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Tiempos para nuevos impulsos reformistas

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El nuevo Gobierno se encuentra con un panorama internacional ensombrecido por la multiplicación de guerras comerciales, el debilitamiento del multilateralismo y de los flujos de inversión productiva internacional y el desplome de la industria. Y no se anticipa una rápida mejora en los próximos meses, por lo que nuestras perspectivas de crecimiento, aunque todavía favorables en comparación con el resto de Europa, se verán constreñidas durante algún tiempo.

Las llamadas a un mayor protagonismo de los presupuestos públicos en la reactivación de la economía europea han sido desoídas salvo, paradójicamente, en los países que en principio disponían de menos margen como Francia. Macron ha respondido a las revueltas sociales con más gasto y recortes fiscales, agravando el déficit público hasta llevarlo al umbral del 3% del PIB. Su ministro de Hacienda ya ha anunciado medidas de contención. Ni los países con superávit quieren tomar el relevo de Francia, ni el erario público europeo puede permitírselo a corto plazo, a falta de más concreción de las promesas de Von der Leyen con respecto a la creación de un mecanismo europeo anticíclico.

Por otra parte, el hipotético acuerdo en ciernes entre EE UU y China no cerrará la pugna geopolítica entre las dos primeras potencias. Las presiones de Washington se mantendrán por lo menos hasta constatar un cambio en el modelo productivo impulsado por Pekín, basado en el intervencionismo, el apoyo a las exportaciones y el afán de dominación en materia tecnológica. El comercio internacional se resiente de la escalada arancelaria. El volumen de intercambios internacionales se incrementa a un ritmo anual cercano al 1,5% (según estimaciones del Banco Mundial), tres veces menos que durante el periodo de recuperación. Un estancamiento que tiene secuelas sobre la inversión directa extranjera, según el reciente informe del Banco Mundial. La entrada de capital productivo en nuestro país alcanzó hasta octubre 9.800 millones de euros, la cuarta parte que un año antes.

Gráfico 1

Gráfico 2

Fuentes de los gráficos: Ministerio de Economía, Markit Economics y Funcas.

Por otra parte, se esperaba un rebote de la industria, tras un periodo de repliegue como consecuencia del frenazo mundial y de adaptación a las exigencias de la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, los indicadores muestran una caída prolongada de la actividad. En España, el sector aguanta algo mejor que en el resto de Europa, pero la producción industrial apenas avanza. El sorprendente repunte de la producción de bienes de equipo no basta para compensar la caída en el sector del automóvil.

«La economía española podría crecer en torno al 1,5% este año, todavía medio punto más que la media europea, antes de recuperar algo de dinamismo en 2021. Un resultado que sin embargo, nos obliga a un nuevo impulso reformista».

Raymond Torres

Queda la política monetaria, un instrumento ya sobrecargado porque los tipos de interés difícilmente pueden bajar más, y las medidas de reactivación del crédito se enfrentan a una demanda renqueante. No obstante, se espera que sus efectos se dejen notar en la economía europea a corto plazo.

El mercado laboral es otro pilar de la expansión. Pese al frenazo, se sigue creando empleo y los salarios repuntan, tanto en nuestro país como en el resto de Europa, sosteniendo la renta de las familias y el gasto en consumo. Se estima que la renta disponible de los hogares españoles aumentó en 25.000 millones en 2019, casi lo mismo que el total de Francia e Italia (en Alemania el incremento alcanzó 75.000).

Pero el principal factor que justifica un moderado optimismo es la situación financiera relativamente saneada del sector privado europeo (aunque con preocupantes aumentos de deuda corporativa de alto riesgo), así como un tejido productivo reactivo a la recuperación de la economía global, cuando esta se produzca. Esto es precisamente lo que anticipan los principales organismos internacionales a partir de la segunda parte del año.

Con todo, la economía española podría crecer en torno al 1,5% este año, todavía medio punto más que la media europea, antes de recuperar algo de dinamismo en 2021. Un resultado que sin embargo, nos obliga a un nuevo impulso reformista, ante la persistencia de importantes desequilibrios sociales y económicos.

