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Milagro español o recalentamiento

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La economía española sigue capeando el vendaval internacional, así como la parálisis reformista que se deriva del sudoku político español, y la sensación de inercia que se ha apoderado de la Unión Europea ante los lamentos de Mario Draghi. Pese a la entrada en vigor de los aranceles impuestos por la Administración de Trump, el PIB español avanzó un 2,8% en el tercer trimestre, frente al 1,3% en el conjunto de la eurozona, según las informaciones dadas a conocer esta semana.       

El crecimiento, eso sí, es menos equilibrado, prefigurando un cambio de patrón con implicaciones relevantes para la política económica. De los dos motores de la economía, el interno y el externo, solo tira el primero, mientras que el segundo acumula señales preocupantes de agotamiento. 

Durante el anterior trienio, las exportaciones se incrementaron más rápido que las importaciones, tanto en precios corrientes como en volumen, de modo que el sector exterior tuvo un papel destacado en el ciclo expansivo, redundando también en importantes superávits de los intercambios con el exterior. La tendencia se ha invertido claramente en los últimos trimestres ya que, si bien las exportaciones resisten, las importaciones se han acelerado de manera sorprendente. En lo que va de año, las ventas en el exterior suben un 3,6%, un valor próximo al mismo periodo del pasado ejercicio, mientras que las importaciones escalan un 5,8%, el doble que el año pasado (con cifras en precios constantes). 


En suma, el sector exterior ya no aporta actividad, sino que la detrae. Y los datos más recientes apuntan a que esta situación debería perdurar. Por una parte, se detecta una caída de las exportaciones, particularmente hacia EE UU, consecuencia lógica de la guerra arancelaria; y una moderación de la entrada de turistas extranjeros, en un contexto de saturación de algunos destinos y de estancamiento del poder adquisitivo de los visitantes. Las importaciones, por otra parte, siguen creciendo a un ritmo elevado, particularmente las que provienen de EE.UU. y China.     

El impulso, por tanto, ya solo procederá de nuestras propias fuerzas, entre las que destaca el consumo de las familias, variable que más ha contribuido al avance del PIB registrado en lo que va de año, seguido de la inversión. Lo que está detrás de este resultado es, en primer lugar, la creación de empleo, alentada por la incorporación de inmigrantes, y por otra parte la ejecución acelerada de los fondos europeos, cuando el programa entra en su recta final. Los indicadores de coyuntura también consolidan la recuperación de la inversión residencial, factor con más potencial de persistencia que los recursos del Next Generation

El repunte de la inflación, un desafío para la competitividad

Nos asomamos, en todo caso, a un patrón de crecimiento basado en la bonanza del gasto interno, cuyo reflejo se lee ya en el IPC. La inflación se sitúa en el entorno del 3%, frente al 2% de la eurozona, por la presión del gasto en consumo sobre los precios de los sectores de servicios que operan al abrigo de la competencia internacional. La brecha con Europa en términos de inflación subyacente, es decir descontando la energía y los alimentos frescos, es también constatable. De prolongarse, el diferencial se filtrará a los costes de producción, mermando el plus de competitividad que, todavía hoy, aporta solidez a la economía española. 

En otros tiempos, el actual repunte inflacionario en un contexto de auge del gasto interno hubiera propiciado una ligera subida de tipos de interés. El BCE, sin embargo, no dará ese paso ya que debe tener en cuenta la situación de conjunto, mucho menos boyante que la nuestra. El manejo macroeconómico, por tanto, debe fundamentarse en la política fiscal, y más concretamente en la contención del gasto corriente de las administraciones. El dilema está en cómo conseguirlo, y al tiempo atender las demandas sociales derivadas del fuerte crecimiento poblacional.  

EMPLEO | El número de personas ocupadas creció en el tercer trimestre un 0,7%, según Las cifras de contabilidad nacional, mientras que el total de horas trabajadas lo hizo en un 1%, de modo que se produjo una ligera recuperación en el número de horas trabajadas por ocupado. La productividad por hora registró un descenso del 0,4% en el trimestre, pese a lo cual, en el acumulado del año muestra un avance del 0,9%. En comparación con el periodo prepandemia, la productividad por hora trabajada ha crecido a un ritmo medio anual del 0,6%.  

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El PIB creció en el tercer trimestre un 0,6%, en línea con lo previsto por Funcas

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El crecimiento del PIB se desaceleró en el tercer trimestre del año hasta un 0,6% intertrimestral –tal como recogían las últimas previsiones de Funcas–, desde el 0,8% del trimestre anterior. La desaceleración procedió de una aportación al crecimiento más negativa del sector exterior, que detrajo 0,6 puntos porcentuales, más que compensando la contribución más elevada de la demanda nacional (gráfico 1).


