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Desaceleración del PIB en el tercer trimestre más suave de lo esperado

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CNTR 3T 2023


El PIB creció un 0,3% en el tercer trimestre de 2023, según el avance provisional publicado por el INE, lo que supone una suave desaceleración con respecto al crecimiento del 0,4% registrado el trimestre anterior (revisado una décima a la baja).

El crecimiento procedió fundamentalmente del consumo
privado, que ascendió un 1,4%. Este resultado no es sorprendente, puesto que el
crecimiento de los salarios por encima de la inflación en lo que llevamos de
año (un 5,2% frente a un 3,6% respectivamente), unido al sostenimiento del
empleo, y al elevado nivel alcanzado por la tasa de ahorro en la primera mitad
del año, ponen de manifiesto la existencia de cierto margen para el crecimiento
del gasto privado.

La inversión en construcción sufrió un retroceso, mientras
que la destinada a bienes de equipo registró un moderado crecimiento, dentro de
una débil tendencia que no ha permitido a esta variable recuperar aún el nivel
prepandemia, pese al impulso de los fondos europeos.

La aportación del sector exterior al crecimiento trimestral
fue negativa. Las exportaciones registraron una caída, tanto las de bienes como
las de servicios, como resultado de la negativa coyuntura exterior. Dentro de
estas últimas destaca la intensa caída de las exportaciones de servicios
turísticos, un resultado peor de lo que se podía esperar en función de la
evolución de las pernoctaciones de extranjeros y de la llegada de turistas. En
cualquier caso, ya no cabe esperar aportaciones significativas al crecimiento
por parte de este componente de la demanda, puesto que ya se ha normalizado
completamente tras la pandemia.

El empleo en número de personas creció un 1,3%, aunque solo
un 0,1% en términos de número de horas trabajadas. En el acumulado del año, las
personas ocupadas han crecido un 3%, frente a un 1,6% las horas trabajadas,
manteniendo la tendencia observada durante todo el periodo de recuperación post
pandemia (gráfico 1).

La industria manufacturera mantiene una tendencia suavemente
ascendente, reflejando un menor impacto de la situación internacional que en
otras economías europeas. También crecen casi todas las ramas de servicios.

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Algunos mensajes desde la inquietud de los mercados de bonos

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Los mercados de renta fija llevan dos meses muy difíciles. En particular, los bonos soberanos, que alcanzan niveles de rentabilidad desconocidos en algún tiempo. Sin embargo, la renta variable, aunque se ha ajustado algo y tiene volatilidad desde el comienzo de la guerra de Oriente Medio, no está sobrerreaccionando a pesar de los riesgos de escalada a más países en la zona. Está por ver —confiemos en que las cosas no empeoren— qué pasará finalmente en el grave conflicto y la reacción de los mercados. Hasta ahora no ha habido excesivos nervios en la renta variable. Si se repasa la historia, episodios de gravedad comparable —como el 11 de septiembre de 2001— tuvieron una corrección inicial, pero, a las semanas, la renta variable y los índices bursátiles habían vuelto a una cierta normalidad. Señala Financial Times esta semana que parece como si la inversión en acciones asumiera el riesgo geopolítico y los conflictos bélicos como una constante histórica, con la que hay que contar y que puede generar volatilidad puntual, pero, al poco tiempo, vuelve a una situación más tranquila.

Los bonos, la renta fija, llevan un periodo de turbulencia notable, en paralelo a los anuncios y decisiones de los bancos centrales en septiembre. La tensión en los mercados no tiene que ver con el riesgo geopolítico, sino más bien con la coyuntura monetaria y con la situación y perspectivas de los tipos de interés y otros factores como la sostenibilidad fiscal, entre otros. El caso más claro es el bono estadounidense. En este momento, ilustrando la tensión del mercado, cotiza con una prima de 1,2% con respecto al nivel de rentabilidad más baja del año. Además, se ha estado desinvirtiendo la curva de tipos tras un año en el que los tipos de interés a corto plazo se situaban notablemente por encima de los de largo plazo. Aunque no se ha completado totalmente la vuelta a la normalidad de la curva de tipos, se ha reducido mucho la distancia entre la rentabilidad de corto y la de largo, eso sí, siendo esta última aún ligeramente inferior.

¿Cómo ha tardado tanto en sentirse el impacto de las fuertes subida de tipos del último año y medio en el mercado de bonos? Varios factores lo explican, el primero, el retardo que existe normalmente para transmitir la subida del precio del dinero sobre los diferentes pasivos financieros, aunque sorprende algo que el bono americano —instrumento de inversión global por excelencia y con un mercado tan profundo— haya sido lento también en reaccionar. Esa cierta naturaleza pausada de la reacción viene explicada, en buena parte, por la gradual retirada de las compras de bonos de los bancos centrales, que han ayudado a sostener los mercados de deuda soberana durante un tiempo. También las expectativas han tenido su papel y probablemente han jugado una mala pasada, sobre todo en Wall Street. Los analistas en Estados Unidos en la primera mitad de 2023 confiaban en el cambio de coyuntura de tipos e incluso una bajada de tipos en la segunda parte del año. Desde julio esa percepción ha ido cambiando y en septiembre se encontró con una Fed que, aunque no subió tipos, dio un claro mensaje de que con la actual coyuntura económica —cierta fortaleza económica y una inflación que costará devolver al objetivo del 2%—, es posible alguna subida de tipos más. Y además la Fed reafirmaba que los tipos seguirían elevados durante bastante tiempo. Con ello, ante los riesgos asociados de esta situación, se dio un vuelco a las percepciones y los inversores comenzaron a solicitar mayores rentabilidades en la deuda soberana. No solamente afectó a Estados Unidos, las expectativas han cambiado para todos los países a partir de septiembre, afectando al conjunto de las deudas soberanas. En el caso de la zona euro, se ha producido un encarecimiento de los bonos públicos, pero en términos comparativos, el país que más preocupa es Italia, con una prima de riesgo de 200 puntos básicos aproximadamente con respecto a la alemana. Las noticias más tranquilizadoras vienen por ahora de países como España y Portugal que se han desacoplado del país transalpino.

