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Previsiones a la baja

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Al inicio de la recuperación, las expectativas de analistas y organismos nacionales e internacionales, apuntaban a que la economía española sería una de las que más crecerían en 2021, debido a que, al haber sido mayor su caída en 2020, el efecto rebote de la vuelta a la actividad tras la eliminación de las restricciones sería también mayor —en ausencia de factores específicos en contra—. Las previsiones de crecimiento del PIB que se manejaban hasta este verano se situaban algo por encima del 6%. Y ello incluso asumiendo que, pese a crecer a un ritmo intenso, al final del año España sería uno de los países cuyo PIB más lejos estaría del nivel previo a la pandemia, debido al peso del turismo internacional.

Pero las decepcionantes cifras de contabilidad nacional del segundo y tercer trimestre del año han desvelado una recuperación mucho menos robusta, dando un vuelco completo a este escenario. En consecuencia, se ha iniciado una carrera de revisiones a la baja de las previsiones. El FMI ya recortó su previsión en octubre, tras conocerse la revisión de la cifra de PIB del segundo trimestre, pero ha sido la Comisión Europea el primer organismo internacional en publicar sus estimaciones después de conocerse, además, el dato de crecimiento del PIB del tercer trimestre. Partiendo de tales resultados, su previsión para España ha sido recortada desde el 6,2% anunciado en verano hasta un 4,6%. España ha sido uno de los pocos países cuya previsión ha sido rebajada, y ha sido, de entre ellos, el que ha sufrido un mayor recorte. 

También la cifra de 2022 ha sido sustancialmente modificada, desde un 6,3% hasta un 5,5%. Conforme a estas previsiones de otoño de la Comisión Europea, España será el único país de la eurozona que en 2022 no habrá recuperado el nivel de PIB de 2019. Otros países con mucho peso del turismo, como Portugal, Grecia o Italia, sí lo habrán recuperado. Hay que destacar que esto supone una ruptura con respecto al patrón histórico, conforme al cual la caída del PIB es más pronunciada en nuestro país en las recesiones, pero el crecimiento es más intenso en las recuperaciones.

Por el momento los analistas comparten el diagnóstico del Banco Central Europeo, en cuanto a que las alzas actuales de la inflación son esencialmente un fenómeno transitorio.

María Jesús Fernández

Después de la Comisión Europea, ha sido el turno de las instituciones de análisis privadas. El Panel de previsiones de Funcas, que recopila cada dos meses las estimaciones de veinte instituciones y think tanks españoles, y calcula la previsión de “consenso” como la media aritmética de todas ellas, ha rebajado dicha previsión media desde un 6,2% en el informe de septiembre —que se publicó antes de la difusión por parte del INE de la cifra revisada de crecimiento del PIB del segundo trimestre— hasta un 4,8%. La totalidad de los veinte panelistas participantes han revisado su previsión a la baja. Es el mayor recorte en la historia de dicho Panel, excluyendo la situación excepcional de primavera del pasado año cuando irrumpió el Covid-19. Ni siquiera en los más difíciles momentos de la crisis financiera de 2008, cuando las perspectivas económicas se deterioraban profundamente casi día tras día, se produjo un descenso tan acusado de la previsión de PIB de un Panel para otro. Esto pone de manifiesto la magnitud de la sorpresa que han representado las cifras de crecimiento del PIB publicadas por el INE, y el vuelco que han supuesto en la valoración de la situación y de las expectativas para la economía española.

La previsión de consenso de los analistas privados para 2022 también se ha recortado, en cuatro décimas porcentuales, hasta el 5,7%. Cabe señalar que la gran mayoría de los participantes ha realizado sus previsiones partiendo de la hipótesis de que a partir de la primavera los precios energéticos y de las materias primas se reducirán, y las cadenas de suministro normalizarán su funcionamiento. Es aquí donde se encuentra el principal riesgo al que se enfrenta ahora mismo la economía, por el potencial impacto de dichos shocks de oferta sobre la actividad económica, tanto de forma directa como a través de los posibles efectos de segunda ronda del incremento de la inflación. 

En este sentido, también se han revisado sustancialmente al alza las previsiones para la tasa de inflación, hasta un 2,9% de media anual este año, y un 2,4% el año próximo. No obstante, en consonancia con la hipótesis de partida mencionada, se espera que esta variable vaya de más a menos a lo largo del año, de modo que para diciembre de 2022 se prevé una tasa del 1,1%. Es decir, por el momento los analistas comparten el diagnóstico del Banco Central Europeo, en cuanto a que las alzas actuales de la inflación son esencialmente un fenómeno transitorio.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El Periódico de España.

