Petroleras como Repsol están liquidando activos a precio de saldo, y se los compran los que quieren ganar el último euro con el petróleo
La transición energética es un hecho desde hace ya algunos años. No sin el gran riesgo de pinchar la burbuja de carbono, la descarbonización de nuestras Socioeconomías fue el objetivo originario a conseguir antes de que fuese demasiado tarde (y opciones hay de que ya lo sea). La huida del oro negro es la única vía de escape para no pocos agentes socioeconómicos, siendo además el sector marítimo es su último y más encarnizado campo de batalla hoy por hoy.
Y entre estos últimos se cuentan incluso algunas grandes petroleras, que hace ya años que les analizamos que habían optado visionariamente por coger el toro por los cuernos y transformarse de arriba abajo, en medio de lo que denominamos en su momento como la guerra del petróleo que ya está aquí, y que sigue su inexorable curso conforme el tablero geoestratégico del petróleo va cambiando la posición de sus piezas.
Ahora bastantes de esas petroleras están ya vendiendo parte de sus activos petrolíferos precio de saldo, y entre ellas están gigantes petroleros internacionales como la española Repsol. Pero ahora bien, si ellos venden… ¿Quién está saliendo de compras por el mundo adquiriéndoles esos activos que ponen casi desesperadamente a la venta?
El grito de guerra típico de la huida de los mercados se oye en las mesas de operadores de activos petrolíferos: “Vende, vende, vende”
Recientemente se ha podido observar cómo a nivel internacional las grandes petroleras de países desarrollados han inaugurado una nueva tendencia de mercado en el sector. La tendencia no es otra más que el movimiento más significativo (y previsible) por parte de estas compañías en la era de la descarbonización: están vendiendo sus activos petrolíferos de forma muy importante. Así, como ya informaba la cadena económica CNBC hace unos meses, los planes del sector proyectan una desinversión masiva en estos activos petrolíferos (y gasísticos) por parte de grandes petroleras entre las que se cuentan ExxonMobil, Royal Dutch Shell, Chevron y BP, y que en conjunto alcanzaban los 100.000 millones de dólares.
Además, la tendencia no es precisamente casual ni mucho menos, como ya era de esperar en un mercado en el que nada ocurre por casualidad, y donde cada movimiento en el escenario está medido y calculado minuciosamente por los tramoyistas.
Porque el hecho es que no sólo resulta muy significativo el importe de la desinversión, sino que además lo es también el movimiento que se esconde tras ella. Y es que las compañías que han declarado este tipo de planes, lo han hecho además evidenciando un movimiento claramente defensivo. Los datos son que la retirada estratégica de los activos que están vendiendo viene acompañada simultáneamente de un refuerzo y mayor posicionamiento en sus activos “prime” que más les rinden, con un especial protagonismo en yacimientos y activos de fracking, pero en cuya ecuación económica no sólo computa el coste de extracción, sino también el sobre-endeudamiento de muchos de estos activos.
Y es que aquí no sólo está cambiando la legislación, sino que también está cambiando la propia demanda, y la conjunción de ambas está forzando a adaptarse a la producción, como no podía ser de otra forma. Y tampoco podemos limitarnos a decir que estemos pues asistiendo a una mera retirada en toda regla, sino además al posterior atrincheramiento en las líneas defensivas más seguras en la retaguardia. Aunque, obviamente, aquí también hay que contar con los precios ultra-bajos (y muy rentables) a los que son capaces de producir petro-estados como Arabia Saudita u otros, y éstos pueden batir fácilmente a esos precios de activos “prime” en los que se están acabando por atrincherar las grandes petroleras de países desarrollados.
El asunto es que aquí la cosa muy probablemente va más de alternativas que de precios (que también). No obstante, siendo este el panorama del sector en este preciso momento de mercado, no es todavía aquí donde debería pararse un análisis como el presente. Y por supuesto también hay que decir que, independientemente de estos movimientos, en este panorama hay estrategias y compañías de todo tipo, habiendo también las que siguen con la venda en los ojos como si nada fuese con ellas (y mientas sus cuentas de resultados se lo permitan), o las que creen a pies juntillas que el petróleo no va a ser para nada destronado.
