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El insuficiente atractivo internacional de las universidades españolas

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Las universidades españolas están experimentando un proceso de internacionalización, tanto de profesorado como de alumnado. La proporción de profesorado extranjero en España está aumentando claramente (2,6% en 2016-2017; 3,4% en 2021-2022), y lo mismo ocurre con los estudiantes: crece la proporción de estudiantes españoles matriculados en el extranjero. Esta tendencia no se debe a los programas de estancias cortas que no están orientadas a la obtención de un título en una universidad española (“movilidad de créditos”), sino al crecimiento de la proporción de la llamada “movilidad de grado”, que representó el 5,8% de la matrícula en las universidades presenciales en el curso 2021-2022, 2,5 puntos porcentuales más que en el 2016-2017 (gráfico 1).


A pesar de la creciente proporción de estudiantes extranjeros matriculados, España se sigue situando en este aspecto por detrás de la media de la Unión Europea. Según datos de Eurostat, los estudiantes de movilidad de grado en España representaban en 2022 el 4,8% del total de la matrícula universitaria en España (en universidades presenciales y no presenciales), casi la mitad de la media de la UE27 (9,4%) (gráfico 2) y, en cualquier caso, significativamente por debajo de los de grandes países (de elevado PIB per cápita) como Alemania (12%) y Francia (10,6%) o, fuera de la UE, el Reino Unido (20,9% en 2019). Pero la cuota española también es inferior a las registradas por países más pequeños y menos ricos como Portugal (11,8%) o Hungría (14,3%). Si se mantuviera la tendencia lineal del periodo 2017-2022 ( 0,2 puntos por año), la proporción de estudiantes móviles procedentes del extranjero tardaría más de 20 años en alcanzar la media actual de la Unión Europea, aunque la tendencia implícita en los datos del gráfico 2 apunta a un camino algo más corto.


Dado el bajo porcentaje de estudiantes móviles en España, puede afirmarse que el atractivo internacional de las universidades españolas es comparativamente bajo. Si prestamos atención al volumen de todos los estudiantes procedentes del extranjero (de un país europeo o del resto del mundo) que se matriculan en universidades europeas, España acogió al 3,9% en 2022, claramente por debajo de su peso demográfico en el conjunto de países europeos considerados (9%). La brecha es aún mayor para los 826.000 estudiantes móviles de origen europeo (3,3%) y, especialmente, para los 570.000 asiáticos (1,3%) (gráfico 3). Así pues, parece que las universidades españolas no tienen mucho éxito en la atracción de estudiantes europeos y asiáticos. Es cierto que, como podría esperarse, España es líder indiscutible, con un 30,2%, en la acogida de estudiantes latinoamericanos, aunque, en todo caso, solo suman 105.000, apenas una octava parte de los estudiantes europeos y una quinta parte de los asiáticos. Aumentar la presencia de estudiantes internacionales en las universidades españolas requiere, por tanto, mejorar su influencia institucional y académica entre los públicos europeos y asiáticos.

Esta entrada está basada en un texto publicado al respecto en el último número de Focus on the Spanish Society, que incluye, además, un análisis sobre el acceso universal al sistema sanitario en España y otro sobre la satisfacción de los usuarios de la sanidad.

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Nativos digitales ¿hiperconectados?

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Los jóvenes de hoy constituyen la primera generación socializada en un mundo plenamente digital. El acceso universal a Internet y el cambio tecnológico de las últimas dos décadas han transformado los modelos de socialización, relacionados sobre todo con el ocio y el estudio, en los que los jóvenes están inmersos. Esta generación se ha socializado en un entorno digital, pasando horas diarias entre redes sociales, búsquedas de información y videojuegos. Sin embargo, detrás de esta imagen de modernidad y adaptación tecnológica se oculta una realidad preocupante: el uso excesivo de dispositivos digitales podría estar afectando negativamente y, posiblemente, comprometiendo su desarrollo cognitivo. En el artículo ‘¿Están los nativos digitales hiperconectados?‘, que publicamos en Panorama Social utilizando los datos de PISA 2022, analizamos el precio educativo que está pagando esta generación por beneficiarse de un acceso tan extendido a las nuevas tecnologías de la información.

Hiperconectividad es la nueva igualdad

Los adolescentes dedican una cantidad excesiva de tiempo a las pantallas. Según los datos de PISA 2022, el 25% de los jóvenes de 15 años en España pasan entre una y tres horas diarias conectados a redes sociales. Aún más alarmante es que algo más del 20% de los adolescentes están conectados más de tres horas diarias a estas plataformas. La exposición a las pantallas para jugar a videojuegos resulta igualmente preocupante, especialmente entre los jóvenes varones: el 35% juega entre una y tres horas diarias, mientras que otro 25% dedica más de tres horas al día a esta actividad. En contraste, el tiempo destinado a actividades educativas digitales es insignificante.

Sin embargo, quizás lo más destacable no sea la hiperconectividad en sí misma, sino lo democrático que resulta el uso de pantallas entre jóvenes de diferentes orígenes sociales. Aunque la investigación basada en datos previos a la pandemia mostraba diferencias en el tiempo y el tipo de uso de las nuevas tecnologías según el nivel educativo de los padres, nuestro estudio revela que estas diferencias ya no son significativas con los nuevos datos de PISA recopilados en 2022. Los confinamientos asociados a este evento tan traumático pueden estar detrás de esta tendencia igualadora en el uso de las nuevas tecnologías. Una de las consecuencias más impredecibles de estos confinamientos fue la intensificación del viraje digital que la vida cotidiana venía adquiriendo en los últimos años, tanto para la sociedad en general como para los nativos digitales en particular. Los confinamientos reforzaron, especialmente entre los jóvenes, la tendencia a comunicarse digitalmente y a organizar tanto su ocio como su formación a través de las pantallas.

El coste educativo del screen time

Pasar algún tiempo de pantallas (screen time) no es negativo, antes bien, resulta un comportamiento inevitable y hasta beneficioso en un mundo donde lo digital tiene presencia comprehensiva. Pero, ¿qué ocurre cuando la democratización digital no está acompañada de una alfabetización tecnológica adecuada? Mientras celebramos el acceso universal a la tecnología, ignoramos el daño que causa cuando no se utiliza adecuadamente. La ilusión de que la simple exposición a la tecnología mejorará las oportunidades educativas se desmorona ante la evidencia.

Cuanto más tiempo pasan los jóvenes utilizando dispositivos digitales —ya sea para redes sociales, videojuegos o incluso en actividades educativas—, peor es su rendimiento académico. De acuerdo con los datos de PISA 2022, los adolescentes que pasan más de una hora diaria frente a pantallas experimentan una caída en sus competencias en matemáticas que puede llegar a ser de hasta 30 puntos en la prueba de PISA. Esta caída tan pronunciada iguala el rendimiento de los estudiantes de hogares con padres universitarios al de aquellos con menos recursos educativos.

La evidencia que aportamos también desmonta el mito del aprendizaje digital. Durante algunos años se alimentó con fuerza la idea de que la tecnología, y en particular el acceso a dispositivos digitales, era el futuro de la educación. Pues bien, los datos no respaldan esta afirmación. Nuestro análisis demuestra que la gran mayoría de los adolescentes españoles dedica muy poco tiempo a utilizar la tecnología con fines educativos. El tiempo dedicado al aprendizaje digital no parece aportar beneficios significativos y, en algunos casos, puede ser tan dañino como el consumo excesivo de videojuegos.

