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Cuál es el factor clave que domina el mundo y nos hace gastar más

Hay un factor clave que tiene mucha más influencia en todo de la que creemos, casi nadie piensa en él y, en buena parte, es responsable de que gastemos de más.

No solo eso, también está detrás de muchos otros hábitos y actitudes perjudiciales para nosotros, pero beneficiosas para los que ganan dinero a nuestra costa.

Y ese factor que domina el mundo es la conveniencia.

Sé que suena extraño y anticlimático, pero veamos a fondo la cuestión, porque creo que es una de las más importantes para nuestra economía doméstica.

Eso nos dará la clave para ahorrar más y, probablemente, mejorar nuestra vida, al menos un poco, ahora que es época de nuevos comienzos y propósitos.

El gigantesco poder de la conveniencia

La conveniencia es un factor ignorado para la mayoría cuyo poder, sin embargo, es conocido en la ingeniería y economía del comportamiento, que se aplica en campos como el marketing o el diseño.

De hecho, ha sido la tecnología la que más la ha empleado en los últimos tiempos, con un éxito sin precedentes.

La conveniencia es la razón, por ejemplo, por la que las tarjetas de crédito, los bizums o los pagos NFC están arrinconando al efectivo como medio de pago. No tienes que llevar dinero en el bolsillo, no pesa, no hay que pasar primero por el cajero para poder pagar algo...

Y esa misma conveniencia es la que hace que gastemos más cuando pagamos por esos medios.

El efectivo es más inconveniente y, como muchas de las compras son innecesarias y motivadas por picos de emoción, producidos por el marketing o disparadas por el mero poder del contexto (y no por un deseo meditado), quien se ciñe a pagar con dinero físico ahorra más.

No en vano, el de pagar en efectivo es un consejo de ahorro que suelo recomendar.

El móvil, Amazon y Netflix, o cómo la conveniencia ha conquistado el mundo y nuestro bolsillo

Netflix es un ejemplo del  poder de la conveniencia

El móvil se ha comido al ordenador porque es más conveniente. Siempre en el bolsillo, siempre dispuesto y conectado, te resuelve las cosas en un segundo. En lo que tardas en ir al ordenador, que arranque y abra el navegador, el teléfono ya te ha encontrado lo que buscabas, desde el sofá y solamente hablándole.

Amazon se ha gastado millones en pruebas (y lo sigue haciendo), para optimizar su proceso de compra mediante un constante proceso de ensayo y error. Los más viejos del lugar hemos podido ver y estudiar todos estos años cómo ha hecho evolucionar su proceso de compra.

Si tienes su aplicación móvil estás perdido, porque es sacar el teléfono, (de nuevo, siempre disponible) y deslizar un dedo para comprar. Y ya está. Han apurado al máximo haciendo que dicha compra, en un instante, desde cualquier sitio y en cualquier momento, no cueste nada.

Cuando me he dedicado a asesorar a iniciativas online, uno de los puntos principales a la hora de conseguir clientes y ventas ha sido insistir, una y otra vez, en eliminar el rozamiento en esos procesos de compra por Internet.

Se ha demostrado a menudo, y yo he mismo he comprobado de primera mano, que quitar lo que parecen apenas detalles, como rellenar un campo menos a la hora de poner datos, identificarse con su cuenta de Google en lugar de crear una desde cero o ahorrar un clic al usuario, uno solo, puede aumentar sensiblemente los resultados.

¿Y qué decir de Netflix?

Hasta la actual fragmentación del streaming y su declive tras decisiones dudosas de otro tipo, su experiencia de usuario ha sido netamente superior y siempre basada en aumentar la conveniencia.

Esa conveniencia resultaba insuperable cuando era el sitio donde tenías todo con un clic, de modo que barrió buena parte de la piratería de un plumazo, algo que se consideraba invencible.

Mientras, su invento de alimentarte el siguiente episodio en segundos, sin que tengas que hacer nada, dio pie a que se generalizaran las maratones de series, cambiando el consumo del entretenimiento para siempre.

