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En España se trabaja poco desde casa, y mucho en fin de semana

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La emergencia sanitaria y las restricciones a la circulación y reunión de personas impuestas en 2020 obligaron a muchos trabajadores a convertir su domicilio particular en su lugar de trabajo. Dadas las rigurosas medidas de distanciamiento social que prevalecieron durante 2020, era de esperar que ese año se registrara un pico en la proporción de personas trabajando desde casa y que, a partir de entonces, la cifra se estabilizara o incluso disminuyera. 

Sin embargo, los datos de Eurostat no respaldan más que parcialmente esa expectativa. En prácticamente toda la Unión Europea (UE) (a excepción de Luxemburgo y Austria) el porcentaje de ocupados (20-64 años) que trabajan desde casa “a veces” (menos de la mitad de los días trabajados) o “habitualmente” (al menos la mitad de los días trabajados) ha aumentado en 2021 (gráfico 1). Incluso, en algunos, como Países Bajos, Irlanda y Bélgica, se ha registrado entre 2020 y 2021 un fuerte aumento del porcentaje de personas que trabajan desde casa. Por el contrario, otros países (entre ellos, España) muestran incrementos muy pequeños, lo que permite conjeturar que, de momento, se ha alcanzado un techo en el teletrabajo.


Países Bajos destaca como el miembro de la UE con mayor proporción de personas ocupadas que ya trabajaban desde casa antes de la pandemia (2019), posición que mantiene en 2021. Alrededor de seis de cada diez (57,6%) ocupados en este país declararon en 2021 haber trabajado “a veces” o “habitualmente” desde casa en las cuatro semanas previas, casi cuatro veces más que en España (15,5%). Sin embargo, Irlanda es el país en el que está más extendido el teletrabajo doméstico “habitual”, ya que un tercio de los ocupados (33%) lo ejerce, triplicando holgadamente el porcentaje español (9,6%) (gráfico 2).


Como es de esperar, desde la declaración de la pandemia, el incremento del trabajo desde casa ha sido mayor en los países en los que esta modalidad de trabajo era poco frecuente (gráficos 3a y 3b). Así, algunos países de Europa del Este (Hungría, Rumanía y Bulgaria) mostraron en 2020 un aumento muy significativo de la proporción de ocupados que teletrabajan. De la misma manera, en Grecia e Italia los porcentajes de ocupados que trabajan “a veces” o “habitualmente” desde casa casi se triplicaron entre 2019 y 2021. No obstante, entre los países del sur de Europa, Portugal continúa ostentando la mayor proporción de teletrabajadores.


En resumen, a pesar del aumento registrado del trabajo desde casa en 2020, España sigue estando muy por debajo de la media de la UE. Esta evidencia contrasta con la opinión tan positiva que los trabajadores en España mantienen hacia el teletrabajo, según diferentes encuestas. En otoño de 2020, casi dos tercios de los ocupados (63%) que empezaron a trabajar desde casa tras el brote de Covid-19 manifestaron su preferencia por seguir haciéndolo después de la pandemia, siendo los entrevistados menores de 55 los más interesados en esta modalidad de trabajo (gráfico 4). La Encuesta sobre Equipamiento y Uso de TIC en los Hogares (Instituto Nacional de Estadística 2021) también muestra una alta valoración del trabajo a distancia en España (8,1 de 10) entre los ocupados que lo han practicado. Estas preferencias sociales crean, en principio, condiciones propicias para un mayor progreso del teletrabajo en España. Sin embargo, este depende, en gran medida, del tipo de puestos de trabajo que ofrezca el mercado laboral, y estos a su vez dependen de la valoración que los empleadores hagan del desempeño de sus trabajadores a distancia durante el periodo de pandemia. Que en España haya aumentado en 2021 el teletrabajo menos que en otros países de su entorno sugiere que esa valoración ha sido más crítica. 


Trabajo en fin de semana

Si los países meridionales de Europa Occidental destacan por sus niveles comparativamente bajos de personas ocupadas que trabajan desde casa, también sobresalen por sus altos porcentajes de trabajo en horarios atípicos, particularmente en los fines de semana. 

Grecia representa un caso extremo con un 40,2% de todos los ocupados (de 20 a 64 años) que trabajan los fines de semana, seguida de Italia (34,5%), Francia (29,0%) y España (28,9%). Trabajar los fines de semana es mucho más frecuente en el sur de Europa. Portugal vuelve a desviarse de la pauta regional y registra un porcentaje (20,7%) inferior a la media de la UE (22,1%) (gráfico 5).


En algunos países (Francia y España, entre ellos), las mujeres trabajan con más frecuencia que los hombres los fines de semana, pero las diferencias por sexo son bastante pequeñas. De hecho, la media de la UE para hombres y mujeres es muy similar (22,4% y 21,8%, respectivamente) (gráfico 6).


