cbdc:-china-se-anticipa-con-el-e-yuan

CBDC: China se anticipa con el e-yuan

Tras meses de preparativos, el e-yuan se ha estrenado a nivel internacional en los juegos olímpicos de invierno de Pekín con unos números muy discretos, debido a la escasa cantidad de público en unas pruebas que se celebraron sin venta de entradas por la amenaza del covid-19. Fuentes del propio banco central chino (PBoC) cuantifican el volumen de operaciones diario en la nueva divisa digital en unos dos millones de yuanes diarios, unos 280.000 euros, durante los juegos. Esas cifras palidecen ante las ofrecidas por los mismos responsables a mediados de enero, cuando informaron que una quinta parte de la población —unos 260 millones de personas, casi el doble que en octubre— habían activado sus monederos electrónicos y realizado operaciones por más de 12.000 millones de euros.

El estreno internacional de esta nueva CBDC (Central Bank Digital Coin) había concitado, previamente, cierta expectación. La china no es la primera moneda digital en lanzarse —8 países caribeños y Nigeria tienen ya sus propias divisas operativas y otros 13 países se encuentran ahora mismo en fase de pruebas— pero la dimensión económica y geopolítica del país asiático explican la atención que recibió el lanzamiento “olímpico”. Más allá de este hito inicial, existen muchas razones para seguir de cerca la evolución de la nueva e-divisa.

Los test iniciales han ido destinados a poner a prueba su funcionamiento como moneda al por menor o medio de pago para particulares y comercios. En ellos se han empleado tanto soft (apps) como hard wallets (tarjetas y pulseras) y se han desplegado los distintos niveles de uso en cuanto a capacidad operativa y saldo de los monederos electrónicos, en función de la información personal proporcionada por el usuario. Una de las primeras intenciones del PBoC es “estimular la libre competencia, eficiencia y seguridad de los servicios de pago al por menor”, hasta ahora prácticamente monopolizados por los servicios de gigantes tecnológicos, como Ant Group (Alipay) y Tencent (WeChat Pay). Se presume que los siguientes pasos pueden incluir su uso para el pago parcial de las nóminas de los funcionarios, los programas de compras públicas, transferencias a hogares con bajos ingresos (otra de las metas explícitamente mencionadas por las autoridades chinas es que el e-eyuan contribuya a una mayor inclusión financiera) y subvenciones a empresas o, incluso, progresivamente, para el pago de tasas e impuestos. 

Lo cierto es que su uso principal como sustituto del M0 puede tener implicaciones para el sector bancario; por un lado, hay quien teme que la divisa digital podría conducir a una desintermediación financiera, o que, en momentos de crisis, podría incluso acelerar o incentivar retiradas masivas de fondos bancarios. Una visión alternativa señala, por el contrario, que la estructura en dos niveles elegida por el PBoC para la emisión y distribución del e-yuan, en la que seis bancos de titularidad estatal y dos entidades digitales proporcionarán la infraestructura y los servicios necesarios para su uso al por menor, les dará acceso a estos a una mayor participación en el mercado de pagos. Es por tanto interesante ver los resultados que ofrecen, en primer lugar, el diseño de la divisa electrónica, con sus niveles de operativa y saldo para distintos usuarios y el hecho de que no devenga intereses, y en segundo, las medidas prudenciales puestas en marcha por el banco central para la monitorización, análisis y prevención de esos riesgos. 

El e-yuan también tiene connotaciones para la privacidad y la seguridad. Nadie duda que su uso está generando una gran cantidad de información financiera que queda a disposición de las autoridades chinas, pero no de entidades externas. Y es que otro objetivo de las autoridades chinas es el despliegue de una alternativa centralizada al creciente mercado de criptodivisas —cuyo minado y uso fueron prohibidos el pasado año— empleadas para eludir el control de capitales. A diferencia de las criptomonedas como el Bitcoin, la nueva divisa no se basa en una tecnología descentralizada como el blockchain. A pesar de que el propio PBoC afirma que la moneda sigue el principio de “anonymity for small value and traceable for high value”, este es un aspecto que causa preocupación. Una muestra de ello es que han surgido voces que reclaman a Estados Unidos que no ponga en marcha su propia CBDC precisamente para evitar “experimentos peligrosos para la privacidad”. 

