como-puede-prepararse-europa-para-las-turbulencias-comerciales-con-trump

Cómo puede prepararse Europa para las turbulencias comerciales con Trump

Comparte esta entrada



El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha reactivado temores sobre un posible deterioro en las relaciones comerciales entre la Unión Europea y Estados Unidos. Con un enfoque renovado en el proteccionismo y los aranceles, Europa enfrenta desafíos importantes para proteger su competitividad y prosperidad económica.

En el último episodio de Future is Blue, el podcast sobre economía europea promovido por Funcas, intervinieron dos destacados expertos: Alicia García-Herrero, Senior Fellow en Bruegel y economista jefe para Asia-Pacífico en Natixis, y Raymond Torres, director de Funcas Europe. Durante la conversación, se abordaron los posibles impactos de las políticas de Trump en las relaciones transatlánticas y las formas en que Europa puede prepararse para una posible guerra comercial.

Puedes escuchar el episodio completo del pódcast Future is Blue aquí

El impacto de nuevos aranceles

Uno de los principales riesgos que se discutieron fue la reactivación de los aranceles generalizados que podrían golpear sectores clave de la economía europea, como el automovilístico, químico o cualquier industria en la que Estados Unidos tenga déficit comercial. Según García-Herrero, “todo apunta a que esta vez serán aranceles generalizados”, lo que podría erosionar la confianza empresarial en las cadenas de suministro globales.

La incertidumbre que generan estas políticas puede retrasar aún más la recuperación económica en Europa, especialmente en un contexto donde ya existe debilidad en la inversión, como señaló Torres durante la conversación.

La amenaza para la industria automovilística

Alemania, como uno de los mayores exportadores de automóviles, podría ser uno de los países más afectados. Los fabricantes europeos, para evitar los aranceles, podrían verse obligados a localizar su producción en Estados Unidos o en países con acuerdos comerciales favorables, como México. Sin embargo, esta estrategia tiene un alto coste logístico y financiero, además de poner en riesgo la competitividad europea frente a la creciente competencia de fabricantes chinos.

Como señaló Torres, si Trump intensifica los aranceles contra los automóviles chinos, “China podría aumentar sus exportaciones hacia Europa, creando una competencia feroz en un momento en que los fabricantes europeos ya están rezagados en el mercado de vehículos eléctricos”.

¿Una oportunidad para la integración europea?

No todo son ser malas noticias. Estas tensiones también podrían servir como catalizador para acelerar la integración europea. Con el informe Draghi aún fresco, proyectos como la Unión de Mercados de Capitales podrían cobrar mayor impulso. No obstante, García-Herrero advierte sobre la debilidad política en países clave como Francia y Alemania, lo que podría dificultar la adopción de reformas necesarias para fortalecer la posición de Europa.

Diversificar para resistir

Otra estrategia clave es la diversificación de socios comerciales. Fortalecer las relaciones con mercados emergentes en Asia, América Latina y África podría ayudar a Europa a reducir su dependencia de Estados Unidos y China. Torres recomienda que “Europa se involucre con otros socios, no solo con Estados Unidos y China… Esto compensaría las dificultades en otras áreas”.

En este contexto de tensiones comerciales y transformación global, con China y Estados Unidos en una carrera vertiginosa por el dominio geopolítico del nuevo mundo, la unidad de los europeos y la profundización de la UE son indispensables.

Puedes escuchar el episodio completo del pódcast Future is Blue aquí.

Comparte esta entrada



Leer más
tras-las-elecciones-de-ee-uu:-hacia-un-mundo-mas-transaccional

Tras las elecciones de EE UU: hacia un mundo más transaccional

Comparte esta entrada



Los últimos cuatro años bajo la presidencia de Joe Biden en Estados Unidos han resultado ser un paréntesis entre las dos Administraciones de Donald Trump, tras su holgada victoria del pasado día 5. Se está especulando mucho sobre cómo será esa segunda presidencia de Trump y las repercusiones económicas, políticas y sociales que tendrá en su propio país y a escala global. Muchos Gobiernos y analistas esperan con preocupación esta segunda etapa del futuro presidente republicano. Su campaña fue agresiva y hasta cierto punto amenazante en muchos asuntos. Su afán por impulsar sin contemplaciones la producción y las empresas norteamericanas, sobre todo las tecnológicas, fue uno de los principales mantras. No cabe duda de que, si cumpliera todo lo que se comprometió, su país y el mundo sufrirían una gran disrupción económica y social. Habrá que esperar.

