Enfermar de cáncer en Estados Unidos deja heridos de muerte los ahorros de toda una vida
Uno de esos eternos debates de la esfera socioeconómica es el relacionado con la calidad de los servicios prestados al ciudadano, su eficiencia en costes, y, especialmente polémico, sobre si su gestión es mejor que sea pública o privada. Pero no vamos a entrar en ese clásico debate, más por estéril e ideológico que porque no sea importante para nuestra calidad de vida.
Lo cierto es que el sistema de sanidad privada por antonomasia, el estadounidense, presenta unas fallas abismales. Así, los ciudadanos de aquel país que tienen la mala suerte de contraer un cáncer, arrojan unas fatídicas estadísticas que muestran cómo muchos se quedan mayormente arruinados o con sus finanzas seriamente tocadas, tras haber afrontado la encarnizada lucha con esa mortífera enfermedad.
El cáncer produce metástasis en las finanzas familiares
Para interiorizar las líneas que proceden bajo el título anterior, hay que empezar por empatizar mínimamente con la situación extrema por la que pasan la gran mayoría de enfermos de cáncer y sus familiares. Efectivamente, la palabra maldita que nadie quiere ver salir de los labios de su médico es precisamente ésa: "cáncer". Una vez que es pronunciada, no hay vuelta atrás, no hay otra opción más que enfrentarse a ella, y aún así quedar sentenciado incluso a morir en muchos casos (a pesar de ofrecer resistencia). Y tampoco hay vuelta atrás en unas vidas en las que siempre marca vitalmente un introspectivo antes y (ojalá) un después.
Conforme esas fatídicas letras emanan de las cuerdas vocales del especialista médico, la vida del afectado y sus acompañantes van dando un radical vuelco inmediato, sobre el que luego siempre acaban reflexionando acerca de lo efímera que es la vida (tomen buena nota de cara a sus preocupaciones diarias más evitables). A los pacientes de cáncer les resulta especialmente chocante cómo se puede estar como un roble un día, y sin embargo casi al día siguiente ser un languideciente paciente con una experiencia que será muy vital, pero de la que realmente muchas veces ni siquiera sabe si va a acabar saliendo vivo.
Imaginen la situación por la que pasan estos pacientes, que la práctica totalidad de los afortunados y contados supervivientes cambian su forma de ser más intrínseca para el resto de sus días, y pasan a valorar más la familia, a dedicar más tiempo a los hijos y a sus allegados, a centrarse en las cosas realmente importantes de la vida, a no preocuparse antes de tiempo... son cosas de haber visto que la cuenta atrás había empezado, y haberle tocado a uno la lotería de que el reloj al llegar a cero no detonase su genética y mortífera carga metastásica. Así, el superviviente de cáncer suele tener casi siempre muchas ganas de recuperar un tiempo que nunca debería haber llegado a perder. Lamentablemente, muchas veces el ser humano es así: sólo valora lo verdaderamente importante en la vida cuando lo ha perdido (aunque sea sólo por unos meses en el mejor de los casos).
Pero, tras la puesta en escena hospitalaria, volvamos al tema socioeconómico de hoy. Con el preámbulo psicológico-vital anterior, la pregunta indicada es: teniendo en cuenta la alta y cierta probabilidad de ver morir a uno de tus seres más queridos agonizando de cáncer, ¿Quién no dedicaría todo lo que tiene y mucho más a salvar su vida como sea? Prefiero no preguntarles por la respuesta a nivel individual, pero me reconforta que las estadísticas arrojen una gran mayoría que, ante el trance de un cáncer, esa pregunta ni siquiera se la llegan a plantear: directamente no reparan en medios para salvar esa vida sin la que su vida no tiene el más mínimo sentido. Humanamente humano, por fortuna.
Pero tanto si el peor desenlace se materializa como si no, lo cierto es que, en determinados sistemas socioeconómicos como el estadounidense, luego vienen inevitablemente las cuentas pendientes. Efectivamente, esas estadísticas muestran cómo un 42% de los pacientes de cáncer de EEUU pierden en su lucha contra la temible enfermedad todos sus ahorros, acumulados para la jubilación tras toda una vida de esfuerzos económicos. Pero hay más: un 62% reporta haber contraído deudas para sufragar el tratamiento, un 55% debe más de 10.000 dólares, y un 3% está legalmente quebrado. Pero, ¿Qué alternativa tenían cuando los ahorros sin superviviente apenas sirven para nada más que pagar el entierro y lamentarse al pensar si, de haberlos utilizado, tal vez habrías podido salvar a uno de tus seres más queridos?
