A vista de pájaro: el gran futuro de los satélites, y cómo España cuenta con un rico ecosistema de startups de tecnología de satelital
Los satélites son literalmente nuestros ojos en el espacio, con toda la información que nos pueden aportar sobre lo que se ve desde allí arriba y que no se puede apreciar a pie de tierra. Entre esas aportaciones de la tecnología satelital no sólo está la imaginería terrestre, sino que también nos aportan la difusión de señales radioeléctricas, el seguimiento aeroespacial, o el estudio del espacio profundo como con el Hubble.
Así que los que algunos conciben como todo un sector tecnológico algo obsoleto y propio de las épocas de la Guerra Fría, resulta que hoy más que nunca está en pleno auge, y cada vez más ojos nos observan desde el espacio a todos nosotros. Y hay un rico ecosistema de prometedoras startups que contribuyen a ello con tecnología “made in Spain”, y que producen datos y servicios disruptivos con la ayuda de la imaginería satelital.
Satélites: llevan con nosotros décadas, pero cada vez hay más y mejores
Debemos empezar hoy por dar un reconocimiento a la Luna, esa compañera astral de la Tierra que lleva a nuestro lado varios miles de millones de años, y que es el primer satélite terrestre de la Historia: es un satélite natural. Pero, desde las últimas décadas del siglo XX, también los satélites artificiales han estado con nosotros. La tecnología militar y la difusión de señales radioeléctricas en amplias zonas geográficas sin necesidad de repetidores terrenales contribuyeron definitivamente al auge inicial de este sector tecnológico. La primera de ellas era especialmente clave, puesto que en lo más crudo de la guerra fria los satélites permitían estudiar y monitorizar los movimientos de tropas y las bases militares (y balísticas) del enemigo. Recuerden que el riesgo de un holocausto nuclear estuvo entonces más cerca que nunca antes en la Historia, y que incluso ciudades españolas como Zaragoza (que contaba con una base americana) llegaron a tener un misil nueclear balístico permanentemente apuntándole.
Los primeros pasos en la tecnología satelital tuvieron su origen en globos con los que los científicos estudiaban la ionosfera y que llegaban a 30km de altitud. Posteriormente, en 1946 ya se inaguró oficialmente la era espacial en medio de los inicios de aquella carrera espacial que representó el campo de batalla más mediático de la Guerra Fría, y los científicos de la época empezaron a utilizar los famosos cohetes V-2, los primeros misiles balísticos de la Historia con los que los alemanes bombardeaban Londres, para empezar ya a realizar mediciones en la atmósfera. Así el alcance de la ciencia terrestre se elevó hasta los 200km de altura. Es por aquellos años cuando tanto la extinta Unión Sovética como los Estados Unidos se lanzaron a una carrera espacial sin freno, y que combinaba a un mismo tiempo un denso halo de secretismo, con efectistas titulares en los medios para demostrar la superioridad tecnológica de uno u otro bloque económico-militar.
Y llegó finalmente el primer satélite puesto en órbita en 1957, todo un golpe de efecto del bloque comunista (y de la URSS en concreto), porque el primer satélite de la Historia fue de tecnología rusa: el famoso Sputnik, que hoy da nombre a ese medio que difunde por internet sesgadas noticias de dudosa reputación y muy escaso rigor (¡Incongruencias de la vida!). A partir de aquí se abre todo un amplio abanico de desarrollo tecnológico y posteriores aplicaciones para una tecnología satelital que hoy en día se ha vuelto totalmente imprescindible para nuestro mundo tal y como lo conocemos. Siendo la principal limitación de los satélites que el retardo medio típico que insertan en toda comunicación es de medio segundo en cada trayecto compuesto por sendos segmentos tierra-satélite-tierra, además de la otra gran limitación de la tecnología satelital que supone que no pueden aprovechar todas las posibles frecuencias del espectro radioeléctrico, porque principalmente la atmósfera, y en especial la ionosfera, no permiten ser atravesadas por determinadas bandas de frecuencia.
Pero eso son pequeños (y escasos) inconvenientes para una tecnología que abarca ya muchos casos de uso actuales y muchos más futuros que el progreso exponencial va trayendo: difusión de radiotelevisión y de otras señales radioeléctricas, enlaces tierra-aire-tierra entre estaciones terrenas sin visibilidad directa a ras de suelo, comunicaciones marítimas y en lugares remotos donde no hay antenas terrestres, posicionamiento con la red de satélites GPS, o telefonía móvil vía satélite (requieren otros terminales específicos) donde la cobertura terrestre no llega; todo esto entre muchas otras aplicaciones. El mundo de los satélites aporta una parte importante del progreso y el bienestar del que disfrutamos. De hecho, una de las posibles amenazas más importantes que consideran los científicos para nuestra civilización es una tormenta solar cuya radiación pudiese llegar a destruir o deteriorar el silicio de los microprocesadores que hay en los numerosos satélites que orbitan alrededor de la Tierra.
