El anteriormente conocido simplemente como Coronavirus, ya ha sido bautizado y presentado en sociedad bajo su nuevo nombre COVID-19. Este nuevo virus de transmisión ya humana está propagándose rápidamente por todo el mundo, los casos de infección y de muertes ya han trascendido con claridad las fronteras chinas, y ya hay cientos de afectados en diversos países, siendo algunos de los más afectados Corea de Sur, Irán o la propia Italia.
Pero los riesgos que trae el funesto virus no se limitan tan sólo a la salud humana (que ya no es poco), sino que además amenazan con provocar problemas en las cadenas de suministro y en el comercio mundial a gran escala. El gigante del comercio electrónico Amazon ya está dando síntomas de estar sufriéndolo en sus propias carnes.
Una crisis realmente lamentable en lo sanitario, pero también en cómo tan irreponsablemente se ha gestionado de forma nefasta
Desde estas líneas, ya les analizamos hace un par de semanas el posible impacto económico de esta pandemia, enfocando aquel análisis mayormente en cómo veíamos que la gran amenaza del COVID-19 era que sabíamos de él muy poco, y que además lo poco que sabíamos venía muy probablemente sesgado y manipulado por unas autoridades chinas que ahora está ya meridianamente claro que no sólo han gestionado nefastamente todo este asunto, sino que además han tratado por todos los medios de silenciarlo desde sus inicios, llegando incluso a represaliar y hostigar al personal médico (y no sólo a ellos) que osó dar responsablemente la voz de alarma cuando aún se estaba a tiempo de evitar la pandemia.
Una voz de alarma ante una pandemia que ha acabado tristemente con un doctor Li Wenliang fallecido finalmente por la propia enfermedad, y que por ello se ha convertido en icono de la resistencia popular china emergida con fuerza a raíz de todo este lamentable asunto. Pero, como no podía ser de otra forma, no ha sido sólo él el único hostigado por la inclemente represión que ejercen las autoridades chinas, sino que han hostigado tambien a ciudadanos corrientes que, indignados y hartos de la axfisiante propaganda y manipulación informativa, han osado mostrar públicamente el estado real de la situación en las zonas asoladas por la crisis. Muchos de estos ciudadanos han acabado siendo recluídos en los propios hospitales temáticos construidos de la noche al día para albergar a los infectados por el COVID-19, ante el estupor de sus familiares y de la sociedad china en general.
Como demostración de los temas que les pusimos de relieve en el análisis enlazado antes, hoy quedan ya a la vista las imágenes del caos hospitalario creado por una enfermedad que «oficialmente» tenía una incidencia equiparable a la de una simple gripe, también el creciente descontento popular nunca antes visto de los chinos contra su gobierno, y en concreto el clamor popular pidiendo libertad de expresión y de prensa, así como a la vista queda también la progresiva extensión de la pandemia con intensidad a otras áreas de China, y finalmente ya por todo el mundo, con Corea del Sur, el teocrático Irán y la geográficamente próxima Italia como máximos exponentes. Y también ha habido ya decenas de casos de infectados a nivel nacional en España, lo cual ha desencadenado los correspondientes protocolos de actuación en nuestro país.
Y volviendo los ojos hacia el foco de la enfermedad y a cómo la nefasta gestión de las autoridades chinas en este asunto ha contribuído definitivamente a empeorar sensiblemente la situación, el último capítulo que evidencia las pocas intenciones del Partido Comunista Chino de hacer auto-crítica y depurar responsabilidades es que, lejos de tratar de aprender de sus errores y de valorar algún mínimo tipo de aperturismo democrático e informativo, las medidas represivas y la censura se han hecho todavía más férreas y totalitarias, e incluso han expulsado a corresponsales de reputados medios extranjeros simplemente por informar sobre la gestión de la pandemia en el país, cosa que han hecho con un tono inevitablemente crítico hacia esas autoridades que han llevado al pueblo chino a una crisis sin precedentes, y con consecuencias globales.
Del Coronavirus como crisis socio-sanitaria al impacto comercial: sólo era cuestión de tiempo…
Pero realmente todo lo anterior tan sólo era una puesta en contexto, por la cual pretendíamos introducirles al tema que realmente nos ocupaba ya en el primer análisis temático que dedicamos a este asunto, y siendo el tema central más bien el impacto económico a gran escala del temido COVID-19. Entonces ya teníamos meridiamente claro que las medidas de contención decretadas con puño de acero por el gobierno chino (aunque llegasen demasiado tarde), así como las severas restricciones de movimiento y los estados de cuarentena forzosa impuestos a la población en Wuhan y otros lugares, iban a acabar trayendo un grave impacto sobre la tasa de crecimiento económico del gigante comunista, pudiendo incluso afectar también a la tasa mundial en algún grado.
