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La píldora del BCE y la anemia europea

El recorte de tipos de interés administrado por el BCE —el segundo en lo que va de año— unido a la expectativa de nuevos ajustes en los próximos meses, ha despertado un cierto optimismo acerca de la recuperación de las economías europeas más rezagadas o, en el caso de España, el mantenimiento del ciclo expansivo. El banco central anticipa un repunte progresivo del crecimiento hasta alcanzar, a partir de 2026, cotas cercanas al potencial europeo: un pronóstico que, sin embargo, no aleja el riesgo de descuelgue del viejo continente, delatando las limitaciones inherentes a los instrumentos convencionales de política económica en el actual contexto de cambio estructural.

La propia presidenta Lagarde alude a algunos factores que podrían constreñir el giro monetario tanto en lo inmediato, por la persistencia de la inflación en el sector de servicios, como en el largo plazo habida cuenta de las tensiones proteccionistas y de la presión que éstas ejercen sobre los costes importados. Concretamente, es probable que el tipo de referencia del BCE no baje del entorno del 2,5%, un punto menos que en la actualidad, de modo que el estímulo será limitado. Sobre todo, teniendo en cuenta los efectos contractivos de las medidas de drenaje de liquidez, también diseñadas por Frankfurt, con impactos relevantes para la financiación de los Estados. Así pues, a partir de enero el banco central se deshará de todos los bonos públicos que llegan a vencimiento. Las condiciones de financiación de la deuda pasarán por tanto a depender de la valoración de los mercados y de su percepción del grado de sostenibilidad de las finanzas públicas.          

En todo caso el recorte del precio del dinero es demasiado tímido para doblegar las inercias que lastran la economía europea. Los hogares se muestran cautelosos, incrementando su ahorro en detrimento del gasto en consumo. Contrariamente a lo que se esperaba tras el fin de las restricciones que marcaron la crisis sanitaria, las familias tienden a ahorrar más que antes de la pandemia: la tasa de ahorro alcanza valores anormalmente elevados tanto en España como en el resto de Europa. 

El ahorro de los hogares es anormalmente elevado y las empresas acumulan excedentes

Eso sí, la bajada de tipos se trasladará a la remuneración de los depósitos y de otros productos del ahorro, algo que, en teoría, podría incentivar el consumo. También se anticipa un alivio para los hipotecados. Pero persisten factores de inercia, a tenor del impacto desproporcionado de la inflación en el bolsillo de los colectivos con rentas bajas, los más proclives a consumir. También pesan sobre el consumo de bienes duraderos las incertidumbres regulatorias o la falta de puntos de recarga para el vehículo eléctrico.  

Se espera una reacción más favorable de la inversión empresarial, siendo esta la variable más sensible a la política monetaria. Una buena noticia ya que un cambio de tendencia es imprescindible para afrontar los retos globales y medioambientales, dixit el informe Draghi. No obstante, la atonía de la inversión obedece también a las carencias del mercado único y a los frenos a la movilidad del ahorro entre países miembros. A causa de estas trabas, más o menos estructurales, buena parte del ahorro generado en la UE sirve para invertir en empresas no europeas. Durante el primer semestre de este año, la salida de inversión directa (es decir la generación de capacidad productiva fuera de Europa) superó los 167.000 millones de euros. En sentido inverso, el flujo de entrada de capital extranjero ascendió a 17.000 millones, diez veces menos. Si bien la tendencia en España es más favorable, las estrechas interconexiones con el resto del continente impiden un desacoplamiento.   

La política monetaria puede ayudar a reactivar la actividad. Pero, a falta de un revulsivo más contundente, el escenario parece más complicado de lo vaticinado por el BCE al tiempo que persiste el riesgo de declive europeo.

IPC | Tras la moderación de los precios de los alimentos en agosto, el incremento interanual del IPC se ha reducido en cinco décimas porcentuales, hasta el 2,3%. La inflación subyacente, descontando la energía y los alimentos frescos, baja una décima porcentual hasta el 2,7%. El resultado ha mejorado las previsiones, principalmente porque los componentes más volátiles han caído más de lo anticipado. Si bien se observa una tendencia a la desinflación en casi todos los componentes del IPC, se espera que los ajustes recientes de márgenes y salarios mantengan cierta presión, particularmente en los servicios. 

INDICADORES DE COYUNTURA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Gracias por leer La píldora del BCE y la anemia europea, una entrada de Funcasblog.

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España en el futuro de Europa

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La buena marcha de la economía española en comparación
con la europea no solo evidencia el papel clave de la construcción comunitaria
en el desarrollo de nuestro país. También dibuja una reconfiguración de las
prioridades de la Unión Europea: para España, los temas presupuestarios o el
volumen de transferencias que recibimos importan ya mucho menos que cuestiones
de índole más estratégica, cuando no existencial, parafraseando el reciente
discurso del presidente Macron, refiriéndose a la UE como un proyecto no
necesariamente inmortal.      

La trayectoria reciente de nuestra economía es reveladora de la importancia del mercado único, tanto como del giro político operado en Bruselas estos últimos años. Si el PIB se sitúa un 3,7% por encima del nivel prepandemia, permitiendo la creación de 1,25 millones de puestos de trabajo durante un periodo tan convulso, es en parte por el replanteamiento de la política económica europea tras el desgarro de la crisis financiera. Y también por los buenos resultados cosechados por las empresas españolas en los mercados europeos. El sector exterior, gracias al estímulo de la integración europea, explica directamente el 40% del avance del PIB español registrado desde finales de 2019. La clave está en un posicionamiento competitivo favorable: el año pasado, el saldo de los intercambios de bienes y servicios con la UE arrojó un superávit récord, hasta casi duplicar el excedente de la locomotora alemana, algo también inédito. Por el contrario, Francia e Italia registran un déficit en sus intercambios intracomunitarios.     


Para afianzar estos resultados, hay que aprovechar las circunstancias que permitan sacar partido de la posición competitiva de nuestro tejido productivo. Se trata de atajar la escalada de subvenciones y de ayudas que distorsionan el mercado único, debilitando espuriamente el tirón de las exportaciones.

De manera similar, la promoción de campeones nacionales en cada Estado miembro, no solo fragmenta el mercado único; también lastra la competitividad del conjunto de la economía europea. Las experiencias exitosas muestran por el contrario la importancia de la competencia entre grandes corporaciones como instrumento primordial de política industrial y de sostén del poder adquisitivo de las familias. El informe Letta aboga por la emergencia de potentes operadores europeos que compitan entre sí, y no de gigantes con pies de barro que difícilmente resistirían la competencia con sus homólogos norteamericanos o chinos.   