La expectativa de que la inflación va a tardar más tiempo de lo esperado en volver cerca del objetivo en ambos lados del Atlántico asienta la idea de que los bancos centrales aún no han terminado con la actual coyuntura monetaria que se puede alargar hasta finales de 2024, y eso obliga a replantear la senda fiscal de los países, si quieren evitar tensiones futuras sobre sus deudas soberanas. Ya se habla de un 2024 y siguientes como años con menos expansión fiscal, que puede coadyuvar a reducir la inflación en combinación con la estrategia monetaria, aunque también a debilitar aún más la economía. No obstante, una mayor disciplina fiscal debería contribuir a estabilizar los mercados de bonos, algo muy conveniente que ocurra pronto. Sin estabilidad en un mercado tan seguro como es el de los bonos soberanos, no habrá tranquilidad en otros mercados de deuda y crédito, y, en un entorno en el que no se pueden descartar otros episodios —aunque sean puntuales— de turbulencias, como los de la banca regional estadounidense y Credit Suisse de la pasada primavera. Para evitar males mayores, esa estabilidad financiera es crítica en momentos como el actual, cuando la inflación aún no está controlada y la economía apunta a debilitamiento significativo y en algunos países, a recesión.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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Geopolítica y economía

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No queda mucho para cerrar el cuarto año de esta década. Sin lugar a dudas, se trata de un periodo muy convulso y lleno de dificultades y “cisnes negros”. En marzo de 2020 una pandemia global que dejó todo tipo de huellas, también económicas. En febrero de 2022, Rusia ataca Ucrania, y comienza una guerra cruenta que sigue hoy. Más recientemente, el 7 de octubre, los terroristas de Hamas realizan una brutal cadena de atentados en Israel, que este país responde con fuerza. Se inicia una tensión geopolítica de gran magnitud. La incidencia social y económica del conflicto dependerá de si existe escalada o no a otros países (Irán, Siria entre otros). Estos próximos días serán críticos. La preocupación parece extrema, como ha dejado entrever la visita del presidente Biden a Israel esta semana. Las señales del mercado han sido de mayor tranquilidad que la prevista, con solamente impactos en la volatilidad y el precio del petróleo. Y también en los mercados de bonos soberanos pero que ya venían de un septiembre muy complicado.

Estos sobresaltos graves geopolíticos están afectando negativamente a la economía desde el final de la pandemia. Los problemas en la cadena de suministro global tras la vuelta a la normalidad tras el covid y el tirón de la demanda global tras más de un año de restricciones y confinamientos empujaron los precios hacia arriba. La inflación comenzó a ser un problema. Inicialmente se malinterpretó como transitorio. La guerra en Ucrania y su incidencia en el gas, petróleo, cereales y muchos otros productos generó inflación que luego se hizo persistente. Los bancos centrales comenzaron a reaccionar y de qué manera: fuertes y rápidas subidas de interés. Ahora que llevamos un tiempo con una inflación sustancialmente más baja que en 2022 —aunque con cierta tendencia a subir nuevamente— llega este último shock imprevisible con un potencial impacto de gran magnitud en la economía global, como ya tuvieron los anteriores choques. Hay que esperar. Estamos en el momento de mayor tensión. Quizás, si no hay escalada en unas semanas, lo peor en lo económico también puede haber pasado.

El entorno en el que ha llegado el nuevo conflicto en Oriente Medio ya era complejo por los efectos de las decisiones y anuncios de los bancos centrales (BCE, Fed) en los mercados de bonos soberanos, en particular el estadounidense. Esta semana ha sido muy movida para la deuda norteamericana, significativamente encarecida. La amenaza de una escalada bélica no ayuda. Que la inflación pueda repuntar por los precios de la energía, en un contexto de fortaleza económica en ese país, sugiere que la Fed puede seguir subiendo tipos. O al menos mantenerlos más altos bastante más tiempo de lo esperado. Turbulencias a la vista, de las que no se libraría la zona euro —con una notable desaceleración que puede ir a más según se sientan más los efectos de las subidas de tipos— y en el que el BCE también tendrá mucha tela que cortar en un entorno de tan difícil gestión.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

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Pernoctaciones en el tercer trimestre: debilitamiento y cambio estructural

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Coyuntura Turística Hotelera | Septiembre 2023


En el tercer trimestre de 2023 el crecimiento en el número de pernoctaciones se ralentizó notablemente hasta un 0,2%, frente a tasas superiores al 1% en los trimestres anteriores. Esta ralentización fue resultado de la evolución contrapuesta de las pernoctaciones de residentes en España y de residentes en el extranjero: mientras que las primeras sufrían una caída en el trimestre del 3,3%, las segundas aumentaban un 1,7%.

Durante 2022 y hasta el primer trimestre de 2023, las pernoctaciones de extranjeros crecían, trimestre a trimestre, a tasas superiores al 3%. La ralentización sufrida en el tercero, que se encuentra en línea con la moderación registrada también por la entrada de turistas, pone de manifiesto el agotamiento de la capacidad del turismo exterior para aportar más crecimiento económico, una vez que las cifras anteriores a la pandemia ya han sido prácticamente alcanzadas —unido a otros factores como el debilitamiento de la economía europea—. Asimismo, la caída de las pernoctaciones de residentes puede ser indicativo de un debilitamiento del consumo nacional. Todo ello, junto a otros indicadores, abunda en la idea de que la economía ralentizó sensiblemente su crecimiento en el tercer trimestre del año.