Pero en aquel momento ya también les introdujimos a otro riesgo aparte del contagio global, y que es ni más ni menos que, en un mundo globalizado, China es literalmente la «Fábrica del mundo». Así, hoy en día ningún país es inmune a lo que allí ocurra, especialmente en lo que a flujos comerciales y a cadenas de aprovisionamiento se refiere, como ya retrataran irónicamente (como siempre) muy bien en una premonitoria secuencia de los Simpson. En este sentido, recientemente ya hemos podido asistir a ver cómo ese otro riesgo también está ya materializándose ante los ojos de los que nos calificaron de agoreros en su momento, y, según nos informaba el New York Times, hay gigantes del comercio electrónico como Amazon que ya han tomado acción sobre sus políticas de stocks por el impacto del COVID-19, y por el riesgo latente de que la fábrica del mundo ya no pueda producir al ritmo con el que sus clientes demandan sus productos.
En este sentido, los grandes comercios del mundo ya están viéndose afectados por las severas medidas y por las restricciones impuestas para luchar contra la pandemia, y que ya se han extendido parcialmente a suelo europeo (por ahora) a otra escala, pero que ya en el caso chino se ha visto cómo no sólo afectan a la capacidad de consumo de los ciudadanos que se quedan en cuarentena en su casa, sino que bloquea plantas de producción, paraliza cadenas de suministro, y corta de cuajo algunos de los vitales flujos del comercio mundial, del que insistimos en que (no lo olviden) China es la gran fábrica global.
Finalmente el impacto del COVID-19 tenía que llegar a la puerta de su casa: Amazon lucha desesperadamente por mantener sus stocks sin ruptura
Como saben, el gigante de Seattle se caracteriza por saber anticiparse en muchos aspectos al mercado, y en este caso tampoco ha sido una excepción. Así, de forma preventiva y tratando de paliar los primeros efectos, Amazon ya lleva semanas habiendo variado sensiblemente sus políticas de aprovisionamiento. El gigante del comercio online ya pasó a empezar a hacer pedidos a sus proveedores chinos de forma mucho más frecuente y con mayores volúmenes de productos, intentando evidentemente minimizar el riesgo cierto de acabar sufriendo una siempre dolorosa ruptura de stocks. Y es que, con estos pedidos masivos, Amazon habrá conseguido hacer acopio en sus centros logísticos precisamente de aquellos productos que hoy por hoy corren mayor riesgo de ser los primeros en empezar a presentar problemas de producción y suministro.
El tema realmente serio para Amazon en particular es la alta exposición que podría sufrir la compañía a la crisis del COVID-19, y ya no es sólo por todo lo que vende «Made in China», sino también por la proximidad de fechas emblemáticas en el calendario corporativo de Amazon como es el «Prime Day». Una campaña con pocas referencias y existencias que se agotan rápidamente o incluso inexistentes no sólo afectaría gravemente a los resultados de la compañía, sino también a su propia imagen ante sus clientes y ante el mundo, por mucho que el responsable último de los males de los consumidores sea realmente el funesto virus o la mala gestión china. Aún así, que nadie lance las campanas al vuelo creyéndose que con las medidas tomadas por Amazon el tema está resuelto, puesto que esto son meros «paños calientes», y sigue habiendo un riesgo cierto de que haya muy serias disrupciones sobre el comercio mundial que puedan acabar siendo provocadas por esta crisis, y poco se podrá hacer como la crisis vaya a peor y siga paralizando parcialmente a esa China que sigue siendo indudablemente LA fábrica del mundo.
El impacto es posible que acabe siendo mayúsculo tanto directa como indirectamente, puesto que, como explicaba el New York Times en su enlace anterior, un 60% de las ventas de Amazon proviene de terceros comerciantes, cuyas políticas de aprovisionamiento y stocks pueden estar escapando al control y a la capacidad de anticipación del gigante de Seattle. Así, desde el gigante del e-commerce han decidido dirigirse a muchos de esos comerciantes informándoles de que están catalogados como en riesgo de suministro por tener cadenas de aprovisionamiento con origen en China, y les piden que les expliquen claramente esos riesgos en los que incurren, tanto el tercero como la propia Amazon por tenerlo como proveedor o vendedor en su plataforma online. El movimiento está claro, y muy probablemente Amazon no sólo está diseñando algún tipo de plan de contingencia para los proveedores que no tengan el riesgo de ruptura de stock debidamente controlado, sino que incluso Amazon podría estar incluso planteándose priorizar a unos u otros en su plataforma mientras dure la crisis socio-sanitaria.
Además, tampoco es casualidad que haya sido precisamente Amazon el primer minorista en tomar acción, porque en general también es más vulnerable a la ruptura de stocks que otros competidores. La disruptiva tecnología desplegada por Amazon (y muchas veces también desarrollada por ellos mismos) le ha permitido a la compañía alcanzar cotas de eficiencia fuera del alcance de muchos de sus competidores, y en especial en lo que a la optimización de la cadena logística y a la gestión de los stocks y del almacenamiento físico se refiere. Así, Amazon logra ser rentable donde otros no lo son, en parte porque puede permitirse minimizar esos stocks que suponen un importante coste de espacio físico y almacenaje, especialmente en el plano global y masivo de la economía de escala de Amazon. De esta manera, paradójicamente, como también apuntaba The New York Times, su capacidad de innovación y su disruptivo enfoque optimizador puede suponerle ahora a Amazon un vulnerable Talón de Aquiles, al enfrentarse en esta crisis a esa competencia que dispone de una vital mayor capacidad de almacenamiento y «stockage».