El tema es que, en EEUU, las pólizas de salud tienen una claúsula de un máximo de gasto sanitario aplicable al total de la vida del asegurado y que, en caso de ser sobrepasado, es cuando llegan los problemas de verdad, con una cobertura sanitaria que literalmente se seca abruptamente. Lamentablemente, esto ocurre ampliamente en la mayoría de los casos de cáncer, que suelen conllevar un tratamiento largo y costoso, y además en un país en donde la sanidad tiene unos costes desorbitados que alguien tiene que acabar pagando a título individual.
Una vez agotada la cobertura, es el propio paciente el que tiene que acabar sufragando el resto de su tratamiento, aunque sea tan sólo en una parte en el mejor de los casos. Y es que, aún así, hay partes y partes, y copagos y copagos, y lo que toca pagar en EEUU la mayoría de las veces, una vez agotada la cobertura de la aseguradora, arruina a cualquier familia de clase media. A la vista están esos demostrativos porcentajes reales de ciudadanos "sin blanca", endeudados, o arruinados que les citábamos antes.
A la ya de por sí insostenible ecuación socioeconómica, ahora añadan el hecho de que, hoy por hoy, en EEUU las cosas no van tan bien como parece a primera vista macroeconómica, al menos no para ese grueso de la población que es la clase media. De hecho, en aquel país, nada más y nada menos que un 40% de los estadounidenses adultos no tienen suficiente colchón económico para poder permitirse un gasto inesperado de tan sólo 400$, como puede ser una avería del coche, una reparación en casa, o... una factura médica (y esto lo dice la propia FED, para los más incrédulos).
Así pues vemos cómo, además, en la mayoría de los casos, contraer un cáncer allí no es sólo gastarse los ahorros de toda una vida (y quedar condenado a una cuasi-pobreza casi segura en la posterior e inevitable jubilación). En EEUU, caer enfermo de cáncer supone acabar gastándose incluso todo lo que uno no tiene, auto-sepultándose en deudas. Y eso en el mejor de los casos de que te las concedan para un modelo de negocio, la lucha contra el cáncer, de retorno y final más que incierto: lamentablemente, los números son siempre así de fríos y asépticos. Así ven cómo algunas afortunadas veces puede que haya salida para un cáncer, pero lo que casi nunca tiene salida son las finanzas de la familia estadounidense de clase media que lo padece.
El cáncer es una de las enfermedades del siglo XXI más diseminadas y extendidas por los organismos socioeconómicos
Indudablemente, el cáncer se erige como una de las principales causas de muerte en el presente en los países desarrollados, y las expectativas de cara al progreso del resto del mundo hacen que esta funesta estadística pueda hacerse extensiva en el futuro al resto del mundo, en el que esperemos que la esperanza de vida también vaya alargándose progresivamente. De la mano de estas previsiones, y según podrán leer en el enlace anterior, lo cierto es que la proyección es que en 2030 el número de casos anuales de cáncer diagnosticados en el mundo supere los 20 millones. Una cifra nada desdeñable, especialmente por lo acumulativo que supone que sume inexorablemente más y más casos con cada año sucesivo, y que además sólo promete con ir sensiblemente a más en las subsiguientes décadas, conforme los factores que confluyen en su mayor incidencia vayan progresivamente acentuándose y extendiéndose por más países del globo.
Pero, en los países desarrollados, el panorama cancerígeno es todavía particularmente más sombrío (ya a día de hoy). En un país avanzado como Reino Unido, en los 16 primeros años del siglo XXI el cáncer ya ha matado a nada menos que más de 2 millones de británicos. Desde 2011, en las islas británicas el cáncer ya es la primera causa de mortalidad, habiendo desbancado en ese año a las enfermedades cardiacas. Y como también podrán leer en el enlace anterior, el cáncer además está escalando posiciones en cuanto a tener la dudosa marca de ir matando personas a edades cada vez más tempranas, superando en juventud de los difuntos a los ataques al corazón y también a los de otras enfermedades coronarias.
Efectivamente, el cáncer parece ser la enfermedad del siglo XXI, y eso en principio es una buena noticia porque supone que se van superando enfermedades más primarias, que vienen desatadas por unas condiciones de vida deterioradas, pero igualmente supone un reto de mortalidad creciente a abordar de manera ineludible: no hay edad buena para una muerte que siempre es un evento traumático.
