Si el año pasado fue el de la desaceleración, para 2020 se espera una ligera mejor en el crecimiento mundial de unas pocas décimas. El crecimiento seguirá siendo inferior al 3,5%, después del 3% proyectado para 2019. Ese sería el período de crecimiento mundial más débil desde la crisis financiera y la recesión de 2008-2009.
El riesgo político sigue siendo elevado. Siempre hay riesgos para las perspectivas económicas, pero éste es un momento especialmente turbulento. El riesgo de recesión sigue presente. Las curvas de tipos se invirtieron, siendo un importante indicador principal de una posible recesión que debería tomarse en serio.
La tensión comercial, en particular la disputa comercial entre Estados Unidos y China, está pasando factura a la confianza empresarial y a la inversión en muchos países y regiones. Si bien la ratificación del nuevo pacto de libre comercio de América del Norte, el Acuerdo México-Estados Unidos-Canadá y el resultado de las elecciones británicas que respalda los planes de los conservadores sobre Brexit podrían ayudar, la continua incertidumbre política aumenta el riesgo de que la tensión comercial se extienda a los mercados financieros.
La probabilidad de verse decepcionado por los resultados reales de la economía mundial sea mayor que la posibilidad de un resultado más sólido, lo que hace que las perspectivas de consenso para 2020 sean desequilibradas . Y el riesgo del cambio climático no se ha tenido en cuenta (todavía) en las perspectivas de crecimiento.
Las economías emergentes y en desarrollo representan actualmente casi el 60% del PIB mundial. Los mercados emergentes y las economías en desarrollo representan actualmente casi el 60% del PIB mundial a tipos de cambio de paridad del poder adquisitivo, y esa proporción sigue aumentando. Se prevé que en 2020 se expandirán colectivamente en un 4,6%, frente a un 4% en 2019, incluso cuando el crecimiento proyectado de China descienda por debajo del 6%.
En cambio, las economías avanzadas crecerán solo un 1,7% en 2020, cada vez más afectadas por el envejecimiento demográfico y el débil crecimiento del comercio. El crecimiento de los Estados Unidos se moderará aún más en 2020 hasta alrededor del 2%.
El impulso fiscal de los Estados Unidos proporcionado por los recortes fiscales de 2018 ha llegado a su fin, y los déficits fiscales resultantes superan ahora el billón de dólares anuales y siguen creciendo. El empleo y el consumo en los Estados Unidos han sido boyantes, pero la inversión es lenta y los aranceles erosionan la confianza. El crecimiento en toda la Unión Europea será en promedio del 1,4%, y solo del 0,5% en el Japón.
La política monetaria y los asuntos comerciales siguen en primer plano
La Reserva Federal de Estados Unidos redujo su tipo de interés oficial en dos ocasiones (en julio y en septiembre) en un total de 50 puntos básicos, el primer recorte de tipos desde la crisis financiera, y puso fin a la reducción de sus tenencias de valores antes de lo previsto.
El BCE redujo los tipos sobre depósito en 10 puntos básicos en septiembre y reanudará las compras netas de activos en noviembre. Muchos otros bancos centrales han adoptado una postura más acomodaticia y se ha producido una flexibilización de la política en economías que representan alrededor del 70% del PIB mundial.
La política monetaria actual y prevista de la política monetaria ha impulsado sustancialmente los activos de riesgo. Este cambio en la orientación de la política parece haber sido interpretado por los mercados financieros como un punto de inflexión en el ciclo de la política monetaria, tras un período de normalización de las tasas en algunas economías.
Este cambio sugiere que una normalización sostenida de los tipos de interés y de los balances de los bancos centrales puede ser más difícil de lo que se había previsto anteriormente, especialmente en el contexto de un crecimiento mundial más débil y cuando otros bancos centrales siguen aplicando medidas de relajación cuantitativa.
¿Riesgo de recesión?
Las condiciones crediticias mundiales en 2020 se debilitarán como resultado de los crecientes riesgos de una recesión económica, la incertidumbre de la política comercial y los efectos de un entorno político y geopolítico impredecible. La economía mundial seguirá siendo frágil en 2020, después de haber registrado en 2019 el menor crecimiento mundial desde la recesión de 2009.
Las tensiones del comercio mundial y las continuas acciones proteccionistas seguirán siendo un riesgo clave para las condiciones crediticias en 2020, poniendo a prueba la fortaleza de la confianza de los consumidores en un entorno de gran incertidumbre política y geopolítica.