Finalmente, la puesta en marcha del e-yuan tiene una vertiente internacional. El último objetivo declarado del PBoC es “explorar la mejora de los pagos transfronterizos”, y aunque en la actualidad prioriza su uso a nivel nacional, China ha proclamado su intención de considerar su participación en programas piloto y de llegar a acuerdos con otros bancos centrales y autoridades monetarias. Y si hace un año formó una joint-venture con SWIFT, la red internacional de comunicaciones financieras, para sondear el uso de la moneda digital en pagos transfronterizos, este febrero se ha conocido que China estudiará el establecimiento de estándares de infraestructura para la moneda digital como parte de su plan quinquenal de normalización financiera 2021-2025. 

En último término subyace la inquietud de que un creciente protagonismo chino amenace la posición del dólar como moneda de referencia en el entorno internacional. Sin embargo, la amenaza es, a día de hoy, borrosa. Las restricciones al libre movimiento de capitales y las opacidades legales chinas restan verosimilitud a la hipótesis de que el e-yuan compita con el dólar como moneda de referencia, al igual que el hecho de que casi el 90% del comercio internacional del gigante asiático se gestiona en dólares. En Europa, la atención se ha enfocado en las repercusiones que puede tener la anticipación china sobre el papel internacional del euro.

Una segunda consideración en este terreno, de especial relevancia estos días con la crisis de Ucrania, es la posibilidad técnica que ofrece el e-yuan de ofrecer vías alternativas para esquivar las sanciones económicas estadounidenses, mermando el papel que Estados Unidos confiere a su divisa como herramienta de política exterior. De momento, esa capacidad está por demostrar y, además, parece dudoso que el banco central chino tenga intención de desafiar en este terreno a la potencia estadounidense.

El hecho es que, mientras Europa aún estudia la configuración del futuro euro digital y Estados Unidos medita incluso la conveniencia de abordar este camino, China ha hecho su apuesta y dispone ya de su propia CBDC con un diseño claro y objetivos definidos. Habrá que estar atentos a la experiencia y los resultados porque las implicaciones serán considerables en múltiples dimensiones.

Leer más
los-pagos-en-la-pandemia

Los pagos en la pandemia

Comparte esta entrada



La covid-19 ha supuesto numerosos cambios en los hábitos. El confinamiento, las restricciones a la movilidad y a la actividad económica y las dudas sobre cómo se transmitía el coronavirus han modificado conductas también en materia de medios pago. En nuestro país, la historia de éxito es Bizum, un pago instantáneo de móvil a móvil que promovió la banca española en 2016. Aunque creció notablemente los años siguientes, ha experimentado un gran impulso durante la pandemia, para transacciones entre particulares y también con comercios. “Te hago un bizum” es ya una expresión corriente para muchos españoles. Ya son más de 16 millones de usuarios. Se adelantó a aplicaciones que se podrían haber hecho para los pagos directos de mensajerías instantáneas como WhatsApp. Si estas hubieran entrado en el mercado español, habrían hecho mella en los pagos que gestionan las entidades del país.

Bizum es tecnología propia bancaria —y telefónica, lógicamente—, algo de lo que las entidades de crédito de nuestro país están muy orgullosas. No obstante, este sistema de pago afronta importantes retos: el uso tan intenso, que además se ha expandido a comercios, ha despertado el interés del sector bancario por comenzar a cobrar o restringir algo su uso. Habrá que hacerlo con cautela. Si ha funcionado bien es precisamente por la comodidad, nulo coste y rapidez.

La pandemia no ha ayudado, en cambio, a otras grandes promesas en el ámbito de pagos anunciadas hace unos años, como Libra, ahora denominada Diem, promovida por Facebook y otras empresas tecnológicas. La falta de respaldo de los supervisores financieros y los propios problemas del proyecto impidieron aprovechar el terreno tan propicio que se creó en la pandemia. Será difícil que despegue en el futuro, pero tampoco se puede descartar una segunda intentona con quizás algo de mayor respaldo institucional y cierta penetración.