Para una economía competitiva como la española la movilidad del ahorro debería ser un tema más prioritario que el ensanchamiento del presupuesto europeo. Es preocupante que Europa exporte nada menos que el 13% de los recursos disponibles en el sector privado para invertirlos en el aparato productivo de países terceros, entre los que destaca EE UU. El volumen de estos recursos perdidos supera las necesidades estimadas de inversión o de ampliación de los recursos públicos comunitarios. Para España, sería más provechoso desatascar las barreras a la movilidad del ahorro que obtener un nuevo Next Generation; el actual, en todo caso, todavía tiene mucho recorrido. En suma, la unión financiera no debería dilatarse más. 

La política comercial europea también debe reubicarse. La
guerra arancelaria entre EE UU y China ha debilitado el sistema multilateral,
abocando a acuerdos con otros grandes actores guiados por los intereses
europeos y las normas medioambientales y sociales. Este es también un ámbito en
el que la economía española puede aprovechar sus ventajas de costes
energéticos. Tales acuerdos también pueden incorporar un desarrollo ordenado de
los flujos migratorios, importantes para un continente que envejece y se enfrenta
a cuellos de botella.         

Todo ello configura una estrategia coherente con las
necesidades de la economía española, y al tiempo arraigada en los principios europeos
fundacionales de apertura y cohesión social. Paradójicamente, su puesta en
marcha entraña un esfuerzo presupuestario limitado en comparación con las soluciones
inspiradas en la tentación de retraimiento en las fronteras nacionales.

IPC | El IPC se incrementó un 3,8% en mayo en términos interanuales y armonizados, frente al 2,6% para el conjunto de la eurozona. Por tanto, el diferencial de inflación sigue siendo desfavorable, en parte por factores puntuales como la rápida desescalada de los precios energéticos en Europa (una tendencia que en el caso de España se produjo con anterioridad). Por otra parte, descartando la inflación y los alimentos frescos, el IPC subyacente también supera la media europea, reflejando el dinamismo de la demanda, sobre todo en los sectores más ligados al turismo.       

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Intenso esfuerzo de reducción de la deuda por parte de familias y empresas en 2023

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Deuda de empresas y hogares | 2023


Las familias españolas se comportaron en 2023 como es de esperar en un contexto de subida de tipos de interés: amortizando deuda y cambiando la composición de sus activos para incrementar el peso dentro de sus carteras de aquellos que generan intereses.

Los hogares generaron un voluminoso excedente financiero el pasado año, como consecuencia del incremento de su ahorro (su renta disponible creció más que su consumo), siendo este muy superior a la inversión realizada en activos reales (fundamentalmente vivienda).

Dicho excedente fue destinado, en parte, a adquirir activos
financieros por valor de 39.000 millones de euros, y, en parte, a amortizar
deuda, por una cuantía de 15.000 millones. La deuda de los hogares al final de
2023 equivalía al 74,2% de su renta disponible bruta, frente al 84,6% al final
de 2022. En cuanto a los activos financieros, se llevó a cabo una
recomposición, ya que se redujo el volumen de recursos en efectivo y depositados
en cuentas a la vista, que no generan intereses, y se incrementaron los
destinados a cuentas a plazo, títulos de deuda (básicamente deuda pública) así
como acciones y fondos de inversión.

El incremento del valor de los activos financieros en manos
de las familias fue de 159.000 millones, ya que a la adquisición de nuevos
activos con el exceso de ahorro generado en el ejercicio se sumó la
revalorización de los activos que los hogares ya tenían previamente en sus
carteras. Como consecuencia del incremento de los activos financieros y de la
reducción de la deuda, los activos financieros netos de los hogares se
incrementaron un 9,3%, hasta 2.087 miles de millones de euros.

El esfuerzo de desendeudamiento en un contexto de subida de tipos de interés ha sido incluso más intenso en el caso de las empresas. Estas también generaron una importante capacidad de financiación —su ahorro fue superior a la inversión realizada—, que fue destinada a reducir deuda. Pero no solo dedicaron a amortizar deuda la totalidad del excedente financiero generado en 2023, sino que además vendieron activos financieros por valor de 16.000 millones de euros para destinar también dichos recursos al pago de su deuda.

De este modo el volumen de deuda consolidada de las empresas
al final de 2023 era inferior en 46.200 millones a la de un año antes. En
relación al PIB, la ratio descendió desde un 71,2% a un 64,7%. La deuda total
de los hogares y de las sociedades no financieras se situó en el 111,6% del
PIB, la ratio más baja desde 2002. El máximo se alcanzó en 2009, un 204,2%.

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Introducción al debate sobre la economía europea ante los desafíos globales

La economía europea ha capeado mejor de los previsto las consecuencias de la pandemia, la guerra en Ucrania, la crisis energética y el giro copernicano de la política monetaria. Una recesión de gran magnitud ha podido evitarse, y las previsiones apuntan a una ligera recuperación en el transcurso del año, evidenciando una resiliencia notable.  

Retos globales

A medio plazo, sin embargo, las perspectivas generan dudas, especialmente en comparación con la trayectoria de otras grandes potencias. En primer lugar, por la magnitud de los desafíos globales a que se enfrenta la Unión Europea. Su modelo productivo se asienta en premisas que se han debilitado como consecuencia de las tensiones geopolíticas. La proliferación de medidas proteccionistas y la lógica de bloques regionales que toma el relevo del multilateralismo entorpecen el comercio internacional, potente motor del crecimiento europeo. Según estimaciones del Global Trade Alert, las restricciones se han multiplicado casi por 3 en los últimos cuatro años, acentuando la tendencia iniciada antes de la pandemia[1].

Por otra parte, la industria europea se asoma a una verdadera reconversión
como consecuencia de las disrupciones del suministro de energía rusa y la
reorganización de las cadenas globales de valor (el llamado fenómeno de “reglobalización”).
Las economías centroeuropeas están más expuestas a esta reconversión que las
del sur del continente, que disponen de abundantes fuentes de energía renovable
y son menos vulnerables a las vicisitudes de los intercambios con China. La
necesidad de contribuir a la lucha contra el cambio climático ante una opinión
pública concienciada es otro reto. Prueba de ello los dilemas que se plantean a
la hora de poner en marcha la agenda verde mediante un programa ambicioso de
reformas e inversiones para descarbonizar la economía.

