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BCE: ahora las empresas

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Tras un comienzo casi nefasto hace diez días con unas declaraciones inoportunas de su presidenta, Christine Lagarde —que la
dejan tocada para un futuro—, el Banco Central Europeo cambió de rumbo la
semana pasada. Esta crisis precisa contundencia (se está haciendo) pero también
que alcance a pymes, autónomos y familias. Rock and roll monetario para
todos.

El BCE sacó la artillería pesada con el Programa de Compra de Emergencia Pandémica (PEPP por sus siglas en inglés) de bonos por 750.000 millones hasta diciembre de 2020. Señal clara de apoyo a la deuda soberana de países como Italia y España, que están sufriendo más, al menos inicialmente. El segundo paso fue la mayor flexibilidad concedida a las entidades financieras en el uso del capital. Podrán utilizar reservas ya existentes por un montante de 120.000 millones para absorber pérdidas o financiar hasta 1,8 billones de euros. La flexibilidad será total para los créditos con garantías públicas. El tercer paso fue disminuir las exigencias de provisiones de los créditos morosos cubiertos con avales públicos y suavizar los planes para reducir la tasa de morosidad. Otro paso que no puede olvidarse es la coordinación entre bancos centrales con los acuerdos de líneas swap para garantizar la liquidez.

«Mientras que para las grandes empresas el BCE ha sido capaz de proporcionar liquidez […], esta financiación casi directa del banco central no existe para las pymes y autónomos, que son precisamente los más damnificados por la crisis. Una situación excepcional donde la financiación escasea requiere medidas excepcionales e innovadoras, también de parte de la autoridad monetaria».

Santiago Carbó

¿Se puede hacer algo más? Creo que sí. Mientras que para las grandes empresas el BCE ha sido capaz de
proporcionar liquidez comprando los bonos que emiten —y que incluso
ahora se podría flexibilizar algo para dar más liquidez a este sector de mayor
tamaño—, esta financiación casi directa del banco central no existe para las
pymes y autónomos, que son precisamente los más damnificados por la crisis. Una
situación excepcional donde la financiación escasea requiere medidas
excepcionales e innovadoras, también de parte de la autoridad monetaria. Sobre
todo, durante episodios de crisis de liquidez como la que sufren muchas pymes y
autónomos solventes que no pueden, por problemas de caja temporales, pagar a
sus proveedores para seguir funcionando.

Una opción innovadora para convertir esta deuda a
corto plazo en una de largo plazo sería utilizar técnicas de titulización para
que la autoridad monetaria amortigüe el impacto de la crisis de liquidez en
estas sociedades. Una posibilidad sería que los proveedores pudieran obtener
liquidez de sus deudas a corto —reconocidas en forma por ejemplo de letras de
cambio— de una institución financiera con respaldo público (el ICO o el Banco
Europeo de Inversiones, por ejemplo) que empaquetaría decenas de miles de estas
deudas creando unos ABS (Asset Backed Securities, valores respaldados por
activos) que podrían utilizar para obtener liquidez a largo plazo del BCE.

El banco central ya ha empleado estos instrumentos en los últimos años para inyectar liquidez. Para minimizar el riesgo moral de estas operaciones, se podría limitar con un conjunto de condiciones objetivas a sectores claramente identificados como los más afectados por la crisis, a sociedades que obtuvieron beneficios en 2019, y por supuesto a deudas recientes originadas antes del impacto de la COVID-19. Son vías adicionales para que el tremendo esfuerzo fiscal y monetario fluya a todas las capas de la actividad económica y la sociedad.

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Por detrás de la curva

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Con respecto a la epidemia del coronavirus hay dos grandes y complicadas aproximaciones que los decisores de política económica tienen que hacer: estimar la incidencia potencial y, conforme a ella, delimitar las medidas preventivas. En casos como el de España parece que la visión del mercado no coincide con la de las autoridades. Tampoco en otros países europeos o de la OCDE. Para las Bolsas y cada vez más analistas, los Gobiernos van “por detrás de la curva”, lo que significa que la economía ya ha virado drásticamente y, sin embargo, seguimos en línea recta sin ver el desvío. Si se sigue por ese camino, lo que quedará es la gestión del caos.

El problema es global y la política de comunicación deja qué desear en Estados Unidos y Europa. En algunos casos, los jefes de Estado o primeros ministros se ponen a la cabeza. En otros, no aparecen o, simplemente, señalan brevemente que “está todo controlado” o que “no hay motivos para la preocupación”. En España, no puede recaer todo el peso informativo y preventivo en el coordinador de emergencias sanitarias.

Europa, para variar, no tiene una respuesta común que solo llegará, como siempre, con una situación más grave. No hay claridad. El entramado de normas comunitarias no permite avanzar y coordinar rápido. No es de extrañar que el Gobierno británico diga ahora que va a aprovechar el Brexit para fijar sus propias reglas claras para los ciudadanos en temas clave de índole pública, como la salud. Tal vez oportunismo, tal vez crítica oportuna.

«La respuesta debe ser fundamentalmente fiscal. Debe primar el gasto público, con recursos para luchar contra la enfermedad y su prevención. Con alivios transitorios de los criterios de cumplimiento de déficit y deuda porque la situación es urgente».

Santiago Carbó

Hay eventos con su propia carga de shock y su propio contenido informativo. La situación en Italia, la rebaja de tipos de interés de la Reserva Federal o las perturbaciones colaterales que, aprovechando la confusión, provocan, como este lunes, un hundimiento entre el 20% y el 30% del precio del mercado del crudo. El primer trimestre de 2020 va camino de marcar un récord a la baja en crecimiento mundial que ya anticipan las Bolsas con un crack enlazado diariamente como una traca de fallas valencianas.

Los mercados —y, lo que es más importante, la actividad económica— solo van a reaccionar cuando las autoridades se pongan por delante de la curva y anticipen los acontecimientos con contundencia y coordinación internacional. La reacción de los bancos centrales está siendo más un mensaje de alarma (que puede tener su propio valor) que una solución. Si en Europa se sigue el mismo camino y se bajan tipos, tendrían lugar más distorsiones que beneficios. Cosa distinta es si son precisas medidas de liquidez transitorias.

