El que avisa no es traidor: Soros advirtió a Trump del desastre socioeconómico que sus políticas estarían a punto de traer
George Soros, un personaje controvertido donde los haya, sin embargo, no se puede negar que se caracteriza por un especial (y en alguna ocasión fehacientemente impasible) olfato para los negocios. El caso es que, seamos fan o detractor del inversor y autodenominado filántropo de origen húngaro, lo innegable es que su opinión es una opinión a tener al menos muy en cuenta en cuanto a lo que se trata de la siempre inescrutable tarea de vislumbrar el futuro panorama económico que viene.
Y como tal, nos hacemos eco de unas declaraciones que hizo hace tan sólo unas semanas sobre el negro panorama que entonces él veía que se cernía sobre la asimétrica economía de EEUU, y en especial por las que considera contraproducentes políticas económicas del siempre polémico y categórico presidente Trump. Lamentablemente, ahora la debacle económica ya patente que ha traído la crisis del Coronavirus ha eclipsado ya todo posible error de bulto en cualquier política económica fallida de cualquier mandatorio, proveyendo una suerte de aministía electoral que a algunos les viene “de perlas”. Pero a pesar del reciente giro de nuestras economías, las predicciones de Soros siguen siendo de plena actualidad.
Pero… ¿Quién es ése George Soros para decir esto y que le tengamos que dar algo de credibilidad?
George Soros es un “especulador” de origen húngaro de casi 90 años, que emigró en los años 50 del siglo XX a EEUU, y que actualmente reside en Nueva York. Y que conste que digo “especulador” en la acepción más clásica e inculpatoria del mercado que a veces busca tan sólo “cabezas de turco”. Como muestra del odio que despierta entre ciertos sectores ultraderechistas, Soros recibe muy habitualmente amenazas, e incluso ha llegado a recibir paquetes-bomba en su propio domicilio, demostrando que ser “cabeza de turco” en la era de la propaganda es una profesión de (muy) alto riesgo. El hecho es que el afamado inversor se ha ido reconvirtiendo con la edad en sus auto-calificaciones a filántropo, y como parte de ello se cuenta entre esos generosos donantes que hay en EEUU a favor de múltiples causas, y que para algunos sectores tan sólo pretenden purgar sus culpas, mientras que para otros demuestran su verdadera vocación más humanista, ejercida merced a los ceros de sus cuentas bancarias.
Sea como fuere, el hecho es que Soros es hoy en día uno de los hombres más ricos del mundo, estando en la celebérrima lista de Forbes, y con varias decenas de miles de millones de dólares en su patrimonio. Lo cierto es que el origen más oneroso de la fortuna de Soros proviene de un capítulo especialmente siniestro de la Historia económica, y más concretamente de la Historia europea. Corría el año 1992, y por entonces el Euro era todavía un mero proyecto de paridades entre las monedas nacionales europeas, que se habían ligado por un mecanismo cambiario que fuese haciendo converger sus pares de cotización hacia el objetivo final de una moneda única. Así, las autoridades europeas de los diferentes países, y en especial sus bancos centrales con sus reservas de divisas y de moneda nacional, mantenían las cotizaciones en una estrecha banda que asegurase una futura unión monetaria en unos márgenes previamente acordados por todos los mandatarios, en lo que acordaron como un conjunto de paridades justas para todos.
Pero Soros hizo una fuerte apuesta especulativa en los mercados contra la Libra Esterlina, invirtiendo buena parte de su fortuna contra la paridad de dicha divisa frente a la todavía virtual moneda común. Apostó muy fuerte, realmente fuerte, tanto que el Banco Central de Inglaterra no pudo mantener el pulso de Soros, al cual siguió parte del mercado, y el mecanismo cambiario de la Libra saltó literalmente por los aires. En el convulso proceso, el Banco de Inglaterra perdió millones en depreciadas libras con las que trataba de mantener desesperadamente su tipo de cambio, mientras que Soros dio “el golpe del siglo” y multiplicó por mucho sus millones en tan sólo unas horas de lucha encarnizada en los mercados de divisas. De esta manera, la Libra Esterlina nunca llegó a formar parte del Euro, y sobrevivió como la única moneda nacional cuya maniobra monetaria de fusión con el resto de monedas europeas fue abruptamente abortada por terceros.