Desde una perspectiva más de largo plazo, el número de pernoctaciones realizadas por residentes en España, pese a la mala evolución del tercer trimestre, en el acumulado enero-septiembre superaba en un 1,1% la cifra del mismo periodo de 2019, mientras que el número de pernoctaciones de extranjeros era un 0,4% inferior. Es decir, las pernoctaciones de residentes en España han registrado un mayor crecimiento en el conjunto del periodo post pandemia, lo que unido a la muy limitada recuperación del gasto en turismo exterior por parte de los residentes en España que revelan las cuentas nacionales —en el segundo trimestre de 2023 solo se alcanzó el 78% de las cifras de 2019—, pone de manifiesto un interesante cambio en el comportamiento de los turistas nacionales, que ahora hacen más turismo interior y menos turismo fuera de España.

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Estas son las ventajas fiscales de la economía circular para el crecimiento empresarial

Los consumidores están más preocupados por el impacto ambiental y social de los productos que compran y buscan opciones más sostenibles. Este es un mundo donde la economía circular está ganando protagonismo.

  • Te explicamos qué es la economía circular y los beneficios que aporta a las empresas.
  • Conoce las ventajas fiscales de la economía circular en diferentes figuras tributarias.

El medio ambiente, la responsabilidad social y el gobierno corporativo se están convirtiendo en los factores no financieros más relevantes de las compañías.

Cada vez son más las empresas que adoptan estrategias ESG (Environmental, Social and Gobernance), para incrementar la demanda de sus productos y ampliar su oferta.

  • Por el lado de la demanda, los consumidores están aumentando la demanda de productos reciclables, biodegradables, reutilizables y de segunda mano.
  • Por el lado de la oferta, las empresas que ofrezcan soluciones innovadoras y sostenibles están experimentando un crecimiento en sus ventas y participación en el mercado. 

Cada vez son más los gobiernos que legislan para promover la sostenibilidad y la reducción de residuos. Esto ha supuesto un incremento de productos y servicios de economía circular por parte de las empresas. Estas deben cumplir con las regulaciones y adaptar sus prácticas en todos los niveles para ser más sostenibles.

Además, las empresas que implantan esta economía se pueden beneficiar de ventajas fiscales significativas.

¡TUITEÁLO! Entérate de las ventajas fiscales de la economía circular y los beneficios que puede aportar a tu empresa.

¿Qué es la economía circular?

Es un modelo económico de producción y consumo que se diferencia del tradicional modelo económico lineal basado en «tomar, hacer, desechar». Este modelo prioriza la reutilización, la reparación, el reciclaje y la reducción del desperdicio.

El principal objetivo de la economía circular es mantener los productos, materiales y recursos en uso durante el mayor tiempo posible. A partir de esto, se creará un ciclo sostenible en lugar de un flujo lineal.

Sage 200 te ayuda a cumplir con tus obligaciones fiscales, para que puedas beneficiarte de las ventajas fiscales de la economía circular.

Beneficios para las empresas de la economía circular

Entre los beneficios para las empresas, podemos destacar los siguientes:

  • Reducción de costes operativos. Esto se debe a:
  • la optimización de recursos y materiales,
  • la reutilización de productos y componentes,
  • una menor dependencia de la extracción de materias primas
  • y la reducción de desperdicios.

Al minimizar la necesidad de adquirir nuevos recursos, las empresas pueden disminuir sus gastos y mejorar su rentabilidad.

  • Mayor eficiencia energética. La economía circular también fomenta la eficiencia energética. Al reducir la cantidad de materiales y recursos utilizados, las empresas disminuyen su huella de carbono y su consumo de energía. Esto no solo tiene beneficios medioambientales, sino que también puede traducirse en ahorros fiscales significativos. Los gastos en medidas de mejora de la eficiencia energética pueden tener beneficios fiscales, como los ya vigentes en el IRPF.
  • Innovación y nuevos mercados. La economía circular promueve la innovación a través de la necesidad de diseñar productos más duraderos y fáciles de reciclar o reutilizar. Esto no solo impulsa el desarrollo de nuevas tecnologías y procesos, sino que también crea oportunidades de explotar nuevos mercados.
  • Mejora la imagen corporativa. Empresas como IKEA refuerzan su imagen corporativa al comprometerse a implementar un enfoque 100% circular para el año 2030. El objetivo es un negocio con cero residuos para ser más respetuosos con el medio ambiente.

Ventajas fiscales de la economía circular

La economía circular también puede generar ventajas fiscales considerables para las empresas y particulares, como por ejemplo:

Libertad de amortización en inversiones que utilicen energías procedentes de fuentes renovables

Esta se aplicará en los períodos impositivos que se inicien o concluyan en el año 2023, siempre que:

  • Durante los 24 meses siguientes a la fecha de inicio del período impositivo, la plantilla media total de la entidad se mantenga.
  • Este requisito se deberá cumplir con respecto de la plantilla media de los doce meses anteriores.

Deducción por actividades de investigación y desarrollo e innovación tecnológica

Muchas empresas innovan para subirse al carro de la economía circular. Estas empresas pueden aplicar deducciones en el Impuesto de Sociedades por la realización de actividades tecnológicas. Para la aplicación de estas deducciones, se requiere que los gastos de innovación tecnológica estén relacionados con dichas actividades. Deberán aplicarse efectivamente a la realización de estas, y referirse a proyectos individualmente especificados.

