes laborales, desplazando a la quiebra a muchas empresas de sectores que asumen niveles de baja productividad.

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Así fue la reforma laboral de 2012 que ahora se quiere derogar: flexibilidad de las empresas, combatir la dualidad y políticas activas de empleo

La fuerte crisis económica que está sufriendo hoy España vinculada a las medidas de restricción para evitar la propagación del COVID-19, han llevado a una escalada desempleo importante en apenas dos meses.

Tenemos 3,83 millones de personas que desean un empleo y no lo pueden obtener, y si a estas cifras sumamos los tres millones de afectados por los ERTE, nos iríamos a tasas de paro del 34% aunque las fuentes oficiales no incorporan este último dato.

Y es en este contexto, en el que se vuelve a señalar la reforma laboral del Partido Popular del año 2012 como uno de los problemas de la situación presente, tal y como sucedió en la anterior crisis financiera. Incluso, el Gobierno de Pedro Sánchez ha llegado ha firmar con Bildu la derogación íntegra de la reforma laboral, aunque seguidamente lo ha matizado.

Así pues, vamos a reflejar cuáles fueron las medidas que se introdujeron la reforma laboral de 2012, cuál fue el papel de los ERTE en ese momento de cambios legislativos y las consecuencias finales para el mercado laboral.

Las tres dimensiones que abordó la reforma laboral

El paquete de reformas que fue promulgado en el año 2012 tenía como objetivo principal el abordar diferentes problemas estructurales que sufría el mercado laboral español. Mientras que la mayoría de reformas estudian orientadas en el año 2012, algunos ajustes complementarios se hicieron factibles hasta 2013.

El gran problema de España y que hoy en día sigue existiendo aunque en menor medida, era la flexibilidad interna de las empresas, y se buscó conceder mayor prioridad a los acuerdos a nivel de empresa, lo que facilitaba las cláusulas de exclusión de los acuerdos de ámbito superior como pueden ser sectoriales o regionales y facilitando las diferentes modificaciones unilaterales de los salarios y el resto de condiciones de trabajo.

Para entender como se estructuró esta reforma hay que mencionar tres categorías diferentes: Medidas para aumentar la flexibilidad de las empresas, medidas para reducir la dualidad y, medidas para mejorar las políticas activas del mercado de trabajo, con algunas medidas dirigidas a varios objetivos. Asimismo, debemos enfatizar que algunas de estas políticas únicamente se emplearon a los nuevos contratos o los futuros años de servicios en los contratos ya existentes.

Enfocando la flexibilidad empresarial, en primera instancia se dio prioridad a aquellos acuerdos a nivel de empresa frente a los acuerdos a nivel del sector en el marco de la negociación colectiva, se facilitó la exclusión voluntaria de los convenios colectivos, se redujo el periodo de actividad excesiva de los convenios colectivos, se utilizaron los contratos a tiempo parcial, incluso llegando a permitir horas extras horas complementarias, se amplio el uso de despidos justos basados en criterios objetivos y se facilitaron los acuerdos de despido a nivel de empresa.

En relación a aquellas medidas que abordaban la dualidad del mercado laboral, es decir la gran diferencia existente del blindaje de los contratos indefinidos frente a los contratos temporales, se tomaron medidas para reducir las diferencias. La más importante fue la reducción del coste de despidos improcedentes a los trabajadores indefinidos de 45 a 33 días de salario por año de antigüedad hasta un máximo de 24 meses, frente a los 42 meses anteriores. También vimos la introducción de un contrato especial para las pequeñas empresas al fin de conceder un incentivo para la contratación de trabajadores indefinidos, especialmente dirigido a jóvenes desempleados y se restableció el límite de 2 años para la prórroga de los contratos temporales.

En último lugar de esta batería de medidas, debemos de señalizar aquellas políticas activas. En este punto se introdujeron contratos de formación y aprendizaje concedían a las empresas diferentes incentivos para reciclar a jóvenes sin formación para que permanecieran dentro de la empresa y se puso en marcha un nuevo programa de activación para los desempleados de larga duración. Además, se concedió un papel más relevante a las agencias privadas de captación y colocación y ya en el año 2013 se introdujo un sistema de evaluación de asignación de fondos orientado a los resultados.

¿Y qué hay de los ERTE?

En relación a los ERTE que se han puesto muy de moda en estos meses para tratar de paliar coyunturalmente las consecuencias negativas que están sufriendo los negocios, tienen su punto de partida en el año 1995 en el Estatuto de los Trabajadores.

Específicamente, lo podemos ver regulados en los artículos 45,47 y 51 del Real Decreto Legislativo 1/1995 del 24 de marzo por el que se aprobó el texto refundido de la Ley del Estatuto de trabajadores que establecía entre las diferentes causas suspensión del contrato del trabajo, aquellas motivadas por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción o derivadas de fuerza mayor temporal.

Con esta legislación, lo que hizo realmente el Partido Popular en su estapa de Gobierno fue crear una Disposición Adicional Segunda del Real Decreto 1483/2012, de 29 de octubre, por el que se aprobó Reglamento de los procedimientos de despido colectivo y de suspensión de contratos y reducción de jornada.

Se trataba pues regular el nuevo papel de la autoridad laboral y sus funciones para que su permiso no fuera un requisito necesario y agilizar todo el trámite.

Por lo tanto, en un supuesto de derogación de la reforma laboral co o se está planteando, la inmediatez obtenida en este trámite quedaría obstaculizada, haciendo más complejo todo el proceso del ERTE tan necesario hoy en día para empresas y trabajadores porque, según el Consejo General de los Colegios de Gestores Administrativos, se estima que más de 900.000 trabajadores incluidos en un ERTE no están cobrando.

¿Fue positiva la reforma laboral?

Sin lugar a dudas, la reforma laboral mejor los resultados obtenidos en materia de empleo, incluyendo especificamente las altas tasas de jóvenes desempleados.

Podemos apreciar en el siguiente gráfico que el crecimiento del empleo después de la reforma fue sistemáticamente mayor y el desempleo juvenil se redujo en comparación a una posible evolución del crecimiento del empleo y el desempleo juvenil en ausencia de estas reformas.

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Las desigualdades se redujeron. La fuerte creación de empleo, ayudada por las reformas, contribuyó a mejorar la distribución de la renta después de 2012. Si miramos el coeficiente de Gini cinco años después de las reformas vemos esa reducción.

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Uno de los problemas que no se ha solucionado ha sido la temporalidad que sufre la economía española. Aunque, en este punto, hay que matizar que hemos visto una contracción del peso del sector de la construcción en el cómputo del PIB en favor de una economía orientada más a servicios con una dosis de mayor temporalidad.

Hay que tener en cuenta, que en el momento previo del estallido de la burbuja inmobiliaria, la proporción de empleos temporales era incluso superior al 30% (tasa del 34,6% en el tercer trimestre del 2006). La crisis borró muchos contratos temporales, y cuando la recuperación económica llego a los niveles de PIB que habíamos visto en el pasado, la tasa de temporalidad, aunque excesivamente elevada en el 26%, desde luego no ha llegado a los niveles anteriores.

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