Las finanzas
del comportamiento (behavioral finance, BF) analizan la influencia de la
psicología humana en la toma de decisiones financieras a nivel particular, y
en los mercados financieros a nivel global. El área cuenta con una creciente
aceptación y reconocimiento entre académicos y autoridades, incluyendo varios
premios nobel en los últimos años, aunque el debate continúa.
Uno de los
ámbitos de reciente desarrollo es la BF aplicada a los mercados de
crédito bancario. La crisis financiera de 2007 vino precedida, en la mayor
parte de las economías, por un auge del crédito y de los precios de los
activos. En el caso español, entre 1996 y el estallido de la crisis, el
volumen de crédito se multiplicó por seis mientras el PIB nominal apenas se
duplicaba. A partir de entonces, la corrección ha sido significativa también,
primero con una interrupción abrupta del ritmo de crecimiento del crédito, y
luego con una disminución de un tercio del crédito total pendiente de pago
tras la crisis de la deuda soberana hasta el año 2019. Desde entonces, el
sector bancario experimentó un completo proceso de reestructuración: los más
de 50 bancos y cajas de ahorros que poseían la mayoría de los activos antes
de 2009 se transformaron en solo diez grupos con el 80 por 100 de los activos
después del año 2012, y las cajas de ahorro desaparecieron. Los efectos
continúan actualmente.
Con el fin
de acercarnos a la realidad de esta industria en transformación y los retos
que supone para entidades, reguladores y clientes –profundizando, en
particular, en el papel de las finanzas del comportamiento en la gestión de la
información en banca– hemos efectuado una revisión de los modelos de la
economía conductual que pretenden explicar el papel de los sesgos de
comportamiento en la reciente crisis crediticia.
Las
finanzas conductuales ofrecen una interpretación intuitiva de los ciclos de
crédito bancario. Un número creciente de artículos ofrecen una
interpretación de los canales a través de los cuales se alimenta el boom crediticio.
La novedad principal de estos modelos estriba en su enfoque: se toma en
consideración también los sesgos de oferta, es decir, por parte de las
entidades financieras que ofertan crédito, no por parte de los clientes –o no
únicamente, al menos–. La banca, al igual que los reguladores y cualquier otro
agente, también muestran sesgos de comportamiento. La principal crítica que
se deriva de ellos es relevante: los procesos de consolidación bancaria pueden
ser cuestionables si hace más sensible al mercado a los rasgos de
comportamiento.
Hay, desde
luego, otras muchas explicaciones a la reciente crisis bancaria que no incluyen
una interpretación conductual, incluyendo el papel de los incentivos, las
titulizaciones, el riesgo moral en la toma de riesgos por parte de las
entidades, o la desregulación de los préstamos predatorios. La explicación
conductual no tiene siquiera por qué ser la más plausible; pero sí es, si
cabe, la menos exigente: una industria bancaria de exquisito funcionamiento
estaría expuesta a los sesgos de comportamiento en algunas de sus entidades.
Ello genera procesos de auge y contracción del crédito debidos a que, cuando
bancos racionales compiten con otros sesgados, les resulta beneficioso imitar
el comportamiento de los sesgados.
Hemos
estudiado el impacto de los sesgos de comportamiento en los mercados de crédito
bancario en particular, con especial atención a los canales de transmisión
hacia el crédito concedido por las entidades, y la interpretación de los
ciclos de crédito conforme a la literatura conductual. Las principales
conclusiones para la industria y en términos de política económica son las
siguientes.
«Todos los modelos conductuales propuestos confirman el impacto sistemático de los sesgos optimistas en las fases alcistas del ciclo a la hora de amplificar el auge del crédito».
El tipo
más frecuente de anomalía observada es la combinación de un sesgo optimista
y la ausencia de posibilidades de arbitraje para la banca racional, que conduce
a un exceso de crédito concedido por la industria. En los modelos de demanda,
reconocer el riesgo real de las innovaciones financieras, como las
titulizaciones hipotecarias, requiere tiempo, lo cual conduce a los agentes a
amplificar el ciclo crediticio. En los modelos de oferta, son los directivos de
algunas entidades financieras quienes muestran distintos sesgos de comportamiento
(principalmente, optimismo/pesimismo, exceso o defecto de confianza,
disponibilidad y memoria limitada). Ello conduce igualmente a la amplificación
del ciclo crediticio, siendo estos resultados robustos a distintas
modelizaciones de la competencia bancaria (competencia espacial, competencia
oligopolística y economía institucional).
Todos los
modelos conductuales propuestos confirman el impacto sistemático de los sesgos
optimistas en las fases alcistas del ciclo a la hora de amplificar el auge del
crédito. El resultado en fases recesivas sería consecuencia de una solvencia
bancaria deteriorada por los excesos del pasado, posiblemente agudizada por el
impacto de sesgos pesimistas. Además, algunos modelos anticipan que los nichos
de peor calidad (mercados subprime) son los más sensibles a la
presencia de sesgos de comportamiento. Por último, a pesar de que los procesos
de consolidación bancaria tienen su fundamento, una excesiva concentración
bancaria puede ser cuestionable si hace al mercado más sensible a los sesgos
de algunas entidades.
Cabe
señalar que las limitaciones de los modelos conductuales revisados son
numerosas, y requieren mayor contraste en futuras investigaciones. En primer
lugar, existe una excesiva vinculación de estos modelos matemáticos al sesgo
de exceso de optimismo o confianza. Tendría especial interés profundizar en
el estudio de los sesgos colectivos, particularmente por sus implicaciones a
nivel regulatorio: en la toma de decisiones por parte de los consejos de
administración de las entidades financieras, así como en el intercambio de
información entre reguladores y sistema bancario, ¿qué sesgos colectivos
pueden resultar perniciosos? ¿Qué mecanismos moderadores se pueden establecer?
Además, estos modelos asumen versiones simplificadas del funcionamiento de la industria bancaria y del sistema financiero. En la mayor parte de los casos se consideran bancos de tamaño similar, ausencia de mercado interbancario, se obvian los costes de una eventual quiebra, etc. Sería interesante, de hecho, explorar en el marco de estos modelos cuál sería el efecto sobre el comportamiento previsto por las entidades de un impacto asimétrico de la morosidad bancaria que afectase a los bancos menos solventes, así como el resultado a nivel industria tras la quiebra o reordenación de algunas entidades. Por último, resulta especialmente reseñable la escasa evidencia empírica ofrecida para respaldar los modelos teóricos.
Esta entrada es un resumen del artículo ‘Sesgos de comportamiento en los mercados de crédito’, disponible en el número 162 de Papeles de Economía Española: La gestión de la información en banca: de las finanzas del comportamiento a la inteligencia artificial