Finalmente, los gobiernos se han comprometido a incrementar el gasto militar en un contexto de cronificación del conflicto bélico en Ucrania y de preocupación ante la solidez del sistema de defensa europeo.

La debilidad de la inversión frente a la abundancia del ahorro

En segundo lugar, no está claro que la UE disponga de los instrumentos para hacer frente a estos desafíos globales: todos ellos tienen en común la necesidad de intensificar el esfuerzo de inversión. Las estimaciones del gasto de inversión que sería necesario para alcanzar los objetivos de “autonomía estratégica”, sosteniendo simultáneamente la competitividad y la transición verde, superan los 700 mil millones de euros anuales[2]. Esto supone un 18% del total invertido actualmente.   

No obstante, la inversión es precisamente una de las asignaturas pendientes de la economía europea (gráfico 1). En los últimos cuatro años, la inversión productiva apenas se ha incrementado un 2,4%, frente al 7,9% de EE UU.


La debilidad de la inversión es paradójica, ya que Europa dispone de una abundante bolsa de ahorro que podría movilizarse. Así pues, una parte de ese ahorro se exporta, sirviendo para reforzar el capital productivo fuera de Europa[3]. Según los datos de inversión extranjera directa, la exportación neta de capital se elevó a 119 mil millones de euros en los tres primeros trimestres de 2023. Una tercera parte de esa fuga de ahorro se dirigió a EE UU , tal vez atraída por las jugosas subvenciones del Inflation Reduction Act o del Chips and Science Act. La capitalización de empresas norteamericanas con ahorro europeo sigue una trayectoria creciente (gráfico 2).


La segunda palanca atañe a la inversión nacional pública, especialmente si ésta ejerce un impulso multiplicador sobre la inversión privada. En este caso el escollo se encuentra en el escaso margen fiscal de la mayoría de los Estados, atenazados por el efecto conjugado de los elevados niveles de endeudamiento y la reactivación de las reglas fiscales, exigiendo un importante ajuste. Las cláusulas de salvaguarda previstas en estas reglas abocan a una reducción sin tregua de los desequilibrios hasta cumplir con los umbrales de deuda y de déficit. El elemento de flexibilidad que se incorpora para no perjudicar la inversión solo sirve para extender el periodo del ajuste, pudiendo pasar de cuatro a siete años.

El tercer instrumento consiste en potenciar la inversión europea financiada
de manera mancomunada. Esta política podría redundar en una nueva ronda de
fondos Next Generation pilotados por cada país, mejorando el marco de
ejecución para paliar las deficiencias que han podido aminorar el efecto
tractor sobre la economía. Otra opción consistiría en un programa gestionado
directamente desde Bruselas para financiar bienes públicos de interés general. Ambas
fórmulas, sin embargo, se fundamentan en un endeudamiento común, algo que choca
con la reticencia de los países frugales, que solo aceptarían compartir un programa
de inversión a condición de financiarlo sin deuda. Es decir, procediendo a una reasignación
del presupuesto europeo sin aumentar el volumen total de recursos: una
eventualidad que obligaría a recortar el gasto en agricultura (la sacrosanta
PAC) o en cohesión social.

Statu quo versus mayor integración

Habida cuenta de las discrepancias y a falta de iniciativas para facilitar
la inversión, un descuelgue de competitividad no sería descartable, amenazando
la sostenibilidad del modelo social europeo. Además, en el actual contexto de fragmentación
y de endeudamiento público, se ha desatado una inflación de “ayudas de Estado”
en los países que disponen de más capacidad fiscal. Este es un instrumento que tiene el inconveniente de ser disperso, no
estando a la altura de los potentes incentivos del Inflation Reduction Act,
además de entrañar un riesgo evidente de distorsión de la competencia en el seno
del Mercado Único.

Según la
Comisión Europea, el total de ayudas aprobadas en 2022 supera los 671 mil
millones de euros, es decir el 4,3% del PIB de la UE, frente a menos del 1%
antes de la pandemia. Alemania concentra más de la mitad de las ayudas, siendo
España uno de los países que menos han apelado al Marco Temporal de ayudas de
Estado en relación con su tamaño. La dilución del apoyo, y su asimetría entre
países, tiene un doble inconveniente de distorsionar la competencia y de reducir
los beneficios de conjunto para la UE. Esto ocurre cuando los países compiten
con subvenciones para atraer una misma inversión, como se ha visto por ejemplo
en el sector de semiconductores.  

En suma, solo
un escenario de mayor integración, con una profundización de la unión financiera y con mayores estímulos públicos,
ya sea nacionales o europeos, permitiría preservar la competitividad de la UE
ante los desafíos globales.                  

[Esta entrada es un resumen de la introducción que el autor ofreció en el acto ‘La economía europea ante los desafíos globales’, organizada por Funcas en el Parlamento Europeo, que contó con la participación de Miguel Gil Tertre, economista jefe de la DG de Energía de la Comisión Europea, Jonás Fernández, coordinador del grupo socialista en la comisión de Economía y Asuntos Financieros del Parlamento Europeo y Eva Poptcheva, vicepresidenta de la misma comisión y portavoz de Ciudadanos. Puede ver el video íntegro del acto aquí].


[1] Véase https://www.globaltradealert.org/.

[2] Este volumen de recursos es solo para cumplir con los objetivos de descarbonización, según el informe de la Comisión Europea, Strategic Foresight Report 2023 https://commission.europa.eu/document/download/ca1c61b7-e413-4877-970b-8ef619fc6b6c_en?filename=SFR-23-beautified-version_en_0.pdf

“>[3] La balanza por cuenta corriente de la UE arroja un importante superávit, evidenciando el exceso de ahorro frente a la inversión. Además, una parte de ese excedente de ahorro sirve para capitalizar empresas de terceros países (el volumen de los flujos de salida de inversión directa extranjera supera el de las entradas).     

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Mensajes del ahorro

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El ahorro es un concepto económico que se suele analizar con menos frecuencia. No suele figurar en las grandes propuestas políticas. A nuestros estudiantes universitarios les enseñamos que es un factor crucial para la inversión y el crecimiento económico. Y da muchas señales sobre la situación de la economía, más aún si se divide entre ahorro privado y público. El de los hogares da muchas pistas sobre sus expectativas y previsiones. Se puede considerar incluso un indicador adelantado de lo que está por venir. El público —más bien desahorro desde hace tiempo— informa sobre la sostenibilidad (o carencia de ella) de las cuentas públicas. La pandemia y la guerra de Ucrania han impactado, además, en las vertientes real y financiera del ahorro.


