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El crecimiento del PIB supera las expectativas, pero su composición arroja dudas

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CNTR | IVT 2023


El PIB del cuarto trimestre sorprendió con un ascenso del 0,6%, según cifras preliminares, lo que, unido a las revisiones de los resultados de los trimestres anteriores (algunos al alza y otros a la baja), deja el crecimiento del conjunto de 2023 en un 2,5%.

Dicho crecimiento trimestral procedió fundamentalmente de la acumulación de inventarios, que aportaron cuatro décimas de crecimiento, y del consumo de las AA.PP. El crecimiento del consumo privado fue moderado, un 0,3% y la formación bruta de capital fijo —la variable más débil de la etapa post pandemia— registró una nueva caída. La aportación del sector exterior fue también modesta, 0,2 puntos porcentuales.

Por el lado de la oferta destacó
positivamente el crecimiento de la actividad industrial, pero la mayor
aportación al crecimiento procedió del sector de Administración Pública,
sanidad y educación. El resto de servicios tomados en su conjunto sufrieron una
caída de su VAB en el cuarto trimestre.

 En cuanto a los resultados del conjunto de 2023, el componente de la demanda que más creció fue el consumo de las AA. PP., un 3,8%, una tasa superior, incluso, a la registrada en 2020. El consumo privado avanzó un 1,8%, la inversión en construcción un 2,2%, y la inversión en bienes de equipo sufrió una caída del 1,6%. El sector exterior aportó 0,8 pp a la tasa de crecimiento, procedente de las exportaciones netas de servicios, tanto turísticos como no turísticos.

Por el lado de la oferta, las cifras anuales reflejan también el elevado peso de las AA. PP. en el crecimiento —su VAB creció un 3,1%—. El resto de servicios, sin embargo, fueron los que más aportaron, con un ascenso del 3,2%. Es muy destacable la positiva evolución de la actividad manufacturera, que creció un 3,3%, mientras que la construcción avanzó un 1,9%.

En cuanto al empleo, en 2023 se
incrementó más el número de ocupados que el de horas trabajadas, de modo que la
productividad por ocupado se redujo un 0,7%, mientras que la productividad por
hora trabajada aumentó un 0,6%. Con respecto a los niveles de 2019, la
productividad por ocupado fue un 1,3% inferior, y la productividad por hora
trabajada fue un 1,4% superior.

El crecimiento del PIB español contrasta con los resultados de la eurozona, donde el PIB registró un crecimiento nulo en el cuarto trimestre, y un 0,5% en el conjunto del ejercicio. Si comparamos el PIB de 2023 con el de 2019, la eurozona se halla un 3,2% por encima —aunque, si excluimos Irlanda, el incremento es del 2,4%—, frente a un 2,5% en el caso del PIB español. No obstante, la composición de dicho crecimiento es muy diferente: en España, en comparación con la eurozona, ha tenido un elevado protagonismo en dicho crecimiento el consumo de las AA. PP., que se encuentra un 11% por encima del nivel prepandemia, junto al sector exterior, mientras que el consumo privado está aproximadamente al mismo nivel que en 2019, y, la inversión, por debajo, al contrario de la zona euro, donde ambas variables superan los valores previos.

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Desaceleración del PIB en el tercer trimestre más suave de lo esperado

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CNTR 3T 2023


El PIB creció un 0,3% en el tercer trimestre de 2023, según el avance provisional publicado por el INE, lo que supone una suave desaceleración con respecto al crecimiento del 0,4% registrado el trimestre anterior (revisado una décima a la baja).

El crecimiento procedió fundamentalmente del consumo
privado, que ascendió un 1,4%. Este resultado no es sorprendente, puesto que el
crecimiento de los salarios por encima de la inflación en lo que llevamos de
año (un 5,2% frente a un 3,6% respectivamente), unido al sostenimiento del
empleo, y al elevado nivel alcanzado por la tasa de ahorro en la primera mitad
del año, ponen de manifiesto la existencia de cierto margen para el crecimiento
del gasto privado.