Ha habido otros cambios en los pagos en nuestro país, en línea con otros, desde 2020. Según datos del Observatorio de Digitalización Financiera de Funcas, el porcentaje de población que ha realizado algún pago con el móvil subió desde el 62,79% antes de la pandemia, al 65,93% durante el primer confinamiento y hasta el 75,26% en los últimos meses de 2020. Por otro lado, el uso de aplicaciones para transferir dinero —el comentado caso de Bizum, por ejemplo— ha crecido del 55,66% al 58,22% y al 63,22% entre los tres períodos considerados. En un entorno global, poco a poco, el mundo avanza hacia nuevas formas de pagar entre las que está destacando (especialmente en Asia) el uso de códigos QR, extendidos aquí en restaurantes para consultar menús, pero aún de forma incipiente para pagar. Globalmente, según Statista, suponen ya 2,1 billones dólares.

Finalmente, en cuanto al instrumento más tradicional, el efectivo, a pesar de una cierta caída en el uso durante la pandemia, sigue exhibiendo gran resiliencia. El coronavirus, desde luego, no ha terminado con el efectivo. Continúa teniendo elevada utilidad en muchos contextos (pagos pequeños, determinados comercios y por privacidad) y para muchos grupos sociales a los que algunas tecnologías le son más ajenas, lejanas o poco accesibles.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más
no-minusvalorar-el-efectivo

No minusvalorar el efectivo

Comparte esta entrada



El pasado fin de semana conocimos una propuesta que pretende introducir un nuevo tope al pago en efectivo en 1.000 euros e incluso que el uso de billetes y monedas desaparezca progresivamente. Los límites para el pago persiguen reducir la evasión fiscal y promover el uso de medios electrónicos. Puede entenderse, incluso, como una promoción de la cultura de la digitalización, de la que soy firme y continuo defensor. Pero que el efectivo desaparezca no es una buena idea. El propio Banco Central Europeo ya ha contestado que no se puede prohibir su uso, ya que los billetes y monedas son de curso legal. En términos prácticos es, además, tremendamente costoso. La eliminación del billete de 500 euros —que ya no se emite— está llevando mucho tiempo.

El argumento se puede llevar más lejos. No es que el efectivo no vaya a desaparecer. Es que no es conveniente que lo haga, incluso en pleno siglo XXI. Ni siquiera todos los falsos rumores sobre cómo los billetes y monedas podían transmitir la covid-19 —que un gran número de instituciones, BCE incluido, se han encargado de desmentir— han frenado su circulación en la eurozona. En febrero sumaban 1,31 billones de euros, en marzo 1,34 y en abril 1,36. La última estimación paneuropea publicada en 2017 por el banco emisor señalaba que el 79% de los pagos en comercios seguía realizándose en efectivo en la eurozona. La diversidad de medios de pago en un mundo cada vez más digital es esencial y permite la elección individual y la inclusión social. Muchos ciudadanos —por edad, situación social, localización o sector de actividad— prefieren pagar con efectivo. No pueden hacerlo de otro modo y una prohibición los excluiría del sistema. En países como Estados Unidos o Suecia ha habido una contestación importante a ciertos intentos de prohibición del efectivo que se han entendido como un veto a la libertad económica y una amenaza de exclusión financiera. El efectivo es también el único medio disponible ante desgraciados eventos que siguen siendo frecuentes, como catástrofes naturales o apagones.

«El mundo es nuevo y su digitalización imparable y con múltiples efectos provechosos de conveniencia y agilidad en la esfera de los pagos. Pero esta tragedia revestida de experimento social que hemos vivido con la covid-19 nos ha enseñado algo: todos los sistemas de pago son útiles».

Santiago Carbó

Otro error típico es pensar que acabar con el efectivo pondría fin al fraude. El que se realiza con efectivo está disminuyendo a una media del 1,7% anual en todo el mundo desde 2014, mientras que el acometido con tarjeta está aumentando a una media anual del 16,2%. Para luchar contra el fraude son necesarias otras apuestas más decididas, en el ámbito de la inspección y control. Asimismo, suplantaciones de identidad o ciberataques son hoy un quebradero de cabeza. Y los problemas más graves, de terrorismo o blanqueo, se canalizan cada vez más por medios como criptomonedas. El mundo es nuevo y su digitalización imparable y con múltiples efectos provechosos de conveniencia y agilidad en la esfera de los pagos. Pero los nuevos modelos tampoco son inmunes a otros problemas. Si esta tragedia revestida de experimento social que hemos vivido con la covid-19 nos ha enseñado algo es que todos los sistemas de pago son útiles. No tiene sentido minusvalorar el efectivo.


Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Comparte esta entrada



Leer más

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies