Quitar Netflix y la tostada de aguacate es una idiotez. Las claves psicológicas que permiten ahorrar más
Hace poco, en otro de esos debates-espectáculo de televisión, escuché que, si los jóvenes no podían comprarse una casa, era porque se tomaban una cerveza por ahí y no se la ahorraban, como hicieron sus padres.
Es la enésima variación de una narrativa falaz que trata de desviar culpas y se materializa en expresiones como que: «Hay que quitarse Netflix» o «la tostada de aguacate». Así, con ese ahorro, adiós los problemas económicos de los Millenials y las generaciones posteriores.
Yo soy más mayor y creo que, además de ser economista, tengo que ser honesto: todo eso es una tontería. No hacen falta 5 años de carrera para la aritmética que demuestra que Netflix no es lo que impide realmente reunir la entrada de una casa.
Puede que lo consigas después de medio siglo sin aguacate, cosas más raras he visto, pero buena suerte obteniendo un préstamo a 30 años cuando ya tienes 70.
La realidad del ahorro y las finanzas personales
En esa misma línea de honestidad, las finanzas personales de cada uno son un mundo y es imposible abarcar todas las situaciones aquí. Pero es importante comprender que, si la parte de ingresos de la ecuación es baja, hemos de actuar ahí más que en el ahorro.
Si ganamos poco, hemos de estar cada día buscando cambiar a un trabajo que pague más, ascender o encontrar como sea otras líneas de ingreso.
Porque mientras este sea bajo, centrarse en el ahorro es como subir a un ring a ganar un combate de boxeo defendiendo y esquivando solamente. Por buenos que seamos, tarde o temprano la inflación, las crisis y los imprevistos inevitables nos noquearán.
Eso sí, siendo conscientes de eso, siempre hay margen para ahorrar, pero no quitándonos una cerveza o 15 euros de Netflix al mes. Y algunas de las mejores tácticas para eso son psicológicas.
Las personas tenemos una serie de sesgos cognitivos con el dinero que la economía conoce bien y explota, principalmente, para que gastemos más, sin darnos cuenta, en cosas que no necesitamos.
Precios psicológicos, ofertas que no lo son tanto, la disposición en tiendas y supermercados, financiaciones que aumentan el gasto...
Como nunca nos vamos a librar de esos sesgos y ser siempre objetivos y racionales con el dinero, lo que podemos hacer es que, al menos, jueguen a nuestro favor, en lugar de en contra.
Eso es lo que vamos a ver aquí, con lo que se ha demostrado con datos en la mano que ahorra más.
Empezaremos por lo más conocido. En estos tiempos de clickbait, todo el mundo busca lo novedoso y lo impactante, pero lo cierto no hay mucho nuevo bajo el sol y muchos de los consejos de ahorro efectivos en el mundo real suelen ser aburridos y sensatos.
Lleva un presupuesto
Demos el primer paso en terreno conocido. El viejo proverbio empresarial es cierto: No puedes gestionar lo que no mides.
Muchos de los que acuden a una asesoría en finanzas personales se quedan lívidos cuando se van repasando gastos, uno a uno, y se dan cuenta de que se va mucho más dinero del que creen en muchas cosas que no pensaban.
El presupuesto sirve para llevar un control y es imprescindible para el resto de consejos, pero, sobre todo, en lo psicológico, nos sirve para hacer consciente lo inconsciente.
Recuerdo siempre la anécdota de Phil Libin, fundador de Evernote, que perdió 15 kilos en un año sin proponerse cambios especiales de dieta o ejercicio. Simplemente, apuntaba en un Excel su peso y trataba de mantenerlo dentro de los límites de la curva suave de descenso diaria que trazó como objetivo para ese año. No parecía un esfuerzo durante el proceso, porque el objetivo diario no era exigente, pero a final de año el acumulado fue importante.
Con el dinero pasa igual y Libin conecta con lo siguiente.
Ponte un objetivo de ahorro mensual
Y contrólalo con el presupuesto.
El objetivo, para que funcione, tiene que estar un poco al límite de nuestra capacidad. Debe ser algo que implique algo de esfuerzo, pero que no sea imposible. Otro consejo conocido por todos, pero es necesario antes de adentrarnos en el resto de temas.
Esto es la vida real, habrá meses que no podremos cumplirlo y es lo que hay, pero no poner un objetivo hará que no ahorremos de manera sustancial, porque nuestra cabeza no estará centrada en una meta.
Bien, con las dos columnas principales de la casa colocadas, sigamos.
Paga primero al ahorro
Otro clásico de las finanzas personales que funciona. Esto significa que, en cuanto lleguen la nómina o los ingresos, lo primero que hacemos es apartar ese objetivo de ahorro en otra cuenta especial que no tocamos. La inconveniencia de esa cuenta y la separación de las mismas, aunque sea solo de nombre, tiene importantes efectos psicológicos en el manejo del dinero. Si las tenemos mezcladas, no ahorraremos tanto.
Pagar primero al ahorro dejará menos dinero para gastos, pero esa restricción, aunque no lo parezca, hará que nos contengamos y que se nos ocurran soluciones para estirar lo que queda, alcanzar el objetivo o quedarnos cerca.
De hecho, tras separar el ahorro, el disponible para gastos lo sacamos del cajero para aplicar lo siguiente.
Paga todo (lo posible) en efectivo
El sueño de los bancos es que el dinero físico desaparezca. Además de las implicaciones negativas de desigualdad y privacidad que tendría, los bancos y empresas saben que gastamos mucho más con tarjeta que con efectivo.
El «dolor» psicológico de dar a otro el dinero que tanto nos cuesta ganar queda camuflado, pasamos un plástico y tenemos lo que queremos.
Sin embargo, pagando en efectivo, de nuevo hacemos consciente lo inconsciente. Vemos y sentimos ese cambio de fondos, notando mucho más el gasto y autorregulando mejor.
Diversos estudios como este del MIT, demuestran que la tarjeta activa los circuitos neuronales de recompensa, se hacen más compras compulsivas, se gasta más y se paga de más.
En ocasiones, hasta un 83%.
Espera 72 horas antes de comprar algo y no lo mires
La venta es cuestión de emoción, crea la adecuada y te comprarán cualquier cosa (ideologías incluidas).
Por eso, otro consejo de ahorro que funciona es que, cuando deseemos comprar algo no habitual, porque lo «necesitamos», lo miramos constantemente en Internet y creamos justificaciones de todo tipo para adquirirlo, no digo que no se compre, pero sí que esperemos un mínimo de 72 horas y dejemos de informarnos en ese tiempo.
El producto seguirá ahí en 3 días, pero, probablemente, el deseo ya no tanto. Se habrá reducido o quizá ni nos acordemos de aquello que «necesitábamos» con tanta ansia.
Esto de la emoción y el estado del cliente lo he enseñado durante mucho tiempo a empresas y ahora enseño aquí el antídoto.
Podría escribir un libro, pero esto se alarga demasiado. Al final, con el ahorro siempre hay margen de mejora. Pero no quitando lo que realmente no suma, aún mantiene nuestra salud mental y nos relaja un poco, sino con una gestión sólida de finanzas personales y conociendo esos sesgos cognitivos que hacen que gastemos de más.