La respuesta debe ser fundamentalmente fiscal. Debe primar el gasto público, con recursos para luchar contra la enfermedad y su prevención. Con alivios transitorios de los criterios de cumplimiento de déficit y deuda porque la situación es urgente. Si, por ejemplo, existe una mínima certeza de que España puede seguir pasos similares a los ya acometidos por Italia, hace días que estamos perdiendo el tiempo, quizás por temor a la reacción de los ciudadanos y, por supuesto, porque el coste sería muy elevado. Pero, sinceramente, sería menor que esperar al caos.

Artículo publicado originalmente en el diario El País.

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Irracionalidad vírica

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Que las Bolsas están prestas a sobrerreacciones no es nuevo. Se asume la racionalidad limitada. Lo difícil es definir sus implicaciones. En España se entra en los días clave para discernir la incidencia del coronavirus. La pasada fue una semana aciaga, con la mayor caída bursátil desde Lehman Brothers y la crisis de la deuda soberana. Y la herida no parece cerrarse. La sensación sigue siendo de falta de referencias. ¿Están los inversores tan mal informados? Más bien, la realidad del riesgo del Covid-19 es más económica de lo que podría pensarse.

En medio del caos, nos queda Cervantes. El ingenioso hidalgo diría ante circunstancias como las actuales que “la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde”. Si el virus no mata tanto como podría temerse, ni parece mutar, ni tiene una incidencia vital muy distinta de una gripe común, ¿por qué pone a la economía mundial contra las cuerdas? En el siglo XXI una pandemia es algo serio, pero existen herramientas para limitar su incidencia. Algunos epidemiólogos señalan que sin medida preventiva alguna este coronavirus podría afectar a un porcentaje considerable de la población mundial. Un supuesto teórico que no se debería llegar a producir porque las medidas de las autoridades sanitarias van a reducir esa incidencia de forma significativa. Lo que los mercados están descontando es el riesgo de una paralización económica. Tienen ejemplos cercanos a su realidad diaria (Milán, como referencia más palpable) de lo que podría suceder si la transmisión se va de las manos.

«La reacción de las autoridades es de geometría y acierto variables. Que se considere flexibilizar la contención del déficit para que los Gobiernos puedan apoyar a sectores especialmente dañados por el virus es racional y sensible. Que se hable de que los bancos centrales den estímulos monetarios adicionales o hundan más los tipos de interés tiene mucho menos sentido».

Santiago Carbó

Lo más probable es que para la mayoría de los ciudadanos la Covid-19 pase como algo ajeno o unos días malos de fiebre y tos. Lo que sí que recordaremos en unos meses es el temor a que las cadenas de suministro, el trabajo, el colegio de los niños o una gestión administrativa se llevó por derroteros muy distintos de los habituales. Eso tiene un significativo coste económico actual que tiene el riesgo de hacerse enorme. Los mercados temen al contagio. A todo aquello que, afectando a una empresa o una localización, puede trasladarse a otras con velocidad. Lo que han hecho los mercados es “contagiarse del contagio” y anticipar dos escenarios: uno, que ya hay pérdidas sensibles; el segundo, que podría haberlas mucho mayores.

Así que cuando usted piense que algo no le deben estar contando es, seguramente, que el contagio puede tener una incidencia económica de mayor magnitud de la inicialmente esperada. En este sentido, la reacción de las autoridades es de geometría y acierto variables. Que se considere flexibilizar la contención del déficit para que los Gobiernos puedan apoyar a sectores especialmente dañados por el virus es racional y sensible. Que se hable de que los bancos centrales den estímulos monetarios adicionales o hundan más los tipos de interés tiene mucho menos sentido porque un destrozo de tres meses no se arregla con una nueva barra libre con efectos mucho más duraderos y contradictorios.

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La nueva tecnología bancaria: aplicaciones, adopción e impacto en banca

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El sector
bancario está inmerso en un proceso de transformación tecnológica. Aunque a
lo largo del tiempo se han sucedido numerosos cambios tecnológicos, el actual
proceso de innovación es susceptible de tener un mayor impacto en la actividad
bancaria. El desarrollo de nuevas tecnologías que permiten el análisis masivo
de datos (big data), la inteligencia artificial (IA), la tecnología de
registro descentralizado (blockchain)
y la computación en la nube (cloud computing) empiezan a configurar una
«nueva tecnología bancaria». Su implantación, adopción y uso tiene la capacidad
de alterar la oferta –con bancos más digitales y con la llegada de nuevos
proveedores tecnológicos capaces de ofrecer servicios financieros– y la
demanda de servicios bancarios –con clientes más digitalizados–.

El
cambio en la oferta y la demanda de servicios financieros es fruto del
liderazgo en el gasto tecnológico que protagonizan las entidades bancarias.
Dicho proceso de transformación se caracteriza por estar sometido a una
continua aceleración y por su carácter global. Las estimaciones apuntan a que
este proceso de cambio de la industria bancaria se está acelerando, dado que
las tasas de crecimiento futuras del gasto tecnológico superarán a las
actuales. Utilizando una amplia muestra de entidades bancarias de
Norteamérica, Europa y la región Asia-Pacífico, se observa que los bancos
destinan entre el 7,99% y el 16,15% de su presupuesto a tecnología,
situándose la media en el 11,85%. Se aprecia además una tendencia positiva a
nivel mundial, de modo que los bancos incrementaron un 4,07% la partida
tecnológica en 2018 con respecto al año anterior. Asimismo, la inversión
tecnológica y su tasa de crecimiento parecen retroalimentarse, al observarse
correlaciones positivas entre ambas. De manera que, aquellos bancos que más
invierten en tecnología son también los que más las incrementan.