La fea verdad detrás de todo esto

La pereza está detrás del poder de la conveniencia

Esa verdad es que las personas somos mucho más perezosas de lo que queremos reconocer.

Puede que no creamos que, en nuestro caso, sea así, ni que la conveniencia ejerza una influencia tan grande. No queremos reconocer nuestras flaquezas y creamos las narrativas que hagan falta para justificarlas.

Pero todos hemos pasado media hora viendo algo que no queríamos en televisión, solo porque el mando se nos quedó un metro más allá de lo que nos llegaba el brazo. Esta es una anécdota que las generaciones más jóvenes, móviles en mano, ya no experimentarán.

Desde la construcción de carreteras e infraestructuras, hasta los menús de los restaurantes, las disposiciones de productos en estanterías o incluso las elecciones políticas, la conveniencia juega un papel más importante del que la mayoría cree y, quienes saben de ella, lo aprovechan.

Por ejemplo, ya vimos también aquí que, si quieres vender más un producto, no tienes más que ponerlo a la altura de los ojos y en el punto en el que el brazo tiene que hacer menos recorrido para cogerlo.

Del mismo modo, se ha estudiado que lo primero que se ve en un menú determina el resto de la comida o que los políticos cuyos nombres aparecen primero en una lista de candidatos obtienen más votos sistemáticamente.

Y viene muy bien que no reconozcamos nuestra naturaleza perezosa. Si no creemos poseer una debilidad, tampoco sentimos la necesidad de defender ese punto débil.

Librándonos de su influjo (en parte)

Como en casi todo lo que tiene que ver con la psicología económica, hacer consciente lo inconsciente, es decir, darnos cuenta de los verdaderos mecanismos que hay detrás de las cosas, es el primer paso para que nos afecten menos.

Así, cuando sabemos cómo nos manipulan los supermercados, restaurantes o tiendas, por ejemplo, empezamos a reconocer los patrones, «vemos Matrix» y podemos actuar. Al fin y al cabo, es difícil hacerlo contra algo que no detectas.

Y ahora que conocemos el poder de la conveniencia, es hora de saber cómo usarla a nuestro favor.

Cómo utilizar la conveniencia a nuestro favor para ahorrar más

Cómo ahorrar más usando la conveniencia a nuestro favor

O para adelgazar, cultivar mejores hábitos y, en general, mejorar nuestra vida. Así contrarrestaremos la influencia que ejercen sobre nosotros y que desangra nuestra cuenta corriente, sin proporcionarnos nada importante a cambio.

La clave, por suerte es muy sencilla (en teoría, como todo en la vida):

  • Para todo lo que queramos potenciar, aumentamos su conveniencia. Es decir, lo hacemos más fácil, eliminamos posibles pasos o el rozamiento que hay entre nosotros y lo que deseamos.
  • Para todo lo que queramos desincentivar, lo hacemos más inconveniente. Es decir, aumentamos los pasos para llegar hasta ello o la dificultad de la tarea, aunque sea un poco. Ese poco puede dar lugar a mucho.

Por ejemplo, se ha estudiado en varias ocasiones que, simplemente, alejar un poco el tarro de los caramelos de la oficina hace que, como en el mando a distancia del que hablaba, se consuma mucho menos. Incluso algo tan aparentemente inocuo como ponerle una sencilla tapa, que solo requería un mínimo paso extra para conseguir los caramelos, también disminuye sensiblemente los dulces que se comen.

Así pues, cuando se trata de ahorro y gasto, eliminamos los pasos en el primero y aumentamos los del segundo.

Por ejemplo, si ponemos cero pasos al ahorro, estableciendo una transferencia automática a nuestra cuenta de ahorro cada principio de mes, ya lo tendremos. Lo mismo podemos hacer con otros hábitos, como dejarnos algo ya preparado por la noche para el trabajo, para no picar en la máquina de vending o, si queremos hábitos más sanos, dejemos cerca la ropa de correr por la mañana y que sea la más cercana a la cama.