Pero en un mundo como el actual en el que la democracia y los regímenes de libertades están en franco retroceso, como (casi) todo país del tablero mundial que se precie, y a pesar de que Estados Unidos se está resistiendo a ello con uñas y dientes (en especial por su reputada prensa líder en el mundo, y muy especialmente la salmón), inevitablemente cada autócrata o “wanna-be” de autócrata tiene su bestia negra particular, que le viene muy bien como “cabeza de turco”. Ésta no es más que otra forma de implementación de aquel siniestro concepto de “Enemigo único”, acuñado por la propaganda de Goebbles, y cuyo “Manual de propaganda” es el libro de mesilla de todos (todos) nuestros líderes políticos, por mucho que no lo reconozcan públicamente. Y esto último no lo digo por decir, ni porque haya visto esas mesillas de noche, sino que lo digo con total conocimiento de causa, ya que, como podrán leer en esta interesante entrevista, fue dicho por un reputado consultor de estrategia política del más alto nivel, que trata de sus estrategias políticas absolutamente con todos los presidentes de partidos nacionales.
En el caso del presidente Trump, del que sólo el discurrir de los acontecimientos acabará por revelar si efectivamente es uno de esos (todavía) “wanna-be’s” de autócrata, su “Enemigo único” personal es el socorrido George Soros, al que puede llegar a culpar en algún momento de cualquier mal económico que aqueje la economía de EEUU, siempre dejando entrever las oscuras tramas conspiranoicas en las que acusa a Soros estar involucrado, y evitando hacer una a veces esencial auto-crítica de sus a menudo contraproducentes políticas económicas tan categóricamente enarboladas. No será un servidor el que rompa una lanza a favor de George Soros, pero igualmente no romperé tampoco ninguna a favor de un Trump al que todavía no he visto hacer un solo acto de contrición (jamás), y que un día es perfectamente capaz de afirmar un mantra económico diametralmente opuesto al que dijo el día anterior, y que cuando la prensa económica libre de EEUU se lo espeta, ni se digna a contestar y les tacha inmediatamente enrocándose en que son socorridas “fake news”. La verdad puede ser muy incómoda, así que habrá que recurrir a otras opciones como aquel orwelliano lema de “Y la mentira se convirtió en verdad”.
¡Qué panorama tenemos cuando para saber quién lleva la razón nos vemos abocados a elegir entre la credibilidad de Soros o la de Trump! Menos mal que todavía tenemos a la magnífica prensa económica estadounidense para dilucidar entre uno u otro en cada caso (o entre ninguno de los dos), porque si es por lo que ellos mismos nos cuentan, para cuando supiésemos la verdad ya tendríamos la economía presa de los intereses de cualquiera de ambos, o de las todopoderosas multinacionales que también tienen buena parte de culpa en que ahora no tengamos otra opción más que tratar de refundar el capitalismo, y devolverlo a esos ciudadanos a los que nunca debió de abandonar, y para los cuales el “American Dream” es sólo un sueño hecho añicos (y por cierto, a día de hoy es mucho más alcanzable en esa Europa a la que Trump también suele denostar). Pero en el tema de hoy, de alguna manera el lector tendrá que elegir entre uno y otro en uno de los habituales duelos Trump-Soros, y aunque como siempre la elección final en el ring se la dejamos a cada lector, simplemente vamos a tratar de ponerles sobre la mesa datos objetivos, razonamientos coherentes, y argumentos válidos. El resto corre de su propia cuenta.