Bonificaciones en Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM) a los vehículos menos contaminantes

El art 95.6 de la Ley Reguladora de las Haciendas Locales establece que los Ayuntamientos podrán reducir el IVTM a los vehículos menos contaminantes. Se aplicarán las siguientes bonificaciones:

  • Bonificación de hasta el 75%. En función de la clase de carburante que consuma el vehículo, debido a la incidencia de la combustión en el medio ambiente.
  • Bonificación de hasta el 75%. En función de las características de los motores de los vehículos y su incidencia en el medio ambiente.

No se pagan impuestos ambientales

Los impuestos ambientales son aquellos que gravan comportamientos nocivos para el medio ambiente. Parten de un sencillo principio “quien contamina, paga” y son esenciales para frenar el cambio climático.

Los impuestos ambientales son «aquellos cuya base imponible consiste en una unidad física (o similar) de algún material que tiene un impacto negativo, comprobado y específico sobre el medioambiente».

Desgravaciones fiscales

Las empresas pueden deducir en el Impuesto sobre Sociedades el 35% de las donaciones realizadas a entidades sin ánimo de lucro.

Deducciones en el IRPF relacionadas con mejoras en la eficiencia energética de las viviendas

  • Deducción del 20% por obras de mejora que reduzcan la demanda de calefacción y refrigeración:
  • Se aplica a obras en la vivienda habitual del contribuyente o en otras propiedades arrendadas para uso como vivienda.
  • Las obras deben reducir la demanda de calefacción y refrigeración en al menos un 7% según el certificado de eficiencia energética.
  • La base máxima anual de esta deducción es de 5.000 euros.
  • Deducción del 40% por obras de mejora que reduzcan el consumo de energía primaria no renovable:
  • Se aplica a obras en la vivienda habitual del contribuyente o en otras propiedades arrendadas para uso como vivienda.
  • Las obras deben reducir el consumo de energía primaria no renovable en al menos un 30%. También tienen la opción de mejorar la calificación energética de la vivienda a clase «A» o «B».
  • La base máxima anual de esta deducción es de 7.500 euros.
  • Deducción del 60% por obras de rehabilitación energética de edificios:
  • Está dirigido a viviendas del contribuyente ubicadas en edificios de uso predominante residencial, así como plazas de garaje y trasteros adquiridos con estas viviendas.
  • Las obras deben reducir el consumo de energía primaria no renovable en al menos un 30%.
  • La base de la deducción se compone de las cantidades gastadas en obras realizadas desde el 6 de octubre de 2021 hasta el 31 de diciembre de 2024.

Por lo tanto, la economía circular no solo es una elección ética y ambientalmente responsable, sino que también puede impulsar el crecimiento empresarial y proporcionar ventajas fiscales sustanciales. Las empresas que abrazan esta economía pueden beneficiarse de políticas y programas fiscales diseñados para apoyar la transición hacia prácticas más sostenibles.

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El poder de la maternidad y la caída de la natalidad

¿Acaso existe mayor poder individual legítimo que el de decidir si traer un hijo al mundo o no y, en caso afirmativo, cuándo hacerlo? Desde hace solo algunos decenios, millones de mujeres pueden ejercer ese poder en las sociedades económicamente más avanzadas. En qué grado comparten ese poder con sus parejas, cuando las tienen, no es fácil de averiguar, pero cabe suponer que, en tanto gestanturi, su criterio es decisivo. De ahí que las claves de la natalidad haya que buscarlas fundamentalmente en la maternidad.

El ejercicio del poder de la maternidad lo han posibilitado el acceso masivo y concurrente de las mujeres a los anticonceptivos y al trabajo retribuido. Aun cuando no está libre de costes para ellas, los anticonceptivos les han procurado más libertad sexual y, en combinación con el trabajo retribuido, un instrumento esencial para planificar y configurar autónomamente sus propias biografías. Allí donde este doble acceso se ha generalizado, la concepción ha dejado de ser un destino para convertirse en una elección. No un sujeto social en busca del empoderamiento de género o de cualquier otro objetivo colectivo, sino incontables mujeres tomando decisiones individuales en función de sus preferencias y circunstancias han impulsado la transición de la maternidad desde el Sistema 1 (el que piensa “rápido” y genera comportamientos automáticos) al Sistema 2 (el que piensa “despacio” y racionaliza las acciones), por utilizar la célebre distinción del psicólogo y Nobel de Economía Daniel Kahneman. Esta transición puede tardar años en cumplirse, pero cuando el Sistema 2 se apodera de las riendas de la maternidad, y los cambios de comportamiento de las mujeres van arraigando culturalmente, caen la fecundidad y, antes o después, los nacimientos.

Es verdad que, en la España contemporánea, el primer descenso intenso de la fecundidad, protagonizado por las mujeres nacidas a principios del siglo XX, obedeció al control creciente de la mortalidad. Las hijas de aquellas mujeres que redujeron el número de embarazos porque ya no se les morían tantos bebés, dispararon la fecundidad (que alcanzó su valor más alto en 1964, con 2,96 hijos por mujer en edad fértil), dando a luz a los más de 13 millones de baby boomers nacidos en los últimos 20 años de la dictadura franquista. Sin embargo, sus nietas, ya con acceso pleno a anticonceptivos (despenalizados en 1978), y cada vez con más medios económicos propios como resultado de su progresiva incorporación al mercado de trabajo, apostaron por afianzar su carrera profesional antes de emprender la familiar. El consiguiente retraso de la primera maternidad acabó resultando en un descenso de la fecundidad. En 1986, el indicador coyuntural de fecundidad cayó por debajo de 1,5, un umbral que desde entonces no ha superado. En 2021 España ostentaba, por quinto año consecutivo, un indicador inferior a 1,2 (el más bajo de la Unión Europea, salvo Malta). Demográficamente, España destaca en el mundo por su elevada esperanza de vida, pero también por conjugar uno de los indicadores de fecundidad más bajos con una edad media de las mujeres al nacimiento del primer hijo de las más altas (31,6 años).