La inversión en construcción sufrió un retroceso, mientras
que la destinada a bienes de equipo registró un moderado crecimiento, dentro de
una débil tendencia que no ha permitido a esta variable recuperar aún el nivel
prepandemia, pese al impulso de los fondos europeos.

La aportación del sector exterior al crecimiento trimestral
fue negativa. Las exportaciones registraron una caída, tanto las de bienes como
las de servicios, como resultado de la negativa coyuntura exterior. Dentro de
estas últimas destaca la intensa caída de las exportaciones de servicios
turísticos, un resultado peor de lo que se podía esperar en función de la
evolución de las pernoctaciones de extranjeros y de la llegada de turistas. En
cualquier caso, ya no cabe esperar aportaciones significativas al crecimiento
por parte de este componente de la demanda, puesto que ya se ha normalizado
completamente tras la pandemia.

El empleo en número de personas creció un 1,3%, aunque solo
un 0,1% en términos de número de horas trabajadas. En el acumulado del año, las
personas ocupadas han crecido un 3%, frente a un 1,6% las horas trabajadas,
manteniendo la tendencia observada durante todo el periodo de recuperación post
pandemia (gráfico 1).

La industria manufacturera mantiene una tendencia suavemente
ascendente, reflejando un menor impacto de la situación internacional que en
otras economías europeas. También crecen casi todas las ramas de servicios.

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nuevos-anticuerpos-ante-el-ajuste-del-bce

Nuevos anticuerpos ante el ajuste del BCE

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La respuesta de la economía española a la subida de tipos de interés no deja de sorprender. Casi todos los anteriores ciclos de endurecimiento monetario —motivados, como ahora, por la necesidad de luchar contra la inflación— habían generado una recesión. En este caso, sin embargo, la economía resiste mejor de lo previsto, a tenor del dato de crecimiento del segundo trimestre, un notable 0,4%, prácticamente lo mismo que en los tres trimestres anteriores. Durante el mismo periodo, el coste del dinero se ha encarecido vertiginosamente y el euríbor cotiza ya por encima del 4%.  

Las explicaciones más inmediatas —abaratamiento de la energía, recuperación del turismo, fondos Next Generation—se quedan cortas, porque no bastan para entender la aparente inmunidad de las variables más sensibles a la subida de tipos de interés: la inversión se incrementó nada menos que un 4,6% en el segundo trimestre.

La aceleración del ritmo de ejecución de los fondos europeos es un factor. Otro, crucial en un contexto de subida de tipos, el desendeudamiento de las empresas y de los hogares. Tras el shock de la pandemia, las empresas reanudaron el proceso de reducción de pasivos, de modo que su deuda se sitúa ya por debajo del nivel prepandemia y es casi la mitad que en el anterior ciclo de subida de tipos de interés, que coincidió con la crisis financiera. Asimismo, las familias han aligerado sus balances, aprovechando la subida del euríbor para amortizar préstamos hipotecarios. Su situación financiera es, por tanto, significativamente más holgada que en el momento del estallido de la crisis financiera. El nivel de deuda privada es también menor que en otros países de nuestro entorno, especialmente Países Bajos, Finlandia y Suecia, algo que también contribuye a explicar el buen tono de la economía española en el seno de la OCDE.   


Bien es cierto que el elevado peso de los préstamos hipotecarios a tipo variable es un factor de vulnerabilidad. El foco de atención debe estar en las personas con menores niveles de renta, y es importante que las medidas dirigidas a este colectivo se refuercen, tratándose de una cuestión social acuciante. Pero a nivel macroeconómico, el desendeudamiento parece estar amortiguando el impacto financiero de la subida de los tipos de interés.  