Tanto el consumo privado como el público aceleraron su crecimiento intertrimestral hasta tasas superiores al 1% en ambos casos. La inversión (FBCF) también se aceleró en la mayoría de sus componentes, que siguen presentando tasas positivas de crecimiento salvo el correspondiente a material de transporte.

Con respecto al sector exterior, destaca el mantenimiento de tasas elevadas de crecimiento en todos los componentes de las importaciones. A la inversa, se registra una caída de las exportaciones, como consecuencia del desplome de las ventas de bienes en el exterior. El turismo, por su parte, mantuvo un ritmo de crecimiento similar al del trimestre previo, un 0,7%, muy por debajo de las tasas registradas en 2023 y 2024. Las ventas al exterior de servicios no turismo han seguido creciendo a buen ritmo.

En consecuencia, en líneas generales, se confirma el cambio de patrón de crecimiento en relación a años anteriores.  Así, el consumo público y las exportaciones de turismo, que fueron los grandes impulsores del PIB en 2023 y 2024, crecen a un ritmo más débil –pese a la aceleración del consumo público del tercer trimestre–, mientras que la inversión mantiene un tono más dinámico, tanto en vivienda como en bienes de equipo, al tiempo que las importaciones crecen con más fuerza. Por otra parte, el consumo privado y las exportaciones de servicios no turísticos conservan un gran vigor, en el caso del primero impulsado en gran medida por el crecimiento demográfico.

En cuanto al empleo, el número de personas ocupadas creció en el tercer trimestre un 0,7%, mientras que el total de horas trabajadas lo hizo en un 1%, de modo que se produjo una ligera recuperación en el número de horas trabajadas por ocupado, pese a lo cual en el acumulado del año siguen descendiendo en comparación con el año anterior. 

La productividad por hora registró un descenso del 0,4%, pese a lo cual, en el acumulado del año sigue mostrando un avance del 0,9% sobre el año anterior. Los Costes Laborales Unitarios han seguido aumentando, con un crecimiento acumulado del 3,6% sobre el año anterior. Por su parte, el Excedente Bruto de Explotación (EBE) por unidad de producto registró un leve descenso intertrimestral, creciendo en el acumulado del año un 0,8% (gráfico 2).

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Claves del ciclo expansivo

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La revisión del INE confirma el tirón de la economía española, con un PIB que se sitúa ya un 9,3% por encima de los registros anteriores a la pandemia, ampliando la ventaja en relación a las otras grandes economías de nuestro entorno. El PIB de la eurozona ha crecido 3,3 puntos menos que el español, y los indicadores más recientes apuntan a una atonía persistente tanto en Alemania como en Francia.  

Frente a una cierta continuidad de las grandes magnitudes, también aparecen dos importantes puntos de inflexión, así como alguna sorpresa del lado de la inversión. En primer lugar, el sector exterior ya no juega el papel prominente que tuvo en el inicio del ciclo expansivo. Su aportación al crecimiento está siendo negativa en lo que va de año, y el contexto de guerra comercial, caracterizado por continuos vaivenes de la Administración Trump, no despeja el horizonte. Pese a todo, la situación de nuestro comercio exterior no difiere mucho de la del resto de Europa, lo cual no está mal habida cuenta del diferencial de crecimiento: habitualmente un ciclo expansivo como el que vive la economía española se acompaña de un deterioro de la balanza comercial en relación a las economías más estancadas, una circunstancia que no se está constatando en esta ocasión. 


En segundo lugar, la demanda interna ha tomado el relevo del sector exterior, si bien con cambios relevantes en su composición. El consumo de las administraciones pierde tracción, lastrado por las sucesivas prórrogas presupuestarias, y todo apunta a que esta situación persistirá en el corto plazo, con la posible salvedad del gasto en defensa. En contraposición, se afianza el ciclo de consumo privado y de inversión en construcción, en consonancia con la creación de empleo, la revitalización de la oferta de vivienda y, probablemente, el desembolso de fondos europeos, evidenciado por el auge de la inversión no residencial, es decir en infraestructuras y otras edificaciones.   

Destaca el repunte, a un ritmo sorprendente, de la inversión en bienes de equipo y en “intangibles”, que incorpora el capital inmaterial, software y demás productos de la propiedad intelectual. Ésta, que había sido la variable más rezagada en la fase de recuperación, emerge como una de las claves de la coyuntura. Conviene, sin embargo, tener en cuenta que los fondos europeos, particularmente el kit digital, han podido aportar un estímulo puntual a la inversión en intangibles, con efectos inciertos en el crecimiento futuro. La inversión en maquinaria y equipamiento físico, por su parte, ha crecido solo un 4,5% en los últimos cinco años, evidenciando una escasa filtración de fondos europeos en este segmento. 

