La transformación digital de los pagos ha sido un auténtico acelerón para el ecosistema financiero de la región, pero a la vez ha abierto la puerta a una ola de riesgos que ya nadie puede ignorar. En América Latina, el fraude en el universo paytech se ha convertido en una cuestión de primer orden, con cifras que crecen, tácticas cada vez más sofisticadas y un impacto directo en la confianza de usuarios y compañías. Visibilizar el problema, inspirar soluciones y conectar a los actores clave no es un eslogan: es la condición de posibilidad para seguir creciendo sin ceder terreno a los delincuentes.
Ese empeño colectivo ya se palpa en la comunidad fintech regional, donde conviven bancos, startups, procesadores, comercios y proveedores tecnológicos. Hablamos de un ecosistema maduro que aglutina a más de 40.000 makers y profesionales y que busca, con mentalidad de equipo, reducir el espacio de maniobra del fraude. Porque en paralelo al boom de los pagos digitales han surgido redes criminales organizadas y muy especializadas; su actividad obliga a los protagonistas de la industria a coordinarse mejor que nunca, a compartir señales tempranas y a elevar la vara de la seguridad sin arruinar la experiencia del cliente.
Un enemigo común en el ecosistema financiero
Durante el Latam Fintech Market en Barranquilla (Colombia), voces de peso del sector subrayaron una realidad incómoda: los fraudes que afectan a usuarios de bancos, fintech e instituciones financieras en toda la región no son una suma de incidentes aislados, sino la cara visible de una amenaza común. El diagnóstico fue claro: si los estafadores colaboran y venden sus “servicios” por internet a escala regional, las entidades deben responder de forma coordinada con una estrategia compartida. De lo contrario, la mayoría de víctimas seguirá sin una respuesta que repare el daño.
En ese foro se señaló que en países como Colombia se han consolidado redes altamente profesionalizadas que operan múltiples escenarios de fraude, desde la suplantación de identidad mediante documentos falsos hasta el uso de bases de datos informales. Es un salto cualitativo: ya no hablamos de timos rudimentarios, sino de estructuras con logística, reparto de roles y catálogos de herramientas.
El panorama no difiere tanto en México, donde son frecuentes la suplantación de identidad, los préstamos “gota a gota” y los ataques basados en llamadas, mensajes o correos fraudulentos que explotan la ingeniería social. Vaciar una cuenta en cuestión de minutos es perfectamente posible cuando el atacante consigue credenciales o induce al error con arte. De ahí el mensaje central: ponerle freno al fraude no es un objetivo accesorio, es el requisito para sostener la confianza que hace viable el negocio digital.
IA y deepfakes: el tablero de juego ha cambiado
El otro gran elemento que inquieta a la industria es el uso malicioso de la inteligencia artificial. Ya no se trata solo de emails mal escritos: ahora circulan vídeos, voces e imágenes muy bien elaborados de supuestos personajes públicos que invitan a invertir en aplicaciones falsas o esquemas fraudulentos. Esa capa de realismo —los famosos deepfakes— multiplica la tasa de acierto de los estafadores y complica la verificación para el usuario medio.
Expertos del sector de identidad digital advirtieron que la IA, con su enorme potencial positivo, también está perfeccionando los ataques. Esto obliga a las entidades financieras a ir varios pasos por delante, reforzando controles y detección temprana sin convertir cada operación en un calvario para el cliente. El listón ha subido y los equipos de riesgo deben subir con él.
Cifras recientes que retratan la escalada
Los datos de varias fuentes muestran un repunte sostenido. En el primer semestre de 2024, se registró un aumento del 32% de los fraudes frente al mismo periodo de 2023, con un salto del 113% en malware. Además, el 79% de los ataques se originó desde dispositivos móviles y, dentro de ese universo, un 30% llegó específicamente a través de navegadores móviles, un patrón poco habitual si lo comparamos con Asia o Europa.
La tendencia no se frenó en la segunda mitad de 2024: se observó un incremento del 17% con respecto al año anterior. Y en los primeros cuatro meses de 2025 ya asoma un 7% más de casos que en el primer semestre de 2024. A esto se suman alertas como el aumento del 140% en estafas basadas en mensajes falsos en la región, lo que confirma que el vector “mensajería” sigue siendo un campo de batalla prioritario.