El comportamiento del mercado laboral es otro factor diferencial en relación con épocas anteriores. La moderación del IPC, junto con los acuerdos salariales y la incesante creación de empleo, han aportado un impulso al poder adquisitivo, contribuyendo a contener el impacto de la restricción monetaria en la renta de los hogares. El consumo privado rebotó en el segundo trimestre, quebrando la senda negativa de los dos trimestres anteriores.  

Pero no echemos las
campanas al vuelo, porque las señales de desaceleración se han multiplicado.
Nuestra economía, muy dependiente del exterior, no puede desacoplarse del parón
de la eurozona, especialmente de Alemania. Las exportaciones, protagonistas de
nuestra recuperación pos pandemia, dan síntomas de debilitamiento. El sector
industrial se resiente, y las expectativas para los próximos meses no son
halagüeñas (el indicador PMI de gestores de compra de las manufacturas se sitúa
en terreno contractivo). 

Por otra parte, la subida de tipos de interés no se ha trasladado todavía por completo a la economía. La encuesta de préstamos bancarios apunta a una fuerte reducción de la demanda de crédito. Además, el BCE podría dar una nueva vuelta de tuerca en septiembre, apoyándose en la resiliencia de los precios, y sobre todo Lagarde advierte que mantendrá los tipos durante un periodo más prolongado de lo vaticinado.   

Con todo, la economía
española ha dejado atrás algunas de sus rémoras históricas como la querencia
por la deuda privada y la volatilidad del mercado laboral, lo que está permitiendo
encarar el ciclo monetario en mejor posición desde el punto de vista
macroeconómico. Queda por apuntalar estos resultados con reformas e inversiones
que nos permitan abordar los grandes desafíos económicos, presupuestarios y
sociales de nuestros tiempos.        

PIB | En el segundo trimestre el PIB avanzó un 0,4%, un ritmo similar al de los tres trimestres anteriores, pero con un cambio notable en su composición: ahora es la demanda interna la que lidera la actividad, mientras que la aportación del sector exterior es negativa, como consecuencia del enfriamiento de los mercados internacionales. Desde el lado de la oferta, los servicios y la construcción lideran el crecimiento de la actividad, mientras que la industria manufacturera se contrae y la agricultura cae un 8,4%, el segundo mayor descenso de la serie histórica, en un contexto de sequía.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El PIB creció un 0,4% en el segundo trimestre

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CNTR | IIT 2023


El PIB creció un 0,4% en el segundo trimestre de 2023 según el avance provisional de la contabilidad nacional trimestral, resultado que se sitúa en línea con lo previsto. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento de los dos trimestres anteriores han sido revisadas a la baja en una décima porcentual. Así, el nivel del PIB se situó en el segundo trimestre un 0,4% por encima del nivel del cuarto trimestre de 2019.

El ascenso del segundo trimestre se apoyó, fundamentalmente,
en la recuperación del consumo privado, que se encuentra en disposición de
volver a crecer tras el ajuste de los dos trimestres anteriores, y en la
inversión en construcción. En menor medida, también contribuyeron al
crecimiento el consumo público y la inversión en bienes de equipo. No obstante,
cabe señalar que todas estas variables, salvo el consumo público, se encuentran
aún por debajo de los niveles prepandemia (gráfico 1).

La aportación del sector exterior –de donde procedió el
crecimiento en los dos trimestres anteriores– fue, sin embargo, negativa. Las
exportaciones de bienes sufrieron una caída del 5,9%, situándose por debajo del
nivel prepandemia, en un contexto de debilitamiento de la economía europea.
También retrocedieron las exportaciones de servicios no turísticos, tras 11
trimestres consecutivos de intenso avance. Las exportaciones de servicios
turísticos, cuya capacidad de crecimiento se encuentra muy agotada tras
alcanzar y superar los niveles prepandemia, registraron tan solo un ligero
ascenso (gráfico 2).

Desde la perspectiva de la oferta, la industria sufrió una
caída en su VAB mientras que la construcción y los servicios crecieron,
resultado que también se encuentra en línea con lo esperado. Destaca el
hundimiento de la actividad en el sector primario, con una caída del 8,4%, la
segunda mayor de la serie histórica.

