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Reducción de las presiones inflacionistas sobre los bienes, pero no sobre los alimentos elaborados

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IPRI | octubre 2023


El índice de precios industriales (IPRI), que nos informa de los precios de los productos industriales a salida de fábrica, y por tanto es un indicador de las presiones inflacionistas por el lado de los costes a lo largo de la cadena de producción, presentó una tasa de crecimiento del -7,8% en octubre. Excluyendo los productos energéticos, la tasa interanual fue del 1,3%, cinco décimas porcentuales inferior al mes anterior. Este último índice se mantiene estable desde comienzos del año, es decir, los precios no han variado desde entonces, aunque la comparación interanual aún arroja una tasa ligeramente positiva (gráfico izquierda).

El índice correspondiente a los bienes intermedios continúa la trayectoria descendente iniciada a mediados de 2022, con una tasa interanual de -5,4%, lo que apunta a una reducción, en general, de los precios de los productos intermedios y, por tanto, de las presiones inflacionistas a lo largo de la cadena de producción de los bienes industriales. No obstante, el índice aún se encuentra un 25% por encima del nivel que había a comienzos de 2021. En la parte final de la cadena de producción, los precios industriales de los bienes finales al consumo no alimenticio se han estabilizado, en un nivel en torno a un 11% superior al de comienzos de 2021 (gráfico derecha). Todo ello en su conjunto apunta a que la ralentización en el ritmo de crecimiento de los precios que paga el consumidor final por la mayoría de bienes que componen el IPC se mantendrá en los próximos meses.

La evolución del índice correspondiente a los bienes alimenticios, sin embargo, ofrece un resultado más desfavorable. Tras haber frenado su ascenso en marzo de este año, y haberse mantenido estable durante los meses siguientes, ha retomado una senda ascendente a partir de agosto (gráfico derecha). Esto podría indicar que los precios que paga el consumidor final por los alimentos elaborados, recogidos en el IPC, los cuales también habían reducido de forma significativa su ritmo de crecimiento en los últimos meses, podrían estar sufriendo de nuevo presiones alcistas que podrían conducir a nuevos ascensos.

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La tasa de inflación del Índice de Precios Industriales se vuelve negativa en marzo

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IPRI | Marzo 2023


El Índice de Precios Industriales (IPRI), registró en marzo una tasa negativa del -1% en términos interanuales (gráfico 1A). Esta evolución se debe a la caída de los precios energéticos (-15,9%). El índice que excluye la energía moderó su tasa de crecimiento hasta el 7,3%, un ritmo todavía elevado, si bien en ligera desaceleración con relación a la tendencia observada en 2022.

No obstante, el índice que recoge los precios de los bienes intermedios se encuentra en descenso desde julio del pasado año, aunque su tasa interanual todavía es positiva (gráfico 1B). Por su parte, el índice de los bienes de consumo no alimenticio continúa ascendiendo, sin ofrecer aún señales de haber tocado techo. La evolución conjunta de ambos indicadores puede apuntar a que la bajada de los precios energéticos y de las materias primas puede haberse empezado a filtrar hacia las primeras fases de la cadena de producción, pero aún no se ha trasladado hacia las fases finales.

Resulta de especial interés el comportamiento del índice de la industria alimentaria, que, pese al descenso de su tasa de inflación en marzo desde el 20% hasta el 16,1%, continua en ascenso (gráfico 1C). En lo que llevamos de año, ha seguido registrando crecimientos mensuales, inferiores a los observados en el mismo periodo del año pasado, pero todavía elevados si los comparamos con las subidas medias de los años anteriores. Esto apunta a la continuación de las presiones alcistas sobre los precios finales al consumo de los productos alimenticios.

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El BCE ante el riesgo de recesión

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Tras el ajuste más abrupto de tipos de interés de la historia del euro, las tendencias de fondo deberían animar al BCE a proceder con mayor gradualidad. Pero eso es solo en principio, ya que en la práctica hay que contar con el caso especial de Alemania. 

Si bien el IPC roza el 11% para el conjunto de la eurozona, el dato esconde realidades distintas, con países centroeuropeos acuciados por el parón industrial donde el brote no parece amainar, y otros como España y Francia con resultados que se afianzan por debajo del doble dígito.       

También se aprecia una cierta pausa en los precios energéticos, clave del brote inflacionista. La cotización del gas, el arma de la guerra que mantiene en vilo a todos los gobiernos, ha emprendido una desescalada desde los máximos del verano. Los mercados de futuros apuntan a niveles muy altos en 2023, pero en retroceso respecto a los peores vaticinios. Es un hecho que los costes energéticos se han frenado, y que esa tendencia empieza a repercutirse en la cadena productiva. El índice de precios industriales no energéticos ha pasado de crecer a un ritmo anual cercano al 16% tras la invasión de Ucrania (tanto en España como en el conjunto de la eurozona) al 14% según los últimos registros. Las cotas son preocupantes pero traducen un reflujo.