De entrada, a escala nacional, es más que probable una reducción de impuestos y, aunque Trump se ha comprometido a reducir el gasto público, está por ver si finalmente disminuirá este. Por ello, si la bajada de impuestos es mayor que la caída del gasto público, el déficit público persistirá, con lo que la inflación podría rebotar, con las consecuencias bien conocidas. La Reserva Federal pasará a tener más cautelas a la hora de continuar bajando los tipos. Esto podría tener efectos sobre lo que otros bancos centrales decidan –como el BCE, por ejemplo– en materia de precio oficial del dinero. En todo caso, sus mayores tipos de interés favorecen y lo continuarán haciendo la apreciación del dólar, y pueden generar algunas tensiones en los mercados financieros, sobre todo en las economías emergentes más dependientes de esa divisa. Por tanto, alguna turbulencia financiera a la vista.

La inmigración ha sido uno de los temas de mayor controversia en la campaña electoral. A escala doméstica será una de las varas de medir de los logros de la nueva presidencia en el corto plazo. Por ello cabe esperar algunas medidas antimigratorias llamativas en las primeras semanas del mandato, que pueden generar tensiones con sus países vecinos y minar las relaciones económicas. Parecen ignorarse los efectos positivos de la entrada de nuevas personas en un país, y sorprende lo poco que se comenta el gran potencial que ha supuesto para Estados Unidos la entrada de trabajadores y de talento foráneo en estos años. Los beneficios superan ampliamente a las posibles desventajas.

Además del comentado dinamismo de su mercado de trabajo, Estados Unidos cuenta con una economía con mayores grados de flexibilidad que la mayor parte del mundo occidental. Asimismo, ha demostrado –excepto, quizás, respecto a China y algún emergente– sus comparativamente elevados dinamismo e innovación, que le ha llevado a mejorar su productividad, gozar de mayor crecimiento macroeconómico y situarse en la frontera tecnológica del mundo.

Una mayor liberalización –es muy probable que ocurra– de los sectores productivos y tecnológicos reforzará esa ya elevada ventaja competitiva que Estados Unidos lleva a la Unión Europea y otros países. En todo caso, la excesiva liberalización, sobre todo en el ámbito tecnológico, no está exenta de riesgos. Sobre todo en todo lo relacionado con las criptos, que Donald Trump ha afirmado que impulsará. Por su parte, se pueden exacerbar riesgos en el ámbito de la ciberseguridad y de control de la inteligencia artificial. La IA es, sin duda, la principal fuerza motriz de las inversiones en el mundo hoy en día, pero con riesgos crecientes que una excesiva desregulación puede llevar demasiado lejos.

El proteccionismo es otra de las grandes directrices de su segundo mandato, tal y como lo fue en el primero. Hay que reconocer que Joe Biden también practicó una estrategia proteccionista, aunque su talante fue más negociador y multilateral. En los próximos años, cabe esperar un recrudecimiento de la guerra comercial con China, combinada con la pugna tecnológica y los conflictos geopolíticos, un cóctel de alto voltaje. La UE y otros países también sufrirán probablemente el nuevo proteccionismo, con una subida de los aranceles, aunque estén lejos de los niveles de estas tarifas para los productos chinos. En todo caso, todo ello no ayudará a que la economía mundial esté cómoda, y el crecimiento económico se puede resentir.

Para la UE, los próximos años son cruciales. Los informes de Letta (sobre mercado único) y Draghi (sobre competitividad) apuntan a hojas de ruta que Europa no puede obviar. Hay que tomar medidas drásticas para reforzar la innovación, la productividad y la integración de mercados estratégicos. Tener mayores aranceles para exportar a Estados Unidos no ayudará. Tampoco favorecerá una posición de enfrentamiento con la Administración Trump. Ya no sirvió a los europeos en nada en el primer mandato del republicano.