Sin embargo, surgen diferencias significativas cuando se comparan los datos de la UE y de España por régimen de empleo. Más de la mitad de los trabajadores por cuenta propia trabajaron en España los fines de semana en 2021 (el 50,6% de los que no tienen empleados y el 52% de los que tienen empleados), mientras que la proporción de los empleados por cuenta ajena asciende a una cuarta parte (24,9%). Las cifras correspondientes a la media de la UE son más bajas: 39,9%, 47,6% y 18,8%, respectivamente (gráfico 7). En la medida en que trabajar en fin de semana impide compartir tiempo con otros miembros de la familia, cabe afirmar que, en general, los autónomos afrontan más dificultades para alcanzar el equilibrio entre la vida profesional y personal (work-life balance) que tan a menudo se reivindica.  

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El mercado de trabajo está cambiando: cada vez el trabajador tiene más poder

¿Qué está pasando en el mercado de trabajo? Silenciosamente, sigilosamente y sorprendentemente, las cosas están cambiando mucho sin que nos enteremos bien del todo. Solo un dato: en la primera mitad de 2022 más de 30.000 personas renunciaron en España a su trabajo de forma voluntaria. La cifra más alta de la historia.

En EEUU esto ya es un problema al que se ha denominado la 'Gran Dimisión', por la que en 2021 50 millones de trabajadores dejaron su empleo. Y parece que poco a poco se va contagiando a España.

Y parece una contradicción, de hecho lo es. Porque el mercado de trabajo no está para tirar cohetes y se esperan despidos en los próximos meses ante la posible recesión. Pero está claro que algo pasa cuando en España hay alrededor de 1 millón de puestos de empleo que no se cubren.

Por lo tanto, vemos cómo el trabajador cada vez tiene más confianza y va cogiendo más fuerza frente a la empresa, ya que ahora son ellos los que se van o se rebelan ante lo que consideran injusto o no les convence.

El mejor ejemplo lo tenemos en Apple ahora mismo. Que una de las empresas más importantes del mundo tenga a sus trabajadores en contra de volver a la oficina el 5 de septiembre después de llevar dos años de teletrabajo. Aseguran que han hecho un excepcional trabajo desde sus hogares y se resisten a volver, puesto que saben que eso significa renunciar a calidad de vida.

Otra muestra muy clara de esto la estamos viviendo este verano en Ryanair y otras aerolíneas, que han puesto en jaque la temporada turística de sus compañías al declararse en huelga cansados de unas condiciones de trabajo muy mejorables.

El trabajador coge la sartén por el mango

Parece pues que se acabó eso de que el jefe manda. Ahora el empleado ya no se aguanta, no es sumiso, no se conforma. En una sociedad que se ha visto azotada por numerosas crisis y cambios brutales en solo unos años, el mercado de trabajo se ha transformado en algo que ya no solo sirve para ganar un sustento; ahora es un motivo de vida. Y si no te sientes realizado, te vas.

Es decir, ya no se lleva eso de encontrar un trabajo y pasarte toda tu vida en él al considerarlo un privilegio. No, ahora lo que se considera un privilegio es poder vivir de tu pasión, y si eso no se consigue, se busca el cambio.

Inconformismo y ganas de experimentar cosas nuevas han sido una mezcla muy nefasta para las empresas. Sobre todo en algunos sectores, como el tecnológico o científico, donde escasea la mano de obra y se pagan sueldos muy elevados para atraer a los trabajadores. Y ni así, pues ya no es solo el dinero; son las condiciones.

Pero hay otro factor más que va a dar más fuerza a los trabajadores: cada vez hay menos gente en edad de trabajar. Es decir, en España, cada vez nacen menos niños, hay menos gente joven, la población va envejeciendo (ya hay 9 millones de personas con más de 60 años), y cada vez va a costar más encontrar mano de obra, y además cualificada.

Por lo tanto, aunque siguen habiendo más despidos que renuncias, la tendencia va cambiando y vamos a ver cómo las empresas flexibilizan sus políticas y empiezan a valorar a sus empleados dándoles calidad de vida y salarios dignos a cambio de que no se marchen. Porque sinceramente, ya no les importa hacerlo.

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Excedencias de trabajo: qué son, para qué sirven y cómo solicitarlas

Muchos trabajadores y empresas piensan que se puede romper la relación entre ellos dos cuando el trabajador decide marcharse o con el despido por parte de la empresa, pero en realidad los trabajadores tienen otra alternativa y es solicitar una excedencia.

La excedencia consiste en poder ausentarse de tu puesto de trabajo durante unos meses o hasta unos años y poder volver a la empresa transcurrido ese período bajo ciertos condicionantes que vamos a analizar en este artículo.

