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Delante y detrás de la curva

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A Europa y Estados Unidos nos unen muchas cosas y en otras diferimos notablemente. Es curioso cómo se ve de distinta forma desde ambos lados del Atlántico el estatus actual de las políticas monetarias. La alta inflación afecta a ambos bloques. Sin embargo, en la eurozona se considera que el Banco Central Europeo (BCE) ha llegado tarde, pero ya actúa con fuerza para ponerse “delante de la curva”. Esto significa, para los que así piensan, que ha recuperado credibilidad y es bueno para los mercados y la economía. En Estados Unidos, aunque se ha ido muy por delante en las acciones restrictivas —subidas de tipos de interés y retirada de estímulos— los diarios y redes sociales están trufados con críticas que afirman que la Reserva Federal fue por detrás de la curva mucho tiempo y está pasando una importante factura. Interpretaciones duras que invitan a una reflexión sobre si lo que está pasando ahora tiene que ver con una desafortunada lectura de los mandatos monetarios.

La narrativa en Estados Unidos durante los años posteriores a la crisis financiera fue que la inflación andaba “perdida”. Revolvía las tripas de los economistas más ortodoxos. No alcanzaban a entender cómo las mayores inyecciones de liquidez de la historia —vía compra de bonos— no tenían apenas incidencia sobre los precios. Para algunos, lo que sucedió es que la inflación se fue (camuflada) a otro sitio: apareció en forma de burbuja de activos, entre otros de grandes compañías tecnológicas, que ahora se están desinflando.

Los acontecimientos desafortunados para las aspiraciones monetarias de control de inflación no acabaron ahí. Justo cuando la Fed y BCE comenzaron a sentir que la inflación podía subir no quisieron actuar súbitamente. Cambiaron su política para interpretar más flexiblemente su mandato del 2% de inflación como referencia. La idea era esperar a que los precios subieran incluso más antes de actuar para no frenar el crecimiento. Desgraciadamente, llegó la salida de la pandemia y luego la invasión de Ucrania y no solo aumentaron algo, sino que se han desbocado por razones, en parte, fuera de su alcance.

Algunos en Estados Unidos insisten en que lo que los mercados y la economía necesitan son subidas progresivas y moderadas de tipos. Como antes no se tomaron las medicinas poco a poco, ahora hay que tragar “pildorazos” de tipos de interés. Esta crítica ha sido muy dura en Estados Unidos en las últimas semanas. Tal vez por ello esta semana la Fed nuevamente decidió subir 0,75% su horquilla de referencia de tipos de interés. Aun siendo una elevación importante, desterró los rumores de poder subir hasta un 1% que eran una opinión muy extendida no hace demasiados días.

¿Ya va la Fed por delante de la curva o es que ya otea la recesión próximamente? De momento, eso de marcar una política a medio plazo (forward guidance) se ha sustituido por una lectura contingente e inmediata de qué sucede en cada momento. En los próximos meses, puede ser el BCE el que lleve el liderazgo en el encarecimiento del dinero si la recesión llega antes a Estados Unidos.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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España y la construcción europea

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La respuesta fiscal de Europa a la pandemia pivotó sobre dos decisiones complementarias. La activación de la cláusula de salvaguarda del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que dejaba en pausa las reglas fiscales que limitan el déficit público, y la creación del programa extraordinario de compra de deuda. Los países pudieron gastar lo necesario y financiar sus enormes déficits. Acertamos de lleno en la estrategia, corroborando la idea de que la Unión Europea avanza en las crisis.

Aunque la invasión de Ucrania nos ha conducido a extender un año la pausa en la aplicación de las reglas, estamos ya en un momento de transición hacia una normalidad en la que los países deberán afrontar las restricciones que conllevan las reglas fiscales y el final del programa de compra extraordinario. Un escenario que hace escasos meses se antojaba particularmente difícil para España, por su elevado nivel de déficit estructural y deuda.

Afortunadamente, la aprobación del instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI) y la dirección que parece va tomando la reforma en curso del PEC nos permiten ser más optimistas y abren la posibilidad de un futuro sin crisis de deuda soberana ni ajustes fiscales draconianos, muy diferente al que vivimos en la Gran Recesión. Europa aprende de sus errores y España se beneficia especialmente de ello.