Sabiendo que el presidente electo tiene un carácter transaccional, Europa hará bien en llegar a acuerdos en las materias que sean razonables y sean una vieja demanda de Estados Unidos. Por ejemplo, Trump valoraría positivamente un aumento significativo en gasto en defensa por parte de los europeos –algo que, en todo caso, se necesita sí o sí ante los crecientes conflictos geopolíticos–, y, si se acomete, su espíritu transaccional posiblemente permitiría un mejor tratamiento en comercio o en cualquier otra área hacia la UE.

Esta vez, los europeos haríamos bien en adoptar una visión más transaccional, para llegar a acuerdos de mínimos con Estados Unidos y evitar lo peor de un enfrentamiento o enfriamiento de las relaciones, que perjudicaría a todos. Menos temor a lo que se viene –reconociendo que es mucho– y más capacidad de transaccionar.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

Comparte esta entrada



Leer más
la-ofensiva-arancelaria-de-trump

La ofensiva arancelaria de Trump

Comparte esta entrada



El proteccionismo comercial ha sido uno de los temas más populares de la campaña electoral americana, especialmente en los territorios golpeados por la pérdida de empleos industriales bien remunerados. La victoria del candidato que más ha abundado en la inflación de propuestas lo ha expuesto con nitidez: según el presidente electo, el déficit comercial es una de las causas de la pérdida de tejido productivo de la economía americana. 

Y para resolver el desequilibrio, Trump pone en el punto de mira a China, como ya viene siendo habitual, pero también a Europa, considerado como uno de los principales responsables del agujero exterior. De ahí la amenaza de imponer un arancel sobre nuestras exportaciones que podría alcanzar entre el 10 y el 20%. 

Algunas voces restan fuelle a las promesas electorales, aludiendo a los efectos limitados a unos pocos sectores que tuvo el primer mandato de Trump. Sin embargo, en esta ocasión el impacto podría ser mucho más significativo, en parte por la dificultad del viejo continente para asimilar los movimientos tectónicos de la geopolítica.  

Es un hecho que la economía americana importa mucho más de lo que lograr vender fuera de sus fronteras, generando un déficit colosal, equivalente al 3,3% del PIB. El desequilibrio es particularmente acusado con China, así como, de manera creciente, con México y la Unión Europea. En el caso de España, los intercambios rozan el equilibrio (el saldo de bienes y servicios arroja incluso un ligero superávit a favor de EE UU). Sin embargo, el déficit con respecto a Alemania e Italia es considerable. Estos son también dos socios comunitarios particularmente dependientes del mercado americano: el valor de los envíos a EE UU supera el 10% del total exportado, el doble que España. 


Un endurecimiento de los aranceles ensombrecería las perspectivas económicas europeas, ya mediocres de por sí. Peligra la salida de la recesión que se vislumbraba en Alemania y el leve repunte anticipado en Italia, por su dependencia de las exportaciones, entre las que destaca el sector del automóvil, quizás el más emblemático de la promesa proteccionista de Trump. Además, China intentará ganar cuota de mercado en Europa, para así compensar la nueva vuelta de tuerca que se cierne sobre sus negocios en EE UU. 

Pero el neoproteccionismo que se adentra en la economía global no es solo coyuntural: también entraña un debilitamiento disruptivo del multilateralismo, es decir de las reglas de reciprocidad que rigen las relaciones económicas desde la segunda guerra mundial. Los Estados, incluso los más aperturistas como los europeos, ya no pueden garantizar un horizonte normativo previsible para las empresas que han basado su negocio en los mercados exteriores. Y la incertidumbre es nefasta para la tan ansiada recuperación de la inversión empresarial. 

El principio de reciprocidad sigue siendo el mejor cortafuegos para prevenir una guerra comercial a gran escala que sería nefasta para todos. De ahí también la necesidad de prever respuestas a cualquier ofensiva arancelaria. Por otra parte, numerosos estudios muestran que la vía unilateral por la que aboga el presidente electo suele tener efectos contraproducentes, particularmente en la inflación. Pero en vez de añorar tiempos pasados, también conviene corregir las deficiencias estructurales del viejo continente: un modelo productivo demasiado dependiente de las exportaciones, particularmente hacia EE UU; un consumo privado renqueante, y en los últimos años lastrado por la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y la baja productividad; y una inversión insuficiente para hacer frente al déficit de vivienda y auparse al tren de la transformación tecnológica. 