El Estatuto de los Trabajadores regula las excedencias que se puede acoger un trabajador

El Estatuto de los Trabajadores recoge todos los derechos y obligaciones que tiene un trabajador a la hora de desarrollar su actividad profesional en un puesto de trabajo.

El artículo del Estatuto que regula las excedencias es el artículo 46 y donde se desarrolla todas las posibilidades que tiene el trabajador.

En este artículo se recogen los dos tipos de excedencias que puede acogerse el trabajador. La primera es la excedencia voluntaria y la segunda consiste en la excedencia forzosa que vamos a desarrollar a continuación.

Qué son, para qué sirven y cómo solicitar las excedencias voluntarias

El Estatuto de los Trabajadores en su artículo 46 establece que todos los trabajadores que lleven al menos de 1 año contratados por la empresa tienen la posibilidad de acogerse a la modalidad de excedencia voluntaria.

La excedencia voluntaria consiste que durante al menos 4 meses y nunca puede alargar más de 5 años, un trabajador se puede solicitar este tipo de excedencia. Además, se establece que entre solicitud de una excedencia a otra tienen que haber transcurrido por lo menos 4 años.

Cuando el trabajador decide volver a la empresa y a su puesto de trabajo, el trabajador que se ha cogido la excedencia solo conserva el derecho de preferencia para el reingreso cuando exista un puesto sin trabajador cuando sea de la misma categoría a la que realizaba sus funciones.

A la vez, se establecen dentro del Estatuto de los Trabajadores las excedencias de carácter especial que entran dentro de la categoría de las excedencias que un trabajador se puede coger voluntariamente.

Los dos tipos de excedencias de carácter especial que se puede acoger un trabajador son las siguientes:

  • Se puede acoger un trabajador a una excedencia de carácter especial cuando esté al cuidado de un hijo y el período máximo de la excedencia va a ser 3 años. Se puede acoger el trabajador o trabajadora cuando se dé el caso de nacimiento, adopción. Acogimiento por fines de guarda o acogimiento permanente. Empieza a contar desde el día se produjo el nacimiento o hubo la resolución judicial.
  • Se puede acoger un trabajador a una excedencia de carácter especial cuando esté al cuidado de un familiar y el período máximo de excedencia va a ser 2 años. Se puede acoger el trabajador o trabajador cuando se un familiar de segundo grado de consanguinidad o afinidad. Las razones que se pueden dar que se por cuidad por la edad, por causa de un accidente, por tener una enfermedad o por la discapacidad del familiar y no pueda valerse y el familiar no tenga una actividad retribuida.

Cuando se da alguno de estos casos que un trabajador o trabajadora se acoja a una excedencia de carácter especial, la excedencia se podrá solicitar de manera fraccionada y, en el caso de que 2 trabajadores de la empresa no se hayan acogido.

Cuando se dé el hecho que 2 trabajadores hayan solicitado la excedencia de carácter especial, el empresario tiene el derecho de poder restringir una de las excedencias alegando razones de funcionamiento de la empresa.

El trabajador o trabajadora se le contará el tipo por el tiempo que está trabajando dentro de la empresa y se le debe conservar el mismo puesto de trabajado durante un período de 1 año, teniendo en cuenta que este plazo se amplia a 15 meses para familias numerosas y a 18 meses a familias que son numerosas, pero con carácter especial.

Qué son, para qué sirven y cómo solicitar las excedencias forzosas

Se aplica una excedencia forzosa cuando el trabajador debe ocupar un puesto de cargo púbico o una función sindical que es incompatible con las funciones que realiza en su puesto de trabajado.

Entonces el trabajador está obligado a cogerse la excedencia y, por otra parte, la empresa donde está realizando sus funciones está obligada a dársela. Además, la empresa le debe conserva su puesto hasta que el trabajador cese sus funciones que son incompatibles.

El trabajador está obligado a notificar a la empresa su vuelta 1 mes antes de la finalización de las actividades que estaba haciendo incompatibles que ocupará su puesto de trabajo.

Por otra parte, al trabajador se le contará la antigüedad de la empresa sin que por ello afecte el período de excedencia que se haya acogido.

Imagen | cocolima

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Todo el trabajo que «se ha perdido» en el mundo por la pandemia. Y sí, puede suponer un efecto dominó

Si algo fue difícil de medir, en parte por la terrible novedad, y en parte porque a determinados políticos mundiales tampoco les interesaba en absoluto tener sonrrojantes cifras de calidad, ha sido las estadísticas de la afectación de la pandemia, donde realmente por ejemplo en España todavía “oficialmente” no sabemos a ciencia cierta ni cuántos muertos llevamos por el COVID-19. Pero hay otro tipo de cifras econométricas que también está resultando harto difícil de interpretar para tratar de dilucidar la gravedad de la otra gran pandemia de nuestro tiempo: la pandemia socioeconómica, esa que ya les advertimos el 3 de febrero de 2020 que irrumpiría a nuestro mundo junto con el virus para degenerar gravemente nuestras vidas y nuestras socioeconomías.