Nada indica que los deseos de maternidad sean en España más débiles que en otros países. Más bien parece que las mujeres (y sus parejas) en las edades en las que esos deseos se plasman en propósitos, decisiones y acciones, consideran que no cuentan con cantidades suficientes de los tres recursos necesarios para la crianza: dinero, tiempo y esfuerzo. Cuando los progenitores son dos, la proporción de esos recursos que cada uno aporta es menor que cuando solo es uno, pero, aun así, la inversión resulta muy costosa y, por lo general, más onerosa para las madres que para los padres. Pero lo que eleva sobremanera el coste de esa inversión es un mercado de trabajo —basado en un tejido empresarial con un gran número de empresas de pequeño tamaño y reducida productividad— que no facilita la consolidación de puestos cuyas condiciones de retribución y duración de jornada permitan crear una familia sin tormentos diarios. Y es que las mejores oportunidades de empleo suelen encontrarse en grandes ciudades, donde los precios de compra y alquiler de vivienda son muy elevados en proporción a los salarios, y las distancias entre el lugar de residencia y el de trabajo amplían el tiempo fuera del hogar.

Estos problemas socioeconómicos e
institucionales se arrastran desde hace años de un gobierno al siguiente. Sin
duda, como empleador, el Estado ofrece mejores condiciones de conciliación de trabajo
y familia (sobre todo, por lo que se refiere a la duración de las jornadas y la
disposición de tiempo para asuntos sobrevenidos) y, además, relaja el vínculo
entre rendimiento y retribuciones. Pero si bien presta a todas las familias con
hijos pequeños buenos servicios sanitarios, proporciona unos servicios
educativos de calidad mediana y exiguas ayudas específicas para la crianza. Durante
el quinquenio previo a la pandemia, el gasto en la función “familia/niños” se
mantuvo en España en torno a 1,3% del PIB, casi un punto por debajo de la media
de la zona euro. En el primer año de pandemia, especialmente difícil para las
familias con hijos pequeños, el gasto por habitante en esta partida ascendió a 372
€, algo por encima del registrado en Grecia, Portugal e Italia, pero muy por
debajo del que dedicaron Francia (848 €), Suecia (1.346 €), Alemania (1.517 €)
o Dinamarca (1.824 €). Todos estos países cuentan con
programas que combinan medidas tales como prestaciones económicas por hijos a
cargo, gratuidad de escuelas infantiles, rebajas fiscales en función del número
de hijos dependientes o ayudas para cubrir los costes privados de cuidadores
domésticos.

Por tanto, en España persisten restricciones sustanciales al ejercicio del poder de la maternidad. Ante ellas, muchas mujeres —en particular, las que han dedicado más años de su vida a formarse— siguen retrasando el primer hijo. La Encuesta de Fecundidad de 2018 cifró el porcentaje de mujeres de 30 a 34 años sin hijos en 52%. De ellas, seis de cada diez afirmaron su propósito de tenerlos en los próximos tres años; una parte lo habrá conseguido, pero otra seguirá demorando el momento del embarazo, confiando en que, cuando se decida, la gestación prospere naturalmente o con la ayuda de la reproducción asistida. Lástima que no dispongamos de datos longitudinales para conocer cuántos de estos deseos reproductivos llegan a buen puerto. Aun careciendo de esa información, sabemos que muchas de esas mujeres no llegarán a ser madres. El porcentaje de las que cumplen los 50 años sin descendencia ha crecido en los últimos 20 años y se estima que entre un 25 y un 30% de las que nacieron en la segunda mitad de los años setenta se quedarán sin hijos, convirtiéndose en las generaciones más infecundas de todas las nacidas desde finales del siglo XIX.

La infecundidad generacional puede resultar de las decisiones voluntarias de mujeres que durante su periodo fértil renuncian a tener hijos, pero todo indica que responde en mayor medida al desistimiento de la maternidad por las múltiples restricciones que impone el entorno laboral, económico e institucional. Hay quien, dando la espalda a esta evidencia o minimizando su importancia, piensa que la caída de la natalidad no constituye un problema social, toda vez que la inmigración puede suplir a los niños que no nacen. Al margen de la profunda frustración que, individual y colectivamente, puede provocar la imposibilidad de satisfacer los deseos reproductivos, conviene recordar que la inmigración como estrategia demográfica precisa de planificación, acuerdos estables y políticas públicas bien diseñadas que hay que ir probando y ajustando, dando tiempo a que rindan los resultados previstos. Mientras seguimos a la espera de todo ello, las cifras anuales de fecundidad y nacimientos retratan a una población que ha perdido ilusión, empuje y confianza en su capacidad de afrontar las incertidumbres que el porvenir siempre entraña.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El Mundo

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El futuro de Argentina ante unas elecciones inciertas

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Este domingo Argentina celebra elecciones generales. Trascendentales por su difícil y persistente situación. Si ninguno de los candidatos logra el 45% de los votos, algo bastante probable según las encuestas, habrá segunda vuelta el domingo 19 de noviembre. Centrando el tiro en la economía, décadas de políticas poco exitosas —por no poner otro calificativo—, explican dónde se ha llegado, con una inflación del 138% y gran volatilidad del cambio del peso con el dólar (que superó los 1.000 pesos hace poco, cuando en agosto estaba por debajo de 800). No son los únicos problemas, pero sí buen ejemplo de los enormes desafíos económicos. Desde mi viaje estival al país, he podido dialogar con algunos colegas argentinos. Con mayor detalle con el economista y novelista Eduardo Levy Yeyati, que también ha ocupado puestos relevantes en la gestión pública (por ejemplo, en el Banco Central de la República Argentina). También me he nutrido de declaraciones públicas de otros economistas. En estas líneas desgrano problemas y posibles soluciones, algunas propuestas en campaña electoral. El país del gran Jorge Luis Borges lleva decenios en un círculo vicioso. Para salir de esa pesadilla y pasar a virtuoso, hay mucho que reformar y cambiar. Es clave tomar decisiones valientes para alcanzar la estabilidad macroeconómica y aumentar la formalización de la economía.