Para reducir los gastos, la estrategia es la contraria, ponemos pasos adicionales, como sacar primero el dinero en efectivo para la compra, o tener que esperar 48 horas para esas cosas que no son necesarias. Así haremos más inconveniente el gasto.

Del mismo modo, dejarse la cartera en casa, no dejar guardadas tarjetas de crédito en webs de compras o inventarnos pasos ficticios entre nosotros y lo que no queremos hacer, reducirá las veces que realizamos la acción.

Obviamente, también debemos esforzarnos en contrarrestar las tácticas de conveniencia usadas contra nosotros.

Si salimos a comer, miramos bien el menú y no elegimos cualquier cosa, porque elegiremos la más conveniente en muchos casos (y que no suele ser barata si el restaurante es inteligente). De la misma manera, no vamos cogiendo de manera robótica en el supermercado cualquier opción, sino haciendo una selección consciente y viendo si hay alternativas más escondidas.

Muchos servicios hacen fácil el alta e inconveniente la baja, mientras que TikTok nos pega durante horas a la pantalla, alimentándonos de vídeos sin que tengamos que mover un dedo, gracias a un algoritmo que parece crack. Él nos evita la inconveniencia de pensar qué ver a continuación.

Nos convierten en zombis insatisfechos al final del día, es el efecto pernicioso de la conveniencia. Pero ahora que sabemos el «secreto», es hora de ser un poco más listos que ellos. Nuestro bolsillo lo agradecerá.

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La clave del movimiento FIRE sin esfuerzos: vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos [INOCENTADA]

Actualización: Esta entrada es una broma con motivo del día de los Inocentes (28 de diciembre).

El movimiento FIRE significa "Financial Independence, Retire Early", es decir, "Independencia financiera, jubilación temprana". Normalmente los que propugnan el movimiento FIRE quieren que se ahorre de forma muy temprana para lograr un capital suficiente para jubilarse pronto, sin necesidad de llegar a los 65-67 años.

Sin embargo hay una forma mucho mejor de lograr el FIRE sin necesidad de tantos sacrificios por ahorrar e invertir bien el capital. Y es una idea espectacular: vivir de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos.

Vivir de los padres

Esta parte está clara: vivir en casa de los padres hasta que sea necesario. ¿Qué pasa después de la boda? No pasa nada, hay que seguir viviendo en casa de los padres, tirando de la nevera y pidiendo la paga.

Hay que echarle bastante morro. Algunas frases clave son "yo no pedí venir a este mundo", "no me habéis dado la educación necesaria para que pueda independizarme" o "me estáis haciendo daño psicológico".

Esta actitud permite llevar una vida muy cómoda hasta más o menos los 60 años. A partir de ahí hay que hacer un cambio de estrategia. Para ello, claro está, hay que tener hijos, a los que hay que educar en valores como el esfuerzo, ser hormiguita y ahorradores. Pero vamos, con dejarlo a los abuelos es suficiente, que no querrán repetir sus errores.

Vivir de los hijos

Es entonces cuando llega el momento, con hijos independizados, de irse a vivir con ellos y vivir de sus ingresos. La excusa tiene que ser, claro está, la edad, y hay que dar bastante pena para que nos acojan.

Las frases clave ahora son "no dejarás tirados a tus padres", "la culpa es de los abuelos" o "es hora que nos devolváis todo lo que os hemos dado cuando eráis pequeños".

Una vez hecha la mudanza, lo mismo: vivir de gorra, tirar de nevera y por supuesto solicitar una paga para los gastos personales (¡faltaría más!). De vez en cuando mostrar algo de arrepentimiento, eso sí.

Y todo esto es la clave para lograr FIRE con poco esfuerzo. Ni interés compuesto, ni regla del 4%, ni ser una hormiguita... ¡vivir de los padres hasta que se pueda vivir de los hijos!