«La banca líder en la adopción de tecnologías presenta de media un mayor rentabilidad por activo (ROA) y por patrimonio neto (ROE) que la banca denominada menos tecnológica. Asimismo, los bancos con un mayor grado de adopción de las nuevas tecnologías bancarias son capaces de generar más ingresos en relación a su nivel de activos».

Una
parte importante de este gasto, cerca del 26%, se destina a las tecnologías
más innovadoras. Desde el propio sector se identifican cuatro campos como los
más disruptivos: big data, inteligencia artificial, blockchain y
cloud computing. Su uso combinado es lo que se conoce como la «nueva
tecnología bancaria». Su potencial en la oferta de servicios financieros es
muy extenso, aunque el análisis de sus actuales aplicaciones en banca
determina que todas ellas se orientan hacia tres objetivos principales:
fortalecer el posicionamiento competitivo de la entidad ante la llegada de
nuevos competidores, mejorar la experiencia de usuario para ampliar la
capacidad de atraer a nuevos clientes y de retener a los actuales y,
finalmente, ahorrar en costes para mejorar la eficiencia operativa.

La
banca europea destaca a nivel mundial por la adopción de las nueva tecnologías.
Del  análisis textual de las memorias de
las cuentas anuales de las 48 entidades bancarias europeas objeto de los stress-tests por parte del Banco Central
Europeo, para analizar el grado de adopción de nuevas tecnologías entre la
banca europea, se desprende que el 94% de estos bancos hacen referencia al uso
de al menos una de las citadas tecnologías. El porcentaje más elevado de
adopción se corresponde con el uso del big data, seguido de la
inteligencia artificial y blockchain. Este esfuerzo tecnológico del
sector se está produciendo tanto individualmente, donde cada entidad decide y
ejecuta su presupuesto tecnológico de acuerdo con sus prioridades, como a
través de proyectos globales, en los que participan un conjunto de entidades
bancarias (We.trade, Marco Polo, Komgo o Trade Information Network).

¿Cuál es el posible impacto de la adopción de la «nueva tecnología bancaria»? Distinguiendo entre dos grupos de entidades bancarias –aquellas que hacen un uso intensivo de estas tecnologías (bancos líderes en la nueva tecnología bancaria) y aquellas que hacen un uso limitado de las mismas (bancos incipientes en el uso de nueva tecnología bancaria–, se evidencia que existen diferencias entre las entidades en función del grado en que la han adoptado. La banca líder en la adopción de tecnologías presenta de media un mayor rentabilidad por activo (ROA) y por patrimonio neto (ROE) que la banca denominada menos tecnológica. Asimismo, los bancos con un mayor grado de adopción de las nuevas tecnologías bancarias son capaces de generar más ingresos en relación a su nivel de activos. Aunque no pueden inferirse una relación de causalidad, sí parecen existir evidencias a favor de una cierta correlación positiva entre la adopción de las nuevas tecnologías, la rentabilidad bancaria y la capacidad de generar ingresos.


Esta entrada es un resumen del artículo ‘La nueva tecnología bancaria: aplicaciones, adopción e impacto en banca’, disponible en el número 162 de Papeles de Economía Española: La gestión de la información en banca: de las finanzas del comportamiento a la inteligencia artificial

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Fronteras del big data para el análisis económico y financiero en banca

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La irrupción
digital y el avance tecnológico han supuesto una revolución en la sociedad y
en la organización empresarial a la que el sector financiero no es ajeno. Lo
que sigue es el análisis del impacto que el uso de la ciencia de datos y la
inteligencia artificial han tenido en su transformación, en los procesos
internos de las entidad Fronteras del big data para el análisis económico y
financiero en banca

es y en el
servicio al cliente, analizando el marco técnico, competitivo y regulatorio
que delimita la frontera del big data y que será clave en el impacto
sobre la industria de servicios financieros.

El sistema
financiero requiere un extenso y dinámico uso de datos, la principal materia
prima del cambio tecnológico actual. A través de ellos el sector está
cambiando como consecuencia de las nuevas opciones de personalización masiva y
la posibilidad de crear mercados individuales para cada usuario por parte de
múltiples proveedores. La experiencia de otras industrias más avanzadas en el
uso del dato muestra que esta tecnología se ha dirigido menos a diferenciar
precios –aunque sí a reducirlos– y más a proporcionar a los usuarios
información más apropiada, y relevante para sus intereses, concentrándose en
ser más preciso en los objetivos y las recomendaciones al cliente. También
permite una mejor verificación de la información y crear una reputación
digital, clave en el negocio financiero.

«En el sector financiero, la generación de masa crítica alrededor de la información va a ser un elemento de competencia crucial, en el campo de juego que fije la regulación».

Tres son
los pilares para la aplicación de técnicas avanzadas de análisis de datos en
el sector financiero: la ética, la regulación y la gobernanza. Solo la
combinación de estos tres elementos permite generar soluciones de valor
añadido, satisfacer al cliente y merecer su confianza, el pilar imprescindible
sobre el que se seguirá desempeñando la provisión de servicios financieros.
A pesar de las grandes oportunidades que ofrece este nuevo entorno de
abundancia de datos, el uso del big data por las entidades financieras
presenta grandes retos, ya que el dominio de estas técnicas requiere contar
con datos masivos y de calidad, pero también talento humano y tecnología
adecuada, además de disponer de un marco organizativo y tecnológico que
garantice la seguridad y disponibilidad de la información y recursos
necesarios para generar valor añadido sin crear nuevos riesgos.
Adicionalmente, existen muchos otros aspectos técnicos, competitivos y
regulatorios que afectan a la capacidad de las entidades financieras de extraer
valor con estas técnicas. Son todos estos cambios los que deberían permitir
que esta tecnología termine generando un aumento de productividad en el sector
cuando se produzcan todas las innovaciones que se necesitan.