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alegremente,-pero-no-demasiado

Alegremente, pero no demasiado

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El entorno externo ha jugado un papel crucial en todas las recuperaciones anteriores, y ésta no ha sido una excepción. El rebote de la economía mundial, junto con las mejores perspectivas internas ligadas a la aceleración de la campaña de vacunación, dio un giro saludable a las expectativas. A la espera de lo que sentencie el INE la semana que viene, todo apunta a un resultado alentador en el segundo trimestre, con un PIB al filo del 2%, es decir un histórico 19% en términos interanuales. La evolución favorable de la afiliación todavía se prolongaría en julio, en consonancia con el rebote reciente de los servicios. 

Sin embargo, el contexto internacional se está mostrando
menos amable, no solo por causa de la propagación de la variante delta del
virus y de las incertidumbres que genera para los desplazamientos y la
inversión. Las reservas de vuelos flojean (entre inicios de abril y mediados de
junio se habían multiplicado casi por tres, y han caído un 31% desde entonces,
según el indicador Sojern). Todo ello hace temer una temporada turística
menos boyante de lo esperado.

Otro escollo en el camino de la recuperación es la escalada de costes de producción y de la factura de la electricidad. Los indicadores de coyuntura de julio revelan una intensificación de los cuellos de botella en la industria y un encarecimiento de los suministros, especialmente los importados. El ascenso de los precios pagados por las empresas no tardará en trasladarse a los consumidores, frenando la recuperación. Las familias españolas ya pierden poder adquisitivo por el subidón de la factura de la luz, fruto de una regulación notoriamente defectuosa. Y las empresas anticipan una inflexión (la cartera de pedidos en la eurozona retrocede, aunque todavía se sitúa en terreno positivo). 

Gráfico 1

Gráfico 2

Pero la principal preocupación surge de las economías que se habían adelantado en la remontada. En China, el motor de la inversión, lastrado por las deudas, no responde a los estímulos, mientras que los consumidores no recuperan los niveles de confianza anteriores a la crisis. Y tanto en EE UU como en Reino Unido, que nos habían precedido en la administración de la vacuna, el rebote parece perder tracción (PMI en retroceso en julio en ambos países). Los países en desarrollo, por su parte, se enfrentan a la escasez de vacunas, algo que está provocando una ola inquietante de contagios, acuciando sus economías y haciendo temer la aparición de nuevas variantes que amenazan con prolongar el impacto global de la pandemia.

Los mercados financieros reflejan el enfriamiento de las
expectativas: huyen de la inversión en la economía real hacia la seguridad de
la deuda pública. La consecuencia es un abaratamiento de los costes financieros
para los Estados, en detrimento del equipamiento de las empresas. El rendimiento
del bono español a 10 años retrocede, en consonancia con los valores de referencia
en Alemania y EE UU.

Este es un entorno excepcionalmente volátil, y por tanto conviene no extraer conclusiones precipitadas —algunos analistas aventuran el retorno de la “estanflación” de los años 70—. La recuperación es una realidad y lo más probable es que se mantenga, como lo pronostica el Panel de Funcas, aunque con riesgos al alza. Los bancos centrales los perciben, pero ni los halcones parecen dispuestos a tolerar una dosis de estímulos adicional, ni ésta serviría para responder a las especificidades de cada país miembro. La reactivación del dispositivo de reaseguro europeo de desempleo (el llamado SURE) parece más apropiado, por su despliegue exitoso durante la pandemia y por tratarse del único instrumento de estabilización fiscal disponible en la Unión Europea —el Next Generation es un programa de inversión y de reformas, y por tanto carece de la flexibilidad que caracteriza el SURE—. Además, en nuestro país, la reforma del mercado eléctrico no puede retrasarse más, ya que además de resolver uno de los principales fallos estructurales, aportaría allegro ma non troppo.


ELECTRICIDAD | Según EnergyLive, el precio de la electricidad alcanza en España los 92,02 euros por MWh (con datos del 23 de julio), el triple que hace un año. La factura es la más cara de la UE, después de Italia (105,07 euros). En Alemania y Francia la electricidad es un 18% más barata que en nuestro país. El consumo de energía se ha incrementado desde el inicio de la recuperación, pero se sitúa todavía por debajo del nivel precrisis, y su encarecimiento refleja sobre todo factores de oferta y de regulación del mercado.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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