Los españoles deberíamos hacer lo propio: valorar las implicaciones de lo que se ha aprobado; ser conscientes de la necesidad de que, finalmente, la nueva definición de las reglas fiscales vaya en línea con la declaración conjunta que hace unos meses hicieron los gobiernos de España y Países Bajos; y asumir de una vez la responsabilidad fiscal.

En los 43 ejercicios que median entre 1980 y 2022, en 30 hemos tenido un déficit público superior al 3% y solo en tres años hemos alcanzado superávit. Debemos aprovechar el apoyo europeo para hacer nuestros deberes sin agobio y en un horizonte temporal razonable, pero con rigor y coherencia. Los españoles debemos optar por un menú fiscal en el que gastos e ingresos encajen estructuralmente como lo hacen en la media de la UE-27, al menos.

En paralelo, debemos ser conscientes de que el TPI no es algo que alemanes u holandeses necesiten o les guste especialmente. Cierto que la inestabilidad financiera no le viene bien a nadie, pero la realidad es que nos están apoyando y favoreciendo. Como lo han hecho con los Fondos Next Generation EU. Por eso, creo que hay que medir muy bien las palabras cuando reaccionamos a propuestas comunitarias que no están pensadas para nosotros y que nos exigen sacrificios para ayudar a otros.

Por supuesto, hay que negociar, defender intereses y buscar equilibrios razonables. Pero hay que tener mucho cuidado con la retórica que usamos con nuestros socios y amigos. Sobre todo, sabiendo que en cuestión de meses se acordará ese nuevo marco de reglas fiscales, en el que nos jugamos bastante más que en otras cuestiones.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Ethereum se pasa el Proof of Stake (PoS) en septiembre y eso está animando a su cotización

El criptoinvierno del que hemos hablado en alguna ocasión no está siendo igual para todos. Así como Bitcoin parece que ha encontrado una resistencia en los 20.000 dólares, Ethereum está viendo un impulso a su cotización en el último mes.

¿El motivo? Que por fin han fijado una fecha para pasar del Proof of Work (PoW) al Proof os Stake (PoS) (el famoso Merge): el 19 de septiembre. Y esto podría dar un nuevo sentido a todo el ecosistema blockchain dejando de lado una de sus principales desventajas.

Diferencias entre PoW y PoS

Cuando Bitcoin se creó como primera criptomoneda el sistema de verificación de transacciones era el Proof of Work: básicamente los "mineros" se ponían a buscar (al azar) un número que cumpliera determinadas condiciones y cuando lo encontraban podían confirmar el siguiente bloque y como premio recibían una cantidad de criptomoneda. Si empieza a haber mucha capacidad computacional en la red la dificultad aumenta y encontrar dicho número se vuelve más complicado para los mineros individuales pero como hay más capacidad el bloque sigue confirmándose cada el mismo tiempo (10 minutos en el caso de Bitcoin).

Ethereum sigue un esquema parecido. Al final el problema de este sistema es que se consume una gran cantidad de energía cuando la red se vuelve popular. Y esa es una de las mayores críticas a las criptomonedas: para lograr el consenso se requiere una cantidad de energía ingente.

Sin embargo en el PoS los "mineros" no tienen un hardware especializado realizando cálculos sino que simplemente ponen como garantía de la transacción una cantidad de criptomonedas (la "participación" o "stake"). A cambio obtienen una rentabilidad. El incentivo a no hacer fraudes es claro: si se intenta algo raro que queda fuera del consenso se pierden las criptomonedas.

La principal ventaja del PoS frente al PoW es que el consumo energético es mucho más bajo. De hecho Ethereum ya era más eficiente que Bitcoin pero ahora lo será aún más. Confirmar una transacción en Bitoin cuesta aproximadamente 1.135.000 Wh; con el Ethereum actual unos 84.000 Wh; con el nuevo Ethereum solamente 35 Wh.

La cotización de Ethereum

Y todo esto ha animado a la cotización de Ethereum. En el último mes Ethereum ha subido un 18%, frente al 0,19% de Bitcoin. Normalmente la correlación entre las cotizaciones cripto es alta así que esta diferencia es notable.

