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Lo de Rusia no son sanciones: es la gran desconexión de su economía de occidente

La invasión de Ucrania por parte de Rusia tuvo sus primeras consecuencias a las pocas horas de empezar los combates: una lista de sanciones económicas realmente larga y que nada tienen que ver con las que se impusieron a Rusia después de la anexión de Crimea en 2014.

Pero estas sanciones van más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. Es la primera vez que un país que está plenamente integrado en un sistema globalizado se le expulsa de él. Es más bien una desconexión, por la fuerza, del mundo occidental.

La desconexión de Rusia

Como hemos anticipado, la lista de sanciones es bastante larga. Por un lado están las sanciones personales a personas próximas al régimen, para realizar una presión personal sobre el Gobierno. Luego vienen las sanciones bancarias, que inmovilizan las reservas del Banco Central y dejan desconectados a ciertos bancos del resto del sistema financiero global.

Y luego vienen las sanciones generales, que incluyen la imposibilidad realizar vuelos directos a occidente, la imposibilidad de empresas occidentales de proporcionar productos y servicios a Rusia y otra larga lista de sanciones bastante duras.

La única excepción es la exportación de materias primas, principalmente petróleo y gas. En definitiva, Rusia se queda como un proveedor de estas materias primas (y de ahí que no todos los bancos sean sancionados) pero por lo demás no puede hacer negocios con occidente.

Las consecuencias de esta desconexión

Mucho se ha escrito sobre que Rusia lleva tiempo preparándose para esto. Intentando reducir su dependencia de Occidente. Pero lo cierto es que es imposible ser autárquico en el mundo global. Siempre ha sido complicado (que se lo digan a la España post Guerra Civil y hasta la apertura de los años 50) pero a día de hoy es imposible.

Ningún país, por muchas materias primas que produzca, es capaz de autoabastecerse de lo que necesita. Por ejemplo es imposible fabricar todos los microchips que necesita. Incluso siendo China la fábrica del mundo, Huawei tenía serios problemas ante las sanciones que le impuso EEUU. No digamos ya Rusia.

Es cierto que Rusia busca aliados fuera de occidente, y China y la India pueden ser su salvación. Pero siendo una economía relativamente pequeña a nivel mundial (tiene un PIB similar al de España), ningún país se va a jugar verse salpicado por las sanciones para comerciar con ellos.

En unos meses y si todo sigue igual, Rusia va a tener problemas para abastecerse de memorias para sus centros de datos, piezas para sus aviones o vehículos. Pero también para refinar sus combustibles y todo esto le hará más dependiente de otros países.

Estamos ante un experimento económico nunca visto y del que, por supuesto, pagarán las consecuencias los ciudadanos rusos. Veremos si esta presión de occidente será suficiente para parar la Guerra e, incluso, que haya un cambio radical de la estrategia de confrontación constante de Putin.

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Sangría financiera en Rusia

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Existía escepticismo sobre si las sanciones económicas iban a tener efectos significativos en la economía y sociedad rusas. Lo acontecido en las últimas 48 horas muestra que los efectos financieros de algunas de esas medidas están siendo devastadores. El cierre de la plataforma SWIFT para buena parte de las entidades financieras rusas y la congelación de los activos en el exterior del banco central del país han provocado una serie de reacciones en cadena, de consecuencias imprevisibles. Por un lado, se sigue derrumbando el valor del rublo, se ahonda en la caída de los mercados de valores rusos —aunque ayer estuvo cerrada la Bolsa— y la deuda soberana ha sido calificada de “bono basura”. Por otro lado, se ha producido una espectacular subida de los tipos de interés (que se duplican) hasta el 20 por cien. Impactará de manera muy negativa en familias y empresas. Por si esto fuera poco, se ha evidenciado una salida sin precedentes de depósitos bancarios tanto en Rusia como en el exterior. El Banco Central Europeo ha avisado de la probable quiebra de las filiales europeas de Sberbank, la entidad rusa de mayor tamaño.

Las próximas horas serán determinantes para conocer el alcance del pánico bancario vivido en Rusia y hasta que punto mina la solvencia de la economía y finanzas de ese país. Un episodio de ese estrés financiero, sobre todo si viene acompañado de restricciones gubernamentales a la retirada de efectivo o al movimiento de capitales —llamado popularmente “corralito”—, es devastador para la confianza de los ciudadanos y por las repercusiones económicas y financieras que generan. Nadie desea pasar por ese trago. No hay más que acudir a la memoria colectiva de la crisis de la deuda soberana europea hace unos diez años para recordar el miedo que da ese término.

Se habla también de las alternativas que tiene Rusia a SWIFT. Una posibilidad es realizar los pagos a través de terceros países no sancionados. Por ejemplo, China cuenta con el sistema CIPS, que compite con SWIFT. Por supuesto, redireccionar esos pagos a través de otras plataformas no es gratis. Supondrá retrasos en las transacciones y mayores costes. Sin embargo, hay un riesgo para Occidente en el medio plazo si Rusia adopta el sistema CIPS. El estatus del dólar y el euro como divisas globales de reserva se podría resentir y favorecer al yuan.

Son muchas las implicaciones de largo recorrido de las decisiones que se están tomando estos días, que si se llegaran a producir podrían cambiar los equilibrios de la economía global. Parece claro que para aumentar la efectividad económica de las sanciones los países occidentales deben asumir costes y riesgos. La dureza de las medidas adoptadas, sobre todo las de ámbito financiero, afectarán a Estados Unidos y, sobre todo, a Europa. En particular a países, bancos y empresas con una elevada exposición a riesgos en Rusia. Los bancos centrales occidentales tendrán que estar preparados para evitar episodios de inestabilidad financiera en esos casos puntuales e impedir que vaya a mayores. Vienen curvas que, desde el principio, eran inevitables.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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