Hacia una solución: menos pantallas, más alternativas

Una de las principales razones por las que una exposición excesiva al mundo digital puede ser perjudicial para el rendimiento académico es que el tiempo que los adolescentes pasan frente a las pantallas reemplaza el tiempo destinado a otras actividades beneficiosas para su desarrollo y desempeño académico, como socializar con amigos y familiares, leer libros, realizar tareas escolares o hacer ejercicio físico. Además, el uso de teléfonos inteligentes fomenta comportamientos multitarea, lo cual dificulta la concentración en tareas específicas relacionadas con el estudio.

Queremos subrayar que el problema no es el acceso a la tecnología, sino el uso descontrolado de la misma. La solución no implica prohibir el uso de dispositivos digitales, sino limitar el tiempo de uso y reorientarlo hacia actividades más constructivas y equilibradas. El contacto con la realidad no digital, el aprendizaje a través de experiencias prácticas, y la interacción social cara a cara son elementos que no pueden ni deben ser reemplazados por ninguna tecnología.

La hiperconectividad ha llegado para quedarse, y aún deberán pasar varios años antes de que podamos evaluar plenamente sus consecuencias a largo plazo. Para atenuar los daños que intuimos para esta generación de nativos digitales —una generación hiperconectada tecnológicamente, pero desconectada de la realidad—, es esencial enriquecer el green time para hacerlo más atractivo al screen time. Además, quizás sea momento de aceptar que el mundo ha cambiado y aprender a lidiar con la incertidumbre que siempre conlleva lo desconocido. La tecnología, seguramente, no es el enemigo, pero su uso inapropiado puede convertirse en una trampa que nos lleve hacia una sociedad menos educada y menos independiente.

Más información en el artículo ‘¿Están los nativos digitales hiperconectados? El uso de pantallas en España‘, publicado en el número 39 de la revista Panorama Social.

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Los problemas crecen y las soluciones urgen en el mercado de la vivienda

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Las dificultades de acceso a una vivienda asequible en España se encuentran entre los grandes problemas estructurales de nuestro país. No han mejorado desde la aprobación de la Ley de Vivienda a principios de 2023, sino que han empeorado. Los precios continúan subiendo. Y los alquileres han seguido encareciéndose y, lo que es casi peor, se han retirado viviendas del mercado, con lo que la oferta se ha reducido. El debate público no cesa y recurrentemente aparecen segmentos del mercado de la vivienda que parecen requerir una nueva actuación. Casi siempre se pide que sea desde las Administraciones Públicas. Con el comienzo del curso académico, se habló mucho de la falta de oferta en residencias universitarias y de pisos para estudiantes. Estos días la discusión gira alrededor del alquiler vacacional, sin duda una fuente de tensión en el mercado en la actualidad, ante el boom turístico después de la pandemia. 

Puede haber cosas que corregir e incluso limitar en este segmento, como pueda ser su mal uso y que se esté empleando para encarecer cada seis meses el alquiler, aunque se trate del mismo inquilino. Las propuestas para intervenir en el alquiler vacacional, si son excesivamente intervencionistas, podrían ser contraproducentes si animan a más propietarios a retirar sus viviendas de la oferta existente. Poner un techo a los precios de alquiler o una regulación excesiva no parece el camino para aumentar la oferta, que es el gran problema del mercado inmobiliario en España. Es el elefante en la habitación. Y los problemas no paran de crecer —como ocurría en aquella serie de una familia norteamericana con hijos adolescentes de la década de 1980— mientras no se actúe sobre la oferta de modo contundente. 

Están siendo frecuentes los análisis y diagnósticos. En esta misma cabecera, muchos autores —entre los que me incluyo— hemos escrito sobre ello. Y no es exclusivo de España. La mayor parte de los países occidentales están teniendo problemas similares de falta de oferta y problemas de accesibilidad, sobre todo para las generaciones más jóvenes, aunque el caso español parece de los más preocupantes. En España las cifras más consensuadas es que harán falta en torno a un millón de viviendas en lo que resta de década, lo que llevaría a precisar una construcción de vivienda nueva de entre 150.000 y 200.000 viviendas. Un esfuerzo enorme y que debe prolongarse en el tiempo. 

En cuanto a posibles soluciones y su viabilidad, lo primero es una llamada a la prudencia: aunque frecuentemente se aboga por la participación pública como eje fundamental en la promoción o alquiler de vivienda, esta visión es controvertida por su potencial para generar incentivos inadecuados y dar lugar a resultados insatisfactorios. Las intervenciones públicas, si no se diseñan y ejecutan cuidadosamente, pueden distorsionar el mercado, desalentar la inversión privada y no alcanzar los objetivos de accesibilidad deseados. Las actuaciones públicas pueden ser necesarias para atender las zonas con mayor tensión. Hay que recordar que son las Comunidades Autónomas las que tienen la mayor parte de las competencias. 

Un aspecto clave es la gestión eficaz del suelo urbanizable. La aprobación del proyecto de ley del suelo —más necesario que nunca— permitiría reducir la inseguridad jurídica, simplificar trámites burocráticos y el desarrollo de nuevas actividades de construcción. La planificación adecuada del suelo es fundamental para garantizar una oferta suficiente y moderar el incremento de los precios. Es clave que culmine la tramitación para aprobar esa Ley. 

Otro elemento importante es el fomento de la construcción de vivienda asequible, que incluye no solo la promoción de nuevas viviendas, sino también la rehabilitación de las existentes para mejorar su habitabilidad. Los programas de subvenciones y ayudas para la renovación de vivienda pueden ser particularmente útiles. Como ya se ha comentado, el mercado de alquiler necesita una atención particular en estos momentos. Su regulación debe evitar, a toda costa, ser distorsionadora, más en un momento de gran tensión como el actual. Es urgente dar con un equilibrio que proteja a los inquilinos sin desalentar a los propietarios. Además, la creación de un entorno regulatorio estable y predecible puede facilitar la inversión en el mercado de alquiler, incrementando así la oferta de viviendas de alquiler a precios razonables. 

Algunas cautelas finales. Preocupa y mucho la falta de mano de obra en el sector de la construcción, que puede ralentizar la creación de oferta de nuevas viviendas, aunque se despejaran otros interrogantes u obstáculos. Cualquier plan que aumente notablemente la oferta de viviendas debe contar con una estrategia de captación de la mano de obra necesaria. Asimismo, las necesidades financieras para construir toda la vivienda que hace falta son enormes. El Estado no puede abordarlas por sí solo, incluso aunque se aprobaran nuevos Presupuestos, que seguramente se adaptarían mejor a las nuevas necesidades, incluida la vivienda. En todo caso, hará falta un importante volumen de recursos privados para acometer la construcción de toda la vivienda que se precisa. 