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La clave por la que el brexit va a traer un beneficio económico para España con los turistas gastando más

El Brexit es oficial desde hace unos meses y los británicos ya no son ciudadanos de la Unión Europea. La dolorosa separación se hizo realidad y, de momento, el caos que muchos anunciaban que vendría con él no ha sido tal. Aunque también es cierto que demasiado tenemos ya con la pandemia.

De hecho, el Brexit puede traer un beneficio a España vía sector turístico. Desde hace unos días, los esperados turistas British pueden venir a España sin necesidad de guardar cuarentena a su vuelta siempre que tengan la doble pauta de vacunación, algo muy importante para nuestro país.

Porque en 2019 fueron 18 millones los turistas británicos que visitaron España o la eligieron para pasar sus vacaciones. Es decir, prácticamente uno de cada cuatro de los extranjeros que nos visitaron procedían de Reino Unido, por lo tanto, que puedan volver un año después sin tantas restricciones es un gran alivio para muchas zonas turísticas (Baleares, Alicante o buena parte de Andalucía) que viven de ellos.

Pero, además, este año vienen con un plus el cual muchos desconocen y puede ser un revulsivo para la economía española, tan dependiente del turismo.

El IVA, la clave

Sí, la clave de bóveda de esto es el IVA, de cuya devolución en sus compras pueden beneficiarse los británicos desde este año, al no ser ya ciudadanos comunitarios. Así, al igual que sucede con chinos, rusos o árabes, pueden ahorrar en sus compras en destino, algo que, a la vez puede empujarles a gastar más.

Y eso es sin duda una buena noticia para nuestra economía, porque a pesar de tener que devolverles unos 20 euros de cada 100 que gasten, beneficiarse de esto puede hacer que gasten más en productos más caros. Es decir, que se conviertan en turistas de compras.

En España, el turismo de shopping no ha parado de crecer en la última década, con los chinos como principal nacionalidad, pero todavía está muy por detrás de otros destinos como Francia o Reino Unido. Por ello, teniendo en cuenta la querencia que tienen los británicos por España, esta medida puede ser definitiva para que España suba posiciones en el pódium de destinos de compras (actualmente es el séptimo de Europa).

Pero para ello, hay que cambiar, o mejor dicho, combinar el turismo de sol y playa que tanto disfrutan aquí los británicos por uno de más calidad, con el aliciente de la devolución del IVA. Es decir, un turismo más cultural y de visitas que, en este caso, se concentra en las ciudades.

Madrid, Barcelona y Puerto Banús son los principales destinos de compras en España, cada vez con más visitantes, lo que hizo que el viajero extracomunitario gastaran un 9% más en 2019, según la firma de pagos internacionales Planet. Por lo tanto, hay que llevar a estos turistas británicos a estos destinos para que la devolución del IVA sea beneficiosa.

Y para ello el sector debe hacer campañas de promoción en origen para incentivar este tipo de turismo con el IVA como gancho. Hasta ahora, lo que se ha vendido son los paquetes de 'todo incluido' en las costas; a partir de ahora, con esta medida, toca cambiar el chip y ofrecerles una experiencia diferente más urbana en la que pueden visitar lugares con un gran valor cultural -por ejemplo, el eje Prado-Retiro es ya Patrimonio de la Humanidad- y hacer sus compras.

De ello dependerá que buena parte de los 40.000 millones de euros que los británicos gastan en sus viajes internacionales cada año puedan quedarse en España. El IVA es la oportunidad.

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El correo es clave en las elecciones de EEUU, pero su deterioro impacta también a muchas empresas de Internet: Amazon toma cartas en el asunto

Actualmente, tal vez la que sea la batalla más vital para la democracia de Estados Unidos se viene librando desde hace unos meses en torno al servicio postal de aquel país, con un voto por correo esencial en medio de la pandemia, pero al que se estaría asfixiando económicamente por otro lado. A las declaraciones más mediáticas y a los argumentos más viscerales, como era de esperar, ahora hay que ir añadiendo ya aspectos que ya no son tan dignos de una mera representación teatral, y que ya estarían empezando a rayar en lo potencialmente más destructivo para una democracia, como realmente debe de haber sido el objetivo desde el principio en diversos países desarrollados a nivel mundial.