En cuanto al empleo, el número de personas ocupadas, medidas
en términos de la contabilidad nacional, registró una variación nula, aunque el
número de horas trabajadas creció un 1,3%, recuperando así el nivel
prepandemia.

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Los entresijos del momento expansivo

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La economía está dando buenas sensaciones, impulsada por el sector exterior, pero la continuidad de estos resultados depende en buena medida del diagnóstico de la coyuntura europea por parte del BCE en un contexto de inflación todavía elevada.

El sorprendente tirón de la actividad, con una sana expansión del PIB español del 0,5% en el primer trimestre, se explica casi totalmente por el auge del turismo y de las exportaciones de servicios no turísticos. En ambos casos, el volumen de ventas en el exterior se sitúa más de un 30% por encima del nivel prepandemia, en términos desestacionalizados y descontando la inflación. El superávit exterior, que se había reducido (pero sin desaparecer) durante la pandemia y posteriormente como consecuencia de la crisis energética, se dispara: en los dos primeros meses del año el saldo por cuenta corriente alcanzó el 70% de todo el excedente acumulado en 2022.


Todo apunta a que los consumidores europeos están incrementando su gasto en viajes y servicios, en detrimento del consumo de bienes, el más afectado por la escalada de los precios. Son los países más dependientes del turismo los que lideran la clasificación europea, como Italia ( 0,5% en el primer trimestre, lo mismo que España) y, sobre todo, Portugal ( 1,6%), mientras que se atascan las potencias industriales como Alemania (0%) y Austria (-0,3%).

Los factores internos de crecimiento, sin embargo, muestran señales claras de debilidad, incluso en los países que más crecen como España: el consumo privado se desploma por segundo trimestre consecutivo en consonancia con la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, una contracción que ahora se extiende al consumo de las administraciones. La inversión toma aire, pero sin recuperar el terreno perdido en la segunda parte del año pasado. Además, la subida de tipos de interés se ha trasladado parcialmente a los costes financieros que soportan los hogares endeudados y las empresas, de modo que las perspectivas de demanda son todavía muy inciertas. Especialmente teniendo en cuenta las advertencias de algunos de los miembros más influyentes del BCE acerca de la persistencia de la inflación.

Si bien el IPC general se modera en España y las informaciones disponibles para los socios europeos apuntan en la misma dirección, las tensiones subyacentes se mantienen. Además, los partidarios del endurecimiento monetario consideran que el fuerte incremento de los márgenes empresariales obedece a un exceso global de demanda, y que el mercado laboral centroeuropeo se acerca al pleno empleo, algo que acabará por tensionar los salarios, perpetuando la inflación. Los mercados descuentan ya una subida de los tipos de interés la semana que viene, mientras que el euríbor roza el 4%.

Más allá de lo que se decida la semana que viene, cabe esperar que se consideren otros argumentos, como la fuerte contracción del colchón de ahorro de las familias: este no podrá seguir sosteniendo la demanda por mucho más tiempo. Por otra parte, el acceso al crédito —indicador avanzado de actividad— se ha restringido y su coste se ha encarecido como consecuencia de la subida de tipos de interés. Todo ello acabará por lastrar la inversión y el consumo. Finalmente, el reciente episodio de inestabilidad financiera es revelador de vulnerabilidades que se intensifican con cada incremento adicional de tipos de interés.

Afortunadamente, la economía española no es la más expuesta a la restricción monetaria, gracias a la resiliencia del sector exterior y la pujanza del mercado laboral. Es evidente que una contención de los desequilibrios presupuestarios ayudaría a apuntalar esta posición: no olvidemos que España, junto con Bélgica, Francia e Italia, es uno de los países europeos que no cumplen los objetivos de déficit ni de deuda. La reducción del déficit está en nuestras manos, en vísperas de la reactivación de las reglas fiscales europeas. Pero también se espera un ejercicio de realismo del BCE.

