Tras un comienzo casi nefasto hace diez días con unas declaraciones inoportunas de su presidenta, Christine Lagarde —que la
dejan tocada para un futuro—, el Banco Central Europeo cambió de rumbo la
semana pasada. Esta crisis precisa contundencia (se está haciendo) pero también
que alcance a pymes, autónomos y familias. Rock and roll monetario para
todos.
El BCE sacó la artillería pesada con el Programa de Compra de Emergencia Pandémica (PEPP por sus siglas en inglés) de bonos por 750.000 millones hasta diciembre de 2020. Señal clara de apoyo a la deuda soberana de países como Italia y España, que están sufriendo más, al menos inicialmente. El segundo paso fue la mayor flexibilidad concedida a las entidades financieras en el uso del capital. Podrán utilizar reservas ya existentes por un montante de 120.000 millones para absorber pérdidas o financiar hasta 1,8 billones de euros. La flexibilidad será total para los créditos con garantías públicas. El tercer paso fue disminuir las exigencias de provisiones de los créditos morosos cubiertos con avales públicos y suavizar los planes para reducir la tasa de morosidad. Otro paso que no puede olvidarse es la coordinación entre bancos centrales con los acuerdos de líneas swap para garantizar la liquidez.
«Mientras que para las grandes empresas el BCE ha sido capaz de proporcionar liquidez […], esta financiación casi directa del banco central no existe para las pymes y autónomos, que son precisamente los más damnificados por la crisis. Una situación excepcional donde la financiación escasea requiere medidas excepcionales e innovadoras, también de parte de la autoridad monetaria».
Santiago Carbó
¿Se puede hacer algo más? Creo que sí. Mientras que para las grandes empresas el BCE ha sido capaz de
proporcionar liquidez comprando los bonos que emiten —y que incluso
ahora se podría flexibilizar algo para dar más liquidez a este sector de mayor
tamaño—, esta financiación casi directa del banco central no existe para las
pymes y autónomos, que son precisamente los más damnificados por la crisis. Una
situación excepcional donde la financiación escasea requiere medidas
excepcionales e innovadoras, también de parte de la autoridad monetaria. Sobre
todo, durante episodios de crisis de liquidez como la que sufren muchas pymes y
autónomos solventes que no pueden, por problemas de caja temporales, pagar a
sus proveedores para seguir funcionando.
Una opción innovadora para convertir esta deuda a
corto plazo en una de largo plazo sería utilizar técnicas de titulización para
que la autoridad monetaria amortigüe el impacto de la crisis de liquidez en
estas sociedades. Una posibilidad sería que los proveedores pudieran obtener
liquidez de sus deudas a corto —reconocidas en forma por ejemplo de letras de
cambio— de una institución financiera con respaldo público (el ICO o el Banco
Europeo de Inversiones, por ejemplo) que empaquetaría decenas de miles de estas
deudas creando unos ABS (Asset Backed Securities, valores respaldados por
activos) que podrían utilizar para obtener liquidez a largo plazo del BCE.
El banco central ya ha empleado estos instrumentos en los últimos años para inyectar liquidez. Para minimizar el riesgo moral de estas operaciones, se podría limitar con un conjunto de condiciones objetivas a sectores claramente identificados como los más afectados por la crisis, a sociedades que obtuvieron beneficios en 2019, y por supuesto a deudas recientes originadas antes del impacto de la COVID-19. Son vías adicionales para que el tremendo esfuerzo fiscal y monetario fluya a todas las capas de la actividad económica y la sociedad.