Por el lado real, el comportamiento del ahorro en España ha sido una “montaña rusa” desde 2020. Antes de la pandemia estaba “deprimido” y llegó a bajar hasta el 6 por cien en 2019. Sin embargo, cuando irrumpió la Covid en 2020, llegó hasta el 25 por cien. El confinamiento, la contención del gasto y la precaución, fueron un experimento natural sobre los efectos de tal acumulación de recursos. El Banco de España recientemente ha mostrado evidencia de qué ha pasado con esos recursos guardados durante la pandemia. Hasta finales de 2022 las familias apenas habían recurrido a ese ahorro extraordinario acumulado para adquirir bienes y servicios de consumo. La mayor parte de esa bolsa de ahorro se ha destinado a la inversión financiera. Una parte más pequeña, pero creciente desde 2021, se ha destinado a comprar vivienda y pagar préstamos. Por último, las familias con mayores ingresos son los que más ahorro extraordinario acumularon y los de menores rentas apenas pudieron ahorrar nada. La pandemia también generó más desigualdad.

Desde 2022 el ahorro real sobre el PIB se venía reduciendo, despertando cierta alarma sobre hasta qué punto podría acabar siendo una huida hacia adelante entre tanta incertidumbre. Sin embargo, en el primer trimestre de 2023 se volvía a elevar hasta el 11,8 por cien de la renta disponible bruta. Ese cambio de tendencia puede deberse al crecimiento de las remuneraciones salariales, las prestaciones sociales —fundamentalmente pensiones— y, en menor medida, las rentas de la propiedad. Todo ello a pesar del incremento en un 52 % de los pagos por intereses.

En la vertiente financiera, los depósitos de ahorro no acaban de despegar y, de hecho, el 92 % sigue estando en cuentas corrientes. Observamos, con datos del Banco de España, que hubo salidas netas de efectivo y depósitos de hogares en el primer trimestre de 22.218 millones de euros. En gran medida fueron para comprar deuda  pública (9.534 millones de euros) y acciones (9.518 millones de euros). Estas últimas, además, se revalorizaron en 27.091 millones de euros en el último trimestre.

En definitiva, quien pudo ahorrar vive mejor y, además, ahora encuentra réditos. Eso sí, los que tienen más deuda que ahorro van a seguir aguantando la carga. Y se ha vuelto pesada en sólo un año.

Este artículo se publicó incialmente en el diario “La Vanguardia”

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A propósito de la remuneración de los depósitos bancarios

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Desde hace semanas se viene debatiendo sobre la menor remuneración de los depósitos en la banca española comparada con la de otros socios europeos. Esta cuestión ha llegado a suscitar el interés de autoridades económicas y de la competencia. Parece oportuno reflexionar sobre la estructura y funcionamiento del mercado de depósitos —y de productos de ahorro, en general— en España y explorar las causas de ese aparente retraso en la traslación del aumento de los tipos de interés oficiales al pasivo bancario.

Hay varias premisas iniciales. La banca española ha reforzado sustancialmente sus colchones de liquidez tras la crisis financiera y de la deuda soberana. Lejos quedan los episodios en la que los mercados mayoristas habían cerrado la financiación vía bonos a nuestros bancos. El contexto actual es muy diferente. Hoy nuestras entidades financieras se financian por todas las vías disponibles (BCE, mercados mayoristas y segmento minorista). Además, emiten con normalidad no solo títulos de deuda, sino también de capital e híbridos (como los cocos). Por otro lado, como ha señalado Standard & Poor’s Ratings hace unos días, tras el intenso saneamiento y venta de activos deteriorados de la crisis financiera, las entidades españolas han tenido menor necesidad de financiación, ante un crecimiento mucho más moderado de su crédito y balance. Por otro lado, en los últimos años los ahorradores españoles que buscaban una remuneración mayor —por los tipos negativos en vigor hasta hace un año— han apostado por otros productos como fondos de inversión, en buena parte, ofrecidos por la propia banca.

En este entorno parece oportuno valorar la evolución reciente de la remuneración de los depósitos. La política monetaria debe transmitirse de modo muy similar a la deuda como al ahorro, para que sea efectiva. En ese proceso se está, aunque haya resultado menos rápida la traslación hasta ahora a los depósitos por las circunstancias comentadas, muchas de ellas efectos colaterales de la reacción de los bancos centrales a la crisis financiera y al Covid-19, en el que la liquidez oficial se multiplicó. La inflación que trajo la guerra de Ucrania y las tensiones pospandémicas en las cadenas de suministro han obligado a los bancos centrales —aceleradamente— a cambiar su política de tipos de interés y a ir retirando los instrumentos extraordinarios de liquidez. Se está empezando a notar y trasladando a las rentabilidades de los productos de ahorro, incluidos depósitos. Y viendo la retirada de estímulos y liquidez del BCE, el marco financiero actual de mayores tipos —que favorece el ahorro, otra fuerza a tener en cuenta— y la evidencia histórica (con anteriores guerras de pasivo), esa traslación a los depósitos bancarios se va a completar y probablemente más pronto que tarde.

Las estadísticas existentes —del Banco de España— muestran claramente que esa transición ya se está produciendo. Por ejemplo, los depósitos a la vista, que usamos para las transacciones cotidianas, han ido ganando peso durante todos estos años de tipos de interés negativos (o muy bajos) y hoy son el 92% (882.000 millones de euros) del total de depósitos de los hogares. Las cuentas a plazo estuvieron en franca decadencia, pero han aumentado con las subidas de tipos, sobre todo en lo que va de año, desde 64.900 millones de euros de enero hasta los 78.400 millones de mayo. Tiene lógica que se abra —si no se ha abierto efectivamente ya— una mayor pugna por la liquidez de esas cuentas cada vez más intensa, pues el BCE está reduciendo las facilidades extraordinarias de años anteriores. Por otro lado, los tipos sí que están subiendo. Según datos del Banco de España, en los depósitos a un año el tipo era 0,37% el pasado enero y ya era 1,33% en abril (último dato disponible). En el mismo periodo, para depósitos entre uno y dos años ha subido del 1,24% al 1,70%. Para empresas, el incremento es incluso mayor. Hace un año el tipo era negativo y ahora el tipo medio (abril de nuevo) es 2,6%.