Los salarios pactados en los convenios colectivos apenas se han movido del 2,5%. Es cierto que otros indicadores, que incluyen las nuevas contrataciones en sectores pujantes, se sitúan por encima de esos registros. Según el portal Job Ads con datos hasta octubre, los salarios habrían crecido un poco por encima de 5% en la eurozona, y el 3,5% en España, algo que todavía corrobora la visión de contención. Solo en Alemania, en un contexto de declive demográfico y escasez de mano de obra, las subidas parecen acelerarse. 

Por otra parte, el enfriamiento de la economía europea es patente, tal y como desea el BCE, con fuertes caídas de los índices de facturación de las empresas en octubre. En España, aupada por el buen comportamiento de los servicios, los indicadores apuntan también en la dirección contractiva (a tenor de los índices PMI). La Comisión Europea anticipa una recesión en Alemania (caída del PIB del 0,6%), y una eurozona estancada ( 0,3%), mientras que la economía española, siendo una de las menos afectadas por la crisis energética, solo crecería un 1%. Veremos qué pasa con la morosidad. Y con el riesgo de falta de liquidez de inversores financieros que se habían apalancado al calor de los tipos de interés negativos.      

En todo caso la desaceleración económica en marcha conduce a expectativas de inflación alejadas del objetivo del banco central peor que parecen estabilizarse. La encuesta de noviembre del BCE sitúa las anticipaciones de inflación de los consumidores europeos en el 5,1% para el año que viene, prácticamente igual que en las anteriores encuestas. 

Finalmente, en base al inesperado retroceso de la inflación en EE UU, varios miembros de la Reserva Federal se han expresado a favor de una pausa en la vuelta de tuerca monetaria. Esas voces hacen eco de este lado del Atlántico: el euríbor, el bono público español y la prima de riesgo, por ejemplo, se relajan. 

Todo ello aboga por ajustes más graduales de la política monetaria del BCE. La facilidad de depósitos podría todavía incrementarse en medio punto en diciembre, y a partir de ahí los ajustes serían aún más exiguos hasta alcanzar un máximo del 2,5%, umbral a partir de cual cabe temer graves turbulencias. Esa senda sería consistente con un leve repunte adicional del euríbor y de otros tipos de interés. Sin duda la inflexión no serviría para aplacar la escala de los precios en Alemania. Pero en este caso la inflación refleja una crisis industrial en ciernes que no tiene remedio monetario.

COSTE DE LA VIDA| La inflación está teniendo un impacto desproporcionado en los hogares con menores niveles de ingresos. Según estimaciones del BCE, el diferencial de inflación soportada por el quintil de renta más bajo y el más alto se elevó a 2 puntos porcentuales en septiembre, más del doble que a inicios de año. Esta brecha se debe al sobrepeso de la energía y de la alimentación en la cesta de la compra de las familias vulnerables. Éstas no podrán seguir tirando de sus ahorros, ya en mínimos según el BCE, para compensar la pérdida de poder adquisitivo. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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España ante la desglobalización

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Una de las sorpresas de la recuperación pospandémica, que no parece desmentirse desde la invasión de Ucrania, es el dinamismo de las exportaciones. Se temía que la desorganización de las cadenas productivas junto con la crisis energética, mermarían el potencial industrial, tanto por la multiplicación de retrasos en la llegada de suministros como por el riesgo de pérdida de competitividad. Es un hecho que los precios de producción se están encareciendo a un ritmo endiablado que nos retrotrae varias décadas (el indicador de precios industriales no energéticos para el mes de abril se incrementó casi un 16%, la tasa más alta desde 1980), y la disponibilidad de suministros es un quebradero de cabeza para las empresas (el indicador PMI de retrasos de abastecimiento se situó en abril en niveles preocupantes). 

Sin embargo, las ventas en el exterior muestran un auge que resiste los embates de la guerra. Durante el primer trimestre crecieron casi un 24% en relación con el mismo periodo de 2021, y ya se sitúan un 14% por encima de los valores de la era precovid. Estos resultados mejoran netamente la media europea (con tasas del 20% y 11%, respectivamente). De las cuatro grandes economías, la española es la que más avanza en términos de cuota de mercado en el exterior. Y las informaciones disponibles para el mes de marzo no alteran a tendencia pese al contexto bélico y sus derivadas. 


Las exportaciones de servicios no turísticos también evolucionan favorablemente, a la vez que el turismo extranjero está de vuelta. Con todo, el tirón del sector exterior está compensando la debilidad de la demanda interna, lastrada por el recorte de poder adquisitivo de los hogares provocado por la inflación y las incertidumbres geopolíticas que empañan el horizonte de la inversión. Fruto de ello, la economía todavía creció en el primer trimestre mientras que otras, como la alemana, están atenazadas por la recesión. 

