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La productividad de la economía española: luces y sombras

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Las previsiones de invierno de la Comisión Europea confirman que el buen momento de la economía española se debe en buena medida a los resultados cosechados por el sector exterior. Nuestro tejido productivo gana cuota de mercado en los mercados extranjeros, así como frente a las importaciones, evidenciando su competitividad. Los costes de producción han evolucionado favorablemente gracias a la disponibilidad de energía relativamente abundante y barata en comparación con las economías centro europeas.

Los datos de Bruselas también revelan el principal punto débil de nuestro modelo: el escaso avance de la productividad, algo que de no revertirse nos condena a competir con salarios estancados, al tiempo que complica la financiación del Estado del bienestar. En el último decenio, nuestra productividad se ha incrementado apenas un 4,2%, frente al 5,3% de la media de la eurozona (con datos de PIB por hora trabajada). Y el diferencial no ha cambiado sustancialmente desde la pandemia, ni con la inyección de fondos europeos. 


Un desglose sectorial ayuda a entender el origen de la brecha de productividad. Dos sectores se diferencian de la atonía registrada a nivel agregado. Por una parte, las manufacturas, con un incremento del valor añadido por persona ocupada por encima del 4%, un ritmo superior a lo observado en las otras grandes economías europeas. Asimismo, los servicios de alto valor añadido, agrupados dentro de las ramas de información, comunicaciones y actividades profesionales, científicas, técnicas y administrativas, también experimentan un crecimiento relativamente alto de la productividad (netamente superior a la media de Alemania, Francia e Italia). El resto de actividades de servicios y del sector primario, considerados en su totalidad, registran un declive de la productividad, lastrando el resultado de conjunto.

Los sectores pujantes se caracterizan a la vez por un marcado sesgo exportador y un tamaño empresarial por encima de la media nacional, estimulando las mejoras en la organización del trabajo y la búsqueda de eficiencia productiva. Tienen en común la menor dependencia del mercado interior, y su fragmentación como consecuencia de todo tipo de normas territoriales, algo que perjudica el tamaño empresarial y la eficiencia en sectores tan importantes como la construcción, por ejemplo.

La disparidad sectorial de la productividad también evidencia la relevancia de una estrategia transversal, ya que el tirón de los sectores más dinámicos no parece trasladarse al resto de actividades (prueba de la ausencia del efecto trickle down).

De momento la transversalidad que prometían los fondos europeos no se ha logrado, a tenor de los magros resultados de ejecución, particularmente en el ámbito de la digitalización. Las Memorias anuales de las principales agencias públicas en el campo de la tecnología muestran porcentajes de ejecución inexplicablemente bajos. Y un programa que sí se ha ejecutado, como el kit digital, no parece haber redundado en un repunte de la inversión ni en un mayor crecimiento del tamaño de las pymes. Los fondos europeos están teniendo un efecto más tangible en algunos sectores como el del vehículo eléctrico, pero incluso en este caso el impacto no cumple las expectativas por el lento despliegue de la red de suministro y de electrolineras, consecuencia de diversos cuellos de botella administrativos.        

La buena noticia es que
una parte del tejido productivo se está abriendo paso en el cambio tecnológico,
la transición energética y la reconfiguración de la globalización. No obstante,
este avance no se filtra al resto de la economía, lastrando los resultados de
conjunto y ensanchando las desigualdades. Todo ello pone de manifiesto la
relevancia de las políticas horizontales, como la competencia del mercado
interno, la reforma de la fiscalidad y de la financiación para facilitar la
eclosión de empresas de tamaño intermedio más productivas y con salarios más
altos, o la articulación de la oferta de formación con las necesidades del
mercado laboral. En materia de productividad, la igualdad de oportunidades es
clave.    