Aun cuando hay menos entidades en el sector bancario hoy, la competencia no es solamente cuestión de número, sino mucho más importante, de la intensidad de la rivalidad. Ahora, además, con los medios online, el dinero se mueve más rápido y hay menos costes de transacción y cambio. La gente mueve el dinero donde quiere. Incluso, a veces, adonde no debería, como los criptoactivos, sobre todo, si no tienen suficiente educación y cultura financieras. En la banca hay una referencia sobre información y regulación de protección del consumidor y, al ser un servicio de carácter universal, el cliente puede comparar distintas opciones para su perfil de rentabilidad-riesgo.

El diferente efecto de la inflación entre países puede estar afectando también. Tiene cierta lógica que en algunos países donde es bastante más elevada, como Alemania y otros países de centro y norte de Europa, la remuneración nominal de los depósitos sea mayor. Aun así, la rentabilidad de las cuentas es mayor en términos reales (una vez descontada la inflación) en países con menor crecimiento de precios actualmente —como España—, y puede explicar, en parte, los actuales menores tipos nominales de las cuentas bancarias. Este impacto terminará desapareciendo cuando se acerquen las tasas de inflación en la zona euro. Todo conduce a pensar que la transición a los pasivos bancarios ha comenzado y culminará antes de lo que pensamos.

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El consumidor español es diferente

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Tras las últimas revisiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), fuertemente al alza, el PIB español habrá crecido un 5,5% en 2022, lo mismo que el año anterior y más de lo anticipado habida cuenta del shock inflacionario y de las incertidumbres generadas por la guerra en Ucrania. Con estos ajustes, la economía española se queda a un tris de recuperar el nivel de actividad prepandemia.

La divina sorpresa procede en buena medida del comportamiento de los hogares, que han incrementado su gasto en consumo un 4,3% cuando su renta disponible se reducía casi un 5% en términos reales como consecuencia de la inflación. La divergencia ha sido posible gracias a la utilización a efectos de gasto en consumo de los excedentes acumulados en años anteriores, de modo que la tasa de ahorro ronda el 3,6%, cercano al mínimo de la serie histórica (en función de la información disponible hasta el tercer trimestre). Este fenómeno atípico se ha repetido en otros países de nuestro entorno, pero en ningún caso de manera tan pronunciada como en el nuestro. Las familias alemanas y francesas, por ejemplo, se han mostrado mucho más cautas, en un contexto que sin duda perciben como muy incierto y que les incita a mantener un abultado colchón de liquidez.


El revés de la medalla es que el margen de crecimiento basado en el ahorro acumulado se ha agotado, al menos en nuestro país, algo que ya se refleja en el fuerte retroceso del gasto en consumo en el cierre del año (un contundente -1,7% en el cuarto trimestre, según el dato adelantado del INE). Bien es cierto que la inflación se modera, que el mercado laboral aguanta y que los convenios colectivos van incorporando compensaciones parciales por la pérdida de poder adquisitivo soportada en el último ejercicio. Pero todo hace presagiar que los consumidores se enfrentan a una realidad menos amable: tendrán que ajustar su nivel de gasto estrictamente en función de la evolución de los ingresos reales y del coste de las hipotecas, para aquellos hogares que se han endeudado.

Veremos si sus homólogos de los países vecinos se muestran menos pesimistas y, por tanto, aportan más demanda externa a las empresas españolas. El estímulo externo sin duda se notará, especialmente en concepto de turismo internacional a tenor de las previsiones del sector para la temporada de verano. Otro factor que podría compensar la previsible resaca del consumo es la inversión, al calor de los fondos europeos. Los datos más recientes apuntan sin embargo a un debilitamiento en el cierre del año (-3,8% en el cuarto trimestre), tras un primer semestre boyante (con un rebote, revisado al alza, de nada menos que el 6,5%). Además, la inversión es el componente más sensible al endurecimiento en marcha de la política monetaria.

Queda la demanda pública, es decir, la política presupuestaria, pero ésta se verá constreñida por los objetivos de contención de los desequilibrios y por el encarecimiento de las cargas financieras como consecuencia de la subida de tipos de interés. Todo ello en vísperas de la reactivación de las reglas de vigilancia fiscal europea.

Si bien los resultados pueden sufrir modificaciones importantes en posteriores estimaciones del INE, el balance del conjunto del año es de un fuerte crecimiento que obedece en parte a factores que se mantendrán, como la competitividad de la economía española o el tirón de los fondos europeos. El rebote del consumo, sin embargo, no es sostenible. Y a ello se añade el impacto del encarecimiento del dinero, con un Banco Central Europeo (BCE) que no manifiesta ninguna intención de querer dar tregua a su giro restrictivo. En conjunto, la demanda interna está abocada a la atonía. La incógnita proviene de la demanda externa y de un eventual cambio de actitud frente al riesgo por parte de las familias y de las empresas europeas.

PIB | En el cierre del año pasado, el producto interior bruto (PIB) de España se situó un 0,9% por debajo del nivel registrado en el último trimestre de 2019, antes de la pandemia. La industria es, después de la construcción, el sector que más lejos se encuentra de la plena recuperación. Los servicios, sin embargo, ya superan ese umbral. Por otra parte, sin descontar la inflación, las remuneraciones salariales se sitúan un 8,7% por encima del nivel anterior a la crisis sanitaria, mientras que en el caso de los excedentes empresariales el incremento con respecto a la situación previa a la covid alcanza el 16%.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La importancia de las madres en la socialización financiera

Los jóvenes españoles se consideran mayoritariamente ahorradores. Así se desprende de la Encuesta de Educación Financiera Funcas 2022 (a partir de ahora: EEF-Funcas2022), realizada online entre el 12 y el 26 de septiembre de este año sobre una muestra de 1.200 personas residentes en España de edades comprendidas entre 18 y 29 años[1]. Cuando a estos jóvenes se les pide que, utilizando una escala de 0 (nada) a 10 (mucho), valoren en qué medida el adjetivo “ahorrador/a” define su carácter, la media de sus respuestas se sitúa en 7,1. Esta cifra es más alta que las que arrojan las respuestas a las preguntas referidas a los siguientes adjetivos: “ordenado/a” (6,8), “estudioso/a” (6,7), “extrovertido/a” (5,7) y “caprichoso/a” (4,8). La influencia de la variable “sexo de los entrevistados” se observa, en mayor o menor medida, en la autovaloración respecto a todos los calificativos, salvo el de “ahorrador/a”. Ellas se consideran bastante más estudiosas que ellos, y también algo más ordenadas y caprichosas, pero en cuestión de proclividad al ahorro sus autopercepciones coinciden (Gráfico 1). 