Es necesario, por tanto, un enfoque holístico, continuado y coordinado en la política de vivienda que permitiría crear comunidades más resilientes y cohesionadas. La colaboración entre el sector público y privado, junto con una planificación urbana eficaz, será fundamental para alcanzar estos objetivos y asegurar un acceso equitativo a la vivienda para todos los ciudadanos. Estas políticas mejorarán la accesibilidad a la vivienda y contribuirán a la estabilidad económica y social del país, promoviendo un desarrollo urbano más sostenible y equitativo. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Las mujeres continúan reduciendo la brecha salarial de género

Las mujeres españolas han protagonizado una de las transformaciones sociales más destacadas de las últimas décadas. El gran aumento de su participación en la fuerza laboral, su creciente presencia en empleos a tiempo completo y su progresión en las ocupaciones cualificadas han cambiado radicalmente el mercado de trabajo. Sus tasas de ocupación en todas las edades se aproximan cada vez más a las de los hombres, y también lo hacen sus retribuciones salariales. Así, la diferencia en el salario por hora que reciben, de media, hombres y mujeres, ha pasado del 18,7 % en 2012 al 8,7 % en 2022 (gráfico 1). Téngase en cuenta que esa diferencia resulta de comparar situaciones bastante distintas entre unos y otras en el mercado de trabajo en función de características individuales (nivel educativo, edad, antigüedad o productividad) y de los puestos de trabajo (ocupación, nivel de responsabilidad, sector, número de horas trabajadas, tipo de jornada, tipo de contrato o tipo de empresa).

La brecha salarial ha disminuido en España más rápidamente que en muchos países comunitarios, lo que ha conducido a que en 2022 la cifra española se sitúe cuatro puntos por debajo de la media de la Unión Europea (12,7 %), mientras que en 2012 la superaba en más de dos puntos porcentuales (gráfico 1). En 2022 las mayores brechas salariales de género se encontraban en países del este de Europa, pero también en Austria y Alemania, donde rondaban el 18 % (gráfico 2).  En Bélgica, Rumanía e Italia, países con tasas de actividad femenina relativamente bajas, la brecha salarial de género se situaba por debajo del 6 %. El único país europeo en el que el salario por hora de las mujeres superaba por término medio al de los hombres era Luxemburgo (-1 %).


La caída de las diferencias salariales entre hombres y mujeres no puede desvincularse del “vuelco formativo” de las generaciones más jóvenes de mujeres 1. Su nivel educativo, más alto, por término medio, que el de sus pares varones, ha contribuido a su acceso a puestos de trabajo de mayor categoría y remuneración. A medida que las generaciones más antiguas, con una brecha salarial más elevada, se jubilan y salen del mercado laboral, son reemplazadas por cohortes de trabajadores jóvenes, entre quienes la desigualdad salarial es significativamente menor o, incluso, se revierte. De hecho, en España la brecha salarial es muy sensible a la edad (gráfico 3). Entre los menores de 25 años, las mujeres  ganan por hora, en promedio, más que los hombres de la misma edad, en consonancia con su mayor nivel educativo. Sin embargo, esta pauta cambia drásticamente entre los trabajadores de mayor edad. En el grupo cercano a la edad de jubilación (55-64 años), la brecha salarial alcanza el 13,5 %, y en el grupo de mayores de 65 años, aunque muy pocos siguen trabajando, la desigualdad es aún más pronunciada. 


A pesar de estas ostensibles diferencias por edad, desde 2012 la reducción de la desigualdad salarial puede considerase un fenómeno transversal, afectando a trabajadores jóvenes y mayores por igual (gráfico 4). Por ejemplo, en el grupo de los menores de 25 años, la brecha salarial de género se situaba en el 8,3 % en 2012, pero es negativa desde 2019, alcanzando el -3,8 % en 2022. Entre los trabajadores y trabajadoras más cercanos a la edad de jubilación, la brecha salarial disminuyó en el mismo periodo en más de 10 puntos porcentuales, del 24,2 % al 13,5 %.


La evolución de la brecha salarial entre hombres y mujeres en empleos a tiempo completo ha contribuido singularmente a la reducción de la desigualdad salarial por sexos en España. Si bien tanto los trabajos a tiempo completo como los de tiempo parcial han experimentado caídas en la brecha durante la última década, la reducción ha sido sustancialmente mayor en el primer caso. En 2022, la brecha salarial en los empleos a tiempo completo se había reducido al 2,3 %, mientras que, en los empleos a tiempo parcial, seguía siendo considerable, del 18,7 % (gráfico 5).


A pesar de la sustancial reducción de la brecha salarial de género en los últimos años, esta sigue siendo muy palpable en el empleo a tiempo parcial. A este respecto hay que tener en cuenta que la jornada a tiempo parcial es mucho más frecuente entre las mujeres (21,6 % de las ocupadas, en 2022) que entre los hombres (6,4 %). 

Pero este es solo uno de los factores explicativos de la brecha salarial. Investigaciones recientes han puesto de relieve la distinta penalización para la progresión salarial que supone la maternidad para las mujeres frente a la paternidad para los hombres. 

Así pues, equilibrar las cargas de cuidado de la familia y del hogar entre hombres y mujeres podría reducir la penalización que padecen ellas en su trayectoria profesional, del mismo modo que aumentar su porcentaje de ocupación a tiempo completo redundaría en un aumento de su salario. Ambos son objetivos en los que las mujeres, si así lo desean, pueden seguir avanzando, como han hecho hasta ahora.  

Un último apunte: que la desigualdad salarial media entre mujeres y hombres se haya reducido tan ostensiblemente como se ha mostrado aquí, es, en buena medida, independiente de la cuestión de si hombres y mujeres cobran el mismo salario por hacer el mismo trabajo. Este principio de justicia debería cumplirse siempre. 

[1]  Garrido, L. (1992). Las dos biografías de la mujer en España. Ministerio de Asuntos Sociales.

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La espiral de precios de la vivienda

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Cada día que pasa se complica la búsqueda de una solución a la escasez de vivienda que padece nuestro país, particularmente entre los jóvenes. La buena marcha de la economía, avalada esta semana por el veredicto favorable del informe del FMI, es una realidad que podría restar sensación de urgencia: los expertos del Fondo pronostican un avance del PIB superior al 2% tanto este año como el que viene, sostenido por el dinamismo del mercado laboral y la solidez de la posición competitiva del tejido productivo en un contexto internacional complejo.


Sin embargo, como reconoce el Fondo, la escasez de vivienda, además de ser un problema social de primer orden, puede convertirse en una importante limitación, dificultando la movilidad hacia las zonas más dinámicas y constriñendo la capacidad de atracción de talento. Esto último es especialmente perjudicial para un modelo productivo como el español basado en la incorporación de fuerza laboral (y con poco avance de la productividad). El encarecimiento de la vivienda es por otra parte un factor de inflación, por su traslado a los costes de producción e, indirectamente, a las demandas de compensación salarial.

Todo apunta a que el cuello de botella radica en la falta de oferta: en los últimos años, se ha construido poco más de la mitad de lo que sería necesario para satisfacer la demanda derivada del crecimiento poblacional, redundando en un déficit creciente, incluso si todas las viviendas vacías se pusieran en el mercado o las de alquiler vacacional se paralizaran. Pero el diagnóstico deja abiertas algunas cuestiones claves.


En primer lugar, contrariamente a algunas afirmaciones, el déficit de construcción residencial no obedece a la escasez de suelo urbano: éste abunda, algo bastante lógico en un país con poca densidad poblacional. Prueba de ello, tras el desplome posterior a la crisis financiera, el precio del suelo se mantiene en cotas reducidas, aun cuando su desarrollo en forma de inversión inmobiliaria sería rentable: la brecha creciente entre el precio del suelo y el de venta de vivienda nueva muestra que el mercado, por sí solo, no aportará una solución a la escasez, y que es necesario abordar las disfunciones.

Así pues, para desatascar
la construcción aprovechando el suelo disponible, es necesario aportar seguridad
jurídica a los promotores, particularmente en lo que atañe a la lentitud de los
trámites administrativos y al periodo de impugnación (algo que pretendía el
proyecto de ley retirado recientemente).