Tras los datos históricos expuestos en diferentes artículos sobre el tema que les hemos enlazado, tras el escenario actual que les hemos dibujado con otros tantos datos más en la mano, aquí lo que falta es la proyección a futuro que va a marcar qué es lo que puede ocurrir de ahora en adelante. Y el tema es que, además de todo lo anterior (que no es poco), a juzgar tanto por la tendencia imparable de descarbonización, a juzgar por los planes de las propias compañías, y a juzgar por los movimientos políticos y socioeconómicos más recientes (y los anunciados), el hecho clave es que esto podría ser sólo el principio, y más movimientos y más intensos en este sentido están por llegar en los próximos trimestres.
En clave europea y nacional, más de lo mismo, y Repsol no se queda atrás en la retirada… ¿O deberíamos decir hablar ya de toda una transformación?
La punta de lanza en la que ahora mismo se miran en el mundo todas las petroleras es Europa. Es en Europa donde se está apostando por la descarbonización con mayor determinación, donde las metas son más ambiciosas, donde hay más voluntad política, y donde hay más concienciación climática entre la población en general. De hecho, como ya aportaba la CNBC en el artículo enlazado antes, el dato es que por ejemplo las grandes petroleras europeas sin ir más lejos se han comprometido a reducir el nivel de carbonización de los productos energéticos que venden en horquillas que suelen estar entre un 50% y un 60%, llegando a casos como el de ENI en el que la petrolera italiana pretende reducir sus emisiones absolutas en un 80% para 2050. Casi nada, por algo en Europa somos el espejo en el que se miran todas las petroleras mundiales, y como siempre unas lo harán para anticiparse, aprender, y/o tomar ejemplo, y otras lo harán con auténtico terror para tratar de dinamitar como sea la ola verde antes de que acabe por llegar a sus propias costas.
Y entrando ya en clave nacional, nuestra gran petrolera española, Repsol, también está totalmente alineada con la tendencia generalizada del mercado que les hemos descrito. De hecho, sin ir más lejos y como demostración, recientemente se publicó cómo esta petrolera de bandera está liquidando activos petrolíferos de calado. Así, Repsol ha procedido a vender hace tan sólo unas semanas activos Malasia y Vietnam, y no son precisamente activos del lejano oriente que no son relevantes: suponen nada más y nada menos que un 2% de la producción neta actual de Repsol en todo el mundo vendidas “de una sola atacada”.
Y de nuevo Repsol se alinea con el contexto internacional al declarar que hace esta desinversión para posteriormente utilizar los nuevos recursos financieros para poder centrarse en financiar otros proyectos que son estratégicos para la compañía, siendo principalmente nuevas iniciativas bajas en carbono. Desde luego que para las petroleras de países desarrollados esto está siendo un auténtico y Darwiniano “adaptarse o morir”, y que al menos algunas de ellas lo están intentando, aunque en la mayoría de los casos analistas como un servidor pensemos que llegan demasiado tarde. Pero al menos estos casos tienen la opción de transformarse, caso que no es precisamente el que está al alcance de todos los jugadores internacionales del sector del petróleo.
Habrá que ver con el paso de los años en qué resulta finalmente esta apuesta de liderazgo de la Unión Europea, porque si bien ya saben que un servidor piensa que han sido visionarios a la hora de anticiparse y saber ver el reto (y el desastre) que se cernía ante nosotros, tampoco se puede negar que ciertas políticas van a suponer una penalización económica y una merma de competitividad para las empresas europeas. La ecuación se resolverá dependiendo de si la transitoriedad de ese “restar” beneficio económico va a ser lo suficientemente corta para poder disfrutar del liderazgo en innovación a vender por todo el mundo, y en el consiguiente todavía mayor abaratamiento de las nuevas formas de energía.