Lo que Soros advierte (o más bien advertía) a Trump desde el otro lado del ring sobre su política económica…
Pero historias, especulaciones y “enemigos únicos” aparte, aquí el hecho relevante es el olfato de Soros. Ya entonces, Soros era una voz muy escuchada en el mercado, cuyos movimientos muchos vigilaban celosamente para intentar replicar, y así arañar a las bolsas, divisas y materias primar algo de la rentabilidad que habitualmente conseguía Soros con facilidad. Como entonces, ahora Soros sigue siendo un inversor muy seguido tanto por defensores como por sus críticos, y lo que no se le puede negar es que, al menos de economía y de mercados, sabe un rato, a pesar de para qué y cómo lo utilice luego. Sin entrar en la controvertida y eterna polémica, aquí hemos querido simplemente hacernos eco de sus recientes declaraciones.
En el otro lado del ring tenemos a un presidente Trump del que sus siempre férreos defensores afirman que es incuestionable el boom económico sin precedentes que ha traído a EEUU tras la Gran Recesión. Sin pretender en ningún caso posicionar al lector, por congruencia con la hemeroteca de un servidor, sí que me considero en la necesidad de recordarles cómo desde aquí hemos analizado que algunos de los factores más destacados como incontestables para esgrimir el boom económico de Trump, si se analizan con detenimiento, no resultan verdaderamente ser tales. Entre esos datos alternativos podemos hablar de cómo el supuesto pleno empleo de EEUU no es tal ni de lejos, cómo Trump ha catapultado con su rebajas fiscales (que lo fueron mayormente sólo para los ricos) el déficit federal hasta límites insostenibles, cómo la factura de su política de “America first” que auspició la guerra de aranceles en realidad la está pagando el consumidor estadounidense, o cómo la tan cacareada reducción del déficit comercial no ha traído a la economía de EEUU los espectaculares beneficios que Trump tan visceralmente auguró.
Pero credibilidades, discursos políticos, intereses inversores, y titulares de los medios aparte, mantengamos la mente lo más aséptica posible para afrontar con las ideas limpias una nueva batalla dialéctica entre Trump y una de las voces económicas más escuchadas. A pesar de que las políticas económicas de Trump no estén siendo ni mucho menos todo lo que él tan pasionalmente prometió en campaña, todo debate debe ser afrontado desde la creencia de que, en esta ocasión, puede perfectamente llevar la razón sin que deba influenciarnos más de lo debido el histórico que cada uno tiene entre sus antecedentes. El tema es que Soros hizo una serie de declaraciones y advertencias durante una cena informal, que tuvo lugar durante la última reunión del World Economic Forum en Davos. Las advertencias de Soros en términos generales vaticinaban un revés económico producto de las erróneas políticas económicas de Trump, augurando que el magnate no saldría indemne de cara a las próximas elecciones de finales de 2020. La primera advertencia concreta era que Trump se estaba dedicando a exprimir a la economía estadounidense, y que como resultado, no es ya que fuese a sobrevenir una crisis, es que Soros preveía toda una calamitosa debacle.
La segunda advertencia de Soros es que la tendencia bursátil claramente alcista instalada en el mercado desde hace años (mucho antes incluso de que Trump llegase al Despacho Oval, por cierto) es que el sobrecalentamiento de una economía no se puede mantener en ebullición de manera indefinida, y que en algún momento acaba por pasar factura. Soros acusaba al equipo económico de Trump de habérselas ingeniado para sobrecalentar una economía que ya era boyante. Y para hacer el deleite de los seguidores más acérrimos de las teorías “contrarian”, estas declaraciones las hizo Soros precisamente en el contexto de un mercado que hace unas semanas todavía marcaba nuevos máximos históricos, coronando así el ciclo alcista bursátil más largo de la Historia Económica de los Estados Unidos.
Soros decía que Trump no llegaría indemne a las elecciones de 2020
Y es precisamente en los tiempos en lo que veía Soros que el asunto muy probablemente le acabaría explotando a Trump entre las manos, puesto que, en el momento de hacer las declaraciones, ya afirmaba que si Trump hubiese sido de mantener hasta las elecciones una situación que Soros ya considera insostenible muy probablemente Trump habría tenido su re-elección asegurada. Pero parece ser que ha habido un error de cálculo en los plazos estimados, y el riesgo detectado por Soros era que el boom con sabor a requemado no iba a poder ser mantenido tantos meses adicionales, y que la economía le estallaría antes a Trump entre las manos. También hay que decir aquí, como una demostración más de nuestro rigor y vocación objetiva, que casualmente Soros es uno de los super donantes a la causa política del partido demócrata, que aquí todo tiene sus “particularidades”.