Ethereum

Cotización de Ethereum en el último mes

Bitcoin

Cotización de Bitcoin en el último mes

Además esto vuelve a poner a Ethereum en la vanguardia de las criptomonedas. Aunque no es la única que se ha pasado al PoS, sí es la más grande y es un espaldarazo a esta nueva tecnología. Ethereum ha sido siempre algo más que una simple criptomoneda para invertir, permitía una serie de contratos inteligentes mucho más avanzados que Bitcoin. A partir de ahora, además, lo hará de una forma mucho más eficiente.

Por tanto puede que el criptoinvierno no sea tan duro para algunos. Hay quien dice, incluso, que Ethereum será más valiosa que Bitcoin. Solo el tiempo lo dirá.

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Qué precio pagará realmente el Barça por las palancas que le están permitiendo ser el que más ficha

El mercado de fichajes futbolísticos está en su momento álgido del año. Los clubes mueven en estos meses de verano sus mejores fichas con el objetivo de tener una plantilla más competitiva para la temporada que entra. Lo de siempre, vamos.

Lo que sucede es que de un tiempo a esta parte se han dejado atrás los veranos de fichajes 'galácticos' de esos que llenaban estadios en las presentaciones. Últimamente, gracias al cielo, se ha impuesto una austeridad en el fútbol (dentro de lo que se puede decir que es austeridad en este sector) que nos ha hecho olvidar esos fichajes de locura y se ha optado por el perfil bajo.

Aunque en Camp Barça las cosas están volviendo al inicio de los tiempos. A pesar de que es un club casi en la ruina (el año pasado declaró una deuda de 1.350 millones y un saldo neto negativo de 450 millones), ha conseguido una fórmula para hacer fichajes sonados después de una temporada desastrosa.

Las ha llamado palancas, que no son otra cosa que una forma de financiación alternativa con la que lograr tener flujo de caja y quitarse deudas de encima. El problema es que estas palancas no le van a salir gratis a la entidad catalana. Es más, posiblemente acaben ahogándole más.

Financiación a través de los derechos de imagen

Para que Raphinha, Lewandowski y compañía puedan venir a Barcelona, Laporta se ha lanzado en brazos de fondos de inversión. Es decir, ha vendido su alma al diablo. Porque para conseguir unos 540 millones de liquidez ha vendido el 25% de sus derechos de televisión.

CVC y Sixth Street son los fondos que han comprado un 15% y un 10%, respectivamente, de los derechos televisivos del club culé, algo que les va a salir redondo, porque esos derechos se revalorizan cada año, por lo que el club va perder una parte muy jugosa de estos ingresos.

En concreto, Sixth Street se ha llevado el 10% de los derechos de televisión del Barça por 207,5 millones de euros durante 25 años. Un préstamo que se ha calculado sobre la base de ingresos actual en este concepto que es de 166 millones. Es decir, 16,6 millones anuales de pago de intereses, que en 25 años serán 414 millones. El doble del dinero del préstamo. Un acuerdo nefasto.

Esta es la primera palanca que ha activado y que le va a permitir fichar (se ha gastado ya casi 100 kilos) y sanear sus cuentas inmediatas ante la Liga. Pero hay más. La segunda palanca sería vender parte de BLM y Barça Estudios, empresas relacionadas con el merchandising del equipo. Otro de sus mejores canales de ingresos.

Así, Laporta piensa ir tapando agujeros, da una patada hacia adelante, y permite al club seguir vivo unos años más, dejando el lío a otro presidente cuando llegue. Vamos, que ha hecho un pan para hoy y hambre para mañana de toda la vida.

Laporta ha fiado todo al mundo especulador, y ha vendido lo mejor que tiene un club de esta categoría: sus derechos. Eso es algo que crece siempre y siempre va a dar rentabilidad. Todo para poder pagar salarios, deudas y fichar estrellas.

Una fórmula que seguro que les ha costado crear, pero que a la larga les puede traer muchos problemas. Primero porque son más deudas que adquiere; y segundo porque va a pagar muy caro ese préstamo.

Pero el show es el show, y no nos olvidemos que lo que quiere el aficionado son títulos, victorias, jugadores de renombre y espectáculo. Y eso es lo que Laporta quiere garantizar para los próximos años. Volver a ver al Barça en lo más alto le va a salir muy caro, pero eso al socio parece que le da igual.

