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Los nuevos datos sobre el número de alumnos por docente en España y su efecto en el aprendizaje

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El Ministerio de Educación, FP y Deportes publicó el 24 de abril los datos de “Enseñanzas no universitarias. Estadística del profesorado y otro personal. Series”. En el gráfico 1 se puede ver la evolución del profesorado en enseñanzas no universitarias por titularidad del centro en España. Enseñanzas de Régimen general no universitarias incluye educación infantil, primaria, secundaria (ESO, Bachillerato y FP Media), y FP Superior. Se puede observar que el número de docentes en España ha aumentado desde los 758.594 docentes en el curso 2021-22 a los 768.798 en 2022-23, máximo histórico. Es un aumento de 10.204 profesores y profesoras ( 1,3%). Desde el curso en el que se produjo el cierre de los centros educativos por el Covid, el de 2019-20, ha habido un incremento de 43.713 docentes en España ( 6,0%), un aumento que se ha extendido tanto a la red de centros púbicos ( 7,3%) como en los concertados y privados ( 2,8%). Se revierte así el periodo entre los cursos 2011-12 y el 2017-18, unos años en donde el número de docentes en centros públicos se mantuvo por debajo de los 495.322 alcanzados en 2010-11.


El aumento del número de docentes y el comienzo del descenso de matriculados que ha llegado ya a la educación infantil y primaria ha permitido continuar y acentuar la disminución en la ratio de los alumnos por profesor equivalente a tiempo completo. La serie histórica publicada por el Ministerio de Educación, FP y Deportes comienza en el curso académico 2011-12 con 12,1 alumnos por docente en el conjunto de los centros, con 11,1 en los públicos y 15,2 en los concertados y privados. Esta ratio aumentó en los dos primeros cursos académicos, coincidiendo con los ajustes presupuestarios. A partir del curso 2014-15 se ha producido una disminución constante de esta ratio en los centros educativos tanto públicos como concertados y privados en España. Esta tendencia se ha intensificado desde el cierre de los centros educativos durante el Covid, en 2019-20, con una reducción significativa que ha llevado la ratio alumnos por profesor en España a 11,3 en el conjunto de los centros educativos no universitarios, 10,2 en los públicos y 14,3 en los concertados y privados.


En el cuadro 1 se puede observar la ratio alumno por docente en España en comparación con la UE y la OCDE (Informe Español de OCDE: Education at a Glance 2023). Se puede comprobar que la ratio es más baja en España que en la OCDE. En educación Primaria nuestro país tiene 12 alumnos por docente, por los 15 de la OCDE y la UE-25. También en la ESO, siguiente columna, disponemos de una ratio (11) más baja que la de la OCDE (13) o UE.25 (12). En Bachillerato, España tiene 11 estudiantes por profesor, por debajo de los 14 de nuestro entorno. Las diferencias se amplían en las dos FP, FP Media (9 en comparación a 15 en la OCDE y 14 en la UE-25) y FP Superior (11 frente a 16 en la OCDE y 13 en la UE-25). Las ratios de alumnos por profesor también son más bajas en España en los estudios universitarios.


El efecto de la ratio alumnos por clase en el aprendizaje

El aumento del número de docentes y la disminución de la natalidad está conduciendo a una reducción de la ratio alumnos por profesor en España, que se traducirá en una bajada también de la ratio alumnos por clase. La investigación en economía de la educación (por ejemplo, aquí) muestra que la disminución del tamaño de la clase aumenta el aprendizaje de los estudiantes. La reducción de la ratio de alumnos por clase mejora el aprendizaje de los alumnos, incrementando su rendimiento académico y reduciendo la probabilidad de repetir curso. Un trabajo en elaboración del Profesor José Montalbán (Universidad de Estocolmo) y coautores muestra que reducir el número de estudiantes por clase disminuye las disrupciones en el aula y aumenta la satisfacción de docentes y alumnos. El efecto es significativo en primaria y centros de difícil desempeño. Estos resultados están en línea con la mayor rentabilidad de intervenciones tempranas y con los estudios que también concluyen que los efectos son más fuertes y se estiman con mayor precisión en los estudiantes más jóvenes.