Pero también influye el destino de la inversión, ya que la demanda procede en buena medida del segmento del alquiler, que es también el más relevante desde el punto de vista de la movilidad y de la emancipación de los jóvenes. Por tanto, la puesta en el mercado libre de vivienda en propiedad no aliviaría esa demanda insatisfecha: solo operaría a largo plazo y débilmente en comparación con iniciativas basadas en la elevación de la oferta de alquiler.       

Otro imponderable, según
el sector, es la incertidumbre relativa a los costes de construcción y a la
disponibilidad de mano de obra como elementos limitativos de la inversión. El
despliegue de programas de formación de parados y la mejora de las condiciones
laborales podrían ayudar a aliviar la percepción de escasez. Pero, en todo
caso, la mera anticipación de una espiral de costes de producción unida a la
sensación de demora sine die de las iniciativas de apoyo al sector, solo
pueden retrasar el inicio del ciclo de construcción.   

En suma, cuanto más se intensifica la escasez de oferta, más se complica su solución, de modo que urge un plan que aborde los diferentes frenos a la inversión. La bajada de tipos de interés y  las medidas de apoyo a la demanda, generalmente poco eficaces, no detendrán la escalada de los precios y el déficit de vivienda asequible.

ALQUILER | Según Eurostat, el 24,7% de la población española residía en una vivienda en alquiler en 2023, un porcentaje que se ha incrementado desde la crisis financiera (en 2007 era inferior al 20%). La situación es similar a la de otros países mediterráneos, pero dista todavía de la que prevalece en el centro de Europa, particularmente Alemania donde más de la mitad de las personas viven de alquiler, y Francia con algo menos del 40%. Por otra parte, solo uno de cada tres inquilinos se beneficia de un alquiler reducido o subvencionado en España.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Apagar un cigarrillo para encender otro: los jóvenes fuman menos tabaco, pero vapean más

Este año, el Día Mundial Sin
Tabaco tiene como protagonistas a los niños y los jóvenes. Así se advierte en la página web de la
Organización Mundial de la Salud
,
donde se les anima a que den un paso al frente y defiendan políticas que les
protejan mejor ante el consumo del tabaco (#TobaccoExposed). Esta llamada
resulta muy oportuna, toda vez que, en la discusión sobre los riesgos sociales
a los que están expuestos los niños y adolescentes, ha adquirido tanta
importancia el impacto de las pantallas y las redes sociales, que otros
riesgos, como el del consumo de sustancias adictivas, parecen haber pasado a
segundo plano. La preocupación por los “riesgos de última generación” no
debería desplazar del interés público y del análisis social estos otros riesgos
más “tradicionales”, entre los que el consumo de tabaco ocupa un lugar
destacado. El tabaquismo entre los jóvenes adquiere especial relevancia dada su
particular vulnerabilidad a la adicción a la nicotina y a los efectos adversos
del tabaco[1].

A este respecto, los datos sobre el consumo juvenil de tabaco en España indican algunos éxitos reseñables. En efecto, las Encuestas sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES)[2] han puesto de manifiesto la significativa reducción del consumo de tabaco entre los jóvenes de 14 a 18 años a lo largo de las últimas tres décadas. A mediados de los años noventa, un tercio de los jóvenes de esas edades había consumido tabaco “en los últimos 30 días” (32,5 %). En 2023, los que así lo declaraban apenas superaban una quinta parte (21 %).  La reducción cobra mayor relieve si se compara con la evolución del consumo de otras drogas como el alcohol y el cannabis, sustancias cuyo consumo no ha mantenido esa misma tendencia constante a la baja durante este periodo (Gráfico 1).


La caída del consumo de tabaco entre la población de 14 a 18 años es todavía más intensa si se atiende al consumo diario: la proporción de quienes reconocen fumar tabaco todos los días (7,5 %) representa en 2023 casi un tercio de la observada en 1996 (23,7 %) (Gráfico 2). De nuevo, la evolución del consumo diario de tabaco resulta claramente más positiva que la del consumo de alcohol o de cannabis, sustancias cuyo uso diario, en todo caso, se halla menos extendido que el del tabaco.


Al analizar la evolución de los datos sobre consumo de tabaco, llama asimismo la atención la mayor prevalencia entre las estudiantes a lo largo de todo el periodo observado (1996-2023). Si bien ellas fuman de media menos cigarrillos que ellos, presentan, año tras año, un porcentaje más alto de consumo de tabaco (al contrario de lo que sucede en la población general)[3]. Sin embargo, la caída más rápida del consumo de tabaco entre las estudiantes de secundaria ha contribuido a acortar las diferencias de género. En 1996, el 38,1 % de ellas habían consumido tabaco “en los últimos 30 días”, en comparación con el 26,2 % de ellos, una diferencia de 12 puntos porcentuales (Gráfico 3). En 2023, esta brecha se había reducido a cuatro puntos porcentuales, con un 23,3 % de consumo entre las mujeres frente al 18,9 % entre los hombres. En cuanto al consumo diario, la reducción de las diferencias entre chicos y chicas ha sido tal que desde 2012 prácticamente han desaparecido, a pesar de que en 1996 alcanzaban los nueve puntos porcentuales (el 28,1 % de los hombres y el 19 % de las mujeres) (Gráfico 4).


Los datos expuestos hasta aquí presentan, no obstante, un contrapunto negativo: el rápido aumento del consumo de cigarrillos electrónicos entre los jóvenes. En 2014 uno de cada seis jóvenes los había probado (17 %), mientras que en 2023 lo habían hecho más de uno de cada dos (54,6 %; entre los jóvenes de 18 años entrevistados, la proporción se elevaba a dos de cada tres: 66,1 %) (Gráfico 5). Aunque ESTUDES no ofrece datos sobre el consumo diario de cigarrillos electrónicos, su consumo “en los últimos 30 días” ya superaba en 2023 al del tabaco convencional, con un 26,3 % frente al 21 %.


Las chicas están incluso más familiarizadas que los chicos con este tipo de práctica: el 56,8 % ha probado alguna vez los cigarrillos electrónicos, y el 48,1 % lo ha consumido “en los últimos doce meses”, cifras alrededor de cuatro puntos porcentuales más altas que las correspondientes a los varones de la misma edad (52,5 % y 43,8 %, respectivamente) (Gráfico 6).


En los últimos años, este rápido crecimiento del consumo de cigarrillos electrónicos ha coincidido con un aumento considerable de la percepción del riesgo de usarlos: en 2021, solo un 22,4 % de los jóvenes pensaban que el consumo esporádico de estos cigarrillos podía ser perjudicial; dos años después, esa proporción casi se había doblado (38,8 %). La evidencia científica ofrece un amplio respaldo a la opinión según la cual los cigarrillos electrónicos, en sus diferentes variantes, dañan la salud y en consecuencia, no abren una vía de resolución de los problemas que genera el consumo del tabaco.

El vapeo no es la solución a los problemas de salud
ocasionados por el tabaco. Difícilmente se le podría definir como la “bala
mágica” que puede conducir a la erradicación de los riesgos de salud que
provoca el tabaquismo[4]. Sigue siendo muy necesario estudiar en profundidad
los comportamientos y los hábitos de fumar, analizando su evolución en
contextos sociales tan cambiantes como los actuales. En este sentido, es
encomiable que España haya realizado más esfuerzos de recopilación de
información estadística que otros países europeos. Con todo, queda todavía
mucho por conocer sobre esos comportamientos y hábitos; un conocimiento
fundamental para tomar decisiones informadas y diseñar iniciativas eficazmente
orientadas a los distintos grupos de la sociedad, que reduzcan la probabilidad
de inicio en el consumo de tabaco y, cuando este ya se ha producido, la de
mantenerlo.