Este providencial viento de cola podría estar reflejando un cambio en el proceso de globalización: las empresas europeas buscan una mayor seguridad en las cadenas de valor, y por tanto están repensando el entramado de relaciones con sus proveedores. Otro factor crucial es el encarecimiento del transporte internacional, tanto por la disrupción de los sistemas de logística (agravada en tiempos recientes por el cuasi cierre de algunos de los principales puertos del este de China) como por la escala de precios energéticos. El resultado natural es un acercamiento de la producción a los lugares de consumo. 

Prueba de ello, los intercambios entre países de la UE están en plena expansión mientras que el comercio con el resto del mundo se estanca, evidenciando una cierta “desglobalización”. De momento España se está beneficiando del cambio de pauta de los procesos productivos, incrementando su presencia en el mercado europeo. Las ventas hacia los otros países miembros progresan a un ritmo elevado, llevando el saldo con la eurozona hasta un superávit de 9.100 millones de euros, frente a 5.400 millones de hace un año (datos para el primer trimestre).     

Está por ver si este giro, con beneficios evidentes en términos de crecimiento, se mantendrá en el tiempo y si sirve para mejorar nuestro modelo productivo. Ya hace lustros que la productividad apenas avanza mientras que, descontando la inflación, la remuneración media por asalariado se sitúa en niveles similares a los de principios de siglo. El sector automotriz, la principal excepción a la actual bonanza exportadora, será un barómetro del cambio de modelo: esta industria es una de las más expuestas a la doble transición tecnológica y energética. 

Sin duda el Plan de recuperación toca las teclas acertadas para dar el salto cualitativo, con inversiones previstas en el desarrollo del vehículo eléctrico, cadena agroalimentaria, energías renovables o semiconductores. Pero hoy por hoy no parece que los proyectos se estén ejecutando a un ritmo suficiente ni con la coherencia necesaria para aprovechar la oportunidad.      

REMUNERACIÓN | Según se desprende de las últimas previsiones de la Comisión Europea, la remuneración media por asalariado se reducirá este año en un 2,8% en términos reales (descontando la evolución del deflactor del consumo privado). Este sería el mayor recorte de poder adquisitivo desde 2012 (-3,4%). La Comisión también anticipa que la inflación generará una disminución de la remuneración media en términos reales en todos los países miembros sin excepción. Este movimiento al unísono en toda la Unión Europea no tiene precedentes desde que existen datos comparables, a mediados de los años 90.

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IPRI de enero: las presiones inflacionistas por el lado de la oferta siguen al alza

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Índice de precios industriales | ENERO 2022

El índice de precios industriales (IPRI) refleja los precios a salida de fábrica de los bienes industriales de todas las categorías y a lo largo de toda la cadena de producción (es decir, tanto de bienes de consumo como de bienes intermedios, productos semielaborados o bienes de capital). Este índice, que desde hace varios meses ya se encontraba en máximos históricos, elevó su tasa de crecimiento en enero hasta el 35,7%. Los productos energéticos situaron el crecimiento de sus precios en el 91,4%. Si excluimos estos, los precios del resto de bienes industriales no energéticos situaron su tasa de crecimiento en el 12%, el nivel más elevado desde 1984.

Este índice puede considerarse un indicador de la evolución de los costes de producción en el sector industrial, y la trayectoria fuertemente ascendente que mantiene desde el pasado mes de marzo refleja el incremento que han sufrido estos como consecuencia del encarecimiento de las materias primas, de los productos energéticos, del transporte marítimo, así como de determinados componentes de la cadena de producción que han subido de precio como consecuencia de los cuellos de botella. 

Entre los productos industriales que más se han encarecido se encuentran la energía eólica (266,8%) y térmica (198,3%), fertilizantes (128%), comercio de gas (113%), refino de petróleo (56,5%), seguidos de productos en las fases iniciales de la cadena de producción, como productos básicos de hierro y acero, laminación en frío, otros productos básicos de química orgánica, etc. También cabe destacar el aluminio, que presenta un aumento interanual de sus precios del 45%, y productos relacionados con la alimentación, como fabricación de aceite de oliva, pastas alimenticias, margarinas o productos de molinería, todos ellos con tasas de crecimiento de los precios superiores al 20%.

Estos resultados ponen, por tanto, de manifiesto la persistencia, e incluso intensificación, en enero, de grandes tensiones inflacionistas por el lado de los costes de producción, de una magnitud insólita desde hace décadas, cuya transmisión hacia los precios finales al consumo aún ha sido limitada —ha alcanzado mayor intensidad en los productos alimenticios, pero hasta el momento el traslado hacia otros bienes y servicios ha sido más contenido—. 

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