Eso no lo sabemos ni los europeos más concienciados, ni los petrófilos más convencidos y menos pro-clima, ni los países más petro-dependientes. Es una ecuación cuya solución a día de hoy no sabe nadie, motivo por el cual nos estamos escrutando continuamente unos a otros para tratar de entrever el futuro, y lo que hace que la situación actual del mercado sea el de la vez de “abran juego”, con apuestas socioeconómicas de resultado incierto en absolutamente todos los casos. No obstante, lo que está claro es que el camino de seguir quemando petróleo como si nada es un camino a ninguna parte, al menos a ninguna donde el clima vaya a permitir que el ser humano pueda vivir dignamente sin padecer un convulso proceso de impacto socioeconómico colosal de consecuencias impredecibles en toda su magnitud.
Bueno, todo el mundo parece estar vendiendo, pero si venden es porque… ¿Quién está comprando esos activos petrolíferos?
En el mundo de los negocios, y muy especialmente en el de la inversión, algunos afirman muy cautelosos esa máxima de los mercados de que “el último duro que lo gane otro”. Y el hecho es que nunca falta un “otro” de ésos que esté dispuesto a venir para ganarlo. Así que, bien se trate de un solo duro, o bien de unos cuantos millones en escala petronométrica, lo que está claro es que aquí los que pueden y conocen el negocio están deshaciendo posiciones a marchas forzadas, mientras que otros se esfuerzan por acaparar el negocio que quede tras los activos que venden los primeros.
En principio, puede parecer una simple carrera de relevos, en la que los segundos corredores se pueden alzar con la medalla final en el podio, pero la cosa cambia (y mucho) cuando se valora que esos segundos que es el grupo de compradores está compuesto mayormente por aquellos países y empresas que no tienen otra opción más que la petrolera, porque sólo pueden vivir de esto como país productor, o como empresa radicada en un país productor, y sin mucha otra actividad alternativa de la envergadura de la petrolera.
Sin ir más lejos, en el caso expuesto de la venta de activos que ha hecho Repsol, el comprador ha sido precisamente Hibiscus Petroleum, la mayor petrolera malaya. Estará la ecuación que citaba antes por definir en su evolución temporal, pero lo cierto es que, si los activos petrolíferos empiezan a estar efectivamente “carcomidos”, la huida hacia adelante de estas petroleras pertenecientes a petro-estados sólo va a empeorar y mucho su situación, al concentrar casi todo el (gran) riesgo del carbono en unos mismos países y jugadores. ¿Por qué lo hacen entonces?
Porque parece que todo apunta a que aquí todos saben la que se les viene encima al sector petrolero con una altísima probabilidad, pero que lo que estamos viendo es que los que pueden se van reconvirtiendo, se fugan del oro negro poniendo los pies en polvorosa, y lo hacen además al grito de “pies para qué os quiero”. Por otro lado, los que no tienen alternativa redoblan su apuesta por aquello de que hay una mínima probabilidad de que el futuro descarbonizado tome forma en su pleno potencial. No se puede dejar de tener en cuenta que la descarbonización abrirá un colosal agujero de 7,2 billones de dólares en las cuentas de los países productores de petróleo.
Es pues ahí donde queda evidenciada cómo la huida hacia adelante sería el único recurso para estos países tan petro-dependientes, motivo por el cual podrían estar quemando sus últimos cartuchos para tratar de sostener el mercado de los activos de petróleo como pueden, tratando de evitar (o más bien sólo postergar) que el petro-tenderete se les venga abajo. Y es que en estas lides siempre los hay que acaban conduciendo a toda velocidad directos al callejón sin salida, con el radiocasette del coche a todo volumen con aquella melodía que decía que “de perdidos al rio”. Y esto ya no es sólo una guerra del petróleo realmente (que también), sino que lo que es la evidencia de que en el mercado petrolífero alguien ha dado ya la voz del “¡¡¡A los botes y sálvese quién pueda!!!”.