La gestión
del dato está alterando los procesos de creación de valor en el sistema
financiero generando la aparición de nuevos servicios y nuevos actores; y
tiene el potencial de cambiar la estructura de la industria. En otros sectores
se ve una tendencia hacia plataformas, donde el efecto de red es vital. En el
sector financiero, la generación de masa crítica alrededor de la información
va a ser un elemento de competencia crucial, en el campo de juego que fije la regulación.

Las grandes masas de datos disponibles hoy día han supuesto un incremento cuantitativo y cualitativo de la información para el análisis social, económico o financiero, así como para el desarrollo de servicios financieros más personalizados e innovadores o la mejora de los procesos que los soportan. Es por ello que las aplicaciones generadas a partir del uso de la ciencia de datos han aumentado exponencialmente en los últimos años, así como el valor añadido que generan, permitiendo (i) entender mejor el entorno en el que se desarrolla el negocio mediante el análisis de dinámicas sociales o tendencias geopolíticas y sus interconexiones con la economía; (ii) generar nuevos indicadores en alta frecuencia que complementan las cifras publicadas por los institutos oficiales de estadística para predecir el ciclo económico; (iii) ajustar nuestra estrategia y oferta comercial a las condiciones económicas; (iv) ajustar nuestra oferta de servicio a clientes en base al análisis de datos, ofreciéndoles información para tomar mejores decisiones, y (v) mejorar la eficiencia y el control de nuestros procesos.

Es
imprescindible, además, una coordinación entre el sector público y privado
para aprovechar el potencial del big data dado que la información de
instituciones privadas puede ayudar a instituciones públicas a mejorar la toma
de decisiones, la formulación de políticas, los servicios públicos o la
eficiencia de los procesos administrativos, como por ejemplo para analizar el
impacto de desastres naturales (terremotos o inundaciones), estudiar la
evolución de enfermedades o epidemias para conocer mejor su diagnóstico y
tratamientos médicos, entender los patrones de desplazamiento para apoyar la
planificación urbana, la seguridad vial y la gestión del tráfico, así como
la protección del medio ambiente.

El futuro del sector financiero hay que enfrentarlo con decisiones que delimiten el marco de acción, las reglas de competencia entre todos los jugadores posibles, y que garanticen la protección del consumidor y la estabilidad financiera, pero que permitan cubrir las necesidades de los usuarios, respetar las expectativas éticas de las sociedades y conseguir un crecimiento sostenible e inclusivo. Como siempre, pero también como nunca, dado el nuevo papel del uso de los datos masivos.


Esta entrada es un resumen del artículo ‘Fronteras del big data para el análisis económico y financiero en banca’, disponible en el número 162 de Papeles de Economía Española: La gestión de la información en banca: de las finanzas del comportamiento a la inteligencia artificial

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El enorme valor de la información para la banca

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Si tuviéramos el mismo celo por nuestra información del que tenemos por el dinero, entenderíamos mejor las oportunidades y amenazas de nuestro tiempo. 4.000 millones de personas en todo el mundo acceden a servicios online y los financieros y bancarios se encuentran entre los más destacados. La capacidad de procesar datos crece pero lo hace más lentamente que la acumulación de los mismos. Un tuit de un político influyente arrastra a las bolsas en cuestión de minutos. Un cliente puede pagar con una sonrisa. Todo avanza demasiado rápido. El resultado es que quien sea capaz de filtrar la información relevante y usarla para su conveniencia será quien domine la economía y las finanzas. Probablemente también el orden mundial. Al fin y al cabo, si Estados Unidos y China andan a la gresca no es por comercio, ni medioambiente ni derechos humanos sino por superioridad tecnológica, la guerra mundial silenciosa de nuestro tiempo que altera procesos electorales, afecta a los equilibrios en muchos mercados y maneja nuestras opiniones y preferencias sin que muchas veces lo sepamos. Llamémoslo manipulación o verdad instantánea pero es demasiado veloz para aprehenderlo adecuadamente.

En el mundo bancario, la gestión de la información no es sólo una cuestión de demanda y de análisis de las preferencias reveladas. Estas decisiones están también significativamente influenciadas (si no orientadas) por variables de oferta: los medios y canales tecnológicos que las entidades financieras ponen a disposición de los clientes y el modo en que estos responden a sus necesidades. Cómo compartir información y con quién es la variable competitiva fundamental estos días. En una apasionante jornada de presentación de un monográfico de Papeles de Economía Española de nuestra fundación sobre estos temas hace unos días, quedó patente que compartir información va a ser la clave estratégica de la industria financiera en los próximos años. Sin embargo, esto sólo puede lograrse con una comprensión multidisciplinar del tratamiento de los datos. Reconocer las propias limitaciones y buscar nuevas fronteras en los demás.

Es curioso que en muchos servicios, y en banca también, se sigue estando abocado a tomar decisiones muy aceleradas sin poseer todavía los datos y, lo que es más importante, sin procesarlos para darles una verdadera utilidad. Como expresaría el Sherlock Holmes de Un escándalo en Bohemia: “No poseo todavía datos. Constituye un craso error el teorizar sin poseer datos. Uno empieza de manera insensible a retorcer los hechos para acomodarlos a sus hipótesis, en vez de acomodar las hipótesis a los hechos.”

«No puede pensarse sólo en la oferta –quién controla la información y que servicios ofrece– sino si la demanda puede seguirle los pasos a los proveedores a la misma velocidad. Sobre todo cuando empezamos a entender que se observa una racionalidad limitada de muchas decisiones económicas».

Los reguladores tienen mucho que decir sobre cómo articular estos flujos de información. Sabemos que la segunda directiva de pagos europea (PSD2) obliga a las entidades financieras a traspasar la información de los clientes que así lo deseen a terceros proveedores. Esto puede dar una gran utilidad a los consumidores en forma de servicios más amplios y eficientes. También impone desafíos para la privacidad. La gran pregunta es, en todo caso, si otros proveedores no financieros no tienen también información que podría compartirse (las grandes tecnológicas por ejemplo) y que también podría expandir la utilidad y conveniencia de los servicios ofrecidos a los clientes. El campo de juego no es aún equitativo entre banca y nuevos y potenciales proveedores.