EMPLEO | El mercado laboral mantiene su dinamismo, a tenor de los datos de la EPA y de las cuentas nacionales. También se confirma la tendencia observada en la etapa pospandemia, de crecimiento intenso del número de ocupados, pero más modesto en cuanto a número de horas trabajadas, algo que redunda en un descenso del número de horas trabajadas por persona en términos medios. En el primer trimestre, la ocupación creció un 1,3% y supera el nivel prepandemia, mientras que el número de horas trabajadas lo hizo un 0,4% y se sitúa todavía por debajo de dicho nivel.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El turismo impulsa el PIB en el primer trimestre

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CNTR | IT 2023


El PIB creció en el primer trimestre de 2023 algo más de lo esperado, un 0,5%, quedando un 0,2% por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019. Cabe destacar que las cifras de crecimiento de los trimestres 3º y 4º de 2022 han sido revisadas al alza, desde un 0,2% inicial en ambos periodos a un 0,4%, lo que tiene implicaciones importantes en cuanto a que supone la introducción de un efecto de arrastre sobre la tasa de crecimiento anual de 2023 que, unido al resultado mejor de lo esperado en el primer trimestre, obligaría a revisar su previsión al alza en caso de mantener inalteradas las perspectivas para los próximos trimestres. Pese a dicha revisión al alza de los trimestres 3º y 4º de 2022, la tasa de crecimiento anual del PIB en 2022 queda inalterada en el 5,5% –la cifra del primer trimestre de 2022 fue revisada a la baja–.

El crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2023 ha
procedido básicamente del turismo exterior, y solo en muy pequeña medida de la
inversión. El consumo privado registró una acusada caída por segundo trimestre
consecutivo. También el consumo público sufrió una contracción. Las
exportaciones de bienes sufrieron un descenso, frente a un ascenso de las
importaciones, de modo que su aportación conjunta al crecimiento también fue
negativa. Fue, en definitiva, el turismo exterior el principal motor de
crecimiento en dicho trimestre. Destaca que el gasto real de los turistas se ha
elevado hasta un nivel un 23% superior a los máximos históricos alcanzados en
2019. También es digno de mención el nuevo ascenso registrado por las
exportaciones de servicios no turísticos, que se sitúan ya un 30% por encima de
las cifras de 2019.

En cualquier caso, no olvidemos que estas cifras son
provisionales y pueden sufrir modificaciones en las revisiones posteriores.

En cuanto al empleo, se mantiene la tónica observada durante
toda la etapa pospandemia, de crecimiento intenso del número de ocupados, pero
más modesto en cuanto a número de horas trabajadas. Así, el número de personas
ocupadas creció un 1,3%, mientras que el número de horas trabajadas avanzó un
0,4%. Es decir, de nuevo se produce un descenso en el número de horas
trabajadas por persona. Si el número de ocupados alcanzó la cifra prepandemia
en torno al final de 2021, el número de horas trabajadas aún no lo ha hecho. La
productividad por hora trabajada, en cambio, sí se sitúa ligeramente por encima
de las cifras de 2019.

Por el lado de la oferta, destaca la evolución favorable de
las manufacturas, de la construcción y de los servicios de hostelería, junto al
sector agrícola, que registra una intensa recuperación.

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La revisión de las cifras de PIB del IV trimestre no arroja cambios

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CNTR | IV Trimestre 2022


La segunda estimación de las cifras de contabilidad nacional del cuarto trimestre de 2022 no ha modificado los resultados del avance provisional. Se mantienen los mismos resultados tanto para el crecimiento del PIB como para sus componentes (por el lado de la oferta, de la demanda y de las rentas) y para las cifras de empleo. Las cifras de los trimestres anteriores han sido solo ligeramente modificadas, de modo que se mantiene el diagnóstico general con respecto a la evolución de la economía en 2022.