¿Pero realmente son ahorradores los jóvenes españoles? La EEF-Funcas2022 ofrece algunos indicios para responder esta pregunta. Por lo pronto, un 49% de los entrevistados afirma tener hucha física, porcentaje que entre los de 18 a 24 años sube hasta el 57% (entre los de 25 a 29 cae al 38%). Los jóvenes que estudian (exclusivamente o compatibilizando estudio y trabajo), así como también los que viven con ambos progenitores, son los que en mayor proporción cuentan con una hucha (Gráfico 2). 


Nueve de cada diez jóvenes encuestados (89%) poseen al menos una cuenta bancaria y alguna tarjeta física. En un entorno en el que prevalece la preferencia por evitar el efectivo como medio de pago, aproximadamente tres de cada diez jóvenes de 18 a 24 (29%) con tarjeta bancaria propia afirman preferir pagar las compras con dinero, coincidiendo con el porcentaje de quienes prefieren pagar con el móvil, pero la mayoría de ellos (42%) se inclina por el uso de la tarjeta (sobre todo, de débito, mucho más extendida que la tarjeta de crédito en este grupo de población). La “huida del efectivo” aún es más evidente entre los jóvenes de 24 a 29 años, y especialmente entre las mujeres en ese grupo de edad (Gráfico 3). 


Puesto que casi todos los entrevistados (94%) tienen cuentas corrientes de titularidad propia o compartida, parece lógico pensar que ellas constituyan, también entre los jóvenes, el principal dispositivo de recepción de ingresos y de acceso al dinero (Gráfico 4). Y a juzgar por sus respuestas, no son cuentas “aparcadas” cuyos movimientos se ignoran: nueve de cada diez jóvenes titulares de una cuenta dicen conocer cuánto dinero tienen en ella, y entre los entrevistados que estudian, también nueve de cada diez declaran encargarse personalmente de la gestión habitual de sus cuentas (a los entrevistados que trabajan se les supone esta práctica, por lo que la EEF-Funcas2022 no pregunta por ella). Constituyen también una amplia mayoría los entrevistados que niegan tener un fin concreto para el dinero acumulado en sus cuentas. Antes bien, prevén utilizarlo según las contingencias, es decir, “para pagar gastos o necesidades que vayan surgiendo”, si bien las mujeres y los entrevistados que trabajan (exclusivamente o compatibilizándolo con los estudios) afirman con mayor frecuencia perseguir objetivos concretos con el dinero de que disponen en sus cuentas (Gráfico 5). 


El dinero con el que cuentan los jóvenes que estudian y no obtienen ingresos del trabajo proviene de diferentes fuentes. Es poco habitual que perciban dinero por llevar a cabo determinadas tareas domésticas o familiares, o por obtener buenos resultados en los estudios; llama, no obstante, la atención que los entrevistados varones extraigan, en mayor medida que las entrevistadas, ingresos por ambos conceptos (Gráfico 6). Más frecuente, pero también minoritaria, es la percepción de una paga periódica. Menos de la mitad de los jóvenes que se dedican exclusivamente a estudiar reciben una paga, bien semanal  (15%), bien mensual (27%). (Gráfico 7). Cabe destacar que a casi la mitad de los entrevistados que estudian (como actividad exclusiva o compartida con algún empleo) y no reciben una paga (46%) les gustaría recibirla. Mientras las “pagas por méritos” (tareas domésticas/familiares o buenas calificaciones) y las “pagas periódicas” no se hallan muy extendidas, sí lo están las “pagas extraordinarias”, que los jóvenes perciben por sus aniversarios o en fechas señaladas. El 50% de las entrevistadas y el 39% de los entrevistados afirman recoger dinero en tales ocasiones “siempre/casi siempre”, y más de un tercio de ellas y de ellos reconoce recibirlo “algunas veces” (Gráfico 8).


La mejor aproximación a la intensidad de ahorro de los jóvenes la ofrece una pregunta en la que se solicita a los entrevistados que trabajan y a los que reciben una paga periódica que indiquen la proporción aproximada de su salario/asignación que ahorran. El 48% de los que trabajan contesta que ahorra la mitad o más. Algo más bajo (42%) es el porcentaje de los entrevistados no perceptores de salario que dicen ahorrar al menos la mitad de su paga. En cambio, los que confiesan no ahorrar nada de su salario o de su paga se sitúan alrededor del 6-7%.  La composición del hogar marca diferencias importantes a este respecto. El 60% de los jóvenes que viven con sus progenitores afirma ahorrar la mitad o más de su salario/paga, proporción que dobla holgadamente a la de quienes viven en un hogar sin ninguno de sus progenitores (28%). La encuesta confirma que vivir en el hogar familiar facilita el ahorro de los hijos (Gráfico 9). 


Pero la convivencia con los progenitores no solo posibilita más el ahorro, sino también procura un espacio de aprendizaje de experiencias, actitudes y hábitos en relación con el uso y la administración del dinero. De hecho, el 78% de las encuestadas y el 70% de los encuestados se refieren a la familia como la institución que más les ha enseñado “en cuestiones relacionadas con el manejo del dinero” (Gráfico 10). A la escuela le conceden los entrevistados mucha menos importancia como fuente de aprendizajes financieros. De hecho, el 77% niega haber tratado “alguna vez, en clase”, con los profesores, cuestiones concernientes a la gestión del dinero propio. Y entre los que afirman haberlo hecho (23%), más de la mitad (61%) considera que el tiempo dedicado en clase a esos temas ha sido escaso. 

En esta apreciación de la familia como agente principal de socialización financiera destacan, además de las entrevistadas, quienes viven con ambos progenitores (78%), así como también quienes se consideran muy estudiosos (81%) o perciben su futuro con optimismo (80%). Es significativo que la segunda respuesta más frecuente a la pregunta sobre quién les ha proporcionado más saberes de carácter financiero sea “nadie”: una sexta parte de los entrevistados (17%) opina que nadie le ha proporcionado enseñanzas sobre cómo gastar y ahorrar, opinión más frecuente entre los varones (20%) que entre las mujeres (14%).


Dentro de las familias, las madres cobran especial protagonismo en materia de educación financiera. Así se infiere de los resultados a una pregunta en la que se requiere de los entrevistados que identifiquen a la persona que, en asuntos relacionados con la gestión de dinero, representa para ellos “un ejemplo a seguir”. La respuesta más frecuente es “mi madre” (38%), con un porcentaje notablemente por encima de la referida al padre (25%) o a los abuelos (7%). La referencia a la madre es la más frecuente tanto entre las entrevistadas como entre los entrevistados, si bien alcanza un porcentaje más alto en el primer caso (42%) (Gráfico 11). 