Tal vez un problema aún más importante es que no puede pensarse sólo en la oferta –quién controla la información y que servicios ofrece– sino si la demanda puede seguirle los pasos a los proveedores a la misma velocidad. Sobre todo cuando empezamos a entender (aunque estamos lejos de internalizar completamente) que se observa una racionalidad limitada de muchas decisiones económicas, de lo que pueden derivarse lecciones importantes de cultura financiera con implicaciones para la riqueza y la igualdad.

Han sido varios los estudios que han señalado que pueden existir restricciones cognitivas que, combinadas con un nivel reducido de cultura financiera, pueden llevar a la toma de decisiones sobre ahorro o inversión que violan algunos principios financieros básicos. En el bombardeo de información y de canales que dan un acceso ultra-rápido a servicios financieros, existe la idea extendida (como en otros servicios) de que se tiene más confianza en un proveedor cuanto más uso se hace de sus servicios. En un estudio de neuroeconomía que hemos conducido recientemente con científicos de otros campos, lo que los resultados sugieren es que más uso no implica necesariamente más confianza sino más inseguridad.

Seguramente, muchos de lo que usan pocos servicios digitales tendrán otras razones para ello, pero la paradoja es que su actividad cerebral muestra niveles de confianza y seguridad mayores.

En este sentido, sería un error pensar que si los ciudadanos se inclinan más hacia usar más los medios digitales es necesariamente porque confían en ellos. Puede ser exactamente porque necesitan revisar continuamente lo que hacen porque son sus finanzas y les causa inseguridad. Se está seguramente a medio camino entre digitalizar a los españoles financieramente y manejar adecuadamente su confianza. Desde la computación hasta el análisis de actividad neuronal, pasando por un amplio espectro de estudios experimentales, los estudios interdisciplinares están abriendo nuevas vías de comprensión de la generación y gestión de la información y el sector bancario –bancos y clientes– puede beneficiarse enormemente de ello para orientar el cambio.


Esta entrada apareció originalmente en el diario Cinco Días.

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Guerra tecnológica y orden mundial

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La primera gran guerra del siglo XXI se libra por la información. Como en toda contienda, hay eventos que representan la escenificación de las hostilidades. La Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich el fin de semana fue uno de ellos. Cuando se creó la Alianza Transatlántica, que acaba de cumplir 70 años, pocos podían vaticinar que el principal problema que hoy amenazaría su estabilidad es el control de los datos. Se discuten tres aspectos con particular beligerancia: qué modelo tecnológico debe imponerse, qué impacto puede tener ese modelo en el orden mundial y qué papel debe jugar Europa.

La disputa es entre EEUU y China. En Múnich hubo un desfile de mandatarios y gurús tecnológicos estadounidenses de caracterización ideológica muy diversa pero unidos en torno a una petición de apoyo a las grandes tecnológicas americanas. Consideran que solo ellas —y no las asiáticas— pueden someterse a reglas democráticas como las que los aliados han compartido (no sin problemas) en las últimas décadas.

«Es necesario que ese orden se rija con consenso y control multilateral respeto a los datos. Se echa mucho de menos una agencia mundial de datos que fije los parámetros básicos y coordinación internacional para que sean efectivos».

Santiago Carbó

Europa es el campo de batalla porque, a pesar de no tener ningún gran jugador en el mundo bigtech, es el terreno que tanto EEUU como China quieren dominar por su fuerte demanda. Ha habido invitaciones desde Washington a que se abandone cualquier intento de alianza con China en temas clave como el 5G porque será un sistema de comunicación ubicuo que no debe estar controlado por quien no entiende la privacidad o la competencia igual que los países occidentales y democráticos.

El orden económico global resultante tampoco será necesariamente óptimo si está dominado únicamente por tecnológicas norteamericanas, sin contrapesos ni regulación. La concentración de poder sobre la información seguiría siendo inquietante. Es necesario que ese orden se rija con consenso y control multilateral respeto a los datos. Se echa mucho de menos una agencia mundial de datos que fije los parámetros básicos y coordinación internacional para que sean efectivos.

Lo sucedido es que unas pocas empresas privadas han acumulado tanto poder que, probablemente, a ellas mismas les asusta que les pueda fagocitar. Una de las que más avatares y restregones regulatorios está sufriendo es Facebook, que fue presentado en Múnich como el “país” más poblado de la tierra. Su presidente, Mark Zuckerberg, reconoció en la ciudad bávara que ni los valores sociales ni la privacidad deberían acabar siendo gestionados por unas pocas manos privadas. Y señaló cuatro áreas sensibles que tal vez debieran dar una primera forma a una institución multilateral de control de datos: las elecciones, la privacidad, los contenidos denigrantes y la economía (el valor) de los datos.

Mientras que Europa busca sus propios gigantes tecnológicos —podría perderse en el intento— tiene al menos la necesidad y la obligación de marcar el rumbo de la regulación de datos del futuro. En comparación histórica, se da la vuelta la tortilla y es ahora EEUU el que pide a Europa que se una a su bando en la gran disputa global. Convendría poner no pocas condiciones.

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Sesgos de comportamiento en los mercados de crédito

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Las finanzas
del comportamiento (behavioral finance, BF) analizan la influencia de la
psicología humana en la toma de decisiones financieras a nivel particular, y
en los mercados financieros a nivel global. El área cuenta con una creciente
aceptación y reconocimiento entre académicos y autoridades, incluyendo varios
premios nobel en los últimos años, aunque el debate continúa.

Uno de los
ámbitos de reciente desarrollo es la BF aplicada a los mercados de
crédito bancario. La crisis financiera de 2007 vino precedida, en la mayor
parte de las economías, por un auge del crédito y de los precios de los
activos. En el caso español, entre 1996 y el estallido de la crisis, el
volumen de crédito se multiplicó por seis mientras el PIB nominal apenas se
duplicaba. A partir de entonces, la corrección ha sido significativa también,
primero con una interrupción abrupta del ritmo de crecimiento del crédito, y
luego con una disminución de un tercio del crédito total pendiente de pago
tras la crisis de la deuda soberana hasta el año 2019. Desde entonces, el
sector bancario experimentó un completo proceso de reestructuración: los más
de 50 bancos y cajas de ahorros que poseían la mayoría de los activos antes
de 2009 se transformaron en solo diez grupos con el 80 por 100 de los activos
después del año 2012, y las cajas de ahorro desaparecieron. Los efectos
continúan actualmente.

Con el fin
de acercarnos a la realidad de esta industria en transformación y los retos
que supone para entidades, reguladores y clientes –profundizando, en
particular, en el papel de las finanzas del comportamiento en la gestión de la
información en banca– hemos efectuado una revisión de los modelos de la
economía conductual que pretenden explicar el papel de los sesgos de
comportamiento en la reciente crisis crediticia.

Las
finanzas conductuales ofrecen una interpretación intuitiva de los ciclos de
crédito bancario. Un número creciente de artículos ofrecen una
interpretación de los canales a través de los cuales se alimenta el boom crediticio.
La novedad principal de estos modelos estriba en su enfoque: se toma en
consideración también los sesgos de oferta, es decir, por parte de las
entidades financieras que ofertan crédito, no por parte de los clientes –o no
únicamente, al menos–. La banca, al igual que los reguladores y cualquier otro
agente, también muestran sesgos de comportamiento. La principal crítica que
se deriva de ellos es relevante: los procesos de consolidación bancaria pueden
ser cuestionables si hace más sensible al mercado a los rasgos de
comportamiento.

Hay, desde
luego, otras muchas explicaciones a la reciente crisis bancaria que no incluyen
una interpretación conductual, incluyendo el papel de los incentivos, las
titulizaciones, el riesgo moral en la toma de riesgos por parte de las
entidades, o la desregulación de los préstamos predatorios. La explicación
conductual no tiene siquiera por qué ser la más plausible; pero sí es, si
cabe, la menos exigente: una industria bancaria de exquisito funcionamiento
estaría expuesta a los sesgos de comportamiento en algunas de sus entidades.
Ello genera procesos de auge y contracción del crédito debidos a que, cuando
bancos racionales compiten con otros sesgados, les resulta beneficioso imitar
el comportamiento de los sesgados.

Hemos
estudiado el impacto de los sesgos de comportamiento en los mercados de crédito
bancario en particular, con especial atención a los canales de transmisión
hacia el crédito concedido por las entidades, y la interpretación de los
ciclos de crédito conforme a la literatura conductual. Las principales
conclusiones para la industria y en términos de política económica son las
siguientes.

«Todos los modelos conductuales propuestos confirman el impacto sistemático de los sesgos optimistas en las fases alcistas del ciclo a la hora de amplificar el auge del crédito».

El tipo
más frecuente de anomalía observada es la combinación de un sesgo optimista
y la ausencia de posibilidades de arbitraje para la banca racional, que conduce
a un exceso de crédito concedido por la industria. En los modelos de demanda,
reconocer el riesgo real de las innovaciones financieras, como las
titulizaciones hipotecarias, requiere tiempo, lo cual conduce a los agentes a
amplificar el ciclo crediticio. En los modelos de oferta, son los directivos de
algunas entidades financieras quienes muestran distintos sesgos de comportamiento
(principalmente, optimismo/pesimismo, exceso o defecto de confianza,
disponibilidad y memoria limitada). Ello conduce igualmente a la amplificación
del ciclo crediticio, siendo estos resultados robustos a distintas
modelizaciones de la competencia bancaria (competencia espacial, competencia
oligopolística y economía institucional).

Todos los
modelos conductuales propuestos confirman el impacto sistemático de los sesgos
optimistas en las fases alcistas del ciclo a la hora de amplificar el auge del
crédito. El resultado en fases recesivas sería consecuencia de una solvencia
bancaria deteriorada por los excesos del pasado, posiblemente agudizada por el
impacto de sesgos pesimistas. Además, algunos modelos anticipan que los nichos
de peor calidad (mercados subprime) son los más sensibles a la
presencia de sesgos de comportamiento. Por último, a pesar de que los procesos
de consolidación bancaria tienen su fundamento, una excesiva concentración
bancaria puede ser cuestionable si hace al mercado más sensible a los sesgos
de algunas entidades.

Cabe
señalar que las limitaciones de los modelos conductuales revisados son
numerosas, y requieren mayor contraste en futuras investigaciones. En primer
lugar, existe una excesiva vinculación de estos modelos matemáticos al sesgo
de exceso de optimismo o confianza. Tendría especial interés profundizar en
el estudio de los sesgos colectivos, particularmente por sus implicaciones a
nivel regulatorio: en la toma de decisiones por parte de los consejos de
administración de las entidades financieras, así como en el intercambio de
información entre reguladores y sistema bancario, ¿qué sesgos colectivos
pueden resultar perniciosos? ¿Qué mecanismos moderadores se pueden establecer?

Además, estos modelos asumen versiones simplificadas del funcionamiento de la industria bancaria y del sistema financiero. En la mayor parte de los casos se consideran bancos de tamaño similar, ausencia de mercado interbancario, se obvian los costes de una eventual quiebra, etc. Sería interesante, de hecho, explorar en el marco de estos modelos cuál sería el efecto sobre el comportamiento previsto por las entidades de un impacto asimétrico de la morosidad bancaria que afectase a los bancos menos solventes, así como el resultado a nivel industria tras la quiebra o reordenación de algunas entidades. Por último, resulta especialmente reseñable la escasa evidencia empírica ofrecida para respaldar los modelos teóricos.


Esta entrada es un resumen del artículo ‘Sesgos de comportamiento en los mercados de crédito’, disponible en el número 162 de Papeles de Economía Española: La gestión de la información en banca: de las finanzas del comportamiento a la inteligencia artificial

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Desglobalización

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La economía global parece vivir un proceso de inversión del orden imperante
desde la segunda mitad del siglo XX. El mundo se desglobaliza porque la
interacción, comunicación e interdependencia se han exacerbado hasta causar un
importante rechazo.