Disminuir el tamaño de las clases mejora el aprendizaje, aunque el impacto es moderado considerando el alto coste presupuestario que implica. Existen otras estrategias educativas con una relación coste-beneficio más favorable que la reducción del número de alumnos por clase. Un incremento del 10% en el gasto de diversas políticas educativas puede resultar en un aumento del aprendizaje siete veces mayor que el efecto de una disminución del 10% en el tamaño de las clases. Una opción podría ser implementar esta reducción de manera selectiva y focalizada en los niveles educativos iniciales, como Infantil y Primaria, donde las intervenciones tempranas de alta calidad son particularmente beneficiosas y los buenos hábitos se forman desde temprano. La reducción en el número de alumnos por clase tiende a beneficiar más a estudiantes de familias desfavorecidas o de bajo nivel educativo, provenientes de entornos familiares poco estructurados, pertenecientes a minorías o que presentan déficit en su rendimiento académico (Green e Iversen, 2022). Por ello, resulta más efectivo focalizar las disminuciones en la ratio de alumnos por clase en centros educativos de zonas desfavorecidas o que atiendan a un mayor número de alumnos con dificultades de aprendizaje, ya que estos estudiantes se benefician más de una atención más personalizada por parte de los profesores. Esta estrategia subraya que la capacidad del docente para manejar la clase se ve comprometida cuando los estudiantes son disruptivos o requieren apoyo adicional, por lo que los beneficios de reducir el tamaño de la clase son más notorios en ambientes con un mayor número de estudiantes con dificultades para seguir las clases o con problemas de comportamiento (Cabrales y Sanz, 2024). Alternativas como las tutorías en grupos pequeños o programas de recuperación escolar ofrecen una relación coste-beneficio mucho más alta que una reducción general en el tamaño de las clases.

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La formación en habilidades socioemocionales en la escuela primaria impulsa los resultados educativos

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El 18 de febrero, Review of Economic Studies, una de las revistas del top five de investigación en Economía, publicaba el artículo titulado “El impacto causal de la formación de habilidades socioemocionales en el éxito educativo“ realizado por Giuseppe Sorrenti (Universidad de Ámsterdam), Ulf Zölitz (Universidad de Zúrich), Denis Ribeaud (Universidad de Zúrich) y Manuel Eisner (Universidad de Cambridge). Estos autores analizan los efectos a largo plazo de una intervención aleatorizada enfocada a las habilidades socioemocionales de los niños. Las habilidades socioemocionales son predictivas de resultados importantes en la vida, como los resultados educativos, el empleo, los ingresos o la salud. Sorrenti et al. (2024) analizan el efecto de una intervención aleatorizada entre alumnado de 8 años en Suiza en la selección de itinerarios educativos, la finalización de la secundaria y la matriculación universitaria. La intervención Promoting Alternative Thinking Strategies (PATHS) es un programa de aprendizaje socioemocional en el aula para estudiantes de primaria que busca reducir problemas de comportamiento (Greenberg et al. 1995). La intervención consiste en lecciones semanales y tareas escolares integradas en el currículo escolar. PATHS dura hasta dos años y está diseñado para fomentar el autocontrol, la paciencia, habilidades para resolver problemas sociales, autoestima, inteligencia emocional y compromiso académico.

PATHS enseña a los niños a pensar dos veces y a mirar hacia adelante. Por ejemplo, en un ejercicio en clase, los pequeños aprenden a tomar decisiones menos impulsivas en situaciones difíciles con el enfoque de ‘semáforo’ en tres partes. Primero, en la luz roja, los niños se detienen, hacen algunas respiraciones profundas y explican el problema al que se están enfrentando. Luego, en la luz amarilla, piensan en opciones de solución y las consecuencias de sus acciones, y plantean una solución al problema. Finalmente, en la luz verde, ejecutan su plan y evalúan si funcionó. Los maestros apoyan a los alumnos en aplicar el enfoque del semáforo en juegos de roles y situaciones reales en clase, como un conflicto con compañeros. Los alumnos también practican este enfoque en tareas escolares: describen un problema social o académico relacionado con la escuela, explican estrategias de solución a padres o compañeros de clase y recopilan comentarios sobre sus estrategias de solución. PATHS incluye elementos de terapia cognitivo-conductual y se enfoca en habilidades de resolución de problemas y regulación asociadas con un comportamiento externalizado mejorado propicio para el aprendizaje, el logro y el éxito escolar futuro. Su objetivo principal era reducir el comportamiento disruptivo y agresivo mejorando las habilidades socioemocionales de los niños. PATHS se introdujo en 28 de 56 escuelas primarias públicas seleccionadas aleatoriamente. La aleatorización se realizó a nivel de escuela y se estratificó dentro de los distritos escolares. Para evaluar los efectos a largo plazo de la intervención PATHS, Sorrenti et al. (2024) siguieron al grupo de tratamiento y control durante 17 años.