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El órdago del BCE

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Tras la reciente decisión de subir los tipos de interés y, lo que es más importante para nuestra economía, crear un mecanismo potente de prevención de crisis financiera, el BCE retoma las riendas de la coyuntura en un contexto plagado de incertidumbres. No existía solución milagro al dilema inflación-recesión, los dos males que acechan la economía europea. 

Pero la poción que se ha administrado es a priori la menos arriesgada. En primer lugar, porque de no ajustar los tipos de interés, el euro se hubiera depreciado aún más frente al dólar, la moneda en que cotizan la mayoría de materias primas, exacerbando la inflación importada y el descontento social. En el último año el euro ya ha perdido cerca del 17% de su valor frente a la divisa americana, dopada por la senda de subidas de tipos de interés pilotada por la Reserva Federal. Era por tanto imprescindible colmatar esa brecha para frenar la depreciación cambiaria, y así contribuir a moderar el IPC. 

Bien es cierto que el encarecimiento del precio del dinero en medio punto (el doble de lo anticipado) se trasladará rápidamente a las cargas financieras que soportan las familias y las empresas endeudadas a tipos de interés variables. Esto pesará en las decisiones de consumo y de inversión, y por tanto agudizará la desaceleración en marcha. Sin embargo, el impacto debería ser moderado al menos en el caso de España, gracias a la posición financiera relativamente saneada del sector privado —nada que ver con la época de la crisis financiera. Bajo la hipótesis de una subida adicional del euríbor, desde el 1,15% actual (que ya refleja el ajuste de tipos del BCE) hasta el 1,5% a finales de 2023, los intereses devengados por los hogares en relación a su renta disponible subirían en poco más de medio punto, y el impacto sería de un punto en el caso de las empresas (comparando 2023 con 2021 en el gráfico 1). Magnitudes que parecen asumibles, si bien un incremento de la morosidad es probable.    


Otra cosa es la situación de los Estados, algunos de los cuales, como el nuestro, están muy endeudados y por tanto son más vulnerables que el sector privado ante el alza de tipos de interés. De ahí la importancia vital del nuevo mecanismo de prevención de crisis financieras (el llamado “instrumento de protección de la transmisión monetaria”, o TPI por sus siglas en inglés). Se trata de disuadir mediante intervenciones en teoría ilimitadas posibles ataques especulativos de los mercados como los que ocurrieron hace una década antes de la era Draghi, y que nos obligaron a pagar primas de riesgo exorbitantes. 

Por supuesto el respaldo del BCE no es incondicional. Para beneficiarse los países deben mantener una senda fiscal razonable y acometer las reformas previstas en el Plan de recuperación. Se trata de condiciones poco onerosas en comparación con el anterior mecanismo de respaldo, que obligaba a un plan de rescate, y que dejan un amplio margen de interpretación para el BCE —algo que puede resultar útil para disuadir los ataques especulativos. 

Apenas anunciado, el arsenal puesto en marcha por el BCE se someterá a una prueba de estrés económica, por las noticias inquietantes acerca de la economía europea: el indicador de coyuntura de julio que se acaba de dar a conocer se sitúa en terreno recesivo por primera vez en el último año.  Las vicisitudes de la política italiana podrían también generar turbulencias que obliguen a solicitar el TPI. Ojo con el efecto de arrastre sobre otros países, si bien de momento nuestra prima de riesgo se mantiene a buena distancia de las del país vecino.  


Con todo, el órdago anticrisis del BCE aporta una red de seguridad a la economía española. Depende de nosotros aprovecharla, ejecutando el Plan de recuperación y anunciando una senda equilibrada de contención de los desajustes presupuestarios.  

COYUNTURA| La facturación de las empresas de la eurozona registró un descenso en julio, apuntando a una contracción de la actividad. El índice PMI de gestores de compra se situó ligeramente por debajo del nivel 50, lo que indica una reducción de la producción por primera vez desde febrero del pasado ejercicio. Los indicadores también muestran una menor incidencia de los cuellos de botella y una desaceleración de los costes de producción, si bien las tensiones inflacionistas son persistentes. Destaca la economía alemana como una de las más afectadas por el shock de estanflación.   