Pues bien, en ese plano económico, resulta casi imposible conocer el impacto real de la pandemia sobre el empleo en forma de destrucción real. Pero por mucho que las estadísticas del empleo puedan resultar engañosas si no se saben leer entre líneas, por mucho que los políticos jamás vayan a admitir la gravedad extrema por la que están pasando nuestra socioeconomía, y por mucho que tampoco sepamos a ciencia cierta ni cuántos nuevos afectados laboralmente tenemos padeciendo los estragos del COVID-19, algo se puede dilucidar.

Y para ello, como siempre, contra las sombras de las cifras econométricas poco precisas, contra las palabras vagas, contra los que eluden las preguntas más incómodas, pues tenemos en nuestra mano los datos objetivos, las cifras contrastables, y los argumentos coherentes. Así se combaten los procesos de destrucción socioeconómica, sean fortuitos o provocados: ciencia económica contra inconsciencia decimonónica.

Del ERTE al ERE, acabando con el PIB, y pasando por el teletrabajo: aquí se está destruyendo empleo a espuertas más allá de las cifras “oficiales”

Todo El Trabajo Que 22se Ha Perdido 22 En El Mundo Por La Pandemia 2

Pues bien, como les decíamos, hoy por hoy la tasa de desempleo está en todos los telediarios casi a diario, pero por muy nefasta que ésta sea, realmente no alcanza ni de lejos a la realidad de todo el empleo que se está destruyendo en términos reales. Obviamente hay que empezar por hablar de los ERTES, esa suerte de situación de desempleo temporal que desde aquí fuimos los primeros en proponer como herramienta idónea para un evento masivo y coyuntural como era la pandemia. El problema es que la mala gestión pandémica ha hecho que la pandemia tenga en países como España mucho menos de coyuntural y mucho más de enfermedad crónica. Así, aparte de todos los innumerables nuevos parados (alrededor del millón, que se dice pronto), en España tenemos alrededor de medio millón más de trabajadores en situación de ERTE, que no cuentan como desempleados por estar en un limbo econométrico. Y lo peor es que esos trabajadores en situación de ERTE siguen siendo a día de hoy tantos cientos de miles como ya eran el pasado verano: la cifra no cede, y va tomando toda la apariencia de haber tocado ya un nivel de carácter crónico con tintes estructurales.

Estos ERTEs son una auténtica bola de nieve que nadie sabe bien como deshacer, y que tampoco nadie quiere que acabe por llegar ladera abajo al pueblo del valle e impacte en la delegación del gobierno, lo cual les forzaría a contabilizar todos esos nuevos parados finalmente, evidenciando así la crisis en toda su crudeza y toda la magnitud del descomunal desastre. Y desde aquí siempre hemos abogado por que la mejor gestión económica de cualquier crisis es dejar de barrer debajo de la alfombra escondiendo las vergüenzas, y que lo mejor siempre es levantar la sábana y mostrar con transparencia la gravedad del paciente, para poder a partir de ese punto justificar y aplicar la terapia de choque más eficaz para lo muy avanzado de la enfermedad. Pero no, aquí algunos dirigentes mundiales optan no sólo por no permitir valorar correctamente el estado de salud del afectado, sino incluso por coger y empezar a amontonar directamente cadáveres socioeconómicos en el armario, como si en un futuro no fuesen a empezar a apestar toda la estancia.

De hecho, en el primer trimestre la bola de nieve de los ERTEs ya ha empezado a estallar, y las cifras de EREs ya han empezado a repuntar con inusitada fuerza, revelando la gravedad de una situación sin mucha salida. Por supuesto que una tercera cifra que ha venido evidenciando la magnitud del desastre es la contracción del PIB, que en el caso de España hemos estado lamentablemente entre los líderes mundiales más deprimidos. Pero no queda ahí la cosa de la realidad más realista de la destrucción de empleo más real, que estamos padeciendo entre telediarios que sólo hablan de recuperación y de la lluvia de millones de Europa, de la que realmente se debería estar hablando en términos de la solución de “escopeta con un solo tiro” que tenemos para matar a la bestia de la crisis y sólo gracias a la gran solidaridad de nuestros hermanos europeos. Y el hecho es que tras los ERTEs, los EREs, y el PIB, la cuarta cifra laboral en discordia son las horas de trabajo destruidas por la pandemia. Incluyendo en la ecuación esta tercera variable ahora sí que podemos llegar a ser capaces de apreciar en toda su extensión este proceso de destrucción laboral masivo.