La intervención en el aula para
niños de educación primaria tiene un impacto positivo que permanece durante más
de una década. Los niños y niñas del grupo de tratamiento tienen más
probabilidades de completar la educación secundaria, en particular el
itinerario de Bachillerato, y acceder a estudios superiores. Dos mecanismos
impulsan estos resultados. Los niños tratados muestran menos síntomas de TDAH (Trastorno
por Déficit de Atención e Hiperactividad), son menos impulsivos y menos
disruptivos. También obtienen resultados académicos más elevados en sus centros
educativos, aunque no alcanzan mejores puntuaciones en las pruebas externas y estandarizadas.
Es decir, los efectos a largo plazo en el acceso a estudios de secundaria
superior y estudios superiores se producen por cambios en las habilidades
socioemocionales en lugar de habilidades cognitivas.

El grafico 1, extraído del artículo de Sorrenti et al. (2024), muestra cómo evoluciona el efecto del tratamiento de la formación en habilidades socioemocionales a lo largo del tiempo. La figura muestra los efectos del tratamiento en la inscripción en la matriculación en el itinerario más académico de secundaria obligatoria (nuestra ESO) y secundaria superior académica (Bachillerato) a las edades de 13, 15 y 17 años, así como la finalización de los estudios de Bachillerato y el acceso a universidad a los 20 años, y la matriculación o graduación en la universidad a los 24 años. Todas las estimaciones son positivas y estadísticamente significativas. El efecto del tratamiento no solo no decae, sino que aumenta ligeramente con el tiempo. El impacto del programa de formación en habilidades socioemocionales es grande. En la clase promedio de la muestra, cinco de cada 28 estudiantes asisten a la universidad a los 20 años. La magnitud del efecto del tratamiento implica que un estudiante adicional, seis en lugar de cinco, asistirá a la universidad debido a la intervención.

El gráfico 2 muestra el efecto del tratamiento PATHS sobre los síntomas de TDAH y la oposición o desafío de los alumnos. La oposición y el desafío reflejan comportamientos como decir mentiras, hacer trampas o ignorar las instrucciones de los maestros. El panel a del gráfico muestra la evolución del efecto del tratamiento PATHS sobre los síntomas de TDAH (comportamiento disruptivo e impulsividad) a lo largo del tiempo. PATHS hace que los niños sean más impulsivos y disruptivos durante el período de intervención y persistentemente menos impulsivos y disruptivos después de que se completa la intervención. Que haya más problemas de comportamiento durante la intervención puede ser sorprendente, puesto que va en contra del objetivo de la intervención. Sorrenti et al. (2024) plantean que la intervención hizo que los maestros y los padres fueran más conscientes de cómo debería ser el comportamiento apropiado de los niños. Esta posible mayor conciencia puede haberlos hecho más críticos a corto plazo. Después de la intervención, a partir de los diez años, PATHS reduce los síntomas de TDAH al hacer que los niños sean menos disruptivos e impulsivos. El efecto del tratamiento persiste hasta la finalización de la escuela primaria, cuando los niños tienen 12 años, y sigue siendo visible a los 13 y 15 años. El panel b del gráfico muestra el efecto del tratamiento PATHS sobre la oposición y el desafío. PATHS aumenta la oposición y el desafío durante la intervención y disminuye esos comportamientos después de que se completa la intervención. Los efectos del tratamiento en la oposición y desafío, al contrario de los comportamiento disruptivos e impulsivos, se desvanecen después de que los alumnos llegan a secundaria.

Reducir las conductas disruptivas puede ser muy importante, no solo para el propio estudiante, sino también para sus compañeros y los docentes. Las conductas disruptivas en el aula reducen el rendimiento académico y aumentan la insatisfacción de los profesores. Horoi & Ost (2016) muestran evidencia de que la interrupción en el aula es un obstáculo para la enseñanza efectiva. Los estudiantes con serias dificultades de comportamiento reducen sustancialmente el rendimiento académico de sus compañeros. También afectan a la igualdad de oportunidades, porque se concentran más en los centros vulnerables. En concreto, Carrell et al. (2016) estiman que la exposición a un estudiante disruptivo adicional en una clase de 25 a lo largo de la educación primaria reduce las puntuaciones en los exámenes de matemáticas y lectura en los grados 9 y 10 (nuestro 3º y 4º de la ESO) en 0,02 desviaciones estándar y disminuye la probabilidad de obtención de un título universitario en dos puntos porcentuales. La exposición a un compañero disruptivo adicional a lo largo de la escuela primaria conduce a una reducción del tres al cuatro por ciento en los ingresos a las edades de 24 a 28 años, como se muestra en el gráfico 3.

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