Los resultados apuntan, por tanto, a un importante debilitamiento
de la demanda nacional en el último trimestre del año, con caídas en el consumo
privado y en todos los componentes de la formación bruta de capital fijo. El
consumo público fue el único componente que creció. Las importaciones también
cayeron arrastradas por dicha debilidad de la demanda. Su descenso fue menos
intenso que el de las exportaciones, dando lugar a una aportación positiva del
sector exterior al crecimiento. Esta aportación, unida a la realizada por la
acumulación de inventarios, es lo que explica el crecimiento del PIB del 0,2%
observado en el periodo.

Con respecto al conjunto del año, el PIB creció un 5,5% como
resultado de la recuperación del consumo privado (en los trimestres centrales
del año) y de la normalización del turismo. La inversión también realizó una
aportación positiva, aunque de menor magnitud. Cabe señalar que dicho 5,5%
procede en gran medida de un efecto arrastre de gran magnitud resultante del
fuerte crecimiento experimentado en los trimestres tercero y cuarto del año
anterior. Se puede estimar que 3,6 puntos porcentuales proceden de dicho
efecto, y solo 1,9 puntos son el resultado de la dinámica de crecimiento
registrada durante 2022. De hecho, solo en el segundo trimestre el PIB
experimentó un crecimiento sustancial (gráfico 1).

Con respecto al empleo, lo más destacable es el hecho de
que, aunque el número de ocupados supera el previo a la pandemia, el número de
horas trabajadas aún se encuentra por debajo, lo que implica un descenso en el
número de horas trabajadas por ocupado.

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El consumidor español es diferente

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Tras las últimas revisiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), fuertemente al alza, el PIB español habrá crecido un 5,5% en 2022, lo mismo que el año anterior y más de lo anticipado habida cuenta del shock inflacionario y de las incertidumbres generadas por la guerra en Ucrania. Con estos ajustes, la economía española se queda a un tris de recuperar el nivel de actividad prepandemia.

La divina sorpresa procede en buena medida del comportamiento de los hogares, que han incrementado su gasto en consumo un 4,3% cuando su renta disponible se reducía casi un 5% en términos reales como consecuencia de la inflación. La divergencia ha sido posible gracias a la utilización a efectos de gasto en consumo de los excedentes acumulados en años anteriores, de modo que la tasa de ahorro ronda el 3,6%, cercano al mínimo de la serie histórica (en función de la información disponible hasta el tercer trimestre). Este fenómeno atípico se ha repetido en otros países de nuestro entorno, pero en ningún caso de manera tan pronunciada como en el nuestro. Las familias alemanas y francesas, por ejemplo, se han mostrado mucho más cautas, en un contexto que sin duda perciben como muy incierto y que les incita a mantener un abultado colchón de liquidez.


El revés de la medalla es que el margen de crecimiento basado en el ahorro acumulado se ha agotado, al menos en nuestro país, algo que ya se refleja en el fuerte retroceso del gasto en consumo en el cierre del año (un contundente -1,7% en el cuarto trimestre, según el dato adelantado del INE). Bien es cierto que la inflación se modera, que el mercado laboral aguanta y que los convenios colectivos van incorporando compensaciones parciales por la pérdida de poder adquisitivo soportada en el último ejercicio. Pero todo hace presagiar que los consumidores se enfrentan a una realidad menos amable: tendrán que ajustar su nivel de gasto estrictamente en función de la evolución de los ingresos reales y del coste de las hipotecas, para aquellos hogares que se han endeudado.

Veremos si sus homólogos de los países vecinos se muestran menos pesimistas y, por tanto, aportan más demanda externa a las empresas españolas. El estímulo externo sin duda se notará, especialmente en concepto de turismo internacional a tenor de las previsiones del sector para la temporada de verano. Otro factor que podría compensar la previsible resaca del consumo es la inversión, al calor de los fondos europeos. Los datos más recientes apuntan sin embargo a un debilitamiento en el cierre del año (-3,8% en el cuarto trimestre), tras un primer semestre boyante (con un rebote, revisado al alza, de nada menos que el 6,5%). Además, la inversión es el componente más sensible al endurecimiento en marcha de la política monetaria.