La lectura es inequívoca: Latinoamérica vive un escenario móvil-first también en el fraude, donde el teléfono es a la vez herramienta de gestión financiera y puerta de entrada preferida por los atacantes. Navegadores móviles, apps, SMS y mensajería instantánea se han convertido en los cauces más explotados por la delincuencia.
Un mapa regional: no todos se enfrentan al mismo reto
El fraude paytech no se reparte de forma homogénea. Cada país exhibe patrones y matices distintos según su madurez digital, su regulación y la evolución del crimen organizado. Comprender esas diferencias es clave para no aplicar soluciones genéricas que, en la práctica, dejan rendijas.
En Argentina predominan las estafas guiadas basadas en ingeniería social y el uso de bases de datos informales; en Uruguay destacan el malware móvil y el phishing; en Colombia han florecido esquemas piramidales que aprovechan vacíos regulatorios; y en México, además de ataques avanzados, se han detectado redes de fraude “en anillo” y la utilización de deepfakes. Operar en varios países implica enfrentarse a un mosaico de amenazas que muta con rapidez.
Modalidades de fraude más habituales (y sus cifras)
Phishing
Los estafadores envían correos o mensajes con apariencia legítima para robar contraseñas o datos de tarjeta. En 2023, el phishing estuvo presente en el 44% del fraude online en la región, según estimaciones sectoriales ampliamente citadas. La mezcla de marca suplantada y urgencia sigue funcionando.
Vishing
Se trata de llamadas telefónicas en las que el delincuente se hace pasar por personal de una entidad para obtener información sensible. En 2023, alrededor del 30% de las denuncias de fraude telefónico en Latinoamérica se relacionaron con este vector, de acuerdo con datos divulgados por asociaciones bancarias regionales.
Smishing
Mensajes SMS con enlaces trampa o solicitudes de datos. El smishing representó en torno al 25% de los intentos de fraude por mensaje en la región en 2023, conforme a informes de compañías de ciberseguridad que monitorean este canal.
Fraude en comercio electrónico
Compra online con credenciales robadas y uso de tarjetas comprometidas. En 2023, aproximadamente el 32% de los casos reportados en e-commerce involucró datos de tarjetas sustraídos, de acuerdo con análisis especializados del sector de pagos.
Transferencias electrónicas fraudulentas
Accesos no autorizados a cuentas para mover fondos. En 2023, en torno al 20% de las denuncias de fraude financiero en la región se vinculó con transferencias electrónicas maliciosas, según registros de firmas de seguridad con cobertura global.
Manipulación de códigos QR en comercios
El atacante reemplaza el QR legítimo por otro que deriva el pago a su cuenta. Con la expansión de este método de pago, proliferan los incidentes en mostradores y cartelería. Rotar códigos y validarlos de forma dinámica se vuelve esencial para no regalar el cobro a un tercero.
Cuando falla el proveedor de seguridad: la lección de una caída global
Para las fintech y para la banca transaccional, que viven de la confianza, el impacto de un evento así no es solo técnico. Puede implicar indisponibilidad de servicios críticos, exposición de datos y daño reputacional. Y ahí la velocidad de respuesta, la comunicación con clientes y la coordinación con partners marcan la diferencia entre una anécdota y una crisis prolongada.
Las áreas transaccionales procesan un volumen enorme de operaciones a diario; un parón de horas puede traducirse en pérdidas considerables y en usuarios bloqueados. Expertos del sector, como ejecutivos tecnológicos de compañías regionales, subrayaron que entender la cadena de dependencias (proveedores, integraciones, herramientas) y diseñar “planes B” es tan importante como prevenir el ataque original.
¿Qué hacer? Invertir en tecnología de seguridad de vanguardia, formar de manera continua a los equipos, monitorear con métricas que anticipen anomalías y colaborar con otras empresas para compartir inteligencia. La autenticación robusta (2FA/MFA) y sus casos de uso —desde pagos hasta altas de clientes— ya no son un extra, sino la base del modelo.