Y la tecnología satelital asiste ahora a un nuevo re-amanecer, en la que hay prometedoras startup españolas contribuyendo a su progreso
Por mero desconocimiento (el cual este análisis trata de paliar) hay algunas personas hoy en día que piensan que los satélites son una tecnología más bien del pasado, con parte ya de obsoleta o rudimentaria. Nada más lejos de la realidad. De hecho, la tecnología satelital está experimentando en nuestros días una segunda época dorada, en la que los satélites en órbita alrededor de la Tierra se están multiplicando exponencialmente. De hecho, una de las limitaciones más importantes del sector es la poca disponibilidad de “huecos” en la órbita geoestacionaria, que es la única altura a la cual los satélites pueden orbitar alrededor de la Tierra a la misma velocidad de rotación de la Tierra, con el resultado de que permanecen fijos permanentemente sobre el mismo punto de la superficie terrestre. Al ser esa órbita única . Otro problema que empieza a ser acuciante es la basura espacial, con restos de satélites antiguos y piezas sueltas orbitando a grandes velocidades alrededor de la Tierra y que pueden destruir satélites en activo, por no hablar del auténtico basurero espacial que se está concentrando en un determinado punto de esa órbita geoestacionaria, a donde poco a poco van a parar todos los restos perdidos en esa famosa órbita a unos 36.000kms de altura y debido a que la Tierra no es una esfera perfecta (si lo fuese, los restos y los satélites permanecerían en todo momento en el mismo punto de esta órbita por ser geoestacionaria, pero por la deformidad del planeta experimentan pequeñas derivas que los satélites corrigen con golpes de motor mientras están en su vida útil y cuentan energía solar o combustible para ello).
Uno de los motivos por los que hoy en día los satélites están experimentando ese nuevo auge es por la reducción drástica de los costes derivados de poner un satélite en órbita. Tradicionalmente, el coste de construcción y toda la tecnología que incorpora un satélite es el mismo que lo que cuesta ponerlo en órbita. Resulta extremadamente caro impulsar un cohete hasta el espacio con una carga con determinado peso, especialmente en lo que a vencer la famosa “g” de la gravedad de la Tierra se refiere. Pero la miniaturización de la tecnología, y en concreto de los satélites, ha hecho que hoy en día el hombre sea capaz de construir micro-satélites de tamaños a veces ínfimos, y por tanto con un peso varios órdenes de magnitud inferior a los del siglo XX. Y como demostración de que las posibles aplicaciones satelitales son muchas más de las que nos podemos permitir hoy en día, conforme esos costes de lanzamiento y construcción se reducen, los satélites puestos en órbita se van multiplicando. El único alivio que puede haber para las ya congestionadas órbitas alrededor de la Tierra es la que la imaginería de la drónica aporta como sustitutiva de las imágenes satelitales, aunque también tiene sus muchas limitaciones.
Y en medio de toda esta ola de renovado esplendor, hay varias joyas españolas que brillan por méritos propios, y que aportan al sector aeroespacial y satelital importantes avances “made in Spain”. La primera de esas joyas españolas es la empresa catalana Zero 2 Infinity, y que ha sido la primera empresa de Europa en conseguir en 2016 el hito de poner un micro-satéite en una órbita “al borde del espacio”, en lo que realmente deben catalogarse como vuelos sub-orbitales y que ha empezado haciendo con globos estratosféricos. Este tipo de órbitas se sitúan entre el fin de la atmósfera y el principio del espacio exterior, y la compañía ha desarrollado una tecnolgía que permite elevar toneladas de peso a esas alturas durante largos espacios de tiempo. Una de las primeras aplicaciones ha sido permitir, tan sólo a una fracción del coste de una puesta en órbita tradicional, que otras compañías de satélites puedan probar sus prototipos en situaciones de pseudo-espacio. Ése ha sido el caso de aquel primer lanzamiento de esta empresa, que así puso en órbita un satélite de la también catalana Aistech.