Queda la demanda pública, es decir, la política presupuestaria, pero ésta se verá constreñida por los objetivos de contención de los desequilibrios y por el encarecimiento de las cargas financieras como consecuencia de la subida de tipos de interés. Todo ello en vísperas de la reactivación de las reglas de vigilancia fiscal europea.

Si bien los resultados pueden sufrir modificaciones importantes en posteriores estimaciones del INE, el balance del conjunto del año es de un fuerte crecimiento que obedece en parte a factores que se mantendrán, como la competitividad de la economía española o el tirón de los fondos europeos. El rebote del consumo, sin embargo, no es sostenible. Y a ello se añade el impacto del encarecimiento del dinero, con un Banco Central Europeo (BCE) que no manifiesta ninguna intención de querer dar tregua a su giro restrictivo. En conjunto, la demanda interna está abocada a la atonía. La incógnita proviene de la demanda externa y de un eventual cambio de actitud frente al riesgo por parte de las familias y de las empresas europeas.

PIB | En el cierre del año pasado, el producto interior bruto (PIB) de España se situó un 0,9% por debajo del nivel registrado en el último trimestre de 2019, antes de la pandemia. La industria es, después de la construcción, el sector que más lejos se encuentra de la plena recuperación. Los servicios, sin embargo, ya superan ese umbral. Por otra parte, sin descontar la inflación, las remuneraciones salariales se sitúan un 8,7% por encima del nivel anterior a la crisis sanitaria, mientras que en el caso de los excedentes empresariales el incremento con respecto a la situación previa a la covid alcanza el 16%.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La “no recesión”

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Tras meses esperándola con temor, ahora parece que en los próximos meses no va a llegar la recesión —ni siquiera la técnica— a la eurozona y también parece descartarse para Estados Unidos. Factores como la fortaleza del mercado de trabajo, el remanente existente aún del ahorro proveniente de los años de pandemia e incluso la reentrée de China a la escena económica mundial, tras el abandono radical de su controvertida política de covid cero, están sirviendo de contrapeso a las fuerzas —guerra de Ucrania e inflación, entre otras— que llevan debilitando el pulso económico desde hace más de un año. El consumo, a pesar de la subida de tipos y menor liquidez, ha resistido bien hasta ahora. Esto justifica buena parte de que no hayamos entrado en terreno negativo en el crecimiento económico.

Hasta la Real Academia de la Lengua en su definición de recesión es optimista: “depresión de las actividades económicas en general que tiende a ser pasajera”. Y tan breve en este caso. Parece que podemos evitarla en los próximos meses. Más allá de unos trimestres, muchos interrogantes permanecen. No tiene sentido ser excesivamente optimista sobre las perspectivas de la economía. Las previsiones son crecimientos bajos del PIB este año y en 2024 —eso sí, con cierta disminución del paro—, aunque se vaya logrando bajar la inflación. Nada de alegrías. Y, además, con una espada de Damocles que aún no ha terminado de sentirse: la estrategia restrictiva de los bancos centrales y el encarecimiento de la financiación tarde o temprano supondrán un lastre mayor para la economía, sobre todo si la inflación volviera a dar un disgusto.

Conocidos los mensajes de la Fed estadounidense y del Banco Central Europeo de acometer “todo lo necesario” (otro “whatever it takes”) hasta lograr una senda reconocible hacia su objetivo de inflación (2%), no se pueden descartar más subidas de las esperadas de tipos, que enfriarían aún más la economía y podrían volver a traer el fantasma de la recesión en unos trimestres. Confiemos en que ese redoble de incrementos de precio del dinero no ocurra, pero a día de hoy es todavía perfectamente posible viendo la volatilidad de algunos componentes de la inflación.