Los riesgos se centrarán en las disputas comerciales entre Estados Unidos y China, la incertidumbre relacionada con Brexit y la escalada de otras disputas bilaterales. A nivel sectorial, los efectos indirectos de las fricciones comerciales impulsarán cambios en las cadenas de suministro mundiales y pesarán sobre las decisiones de inversión.
En términos generales y con los datos de crecimeinto que hemos mostrado no se prevé una recesión en 2020, pero debemos apuntar que los riesgos de recesión están aumentando en un contexto de incertidumbre en la política comercial, un entorno político y geopolítico impredecible y un espacio de política fiscal y monetaria limitado en las economías avanzadas para evitar una futura recesión.
Otros riesgos para la economía mundial están relacionados con el elevado apalancamiento y el número históricamente elevado de emisores de deuda con una calidad crediticia deficiente que acceden a los mercados de crédito.
Cuidado con la alta sobre valoración de los activos cotizados
El año pasado asistimos como la bolsa estadounidense cerró en máximos históricos. Pero hay que mantener la cautela porque las actuales expectativas son exageradas desde el punto de vista de la valoración
de la renta variable estadounidense que tiene un peso del 55% sobre el global mundial.
Vayamos con los datos, el primer gráfico abarca todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI y se nos muestra la evolución del PER de Shiller que es una ratio que analiza la cotización de la bolsa estadounidense frente al promedio de los beneficios de los últimos 10 años ajustados a la inflación. Cómo podemos observar coma actualmente se sitúa en una ratio de 31 veces niveles muy superiores a 1929 y 2007.
Otro de los indicadores más interesantes para analizar la sobrevaloracion existente en la renta variable comparar la capitalización del mercado frente al peso de la economía a este indicador se le conoce como Indicador Buffett. Este indicador cotiza al 150% lo que nos indica que la valoración de la renta variable estadounidense son 50% superior a la producción nacional. Para poner en contraste esta medida, se encuentra incluso superior a los niveles alcanzados en la burbuja.com.
Por si fuera poco, gracias a la política monetaria ultraexpansiva que hemos visto en los últimos años y quedó reforzada en el anterior, nos encontramos con un global de 12 billones de dólares en bonos que cotizan en rentabilidades negativas, principalmente en el mercado europeo. De hecho, muchas empresas estadounidenses han decidido en los últimos meses emitir deuda en bonos para obtener una rebaja en los intereses finales pagados.
El riesgo se encuentra en el otro lado, en los tenedores de deuda a largo plazo, en el momento que veamos una normalización de la política monetaria o exista una venta masiva de títulos de deuda que tenga su correspondiente impacto con caídas de precio y subidas de las TIR. Hay que entender que no existe lógica alguna que, cómo veremos más adelante, España, con una deuda pública relativamente alta esté emitiendo deuda a ocho años en negativo.
El riesgo de España: no cuadrar las cuentas públicas
Desde un punto de vista nacional, nuestro principal riesgo se llama «gobierno de Pedro Sánchez» ya que hemos visto que ha recibido un tirón de orejas por su falta del compromiso a la estabilidad presupuestaria subiendo pensiones y salarios a los funcionarios sin una visión de ingresos que lo respaldará, lo que ha supuesto que Bruselas vea un desvío en el déficit comprometido.
El problema de este gobierno y también lo hemos visto con los anteriores, es que la estabilidad presupuestaria parece carecer de importancia y lo primordial es gastar en base la deuda. Ante la complacencia de la opinión pública del gasto en salarios y pensiones, existe una realidad de descuadre en las cuentas públicas qué ponen en riesgo claro la sostenibilidad de las cuentas públicas a largo plazo.
Pensemos que si en el año 2014 la deuda pública era del 100,7% sobre PIB, hoy es del 97,6% (datos del tercer trimestre del año que es incluso superior al del cierre del año anterior).
Otras palabras, en cinco años hemos visto la reducción de 3 puntos porcentuales en esta ratio, mientras que ese ritmo de desapalancamiento era lo que el gobierno alemán estaba reduciendo anualmente, con un crecimiento menor que el español que ha destacado por tasas superiores al 3%.
El riesgo es más que evidente. En un supuesto escenario de shock externo, nada descartable con la altura valoración de los activos cotizados, la capacidad de refinanciar los vencimientos de deuda quedaría drásticamente reducida lo que podría llevarnos un escenario de mayores costes en el servicio de la deuda (con la correspondiente reducción del resto de partidas presupuestarias) y, en el caso más extremo bordear el impago cómo le sucedió a Grecia pidiendo la asistencia financiera.