Y por último, Amazon es el comerciante online más grande del mundo, y una de las empresas que a nivel mundial mejor y antes se anticipan al mercado, lo cual tan sólo deja patente que también puede estar siendo la primera en esta ocasión porque en parte esté tomando medidas adelantándose a su competencia una vez más. Muy probablemente otros gigantes (y pequeños) del comercio mundial ya estan igualmente viéndole las orejas al lobo, y tendrán que acabar tomando medidas similares a las que Amazon ha adoptado.
Y por fin la guerra arancelaria de Trump tuvo algún efecto positivo no calculado: no hay mal que por bien no venga
Casualmente, la guerra arancelaria de Trump podría estar ayudando a paliar en cierta medida la potencial crisis comercial que puede acabar trayendo el temido COVID-19, y que ya está causando contundentes bajonazos en las bolsas. Y es que la medida de contención de los grandes comerciantes que importaban desde China, ante la inminente llegada de los cuantiosos aranceles sobre productos chinos, fue optar por deslocalizar parte de su producción desde China a terceros países como Tailandia o Vietnam, que también aprovecharon la coyuntura, y competían abiertamente por hacerse con un trozo del pastel manufacturero chino.
Aquellos movimientos deslocalizadores, que el momentáneo cese de hostilidades comerciales entre EEUU y China había puesto en entredicho, han acabado por aportar una esencial diversificación de producción a las empresas que tomaron acción preventiva en su momento, resultando finalmente ser un tema clave hoy por hoy para soslayar el riesgo de interrupción de los suministros que vienen desde el gigante rojo. Si bien es cierto que éste puede ser un triste y efímero consuelo, puesto que lo más probable es que, de agravarse la crisis, la de los comerciantes minoristas pueda ser una lucha perdida en los plazos más largos, y que el impacto sea inevitable con la única incógnita de cuál será su grado de afectación final, al estarse extendiendo ya la enfermedad por diversos países.
Si la pandemia se acaba de generalizar, tal y como apunta la propagación más reciente por todo el globo, poco importará importar de China o de países alternativos, igual de poco que haber visto tu stock roto una semana antes o después que tus competidores. Pero ello no quita que haya que reconocerle al gigante Amazon que lo cierto es que esta compañía una vez más ha demostrado gran capacidad de anticipación, y ha reaccionado ágilmente y de la única manera en que podía hacerlo dadas las actuales condiciones del mercado.
Realmente, sin querer caer en el catastrofismo, existe una amenaza real y tangible para el comercio mundial, y que además cotiza cada vez más al alza con cada semana que pasa a golpe de noticia virásica. Así que el riesgo real es que estemos asistiendo meramente tan sólo a las primeras ondas sísmicas del COVID-19 sobre las cifras de ventas de muchas empresas, y sobre unas cadenas de suministro que, incluso en el caso de aquellas cuyo producto final no sea «Made in China», sí que incorporan a su vez múltiples componentes que sí que tienen su origen en China, y que, de ver interrumpido su suministro, igualmente van a resultar en una interrupción de la producción del producto final procedente de otros países. En algún momento futuro las autoridades nacionales de todos los países del globo tendrán que empezar a hacer equilibrios entre las vitales medidas de emergencia sanitaria, y la no menos vital miniminización del impacto económico de la crisis.
Al final, la economía es en realidad un sistema tan complejo que puede ser equiparado perfectamente en algunos aspectos clave a las sociedades de seres vivos. Así, vemos que esta crisis económica puede progapagarse por el tejido empresarial y productivo igual que un virus, saltando de stock en stock y de empresa en empresa, y contagiándose de un proveedor a un cliente con la misma facilidad que se contagia el COVID-19 por vía aérea de una persona a otra persona. El COVID-19 es un virus biológico, pero igualmente puede acabar siendo un virus económico. Crucen los dedos y compren con responsabilidad, porque, en el plano económico, las mascarillas de protección son totalmente inútiles: las tasas de contagio económico pueden ser todavía superiores a las del biológico. Esperemos no llegar a verlo.
Y es que aún hay otro virus todavía más peligroso que el biológico o el económico: la paranoia humana y el pánico colectivo, que muchas veces no conocen límites. Así, se llegan a vender simples packs de mascarillas en la propia Amazon hasta por la inconcebible cantidad de 1.000 Euros. Porque una cosa es poner sobre la mesa el riesgo económico cierto que trae el COVID-19 como hemos hecho hoy desde estas líneas, y otra cosa muy distinta es dejarse caer presa del pánico mas irracional. El virus pasará dejando más o menos muertos, pero la naturaleza humana seguirá ahí. Y contra ese virus de la naturaleza humana sí que no hay vacuna posible, ni nos inmunizamos por más que pasamos por el mismo proceso virásico del pánico colectivo una y otra vez: estamos condenados a padecer estos síntomas de forma continuada con cada nuevo detonante…
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