Estrategias de defensa multicapa que funcionan
La receta más efectiva combina prevención, detección y respuesta. En la capa preventiva, muchas fintech ya aplican bloqueo automatizado de tráfico malicioso, fingerprinting digital de dispositivos y validaciones dinámicas que se ajustan al riesgo en tiempo real. Si algo huele raro, entran en juego bloqueos invisibles para el atacante que no molestan al usuario legítimo.
La inteligencia artificial es la palanca que permite escalar esas capacidades: modelos predictivos para scoring, validación de usuarios y seguimiento comercial, además de asistentes automatizados para atención al cliente y simulaciones financieras con aprendizaje continuo. La IA defensiva aumenta la precisión de las decisiones y reduce fricciones donde no hacen falta.
En la capa de infraestructura, el uso de plataformas cloud con fuerte presencia regional —por ejemplo, AWS— facilita escalar con seguridad y elasticidad real, lanzar productos en nuevos mercados y absorber picos de demanda sin comprometer el control. Esta combinación de agilidad y gobernanza es crítica en geografías tan cambiantes como las latinoamericanas.
La respuesta organizada incluye coordinación con fiscalías y equipos legales, sustentada con evidencia forense que permita denunciar y perseguir el delito. Varias compañías, además, están construyendo infraestructura propia para procesos críticos (validaciones, campañas de marketing y verificación de transacciones) con el doble objetivo de reforzar la seguridad y optimizar costes.
Por último, cobra fuerza la idea de una red masiva en la que las instituciones compartan información sobre usuarios reincidentes que han estafado a múltiples empresas. Impulsar una política pública que haga interoperable la lucha contra el fraude evitaría el efecto “cascada” en el que una misma persona golpea a muchas entidades en poco tiempo.
Buenas prácticas para usuarios y comercios
Para clientes y ahorradores, las pautas esenciales siguen vigentes: desconfiar de mensajes alarmistas, revisar con lupa los correos, verificar que las firmas y plataformas estén autorizadas, llamar a la institución antes de invertir o financiarse, y no entregar nunca datos confidenciales a terceros. La educación sigue siendo la primera línea de defensa.
En el teléfono, conviene mantener el sistema actualizado, evitar descargar apps desde enlaces en mensajes, desconfiar de los SMS que piden credenciales y no escanear códigos QR que no provengan de fuentes fiables. Si algo te genera duda, es mejor parar y comprobar dos veces que seguir un enlace precipitado.
Para los comercios, la prioridad es blindar el canal online y el punto de venta físico: usar reglas antifraude y verificaciones adicionales en e-commerce, establecer alertas por patrones sospechosos (por ejemplo, aperturas o intentos repetidos desde la misma IP), y auditar periódicamente la cartelería con códigos QR para evitar sustituciones. Rotar QRs y añadir mecanismos dinámicos ayuda a frustrar la manipulación.
Latinoamérica se organiza: comunidad y conocimiento compartido
La lucha contra el fraude paytech en la región ya es un proyecto colectivo. Foros, asociaciones y comunidades que visibilizan, inspiran y conectan a todo el ecosistema están acelerando el intercambio de buenas prácticas. No es casual que haya decenas de miles de profesionales —esa comunidad de más de 40.000 “makers”— buscando soluciones conjuntas y compartiendo indicadores de riesgo.
También se mira hacia los proveedores de pagos y seguridad que, como señalan distintas empresas del sector —incluidas pasarelas de cobro y firmas especializadas—, se comprometen a reforzar el entorno transaccional con más controles, observabilidad y respuestas coordinadas. La colaboración con actores expertos en seguridad digital permite complementar las capacidades internas y acortar tiempos de reacción.
Mirando el conjunto, la región está aprendiendo rápido y ajustando el equilibrio entre experiencia de usuario y seguridad en un entorno de ataques cada vez más sofisticados. Si la industria mantiene la defensa multicapa, la colaboración efectiva y la innovación en IA, el fraude perderá margen y la confianza en los pagos digitales crecerá con cimientos más sólidos.