La tecnología impone una velocidad en los procesos de oferta y demanda que parece incomodar a muchos ciudadanos. Una epidemia como la del coronavirus mantiene encerrados a millones de personas y aterradas a otras tantas, poniendo en jaque eventos globales como el Mobile World Congress de Barcelona y generando una contestación social dentro de la propia China hasta ahora inusitada. Los nacionalismos vuelven a arreciar y populismos como el Brexit desgajan estructuras económicas que parecían sólidas. Son cada vez más los ciudadanos y empresas que piensan mucho más en la sostenibilidad que en el crecimiento sin más y que se sienten cada vez más incómodos con el daño al planeta que supone la todavía abrumadora presencia de la economía basada en el carbón y las emisiones de gases de efecto invernadero.

Desde la perspectiva macroeconómica proliferan sistemas de valoración que
ponderan cada vez más a las empresas que realizan planes de sostenibilidad y en
las que impera la racionalidad en el tamaño frente al crecimiento por el
crecimiento. El término desglobalización no solo es una convención ya aceptada
lingüísticamente para definir nuevos principios filosóficos, sino que toma
forma de manera muy concreta en la actualidad como un freno natural. Problemas
que venían manifestándose de manera aguda entre un mundo avanzado y otro
rezagado se trasladan ahora a las principales economías en forma de descontento
social y desafección.

Tecnología y democracia parecen dos de los caballos de batalla de este
desmontaje global en torno a un término cada vez más frecuente: el
desacoplamiento. Por un lado, la rivalidad entre China y Estados Unidos se
comienza a considerar como el fenómeno geopolítico de la primera mitad del
siglo XXI, el Great Decoupling o gran desacoplamiento. La ruptura cada
vez más clara entre dos modelos que tiene como principal exponente la batalla
por quién impone su modelo tecnológico. La guerra es muy profunda y la
contienda comercial de los dos últimos años ha sido solo un pequeño preliminar.
También se debate si es posible un desacoplamiento económico-medioambiental. En
particular, si es posible apostar por modelos de desarrollo que impulsen el
crecimiento sin dañar al medioambiente. Y existe, además, otro posible
desencaje: la desigualdad que puede generar la tecnología, tanto porque su
utilidad se acabe dirigiendo de forma casi exclusiva en determinados estratos
sociales como porque su principal poder (el de la información) se concentre en
pocas manos que puedan acabar teniendo una palabra casi única sobre qué es la
verdad.

Por otro lado, la democracia también trata de redefinirse. No de forma menos paradójica, con multimillonarios como George Soros sugiriendo los beneficios para la transformación social global de las protestas en lugares donde antes era casi imposible. Parece que la organización económica es sólo digerible socialmente si el crecimiento no implica una aceleración destructiva. Puede ser ese término tan cool reacuñado estos días de “economía circular”. O algo mucho más profundo socialmente.

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La banca frente a la disrupción digital

La disrupción
digital en la banca promete un incremento generalizado en la eficiencia y los
servicios, ya que contribuye a superar las asimetrías de información
(mediante el big data y las técnicas de IA), ofrece una atractiva
interfaz al consumidor y un mayor estándar de servicio, y conduce a la
sustitución de tecnología obsoleta. La banca avanza hacia un modelo centrado
en el cliente. Todo esto plantea desafíos formidables para los operadores
tradicionales, ya que se ven obligados a actualizar sus plataformas
tecnológicas (pasando de mainframes relativamente rígidos a una nube
más flexible) y a reducir su exceso de capacidad en sucursales en el actual
entorno de baja rentabilidad (especialmente, en Europa y Japón), y además tendrán
que intentar ofrecer el nuevo estándar de servicio en competencia con nuevos
participantes que están invadiendo sus segmentos de negocio más rentables.
Deberán llevar a cabo una profunda reestructuración y se producirá la
consolidación. Los operadores tradicionales soportan intensos controles y
obligaciones de cumplimiento normativo, y deberán superar el tremendo daño
reputacional sufrido a causa de la crisis financiera de 2007-2009. Afrontan un
dilema de si competir cara a cara o cooperar con los nuevos participantes. En
el caso de las fintechs, este dilema se resuelve mediante su
adquisición o estableciendo asociaciones con ellas.

En el caso
de las bigtechs, los operadores tradicionales afrontan una situación
potencialmente más delicada. La principal amenaza para ellos es que las bigtechs
intenten controlar la interfaz con los clientes mediante su superioridad en
base de clientes (datos) gracias a su papel de guardabarreras en la
distribución de productos financieros. Si esto llegara a suceder, los bancos
tradicionales quedarían relegados a proveedores de productos en plataformas
que no controlan, esto es, se produciría una mercantilización de su negocio.
Algunos bancos, conscientes de esta amenaza, ofrecen plataformas abiertas que
pueden incorporar productos de otros proveedores financieros, o han establecido
asociaciones con bigtechs. En cualquier caso, los operadores
tradicionales cuentan con algunas fortalezas que pueden aprovechar, como la
confianza de los clientes para mantener a salvo sus datos, así como su
conocimiento acumulado sobre la gestión de la complejidad y los marcos
regulatorios restrictivos. Los operadores tradicionales que consigan prosperar
serán los que logren pasar del mainframe a la nube, tengan pocas
sucursales y mucho capital humano, y o bien se conviertan en plataformas
digitales para mantener la interfaz con el cliente, o bien cuenten con
productos exclusivos en las plataformas de distribución a los clientes.