Pero las implicaciones socioeconómicas actuales de los servicios postales del mundo van mucho más allá de sus servicios más democráticos (que no son ni mucho menos poco), y hoy en día alcanzan un plano esencial para el comercio mundial al calor de la explosión del comercio electrónico. Pero lo cierto es que, en este mundo tan cambiante que nos ha tocado vivir, ese papel tan clave puede perder de la noche a la mañana su privilegiada posición. De hecho, ya ha empezado a hacerlo.

La función socioeconómica del correo es más que traernos las compras a casa, y sin él nuestro mundo de hoy en día no podría existir como tal

El Correo Es Clave En Las Elecciones De Eeuu Pero Su Deterioro Impacta Tambien A Muchas Empresas De Internet Amazon Toma Cartas En El Asunto 1

Cuando llegó el correo electrónico en los 90, muchos vaticinaron la muerte de las empresas de servicios postales, que por entonces tenían su principal negocio en unas cartas que forzosamente tenían que ser en soporte físico y de papel hasta el momento. Pero el progreso y el futuro son siempre apasionantemente imprevisibles (hasta cierto punto), y en aquellos años sólo unos pocos ciber-punks podían imaginar el exponencial auge que unos pocos lustros después tendría el comercio electrónico. Así, hoy la carta postal mayormente ha sufrido una casi defunción como producto comercial, pero sin embargo hemos asistido al crecimiento imparable del servicio de paquetería postal, de la mano de Amazon y de otros tantos jugadores del comercio online.

El escenario que han ido trayendo las décadas podría parecer idílico para las compañías del sector, pero realmente no lo acaba de ser tanto. Hay que empezar por recordar que el servicio postal sigue teniendo la catalogación especial de ser un servicio básico esencial, lo cual es muy lógico cuando se tiene en cuenta que hay multitud de destinos postales (especialmente en el mundo rural) a los que no llega ninguna compañía privada de reparto, y cuyos residentes dependen inevitablemente del servicio público postal. Así, lo que ocurra con el servicio de Correos y sus homónimas estatales (o pseudo-estatales) es muy relevante y tiene mucho de socioeconómico para el conjunto de la sociedad, especialmente cuando se trata de reducir la brecha campo-ciudad. Y es que este aspecto de la igualdad de oportunidades pasa por facilitar que todos tengamos las mismas posibilidades de consumo y… de acceso a aprovisionarnos de bienes y mercancías que, no lo olvidemos, facilitan entre otras cosas la adopción digital, pero que también sirven para desarrollar la actividad profesional aunque se viva lejos de las grandes urbes.

Así, independientemente del hecho de que, como toda buena empresa que se hace masiva y acaba por tratar de acaparar todo el mercado, por ejemplo Amazon ya está ejerciendo una posición de dominio, lo cual siempre acaba vulnerando en cierta medida la libre competencia. Y los tiempos no son todo lo buenos que podrían para estas compañías postales, al menos en el país que alumbró (y cuyas empresas lideran -todavía-) el comercio electrónico a nivel mundial. Unos Estados Unidos donde el servicio postal ha visto deteriorarse ciertos aspectos clave de su negocio de forma relevante, pero donde también se están viendo forzados a contar cada vez con menos medios para hacer su esencial función socioeconómica. Y este último punto es algo que tiene mucho (o más bien todo) que ver con los recortes que ha ejecutado Trump, y que han cercenado una de sus principales y más esenciales vías de financiación al respecto.