Las horas de trabajo destruidas por la pandemia: el último en llegar de los cuatro jinetes del Apocalipsis

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Para tratar de arrojar algo de luz sobre esta cuarta cifra de evidencia de la crudeza de la crisis en forma de desempleo, les saco a colación la siempre interesante Guía del Mercado Laboral 2021 de la consultora de RRHH Hays que aporta algunas cifras muy reveladoras. Para empezar, el Coronavirus ha hecho que la jornada laboral del “españolito” medio se incremente en un 54% de los casos, mientras que un 42% la ha mantenido estable, y un 4% ha visto una reducción de las horas que trabaja. Pero lo interesante no viene en lo anterior, sino en que el informe evidencia que sin embargo paradójicamente las horas extra se han reducido, aumentando hasta el 60% la proporción de empleados que acaba trabajando más de lo estipulado en su jornada pero sin cobrar por ello. Además, un 58% de los trabajadores que han visto incrementarse su jornada laboral lo atribuye directamente al teletrabajo.

Los datos objetivos desde luego que aportan mucho en el artículo de hoy, pero realmente este es un tema que ya les pusimos de relieve cuando analizamos el tema del teletrabajo recientemente, y exponiendo que no sólo es un problema estrictamente empresarial (que mayormente lo es), sino que también hay una dimensión de carácter inevitablemente más personal. El hecho es que, dados los datos anteriores, si ha habido un alargamiento de la jornada laboral, pero sin embargo éste no ha venido acompañado de un incrementos de las horas extras trabajadas, ya directamente nos vamos a uno de esos escenarios econométricos de luces y sombras en los que hay que encender la linterna. Y es que las horas trabajadas fuera de horario puede que sean horas durante las cuales usted haya trabajado duramente, pero econométricamente esas horas literalmente no existen.

Y lo que es peor: puede que econométricamente no existan, pero están ahí y ejecutan factor trabajo sí o sí. Ello quiere decir que, si con esas horas de trabajo “alargadas” (que no extras) usted está ejecutando más trabajo de forma importante, eso significará que habrá otros empleados que no será necesario contratar para ejecutar con luz y taquígrafos esas horas laborales, que en su naturaleza “alargada” no acaban por salir a la luz. Es decir, aunque inevitablemente sea un imponderable porque no hay datos objetivos disponibles, dado el cómputo tan relevante de horas “alargadas” que podemos estar viendo actualmente en nuestras socioeconomías, tenemos que por ahí se está destruyendo también empleo o, en el mejor de los casos, dejándolo de crear. Y este es un cuarto dato del mercado laboral muy a tener en cuenta cuando pasa de un cierto margen de seguridad en su “contención”, y que solo apunta a que se está destruyendo mucho más trabajo también por esta otra vía, al menos del que aflora a la luz de las estadísticas corporativas y macroeconómicas.

Las horas trabajadas que se vaporizan: “aquí hay tomate” del de verdad, y no sólo de simulacro gore con Ketchup va la cosa

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De hecho, fijándonos en otro tipo de estadísticas alternativas, podemos observar cómo parece que se confirma que detrás de las cifras más aparentes tenemos el mismo escenario de destrucción de trabajo por la cuarta vía. Como publicó La Vanguardia, en 2020 el funesto COVID-19 hizo esfumarse al 3% del empleo, pero al mismo tiempo hizo desaparecer de las cifras oficiales nada más y nada menos que el doble de horas trabajadas. Como ven, “aquí hay tomate”, al menos mucho más del que parecía. Con ello, el paro “oficial” se catapultó hasta el 16%, dejando un reguero de 600.000 ocupados menos, incluso contando con la mejora de final de año. Las cifras “oficiales” más superficiales dejaron por el camino una terrible destrucción de nada más y nada menos que 622.600 puestos de trabajo (y recuerden que eso es sólo lo “aparente”), haciendo saltar por los aires la buena racha de creación de empleo en la que veníamos instalados desde 2013. Casualmente, y como bien apuntaba La Vanguardia, ese hundimiento de las horas de trabajo de un 6% está mucho más en línea con las previsiones de decrecimiento del PIB correspondientes al año 1 de la pandemia. Pues va a ser que esas cifras sí que van a estar revelando mucho mejor la crudeza de la pandemia, al menos en términos de destrucción de empleo real (que no “visual”).