Aistech contrató el lanzamiento al espacio de un prototipo de microsatélite que incorporaba avanadas cámaras de infrarrojos que desde el espacio permitirían la detección temprana de focos de incendios abajo en la Tierra. Realmente, el objetivo tecnológico y empresarial de Aistech son más bien los denominados ya como nano-satélites de entre 1 y 10kg y con un coste medio de unos 200.000 dólares que, como podrán adivinar, son todavía de dimensiones más reducidas (y por tanto menor coste de puesta en órbita) y que implican unos costes 100 veces más baratos al utilizar el estándar Cubesat. Esta compañía barcelonesa ofrece servicios de observación de la Tierra con imágenes términas, de gestión remota de activos y flotas terrestres o marítimas con comunicación bidireccional, y de posicionamiento y monitorización también de aeronaves. Para ello, desde 2018 cuando efectuaron el primer lanzamiento, están desplegando su propia constelación de satélites, y la empresa nació gracias al apoyo de la Agencia Espacial Europea y se creó desde la Universidad Politécnica de Cataluña. También contaron posteriormente con una ronda de financiación por parte del bufete Cuatrecasas y de la propia familia Rothschild. Sus planes inciales eran contar con 25 satélites en órbita para 2022, y que darán cobertura a toda la superficie terrestre.
También centrada en una tecnología emergente como son los vuelos sub-orbitales, está la alicantina PLDSpace, que se especializa en concreto en la puesta en el espacio de pequeñas cargas y satélites. PLDSpace ha conseguido el hito de ser la primera empresa euroepa en trabajar con propulsión líquida para lanzamiento satélites, utilizando su innovadora tecnología líder que combina queroseno y oxígeno líquido y que denominan “kerolox”, y que es una tecnología sólo desarrollada hasta el momento fuera de España y por gigantes como Airbus y Rolls Royce: el reto y el logro es doble, pues en España sólo había know-how de combustible sólido para la propulsión de cohetes aeroespaciales. Esta empresa además cuenta con instalaciones en la “España vacía”, y de hecho ha ubicado sus instalaciones de prueba de propulsión en el aeropuerto de Teruel. Esta empresa ya cuenta con importantes alianzas con jugadores tradicionales del sector como es Hispasat, y ofrece servicios de acceso de comunicaciones con sus vehículos de lanzamiento Miura 1 y Miura 5, además de ofrecer también el servicio de devolver su carga a la tierra de forma segura, tras haber permitido por ejemplo experimentos científicos o tecnológicos en condiciones de micro-gravedad durante unos minutos. En concreto, con el Miura 5, la compañía extiende el rango de su carga de pago hasta los nada desdeñables 300Kg de peso.
Una última joya que desde aquí queremos hacernos eco de su brillo, es la madrileña Quasar Science Resources, que ha contado con el apoyo del Centro de Incubación de Empresas de la Agencia Espacial Europea, y que, en vez de un competidor exluyente, ya ve en la drónica un potente aliado de la imaginería digital de la superficie terrestre. De hecho, va a combinar en su proyecto Simbad imágenes de drones y satélites para mapear las praderas submarinas de posidonias utilizando los satélites Copérnico, y aplicando potente tecnología de Inteligencia Artifical en el posterior procesado digital de las imágenes captadas. El objetivo es poder detectar el crecimiento o reducción de estas praderas submarinas, que resultan claves para los ecosistemas marítimos y oceánicos, y que además pueden llegar a aportar importantes datos sobre efectos tan socioeconómicamente masivos y potencialmente destructores como el cambio climático y por doble motivo: las praderas de posidonias son una de las principales fuentes de oxígeno del mar, y también se les consiera también un esencial sumidero de carbono.
Tecnología satelital española muy disrutptiva en la era de la vuelta del “terraplanismo” más recalcitrante
El progreso tecnológico y la ciencia satelital, como cualquier otra ciencia que se precie, además contribuye a combatir la desinformación y esa parte de la propaganda que tiene como objetivo destruir ese otro pilar del progreso Occidental que es la ciencia, y en contra de la cual surge con inusitada fuerza otro enemigo como el incomprensible “terraplanismo”. Básicamente, es un simple juego de niños contra-argumentar a un “terraplanista” de múltiples formas sin dejarle escapatoria racional alguna, pero aquí simplemente nos limitaremos a decir que todavía ningún “terraplanista” ha sido capaz de explicar coherentemente el porqué esas imágenes que nos envían los satélites muestran un planeta redondo como un balón, y los más rocambolescos y conspiranoicos se ven forzados a simplemente esgrimir que toda la tecnología satelital es mentira, y que esas imágenes son parte de un “tenderete” del cual ni siquiera saben argumentar mínimamente su supuesto objetivo final.