Realizando un ejercicio de simplificación, los problemas-síntomas principales se pueden resumir en tres. El primero, un déficit crónico que impide que los gobiernos logren superávits primarios, lo que para la deuda implica impagos recurrentes y autarquía financiera. En segundo lugar, el denominado abuso de la moneda, por la insistencia en políticas expansivas e inflacionarias en años buenos. También por el recurso al impuesto inflacionario para financiar el déficit en años malos, que son la mayoría. El resultado es una presión cambiaria constante que lleva a controles de capitales y a dificultar las exportaciones, que agrava la escasez de divisas. Así surge la tradicional falta de apego de los argentinos a su moneda (el peso), que necesita estabilidad para poner precio a las cosas. El tercero es la creciente dualidad de la economía. Solo un 30% de los ocupados tiene empleo formal y permanente y un 37% de informalidad, que sube. Para hacer frente al primero de los problemas, habría que redoblar los esfuerzos para lograr un equilibrio fiscal primario. Para ello habría que racionalizar determinados subsidios (como energía o transporte), que alcanzan fundamentalmente a la clase media y alta, reducir exenciones y subvenciones a sectores protegidos, actuar contras las inadecuadas praxis de muchas empresas públicas y reducir las redundancias en el sector público. Estas medidas no deberían afectar la provisión de educación o sanidad, ni implicar necesariamente despidos, para evitar mayores males sociales en una sociedad agotada.

Para el segundo desafío, de naturaleza monetaria, es urgente dotar de completa independencia al banco central, que evite el mal uso del tipo de cambio como respuesta a todo. Para el tercero, en el ámbito laboral, hay que promover una eficaz formación continua con nuevas modalidades de contratación, facilitando la creación de empleo y la jerarquización del trabajo independiente, hoy mayormente precario.

La dolarización ha estado nuevamente sobre la mesa en la campaña electoral. Parece que los que la proponen han olvidado las terribles consecuencias económicas y sociales de lo acontecido en 2001, que llevó al corralito. La mayoría de los economistas considera que sería un grave error. Entre ellos, lo ha declarado públicamente el que fuera presidente del banco central, Martín Redrado (al diario El País, el pasado 4 de agosto). Es inviable con reservas netas negativas y sin financiación externa. Asimismo, generaría una brutal fragilidad para el sistema bancario argentino, sin un fondo de dólares líquidos que sirva de colchón. Incluso si ganaran los que proponen la dolarización, es muy probable que esa opción se deseche al poco tiempo por impracticable, lo cual podría generar mucha frustración entre los argentinos. Más aún si no hay un improbable plan B que sea eficaz y si no es capaz de compartir el proyecto de país con otras fuerzas políticas.

La modernización de la economía argentina precisa reformas transversales. En el mercado de trabajo, parece necesaria la introducción de puertas de entrada al empleo menos rígidas. También mejorar notablemente la productividad, especialmente la de los millones trabajadores subempleados. En el ámbito productivo, se deberían priorizar políticas horizontales que generen estabilidad económica. Claves son la reaparición del crédito, la simplificación de la maraña impositiva, la mejora de la conectividad física y digital, la eliminación de controles a las importaciones y de impuestos a las exportaciones y el reforzamiento de la competencia y de instituciones que la vigilen. Estas reformas deberían llegar antes de las políticas verticales específicas, por ejemplo, en renovables o procesos en línea con la agenda climática. En el ámbito internacional, Argentina tiene que buscar su hueco en un mundo que debate el futuro de la globalización. Debe dejar de perder oportunidades, retener talento —un gran volumen de expatriados, con sus ahorros y recursos— y de capacidades emprendedoras. Mercosur puede jugar un papel constructivo si se refuerza la integración, pero las dudas de Brasil no ayudarán a corto plazo. Es una baza por la que apostar una vez se superen las grandes dificultades del presente.

La agenda de política económica es enormemente desafiante para Argentina. Muchísimo en juego en estas elecciones. Con una estrategia que acierte, las enormes potencialidades del país y el gran margen para hacer reformas podría propiciar un rebote de su economía, desconocido desde hace décadas.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

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El déficit de equipamiento del tejido productivo

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Las proyecciones del FMI confirman el buen desempeño de la economía española en relación a los otros grandes países europeos, pero algunas tendencias deberían incitar a la cautela.

Nuestro PIB es uno de los que más crece, y ese diferencial favorable debería mantenerse a corto plazo, pese a la nueva fase de endurecimiento monetario que se vaticina, con tipos de interés más altos por más tiempo. No está mal, en un entorno marcado por grandes incertidumbres energéticas y geopolíticas. España no figura entre las principales víctimas de las perturbaciones globales, quebrando una maldición que parecía inexorable y que contribuye a explicar la importante brecha de bienestar que persiste frente a las economías más avanzadas (el PIB per cápita se sitúa todavía un 15% por debajo de la media comunitaria, evidenciando una divergencia desde principios de siglo).