Y eso sin contar con las personas que están disponibles para trabajar sin estar haciéndolo, pero que debido a la pandemia no han podido ponerse manos a la obra con su sufrida búsqueda de un nuevo empleo. Entre octubre y diciembre este (a)colectivo laboral alcanzó un volumen de nada más y nada menos que 933.000 ciudadanos, y decimos (a)colectivo laboral porque macroeconómicamente no contabilizan tampoco como desempleados, sino como simplemente inactivos. Sólo vienen a ser más cifras que siguen apuntando a que la situación laboral y del (des)empleo es todavía mucho peor de lo que las cifras “oficiales” están mostrando de forma tan parcial, y que el “dramita” que nos pintan algunos en los televisivos seriales de los Telediarios, en realidad es todo un “dramón” a pie de calle.

Y no quedan ahí las malas noticias (¡Ojalá!). Como ya les hemos venido analizando en diversos artículos desde la irrupción de la pandemia, ésta se ha venido cebando especialmente con las clases más desfavorecidas, un motivo que explica el porqué de que las bolsas hayan experimentado unas subidas tan fuertes con la que teníamos encima. En su momento lo vinimos analizando especialmente acerca del mercado laboral de EEUU por sus implicaciones de estabilidad social al haber allí menores coberturas sociales y peores redes de contención social, pero el hecho es que la siniestra tendencia ha acabado por evidenciarse también en otros lugares, sin ir más lejos en la propia España.

En el conjunto de 2020 la crisis ha golpeado en España con mucha más dureza a los trabajadores más humildes, arrojando que dos tercios de los empleos vaporizados se correspondieron a trabajadores con contratos temporales, tan precarios ya de por sí. Por otro lado, otra estadística muy dolorosa y descorazonadora es que el número de hogares con todos sus integrantes en situación de desempleo creció en casi 184.000 más (y recuerden que este dato no son personas, sino hogares con varias personas dentro), con lo que ya el cómputo total se sitúa cerca de los 1,2 millones. Casi nada. Y siguiendo con la precarización del empleo de los menos favorecidos, las estadísticas siguen haciendo saltar las lágrimas (que no los colores de algunos), con una destrucción del empleo que se ensaña especialmente sobre todo con los menores de 25 años, y todavía con más violencia con quienes ni siquiera han cumplido la veintena, que han visto desaparecer para siempre el 40% de los puestos de trabajo de este rango de edad. Si esto es “una España más social”, que baje quien sea (del púlpito) y lo vea.

En el conjunto del mundo, las estadísticas también tienen lo suyo de dramático

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Según publicasen en “Visual Capitalist”, volviendo al tema de la destrucción de horas de trabajo, los datos a nivel mundial también han de ser calificados de todo un drama. En términos globales, el funesto COVID-19 ha tenido un impacto sobre las horas trabajadas cuatro veces más severo que el que causase la crisis subprime en 2009. Y eso contando con que aquella crisis ya fue terrible se mirase por donde se mirase; pues bien: ésta es todavía peor, y lo va a seguir siendo como nuestros gobernantes sigan sin saber hacerla coyuntural, en vez de permitir que se vaya cronificando. Eso sí, en este sentido llama la atención cómo en esos “vacunados” Estados Unidos que no han exportado ni una sola vacuna al resto del mundo disfrutan de un rebote en el crecimiento del PIB vigoroso, al menos mucho más que la doble recesión que atenaza a una Europa que sin embargo ha exportado en torno a la mitad de las vacunas que se han producido en suelo europeo.

En la misma tendencia que la vista en España, y salvando la diferencias en intensidad, a nivel mundial los beneficios empresariales se han desplomado en muchos sectores, al tiempo que una mayoría de empresas han optado por tratar de evitar despedir a sus empleados. Está claro que las empresas han confiado en lo coyuntural de la crisis, y que quieren retener a sus plantillas a la espera de que la tempestad amaine. Pero ello no ha evitado que un 64% de las empresas hayan llevado a cabo una reducción salarial, de horas, o hayan prescindido de trabajadores de formar temporal. Todo ello ha tenido como resultado que en 2020, y comparativamente con el cuarto trimestre de 2019, las horas trabajadas a nivel global se hayan reducido un noqueante 8,8%. Para ser globales, esta cifra es muy muy muy relevante, demostrando la globalidad del efecto devastador que la pandemia está teniendo sobre buena parte de las economías del planeta, aunque algunos países (y no miro a nadie) “se lleven la palma” (que no las palmas). Ese 8,8% de despeñe de las horas trabajadas tiene obviamente su derivada en términos de empleo, y equivale a la destrucción de nada más y nada menos que 255 millones de empleos. De nuevo: casi nada, y es que esta crisis pandémica está batiendo todas las marcas (a peor).

