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Noticias (breves) desde la demografía: volvemos a 2019

La demografía se ha convertido en uno de los mayores desafíos de las sociedades modernas, no solo por las implicaciones para la organización social del envejecimiento de la población, sino porque refleja y condiciona las transformaciones en las formas de convivencia y los estilos de vida. Aunque los indicadores demográficos suelen cambiar lentamente, cada actualización anual resulta de interés para comprender la evolución de las dinámicas poblacionales. Estas actualizaciones rara vez muestran cambios abruptos, pero sí permiten confirmar tendencias previas o identificar interrupciones significativas en dinámicas previas. 

Hace apenas dos días, el Instituto Nacional de Estadística (INE) actualizó los datos del Movimiento Natural de la Población y los Indicadores demográficos básicos correspondientes a 2023. Destacamos algunos de los puntos más relevantes de esta nueva actualización, que, en general, parecen indicar una recuperación de las tendencias o cifras demográficas previas a la pandemia y a las medidas asociadas a esta. Podría afirmarse que 2023 representa, demográficamente, una vuelta a 2019.

Fecundidad

Confirmando la estimación provisional que apuntamos en nuestra última Nota de coyuntura social, el Indicador Coyuntural de Fecundidad (ICF) continuó su senda descendente en 2023, alcanzando el mínimo histórico para el caso español de 1,12 hijos por mujer. Este dato consolida a España como uno de los países con menor fecundidad de Europa, dado que, en 2022, con 1,16 hijos por mujer, ya ocupaba la segunda posición en fecundidad más baja de la Unión Europea.

La caída de la fecundidad entre 2022 y 2023 afecta tanto a las mujeres españolas como a las extranjeras. Entre las españolas, el ICF descendió de 1,12 a 1,09 hijos por mujer, una cifra que, en todo caso, sigue estando lejos de un caso extremo como el de Corea del Sur (0,72 hijos por mujer en 2023). Por su parte, la fecundidad de las extranjeras en España también registró una reducción, pasando de 1,35 a 1,28 hijos por mujer, marcando igualmente un mínimo histórico, muy por debajo del máximo de 1,86 alcanzado en 2002.


Curiosamente, y por primera vez en muchos años, en lugar de subir, cae la edad media a la que las mujeres tienen su primer hijo. Eso sí, la caída no supone ni siquiera una décima de año, desde los 31,57 a los 31,50 años. Aunque esta reducción es apenas perceptible en el caso de las españolas (de 28,53 a 28,47), no deja de llamar la atención que se haya interrumpido un ascenso que se viene dando desde 1980 y que solo se había interrumpido entre 2006 y 2008, años de recuperación de la fecundidad. 

También se interrumpe, si bien mínimamente, la tendencia ascendente de décadas en el porcentaje de nacidos de madre no casada, que pasa de 50,14% en 2022 a 49,96%. Este indicador sí había sufrido una interrupción algo mayor en 2020, el primer año de la pandemia y de las medidas de distanciamiento social, que afectaron en ese mismo año y los siguientes a no pocos indicadores demográficos de fecundidad y nupcialidad. De todos modos, la caída en el porcentaje de nacidos de madres no casadas se debe en exclusiva al comportamiento de las españolas (53,08 a 52,66%), pues subió entre las extranjeras (40,30 a 41,52%). 

Matrimonios y divorcios

La nupcialidad recupera su senda descendente de décadas, que se había revertido en 2021 y 2022, años en que acabaron por celebrarse los matrimonios que no tuvieron lugar en 2020. El indicador coyuntural de nupcialidad, una estimación del número de veces que se casarían los residentes en España teniendo en cuenta las tasas de nupcialidad por edades de ese año (de forma análoga a como se construye el Indicador Coyuntural de Fecundidad) cayó desde los 0,58 a los 0,55 matrimonios por habitante entre 2022 y 2023. Recordemos que la estimación para 1976 fue de 1,01 matrimonios por habitante. Al contrario de lo que sucede con la fecundidad, los indicadores de nupcialidad apuntan a una menor intensidad entre los españoles que entre los extranjeros, con cifras respectivas de 0,60 y 0,35 matrimonios por habitante en 2023. 