Todo ello ha acabado conllevando el cierre de oficinas, la retirada de multitud de máquinas de procesamiento automático, etc., y por ende ello ha traído el deterioro de su servicio y una dañina subida de tarifas. El deterioro del servicio es un punto esencial en unas elecciones, y el propio Trump ha admitido abiertamente que sus recortes pretenden dificultar el vital voto por correo en las elecciones de Noviembre. Por otro lado, la subida de tarifas es un punto esencial para el comercio electrónico en particular, y para la economía en general, especialmente en el marco de la nueva socioeconomía surgida del fragor de la pandemia. Así, dado el caso, era de esperar que en la reacción lógica de Amazon encontrásemos la doble vertiente de entrar como un elefante en una cacharrería en un nuevo sector, a la par que su respuesta sea justamente defensiva, ante unas tarifas de reparto crecientes en la última milla que dañarían considerablemente su negocio y su capacidad de competencia con los comercios físicos.

No se le puede negar a Amazon&Cía esa opción de que reaccionen ante esta inflación de precios del mercado de paquetería, especialmente cuando la compañía de Seattle es perfectamente capaz de dar este mismo servicio por sí misma, y probablemente a un precio más competitivo (aunque sea interno). Como consecuencia, los actuales líderes del sector de la paquetería no deberían de dormir tan plácidamente, puesto que entre los planes de Amazon ya está deshacerse también de sus actuales compañeros de viaje de esa última milla, y entrar en ese sector (sí, otro más) con su propio y controvertido servicio "Amazon Flex", que ya está implantado en países como la propia España. Ahora bien, la pregunta del millón (pero del millón de verdad) es si Amazon incluirá entre sus planes de reparto “la última milla” rural, que más que “última milla” es realmente en muchos lugares casi “las últimas cien millas”.

Y es que ese segmento del mercado es deficitario per sé, muy deficitario, y por eso ahí el servicio postal es un servicio básico esencial al amparo del concepto de servicio postal universal. Pero claro, ahí topamos con el hecho de que Amazon no es (ni debería serlo) una ONG, ni tampoco una empresa estatal con obligaciones legales de prestar un servicio con función social, aunque sea perdiendo dinero. Y ello no quita que el servicio de este sector haya prestado ahora una clara y esencial función social, provista por las empresas de paquetería en general durante la pandemia y en el confinamiento severo al que nos hemos visto sometidos. De hecho, un servidor les daba las gracias y les elogiaba su servicio a la sociedad todas y cada una de las veces que nos traían un paquete a casa, ya que eso significaba literalmente poder comer esa semana, mantener nuestra familia segura sanitariamente, o poder seguir tele-trabajando para ganarnos el jornal.

Y en la batalla política en torno al servicio postal de EEUU, una vez más, ni las cosas podrían ser lo que parecen, ni podemos saber lo que se buscaría "repartir" realmente (a toda velocidad)

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Volviendo al tema de las elecciones de EEUU, en un mundo donde ya las apariencias políticas ocultan los intereses reales, para poder formarse una foto de la realidad lo más realista posible, es imprescindible fijarse menos en lo que los dirigentes mundiales dicen, y mucho más en lo que en realidad luego hacen. Ya abordamos este tema por ejemplo en el contexto de una China que carga airadamente enarbolando la misma belicosidad que ese Trump objeto de sus ataques, pero también esa China que luego con sus ataques ciber-sociales parece evidenciar que quiere favorecer la re-elección de Trump, y por ello estaría atacando a Biden y a sus círculos en lo que podría ser una clara búsqueda de información comprometedora.

Realmente, nunca podremos despejar esa incógnita a tiempo, puesto que nunca nos revelarán la verdad hasta que no sea demasiado tarde para que podamos reaccionar: es la desconcertante incertidumbre, parte fundamental de las estrategias descritas en ese gran libro incunable que trajo al mundo un autor chino, y que es “El arte de la guerra” de Sun Tzu. Pero no vamos a volver ahora sobre este tema, que ya lo analizamos hace unos días en un contexto orwelliano mundial con el artículo “La locomotora exportadora china avanza de nuevo imparable tras el Coronavirus, pero... ¿Qué mantiene la presión de su caldera?”. El tema de hoy nos lleva a la obligación de tener que analizar a la otra contraparte de esa guerra aparentemente comercial, pero que en realidad es toda una guerra general y ciber-social fehacientemente demostrada. En ella, más que lo teatralmente escenificado para que no seamos conscientes de que ya vivimos en aquella siniestra distopía ante la que nos advirtieron los cyber-punks de los 90, el objetivo final de verdad parece quedar patente que es el “Hacking” de la psicología social y de las sociedades desarrolladas en su conjunto.