Pues dirán lo que quieran, pero si todo el mundo de los satélites es, en su opinión, una gran falsedad para afianzar la teoría de que la Tierra es redonda, entonces que expliquen por qué los satélites y la ISS orbitan recurrentemente todas las noches alrededor de la Tierra, pudiéndose ver a simple vista y con períodos de rotación que coinciden milimétricamente con los cálculos de la geometría esférica en la que se basa la tecnología satelital. O que nos expliquen el origen de las mareas en nuestros océanos, que casualmente coinciden con el calendario de rotación lunar. Y que nos expliquen también por qué una señal irradiada hacia el cielo llega de Madrid a Sebastopol con tan sólo dos segmentos y un único satélite en medio, cuando esa señal es imposible que llegue entre meras estaciones terrenas con múltiples obstáculos y cadenas montañosas, que sólo podrían ser salvados con una avanzada infraestructura de red de estaciones terrenas que sería materialmente imposible esconder, y que se enfrentaría a las perturbaciones e interferencias que producirían en las señales efectos conocidos como la difracción, la onda de superficie, o la formación de la onda de espacio: las comunicaciones via satélite son anormalmente estables y predecibles por la visibilidad directa y la ausencia de grandes obstáculos en todo enlace satelital, algo que sería imposible de explicar si en realidad nos estuviesen engañando y todo fuesen comunicaciones terrestres.
Con cada vez más datos y más exponencialmente rigurosos desde que la teoría fuese considerada como un dato físico por el filósofo griego Eratóstenes en el siglo III a.C, hoy en día hay ya tantos y tantos posibles argumentos con los que la teoría de que la Tierra es redonda se demuestra rotundamente cierta, que resulta una peregrina involución tratar de devolver al mundo a la antigua teoría de que la Tierra es plana, en lo que supone un salto atrás de varios milenios hasta las creencias de la antigua mitología de Mesopotamia. ¿Y qué hacen la práctica totalidad de los terraplanistas cuando son ellos los que tienen que responder a todas estas preguntas que además les son totalmente incontestables? Pues recurrir a la siempre socorrida teoría de la conspiración, cajón de sastre donde todo cabe, y a la que achacan que lleven siglos engañándonos a toda la humanidad, sin saber explicar convincentemente tampoco el porqué de semejante presunto engaño conspiranoico masivo. Así, los terraplanistas siempre siempre siempre se ven abocados como recurso último a limitarse a plantear estos conspiranoicos misterios sin explicación aparente, en vez de dar unas respuestas que no tienen para las numerosas cuestiones para las que la esfericidad de la Tierra ya da respuestas totalmente coherentes (además de cuantiosos datos objetivos).
Es totalmente lógico que siga habiendo fenómenos en nuestro mundo para los que la ciencia todavía no tiene una explicación (siempre los va a haber), puesto que hay muchas teorías que la ciencia todavía no ha enunciado ni descubierto, pero aparte de que ninguna pregunta sin respuesta debería servir para despreciar los datos objetivos que ya tenemos, ese todavía desconocimiento sólo nos debe llevar a valorar el progreso científico como uno de los principales factores socioeconómicos de progreso, y a pensar que debemos invertir más y mejor en ciencia para evolucionar como civilización y como especie.
Y de paso, como colofón final, que nos expliquen los terraplanistas qué tipo de señales reciben sus antenas mediáticas personales, porque me temo que, tanto el canal que les difunde, como las propias señales que les llegan, están totalmente corruptos a nivel digital, y la información que les llega no puede ser considerada íntegra, y ni tan siquiera saben ellos mismos exactamente de dónde proviene ni qué objetivos últimos tiene, por lo que tampoco debería serles confiable. Pero claro, mucho más fácil que admitir que la Tierra efectivamente era redonda y que en realidad los engañados serían ellos, es seguir perseverando en un error inconcebible, porque aquí lo realmente importante para algunos es ser los únicos poseedores de la verdad, y poder seguir afirmando que los que llevaban razón eran ellos y que son los que por fin han abierto los ojos al mundo, en lo que constituye toda una lacra socioeconómica de falta de espíritu crítico y de destrucción de nuestro progreso científico. Por eso inviertan en ciencia y valórenla, y si es apreciando prometedoras startups españolas como las expuestas en este análisis, pues doble mejor.
Al final va a resultar que la Tierra no es redonda, sino cuadrada, tan cuadrada como imposibe es lograr la cuadratura del círculo: lo que sí que son muy cuadradas son algunas cabezas. El mundo es redondo y la Tierra gira con sus satélites alrededor, y no dejen que los cuadrados tomen el poder al asalto para devolver a Occidente al primitivo y prácticamente inexistente estadio tecnológico de la antigua Mesopotamia: hay alguien en las sombras frotándose las manos con la mera idea de que eso pudiera acabar siendo así, y encendiendo una hoguera para los “Giordano Brunos modernos” que osan afirmar que la Tierra es redonda, y la encienden con los pasquines de propaganda con los que infestan nuestras socioeconomías y nuestra ciencia satelital. Miren al cielo y admiren la ISS orbitando a nuestro alrededor varias veces al día, porque además de un milagro de la ciencia, es todo un milagro de progreso socioeconómico que debemos conservar.
Imágenes | Pixabay Free-Photos | Pixabay PIRO4D | Pixabay mmisof | Pixabay Wokandapix | Pixabay marybettiniblank