La intensidad de esa destrucción de horas trabajadas, también en términos globales muestra una mayor severidad en ciertas regiones, como son la Europa del sur, también el sur pero de Asia, y América en general, pero con mucha mayor intensidad en el Caribe. El nexo común a todas estas socioeconomías es la dependencia del turismo y de la hostelería como motores de su economía, unas actividades económicas que prácticamente han sido borradas del mapa socioeconómico por el Coronavirus. España en concreto se sitúa en términos de esa destrucción de horas trabajadas en la posición 32 de 188, con una reducción “oficial” del 13.2%, y compartiendo cartelazo con países tan avanzados como Cabo Verde o Georgia. Pero los vendedores del clásico consuelo de perdedor de "mal de muchos, consuelo de tontos" siempre podrán agarrarse a que Italia y Portugal son países desarrollados que también salen muy mal parados en la clasificación: de hecho, peor que España (al menos en lo “oficial”).

Pero con Italia y Portugal paramos de contar países desarrollados entre las primeras posiciones del despeñe, porque el resto de países que lideran la funesta lista son como para necesitar seguir desarrollándose antes de poder ser calificados como países plenamente desarrollados. Y no como nosotros, que podríamos estar subdesarrollándonos a pasos agigantados, y corremos el riesgo cierto de poder llegar a dejar de ser avanzados de seguir instalados en esta terrible tendencia de destrucción socioeconómica, que nuestros gobernantes ya han demostrado ser totalmente incapaces de revertir. Y a ello no sólo estaría contribuyendo su manifiesta incapacidad para hacer una correcta gestión preventiva de la pandemia, única fórmula demostrada de éxito como en Mongolia o Corea del Sur, sino que también hay que tener en cuenta la ultima tendencia ejecutiva imperante en nuestro país. Esta tendencia consiste en recurrir a la más terrible omisión del deber de gobernar, y pasar a dedicarse a abstenerse de legislar en un desesperado intento que parece intentar dejar que simplemente las culpas recaigan sobre otros.

Al igual que en lo epidemio-preventivo, también en lo económico la clave está en tener buenos gestores

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Lo de gestionar correctamente la pandemia parece que no está entre las prioridades de algunos, entre otras cosas porque ya advertimos que ahora la prioridad número uno deberia ser rediseñar un plan de vacunación que hace abundantemente aguas por varias vías, y aquí nadie hace nada en este sentido. Y no sólo eso, sino que además hemos de asistir atónitos a ver cómo, en vez de invertir una mínima fracción del injustificado dispendio de 53 millones de Plus Ultra en una vacuna española innovadora y realmente necesaria, pues va y otra "genialidad" de nuestros gobernantes ha sido decidir dejar morir el estado de alarma, sin diseñar ningún tipo de mecanismo legal alternativo que dé cobertura legal unificada y homogénea a las autonomías para seguir combatiendo la pandemia.

El resultado, como no podía ser de otra forma, ha sido todo un caos legal monumental en el país, donde cada Tribunal Superior de Justicia autonómico se ve abocado a ir haciendo la guerra por su cuenta. Y es que la pandemia NO ha acabado aquí ni mucho menos, y nuestros gobernantes tienen la obligación moral y profesional de seguir gestionándola por muy desagradecido que sea, y no dejar que se sucedan terroríficas escenas como las presenciadas en Madrid ante la impotente mirada de la policía y de las autoridades locales. Todo este caos podemos acabar pagándolo muy muy muy caro; sí, otra vez, por si las manifestaciones y eventos multitudinarios de Marzo de 2020 no fueron suficientes para aprender una lección tan vital, que deberíamos llevar grabada a fuego hasta que los nieles de vacunación garanticen la ansiada inmunidad de rebaño.

Todo apunta a que, si antes ya importaba más bien poco ese pueblo que sin embargo está permanentemente en boca de algunos, parece que aquí ahora nada importa ya especialmente tras el resultado de las elecciones madrileñas. Y es que esas elecciones vinieron a demostrar contundentemente que ese pueblo quiere menos palabrería hueca, menos superproducciones mediáticas, y más gestión eficaz de la de verdad. Efectivamente, el pueblo mayormente ilustrado de un país (todavía) desarrollado como es España aún es capaz de exigir a sus gobernantes la que debe ser su prioridad socioeconómica número uno: una buena gestión. Y es que los gobernantes, si algo deben ser, es buenos gestores de lo público, que es algo de todos (y no "de nadie" como decía aquella), y que además legisla sobre todo lo demás.

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Y los políticos que no valgan para gestionar, pues simplemente que se dediquen a otra cosa, y que se busquen otra ocupación (o pasatiempo, según sea el caso) más acorde a sus capacidades, que nadie duda de que tener alguna tendrá todo político, más allá del papel de protagonistas que algunos de ellos tienen en la interminable película que nos proyectan todos los días en los Telediarios. Queremos gestores de películas de acción basadas en hechos tangibles y reales, y no actores que hacen apariciones estelares en la gran pantalla tras efectistas cortinas de humo, ni vendedores de bálsamos milagrosos que nunca acaban curando nada, y que sólo hacen empeorar a los pacientes afectados. Gestores, gestores, y gestores. Pero no lo olviden: no que sean gestores porque hagan grandes gestos “cara a la galería”, sino porque sean competentes y eficaces a la hora de gestionar.