A pesar de las contundentes y mortíferas cifras anteriores, lo cierto es que, como en toda lucha que se libra de la mano de la ciencia, en la lucha con el cáncer se van cosechando prometedores avances. Con una ciencia que afortunadamente va alcanzando increíbles cotas de especialización y avance, estos logros vienen de diversos frentes, tantos como campos científicos hay aplicables al cáncer. Los científicos son plenamente conscientes de que el cáncer mata, y que supone un reto mayúculo para una humanidad a la que afectan nuevas enfermedades conforme se alarga su esperanza de vida, siendo el cáncer una de las de mayor incidencia con el progresivo avance octogenario.
Así pues, en esta vital guerra hay muchos frentes abiertos, tantos como complejo es el cuerpo humano y su biología. Esa complejidad que a veces es un desafiante reto, otras veces supone que tenemos más armas a nuestro alcance. La ciencia y sus avances es lo que realmente nos permite inclinar la balanza de la insuperable complejidad a los mayores medios disponibles. Sigamos invirtiendo en ciencia y, sobre todo, creyendo en ella como fuente de progreso real. Es la mejor alternativa socioeconómica, mal que le pese a esta guerra cibersocial polifacética y mutante, que precisamente basa uno de sus pilares en destruir la sólida confianza occidental en el progreso científico, que ni más ni menos es uno de los pilares más fundamentales que nos ha llevado hasta donde estamos hoy en día. La propaganda científica también esta ahí fuera haciendo de las suyas (aunque realmente no es nada demasiado nuevo, y la batalla contra el cáncer es uno de los campos que mayores y más letales réditos puede darle a los siempre destructivos fines propagandistas.
La propaganda cibersocial de la salud, acabará poniendo sus ojos sobre el cáncer
Y no crean que cae en el terreno de lo agorero alertar de que la propaganda puede situar como uno de sus nuevos objetivos la desinformación sobre el cáncer, pues ese cáncer ha entrado ya por la puerta grande del atrayente podio de las enfermedades con mayor impacto socioeconómico y tasa de mortalidad. Ya hemos visto los métodos y los resultados que la propaganda ha conseguido en el terreno de la salud, con el agrio ¿debate? de las tesis anti-vacunas en el epicentro de este nuevo y letal campo de batalla de la propaganda. Y los resultados propagandísticos ya han sido muy (pero que muy) tangibles, con un masivo brote de sarampión en EEUU sin precedentes desde hace bastantes décadas, y que vino auspiciado y potenciado por la propaganda anti-vacunas.
Así, volviendo al tema del cáncer y a la contribución de la ciencia a su encarnizada lucha, podemos ver cómo el terreno ganado a la letal y polifacética enfermedad viene enmarcado en diversos campos científicos. Éstos campos van desde el desarrollo de potentes fármacos cuya gran ventaja es su progresiva y mayor focalización en determinados tipos de cáncer, hasta una inmunoterapia que potencia que tu propio cuerpo sea capaz de erradicar las células cancerosas, pasando por los avances en genética. Y recuerden que esta última está intrínsecamente relacionada con el mismísimo origen del cáncer: mutaciones genéticas que hacen que las células cancerosas se reproduzcan sin control.
Y hasta se ha llegado a prometedoras y disruptoras terapias oncológicas en los campos de la nanotecnología, o de una cirujía robótica que puede llegar a ser mucho más precisa que la humana a la hora de extirpar prematuramente el mal de nuestro cuerpo. Va a ser que la ciencia es fuente de progreso verdadero, mal que les pese a los desinformadores cibersociales: ellos lo saben perfectamente, y por eso precisamente se ceban con ella, para doblegar a los países desarrollados. En la lacra cibersocial, internet es el medio de contagio, y los ciudadanos mismos somos las células cancerosas: también en el campo de la salud y, en breve, especialmente del cáncer.
Lo verdaderamente significativo es el acceso de la población a la sanidad como fuente de progreso socioeconómico
Pero más allá de la guerra cibersocial, la desinformación sobre la salud, la incidencia del cáncer, y el gran papel que la ciencia puede prestar en su cura, hay otras conclusiones importantes que se pueden sacar del tema de hoy. La principal noticia que les traíamos eran las estadísticas anteriores, que revelaban cómo se arruinan las finanzas familiares de una familia estadounidense de clase media afectada por el cáncer.