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El verano del carpe diem: playas llenas a pesar de los tambores de recesión y la inflación

'Carpe Diem'. Solo se vive una vez. Esa parece ser la mentalidad imperante en la sociedad española este verano 2022 en el que por fin estamos libres de protocolos y normativas anti Covid y podemos campar a nuestras anchas por donde queramos.

Un sentir que ha hecho que nos evadamos de la realidad que tenemos encima: una inflación superior al 10% en pleno verano y una recesión (no se sabe sí tímida o extrovertida) a la vuelta de la esquina que amenaza con amargarnos el otoño-invierno.

A pesar de que los precios de todo han subido, de lo que cuesta el litro de gasolina, o llenar la nevera, los españoles nos hemos lanzado a vivir este verano como si fuera el último, y a pesar de que algunos han admitido tener que recortar sus días de asueto por ello o directamente, cancelarlos, lo cierto es que las playas están llenas.

Por ejemplo, La Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos) prevé que julio cierre con una ocupación superior al 85%, más que antes de la pandemia, mientras que en Cantabria es del 90%, o en la Comunidad Valenciana ya está en niveles de 2019.

¿Estamos anestesiados? ¿No queremos ver la realidad? ¿O sencillamente nos da igual?

Viviendo el presente

Hay un riesgo alto de recesión en todo el mundo, y aquí pasa lo mismo. No nos vamos a escapar de crecer menos que en 2021, queramos o no, porque la inflación y demás vicisitudes del 2022 han complicado todo mucho. Pero parece que vivimos de espaldas a ello.

Decimos parece, porque en realidad no. Porque según el barómetro del CIS de mayo (el último) la economía es la mayor preocupación de los españoles actualmente, pero eso no ha bastado para que se queden en casa este verano.

Y eso que todavía no ha llegado agosto, mes por excelencia de vacaciones en España. Por lo que nos encaminamos, todo apunta, a un verano de récord en cuanto a gasto vacacional. Primero, por las ganas de la gente; segundo, porque los precios están por las nubes.

¿Están locos los españoles y no piensan en el futuro a corto plazo? ¿Les da igual todo? Hay matices. Bien es cierto que nuestra cultura es muy de vivir el presente, sobre todo tras la pandemia, pues ahora ya nada asegura que las cosas sean así dentro de un año. Por ello, la gente, hastiada de confinamientos y restricciones, quiere volver a un verano como los de antes.

Pero hay otro punto importante: hay más ahorro acumulado que nunca. La pandemia sirvió para ello, llegando el ahorro de las familias a su máximo histórico en 2020, casi el 15% de la renta disponible. Por lo tanto, muchas personas también quieren aprovechar ese remanente para pasar un verano inolvidable.

El problema es que el futuro inmediato es muy incierto, y no se sabe qué pasará después de las vacaciones, porque puede que las cosas vayan a peor. Sobre todo en lo que respecta a destrucción de empleo. La inflación está aumentando los costes de todas las empresas y aunque ahora todo son burbujas de alegría, es posible que se pinchen en un par de meses.

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Fin al dinero barato 4.026 días después

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Todas esas jornadas han pasado desde el 13 de julio de 2011 para que el BCE haya vuelto a subir los tipos de interés. Ha acontecido de todo desde entonces, desde la agudización de la crisis de la deuda soberana aquellos años, hasta una severa pandemia y una guerra cruenta en Ucrania —de futuro incierto—, pasando por el whatever it takes del siempre presente (ahora no menos) Mario Draghi. Este jueves el BCE finalmente ha aumentado su tipo de interés de referencia, nada menos que un 0,5%, con más subidas próximamente, como primera acción contundente para combatir una inflación que parece desbocada.

Como un complemento de manga ancha, finalmente se aprobó el llamado Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI, por sus siglas en inglés). Hace pocos meses parecía muy improbable —véase la hemeroteca con declaraciones oficiales—, pero ha acontecido tras asentarse una realidad cruda y cabezona: la inflación se ha puesto cómoda en nuestras vidas. O se combate con toda la fuerza o se nos queda en el salón de casa por mucho tiempo. Y, por las turbulencias que puedan venir —desde Italia las primeras— desde Fráncfort se comprará lo que sea preciso.