Ante los desafíos globales, la profundización de la integración europea —empezando por su mercado único— debería ser una cuestión prioritaria. Como también lo es la inversión en bienes públicos europeos. Alemania, hasta ahora reticente a avanzar en esta dirección, sería uno de los más beneficiados habida cuenta del riesgo de declive industrial. La ola proteccionista que se avecina es una amenaza: ojalá sirva de revulsivo.   

ARANCELES | La aplicación de aranceles con el objetivo de reducir el déficit exterior puede tener efectos poco intuitivos. Las restricciones a las importaciones norteamericanas procedentes de China han conseguido reducir el desequilibrio con ese país en más de 50.000 millones de dólares en los últimos cinco años. Sin embargo, el saldo total se ha deteriorado en casi 250.000 millones, como consecuencia, entre otros factores, del plus de importaciones procedentes de la expansión fiscal, y del “efecto desvío”: algunos competidores del gigante asiático han ocupado el terreno perdido por las empresas chinas afectadas por los aranceles.  

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
tribulaciones-globales

Tribulaciones globales

Comparte esta entrada



Este 2024 electoral se cierra con las presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre. De lo que allí se decida probablemente se abra un nuevo ciclo político internacional con ramificaciones económicas. Si gana Donald Trump, se puede volver a las tensiones comerciales proteccionistas y geoestratégicas de cuatro años atrás. Sin embargo, no hay garantías de que desaparezca esta tensión internacional si ganara Kamala Harris, como se ha demostrado en la presidencia de Joe Biden, de la que la formaba parte, con políticas proteccionistas como la Inflation Reduction Act, que incentiva y promueve con ayudas de Estado las inversiones mediante la fabricación nacional. Aun así, una victoria de Trump apunta más claramente a subida de aranceles y más proteccionismo. Harris probablemente adoptaría una visión más multilateral, pero, en el fondo, esa política no desaparecería. Como esta semana el FMI ha alertado, esas estrategias dañan el comercio y deteriorará el crecimiento global.

Ese proteccionismo se dirigirá sobre todo a China, el otro gran gigante comercial, y con el que Estados Unidos lleva un “contencioso” comercial y geoestratégico desde hace años. El país asiático es la mayor amenaza competitiva productiva y tecnológicamente. Los coches eléctricos son el elemento principal del conflicto, en el que la UE también está subiendo aranceles. Dos ángulos deben considerarse. Por un lado, las tensiones existentes para lograr la supremacía tecnológica. Con dos modelos muy distintos, y cada una con grandes empresas tecnológicas que dividen el mundo en dos. Por otro, la competencia china en muchos bienes se considera desleal, especialmente en los coches eléctricos. Europa se ha quedado en claro fuera de juego, a pesar de su mayor énfasis en políticas industriales sostenibles, en la competencia de los coches eléctricos. En cualquier caso, Europa debe, sí o sí, aumentar su competitividad global. China ha amenazado con responder a los aranceles de la UE. No ayuda al gigante asiático el que su economía despierte crecientes dudas y algunas de sus fortalezas pasadas —alta natalidad y mano de obra barata— estén desapareciendo. Otras incertidumbres políticas internacionales de China —sus vínculos con Rusia, Irán y Corea del Norte, por ejemplo—, y las crecientes tensiones con Taiwán dificultan aún más el acercamiento entre bloques. 