INDUSTRIA | La productividad de la industria manufacturera se ha incrementado un
4,4% desde la pandemia (en concepto de valor añadido por persona ocupada,
comparando los tres primeros trimestres de 2023 con el mismo periodo de 2019).
El resultado supera el 3,6% registrado en Alemania. Por su parte, Francia e
Italia anotan caídas del 7,8% y 2,6%, respectivamente. Ante la falta de datos,
no es posible determinar en qué medida estas diferencias proceden de cambios
estructurales, o bien de fenómenos transitorios de retención de plantilla en
los países más afectados por la crisis energética.   

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El endiablado dilema monetario

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Tras la nueva subida de tipos de interés decidida por el Banco Central Europeo (BCE) —­un 0,25%, en línea con lo anticipado— nos acercamos al umbral a partir del cual los riesgos inhe­rentes al arma monetaria se intensifican. Como ya ocurrió en el periodo anterior a la gran recesión, el impacto de los ajustes parece inocuo en las primeras fases del ciclo restrictivo, pero se aceleran posteriormente con la aparición de un episodio de inestabilidad financiera. Por supuesto, los responsables monetarios conocen esa “no linearidad”, si bien en el caso del BCE el objetivo cuasi exclusivo de eliminar la inflación en un plazo corto complica la tarea.

El principal argumento esgrimido para respaldar la vuelta de tuerca es que la inflación es persistente: pese al abaratamiento de la energía, la inflación subyacente se sitúa todavía en cotas demasiado altas. Por otra parte, la economía europea —y singularmente la española— evoluciona mejor de lo previsto pese a la subida de tipos, con un crecimiento escueto pero positivo del 0,1% en el primer trimestre. La extraordinaria resistencia del mercado laboral actúa como dique de contención ante la pérdida de poder adquisitivo a la vez que atenúa el riesgo de impago de los hogares endeudados. En todo caso, los niveles de deuda privada son muy inferiores a los observados antes de la gran recesión. En España, los hogares han conseguido aligerar sus pasivos en más de un tercio, en relación con su renta disponible. En el caso de las empresas no financieras, el recorte alcanza el 40%, fruto de un proceso de desendeudamiento que no ha concluido.


Según esta visión, la cascada de caídas de bancos regionales en EE UU y el colapso de Credit Suisse en Europa se interpretan como episodios puntuales, poco probables bajo el paraguas regulatorio que prevalece en la zona euro y con un impacto limitado habida cuenta del tirón de la economía. Si bien los halcones han aceptado relajar el ritmo de ajuste de tipos de interés, también han obtenido una decisión importante para España: el fin a partir del verano de la reinversión por parte del BCE de todos los bonos públicos que lleguen a vencimiento. Esto se asemeja a un órdago dirigido a los Estados, para que arrimen el hombro en la lucha contra la inflación, corrigiendo sus desequilibrios presupuestarios. A partir de julio, habrá que colocar en el mercado toda la deuda amortizada en el banco central, además de las necesidades de financiación ya anticipadas según el déficit y los vencimientos de títulos en manos del sector privado.

Frente a este escenario de reducción de la inflación con aterrizaje suave de la economía, existe otro menos amable. En primer lugar, la resiliencia de la economía se sustenta en buena parte en el fenómeno de ahorro embalsado, un factor que está perdiendo fuerza a tenor de la caída del consumo de los hogares registrado en los dos últimos trimestres. La tendencia es similar en la eurozona, según los malos datos de ventas minoristas (-1,2% en marzo). Los salarios siguen perdiendo capacidad de compra, a la vez que los costes financieros se disparan. Por otra parte, la experiencia pasada muestra que la inflación responde con retraso a la restricción monetaria, de modo que no resulta fácil para el BCE calibrar su política. Se puede pasar si la tendencia de fondo es ya consistente con una convergencia hacia el objetivo.

En cuanto a la inmunidad del sistema financiero europeo, el propio supervisor reconoce vulnerabilidades como las posibles conexiones entre las entidades que operan bajo su normativa y la banca en la sombra. Otro foco de atención atañe a las pérdidas latentes generadas por la depreciación de activos adquiridos a tipo fijo. Todo ello sin contar con el impacto de eventuales brotes aislados de estrés financiero. Conseguir a la vez una rápida vuelta a la estabilidad de los precios y un crecimiento sostenido es un dilema endiablado.