Todo alrededor del debate sobre la actual “no recesión” tiene como telón de fondo la medición del Producto Interior Bruto (PIB). Cuando se esperaba crecimiento negativo de la economía, sorprendía ver la resistencia del mercado de trabajo, más allá de los efectos de medidas como los ERTE —aplicadas en varias latitudes— o, en el caso español, dejando aparte las polémicas sobre la figura de los fijos discontinuos. La forma de calcular un agregado como el PIB puede requerir un cierto ajuste para quizás poder recoger mejor ciertas actividades de más difícil medición y creciente relevancia, como las intangibles y digitales. El estado de “no recesión” por ello está más alienado con el de valores actuales del resto de indicadores de la economía real, como los laborales. Evitar lo peor es algo positivo, pero quedan retos de calado para los próximos años. Tiene pinta que pasar de “no recesión” a un crecimiento sostenido nuevamente va a costar un mundo.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El desempleo es la clave del año

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Los datos de paro registrado al cierre de 2022, publicados este martes, pueden dar lugar a muchas interpretaciones. Unos 44.000 desempleados menos. Algunos remarcarán que son el peor diciembre desde 2012. Otros que continúa el buen tono del mercado laboral, a pesar de la incertidumbre reinante, la aún elevada inflación y la fuerte desaceleración económica. Hace meses que se pronosticaba una recesión. Por ahora no ha llegado y las principales voces de la estadística económica del país —el Banco de España, a la cabeza— la descartan para los próximos trimestres. Pues eso puede estar reflejando el mercado de trabajo, ni sí ni no, sino todo lo contrario. La economía no se ha derrumbado y algo de eso se recoge en la resistencia del empleo hasta ahora. No obstante, existe un velo que dificulta el análisis: la controvertida figura de los fijos discontinuos. Complican —y de qué manera— poder valorar con mayor exactitud la evolución “real” del empleo y ameritar —o no— los logros de la reforma laboral.

Polémicas aparte, desde la pandemia, el mercado de trabajo parece funcionar algo mejor que la economía por dos razones. La primera es también una cuestión metodológica: la medición del PIB puede necesitar de una urgente actualización, porque quizás no está recogiendo de manera óptima las actividades de la “nueva economía”, fundamentalmente las digitales y otras intangibles. Seguramente, se crece más de lo que indica el PIB. La segunda, más importante probablemente, es que siempre ha habido mucha polémica por las reformas del mercado de trabajo. Mi impresión es que, unos tirando de un lado y otros de otro, es cada vez un mercado que se adapta mejor al entorno y con contratos más simplificados. A la vez, está garantizando mínimos salariales más dignos. Más preocupantes son las disfuncionalidades por falta de oferta de trabajo en algunos sectores. En parte es producto de estos tres últimos años tan complejos en cuanto a oportunidades de trabajo, subvenciones e incentivo. En otra parte, responde a un modelo de productividad cambiante. En todo caso, uno de los grandes desafíos para las empresas y como país de los próximos años es poder contar con suficiente talento para esa transformación a la que se aspira. Los recursos humanos de calidad —el talento, sobre todo en el campo digital— escasean. Hay una fuerte pugna por ellos. Si no se logra tenerlos, se puede estrangular el crecimiento de la actividad económica con mayor potencial. La insuficiencia de ese capital humano puede convertirse en uno de los grandes problemas del futuro.

Por último, la evolución del paro es clave para este año electoral. Las expectativas de voto de unos y otros dependen más del cómo evolucione el mercado de trabajo en 2023 que de la inflación, sin quitar un ápice de hierro a esta última. Pueden jugar en sentido contrario, de hecho, aunque la vigencia de la curva de Phillips que relaciona paro e inflación sea debatible. Si el empleo sigue resistiendo, la economía —y la demanda— tendrá una fortaleza mayor, con lo que resultará más difícil doblegar el crecimiento de precios.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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