¿Qué es la estanflación y por qué está preocupando a economistas e inversores?
Está en boca de todos: estanflación. Y es un término que quizá no todo el mundo conozca pues desde los años 70 apenas se ha vuelto a usar fuera de los libros de historia. Pero algunos economistas e inversores están preocupados porque vuelva a surgir.
Y es que estanflación es la combinación de dos fenómenos que normalmente no son compatibles: estancamiento económico (es decir, poco crecimiento) y alta inflación. Un combo bastante peligroso que hay que evitar a toda costa.
Crecimiento e inflación y su correlación
Desde la crisis de 1929 y hasta la crisis de los años 70 el mundo macroeconómico se explicaba por la teoría keynesiana. Las crisis venían provocadas por un hundimiento de la demanda, que provocaba decrecimiento y deflación. Cuando la demanda subía había crecimiento, pero este extra de demanda, que hacía que la oferta tuviera que adaptarse, provocaba una subida de precios.
En esa época los bancos centrales movían los tipos de interés para ajustar los vaivenes de la demanda y así mantener la inflación controlada. Pero había una clara correlación entre crecimiento e inflación.
Cuando subía el crecimiento era porque había más demanda y los precios también subían (a más demanda para la misma oferta, mayores precios). Y viceversa. Pero la crisis del petróleo lo cambió todo.
En los 70 un shock externo lo cambió todo
En los años 70 hubo varios factores que cambiaron, pero lo principal fue la crisis del petróleo. Los grandes productores de petróleo disminuyeron la producción artificialmente para que subieran los precios. Y esta subida de precios se propagó por la economía. Afectó a la oferta, que se hundió.
Esto implicó que el crecimiento bajara y sin embargo sí que hubiera inflación, que además tuvo efectos de segundo orden: al haber mucha inflación los salarios subieron sin que hubiera aumentos de productividad. Se produjo entonces el efecto comentado: estanflación. Estancamiento económico e inflación.
Estamos empezando a ver inflación, pero el crecimiento no acompaña
El problema que tenemos en estos momentos es parecido. La pandemia ha roto las cadenas de suministros. La parada de producción que se produjo el año pasado en muchos sectores no ha podido ponerse en marcha de nuevo al ritmo que requiere la demanda: a veces no es fácil arrancar de nuevo, faltan trabajadores, faltan materiales, no hay suficientes transportes, los puertos no están al 100% de capacidad para recibir las mercancías...
Por tanto estamos de nuevo ante un hundimiento de la oferta y por eso muchos economistas e inversores están preocupados: empieza a haber inflación pero el crecimiento no acompaña. Y el problema es que empiece a ver efectos de segundo orden: que esta inflación se propague a los salarios (sin aumentos de productividad) y tengamos de nuevo estancamiento e inflación.
De nuevo estamos ante un shock externo, que no tiene que ver con los factores de la demanda, que afecta a la oferta y que puede tener consecuencias indeseadas para la economía. Los años 20 pueden pasar de ser "los nuevos felices años 20" a "el desastre de los 70".
Problemas para los inversores
Esto además es un problema para la inversión. Sin crecimiento económico la bolsa no sube, ya que las empresas cotizadas reflejan bastante bien el devenir de la economía: si la economía va bien las empresas venden más, tienen más beneficios y valen más dinero.
Este estancamiento del crecimiento y de la posible rentabilidad de la bolsa se agrava, además, ante una situación de inflación, donde los saldos pueden entrar rápidamente en pérdidas en términos reales. Una rentabilidad de un 10% al año es muy buena si la inflación es de un 2-3%, pero nefasta si es del 15%.
La forma que tiene un inversor de compensar este problema es asumiendo más riesgo en sus inversiones, cosa que además se ve agravada por los bajos tipos de interés. Y esto, aunque puede parecer que permite compensar la inflación si sale bien, puede ser un desastre si sale mal.