Finalmente, tras la revisión del INE, sigue siendo el caso que la economía española ha crecido sobre todo sumando fuerza laboral. Las horas trabajadas habrían crecido incluso más de lo anticipado, lo que ha tenido como resultado un menor avance de la productividad por hora efectivamente trabajada: esta variable, que aproxima la velocidad de transformación de la economía, habría crecido un 2,9% desde 2019, en vez del 3,6% conforme a las estimaciones anteriores. Eso sí, se mantiene el diferencial favorable de crecimiento de la productividad respecto al resto de Europa, y la tendencia es positiva en el periodo más reciente.  

En definitiva, los ajustes estadísticos dejan entrever una economía española con más tracción de lo anticipado para afrontar los desafíos globales. Queda, no obstante, por esclarecer la sostenibilidad de las fuerzas que sustentan el ciclo. Algunos factores, como los fondos europeos, no han generado el efecto transformador que se esperaba, a tenor del moderado comportamiento de la productividad. Los recursos que quedan por ejecutar ascenderían a más de 25.000 millones de euros: a poco más de un año de la conclusión del programa, habrá que esforzarse por mejorar su vinculación con las necesidades del tejido productivo.      

CONSUMO | Las revisiones del INE no disipan la dicotomía entre la macroeconomía y su percepción social. Desde 2019, el consumo de las familias se ha incrementado un 6,2% a nivel agregado, descontando la inflación (un punto más que la anterior estimación). Ahora bien, ajustando por el crecimiento poblacional, la mejora es solo del 2,9% en términos medios por habitante. El menor impulso demográfico de la eurozona en su conjunto ha provocado que el consumo haya crecido más que en España en términos per capita (2,5%), pese al peor comportamiento a nivel agregado (3,9%).     

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El crecimiento de las importaciones eleva el déficit comercial

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Según las cifras de Aduanas hasta mayo, el déficit comercial acumulado de mercancías se situó en 21,5 miles de millones de euros, frente a 15,1 miles en el mismo periodo del año anterior, debido fundamentalmente al empeoramiento del componente no energético. Este resultado es el peor de la serie histórica desde 2011, con la excepción del año 2022, año en el que el déficit de bienes se disparó como consecuencia de la guerra de Ucrania. 

El aumento del déficit obedece a un incremento del 4,3% en las importaciones, frente a un crecimiento de las exportaciones del 0,8%. En términos reales, las importaciones registraron un avance del 9,5%, mientras que las exportaciones sufrieron una contracción del 0,2%. 

Es destacable la divergencia en el comportamiento de exportaciones e importaciones desde la primavera de 2024. Las primeras se mantienen prácticamente estancadas en niveles ligeramente por debajo de los registros prepandemia, mientras que las importaciones mantienen una tendencia fuertemente ascendente y se encuentran en torno a un 12% por encima de los niveles de finales de 2019 (gráfico 1).


El crecimiento de las importaciones en lo que llevamos de año con respecto al mismo periodo de 2024 procede del empuje de las de bienes intermedios no energéticos y las de bienes de equipo –que crecen ambas en torno al 13%–, y, en menor medida, a las de bienes de consumo, que registran un avance del 6%. 

También llama la atención el comportamiento de los precios de importaciones y exportaciones, medidos a través de los índices de valor unitario (IVU). Así, los precios de las importaciones registraron una caída interanual hasta mayo del 4,7% –con un descenso tanto en el componente energético como en el no energético–, en tanto que los precios de las exportaciones avanzaron un 1%, con crecimiento en el componente no energético y caída en el energético. Con ello, se prolonga el fenómeno del incremento de nuestra relación real de intercambio (precios de las exportaciones en relación a los precios de las importaciones), que se viene produciendo desde el año 2023, situándose en el nivel más elevado en lo que llevamos de siglo (gráfico 2).

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La economía española tras el shock comercial

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El comercio internacional, uno de los principales baluartes de la economía española, empieza a flaquear como consecuencia de la guerra arancelaria. Según las estimaciones de la OMC, los intercambios internacionales se paralizarán en los próximos meses bajo la premisa, relativamente optimista, de una escalada tarifaria contenida, y se contraerán hasta un 1,5% en el supuesto de una activación de los aranceles recíprocos por parte de EE UU, y de represalias de otros países. 

Los primeros efectos del proteccionismo son ya palpables en el bloque comercial de América del Norte. Por ejemplo, desde el inicio de la ofensiva tarifaria, la frontera norte de México habría registrado una fuerte caída de los envíos al país vecino, mientras que los viajes entre Canadá y EE. UU. se habrían reducido drásticamente. Esto son solo las primeras réplicas de una onda recesiva provocada por el aislacionismo comercial que irá extendiéndose a través del planeta. 