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Inspección de trabajo se pone dura con los emails fuera de horario laboral

Durante estos últimos meses, muchos de nosotros, hemos estado trabajando desde casa y, por tanto, nuestro horario se ha tenido que encajar con nuestra vida familiar, pero los emails no han dejado de llegar a nuestra bandeja de entrada, dentro y fuera de nuestro horario laboral.

Inspección de Trabajo ha avisado a las empresas que el envío de emails fuera del horario laboral supone una vulneración del derecho a la desconexión digital de los trabajadores de la empresa.

El trabajador no tiene la obligación de contestar los emails fuera de su jornada laboral

El envío de los emails fuera del horario laboral es una infracción grave dentro de la normativa laboral con unas sanciones que puede llegar de 626 a 6250 euros. La única manera que se puede librar la empresa de estas sanciones es que los emails se dejen claro que se debe responder dentro del horario laboral del trabajador.

La interpretación del derecho a la desconexión digital, surgida en la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos aprobada a finales del año 2018, supone una advertencia para las empresas, para no obligar a los trabajadores a no realizar una desconexión digital, y una protección para los trabajadores para proteger su vida personal.

Este descanso conlleva a las empresas no puedan exigir a sus trabajadores que lean y contesten los correos electrónicos fuera de su horario laboral y, además, Inspección Laboral puede sancionar el hecho de enviar el email fuera del horario laboral.

¿En qué consiste la ley de desconexión digital?

El 2018 fue la primera vez en España el derecho a la desconexión digital estuvo legislados. Esta ley garantizaba a los trabajadores que su horario laboral no se extendía por medio de la utilización de los medios electrónicos y esto incluye los emails.

En la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal y Garantía de los Derechos Digitales fija el derecho que los trabajadores a la desconexión digital en el ámbito laboral:

Los trabajadores y los empleados públicos tendrán derecho a la desconexión digital a fin de garantizar, fuera del tiempo de trabajo legal o convencionalmente establecido, el respeto de su tiempo de descanso, permisos y vacaciones, así como de su intimidad personal y familiar.

Este apartado delimita la vida laboral de los trabajadores y permite la conciliación familiar del trabajador.

Inspección labora tiene mecanismos para sancionar las empresas que obliguen a contestar emails fuera del horario

El teletrabajo tenía dos caras diferentes para los trabajadores. La cara menos grata para el trabajador es que debe atender el móvil en sus vacaciones, entregar informes, que consideran urgentes, a través de email durante los fines de semana o sentir la necesidad de contestar un mensaje de WhatsApp del jefe.

Esto no se contempla en el contrato de los trabajadores entre las tareas que debe realizar, hasta la llegada de la ley de desconexión digital han sido de cumplimiento obligatorio por parte de los trabajadores.

La desconexión digital fuera del horario de trabajo es un propósito de Inspección Laboral en España y es un derecho de los trabajadores y, por otra parte, es hoy en día una obligación para las empresas.

La Inspección Laboral puede aplicar el artículo 7.5 de la ley de infracciones del orden social establece como infracción grave como transgresión de las normas y límites legales o pactados en materia de jornada, trabajo nocturno, horas extraordinarias, horas complementarias, descansos, vacaciones, permisos, registro de jornada, y, en general, el tiempo de trabajo.

Luces y sombras en la aplicación de la desconexión digital en las empresas españolas

Telefónica firmó en julio de 2019 dos acuerdos con los sindicatos CC.OO. y UGT y que se aplican a todo el Grupo Telefónica en España: en uno de ellos se establecía una política interna reguladora del derecho a la desconexión digital de las personas trabajadoras de Telefónica y en el otro unas instrucciones sobre el registro diario de jornada en Telefónica.

BBVA firmó en septiembre del 2019 un acuerdo con varios sindicatos en el que se concretaban también aspectos relativos al derecho a la desconexión digital de los trabajadores del banco y al registro de su jornada laboral. Las medidas incluidas en este acuerdo van en la línea de las establecidas por Telefónica meses antes.

Por otra parte, Inspección Provincial de Trabajo de Tarragona ha denunciado a Prosegur, en la que se señala que los trabajadores recibían correos electrónicos y llamadas fuera del horario de trabajo por su responsable directo.

En este caso, la actitud de la empresa se veía agravada por el hecho de que la plantilla respondía a los mismos "por temor a las represalias" y para no tener un impacto negativo en sus sistemas de incentivos.

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