El miedo a la deflación —y, de reojo, a una posible crisis de deuda soberana— explica por qué los tipos de interés no subieron en este largo periodo. Solamente bajaron o se mantuvieron. Se acometían también masivas compras de bonos. El tiempo juzgará el acierto de estas decisiones. Los posibles errores tendrían atenuantes, por decidir en territorios inexplorados, como es la realidad económica y geoestratégica cambiante y virulenta. También el complejo entramado institucional de la UE, con claras carencias en el camino hacia la completitud de una mayor unión política.

Tras meses en los que el mercado parecía penalizar todo lo que olía a euro y a Viejo Continente, los últimos días han dado respiro. Hay menos pesimismo. Los mensajes del BCE, ratificados este jueves con fuerza, parecen haber ganado credibilidad. La gran espada de Damocles —un eventual corte del gas ruso y sus terribles consecuencias económicas— sigue pendiendo, pero si se compara con las debilidades de la crisis financiera de 2008, está ganando terreno una visión menos apocalíptica de la economía, el empleo y los precios. Lo sabremos en los próximos meses, pero la recesión parece que será menos generalizada de lo que se pensaba hace semanas. Donde acontezca, apunta a menos prologada.

El BCE ha compartido una visión similar. No puede evitarse una notable desaceleración, pero los preparativos de reservas de gas —con mayor resiliencia y capacidad de cooperación en la UE para compartir recursos— y la reciente evolución de los precios de la energía parecen apuntar a un escenario menos catastrofista. Los deberes pendientes con la inflación continúan siendo de gran magnitud. El BCE ha comenzado el tratamiento para la dolencia inflacionaria: subir tipos de interés y prometer nuevas dosis. Y, además, para evitar efectos secundarios de esa medicación sobre los mercados de deuda soberana, aprobó el TPI que aplicará seguramente con la contundencia que transpiraba en el discurso de Lagarde. Aun así, la inestabilidad política ha hecho subir la prima de riesgo italiana. La presidenta de la institución monetaria lo ha dejado claro: “Las compras no van a estar restringidas ex-ante”. De alguna manera, ya tiene su whatever it takes. Esperemos que los mensajes y decisiones conduzcan al éxito.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Las empresas manufactureras alcanzan los niveles de facturación de prepandemia

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Ya han pasado más de dos años desde que empezó la pandemia y se ha aprendido a vivir con ella. Además, han surgido nuevos riesgos en el horizonte. Por ello, conocer si ya se ha superado el colapso por la pandemia es decisivo para saber cómo se podrán abordar estos nuevos desafíos. A continuación, se comentan los resultados de Moral (2022) que analiza las empresas manufactureras españolas (pymes y grandes) a partir de sus declaraciones de IVA en la Agencia Tributaria (AEAT). El primer punto que debe resaltarse es el uso de la facturación real cuya validez es magnífica, puesto que las empresas analizadas representan el 98,4% de las ventas totales y el 99,7% de las exportaciones. 

El principal resultado del trabajo es que, en media, las empresas manufactureras españolas han alcanzado los niveles de facturación de prepandemia. En el Gráfico 1 se observa que el índice (con base 100 en el primer trimestre de 2019)[1] vale 102 en el cuarto trimestre de 2021, es decir, se superaron las ventas prepandemia en un 2,0%. 


El proceso comenzó con el desplome brutal, en el segundo trimestre de 2020, que se salvó muy rápidamente (tal y como muestra la forma de “V” tan acusada). De hecho, a finales de ese año, las empresas manufactureras españolas tan solo vendieron un 1,81% menos que en 2019. Sin embargo, el 2021 comenzó con una fuerte ola de contagios y con una vacunación muy incipiente truncó, de nuevo, el crecimiento. Hubo que esperar a la segunda mitad del 2021 para observar una senda positiva en las ventas que, esta vez sí, permitió rebasar los niveles de prepandemia a final de año. 