España no puede desacoplarse de un eventual parón del comercio internacional. El shock tarifario va más allá de nuestra exposición directa al mercado americano, ya que la amenaza es global, cerniéndose sobre una economía europea en un momento de gran debilidad y de dificultad para consensuar una acción común. No es sorprendente que nuestros intercambios con los socios comunitarios se hayan debilitado, siendo ésta una tendencia que, hasta fechas recientes, se había compensado con los buenos resultados cosechados fuera del Viejo Continente. El año pasado las exportaciones de mercancías españolas a la UE se redujeron en 0,5%, mientras que los envíos a los destinos no comunitarios se incrementaron un 1,4% (conforme a la balanza de pagos). 

Tras la imposición de los aranceles, va a ser difícil contrarrestar la anemia europea recurriendo a los mercados extracomunitarios. Los datos de ventas de grandes empresas –los únicos que aportan una información en tiempo casi real– evidencian ya una caída de las exportaciones totales del 1,7% durante el mes de marzo (en términos de crecimiento medio interanual, que no es posible desglosar entre diferentes destinos). Paralelamente las importaciones siguen avanzando, en consonancia con el tirón de la demanda interna. En suma, el sector exterior, que aportó directamente el 30% del crecimiento total del PIB en el último trienio, tiende ahora a restar actividad.


La inversión es la variable más vulnerable ante un panorama internacional tan adverso como incierto. Por su internacionalización, son las grandes empresas las más perjudicadas. Cabe anticipar que estas corporaciones congelen algunos proyectos hasta que el panorama comercial se dilucide. Por otra parte, el volumen de inversión directa española en EE. UU. roza los 120.000 millones de euros, o el 7,4% de nuestro PIB. El bajo nivel de endeudamiento empresarial, junto con la senda de bajada de tipos de interés, configuraba un escenario favorable a la inversión. La incertidumbre global lo empaña. 

Si bien el consumo público tiene ya poco recorrido, el de las familias puede actuar como contrapeso, gracias al crecimiento del empleo y la disponibilidad de un importante remanente de ahorro. De manera similar, un ciclo de inversión residencial está en marcha (si bien a un ritmo insuficiente para aplacar la crisis de vivienda). Con todo, sin embargo, el frenazo externo será el protagonista de la coyuntura. 

La magnitud de la desaceleración va a depender sobre todo de las decisiones que se tomen en Washington. El arancel actual del 10% es un golpe duro pero asumible para la economía. Otra cosa es si el clima de incertidumbre se perpetúa, con una sucesión de nuevas amenazas y de desmentidos, lastrando la economía mundial, pero elevando también el riesgo de recesión e inestabilidad financiera en EE. UU. No es el escenario más probable: la suspensión de los aranceles recíprocos evidencia que el republicano tiende a recular ante un conato de crisis de deuda. Trump tiene la llave, pero la comparte con los mercados. 

DEUDA | El mercado español de deuda pública, importante barómetro de la salud financiera de nuestra economía, ha reaccionado con calma a las turbulencias desatadas del otro lado del Atlántico tras el día de la “liberación”. La rentabilidad exigida por los mercados para comprar bonos españoles a diez años ha oscilado entre el 3,2% y 3,3%. Y la prima de riesgo, o diferencial con el referente alemán, considerado como valor refugio para los inversores en momentos de gran incertidumbre como el actual, apenas se ha incrementado en torno a 10 puntos básicos. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La demanda interna, motor del ciclo

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La economía española cosecha buenos resultados, y lo hace en un contexto internacional plagado de incertidumbres. El avance del PIB, un robusto 0,8% en el cierre del año, contrasta con el parón europeo. El diferencial guarda cierta relación con el plus de competitividad aportado por los precios energéticos —anclados por debajo de la media comunitaria—, la menor exposición a las turbulencias comerciales globales —los intercambios de bienes con los países no comunitarios ocupan el 36% total, frente a casi la mitad en Alemania— y el impulso de la inmigración. 

No todo son buenas noticias: también se aprecia una inflexión en la pauta de crecimiento, menos equilibrado que en años anteriores. Y es que la atonía de los mercados europeos hace mella en las exportaciones. A la caída de los envíos de bienes hacia el exterior, que ya venían flaqueando, se une desde mediados del año pasado la moderación de las exportaciones de servicios no turísticos, quebrando la senda de fuerte crecimiento. Eso sí, el turismo sigue tirando, pero sin compensar el frenazo del resto. Como por otra parte las importaciones se recuperan, la aportación al crecimiento del PIB del conjunto del sector exterior se ha vuelto negativa en la segunda parte del pasado ejercicio. 