Estos resultados, sin embargo, no son sostenibles a falta de un mayor esfuerzo inversor. El diagnóstico difiere de tiempos pasados, cuando la inversión se expandía al calor de la burbuja, la principal limitación procediendo de la debilidad un sector exterior pequeño y poco competitivo. Por el contrario, en la actual fase expansiva las exportaciones crecen a un ritmo sorprendente, de modo que España es la única de las grandes potencias europeas que ha mejorado su superávit externo en relación a la situación prepandemia, según las proyecciones del Fondo. La reconfiguración de la globalización y la búsqueda de seguridad en las relaciones comerciales parecen estar beneficiando a nuestras empresas, sobre todo en los sectores de servicios no turísticos. Los intercambios con el resto de la UE arrojan un superávit creciente (en el primer semestre, el saldo superó los 40.000 millones de euros, más del doble de la media del primer semestre del periodo 2017-2019). Alemania reduce su excedente, mientras que Francia e Italia ahondan el déficit con el resto de socios comunitarios. 


La inversión es clave para insuflar un impulso exterior sostenido y afrontar la transición ecológica y digital. Pero de momento no despega tanto como cabría esperar. El gasto de las empresas en equipamiento se sitúa todavía por debajo de los niveles prepandemia. La inversión total dista también del esfuerzo realizado por la mayoría de países vecinos, alcanzando poco más del 20% del PIB, dos puntos por debajo de la media europea. Alemania invierte el 23% y Francia el 25%. Incluso la maltrecha economía italiana dedica más gasto al equipamiento de su tejido productivo. 

Se esperaba un mayor dinamismo habida cuenta de la acumulación de beneficios tras el golpe de la pandemia, la inyección de fondos europeos y la entrada de fuertes dosis de capital extranjero, factor que evidencia que la percepción desde fuera es de un cierto optimismo con respecto a las facultades de desarrollo del país. Pero las corporaciones españolas han optado por utilizar una parte de los beneficios no solo para repartir dividendos sino también para reducir los pasivos, en vez de reforzar la inversión. Así se desprende de las cuentas financieras, que apuntan a una contracción de la deuda empresarial en cerca de 40.000 millones de euros durante el último año y medio. Un esfuerzo colosal que recorta la ratio deuda/PIB hasta el 66,6%, mínimo de las dos últimas décadas. Sin duda, el trauma de la crisis financiera —además de los ajustes monetarios— explica un comportamiento tan cauteloso.

El FMI anticipa un fuerte repunte de la inversión en los próximos años, lo que implícitamente equivale a un cambio radical de tendencia con respecto a la pauta de desendeudamiento defensivo de la última década. No será fácil que un pronóstico tan esperanzador se cumpla, cuando las expectativas de tipos de interés elevados se están afianzando y un nuevo shock a raíz del conflicto entre Israel y Palestina no es descartable. Mucho dependerá del potencial de movilización de los fondos europeos, del mantenimiento de un diálogo social proclive a la estabilidad y de la efectividad de las reformas en curso o venideras.

IPC | Pese al repunte del IPC en los últimos meses, la desescalada se afianza para la mayoría de precios. De las 199 parcelas que componen el índice, 56 tenían en septiembre una inflación inferior al objetivo del BCE del 2%, frente a 52 en agosto y 34 a inicios de año. A la inversa, se incrementa el número de componentes del IPC con tasas de crecimiento superiores al 6%: en septiembre eran 73, una menos que en agosto y 27 menos que en enero. Salvo nuevo shock energético, la desinflación debería ganar terreno. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Crónica desde Marrakech: crece la incertidumbre macro y los riesgos

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Cada tres años, las Asambleas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial se celebran fuera de la ciudad de Washington, sede principal de ambas instituciones multilaterales. Este año en Marrakech, ya que en 2020 no se pudo celebrar cuando estaba previsto por la pandemia. Primera vez que tienen lugar en África. Se trata de eventos de relevancia económica internacional. Marcan muchas referencias para los próximos meses. Abren el período en el que toca pensar más que nunca qué pasará en 2024. Esta edición tiene gran significado geopolítico. Por un lado, los ataques terroristas de Hamas en Israel del pasado fin de semana y sus consecuencias —sociales, geoestratégicas y económicas— aún imprevisibles, han impactado en el estado de ánimo de los participantes y previsiones de los analistas que acuden a esta cita. Ya había preocupación por las repercusiones de la guerra de Ucrania. Por otro lado, el devastador terremoto de hace poco más de un mes al sur de Marrakech aún permanece en el ambiente. Se ha podido comprobar también la capacidad del país vecino para reponerse y darlo todo en un evento de estas características. A escala personal, es la primera vez que soy testigo presencial de cuanto acontece en estas reuniones. El leitmotiv de esta edición es mucho más social e inclusivo que en ocasiones anteriores. La realidad económica de África con sus potencialidades y problemas es un eje fundamental. El papel de la mujer en el mercado de trabajo, el emprendimiento y la sociedad también, por lo que es muy oportuna la concesión esta misma semana del Premio Nobel de Economía a Claudia Goldin. Y por supuesto, las cuestiones macroeconómicas en el actual contexto de desaceleración y de inflación a la baja, pero lejos del objetivo de los bancos centrales.

Esta semana, como es habitual y aprovechando la cita, el FMI ha presentado su World Economic Outlook (WEO), con las previsiones macroeconómicas globales y su Global Financial Stability Report (GFSR), que pasa revista a la situación y riesgos financieros. Los principales mensajes del WEO son la moderación del crecimiento mundial al 3,0% en 2023 y 2,9% en 2024, muy por debajo del promedio histórico en lo que va de siglo. Llama la atención la desaceleración en los países desarrollados, que solamente crecerán el 1,5% este año y 1,4% el próximo. Según el FMI, aunque con cierto retardo, se pronostica que el endurecimiento de las políticas —sobre todo monetaria— comience a surtir efecto y enfríe la actividad económica.