La madre aparece también como la respuesta más citada cuando los entrevistados han de señalar a quién pedirían consejo sobre lo que hacer si recibieran “de manera imprevista una cantidad relevante de dinero, más de 3.000 euros”. La respuesta más frecuente es “a mi madre” (40%), si bien la ventaja respecto a la respuesta “a mi padre” es muy pequeña. Entre las entrevistadas (sobre todo, las que cuentan entre 18 y 24 años) la referencia a la madre es más destacable que entre los entrevistados, cuya respuesta más frecuente es “nadie”  (Gráfico 12). 

En síntesis, de acuerdo con los resultados de la EEF-Funcas 2022, los jóvenes  españoles se consideran más ahorradores que estudiosos y ordenados, incluso que extrovertidos. Casi todos tienen cuentas bancarias propias, de cuyos movimientos están al tanto. Pero pocos guardan en ellas dinero para fines específicos; la mayoría lo hace para lo que cabría denominar “consumos contingentes”. Parece, por tanto, que aunque no planifican sus finanzas, sí les gusta ahorrar. Asimismo piensan que lo que saben sobre el manejo del dinero lo han aprendido de su familia, en particular, de sus madres y padres, a quienes tienen mayoritariamente como referencia en asuntos relacionados con la economía y las finanzas, y a quienes muchos pedirían consejo en circunstancias tales como las de recibir inesperadamente una suma importante de dinero. Y es a las madres, en particular, a quienes destacan como figuras clave en estas cuestiones. 

Sirva como conclusión de este breve análisis de la EEF-Funcas2022 el último párrafo de uno de los artículos publicados en el número 35 de Panorama Social, monográfico recientemente publicado bajo el título “La educación financiera en España: balance y perspectivas”: 

Los programas de educación financiera que no tienen suficientemente en cuenta la importancia y el valor específico de la familia como espacio de aprendizaje corren el riesgo de desperdiciar esfuerzos formativos. Las madres y los padres deberían ser destinatarios preferentes de tales programas, reconociéndoles, en primer lugar, su protagonismo en la socialización financiera, tratando de mejorar sus competencias en esta materia y enseñándoles a ponerlas en práctica. Los centros educativos podrían convertirse en instituciones intermediarias fundamentales en este proceso (por ejemplo, a través de las Escuelas de Padres y Madres, con las que muchos de ellos ya cuentan para diversos fines) y contribuir así más eficazmente que en la actualidad a la educación financiera de la sociedad.[1]



[1] La comprobación de discrepancias sustanciales en las pautas de respuesta entre los entrevistados de nacionalidad (única) española y el resto de entrevistados ha aconsejado limitar el análisis aquí presentado a los primeros. La muestra sobre la que se hacen afirmaciones se refiere, por tanto, a los 1.108 entrevistados de nacionalidad (única) española. 

[2] Chuliá, E., Garrido, L. y Miyar, M. (2022). Familia y socialización financiera: una aproximación empírica al caso español, Panorama Social 35, 137-154.

Más resultados de la Encuesta de Educación Financiera Funcas

(EEF-Funcas 2022)

Percepción del futuro: más optimistas que pesimistas

  • El 55% de los entrevistados (18-29 años) ven su “futuro en el corto y medio plazo (5-10 años)” con optimismo, triplicando la proporción de quienes lo ven con pesimismo (un 28% opta por la respuesta “ni con optimismo ni con pesimismo”).
  • Un 50% de los entrevistados de 18 a 24 años y un 54% de los entrevistados de 25 a 29 años afirman que “en un futuro más o menos próximo” se imaginan “formando una familia propia, con hijos”. A la gran mayoría de los que cuentan entre 18 y 24 años (85%) le gustaría formar esa familia antes de los 31 años; y a casi todos (96%) de los que tienen entre 25 y 29 años, antes de los 35 años. Creen, sin embargo, que, “siendo realistas”, podrán formarla más tarde de lo que desean.

Criptomonedas: más fama que inversión 

  • Un 91% de los entrevistados (18-29 años) ha oído hablar de las criptomonedas. De ellos, un 12% afirma haber invertido algún dinero en este medio digital de intercambio. 
  • Entre quienes han invertido en criptomonedas, siete de cada diez (71%) han dedicado a ello menos de 501 euros. Aproximadamente una quinta parte (22%) afirma haber invertido entre 501 y 1.000 euros, y el resto (7%) ha invertido más de 1.000, pero menos de 3.000 euros. 
  • El 61% de quienes no han invertido en criptomonedas conoce “personalmente” a alguien que sí lo ha hecho, pero solo el 14% de ellos afirma que si tuviera la posibilidad de “invertir algún dinero en criptomonedas”, lo haría.

Uso de medios de pago: el éxito de las aplicaciones móviles

  • El uso de medios de pago electrónicos se ha impuesto entre la juventud española: además de la preferencia por la tarjeta y el abono de compras mediante el móvil  (véase arriba), el 90% de los entrevistados que dispone de cuenta bancaria afirma utilizar Bizum o alguna aplicación similar proveedora de servicios de pago.
  • Cuatro de cada diez entrevistados (40%) utilizan Bizum más de cinco veces al mes y casi dos de cada cinco (18%) lo hace más de diez veces.

Anexo: Encuesta de Educación Financiera Funcas 2022 (EEF-Funcas2022): datos descriptivos de la muestra.

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Reacciones financieras a la inflación

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La inflación continúa su escalada en las principales economías. Estuvo tanto tiempo perdida que este retorno ha sido tan vigoroso como polémico en cuanto a su continuidad ¿Fantasma pasajero o pesadilla recurrente? El dato definitivo del IPC en España de diciembre ha alcanzado el 6,5%, su nivel más alto en décadas. Esta misma semana conocimos también que la inflación en EE UU llegó al 7%. Como consecuencia del reconocimiento explícito —el mismo Jerome Powell lo ha hecho esta semana en el Senado estadounidense— de esa mayor persistencia de la inflación por parte de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra Comprar Reseñas google, y en menor medida, del Banco Central Europeo, los agentes financieros están comenzando a reaccionar.

En la primera semana de 2022 se produjo algo llamativo, una emisión masiva de bonos —más de cien mil millones de dólares— por parte de las grandes empresas en los mercados globales de deuda. Una forma de anticiparse y beneficiarse aún de unos tipos más bajos, antes de que suban. Los de deuda son casi siempre los mercados que reaccionan primero a un cambio de expectativas, como el actual, de una gran magnitud. Ya aparecen varios aumentos de tipos de interés en el horizonte en EE UU.