Este entorno comercial y económico turbulento viene acompañado de conflictos geopolíticos, como las guerras de Ucrania y de Oriente Medio. Ninguna parece mejorar, aunque el resultado de las elecciones en EEUU puede suponer un punto de inflexión. Salvo el tremendo efecto inflacionario inicial de la guerra de Ucrania, el impacto negativo sobre la macroeconomía global ha sido menor del esperado, lo que demuestra que ahora parecen gestionarse mejor estas crisis. Incluso Rusia ha notado mucho menos los efectos del embargo, gracias al desarrollo de un sistema de pagos alejado de dólar en el que el oro —con valoración disparada— y las criptodivisas, entre otros, juegan un papel importante. Este modelo de pagos alternativo también puede tener consecuencias impredecibles en este entorno mundial atribulado.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

Comparte esta entrada



Leer más
el-proteccionismo-que-viene

El proteccionismo que viene

Comparte esta entrada



Los resultados de las elecciones europeas han convulsionado el “patio” político y económico. Principalmente en Francia, donde el presidente Macron ha adelantado las elecciones legislativas, generando gran incertidumbre en el país galo y en todo la Unión Europea. Se ha reflejado en las “primas de riesgo” de la deuda soberana del Viejo Continente y, en especial, en Francia. El mercado está nervioso por el sentido de esas próximas votaciones, pero también por las políticas —especialmente económicas— que puedan salir de ese próximo gobierno. Tensión en los mercados con propuestas como bajar impuestos de los partidos con mayor probabilidad de ganar según las encuestas. Un cierto déjà vu a las propuestas que se llevaron por delante a Liz Truss en Reino Unido hace ahora 20 meses.

Este terremoto político ha coincidido con el debate público sobre las medidas económicas que pueden promoverse desde la nueva Comisión y Parlamentos Europeos para los próximos cinco años. La transición a una economía sostenible, con la UE como el alumno más aplicado a escala global —para algunos demasiado— puede sufrir un redimensionamiento y ralentización. Más con el descontento de sectores como el agrario y el industrial, con costes al alza y pérdida de competitividad. En paralelo, la situación de determinadas industrias europeas preocupa mucho. En particular, las noticias sobre el sector automovilístico europeo. En España, importantes “toques de atención” —con implicaciones negativas cuantitativamente notables— con Ford en su factoría de Almussafes (que pretende despedir a un tercio de su fuerza de trabajo) o con la dimisión de Wayne Griffiths, presidente de la patronal del automóvil, Anfac. Algo no marcha bien en este sector en la UE, donde parece que se llega tarde a la transición al coche eléctrico. Tanto Estados Unidos como China llevan la delantera. Los vehículos eléctricos del gigante asiático —al que se acusa de competencia desleal al subvencionar esos coches— están en el punto de mira. Estados Unidos ya les subió los aranceles hasta el 100%. Ahora la Comisión Europea lo hará en julio hasta el 38%. Ya ha causado una reacción del gobierno chino que podría subir los aranceles al porcino europeo, afectando a las exportaciones españolas.

Viene una ola de proteccionismo, que el mismo Mario Draghi defendió en su discurso al recibir el Premio Carlos V hace unos días. Según el expresidente del BCE, se debe apostar por la política industrial para reducir la dependencia de países que ya no son fiables, y específicamente ante la amenaza china de inundar el mundo con productos imprescindibles en la transición climática a muy bajo coste. La pandemia enseñó las ventajas de reducir la dependencia exterior y la inseguridad jurídica. Sin embargo, se debe reconocer que el proteccionismo se sabe cómo comienza pero no cómo acaba. Los consumidores son los más perjudicados al aumentar los precios con los aranceles. Las represalias retroalimentan más efectos negativos sobre otros sectores. Es inevitable un creciente proteccionismo, pero es necesaria cautela con las medidas, así como con sus consecuencias para evitar males mayores.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

Comparte esta entrada



Leer más
el-modelo-exportador-espanol-en-una-europa-que-pierde-terreno

El modelo exportador español en una Europa que pierde terreno

Comparte esta entrada



El sector exterior ha sido uno de los principales protagonistas de la recuperación reciente tras la pandemia, de manera similar a lo que sucedió después de la crisis financiera. España es el único de los grandes países de la Unión Europea que ha conseguido mantener simultáneamente un sólido superávit de los intercambios comerciales (cercano al 2,5% del PIB en el último año, con datos hasta el tercer trimestre, prácticamente lo mismo que la media del periodo 2015-2019), y un abundante flujo de entrada de capital extranjero. El doblete también ha aportado capacidad de resistencia y confianza ante las turbulencias geopolíticas de los últimos años. 