No obstante, la evolución del valor añadido bruto en manufacturas registrada la Contabilidad Nacional Trimestral (INE) es la contraria, ya que se recoge una caída del 5,3% en el cuarto trimestre de 2021 respecto al del mismo trimestre de 2019. Por ello, los resultados obtenidos a partir de los datos reales de facturación disponibles en la AEAT son especialmente interesantes y se deben utilizar con más asiduidad. 

En el primer trimestre de 2022 se observa un parón de la tendencia alcista previa como consecuencia de la falta de componentes y el inicio de la Guerra de Ucrania (20 de febrero). En este sentido, los datos coyunturales revelan un mantenimiento de la situación, a pesar de que a los riesgos anteriores se están uniendo los elevados precios energéticos y la inflación general.

El Gráfico 1 también muestra la evolución de los ingresos distinguiendo su procedencia: del exterior frente al mercado interior. Desde 2021, las exportaciones presentan una senda más volátil que las ventas en el mercado nacional. Aun con todo, el valor declarado de los ingresos por exportaciones de las empresas manufacturas en el primer trimestre de 2022 es un 1,7% superior al registrado en 2019. Por su parte, las ventas en el mercado español registraron en 2021 un avance más moderado que, con el ajuste de 2022, las sitúan ligeramente por debajo del nivel prepandemia. 

Pero esta tendencia general observada en las manufacturas aglutina comportamientos sectoriales muy dispares que conviene identificar. El Cuadro 1 expone las variaciones del primer trimestre de 2022 respecto de 2019 en las ventas totales, el mercado interior y las exportaciones, y constata esta idea.


Es patente que las dificultades en el sector de material de transporte lastran al conjunto de las manufacturas, siendo el único sector que retrocede en estos tres años. En concreto, el primer trimestre de 2022 factura un 10% menos: las ventas en el mercado nacional han disminuido un 19,7% y las exportaciones un 3,3% (este sector exporta más del 80% de su producción). La falta de suministros y componentes es un problema para el sector, pero la cuestión de fondo es el proceso de cambio que debe realizar para adaptarse al nuevo paradigma de movilidad sostenible. En 2020, solo el 7,3% de los vehículos producidos en España fueron “alternativos”, es decir, eléctricos de batería, híbridos enchufables, híbridos convencionales o de gas (ANFAC, 2020).

Por su parte, los sectores que mejor se comportaron en 2020 (el químico y farmacéutico junto con el de alimentación, bebidas y tabaco) mantienen una buena trayectoria, especialmente en las exportaciones. Las ventas en el exterior también han sido cruciales para la obtención de buenos resultados en el sector de textil y confección y el de madera, corcho y muebles. 

En conclusión, este análisis muestra recorridos muy diferentes en los sectores manufactureros que deben seguirse con atención en el momento actual de incertidumbre.


[1] Los efectos de la pandemia comenzaron en marzo de 2020, por lo que los datos del primer trimestre ya mostraron una caída. Por ello se realiza la comparación con el primer trimestre de 2019.

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Escrivá pacta las cuotas de autónomos dependiendo de los ingresos: las pensiones por delante de todo y los más necesitados no tienen quien los defienda

Tras meses y meses de negociaciones, parece que el tema de las nuevas cuotas de los autónomos ya se va fijando. Y la verdad es que no va a gustar nada a los trabajadores por cuenta propia.

El ministro Escrivá ha alcanzado un principio de acuerdo con las asociaciones de autónomos para fijar unas nuevas tablas de rendimientos netos y...la cuota mínima que se está barajando con toda probabilidad es de 230 euros para ingresos de hasta 670 euros netos en 2023.

Es decir, que un tercio de esos ingresos será para pagar solamente la cuota. Súmenle ahora los impuestos y demás... Por contra, los que tengan unos ingresos de más de 6000 euros, la cuota será de 500 euros. ¿Ven desigualdad en esto? Desde luego que sí.

Y si tenemos en cuenta que más de un millón de autónomos obtiene menos de 1.000 euros de ingresos al mes, está claro porqué Escrivá quiere dar el hachazo a este colectivo, ya que es el más numeroso y del que más puede sacar.

¿Para qué? Pues está también bastante claro.

Garantizar las pensiones, cueste lo que cueste

Lo que se deduce de esta decisión que va a afectar a tantos autónomos es que el Gobierno necesita recaudar para lo que parece ser su gran objetivo de la legislatura: garantizar las pensiones públicas.