[1] Marcon, Alessandro, et al. (2018) Trends in smoking initiation in Europe over
40 years: a retrospective cohort study. PLoS One 13.8: e0201881.

[2] Estas encuestas, de periodicidad
bianual, se llevan a cabo por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional
sobre Drogas (DGPNSD), con la colaboración de las comunidades autónomas. Su
objetivo consiste en recoger información que permita diseñar y evaluar
políticas destinadas a prevenir el consumo de drogas y otras adicciones, así
como los problemas asociados a estas conductas. La metodología utilizada es la
de entrevista personal en los centros educativos seleccionados, incluyendo un
cuestionario administrado por los entrevistadores y otro autoadministrado. Los
entrevistadores permanecen presentes durante todo el proceso y recogen el
cuestionario al finalizar. La muestra de la encuesta de 2023 fue de 26.344
jóvenes entre 14 y 18 años.

[3] Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España
(EDADES) 2022, el 38 % de los hombres y el 28 % de las mujeres entre
15 y 64 años fuman a diario.

[4] Mendez,
D. y Warner, K. E. (2021). A Magic Bullet? The Potential Impact of E-Cigarettes
on the Toll of Cigarette Smoking, Nicotine & Tobacco
Research, 23
(4), 654–661,

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El mercado laboral que viene

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Tras una recuperación
excepcionalmente intensiva en empleo, el mercado laboral podría estar entrando
en una fase menos boyante. El pasado ejercicio marcó un nuevo hito, con un rebote
de la ocupación del 3% en términos de EPA, medio punto por encima del
crecimiento de la economía, evidenciando el papel del mercado laboral como
motor de la coyuntura, algo inédito en nuestro país.  

Sin embargo, una normalización es perceptible en el periodo más reciente, a tenor de la caída de la ocupación en el primer trimestre, en línea con la pauta histórica en esta época del año. Eliminando la estacionalidad, la ocupación todavía avanzó un 0,5%, siendo este un ritmo algo menor que el crecimiento previsto de la economía (a la espera del avance que será divulgado el próximo martes). De afianzarse la tendencia, nos asomamos a descensos mucho más moderados del paro en los próximos trimestres.  

Las perspectivas laborales dependen de dos factores que condicionan las dinámicas en este momento: la incorporación de más fuerza laboral y, sobre todo, la capacidad productiva disponible en el tejido productivo. Y en ambos casos todo apunta a avances menos espectaculares, salvo nuevo impulso de la política económica.

España es uno de los países europeos donde más ha crecido la población en edad activa, con un gran salto adelante de más de 700.000 personas desde la reforma de finales de 2021, que contrasta con el retroceso poblacional registrado en el conjunto de la UE. Destaca la entrada de inmigrantes, un factor que explica nada menos que el 95% del incremento total, pero la mano de obra nacional también ha crecido, aun ligeramente. La mayoría de las personas que se han incorporado al mercado laboral han conseguido un empleo, evidenciando el carácter cuantitativo del modelo productivo: la economía se expande añadiendo fuerza laboral, y no por mejoras de la productividad. 


Este modelo de crecimiento, sin embargo, se enfrenta por una parte a la realidad demográfica, ya que son cada vez menos los jóvenes que acceden a la vida activa en relación a los trabajadores de la generación boomer que se aproxima a la jubilación. En el primer trimestre, España contaba con dos veinteañeros por cada tres personas de entre 50 y 59 años, siendo este déficit una señal inequívoca del cambio demográfico que se avecina. Por otra parte, una cierta ralentización de la entrada de inmigrantes es perceptible, tal vez por las dificultades a que se enfrenta este colectivo —junto con el de los jóvenes en general— para encontrar una vivienda asequible.  

Por otra parte, la economía necesita ensanchar su capacidad productiva para sostener el ritmo de crecimiento de la actividad y la creación de puestos de trabajo. A este respecto, el esfuerzo de inversión en equipamiento y modernización que realizan actualmente las empresas no parece suficiente para satisfacer una cartera de pedidos que ha ido mejorando gracias al auge del consumo y al buen posicionamiento competitivo de los sectores exportadores.   

La competitividad es precisamente uno de nuestros activos más valiosos de cara al futuro. Para aprovecharlo, falta el relevo de la inversión productiva. Y que el mercado laboral mejore cualitativamente. En tiempos de cambio tecnológico acelerado, preocupa que el porcentaje de ocupados sobrecualificados en relación a las tareas que desempeñan en su trabajo sea uno de los más elevados de Europa. Además de un problema social, el fenómeno de la sobrecualificación es un despilfarro de capital humano, y un desafío para las políticas educativas y el sistema de intermediación entre la oferta y la demanda de empleo. Las tendencias recientes ponen de relieve la vigencia de unos desajustes que arrastramos desde hace lustros, pero cuya resolución se antoja ahora como una de las tareas más urgentes para profundizar en el descenso del desempleo y la revaloración de los ingresos del trabajo.       

TASA DE OCUPACIÓN | El núcleo central del mercado laboral está formado por las personas de entre 16 y 64 años, una franja de edad considerada como activa según la estadística europea. En España, algo más de 31,5 millones de personas componen este grupo, de las cuales el 66,3% tienen una ocupación, según la EPA del primer trimestre. La tasa de ocupación media de la UE alcanza el 70,6% (con datos del cuarto trimestre del 2023), lo que significa que falta un millón de puestos de trabajo para cerrar la brecha de empleo con Europa.

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Mercado de la vivienda: se cumplen unos objetivos y otros no

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Hace un año que entró en vigor la Ley de Vivienda. Es buen momento para reflexionar sobre qué se ha logrado. Pretendía, como propósito central, cambiar las condiciones de mercado para facilitar el acceso a la vivienda. En román paladino, entre otras cosas, abaratar el coste del acceso, en particular en alquiler. Además, esta misma semana se ha anunciado que el ICO avalará entre el 20% y 25% de las hipotecas de jóvenes por debajo de cierto umbral de ingresos. Aunque es pronto para evaluar los logros del nuevo marco jurídico y las medidas recientes, las cifras de 2023 no son optimistas. El acceso a la vivienda no mejoró, ni en alquiler ni en compra. Sorprenden los análisis que definen los buenos años para lo inmobiliario cuando suben los precios de compra y alquiler. Los inmuebles tienen una función también como inversión, y deben tener una rentabilidad razonable, pero no es comprensible que se esté descuidando el primer papel del mercado de vivienda, que es facilitar el acceso a la misma. No se están acometiendo, con la agresividad y persistencia adecuada, medidas que faciliten las condiciones de accesibilidad, sobre todo en grandes ciudades y otras zonas tensionadas. Sin mucha más oferta, los problemas persistirán. Y las normativas que intentan regular los precios suelen tener el efecto contrario: los encarecen. Las medidas recién anunciadas de aval del alquiler intentan poner el foco en los jóvenes, lo cual es de alabar, pero presionan más sobre la demanda sin aumentar la oferta, al tiempo que establecen cierta arbitrariedad al cubrir riesgo para alguien que gana 35.000 euros, pero no para quien ingresa un poco más.