La cuestión es hasta qué punto estos resultados son sostenibles en el
tiempo. Para calibrarlo, en un mundo interconectado, conviene examinar nuestra
trayectoria a la luz de las transformaciones que atraviesan la economía
global. 

La más evidente: Europa, nuestro principal mercado de exportación y de atracción de inversiones, está perdiendo terreno en relación a los otros grandes bloques comerciales. El crecimiento de la zona euro lleva más de un año sin levantar cabeza, de modo que a duras penas supera los niveles de actividad prepandemia. El PIB se sitúa solo un 3% por encima del nivel alcanzado a finales del 2019, cuando la economía norteamericana ya se ha propulsado un 7,3% más allá de ese umbral. Y se vislumbra una divergencia aún más acusada en el próximo año. 


La locomotora exportadora europea parece haberse atascado, a tenor de la notable contracción del superávit exterior (desde el 2,8% del PIB en el periodo 2015-2019, hasta el 1,2% en 2023). El bloque es también menos atractivo para el capital productivo internacional. La inversión directa extranjera retrocede en términos agregados, aun con diferencias, ya que cae en Alemania al tiempo que sube en España. Mientras tanto, el capital fluye hacia el otro lado del Atlántico tras la aplicación de los potentes estímulos a la inversión y a la relocalización de empresas del Inflation Reduction Act. Europa no dispone de un arsenal comparable al que ha desplegado la administración Biden, ni de una estrategia coordinada, optando de facto por la competencia entre socios comunitarios, como lo evidencia la inflación de subvenciones nacionales, o “ayudas de Estado”, un instrumento poco eficaz que además desvirtúa el mercado único en detrimento de las economías con menos espacio fiscal como la nuestra.

Además del deterioro de la posición energética, Europa padece un
déficit creciente en sus intercambios de productos de alto valor añadido
tecnológico, particularmente con China. En 2022, dicho déficit alcanzó los
36.000 millones de euros, dejando atrás los excedentes de años anteriores. De
manera similar, el comercio de vehículos eléctricos es deficitario.

Así pues, tiene mérito que las empresas españolas hayan ganado terreno en un mercado aletargado como el europeo. Tarde o temprano, sin embargo, el auge de nuestras exportaciones empezará a languidecer. De hecho, ya se perciben síntomas de enfriamiento de los intercambios con la UE, como el ligero descenso de las exportaciones de bienes registrado hasta noviembre. Las importaciones, por su parte, se van recuperando, de modo que cabe esperar una contracción del excedente exterior para este año. Según el Panel de Funcas, el superávit que arroja nuestra balanza por cuenta corriente descenderá hasta el 1,5% del PIB. Este es todavía un saldo saludable.      

No obstante, a medio plazo, además de depender de un bloque comercial europeo
en declive relativo, nuestro aparato productivo se enfrenta al reto de
incorporar las nuevas tecnologías para mantener su posición competitiva. El
talón de Aquiles es la debilidad de la productividad, reveladora de la
dificultad a realizar la transición digital, amenazando con erosionar la
ventaja que disponemos en términos de costes de producción. Un viento de cola
que conviene preservar con consenso social y actuando sobre todas las palancas
que impulsan la productividad.

COMERCIO INTERNACIONAL | Las exportaciones cayeron un 0,7% hasta noviembre en relación a un año antes, arrastradas por los derivados del petróleo, las semi-manufacturas y los medicamentos. Por el lado positivo, destaca la recuperación de las ventas en el exterior del sector automotriz y la consolidada robustez de las de bienes de equipo. Las importaciones también experimentaron una caída a nivel agregado, del 6,8%, como consecuencia sobre todo del abaratamiento de las compras de energía. Con estas tendencias, el déficit comercial se situó en menos de la mitad en comparación con un año antes.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
el-nuevo-proteccionismo

El nuevo proteccionismo

Comparte esta entrada



Las tensiones geopolíticas exacerbadas por la guerra en Ucrania, el shock energético y más recientemente el giro de política comercial operado por EE UU se conjugan para hacer rotar el eje de la globalización en una dirección preocupante para la Unión Europea, al menos de momento. Si bien la sacudida está siendo de menor intensidad en España, la tendencia general es la misma que la que recorre el resto del continente europeo.