MANUFACTURAS | El índice de producción manufacturera registró en marzo un crecimiento mensual del 2,6%. Sin embargo, habida cuenta de la debilidad del inicio del año, el índice muestra un estancamiento para el conjunto del trimestre. En cuanto a las perspectivas, el indicador PMI de gestores de compra de manufacturas para abril ha descendido por debajo del nivel de 50, algo que apunta a una contracción de la actividad —aunque en menor medida que en las otras grandes economías europeas—. Asimismo, la utilización de la capacidad productiva manufacturera anticipa un retroceso en el segundo trimestre.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Repunte de la actividad industrial en marzo

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Índice de producción industrial | Marzo 2023


El índice de producción industrial registró en marzo un crecimiento mensual del 1,5%. En el caso de las manufacturas el ascenso fue aún mayor, un 2,6%, situándose su índice en el nivel más elevado desde 2008. No obstante, este buen resultado se ha producido después de dos meses de debilidad, de modo que, la actividad manufacturera en el conjunto del primer trimestre no creció en comparación con el trimestre anterior. El índice de producción industrial total creció un 0,8% trimestral gracias al fuerte avance de la energía, un 2,6%.

El crecimiento de marzo ha sido muy generalizado. Todas las ramas industriales, excepto coquería y derivados del petróleo, y caucho y plásticos, registraron incrementos en su actividad. Destacó especialmente el ascenso en algunas de las ramas más castigadas el pasado año, como metalurgia, otros productos minerales no metálicos y, sobre todo, industria de la madera y del corcho. Otras ramas que ya presentaron una evolución favorable durante 2022 han intensificado su avance, entre las que destaca la fabricación de material y equipo eléctrico.

Es posible que el resultado de marzo no tenga continuidad. El PMI de manufacturas de abril ha descendido por debajo del nivel de 50 —nivel a partir del cual es indicativo de crecimiento de la actividad— , y el índice de utilización de la capacidad productiva manufacturera al inicio del segundo trimestre ha retrocedido.

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El turismo impulsa el PIB en el primer trimestre

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CNTR | IT 2023


El PIB creció en el primer trimestre de 2023 algo más de lo esperado, un 0,5%, quedando un 0,2% por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019. Cabe destacar que las cifras de crecimiento de los trimestres 3º y 4º de 2022 han sido revisadas al alza, desde un 0,2% inicial en ambos periodos a un 0,4%, lo que tiene implicaciones importantes en cuanto a que supone la introducción de un efecto de arrastre sobre la tasa de crecimiento anual de 2023 que, unido al resultado mejor de lo esperado en el primer trimestre, obligaría a revisar su previsión al alza en caso de mantener inalteradas las perspectivas para los próximos trimestres. Pese a dicha revisión al alza de los trimestres 3º y 4º de 2022, la tasa de crecimiento anual del PIB en 2022 queda inalterada en el 5,5% –la cifra del primer trimestre de 2022 fue revisada a la baja–.

El crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2023 ha
procedido básicamente del turismo exterior, y solo en muy pequeña medida de la
inversión. El consumo privado registró una acusada caída por segundo trimestre
consecutivo. También el consumo público sufrió una contracción. Las
exportaciones de bienes sufrieron un descenso, frente a un ascenso de las
importaciones, de modo que su aportación conjunta al crecimiento también fue
negativa. Fue, en definitiva, el turismo exterior el principal motor de
crecimiento en dicho trimestre. Destaca que el gasto real de los turistas se ha
elevado hasta un nivel un 23% superior a los máximos históricos alcanzados en
2019. También es digno de mención el nuevo ascenso registrado por las
exportaciones de servicios no turísticos, que se sitúan ya un 30% por encima de
las cifras de 2019.

En cualquier caso, no olvidemos que estas cifras son
provisionales y pueden sufrir modificaciones en las revisiones posteriores.