Esto tiene importantes implicaciones, incluso para la eurozona. Que se “levante” esa cantidad de deuda en tan corto plazo de tiempo es un movimiento de mucha trascendencia sobre lo que va a acontecer con las expectativas y los mercados. Es algo de lo que no se podrá “desacoplar” el BCE, aunque siga teniendo una visión de mayor cautela ante el crecimiento de los precios. Tarde o temprano, si la inflación se mantiene, el BCE no podrá desentenderse de lo que están haciendo otros bancos centrales relevantes.

Por el lado del ahorro, cabe esperar también reacciones. La liquidez que no busca rentabilidades y no se mueve, apenas sufre cuando no hay inflación o ésta es muy baja. Sin embargo, en entornos de inflación del 6-7%, cabe esperar movimientos en la colocación del ahorro. La evolución de algunos productos bancarios de nuestro país es curiosa. En octubre de 2021 (último dato disponible) los depósitos a la vista eran 1,21 billones de euros, casi el doble que en 2015. Los depósitos a plazo han seguido la tendencia contraria: en 2015 eran 508.000 millones de euros y el pasado octubre habían bajado a 124.000 millones.

Esa elevada cantidad en cuentas corrientes —un instrumento fundamentalmente transaccional y que puede moverse rápidamente—, puede ir a parar, en el actual contexto de inflación, a instrumentos que generen un mayor rendimiento que otras alternativas estrictamente bancarias. Los fondos de inversión, por ejemplo, pueden ser grandes recipientes de ese ahorro que ahora sí buscará rentabilidades nominales significativas. No serán los únicos instrumentos de mercados financieros que recibirán ahorro, incluidos destinos más heterodoxos y arriesgados como los criptoactivos. Eso sí, con algo más de incertidumbre porque no está claro hasta qué punto estas inversiones tan volátiles protegen contra la inflación.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Las cuentas de los hogares: sin sorpresas en el segundo trimestre, pero cambios en 2019 y 2020

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Uno de los resultados más señalados de las cuentas de los sectores institucionales publicadas recientemente por el INE ha sido el descenso de la tasa de ahorro de los hogares en el segundo trimestre del año hasta un 8,8%, desde un 14% —cifra revisada al alza— registrado en el primer trimestre. Es un descenso muy acusado pero nada sorprendente, puesto que en el primer trimestre el consumo aún estuvo reprimido por las restricciones para controlar la pandemia, además de por el temporal de nieve de enero, por lo que los hogares siguieron acumulando ahorro no deseado. En el segundo trimestre, con la apertura de la economía, el gasto tendió a normalizarse, descendiendo la tasa de ahorro.

La comparación con las cifras del segundo trimestre de 2020 da lugar a resultados llamativos pero que tampoco sorprenden, dado el diferente momento en que se encontraba la pandemia: las remuneraciones salariales han crecido un 12,2%, quedándose así un 3,5% por debajo del nivel del segundo trimestre de 2019; las rentas de la propiedad ascendieron un 14,6%, lo que supone una recuperación muy escasa, dada la fuerte caída sufrida por este tipo de rentas en el segundo trimestre de 2020, que fue del 69%, de modo que se encuentran un 65% por debajo del nivel alcanzado en el mismo trimestre de 2019; la recuperación de la renta disponible bruta ha sido más limitada, un 5%, lo que se explica por la caída en las prestaciones sociales recibidas por los hogares, quedando un 6,4% por debajo del mismo periodo de 2019; finalmente el ahorro bruto, que se disparó durante los meses más duros de la pandemia, ha descendido un 37% en comparación con aquel momento, aunque aún sigue siendo superior al del año previo al Covid-19.

Fuente: INE

Más interesante que los previsibles resultados del segundo trimestre, han sido las revisiones sufridas por las cifras de los años anteriores, con modificaciones muy sustanciales en las relativas a 2019. La renta disponible bruta de los hogares fue superior en 16.000 millones a la estimación anterior. Como el dato de consumo no ha variado, ese incremento de la renta disponible se dirigió al ahorro, cuya tasa sobre la renta disponible se ha modificado al alza desde un 6,3% hasta un 8,3%, notablemente superior a la registrada en los años precedentes, lo que constituye una revisión de notable relevancia. Tras descontar de esa cifra la parte destinada a financiar su inversión, los hogares generaron una capacidad de financiación —es decir, un excedente financiero— de 20.500 millones de euros, un 1,7% del PIB, muy por encima de los 3.100 millones estimados inicialmente. Fue la cifra más elevada de toda la serie histórica hasta ese momento, solo superada posteriormente por los 68.700 millones generados durante la pandemia. Es decir, ya durante el año anterior a esta los hogares habían acumulado un importante excedente financiero, si bien entonces fue voluntario. Esto es importante, ya que cuanto mayor fuese la salud financiera de los hogares previa al Covid, mayor será la capacidad de recuperación del consumo y del mercado inmobiliario.

En 2020, el año de la pandemia, las cifras correspondientes a las remuneraciones salariales, las prestaciones sociales recibidas y la renta disponible bruta han sido revisadas al alza, pero como las cifras del año anterior han sido revisadas al alza en mayor medida, la caída con respecto a aquel es ahora mayor. Según las nuevas cifras, las remuneraciones salariales se redujeron un 5,6% —frente a un 5,4% en la estimación anterior—, mientras que la caída de las rentas de la propiedad, única partida que se ha revisado a la baja, se amplifica notablemente hasta un 51%. Dentro de estas últimas destaca el desplome sufrido por los dividendos repartidos por las empresas a las familias, cuyo volumen, 5.500 millones de euros, apenas supuso el 20% de la cifra recibida en 2019, y fue la cantidad más baja desde 1998. Es una caída mucho más intensa que la sufrida por las rentas empresariales, que fue del 15%. Ello se debe a que las empresas, por prudencia, decidieron repartir un porcentaje inferior de sus beneficios, y a que también los dividendos recibidos de empresas situadas en el exterior sufrieron un intenso recorte.

En suma, la renta disponible bruta de los hogares se redujo un 4,9%, en lugar del 3,3% inicialmente avanzado.

Finalmente, el ahorro generado por los hogares fue algo mayor a lo estimado anteriormente, 110.700 millones, en lugar de 108.800, lo que supone una tasa del 14,9% de la renta disponible bruta, dos décimas porcentuales más.

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