Pero intereses y causas políticas aparte, Soros cita en algunas de sus advertencias temas que objetivamente son un desastre económico, y cuyo único responsable es Trump y sus políticas económicas. La advertencia en la que desde aquí más de acuerdo estamos con Soros es la que se refiere al galopante e insostenible déficit estadounidense, producto del letal dúo del magnate Trump, en el que han confluido la merma de ingresos por sus generosas rebajas fiscales con un gasto federal que sigue estando desbocado. Soros respalda así la opinión de múltiples economistas que atribuyen el boom de las bolsas casi exclusivamente a los efectos del alza de los beneficios corporativos, que no es más que el resultado de los recortes de impuestos a las empresas, en vez de ser debido a otros motivos más tradicionales e infinitamente más sanos como era el incremento de la productividad de las empresas.
Al mismo tiempo, Soros advierte de que la administración Trump se ha lanzado de (y sin) cabeza a seguir aprobando multimillonarios presupuestos federales o incrementos muy relevantes del gasto militar. Y como todos aquí sabemos sumar y restar, ya saben el porqué de ese déficit que es insostenible, que se ha catapultado en el último año en torno a un 40% desde que las rebajas fiscales de Trump entraron en vigor, y que está a punto de alcanzar la inconcebible cifra del billón (español) de dólares. Desde aquí no intentaremos juzgar otras advertencias más subjetivas de Soros, pero va a ser que ésta es objetivamente una siniestra realidad de la economía estadounidense.
Soros admite también que el curso de la guerra comercial con ese otro “Enemigo único” de Trump (con este hombre es que vemos hecha realidad la paradoja de tener múltiples “Enemigos únicos”) que es China, y cuyo desarrollo más reciente alberga motivos para cierto optimismo económico. Y simplemente me tomo la licencia aquí de verter un comentario ciertamente subjetivo: observen el nivel de “practicidad” que puede aportar una guerra tan socialmente mediática como es ésta, que se puede cambiar de rumbo fácilmente de la noche al día a golpe de Tuit, con unos mercados que reaccionan casi instantáneamente. No será por las nuevas herramientas que inventa el ser humano, oigan: ya a golpe de click.
Pero no todas las palabras de Soros fueron en tono salmón, también hubo críticas de afilado corte personal
Y para terminar, Soros se despachó a gusto repartiendo “más tortas que un panadero” a diestro y siniestro. Entre sus críticas no faltó acusar literalmente al presidente chino Xi Jinping de estar explotando en su favor las evidentes debilidades de airado presidente Trump, además de que está usando tecnologías disruptoras y emergentes como la inteligencia artificial para llegar a ejercer un control total sobre su población, esa inteligencia artificial que alimenta otras tecnologías igualmente distópicas como la realidad aumentada que ya utiliza en sus labores de hiper-vigilancia la policía china, y que por otro lado en Europa han visto muy claro que hay que lanzarse a ser pioneros en el mundo y regular antes de que sea demasiado tarde para los derechos de los ciudadanos europeos. Pero tampoco han faltado en las palabras de Soros piropos con tintes personales para Trump, habiendo dicho de él que “es un hombre estafador y narcisista, que quiere que el mundo gire en torno a sí mismo”. A lo que Soros añadió que “cuando su fantasía de convertirse en presidente se hizo realidad, ese narcisismo fue a más, convirtiéndose en una enfermedad maligna”.