Y parece que uno de los objetivos hacia los que nos podrían querer conducir sería una escalada bélica, que realmente es difícil que se mantenga estrictamente en el terreno ciber-social. Como les expuse en su momento, el dinero mueve el mundo, y la guerra mueve dinero, mucho dinero, incluida su "redirección" tras la contienda a través de un nuevo recaudador ganador. Por ello nunca se fíen ni de todo lo que leen, y menos de lo que les venden, especialmente cuando son discursos que intencionadamente van encendiendo el odio y la belicosidad. Y esa escalada verbal, comercial, y ya veremos si bélica en un futuro, la vemos hoy en día en China, en Trump, y hasta a nivel interno de la propia sociopolítica española, donde la resurrección de “las dos Españas” al final es un objetivo con réditos políticos para algunos pocos, a pesar de que pueda implicar un futuro de odio visceral y fúnebre autodestrucción para todos.

Pero esto es lo que tenemos, y tenemos la obligación y la responsabilidad ética de luchar contra esta deriva entre todos y como podamos, porque el matadero hacia el que parecen querer conducirnos al final sólo será del gusto del que acciona la descarga que va aniquilando a cada cabeza de ganado díscola. Volviendo al plano de EEUU, donde de nuevo es ya difícil saber lo que es cierto, lo que es falso, y lo que verdaderamente se persigue entre bastidores, al igual que otros líderes viscerales del mundo, lo cierto es que Trump está ante las elecciones predicando una cosa mediáticamente, y luego haciendo otra muy distinta en la trastienda. Así está siendo de hecho con el tema del servicio postal de correos de los Estados Unidos, en cuya función socioeconómica de cara al voto por correo y a su contribución a la democracia está el nexo de unión de estos últimos párrafos con el tema central de hoy.

El asunto trasciende la esfera estrictamente estadounidense, y es algo que afectaría de forma drástica a todo nuestro mundo actual (tal y como lo conocemos)

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Nunca antes en unas elecciones un servicio postal tuvo un papel más existencial, para el conjunto del mundo, como ahora lo tiene el de los Estados Unidos. Porque, aparte del tema de la seguridad personal que aporta poder votar por correo con el Coronavirus rondando, es además esencial que el servicio postal estadounidense sea capaz de ejercer su democrática función dejando el mínimo margen posible para esa sombra de la duda, que van a proyectar por todos los medios posibles para ensombrecer un resultado que puede no resultarles favorable. Hay que recordar que Trump ya no ha querido comprometerse (y se ha reafirmado en ello) a facilitar una transferencia del poder pacífica en caso de que Biden gane. Por si esto no fuera poco, Trump ha llegado a dar a entender sin despeinarse que sólo aceptará el resultado de las urnas si él es el ganador, como ya hiciera abiertamente en las elecciones anteriores de 2016.

Vamos, sin comentarios respecto a estas derivas anti-democráticas, pero absolutamente sin ningún comentario al respecto: no hace la más mínima falta. Pero lo cierto es que la batalla mediática en torno al servicio postal estadounidense se divide ahora mismo por un lado entre un sector que se queja de falta de medios, y de los recortes que afectan directamente a su capacidad de cumplir su democrático e igualitario servicio postal universal, y por otro lado con un Trump que les ha recortado sus partidas presupuestarias, aduciendo que pierden mucho dinero. Y por cierto, que de nuevo Trump parece tener un útil “enemigo único” también en este tema, y lejos de tratar de reconducir el supiesto problema y de exponer sus reclamaciones para redefinir un mejor escenario a futuro, va y opta por medidas radicales muy dañinas ya en el presente y en un momento democráticamente clave. Y eso sí, culpa de todo a ese “enemigo único” encarnado por empresas como Amazon (con cuyo responsable Jeff Bezos siempre se ha llevado muy mal): en su opinión, estas empresas son las responsables de tamaño desastre, porque estarían explotando en su privativo favor las condiciones del servicio postal público.