La demanda interna toma el relevo al calor del consumo tanto público, que sigue desbocado, como privado. Las familias gastan a un ritmo vigoroso, explicando el 77% del avance del PIB registrado en el segundo semestre del año pasado. La inversión toma aire, especialmente en el segmento de bienes de equipo. Pero es pronto para determinar si se trata de una mejora estructural, los indicadores apuntando en direcciones contradictorias. Por una parte, el incremento de la inversión obedece a factores transitorios, ya que está muy concentrado en el material de transporte, pudiendo reflejar cambios anticipados de fiscalidad. Por otra parte, la demanda de crédito y las importaciones de bienes de equipo serían consistentes con una tendencia alcista. En todo caso, la inversión en vivienda apenas reacciona a la sucesión de anuncios oficiales, perpetuando el grave problema de escasez. 

De cara al futuro, el sector exterior seguirá probablemente restando actividad, por la persistente debilidad de la economía europea como por las incertidumbres crecientes que se ciernen sobre el comercio internacional. Además, las importaciones están normalizándose (su elasticidad con respecto a la demanda se acerca a la media histórica), algo que en un contexto de fuerte empuje del mercado interno tiende a detraer actividad. 

Si el motor externo del crecimiento flaquea, el interno no falla. El consumo privado mantendrá previsiblemente una fuerte inercia expansiva, sostenido por la creación de empleo, la recuperación de poder adquisitivo de los salarios y la liberación de una parte del ahorro embalsado. Sin embargo, la situación de prórroga presupuestaria junto con factores técnicos (menores ajustes de las entregas a cuenta de las comunidades autónomas) apuntan a un consumo público algo más encauzado. 

La clave estará en la inversión. Los estímulos provienen de la relajación de la política monetaria y de la necesidad de ejecutar en muy poco tiempo el abundante remanente de fondos europeos todavía disponibles. 

El factor limitativo procede del clima de incertidumbre, exacerbado, al menos en el caso de las grandes corporaciones, por la política transaccional del Presidente Trump: el problema no es tanto la amenaza arancelaria como el cuestionamiento de las reglas multilaterales que rigen las relaciones internacionales desde la segunda guerra mundial. La inseguridad acerca del futuro de estas reglas que deja planear la principal potencia económica global es perjudicial para la inversión. Tampoco ayuda, en el plano interno, la congelación de la política presupuestaria, o la falta de consenso para acometer reformas en el mercado de vivienda. En suma, el ciclo expansivo prosigue, sin despejar las dudas sobre su sostenibilidad. 

INMIGRACIÓN | La incorporación de trabajadores extranjeros sigue siendo uno de los factores distintivos de la economía española. En 2024, la población activa nacional descendió en 87.000 personas, mientras que el número de activos extranjeros o con doble nacionalidad se incrementó en 391.000, según la EPA. Por otra parte, el 79% de los nuevos empleos creados en el pasado ejercicio fueron ocupados por mano de obra foránea, un porcentaje al alza en relación al año anterior (63%). Destaca el peso de la inmigración en los sectores ligados al turismo y en la construcción.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El PIB en 2024 creció un 3,2%, con un patrón muy similar al de 2023

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CNTR – IV trimestre 2024 (avance)

El PIB creció un 0,8% en el cuarto trimestre de 2024, impulsado por todos los componentes de la demanda nacional. Destacó la inversión en bienes de equipo, sobre todo en su componente de material de transporte. Este es un resultado muy positivo puesto que la inversión se encontraba muy rezagada y por debajo de los niveles prepandemia (gráfico 1). No obstante, aún es pronto para saber si se trata del inicio de una senda de recuperación o de un repunte transitorio. La aportación del sector exterior fue negativa, como resultado de un crecimiento intenso de las importaciones.

Se ha revisado el resultado del primer trimestre del año, desde un crecimiento del 0,9% hasta un 1%, lo que, unido al dato del cuarto, da lugar a un crecimiento del conjunto de 2024 del 3,2%. La demanda nacional aportó 2,8 puntos porcentuales, y el sector exterior cuatro décimas.

Dentro de la demanda nacional, destacó el fuerte crecimiento del consumo público, un 4,9% en el conjunto del año, lo que sitúa esta variable un 19% por encima del nivel de 2019. El consumo privado también mostró un gran dinamismo, con un avance del 2,9%, que supone una aceleración significativa sobre el año anterior.

La formación bruta de capital fijo avanzó un 2,3% en 2024, situándose apenas un 0,8% por encima del nivel de 2019. La inversión en construcción creció un 2,6% y la dirigida a bienes de equipo un 2,4%, manteniéndose ambas por debajo de los niveles precovid. Solo la inversión en productos de la propiedad intelectual supera, en un 16,2% dicho nivel, siendo este componente el que explica que el total de la FBCF se encuentre ligeramente por encima de su resultado de 2019 (gráfico 2).