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Así entra la economía española en 2020

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Nuestra economía se acerca a un punto de
inflexión, y corre el riesgo de agudizar su desaceleración, si bien un repunte
providencial no es descartable. Los datos revisados de crecimiento traducen una
pérdida de ritmo más acusada de lo anticipado por algunos analistas y el propio
gobierno. Salvo una improbable aceleración de la actividad en el cierre del año
pasado, todo apunta a un avance del PIB del 1,9% en 2019. Un resultado que,
pese a casi doblar la media europea, se sitúa medio punto por debajo del
registro de 2018.

El deterioro del entorno externo —frenazo de la eurozona, unido al enfriamiento de los mercados internacionales— es el principal responsable de la desaceleración, por el impacto directo sobre las exportaciones, y su propagación a los sectores más dependientes de los intercambios con el exterior.

«A falta de concreción acerca de los Presupuestos Generales del Estado, parece difícil mantener un gasto expansivo en 2020, además de plantear un problema de credibilidad de los compromisos presupuestarios y de deuda, como viene produciéndose en los últimos años».

Raymond Torres

Pero también se echa en falta una
estrategia que ayude a la industria a sortear la recesión que la atenaza. Las
expectativas son negativas a corto plazo, como lo muestra el principal
indicador avanzado (índice PMI de gestores de compras de las manufacturas), que
apunta a una caída acelerada. La construcción también se resiente de ese
deterioro de las anticipaciones y del agotamiento del ciclo inmobiliario.  

Gráfico 1

Gráfico 2

Estos resultados se producen pese al carácter expansivo del gasto público, que muestra un incremento cercano al 4,5%, uno de los más elevados desde que se inició la recuperación. El revés de la medalla es el déficit de las administraciones, que se estanca en torno al 2,5% del PIB (estimación de Funcas). Descontando el pago de intereses, el agujero fiscal podría haberse agravado. A falta de concreción acerca de los Presupuestos Generales del Estado,  parece difícil mantener un gasto expansivo en 2020, además de plantear un problema de credibilidad de los compromisos presupuestarios y de deuda, como viene produciéndose en los últimos años.  

«Se confirman los síntomas de debilitamiento del empleo. Se puede inferir que la economía está creando menos de la mitad de los puestos de trabajo que generaba en ejercicios anteriores. Sin duda los consumidores lo tendrán en cuenta en sus decisiones de gasto en los próximos meses».

Raymond Torres

Por otra parte, se confirman los síntomas
de debilitamiento del empleo. Con datos desestacionalizados de afiliación de
noviembre y diciembre, se puede inferir que la economía está creando menos de
la mitad de los puestos de trabajo que generaba en ejercicios anteriores. Sin
duda los consumidores lo tendrán en cuenta en sus decisiones de gasto en los
próximos meses.         

Pese a todo, la expansión tiene todavía
recorrido. Y es que no se perciben signos anunciadores de una posible recesión.
Esta suele venir de la mano de un exceso de demanda con respecto a la capacidad
productiva (que acaba erosionando la competitividad y generando un
desequilibrio de las cuentas externas), o como consecuencia de un
sobre-endeudamiento del sector privado. Nada de eso está ocurriendo. La balanza
externa arroja un sólido superávit, uno de los mayores logros de los últimos
años, y la inflación es muy reducida, incluso inferior a la de los países más
ortodoxos en materia de contención de los precios. En cuanto a la deuda
privada, su nivel es de momento sostenible tanto para las familias como para las
empresas, especialmente en un entorno de tipos de interés casi nulos.   

Una de las bazas más destacadas es la
inversión en maquinaria y equipo, que se muestra resiliente ante el deterioro
general (en el tercer trimestre progresó un vigoroso 4%), sustentada en las
favorables perspectivas de demanda y la saneada situación financiera de muchas empresas.
Otro resultado esperanzador es que los productores españoles ganan cuotas frente
a la competencia extranjera, tanto en los mercados de exportación como en los
internos. Esta circunstancia podría frenar la desaceleración, en la medida que
el entorno externo, y en especial el europeo, se recuperan (algo que por ahora
no está garantizado).  

Poner en valor estas ventajas es sin duda la principal función de la política económica para el nuevo año. Una tarea que pasa necesariamente por un debate de fondo en torno a los próximos presupuestos, para quebrar la espiral de la desaceleración.  

Fuentes de los gráficos: Markit Economics, INE, M. de Trabajo y Funcas.

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