No obstante, hay más dudas sobre el papel de la política fiscal, que continúa siendo fundamentalmente expansiva. Para las economías de mercados emergentes y en desarrollo, se proyecta una disminución menor, con un crecimiento del 4,0% tanto en 2023 como en 2024. En cuanto a la inflación mundial, se proyecta una reducción a un ritmo constante, al 6,9% en 2023 y 5,8% en 2024, en todo caso lejos del 2% al que aspiran los principales bancos centrales. Está por ver si la incertidumbre geopolítica no terminará afectando nuevamente los precios de energía y materias primas. En cuanto a la inflación subyacente, se pronostica que disminuya a escala global más gradualmente, mientras que, en la mayoría de los casos, no se prevé que la inflación vuelva a la meta del 2% hasta 2025. La economía española sale relativamente bien parada —aunque con alguna sombra— en esta revisión a la baja del FMI del cuadro macroeconómico. Se mantiene el crecimiento para este año (2,5%) pero ha rebajado en tres décimas el crecimiento esperado en 2024 (1,7%). Asimismo, también se han empeorado las previsiones de inflación: el índice de precios español subirá hasta el 3,5% este año (dos décimas más de lo estimado anteriormente) y hasta el 3,9% en 2024. En conjunto, España se encuentra entre los países avanzados con más crecimiento económico en 2023 y 2024, así como con menor inflación de la zona euro en 2023, pero entre los que más en 2024.

En cuanto a las principales cuestiones del GFSR publicado esta semana, la referencia es la inflación subyacente tan elevada, que podría obligar a los bancos centrales a mantener una política monetaria más restrictiva durante más tiempo del inicialmente esperado. La política fiscal expansiva no ayuda. La hipótesis del aterrizaje suave, donde la desinflación prosigue eficazmente evitando una recesión, ha sido, al menos en parte, optimista. Las sorpresas inflacionarias podrían desafiar esta narrativa, lo que llevaría a una posible revalorización intensa de los activos. Los riesgos para el crecimiento global están sesgados a la baja, con una disminución de la capacidad de pago de deuda y una desaceleración del crecimiento crediticio.

EL FMI, asimismo, pone el acento en los test de estrés que se realizaron para muchos sectores bancarios este año. Hay potencial de pérdidas de capital significativas pero asumibles, motivadas por la valoración de valores y las provisiones para pérdidas por morosidad de los préstamos. Aunque los principales problemas estuvieron en primavera en la banca regional estadounidense y Credit Suisse, se indica que los riesgos parecen estar en aumento, en particular para un grupo considerable de entidades de menor tamaño americanas, así como en Asia, China y Europa. Crecen los riesgos en un entorno geopolítico incierto. Toca comprobar si la resiliencia actual de muchas de las economías se mantiene de aquí a finales de 2024.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días.

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Base para reducir la brecha de género

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El Nobel de Economía anunciado este lunes para a la neoyorquina Claudia Goldin, catedrática desde 1989 en Harvard, está lleno de significado. Se lo conceden, según el jurado de la Academia de Ciencias sueca “por haber contribuido a mejorar nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”. Queda mucho por hacer en materia de brecha de género en el mercado laboral pero este reconocimiento es un paso más en materia de igualdad entre sexos. Goldin nunca pensó originariamente en sus estudios como herramientas para acometer acciones públicas, pero han servido para poner el foco —y de qué manera— en los fuertes desequilibrios en las retribuciones laborales, sus factores explicativos y las barreras que persisten. Su contribución científica ha dado lugar a “enormes implicaciones sociales” tal y como señaló el jurado sueco.

No solo importa que Goldin obtenga un galardón tan importante. Que sea en solitario es muy llamativo, significativo. A mi entender, un reconocimiento a la importancia de sus análisis y, en este mundo tan convulso, visibiliza aún más, la trascendencia de la brecha y lo mucho que queda por hacer. La historia de los Premios Nobel de Economía son un buen ejemplo de la desigualdad entre hombres y mujeres. Goldin es la tercera que lo recibe, tras Elinor Ostrom in 2009 y Esther Duflo en 2019, pero es la primera en solitario. Su excelente carrera académica ya le llevó a ser la primera mujer catedrática en el departamento de Economía de Harvard en 1989, por tanto, no hace mucho tiempo.

Los estudios de Goldin abarcan una amplia variedad de temas, como la población activa femenina, la desigualdad de ingresos, (brecha de género) y lo efectos sobre todo ello del cambio tecnológico, la educación y la inmigración. En 2021 publicó su conocido libro “Carrera y familia: El centenario viaje de las mujeres” (Career & Family: Women’s Century-Long Journey toward Equity), que ofrece un muy buen panorama de lo costoso que han sido los avances en materia laboral para las mujeres, con una perspectiva histórica y analítica privilegiada. Uno de sus hallazgos más interesantes es que la participación de la mujer en el mercado de trabajo no ha aumentado sistemáticamente en los últimos 200 años, como se podría haber esperado con el crecimiento y progreso económico.

De hecho, a lo largo del siglo XIX bajó esa cuota ya que la industrialización hizo más difícil combinar familia y trabajo y solo en los siglos XX y XXI se ha logrado un aumento permanente aunque lento de la participación femenina. No todo fue bueno en el siglo XX ya que, Goldin demuestra, que la discriminación salarial aumentó en ese periodo. Asimismo, en el caso de las mujeres, hasta hace unas pocas décadas. Las decisiones sobre su educación superior tenían más restricciones iniciales y eso reducía sus posibilidades de promoción o de ingresos. Por último, la premiada encontró una relación positiva entre la introducción de los métodos anticonceptivos y una mejor planificación e inversión de las mujeres en sus carreras. Sin duda, sus trabajos son toda una fuente de conocimiento e inclusión social.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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