Las firmas BigTech
entrarán en los servicios financieros debido a la complementariedad de
estos con los datos de clientes que poseen y los productos que ofrecen, como
muestra el ejemplo de China. El grado en el que lo hagan dependerá en gran
medida del tratamiento regulatorio que reciban. De hecho, cabe que los
reguladores prudenciales no les permitan adquirir una licencia bancaria
completa debido a la posible contaminación entre sus actividades bancarias y
no bancarias, que generaría riesgos sistémicos. En términos generales, la
mayoría de los nuevos participantes se muestran reacios a solicitar una
licencia bancaria por los costes de compliance que ello implica. Los bancos
tienen acceso a una financiación más asequible, ya que pueden aceptar
depósitos bajo la cobertura de programas de seguro público, si bien son
objeto de intensos controles.

No hay duda
de que el impacto inmediato de la disrupción digital será una erosión de los
márgenes de los operadores tradicionales y un aumento del acceso a los mercados
bancarios. El impacto a largo plazo dependerá de la estructura de mercado que
acabe imponiéndose. La banca podría pasar del oligopolio tradicional a una
nueva estructura con un número reducido de plataformas dominantes que
controlan el acceso a una base de clientes fragmentada si unas pocas BigTechs,
en colaboración con algunos operadores tradicionales transformados en
plataformas, consiguieran monopolizar la interfaz con los clientes y hacerse
con las rentabilidades en el sector. Un factor clave para mantener un mercado
suficientemente competitivo será que las personas dispongan de la propiedad y
de la portabilidad de los datos, y que exista interoperabilidad entre
plataformas, de modo que el cambio de proveedor para los clientes sea fácil.

En la medida en que las ventajas en términos de eficiencia —información mejorada, tecnologías de filtrado (screening), operativa simplificada y menor apalancamiento— sean los principales motores de la entrada de las BigTechs, se producirá un aumento de la eficiencia y de la inclusión financiera en el sector financiero. Este efecto será especialmente pronunciado si, en respuesta a su entrada, los operadores tradicionales mejoran su eficiencia mediante reestructuraciones y la adopción de tecnologías más avanzadas. No obstante, si las fuerzas que impulsan la entrada de las BigTechs giraran en torno al poder de mercado, el aprovechamiento de lagunas regulatorias y los efectos de arrastre de externalidades de red con fines de exclusión, entonces la eficiencia del sistema bancario podría resultar mermada en el largo plazo.

«La escasa regulación de los nuevos participantes en la industria podría fomentar la competencia, pero esto también podría desestabilizar a los operadores tradicionales, al reducir su rentabilidad e incrementar sus incentivos para asumir riesgos»

La
disrupción digital también supone un desafío formidable para los organismos
reguladores. Deberán adaptarse al mundo digital facilitando la competencia y
permitiendo que los beneficios de la innovación calen en el sistema, al tiempo
que protegen la estabilidad financiera. Para ello, estos organismos deberán
coordinar la regulación prudencial y la política de competencia, para que el
cumplimiento normativo no se convierta en una barrera de entrada y la propia
entrada no devenga un factor desestabilizador. La escasa regulación de los
nuevos participantes en la industria podría fomentar la competencia, pero esto
también podría desestabilizar a los operadores tradicionales, al reducir su
rentabilidad e incrementar sus incentivos para asumir riesgos, transfiriendo la
generación de riesgo sistémico a las entidades no bancarias.

Los
reguladores deberán mantener unas condiciones equitativas entre participantes
en el mercado, potenciando la innovación y manteniendo la estabilidad. Sin
embargo, mantener unas condiciones equitativas es algo más fácil de decir que
de hacer, atendiendo a la asimetría existente en los requisitos de intercambio
de información de clientes en la banca abierta estipulados en la Directiva
PSD2 (en relación con los operadores tradicionales) y el RGDP (que se aplica a
los participantes no bancarios). La clave para mantener unas condiciones
equitativas es permitir la interoperabilidad de datos entre los distintos
proveedores de productos y servicios.

«Las preocupaciones en materia de protección del consumidor pasan a un primer plano. Los reguladores deberán, por ejemplo, determinar quién controla los datos (en este sentido, la UE parece ir por delante) y garantizar la seguridad cuando se realizan transacciones en las plataformas».

Los
reguladores también deberán estar alerta ante las nuevas formas de riesgo
sistémico. Por ejemplo, si la banca evolucionara hacia un sistema basado en
plataformas, el riesgo de que se planteen problemas sistémicos derivados de
ciberataques y filtraciones masivas de datos pasará a un primer plano.
Además, las posibilidades de generar riesgos sistémicos por la contaminación
entre las actividades bancarias y no bancarias aumentarían, así como el
riesgo de quiebra de terceros proveedores. La decisión sobre qué actividades
mantener dentro del perímetro normativo de los bancos tendrá consecuencias,
ya que, si bien la regulación en función del ámbito de actividad puede
fomentar la innovación y la igualdad de condiciones, son las entidades, y no
las actividades, las que quiebran y pueden generar riesgos sistémicos.

Las
preocupaciones en materia de protección del consumidor pasan a un primer
plano. Los reguladores deberán, por ejemplo, determinar quién controla los
datos (en este sentido, la UE parece ir por delante) y garantizar la seguridad
cuando se realizan transacciones en las plataformas. Asimismo, tendrán que
tomar en consideración que la tecnología digital permite una mayor capacidad
de discriminación por precios, lo que también exige que se refuerce la
protección del consumidor. Debe fomentarse especialmente el uso de la
tecnología digital de una forma transparente que atenúe los posibles sesgos
de comportamiento de consumidores e inversores. La transparencia en las
condiciones a la hora de tratar con clientes es y seguirá siendo una ventaja
competitiva de los bancos digitales que debería impregnar a todo el sector.

En conclusión, la regulación tiene que estar a la altura del reto de garantizar que la capacidad disruptiva de las nuevas tecnologías y plataformas para mejorar el bienestar se materialice en beneficios para los consumidores y las empresas, sin poner en peligro la estabilidad financiera.


Esta entrada es un resumen del artículo ‘La banca frente a la disrupción digital’, disponible en el número 162 de Papeles de Economía Española: La gestión de la información en banca: de las finanzas del comportamiento a la inteligencia artificial

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