Y esto es un tema evidentemente con fuertes implicaciones macroeconómicas, puesto que las estadísticas actuales sentencian que, una de cada dos mujeres estadounidenses sufrirán algún tipo de arruinador cáncer a lo largo de su vida, y en el caso de los hombres será uno de cada tres. Si a ello sumamos que las finanzas familiares son unas para toda la familia, y que si no cae uno, lo más probable es que caiga el otro, tenemos ya la severa dimensión macroeconómica de un terrible problema microeconómico.
Estadísticas como ésas revelan que una cosa es el liderazgo económico, y otra muy distinta es el liderazgo socioeconómico. Efectivamente, EEUU puede que sea el líder económico mundial, pero ello no le evita que se vea sensiblemente relegado en otros importantes índices de progreso socioeconómico, como pueden ser la asistencia sanitaria o el impacto de una enfermedad masiva como el cáncer en la vida de los ciudadanos.
Como decían nuestros abuelos, "lo más importante es la salud", o como decía aquel: "cuando tienes salud, te parece que tienes hasta dinero". Y es que, efectivamente, si uno no tiene salud, ni todo el dinero del mundo puede servirle para mucho; es más, con la noticia de hoy queda claro que, si uno no tiene salud en otros países, lo que le pasa es que no acaba teniendo ni dinero. Es cierto que tener dinero puede ayudar mucho a la hora de tener acceso a medios sanitarios que curen una enfermedad como el cáncer, pero no es menos cierto que las estadísticas son las estadísticas, y la media de EEUU le posiciona claramente en una situación de "necesita mejorar" en el acceso a los tratamientos del omnipresente cáncer por parte de su clase media. El asunto es especialmente grave al valorar que la incidencia del cáncer se puede incrementar sensiblemente conforme envejece la población, puesto que esos ahorros de toda una vida tienen cada vez una mayor probabilidad de ser devorados por la enfermedad justo cuando más los necesitas: una vez jubilado.
Y no podemos pasar por alto una última e importante conclusión. Sin entrar en eternos y estériles debates ideológicos, aquí el problema de la sanidad en USA no pasa por la dicotomía entre lo público o lo privado, sino por que en aquel país su sitema sanitario tiene como mínimo un abismal error de diseño (léase: claúsulas abusivas o costes sanitarios desorbitados), lo que en otros países como España no ocurre. Y la Seguridad Social española no está en absouto exenta de sus grandes problemas, muchos de los cuales a veces tienen que ver más con una mala gestión, y también con los numerosos políticos "infiltrados" a dedo en la gestión diaria de los hospitales: en muchos hospitales llega a haber uno por planta, y sin ninguna formación médica ni sanitaria en gran parte de los casos. ¡Menudo nivelazo de decisiones hospitalarias y sanitarias que deben tomar!
Y por cierto, aunque la calidad asistencial media en España esté a años luz de casos como los afectados por cáncer en EEUU, hay que decir que nuestra sanidad pública ha llegado a sufrir también lo suyo, especialmente con la crisis detonada y acrecentada por la nefasta gestión política del crash inmobiliario español. Por que se hagan idea, el cierre de plantas en algunos hospitales de referencia forzó a la gestión hospitalaria a poner cama con cama a trasplantados con infecciosos, toda una aberración sanitaria cuando uno de los principales tratamientos para evitar el rechazo en los primeros es inmuno-deprimirles, con lo cual se quedan sin defensas ante cualquier agente patógeno como el que portaban los pacientes infecciosos de la cama de al lado.
Aun con todo ello, las cifras demuestran cómo países como España están en asistencia sanitaria mucho más avanzados que EEUU, y que aquí un (frecuente) problema cancerígeno no nos arruina de por vida. De hecho, a pesar de todo lo mejorable que pueda tener nuestra sanidad, el índice más significativo es que tengamos una de las esperanzas de vida más longevas del planeta, lo cual nos posiciona definitivamente en este sector socioeconómico como toda una potencia mundial. Y esto, inevitablemente, es un importante índice de progreso socioeconómico nacional (y más que lo va a ser): algo hacemos bien de vez en cuando por estos lares, mal que les pese a los que azuzan el descontento popular más visceral y la crítica sistemática a todo lo que demuestre que, en España, también hay cosas en las que somos líderes mundiales, y de las que podemos sentirnos orgullosos como país.
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