En cuanto al empleo, se mantiene la tónica observada durante
toda la etapa pospandemia, de crecimiento intenso del número de ocupados, pero
más modesto en cuanto a número de horas trabajadas. Así, el número de personas
ocupadas creció un 1,3%, mientras que el número de horas trabajadas avanzó un
0,4%. Es decir, de nuevo se produce un descenso en el número de horas
trabajadas por persona. Si el número de ocupados alcanzó la cifra prepandemia
en torno al final de 2021, el número de horas trabajadas aún no lo ha hecho. La
productividad por hora trabajada, en cambio, sí se sitúa ligeramente por encima
de las cifras de 2019.

Por el lado de la oferta, destaca la evolución favorable de
las manufacturas, de la construcción y de los servicios de hostelería, junto al
sector agrícola, que registra una intensa recuperación.

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Bajada del IPI en enero

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Índice de Producción Industrial | Enero 2023


El índice de producción industrial registró en enero una caída del 0,9%. El índice de manufacturas (que excluye los sectores energético y extractivo) registró, asimismo, un descenso del 2,4%, situando su nivel en el punto más bajo de los últimos diez meses.

A lo largo del último año se ha observado una acusada divergencia
entre la evolución de los sectores más afectados por la crisis energética (química,
caucho y plásticos, la metalurgia, hierro y acero, papel y otros productos
minerales no metálicos, a los que se une algún otro sector como el textil,
representando todos ellos en su conjunto en torno al 28% del IPI de
manufacturas), y el resto de sectores. Mientras que el primer grupo presentó
una trayectoria descendente en su volumen de actividad, el segundo, por el
contrario, registró un crecimiento.

En enero dicha trayectoria ha cambiado de signo, de modo que el primer grupo registró un ligero repunte, mientras que el segundo sufrió una caída. Esta última procedió fundamentalmente del descenso registrado en dos ramas: productos farmacéuticos y, especialmente, fabricación de automóviles, que se encuentra aún lejos de los niveles prepandemia y cuya evolución a lo largo de este tiempo ha sido muy errática. En cualquier caso, aún es pronto para saber si el resultado de enero supone el inicio de un cambio de tendencia. Por otra parte, otros indicadores del sector industrial apuntan en una dirección favorable. El número de afiliados a la Seguridad Social en el sector siguió aumentando en febrero, y el índice PMI de manufacturas ascendió por cuarto mes consecutivo hasta situarse por encima del nivel de 50.

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En noviembre se moderó la caída de los sectores industriales más afectados por la crisis energética

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Índice de producción industrial | NOVIEMBRE 2022


El índice de producción industrial registró en noviembre un descenso del 0,7%, derivado fundamentalmente de la fuerte caída del sector energético. El índice de manufacturas (que excluye los sectores energético y extractivo) registró un leve ascenso del 0,1%. Este último índice se ha mantenido todo el año muy estable, en un nivel en torno a un 2,5% superior al del pasado año, aunque con grandes diferencias por ramas.


Las industrias más afectadas por la crisis energética, como la química, la metalurgia, hierro y acero, papel y otros productos minerales no metálicos, han moderado ligeramente su caída en el último mes, aunque se encuentran en una tendencia muy negativa. También se encuentran en tendencia descendente otros sectores como el textil, madera y muebles. Todos ellos en su conjunto representan el 24% del sector manufacturero.

En cuanto al resto de sectores, en su mayoría siguen
manteniendo sus niveles de actividad o incluso presentan una tendencia
creciente, destacando en este sentido maquinaria y equipo, equipo eléctrico y otro
material de transporte. También el sector del automóvil, que en los últimos
meses ha registrado niveles de actividad un 22% superiores a los mínimos
alcanzados en la segunda mitad de 2021.

El impacto del shock energético sigue siendo, por
tanto, muy localizado, manteniéndose una acusada dualidad entre los sectores
más afectados y el resto de la industria, de modo que no se puede hablar, al
menos por el momento, de una crisis generalizada.

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