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Cómo contener la deuda: experiencias recientes

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La manera de abordar los desequilibrios presupuestarios es una cuestión tan compleja como controvertida políticamente, pero la diversidad de experiencias del último lustro —alejadas algunas de ellas de la doxa de la crisis financiera— aporta lecciones relevantes para países como España que, contrariamente a otros, disponen todavía de un margen de maniobra.

Los aprietos de Francia muestran que no hay que fiarse de los mercados. El país está otra vez al borde de la crisis política surgida precisamente por el impasse presupuestario, con una prima de riesgo netamente por encima de la española y acercándose a la que soporta Grecia. Pero hace tan solo dos años, cuando la deuda sobre PIB se situaba ya en niveles próximos a los que conocía nuestra hacienda pública, las agencias de rating reiteraban su confianza. Los déficits han ido acumulándose paulatinamente, pero el deterioro de las expectativas ha sido súbito, incluso en el seno del Gobierno galo cuyo ministro de Hacienda alertó esta semana acerca de un posible rescate del FMI.


Frente a la molicie, tampoco sirven ajustes draconianos cuando lo que necesita la economía es recuperar competitividad: desde hace dos años Finlandia aplica un programa de recortes de gasto público que parecen estar ejerciendo un impacto recesivo a corto plazo, necesitando nuevos ajustes. La inversión se ha desplomado (con una caída acumulada del 7,4% desde la entrada en funciones del nuevo Gobierno en 2023), y la ratio de deuda pública sobre PIB sigue imparable. En comparación, Dinamarca y Suecia se caracterizan por la frugalidad de sus Estados, aligerando la deuda, pero sin apretar demasiado el cinturón y manteniendo el tirón de la demanda privada y de las exportaciones.

En la práctica, el mix de políticas es diverso, ya que depende del punto de partida de cada país. El desendeudamiento de Portugal registrado en los últimos cinco años procede del incremento de la recaudación y del mantenimiento del gasto en relación al PIB. Dinamarca y Suecia, por su parte, han realizado ajustes tanto de ingresos como de gasto. En todos los casos, la fórmula solo puede sostenerse en el tiempo si se genera un contexto favorable al crecimiento. Prueba de ello, la estrategia de Alemania ha pasado por contener sus desequilibrios a expensas de la inversión en infraestructuras, cuyas carencias contribuyen a explicar el debilitamiento de la potencia industrial.

España ocupa una posición intermedia. La deuda oscila en torno a un año de PIB, pero el déficit de las administraciones converge hacia el umbral del 3%, alejando el riesgo de aplicación del procedimiento por déficit excesivo. Además, la corrección se está realizando sin que descarrile el ciclo expansivo: los mercados lo premian con primas de riesgo a la baja. Ahora bien, no cabe la autocomplacencia. La mejora procede sobre todo del empuje cíclico de los ingresos. Apenas se han abordado las raíces estructurales de los desvíos, particularmente en materia de pensiones: la inmigración aporta un plus transitorio de ingresos al sistema, sin corregir el déficit subyacente.

Además, las sucesivas prórrogas presupuestarias entorpecen, cuando no impiden, la adaptación de la política fiscal a las necesidades de la economía, por ejemplo, en materia de vivienda o de natalidad, algo que podría afectar el crecimiento a medio plazo. Persisten ineficiencias y trabas en la utilización de los fondos europeos, que explican la brecha entre el elevado grado de ejecución de los recursos (según los datos oficiales) y la realidad de la inversión empresarial, mucho más prosaica. Y el trágico episodio de incendios forestales evidencia la necesidad de reforzar la coordinación entre administraciones en materias de interés común.

En suma, el buen momento económico no es óbice para descuidar los deberes de política fiscal que se acumulan año tras año. La experiencia internacional tanto como las amarguras de nuestra propia historia muestran que no se trata de proceder a ajustes drásticos, sino de acompañar las transformaciones en ciernes.