Con respecto al sector exterior, su aportación positiva al crecimiento del PIB en 2024 procedió de un crecimiento de las exportaciones mayor que el de las importaciones. El impulso a las primeras procedió de las ventas al exterior de servicios, tanto turísticos como no turísticos, mientras que las de bienes continuaron mostrando debilidad. Estas apenas superan en un 2,7% el nivel de 2019, frente a un 22,6% y un 31,1% en el caso de las exportaciones de servicios turísticos y no turísticos, respectivamente.

En suma, el patrón de crecimiento del PIB en 2024 fue muy semejante al de 2023, sustentándose, en líneas generales, sobre las exportaciones de servicios y el consumo público, y manteniéndose la debilidad en la inversión y en las exportaciones de bienes. La principal diferencia con respecto a 2023 procede de un mayor dinamismo del consumo privado.

Por el lado de la oferta, creció la actividad en todos los sectores, incluyendo el energético, tras tres años consecutivos de caídas. Las mayores aportaciones al crecimiento procedieron del sector de comercio, transporte y hostelería, seguido de la industria manufacturera. El sector primario continuó la recuperación iniciada en 2023, tras el desplome sufrido en 2022.

El número de ocupados creció un 2,2% en el conjunto del año, mientras que el total de horas trabajadas avanzó un 1,9%, lo que implica un nuevo descenso en el número de horas trabajadas por ocupado. La productividad por hora trabajada creció un 1,3%, un resultado positivo, pero se trata de una variable que muestra gran volatilidad año a año, con un crecimiento medio anual desde 2019 en el entorno del 0,6%.

La remuneración por asalariado creció un 5,1%, por encima, por tanto, del crecimiento de la inflación. Los costes laborales unitarios aumentaron un 4%, aportando 1,9 puntos porcentuales al crecimiento del deflactor del PIB, que fue del 3%. El excedente bruto de explotación unitario aumentó un 1,5%, aportando 0,6 puntos al deflactor –los impuestos netos aportaron las cinco décimas restantes–.

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La economía sorprende, a la espera de un relevo

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Pasado el ecuador del año, la economía española arroja un balance positivo, superando netamente las previsiones, si bien con nubes en el horizonte. El avance del PIB ha sorprendido al alza, tanto por su vigor (un 0,8% en el segundo trimestre, igual que el anterior) como por la fuerza del sector exterior, que explica más de la mitad del crecimiento registrado en lo que va de año.

Aparte del
tirón del turismo, las empresas españolas mejoran su cuota de mercado en los
mercados internacionales, resultado meritorio dado el complicado contexto global.
Más sorprendente es el estancamiento de las importaciones, evidenciando la incapacidad
de las empresas extranjeras para aprovechar plenamente el tirón de la demanda
en España: las importaciones crecen a un ritmo cinco veces inferior a dicha demanda
(elasticidad del 0,2), quebrando la relación histórica (elasticidad en el
entorno del 1,2).

Se mantiene,
por tanto, el superávit de nuestros intercambios con el exterior, asegurando
una cierta robustez del proceso de crecimiento. El excedente de la balanza por
cuenta corriente incluso bate el récord cosechado el año pasado (con datos del
Banco de España hasta mayo). Por otra parte, el vigor del crecimiento ha ido de
la mano de la creación de casi 300.000 puestos de trabajo en lo que va de año,
en términos de EPA, fruto de la incorporación de más fuerza laboral (sube la
tasa de actividad, atenuando mecánicamente el descenso del paro). Y no se
vislumbra un recrudecimiento de las tensiones inflacionistas.

Con todo, es poco probable que estos resultados se repitan en el futuro. Se acumulan los síntomas de debilitamiento de la economía europea, prefigurando una pérdida progresiva de dinamismo de nuestras exportaciones, una vez pasado el sorprendente bum del turismo. La eurozona avanzó un escaso 0,1% en el segundo trimestre (descontando Irlanda, cuyo PIB está sujeto a gran volatilidad). La recaída de la economía alemana demuestra que el periodo de ajuste está siendo más complicado de lo anticipado. También preocupa el bache del consumo en EE.UU. así como sus reverberaciones en un comercio internacional marcado por el resurgimiento del proteccionismo.

Por otra
parte, es probable que la atonía de las importaciones sea pasajera, al menos en
parte, una vez que la inversión en bienes de equipo, altamente intensiva en
importaciones, se vaya recuperando, algo deseable y que parece estar en marcha,
si bien a un ritmo insuficiente para cerrar el déficit de capacidad productiva. 

