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Salvar el invierno

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Las últimas noticias sanitarias y económicas sobre el impacto del Covid-19 en nuestro país son crecientemente preocupantes. Pocas dudas hay de que España se encuentra entre los países con mayor incidencia de la pandemia. En contagiados, hospitalizados, UCIs y fallecidos, tanto en la primera ola en primavera como en lo que ya parece ser un segundo rebrote desde hace semanas. Es cierto que no parecen comparables ambos períodos. Se realizan muchos más PCR y esfuerzos de rastreo ahora y hay tratamientos –aunque incompletos– más exitosos, y se protege a los grupos poblacionales más vulnerables. Sin embargo, los datos van empeorando paulatinamente. Las próximas semanas alumbrarán cifras cada vez más negativas. La desazón crecerá. La esperanza de una vacuna próxima puede ayudar a cambiar percepciones hacia finales de año, pero esa fecha a día de hoy parece quedar muy lejos. La mayor incidencia de esas dos olas en España pone de manifiesto una gestión de la pandemia comparativamente más deficiente que los países de nuestro entorno. Algo habremos hecho mal. Hoy día, ni se ofrecen cifras coherentes ni hojas de ruta –ni sanitarias, ni educativas ni en relaciones sociales– con credibilidad suficiente. Y, desde luego, la idea de que nuestro país contaba con el mejor sistema de salud del mundo –algo repetido por muchos políticos durante años– se ha desvanecido rápidamente. Tenemos magníficos profesionales en la sanidad, con gran capacidad de sacrificio y resiliencia, pero nuestro sistema sanitario ha hecho agua en recursos, planificación y adecuada preparación para pandemias y emergencias.

Todo esto ha tenido terribles consecuencias sobre la actividad económica y el empleo. Nuestro país depende de sectores muy afectados por la covid-19, como todo lo relacionado con la hostelería. En junio, se quiso “salvar el verano” para el turismo y el fiasco ha sido considerable con efectos devastadores para el turismo. El descontrol de cifras de la incidencia sanitaria a escala nacional y por comunidades autónomas –y una gestión francamente mejorable en prevención– ha echado al traste el verano. La imposición de cuarentenas a los que visitaran nuestro país por parte de nuestros socios europeos ha hecho el resto.

La mayor incidencia de esas dos olas en España pone de manifiesto una gestión de la pandemia comparativamente más deficiente que los países de nuestro entorno. Algo habremos hecho mal.

Santiago Carbó

Lo peor de las cifras económicas parece que está por llegar. Es probable que veamos un número creciente de empresas que cierran, un aumento notable del desempleo –a pesar del mantenimiento de buena parte de los ERTE–, y un incremento de morosidad y otros indicadores de tensión financiera. Ojalá me equivoque. En todo caso, es prioritario “salvar el invierno”, primero mejorando notablemente en España todo lo relacionado con la incidencia, prevención e información de la pandemia para generar credibilidad y confianza en nuestro entorno. Y, en segundo lugar, convenciendo a nuestros socios europeos de que el cierre de fronteras e imposición de cuarentenas a visitantes no impide la expansión de la pandemia entre países, y lo único que logra en la práctica es el desastre económico de todos. Si logramos solamente esas dos cosas, se podrá evitar lo peor en términos económicos en los próximos meses, tanto para el turismo invernal –importante en nuestro país– como para el resto de la actividad económica.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Ola de calor para los bancos

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En las civilizaciones antiguas, la alineación de la estrella Sirio con el sol era la señal de los días más calurosos del año. Anunciaba también cambios de época, nuevos paradigmas. Estos días, la canícula ha llegado a los bancos. Al contrario que en la crisis financiera, se parecen más a un termómetro que a la fiebre. Han realizado movimientos anticipativos absorbiendo pérdidas. Aún conscientes de que la incertidumbre persiste, los bancos estiman que el otoño-invierno será duro. Los resultados de los bancos españoles, en línea con los de otras instituciones en todo el mundo, han ido significativamente a la baja.

«Al contrario que en la anterior crisis, gran parte del impacto viene ahora de fuera (el Reino Unido o Latinoamérica). No bastará solo con que las cosas mejoren (si lo hacen) por estos lares. Desde Londres a Hong Kong, los bancos han duplicado o triplicado provisiones».

Santiago Carbó

Hay una lectura más allá del sector bancario: quien no ha acumulado recursos va a tener complicado aguantar los golpes. Las entidades españolas han dotado ya 12.000 millones para deterioros, al tiempo que han conseguido que su solvencia siga reforzándose. Aunque en la casa haga mucho calor, los pilares están más firmes que hace una década. Ha habido más señales de prudencia, como dar de baja créditos fiscales que no podrán llegar a aplicarse o reducir el fondo de comercio de algunos negocios internacionales. Al contrario que en la anterior crisis, gran parte del impacto viene ahora de fuera (el Reino Unido o Latinoamérica). No bastará solo con que las cosas mejoren (si lo hacen) por estos lares. Desde Londres a Hong Kong, los bancos han duplicado o triplicado provisiones.

Las entidades financieras están siendo partícipes en muchos países de programas de financiación oficial para intentar sostener el tejido empresarial y reactivarlo. Se pretende evitar una caída de la actividad aún mayor que la causada por los confinamientos y la retracción del consumo e inversión. Y también frenar los impagos entre empresas que, al fin y a la postre, acaban llegando también a la morosidad bancaria. El golpe de la covid-19 a los resultados de los bancos puede acabar siendo mayor en Estados Unidos que en Europa porque hay mucho temor en torno al mercado de deuda corporativa norteamericano, que mueve más de 20 billones de dólares y que en marzo hizo sudar la gota gorda a la Reserva Federal para reducir el miedo a posibles colapsos

También se observan diferencias en resultados bancarios derivadas del impacto de la volatilidad en la banca de inversión. La rentabilidad de algunos bonos está en mínimos históricos y ha permitido —con la intervención de bancos centrales— que algunas entidades internacionales maquillen algo sus pérdidas aprovechando movimientos en renta fija y mejorando su posicionamiento en unas Bolsas aparentemente desconectadas de la economía real. Asimismo, anda revuelto el mercado cambiario —algo que también reflejan los resultados bancarios— con las tensiones entre China y EE UU en todo lo alto y muchos emergentes sufriendo el impacto de la covid-19 de forma creciente.

Como en otros muchos sectores, lo que el sector bancario va a precisar es la certidumbre de un control sanitario que aún no se observa. Por ahora, los movimientos estratégicos de la banca parecen de precaución y aviso.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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