La edad media al primer matrimonio también recupera su senda, en este caso, ascendente por décadas, que había experimentado su propio “efecto 2020”. Ese año, la edad media al primer matrimonio se había incrementado súbitamente en más de un año, coincidiendo con una reducción drástica de los matrimonios. La posterior recuperación del número de nupcias redundó en una caída temporal de la edad media al primer matrimonio. En 2023 la edad media de los varones que se casaban por primera vez aumentó hasta los 36,9 años (36,7 en 2022) y hasta los 34,9 la de las mujeres (34,6 en 2022). 

Por último, prosigue su senda ascendente el peso de los matrimonios de personas del mismo sexo sobre el total, que es relativamente clara desde 2014, con algunas interrupciones recientes más o menos asociadas al año 2020. En 2014 los matrimonios entre varones fueron el 1,03% del total; son el 1,84% en 2023. En 2014 los matrimonios entre mujeres pesaban algo menos, un 0,98% del total, pero en 2023 ya suponen una mayor proporción que la de los matrimonios de varones: representan el 2,09% del total. Estos cambios se explican por un aumento en el número total de matrimonios entre personas del mismo sexo, mientras que las cifras de matrimonios entre personas de distinto sexo se han mantenido estables.

Pero no solo cae la nupcialidad, también lo hace la “divorcialidad”. El Indicador Coyuntural de Divorcialidad, (una estimación del número de divorcios por habitante análoga al ICF) se situó en 0,22 en 2023, cifra inferior a la de 2022 (0,24) y a la baja desde 2010 (0,30). Poniendo en relación los indicadores de divorcialidad y nupcialidad (dividiendo el primero por el segundo) se podría hipotetizar que, con cifras de 2023, acabaría en divorcio el 40% de los matrimonios, mientras que en 2010 parecería que iban a acabar de tal modo el 64%. 

La esperanza de vida

La esperanza de vida al nacer se estima para 2023 en los 83,77 años, las más alta registrada: 81,11 para los varones y 86,34 para las mujeres. Se han superado por fin las cifras de 2019, el anterior máximo histórico (83,53; 80,78; 86,19, respectivamente). Algo parecido cabe decir de la esperanza de vida de los mayores, que suele medirse a los 65 años, y que, con 21,68 años (19,65 para los varones y 23,49 para las mujeres) supera por primera vez la de 2019, el máximo anterior de 21,52 años. 

Las cifras de esperanza de vida de 2023 no solo reafirman la tendencia, paulatina, al alza interrumpida en 2020, sino la tendencia, también paulatina, pero sustantiva, a la reducción de la distancia entre varones y mujeres. En tiempos recientes, la diferencia máxima en la esperanza de vida al nacimiento fueron los 7,25 años favorables a las mujeres en 1992, lo que implicaba que su esperanza de vida superaba en un 9,8% la de los varones. Hoy, en 2023, la diferencia se ha reducido a los 5,23 años, de modo que la de las mujeres “solo” supera a la de los varones en un 6,4%. 

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La pandemia desploma los nuevos matrimonios, en descenso desde hace medio siglo

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En 2020 España registró el menor número de matrimonios de diferente sexo desde 1975: 87.481. El descenso respecto al año anterior (-46%) fue mayor que el registrado en Alemania (-10%), Países Bajos (-21%), Suecia (-22%) o Francia (-34%), pero no muy diferente del que se verificó en otros países del sur de Europa (Italia: -47%; Portugal: 43%). Con todo, la caída más abrupta se observó en Irlanda (-53%).

Antes de 2020, el año en el que en España se registraron menos matrimonios fue el 2013, cuando, todavía inmerso en la crisis económica que siguió al estallido de la burbuja inmobiliaria, el país alcanzó el máximo histórico de personas desempleadas (más de 6 millones). Por el contrario, 1975 fue el año de toda la serie disponible en el que se contrajeron más matrimonios: 271.347. Por tanto, en 2020 se celebraron poco más de la mitad de matrimonios que en 2013, y menos de un tercio que en 1975. Ciertamente, los nuevos matrimonios presentan una evolución muy dependiente del ciclo económico, cayendo en periodos recesivos y aumentando en periodos expansivos, pero, por encima de estas oscilaciones, destaca la solidez de la tendencia decreciente (Gráfico 1).