Además, la
política fiscal está siendo menos expansiva: la recaudación crece en
consonancia con la economía, mientras que el gasto se frena como consecuencia
de la prórroga presupuestaria: el consumo público apenas aporta al crecimiento,
siendo éste un hecho relevante, ya que esta variable explica el 49% del avance
del PIB de estos últimos cuatro años y medio, frente a una contribución de la
demanda privada, agregado que se obtiene sumando el consumo de los hogares y la
inversión, del 5%, el 46% restante reflejando la aportación del sector
exterior.


¿Tomará el relevo la política monetaria, como sería deseable habida cuenta de la necesidad acuciante de inversión? Parece más bien que el BCE aflojará gradualmente, los últimos datos de IPC no incitando a mucho optimismo más allá del pequeño recorte de tipos de interés que se anticipa a la vuelta del verano. Nada de ello promete un estímulo suficiente para que la inversión protagonice un fuerte ciclo expansivo.

En todo caso,
es pronto para saber si la desaceleración de la afiliación, en pleno periodo
vacacional, refleja una tendencia de fondo. Influyen factores técnicos, como el
adelanto de las contrataciones a la primavera, ante el temor de escasez de mano
de obra en los sectores ligados al turismo. Pero lo más probable es que los
próximos trimestres vayan confirmando la convergencia del crecimiento a su ritmo
potencial.

DEMANDA | Frente al auge espectacular del sector exterior, el comportamiento de la demanda interna está siendo mucho más discreto. El consumo de los hogares apenas avanzó un 0,3% en el segundo trimestre, por debajo de las tasas constatadas en anteriores etapas expansivas. El consumo público subió un escaso 0,2%, evidenciando la pérdida de protagonismo de la política fiscal. La inversión, variable clave para fortalecer la capacidad productiva y reducir la escasez de vivienda, creció un esperanzador 0,9% pero se encuentra todavía muy por debajo de los niveles previos a la pandemia.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La economía mantiene un ritmo de crecimiento elevado impulsada por el sector exterior

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CNTR IIT 2024 – Avance

El PIB creció un 0,8% en el segundo trimestre de 2024 según cifras provisionales, resultado superior a lo esperado, e idéntico al registrado en el trimestre precedente. Con respecto al mismo trimestre del año anterior, el crecimiento ascendió al 2,9%.

Al igual que en el primer trimestre del año, el principal impulso al crecimiento procedió del sector exterior, que aportó cinco décimas a la tasa intertrimestral (gráfico 1). No obstante, si en el trimestre precedente el empuje procedió de las exportaciones de servicios turísticos, en este trimestre han sido sobre todo las exportaciones de bienes, mientras que las turísticas han crecido a un ritmo más moderado. Por otra parte, la aportación positiva del sector exterior ha sido el resultado, no solo del crecimiento de las exportaciones, sino también del descenso de las importaciones. Dentro de estas, han caído las importaciones de servicios turísticos (es decir, el turismo de los residentes españoles en el exterior), y han crecido moderadamente las importaciones de bienes. 


En cuanto a la demanda nacional, el consumo avanzó un 0,3%. Continúa creciendo, por tanto, a un ritmo suave, sensibelmente por debajo de las tasas habitualmente registradas en otras etapas expansivas. El consumo público, que ha moderado su crecimiento con respecto a las tasas registradas a lo largo del pasado año, se incrementó un 0,2%. La inversión en bienes de equipo, que es el componente del PIB cuya evolución resulta más preocupante, creció en el segundo trimestre, pero marginalmente, y sigue encontrándose muy por debajo de los niveles previos a la pandemia. También creció la inversión en construcción, tanto de viviendas como de otras construcciones.

Desde la perspectiva de los sectores productivos, la actividad manufacturera creció un 1,1%, consolidando así una tendencia ascendente que contrasta con la evolución negativa que presenta en el conjunto de la eurozona (gráfico 2). No obstante, el sector que ha realizado una mayor aportación al crecimiento en el segundo trimestre ha sido el agregado de comercio, transporte y hostelería, con una tasa intertrimestral del 2,8%, la mayor de toda la serie histórica que comienza en 1995, excluyendo los rebotes registrados tras la apertura de la economía posterior al confinamiento.


En cuanto al empleo, el número de personas ocupadas creció un 0,4% y el número de horas trabajadas avanzó un 1%, de modo que en el trimestre ha tenido lugar una pequeña recuperación en el número de horas trabajadas por ocupado, que en cualquier caso siguen situándose muy por debajo de las cifras prepandemia.

El coste laboral unitario descendió levemente en el trimestre, aunque la evolución trimestral contiene cierta volatilidad. El crecimiento en la primera mitad del año en comparación con el mismo periodo del año anterior, que nos ofrece una mejor imagen de su tendencia, ha sido del 4,5%. El excedente bruto de explotación por unidad producida, por su parte, creció un 2,3% en los mismos términos.

En suma, la economía sigue expandiéndose a un ritmo vigoroso, superior al previsto, impulsada fundamentalmente por el sector exterior, mientras que la demanda nacional mantiene un tono, si no de debilidad, sí al menos de moderación. Aunque se trata de una composición sana, cabe preguntarse durante cuento tiempo podrá la economía española mantener un crecimiento sustentado en el sector exterior si la eurozona, que se encuentra en una situación prácticamente de estancamiento, no comienza pronto a remontar.

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España en el futuro de Europa

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La buena marcha de la economía española en comparación
con la europea no solo evidencia el papel clave de la construcción comunitaria
en el desarrollo de nuestro país. También dibuja una reconfiguración de las
prioridades de la Unión Europea: para España, los temas presupuestarios o el
volumen de transferencias que recibimos importan ya mucho menos que cuestiones
de índole más estratégica, cuando no existencial, parafraseando el reciente
discurso del presidente Macron, refiriéndose a la UE como un proyecto no
necesariamente inmortal.      

La trayectoria reciente de nuestra economía es reveladora de la importancia del mercado único, tanto como del giro político operado en Bruselas estos últimos años. Si el PIB se sitúa un 3,7% por encima del nivel prepandemia, permitiendo la creación de 1,25 millones de puestos de trabajo durante un periodo tan convulso, es en parte por el replanteamiento de la política económica europea tras el desgarro de la crisis financiera. Y también por los buenos resultados cosechados por las empresas españolas en los mercados europeos. El sector exterior, gracias al estímulo de la integración europea, explica directamente el 40% del avance del PIB español registrado desde finales de 2019. La clave está en un posicionamiento competitivo favorable: el año pasado, el saldo de los intercambios de bienes y servicios con la UE arrojó un superávit récord, hasta casi duplicar el excedente de la locomotora alemana, algo también inédito. Por el contrario, Francia e Italia registran un déficit en sus intercambios intracomunitarios.     


Para afianzar estos resultados, hay que aprovechar las circunstancias que permitan sacar partido de la posición competitiva de nuestro tejido productivo. Se trata de atajar la escalada de subvenciones y de ayudas que distorsionan el mercado único, debilitando espuriamente el tirón de las exportaciones.

De manera similar, la promoción de campeones nacionales en cada Estado miembro, no solo fragmenta el mercado único; también lastra la competitividad del conjunto de la economía europea. Las experiencias exitosas muestran por el contrario la importancia de la competencia entre grandes corporaciones como instrumento primordial de política industrial y de sostén del poder adquisitivo de las familias. El informe Letta aboga por la emergencia de potentes operadores europeos que compitan entre sí, y no de gigantes con pies de barro que difícilmente resistirían la competencia con sus homólogos norteamericanos o chinos.   

Para una economía competitiva como la española la movilidad del ahorro debería ser un tema más prioritario que el ensanchamiento del presupuesto europeo. Es preocupante que Europa exporte nada menos que el 13% de los recursos disponibles en el sector privado para invertirlos en el aparato productivo de países terceros, entre los que destaca EE UU. El volumen de estos recursos perdidos supera las necesidades estimadas de inversión o de ampliación de los recursos públicos comunitarios. Para España, sería más provechoso desatascar las barreras a la movilidad del ahorro que obtener un nuevo Next Generation; el actual, en todo caso, todavía tiene mucho recorrido. En suma, la unión financiera no debería dilatarse más. 

La política comercial europea también debe reubicarse. La
guerra arancelaria entre EE UU y China ha debilitado el sistema multilateral,
abocando a acuerdos con otros grandes actores guiados por los intereses
europeos y las normas medioambientales y sociales. Este es también un ámbito en
el que la economía española puede aprovechar sus ventajas de costes
energéticos. Tales acuerdos también pueden incorporar un desarrollo ordenado de
los flujos migratorios, importantes para un continente que envejece y se enfrenta
a cuellos de botella.         

Todo ello configura una estrategia coherente con las
necesidades de la economía española, y al tiempo arraigada en los principios europeos
fundacionales de apertura y cohesión social. Paradójicamente, su puesta en
marcha entraña un esfuerzo presupuestario limitado en comparación con las soluciones
inspiradas en la tentación de retraimiento en las fronteras nacionales.

IPC | El IPC se incrementó un 3,8% en mayo en términos interanuales y armonizados, frente al 2,6% para el conjunto de la eurozona. Por tanto, el diferencial de inflación sigue siendo desfavorable, en parte por factores puntuales como la rápida desescalada de los precios energéticos en Europa (una tendencia que en el caso de España se produjo con anterioridad). Por otra parte, descartando la inflación y los alimentos frescos, el IPC subyacente también supera la media europea, reflejando el dinamismo de la demanda, sobre todo en los sectores más ligados al turismo.       

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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