Y los hay también entre nosotros que afirman con rotundidad que a ellos poco les importa lo que pase en EEUU con sus elecciones, algunos llegando a afirmar que “por mí, como si van a la guerra civil”. Pues siento decirles que eso raya en una gran gran gran inconsciencia, además de en una flagrante falta de visión de largo plazo (y hasta de medio y corto). EEUU es actualmente (todavía) el líder mundial, y si ese país acaba definitivamente por dejar de serlo como algunas voces reputadas ya asumen, al entrar definitivamente en una letal espiral de defunción política, democrática, socioeconómica, y vital, mucho me temo que en el mundo (y en nuestro mundo más inmediato) van a cambiar muchas, pero muchísimas cosas.

Esos cambios empezarían por quién aprovechará la coyuntura de vacío de poder para erigirse en nuevo líder mundial, y que valores acabará imponiéndonos como parte de la política de extensión de su sistema, algo que todos los imperios han acabado haciendo a lo largo de la Historia. Y tengan en cuenta que, puede que (sobre todo ahora mismo) los valores democráticos y más de progreso socioeconómico provenientes de la Casa Blanca empiecen a estar más bien bastante decolorados, pero compárenlos por un momento con los valores democráticos inexistentes que nos ofrecen las otras superpotencias con claras aspiraciones hegemónicas que quedan sobre el tablero, con la salvedad de una Europa que hace años que mantenemos desde aquí que debería erigirse no sólo en potencia socioeconómica, sino también en superpotencia hegemónica, y dejar de buscar las faldas de otras superpotencias bajo las que guarecerse.

No podemos saber qué hay exactamente en la mente de Trump cuando priva de recursos esenciales a su servicio de correos en un momento democráticamente clave, ni cuáles pueden ser sus verdaderas intenciones (o de quien pueda haber tras él). Pero lo que sí que sabemos es que la forma más efectiva de acabar con una democracia (sí, incluso con la mayor del mundo) es dinamitarla como ocurrió en Ucrania a la "Maidán". Lo que se podría estar buscando provocando premeditadamente este escenario sería enquistar un destructivo conflicto socio-político irreconciliable, que acabe de fracturar el país, y puede que incluso llevándolo directo al conflicto civil abierto. Y en caso de que finalmente Europa fuese el otro gran objetivo siguiente a derribar, ese momento sería el momento más propicio para algo como cuando Hitler metió los tanques en Polonia en 1939, cuya marcha triunfal sería al son de la triste polonesa "Estudio Op. 10, n.º 3" de Chopin, conocida popularmente como la "Tristeza". Efectivamente, así como el racial lo es en Estados Unidos, aparte de ese nacionalismo intra-europeo que no ha acabado de prender como estarían buscando, el militar es el punto más débil de la superpotencia europea, y el flanco estratégicamente más adecuado para doblegarla y hacerse con ella (si como les decía ése fuese el otro gran objetivo consecutivo).

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Así que sí, el mundo en su conjunto como lo conocemos se juega mucho en las elecciones de EEUU, y las elecciones de EEUU se juegan mucho en su servicio postal. Y no crean, no caigan en decir que este mundo es un desastre y que tenemos que tirarlo abajo: no olviden que siempre siempre siempre se puede ir a mucho (muchísimo) peor, y que una constructiva reforma es siempre mucho más adecuada y menos arriesgada que un destructivo derribo. Y si no, miren cómo están los ciudadanos de otras superpotencias, que puede que tras décadas de miseria ahora ya tengan un plato de comida sobre la mesa, pero donde no pueden ni soñar ni con el voto por correo, ni con el voto por urna, ni tan siquiera con defender que quieren votar de alguna forma sin acabar sufriendo en sus propias carnes la más cruel represión: ¡A dormir, a trabajar, a comer, y a callar!

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