Una partida de gasto que cada vez aumenta más y que, encima, se tendrá que actualizar en función del IPC en 2023 y ya sabemos todos cómo anda esto... Si las pensiones suben el año que viene en torno a un 10%, se va a tener que recaudar mucho para poder pagarlas.

Y así consecutivamente. Por lo tanto, el Gobierno va a coger dinero de donde pueda, y los autónomos no se van a librar. El problema es que deja un mensaje muy descorazonador a la sociedad: "haremos lo que sea por las pensiones; si eres un pequeño empresario o trabajador por cuenta propia, arréglatelas".

Este colectivo ya lleva años quejándose de su abandono e indefensión ante los vaivenes económicos (les afectan de lleno y apenas tienen ayudas) y demás cambios legislativos. Y ahora se les vuelve a dar otro revés en un momento muy complicado con una subida de costes brutal.

Por su parte, las asociaciones de autónomos quedan bastante retratadas con este acuerdo, pues si aceptan esa cuota para los más indefensos de la cadena, es que muy bien no están haciendo su labor.

Lo que queda de esto es que los pequeños autónomos y pymes lo van a tener muy complicado de aquí en adelante tanto por la coyuntura económica como por parte de las instituciones públicas. Que viven por y para los pensionistas. Los únicos que ganan poder adquisitivo cuando todos lo pierden.

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Nuevos impuestos

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Comencemos por dos aclaraciones. La primera es que los impuestos anunciados la semana pasada no forman parte de la reforma fiscal pendiente que debería resolver múltiples problemas y afrontar nuevos retos. Su lógica y justificación es diferente. La segunda es que, por muy buena voluntad que se tenga, ningún Gobierno es capaz de garantizar que el coste de los impuestos no se vaya a trasladar vía precios a otros agentes económicos; en particular a los clientes de empresas energéticas y bancos. Porque una cosa es la incidencia legal de un tributo, que sí controla el gobierno a través de la normativa fiscal, y otra la incidencia efectiva.

Dependiendo de las condiciones de los mercados, las empresas pueden acabar trasladando una parte no menor del coste a sus clientes, proveedores o incluso trabajadores. Es una realidad que las empresas energéticas están siendo favorecidas por la coyuntura actual. En el caso de las eléctricas, por un sistema marginalista no pensado para situaciones extraordinarias como la que estamos viviendo. Los beneficios caídos del cielo están siendo enormes. La llamada “excepción ibérica” ha sido una solución buena, pero parcial. Aun con ella, los precios a los que se está cobrando la luz excede con mucho lo razonable, dado el peso menor del gas en las fuentes generadoras de electricidad en España. En el caso de los carburantes, el mecanismo es diferente. Pero existe evidencia empírica de esos beneficios extraordinarios. Por tanto, un impuesto transitorio sobre las energéticas es un complemento justificable a los cambios en el sistema marginalista, y va a permitir que una parte de esos sobreprecios a los consumidores pasen a financiar actuaciones compensatorias. Es muy probable que este tipo de tributos extraordinarios vayan a ser la norma en Europa.

En contraste, tengo serias dudas sobre la oportunidad del impuesto a la banca. El argumento de que las entidades financieras se van a beneficiar de la subida de tipos que se avecina no tiene nada que ver con la idea de los beneficios caídos del cielo. Como es bien sabido, el sistema financiero español ha pasado años difíciles en un contexto de tipos de interés negativos, nunca visto antes. Los ajustes en plantilla y las cotizaciones bursátiles dan fe de ello. Y no hay que olvidar que una subida de tipos no es sinónimo de mayores beneficios en un contexto de crisis económica con previsibles aumentos en la morosidad. Tampoco es totalmente sólido el argumento de que el impuesto es una compensación por el rescate a la banca que financiaron todos los españoles. Porque una parte sustancial de los bancos que soportarán el gravamen no recibieron esas ayudas. Me cuesta creer que este vaya a ser un camino que se transite de manera generalizada en los países de la UE.

Quizá tendría sentido volver al libro blanco de la reforma tributaria y encontrar otras posibilidades para obtener más ingresos, al tiempo que se mejora el sistema.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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