Es un hecho que los intercambios de la UE con el exterior se han desequilibrado abruptamente, hasta el punto de generar números rojos en la balanza por cuenta corriente por primera vez desde la crisis de 2008. Uno de los principales factores es la aparición de un déficit con EE UU, algo inédito desde que existen registros y que sin duda obedece al auge de las compras de gas licuado norteamericano. Por otra parte, el abultado desequilibrio de los intercambios con el gigante asiático se ha mantenido prácticamente intacto, de modo que el bloque europeo emerge como el más afectado por la policrisis global.

De manera similar, debería preocupar que Europa esté perdiendo terreno en términos de inversión directa extranjera, es decir de inyección de fondos externos en el tejido productivo, descontando los flujos de capital financiero. En los dos últimos años, la UE recibió el 12,4% de la inversión directa extranjera mundial, casi la mitad que antes de la pandemia. Mientras tanto, EE UU y China han escalado en el ranking de receptores, ocupando prácticamente todo lo perdido por Europa.


Es cierto que el retroceso relativo no es uniforme: afecta con especial intensidad a los países centroeuropeos, en especial Alemania, así como Italia, mientras que España resiste mejor, tanto en términos de intercambios de bienes y servicios como (sobre todo) de inversión. También cabe esperar una mejora en los próximos meses gracias al respiro aportado por la moderación de los precios energéticos.

Pero la creciente divergencia de políticas comerciales entre grandes bloques podría agravar la brecha de competitividad. Destaca el Inflation Reduction Act (IRA), programa instrumentado por la Administración Biden con el fin de promover la transición ecológica. La dotación presupuestaria es colosal, 369.000 millones de dólares, y el objetivo loable. Pero en la práctica las medidas incorporan todo tipo de subvenciones que solo serán concedidas a los consumidores que compren productos como el vehículo eléctrico made in America. O a las empresas tanto nacionales como foráneas que produzcan tecnología verde en suelo americano. Por tanto, en términos comerciales, el IRA se asimila a un instrumento de protección de la industria local y de atracción de empresas creadas en otros países.

Frente a esta ofensiva, la actual inacción de la UE, basada en una visión ingenua de las virtudes de la globalización incluso cuando esta procede de manera asimétrica, amenaza con deslocalizaciones en sectores clave para nuestra economía. Por otra parte, ojo con intentar competir en subvenciones: no se vislumbra un acuerdo para crear un presupuesto europeo mancomunado a la altura del IRA. Los socios comunitarios con más holgura fiscal podrían estar tentados de desplegar toda la munición disponible para proteger su propia competitividad (para lo cual necesitarían una relajación de las reglas de competencia). Pero la historia y el sentido común muestran que una escalada de proteccionismo sería ruinosa para los Estados. Además, la fragmentación afectaría al peso negociador de la UE, cuando la unión es un activo a preservar en caso de competencia desleal y para invocar sanciones comerciales, una eventualidad prevista en el comunicado de la última cumbre europea.

En definitiva, hoy por hoy la sostenibilidad del crecimiento europeo no depende principalmente de las dotaciones presupuestarias, sino de cómo incorporar la dimensión geopolítica a un modelo económico basado en la competencia y el libre comercio. Un desafío determinante para la capacidad de decidir nuestro futuro y que debería abrirse paso en el debate.

PRECIOS INDUSTRIALES | El índice de precios industriales, uno de los principales barómetros de las presiones inflacionistas, modera su crecimiento, pero descontando la energía todavía avanza a un ritmo elevado. El índice total descendió un 2% el pasado mes de enero, arrastrado por el abaratamiento de la energía (-8,8%). Sin embargo, el resto de componentes todavía apunta a una persistencia de la inflación: los bienes de equipo suben un 0,8% en el mes y los bienes de consumo no duradero lo hacen un 2,5%. Destaca el alza de los precios de alimentos procesados como los productos lácteos, panadería, pastas y bebidas.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
vientos-de-optimismo

Vientos de optimismo

Comparte esta entrada



En poco tiempo, las expectativas acerca de la economía española han cambiado radicalmente. Los propios hechos han desmentido los augurios de recesión: la actividad sigue creciendo desde el inicio del año, según los principales índices de coyuntura (como los PMI de gestores de compra), avalando el buen comportamiento del mercado laboral. Son buenas noticias, que conviene ponderar a la luz de los riesgos que todavía se ciernen sobre el futuro inmediato. 