Desde aquí, los lectores más habituales ya saben la línea editorial que mantenemos tanto respecto al cuasi-autócrata presidente Trump como a la siniestramente distópica china, pero tras todo lo anterior y las declaraciones de Soros de hace unas semanas, en la escena socioeconómica ha irrumpido con fuera ese Coronavirus del que desde estas líneas fuimos una de las alertas salmón más tempranas en este país, y que indudablemente si algunos dirigentes nos hubiesen escuchado en su momento, hoy no estaríamos como catastróficamente estamos. Pero el hecho es que, si las advertencias de Soros eran ciertas, la realidad que dibujaba mostraba un presidente Trump que necesitaba desesperadamente que la macroeconomía le diese de alguna manera la razón en las efervescentes expectativas de crecimiento económico a espuertas que prometió tan visceralmente, y que se suponía que llegarían con su enarbolada guerra comercial y el descenso del déficit comercial, cosa que claramente no estaba ocurriendo.
Aunque el desempeño económico de EEUU medido estrictamente por su PIB ha sido innegablemente bueno, sin embargo dista mucho de aquellas promesas de subidas espectaculares, lideradas por una industria manufacturera nacional que nos vendía que iba a despegar literalmente como un cohete, pero que se quedó mayormente en tierra. En los últimos tiempos, y conforme los datos macroeconómicos iban siendo publicados, Trump fue virando hacia ejercer una clara injerencia sobre las instituciones económicas independientes del país, tras lo que Greenspan auguró por la llegada de los tipos sub-cero también a EEUU, y que incluso provocaron un desesperado manifiesto por parte de cinco expresidentes de la FED defendiendo la necesidad de que la Reserva Federal no debe ejercer subyugada bajo el control político.
Este autodestructivo movimiento de injerencias en la política monetaria del país podía venir ya escondiendo la razón por la cual Trump necesitaba como el beber mantener la economía en boga aunque fuese a base de sobrecalentamiento, y así le pedía agresiva y recurrentemente que bajase los tipos a toda costa e ignorando cualquier dato macroeconómico que no le interese. No hace falta recordar el gran peligro de inducir un sobrecalentamiento económico, pero que aunque en los plazos medios y largos siempre acaba siendo muy dañino, en los cortos siempre da un último empujón que podía suponer darle un balón de oxígeno a Trump de cara a las elecciones presidenciales de 2020.
¡Qué oportuna le ha resultado a Trump la crisis del Coronavirus para su inasumible y comprometida política salmón y la sombría situación económica que él mismo ha creado en EEUU! Desde luego, los hay con suerte, porque ahora ya verán cómo muy oportunistamente la causa de todos los males económicos que, con el Coronavirus como detonante, van a estallar en EEUU van a ser culpa exclusivamente del que Trump denomina ya como revelador preámbulo “El Virus chino”. Se demuestra así una vez más cómo los políticos más viscerales y que más gritan no tienen porque estar siendo más sinceros, y que muchas veces tan sólo tratan de nublarnos con pasiones nuestro espíritu crítico. De la misma manera, a la vez muy a menudo acaban escudándose en que alguien presionó la espoleta de la granada de mano, para que no nos fijemos en el tortuoso camino que nos ha traído ya muy lisiados hasta el mortífero campo de batalla mismo… Al tiempo.
Ahora pasando ya a un plano más global y general, y a la vista de las guerras mediáticas, de las manipulaciones masivas, del juego de intereses ocultos, de los enfrentamientos de cara al público que por detrás urden maquiavélicos planes mundiales… todo hace más premonitoria que nunca aquella frase orwelliana de que “y la mentira se convirtió en verdad”. El mundo es un lugar muy siniestro, pero muy muy muy siniestro, y lo realmente preocupante es que cada vez lo es más. Se avecinan tiempos oscuros, en los que la única luz que nos dejarán para iluminar será la de la sesgada cerilla que encienda aquel que más interés (y poder) tiene en la realidad que nos quiere mostrar. Orwell se quedó muy corto en sus predicciones socioeconómicas de la distópica novela 1984 y aquel Gran Hermano que, en vez de ponérnoslo como modelo del que huir despavoridamente, han parodiado en la parrilla televisiva hasta casi hacerlo uno más de la familia, como para que nos vayamos acostumbrando a tenerle cerca escuchándolo todo. Una vez más, queda demostrando cómo la realidad siempre supera a la ficción. Estoy deseando estar equivocado.
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