Dejando al margen 2020, un año extraordinario por las restricciones que la pandemia provocó en la vida social,  se observa que durante el quinquenio que transcurre entre el final de la crisis económico-financiera y el inicio de la pandemia (2015-2019), el número anual medio de matrimonios (166.000) se quedó muy por debajo de la media anual del quinquenio previo a la crisis (2003-2007): 208.000. Aun teniendo en cuenta que las cohortes de jóvenes en edades típicamente nupciales eran en 2003-2007 más voluminosas que en 2015-2020, cabría afirmar que la nupcialidad todavía no se había recuperado de la crisis económica cuando la pandemia le asestó otro duro golpe.

La caída de los matrimonios también se aprecia con toda claridad cuando se pone en relación con la población. La tasa bruta de nupcialidad (matrimonios por 1.000 habitantes) era en los años previos a la pandemia (3,5-3,7) aproximadamente la mitad de la registrada a mediados de los años setenta del siglo XX (7,2-7,3), cayendo en 2020 por debajo de 2 (1,91) (Gráfico 2).


Ese mismo indicador (tasa bruta de nupcialidad) permite observar el descenso generalizado de los matrimonios en Europa durante el último medio siglo (Gráfico 2), un descenso que ha sido menos intenso en Alemania, y más acusado, en Portugal, pero que se constata en todos los países. Desde principios de este siglo también ha descendido la proporción de primeros matrimonios (sobre el total de matrimonios contraídos). En España, por ejemplo, hasta el año 2000 los primeros matrimonios representaban entre el 95 y el 99% de todos los que se celebraban; a partir de entonces, el porcentaje fue reduciéndose hasta quedarse en el entorno del 80% en los últimos años. En otros países europeos con tradición católica, como Italia, Portugal e Irlanda, se observan descensos de similar intensidad en las primeras nupcias. En definitiva, en todos estos países, hoy día se casa mucha menos gente soltera, pero lo hace mucha más gente que ya estuvo casada.

La caída de la nupcialidad representa, por tanto, un fenómeno muy extendido en las sociedades occidentales que, en general, obedece a una reducción de los incentivos tanto institucionales como socioculturales al matrimonio. Por una parte, la condición de casado/a ya no es imprescindible para acceder a determinados servicios y prestaciones que tradicionalmente la requerían (como la pensión de viudedad, cuya importancia como recurso básico de supervivencia, además, ha disminuido en las sociedades con elevadas tasas de participación laboral de hombres y mujeres y en las que se ha impuesto el modelo de familia con dos perceptores de ingresos). El matrimonio tampoco es condición necesaria para asegurar a los hijos el ejercicio pleno de sus derechos (entre ellos, la pensión de orfandad). Por otra parte, las sociedades occidentales no estigmatizan (o lo hacen en mucha menor medida) a las personas (y, en particular, a las mujeres) que a lo largo de su vida tienen distintas parejas (incluso cuando comparten con ellas el hogar). Contar con diversas experiencias de pareja a lo largo de la propia biografía se percibe socialmente como una manifestación del ejercicio de la libertad individual y de la legítima búsqueda de la felicidad personal. 

Así pues, la pérdida de importancia del matrimonio en la sociedad española es evidente. Ha dejado de entenderse como un rito de paso crucial para la emancipación de la familia de origen y la formación de una propia. No obstante, esta afirmación se circunscribe a las parejas heterosexuales, ya que entre personas del mismo sexo el matrimonio sigue una tendencia ascendente (más ostensible entre las mujeres, cuyo número de matrimonios supera desde 2018 al de los hombres) (Gráfico 3). También las bodas entre personas del mismo sexo cayeron en 2020 (36% en el caso de las mujeres y 40% en el caso de los hombres), pero menos que las celebradas entre personas de diferente sexo (46%). No hay que olvidar, sin embargo, que los matrimonios homosexuales (de ambos sexos) representaron en 2020 algo menos del 4% de todos los que se registraron ese año. 


Available in english: Focus on Spanish Society.

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