A pesar de los fuertes desequilibrios en el mercado de vivienda, las estadísticas de precios siguen sin tener la profundidad y detalle de otros países occidentales y no hay plan para esa necesaria mejora informativa. No obstante, empleando diferentes fuentes públicas y privadas, se puede hacer un seguimiento que, sin ser óptimo, resulta de utilidad. La principal fuente de información de la evolución de los alquileres son los grandes portales inmobiliarios, como idealista.com o Fotocasa. La vivienda en alquiler cerró 2023 en máximos y una oferta en mínimos que las principales plataformas inmobiliarias atribuyen a las distintas medidas regulatorias aplicadas. Advierten también que, sin un cambio radical en ese marco normativo y un contundente y continuado incremento de la oferta, el encarecimiento continuará. Los crecimientos de precios fueron constantes el año pasado. Muchas regiones llegaron a batir sus máximos ante un desequilibrio entre oferta y demanda que no deja de acentuarse y que, avisan, está expulsando a los ciudadanos con las rentas más bajas. El portal idealista.com —que obtiene sus datos a partir de los anuncios de su web— cifra la subida de los alquileres en un 10,1%. De acuerdo con sus datos, Barcelona es la capital más cara para alquilar (20,5 euros/m2), seguida de Madrid (17,9 euros). También señala que, en 2023, 50 capitales tuvieron precios del alquiler más elevados que en 2022 y más de la mitad marcaron máximos en diciembre. Entre comunidades autónomas, Madrid fue la de alquileres más caros (16,2 euros/m2), seguida de cerca por Baleares (16,1), y Cataluña (16 euros). La información anecdótica de esta semana de idealista.com mostraba un crecimiento del 42% en la oferta de habitaciones en alquiler en piso compartido, solución lejos del óptimo, que afecta sobre todo a jóvenes. Otro botón de muestra de las enormes disfuncionalidades del mercado de alquiler. Fotocasa encuentra un incremento más moderado de los alquileres, del 5,7 % en 2023, pero, en general, las tendencias comentadas se mantienen también en esta plataforma.

En cuanto a la adquisición de vivienda, España continúa registrando un aumento significativo en los precios de la vivienda, a pesar de la fuerte subida de tipos de interés y un entorno macroeconómico más debilitado. Ese encarecimiento está impulsado más por la demanda mayorista, de grandes patrimonios y no residente —pagadas al contado y con objetivos de inversión y que puede incluir un componente especulativo— que por la demanda minorista residencial. Solo un 38,9 % de operaciones de compraventa de vivienda se realiza con financiación hipotecaria. Aunque los datos no permiten una identificación completa de las razones que lo explican, puede haber diferentes aspectos coyunturales que afecten a estas métricas, incluyendo un porcentaje mayor de compra al contado en zonas turísticas y en España interior, bien sea de no residentes o para nacionales en segunda residencia. Esta dinámica deteriora crecientemente la asequibilidad de las viviendas, porque los precios inmobiliarios llevan creciendo más que los salarios desde hace años.

El mercado inmobiliario español puede estar cumpliendo el objetivo de destino de inversión —con rendimientos elevados— pero está lejos de consumar su función de acceso razonable a vivienda habitual para la inmensa mayoría de la población. Factores como inadecuadas políticas de suelo de largo plazo y el incremento en la demanda han exacerbado el problema, aumentando la desigualdad entre propietarios y aquellos que no pueden acceder a la compra, en particular para las generaciones jóvenes. Parece urgente poner la vivienda como prioridad absoluta en la agenda política y enfocar los esfuerzos a mejorar el acceso a viviendas asequibles y de calidad, potenciando un mercado de alquiler eficiente, sin intervenciones que eleven sus precios, e incrementando la oferta pública y privada.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Las habilidades digitales de los jóvenes en España: notable, con margen de mejora

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La inserción laboral de los jóvenes en España sigue siendo un reto social importante. En 2022, menos de una cuarta parte de los jóvenes de entre 15 y 24 años (23,2 %) se hallaban empleados, mientras que uno de cada diez (9,7 %) declaraba encontrarse en situación de desempleo. Ambos datos se situaban lejos de las correspondientes medias europeas (UE-27): 34,7 % y 5,9 %, respectivamente1. Por tanto, en el contexto de la Unión Europea, los jóvenes menores de 25 años que en España tienen empleo son menos, y los desempleados, más. Estas diferencias se deben, en buena medida, a factores institucionales que afectan al funcionamiento de la economía, así como del sistema educativo y de formación profesional. Para abordar esta problemática, es fundamental que los sistemas educativos doten a los jóvenes de habilidades para el empleo y el emprendimiento. La ONU estableció en 2014 el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, celebrado el 15 de julio, reconociendo la importancia de este tema a nivel global.

La demanda de habilidades por parte de los empleadores, tanto del sector privado como público, hacia los jóvenes es variada y se encuentra en constante evolución. Actualmente, existe una creciente demanda de habilidades relacionadas con la tecnología. Los mercados laborales requieren trabajadores capaces de utilizar programas informáticos y aplicaciones, así como de resolver eficaz y eficientemente los problemas que surgen en su uso. Además, dada la importancia estratégica del sector tecnológico, una economía competitiva debe no solo adoptar y utilizar tecnologías “foráneas” en sus procesos, sino también ser capaz de generar innovación. Para lograrlo, es necesario contar con un entorno institucional que se adapte a las características específicas del sector tecnológico, además de fomentar entre la población activa la adquisición de las habilidades necesarias y promover el desarrollo de la creatividad y capacidad emprendedora, en particular entre los jóvenes. Especial valor se concede al conocimiento avanzado de informática, sobre todo, en áreas como la programación.

Sobre la situación de los jóvenes españoles en relación a estas habilidades, dan cuenta las encuestas que analizan el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Según la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de las TIC de 2022, realizada anualmente por el INE, el uso diario de Internet es generalizado entre los jóvenes españoles: un 97,3 % de los que tienen entre 16 y 24 años utilizan Internet varias veces al día (gráfico 1). No obstante, el uso frecuente de Internet no garantiza un dominio de la tecnología.


Los principales motivos de uso de Internet entre los jóvenes españoles son la comunicación y el entretenimiento, actividades que han realizado casi la totalidad de los jóvenes (98,9 %) en los últimos tres meses (gráfico 2). En cambio, el uso de Internet con fines informativos (90,2 %), educativos (77,2 %) y de participación política o social (25,9 %) se sitúa en niveles inferiores. Estos datos sugieren una buena adaptación a las herramientas tecnológicas en la vida cotidiana, aunque también un amplio margen de mejora en el aprovechamiento de las oportunidades de aprendizaje y participación activa en la sociedad.


En cuanto a tareas más avanzadas o relacionadas con el ámbito educativo y laboral, como el uso de hojas de cálculo y la programación en lenguajes específicos, se observa una diferencia significativa en su adopción por parte de los jóvenes de 16 a 24 años. Mientras que el uso de hojas de cálculo está bastante extendido y se considera común entre los jóvenes, la utilización de la programación es menos frecuente (gráfico 3). Solo alrededor del 15 % ha utilizado lenguajes de programación en los últimos tres meses. Por o que se refiere al grupo de edad en el que la gran mayoría de los jóvenes han finalizado su educación formal (25-29 años), incluso entre aquellos con mayor nivel educativo, como graduados o doctores, la programación es poco común: solo uno de cada diez de estos jóvenes con estudios universitarios completados ha realizado esta actividad en los últimos tres meses. Sin embargo, esta cifra se duplica (26 %) entre aquellos que han cursado formación profesional superior (gráfico 4).


Si se amplia la perspectiva de análisis a la Unión Europea, se observa que los jóvenes españoles de entre 25 y 29 años superan la media europea tanto en el uso de hojas de cálculo como en el de lenguajes de programación. Según datos publicados por Eurostat, el 58 % de los jóvenes entre 25 y 29 años en España ha utilizado hojas de cálculo en los últimos tres meses, ocho puntos porcentuales por encima de la media comunitaria (gráfico 5). En cuanto al uso de lenguajes de programación, España se sitúa justo detrás de los países nórdicos, que encabezan la lista junto con Austria, Malta y Portugal. El 15,3 % de los jóvenes españoles entre 25 y 29 años ha utilizado lenguajes de programación, superando en casi cuatro pp la media europea (gráfico 5).


Esta posición relativamente buena de los jóvenes españoles no debe ocultar la existencia de un considerable margen de mejora en el fomento de sus habilidades tecnológicas, y más aún en el contexto de una sociedad en la que crece la proporción de población que, por su edad, abandona el mercado de trabajo. El sostenimiento de la población dependiente (mayores y niños) necesitará no solo de cambios organizativos en el sistema de protección social, sino también de aumentos muy importantes de la productividad, que necesariamente vendrán de la mano de los avances tecnológicos.


[1] Datos extraídos de Eurostat. Téngase en cuenta que en España, a
diferencia de la mayor parte de los países europeos, la edad laboral comienza a
los 16 años. Por tanto, el denominador de la fracción de estas tasas de empleo
y desempleo incluye a jóvenes de 15 a 16 años que, legalmente, no son
laboralmente activos.

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La importancia de las madres en la socialización financiera

Los jóvenes españoles se consideran mayoritariamente ahorradores. Así se desprende de la Encuesta de Educación Financiera Funcas 2022 (a partir de ahora: EEF-Funcas2022), realizada online entre el 12 y el 26 de septiembre de este año sobre una muestra de 1.200 personas residentes en España de edades comprendidas entre 18 y 29 años[1]. Cuando a estos jóvenes se les pide que, utilizando una escala de 0 (nada) a 10 (mucho), valoren en qué medida el adjetivo “ahorrador/a” define su carácter, la media de sus respuestas se sitúa en 7,1. Esta cifra es más alta que las que arrojan las respuestas a las preguntas referidas a los siguientes adjetivos: “ordenado/a” (6,8), “estudioso/a” (6,7), “extrovertido/a” (5,7) y “caprichoso/a” (4,8). La influencia de la variable “sexo de los entrevistados” se observa, en mayor o menor medida, en la autovaloración respecto a todos los calificativos, salvo el de “ahorrador/a”. Ellas se consideran bastante más estudiosas que ellos, y también algo más ordenadas y caprichosas, pero en cuestión de proclividad al ahorro sus autopercepciones coinciden (Gráfico 1). 


¿Pero realmente son ahorradores los jóvenes españoles? La EEF-Funcas2022 ofrece algunos indicios para responder esta pregunta. Por lo pronto, un 49% de los entrevistados afirma tener hucha física, porcentaje que entre los de 18 a 24 años sube hasta el 57% (entre los de 25 a 29 cae al 38%). Los jóvenes que estudian (exclusivamente o compatibilizando estudio y trabajo), así como también los que viven con ambos progenitores, son los que en mayor proporción cuentan con una hucha (Gráfico 2). 


Nueve de cada diez jóvenes encuestados (89%) poseen al menos una cuenta bancaria y alguna tarjeta física. En un entorno en el que prevalece la preferencia por evitar el efectivo como medio de pago, aproximadamente tres de cada diez jóvenes de 18 a 24 (29%) con tarjeta bancaria propia afirman preferir pagar las compras con dinero, coincidiendo con el porcentaje de quienes prefieren pagar con el móvil, pero la mayoría de ellos (42%) se inclina por el uso de la tarjeta (sobre todo, de débito, mucho más extendida que la tarjeta de crédito en este grupo de población). La “huida del efectivo” aún es más evidente entre los jóvenes de 24 a 29 años, y especialmente entre las mujeres en ese grupo de edad (Gráfico 3). 


Puesto que casi todos los entrevistados (94%) tienen cuentas corrientes de titularidad propia o compartida, parece lógico pensar que ellas constituyan, también entre los jóvenes, el principal dispositivo de recepción de ingresos y de acceso al dinero (Gráfico 4). Y a juzgar por sus respuestas, no son cuentas “aparcadas” cuyos movimientos se ignoran: nueve de cada diez jóvenes titulares de una cuenta dicen conocer cuánto dinero tienen en ella, y entre los entrevistados que estudian, también nueve de cada diez declaran encargarse personalmente de la gestión habitual de sus cuentas (a los entrevistados que trabajan se les supone esta práctica, por lo que la EEF-Funcas2022 no pregunta por ella). Constituyen también una amplia mayoría los entrevistados que niegan tener un fin concreto para el dinero acumulado en sus cuentas. Antes bien, prevén utilizarlo según las contingencias, es decir, “para pagar gastos o necesidades que vayan surgiendo”, si bien las mujeres y los entrevistados que trabajan (exclusivamente o compatibilizándolo con los estudios) afirman con mayor frecuencia perseguir objetivos concretos con el dinero de que disponen en sus cuentas (Gráfico 5). 


El dinero con el que cuentan los jóvenes que estudian y no obtienen ingresos del trabajo proviene de diferentes fuentes. Es poco habitual que perciban dinero por llevar a cabo determinadas tareas domésticas o familiares, o por obtener buenos resultados en los estudios; llama, no obstante, la atención que los entrevistados varones extraigan, en mayor medida que las entrevistadas, ingresos por ambos conceptos (Gráfico 6). Más frecuente, pero también minoritaria, es la percepción de una paga periódica. Menos de la mitad de los jóvenes que se dedican exclusivamente a estudiar reciben una paga, bien semanal  (15%), bien mensual (27%). (Gráfico 7). Cabe destacar que a casi la mitad de los entrevistados que estudian (como actividad exclusiva o compartida con algún empleo) y no reciben una paga (46%) les gustaría recibirla. Mientras las “pagas por méritos” (tareas domésticas/familiares o buenas calificaciones) y las “pagas periódicas” no se hallan muy extendidas, sí lo están las “pagas extraordinarias”, que los jóvenes perciben por sus aniversarios o en fechas señaladas. El 50% de las entrevistadas y el 39% de los entrevistados afirman recoger dinero en tales ocasiones “siempre/casi siempre”, y más de un tercio de ellas y de ellos reconoce recibirlo “algunas veces” (Gráfico 8).


La mejor aproximación a la intensidad de ahorro de los jóvenes la ofrece una pregunta en la que se solicita a los entrevistados que trabajan y a los que reciben una paga periódica que indiquen la proporción aproximada de su salario/asignación que ahorran. El 48% de los que trabajan contesta que ahorra la mitad o más. Algo más bajo (42%) es el porcentaje de los entrevistados no perceptores de salario que dicen ahorrar al menos la mitad de su paga. En cambio, los que confiesan no ahorrar nada de su salario o de su paga se sitúan alrededor del 6-7%.  La composición del hogar marca diferencias importantes a este respecto. El 60% de los jóvenes que viven con sus progenitores afirma ahorrar la mitad o más de su salario/paga, proporción que dobla holgadamente a la de quienes viven en un hogar sin ninguno de sus progenitores (28%). La encuesta confirma que vivir en el hogar familiar facilita el ahorro de los hijos (Gráfico 9). 


Pero la convivencia con los progenitores no solo posibilita más el ahorro, sino también procura un espacio de aprendizaje de experiencias, actitudes y hábitos en relación con el uso y la administración del dinero. De hecho, el 78% de las encuestadas y el 70% de los encuestados se refieren a la familia como la institución que más les ha enseñado “en cuestiones relacionadas con el manejo del dinero” (Gráfico 10). A la escuela le conceden los entrevistados mucha menos importancia como fuente de aprendizajes financieros. De hecho, el 77% niega haber tratado “alguna vez, en clase”, con los profesores, cuestiones concernientes a la gestión del dinero propio. Y entre los que afirman haberlo hecho (23%), más de la mitad (61%) considera que el tiempo dedicado en clase a esos temas ha sido escaso. 

En esta apreciación de la familia como agente principal de socialización financiera destacan, además de las entrevistadas, quienes viven con ambos progenitores (78%), así como también quienes se consideran muy estudiosos (81%) o perciben su futuro con optimismo (80%). Es significativo que la segunda respuesta más frecuente a la pregunta sobre quién les ha proporcionado más saberes de carácter financiero sea “nadie”: una sexta parte de los entrevistados (17%) opina que nadie le ha proporcionado enseñanzas sobre cómo gastar y ahorrar, opinión más frecuente entre los varones (20%) que entre las mujeres (14%).


Dentro de las familias, las madres cobran especial protagonismo en materia de educación financiera. Así se infiere de los resultados a una pregunta en la que se requiere de los entrevistados que identifiquen a la persona que, en asuntos relacionados con la gestión de dinero, representa para ellos “un ejemplo a seguir”. La respuesta más frecuente es “mi madre” (38%), con un porcentaje notablemente por encima de la referida al padre (25%) o a los abuelos (7%). La referencia a la madre es la más frecuente tanto entre las entrevistadas como entre los entrevistados, si bien alcanza un porcentaje más alto en el primer caso (42%) (Gráfico 11). 


La madre aparece también como la respuesta más citada cuando los entrevistados han de señalar a quién pedirían consejo sobre lo que hacer si recibieran “de manera imprevista una cantidad relevante de dinero, más de 3.000 euros”. La respuesta más frecuente es “a mi madre” (40%), si bien la ventaja respecto a la respuesta “a mi padre” es muy pequeña. Entre las entrevistadas (sobre todo, las que cuentan entre 18 y 24 años) la referencia a la madre es más destacable que entre los entrevistados, cuya respuesta más frecuente es “nadie”  (Gráfico 12). 

En síntesis, de acuerdo con los resultados de la EEF-Funcas 2022, los jóvenes  españoles se consideran más ahorradores que estudiosos y ordenados, incluso que extrovertidos. Casi todos tienen cuentas bancarias propias, de cuyos movimientos están al tanto. Pero pocos guardan en ellas dinero para fines específicos; la mayoría lo hace para lo que cabría denominar “consumos contingentes”. Parece, por tanto, que aunque no planifican sus finanzas, sí les gusta ahorrar. Asimismo piensan que lo que saben sobre el manejo del dinero lo han aprendido de su familia, en particular, de sus madres y padres, a quienes tienen mayoritariamente como referencia en asuntos relacionados con la economía y las finanzas, y a quienes muchos pedirían consejo en circunstancias tales como las de recibir inesperadamente una suma importante de dinero. Y es a las madres, en particular, a quienes destacan como figuras clave en estas cuestiones. 

Sirva como conclusión de este breve análisis de la EEF-Funcas2022 el último párrafo de uno de los artículos publicados en el número 35 de Panorama Social, monográfico recientemente publicado bajo el título “La educación financiera en España: balance y perspectivas”: 

Los programas de educación financiera que no tienen suficientemente en cuenta la importancia y el valor específico de la familia como espacio de aprendizaje corren el riesgo de desperdiciar esfuerzos formativos. Las madres y los padres deberían ser destinatarios preferentes de tales programas, reconociéndoles, en primer lugar, su protagonismo en la socialización financiera, tratando de mejorar sus competencias en esta materia y enseñándoles a ponerlas en práctica. Los centros educativos podrían convertirse en instituciones intermediarias fundamentales en este proceso (por ejemplo, a través de las Escuelas de Padres y Madres, con las que muchos de ellos ya cuentan para diversos fines) y contribuir así más eficazmente que en la actualidad a la educación financiera de la sociedad.[1]



[1] La comprobación de discrepancias sustanciales en las pautas de respuesta entre los entrevistados de nacionalidad (única) española y el resto de entrevistados ha aconsejado limitar el análisis aquí presentado a los primeros. La muestra sobre la que se hacen afirmaciones se refiere, por tanto, a los 1.108 entrevistados de nacionalidad (única) española. 

[2] Chuliá, E., Garrido, L. y Miyar, M. (2022). Familia y socialización financiera: una aproximación empírica al caso español, Panorama Social 35, 137-154.

Más resultados de la Encuesta de Educación Financiera Funcas

(EEF-Funcas 2022)

Percepción del futuro: más optimistas que pesimistas

  • El 55% de los entrevistados (18-29 años) ven su “futuro en el corto y medio plazo (5-10 años)” con optimismo, triplicando la proporción de quienes lo ven con pesimismo (un 28% opta por la respuesta “ni con optimismo ni con pesimismo”).
  • Un 50% de los entrevistados de 18 a 24 años y un 54% de los entrevistados de 25 a 29 años afirman que “en un futuro más o menos próximo” se imaginan “formando una familia propia, con hijos”. A la gran mayoría de los que cuentan entre 18 y 24 años (85%) le gustaría formar esa familia antes de los 31 años; y a casi todos (96%) de los que tienen entre 25 y 29 años, antes de los 35 años. Creen, sin embargo, que, “siendo realistas”, podrán formarla más tarde de lo que desean.

Criptomonedas: más fama que inversión 

  • Un 91% de los entrevistados (18-29 años) ha oído hablar de las criptomonedas. De ellos, un 12% afirma haber invertido algún dinero en este medio digital de intercambio. 
  • Entre quienes han invertido en criptomonedas, siete de cada diez (71%) han dedicado a ello menos de 501 euros. Aproximadamente una quinta parte (22%) afirma haber invertido entre 501 y 1.000 euros, y el resto (7%) ha invertido más de 1.000, pero menos de 3.000 euros. 
  • El 61% de quienes no han invertido en criptomonedas conoce “personalmente” a alguien que sí lo ha hecho, pero solo el 14% de ellos afirma que si tuviera la posibilidad de “invertir algún dinero en criptomonedas”, lo haría.

Uso de medios de pago: el éxito de las aplicaciones móviles

  • El uso de medios de pago electrónicos se ha impuesto entre la juventud española: además de la preferencia por la tarjeta y el abono de compras mediante el móvil  (véase arriba), el 90% de los entrevistados que dispone de cuenta bancaria afirma utilizar Bizum o alguna aplicación similar proveedora de servicios de pago.
  • Cuatro de cada diez entrevistados (40%) utilizan Bizum más de cinco veces al mes y casi dos de cada cinco (18%) lo hace más de diez veces.

Anexo: Encuesta de Educación Financiera Funcas 2022 (EEF-Funcas2022): datos descriptivos de la muestra.

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