DEUDA | En contra de lo que se temía, la política de reducción de activos iniciada por el BCE en 2022 no ha dificultado la colocación en el mercado de títulos de deuda pública española. Desde 2022, la deuda en circulación ha aumentado en cerca de 200.000 millones de euros, al tiempo que el banco central ha reducido su cartera en 56.000 millones, de modo que los mercados, liderados por los inversores no residentes, han incrementado su exposición en 256.000 millones. Pese al fuerte aumento de la oferta de bonos, la prima de riesgo ha tendido a reducirse.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Perspectivas europeas: la tentación de la fragmentación

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El diagnóstico compartido de los informes Letta y Draghi para prevenir el riesgo de declive económico frente a las grandes potencias había despertado una cierta esperanza. La realidad, de momento, apunta a una fragmentación persistente. Para empezar, el declive cuasi general es ya patente (siendo España, de momento, una excepción), condicionando el margen de acción comunitaria. 

La recuperación que se anticipaba para este año no se ha producido, ni se la espera en el corto plazo: la zona euro crecerá menos del 1% en 2024, y todo apunta a que las grandes potencias industriales del centro de Europa adolecen de un mal estructural, no de una gripe pasajera. Esta es al menos la advertencia del siempre influyente presidente del Bundesbank. Su giro discursivo, reflejo de la preocupación, aboga por una relajación de los objetivos fiscales en su país para dejar espacio a la inversión pública y así potenciar el ajuste. 


De manera similar el instituto estadístico de Italia reconoce que, finalmente, la economía transalpina crecerá apenas medio punto este año, la mitad de lo vaticinado hace solo unos meses, complicando también la senda presupuestaria. Francia se enfrenta al reto de tener que ajustar sus cuentas públicas en una economía renqueante y sin consenso político. Algunas señales de moderación del crecimiento han aparecido en España a tenor de los datos de afiliación a la Seguridad Social y de diversos indicadores coyunturales (el PMI se orienta a la baja, si bien se sitúa todavía en terreno expansivo). 

El mercado laboral sigue resistiendo, pero este dique de contención empieza a ceder en algunos sectores, como el automóvil. Prueba de ello, la reducción de la demanda: la proporción de empleos que se encuentran vacantes se ha reducido un 27% en Alemania y un 15% en el conjunto de la Unión Europea. En España el indicador, con escasa representatividad, apenas registra variaciones. Todo ello dibuja un panorama poco alentador al menos para los próximos dos años. En Alemania, el esfuerzo de ajuste realizado a principios de siglo tardó cinco años en dar frutos. Además, la recuperación fue posible en buena parte gracias a la bonanza de los mercados de exportación, balón de oxígeno para la locomotora industrial alemana. La tendencia actual es la inversa, por la proliferación de medidas de corte proteccionista y con los excedentes europeos en el punto de mira de la agenda comercial de Trump

Frente al esfuerzo colectivo de inversión reclamado en el informe Draghi, los Estados miembros van a considerar que la prioridad pasa por una acción centrada en resolver sus propios desequilibrios. La excepción podría ser la defensa, según el recién anunciado programa de inversiones de hasta 500.000 millones de euros, ampliado a Reino Unido. España, por tanto, tendrá que contentarse con el remanente de fondos europeos que queda por ejecutar hasta 2026 (siendo más largo el plazo para los préstamos). Por otra parte, los beneficios de reformas regulatorias destinadas a profundizar el mercado único serían considerables para una economía competitiva como la española que acumula los superávits en sus intercambios con el resto de socios comunitarios. Esta vía, en la que ahonda el informe Letta, supone cesiones de soberanía nacional pero no requiere de fondos públicos, de modo que podría ser más asumible para algunos países. El fortalecimiento de la unión económica y financiera sería también una manera eficaz de contrarrestar las amenazas proteccionistas. En todo caso, tales reformas llevarán tiempo. 

Entre tanto, nos enfrentamos a un entorno europeo débil, con una capacidad fiscal casi nula en Europa y desigual entre los Estados. Todo ello restará fuelle al impulso exterior de la economía española. El contexto es propicio a un descenso adicional de los tipos de interés por parte del BCE, pero hará falta una acción más contundente y avanzar en la integración europea para despejar las incertidumbres que lastran la inversión. 

EMPLEO | Estos últimos años el mercado laboral ha tenido un comportamiento favorable ante la sucesión de crisis, jugando un papel de estabilizador automático. Sin embargo, la tendencia podría estar cambiando: según los datos de Eurostat para la eurozona, el empleo apenas creció un 0,1 en total en el segundo y tercer trimestre de este año, medio punto menos que el PIB, frente al 0,6% de los dos trimestres anteriores, el doble que el PIB. En España el empleo también se modera, pero en entorno económico más dinámico que facilita el descenso del paro. 


Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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