El entorno internacional es sin duda menos hostil, no solo por el vuelco espectacular de los precios energéticos (hasta el otoño, los mercados a plazo apuntaban a una cotización del gas de 120€ por MWh, 60% más que en la actualidad). La economía alemana, el flanco más débil de la crisis energética, apenas se contrajo un -0,2% en el último trimestre. Nuestras exportaciones, impulsadas por una posición competitiva favorable, se han beneficiado de este contexto menos negativo. Y las amenazas derivadas de la invasión de Ucrania se han moderado, de ahí el repunte acusado de la confianza tanto de los consumidores como de las empresas. La inflexión de las expectativas también ha animado a las empresas a mantener la plantilla, incluso cuando la demanda se deterioraba. 

Por otra parte, el proceso de desendeudamiento del sector privado ha ayudado a atenuar el impacto del alza de tipos de interés. Pese a la apabullante subida del euríbor en cuatro puntos porcentuales –la más abrupta desde la creación del euro— las hipotecas a tipo variable se han encarecido moderadamente para una mayoría de familias: aquellas que se endeudaron en la época anterior a la era de tipos negativos. Asimismo, gracias a la elevada antigüedad de los préstamos contraídos por las empresas, el golpe financiero de la restricción monetaria ha sido limitado en la mayoría de casos, al menos de momento.

Pérdida de poder adquisitivo

Otra cosa es lo que pase de
aquí en adelante. El eslabón más frágil está en el consumo de las familias.
Todo apunta a que la pérdida de poder adquisitivo se prolongará en la primera
parte del año, hasta que la desescalada de la inflación se afiance. Los
salarios de convenio apenas se incrementaron un 2,8% en enero. Los de las grandes
corporaciones apuntan a un ajuste algo más generoso, en el entorno del 4%,
todavía muy por debajo del IPC. Todo ello redunda en una nueva erosión de la
capacidad de compra, cuando la mayoría de hogares ya no disponen de un colchón
de liquidez para sustentar el gasto en consumo. Las perspectivas de inversión
son más optimistas por los estímulos de los fondos europeos, pero una premisa
es que el incremento de los márgenes sirva para invertir en mejoras productivas
y no en activos financieros. En todo caso, la inversión pesa menos que el
consumo en la demanda total.

Además, el alza de tipos
de interés, si bien no ha generado hasta ahora graves problemas financieros a
nivel agregado, empieza a incidir en la demanda de crédito, como cabía esperar.
El volumen de préstamos nuevos registró un fuerte descenso en el cierre del
año, tanto en el segmento de familias como en el de empresas. No es
sorprendente habida cuenta del del endurecimiento del acceso al crédito. Por
ejemplo, en caso de un nuevo préstamo a tipo variable, el incremento de las
cargas financieras generado por el ascenso del Euribor es un 70% más elevado
que para los préstamos que tienen una antigüedad media.   

Finalmente, el
recrudecimiento del proteccionismo por parte de las dos grandes potencias
plantea un importante desafío para una UE que aparece muy dividida. Con todo,
el golpe de la doble crisis energética y geopolítica ha sido menor de lo
anticipado. Pero las secuelas van a perdurar, algo que aboga por adaptar las
políticas que han funcionado en un entorno de excepcionalidad, y hacer frente a
los nuevos desafíos globales que se dibujan en el horizonte.

INDUSTRIA | El avance de la producción manufacturera –un 2,5% en 2022— refleja dos realidades distintas. Por una parte, las industrias más afectadas por la crisis energética, como la química, la metalurgia, hierro y acero, textil, papel y otros productos minerales no metálicos, registraron una caída del 3,4% (todas ellos representan en total en torno al 22% del índice de manufacturas). El resto de ramas, entre las que destacan los bienes de equipo, se expandió un 4,5%. Pese a la moderación de los precios energéticos, no se aprecia de momento una inflexión en esa divergencia.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies