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El acoso escolar desde la perspectiva de las madres y los padres: experiencias, reacciones y temores

Las encuestas que indagan en el fenómeno del acoso escolar suelen dirigirse a los estudiantes1. Sin duda, su perspectiva sobre el fenómeno —sea como víctimas, perpetradores o testigos más o menos conscientes— es central en el estudio del acoso escolar, pero también lo es la de sus madres y padres, al fin y al cabo, los máximos responsables del bienestar de sus hijos. Son ellas y ellos quienes, en muchos casos, reciben noticia, directa o indirectamente, de los episodios de acoso que sufren sus hijos y también quienes, ante la sospecha o la evidencia de tales episodios, pueden tomar medidas decisivas, como las de solicitar al centro educativo la activación de los protocolos de acoso escolar o cambiar a sus hijos de colegio o instituto. Es, por tanto, importante obtener información sobre las percepciones, actitudes y comportamientos que genera el acoso escolar entre las madres y los padres de niños y adolescentes. Así lo ha hecho una reciente encuesta online de Funcas, realizada en septiembre de 2024 sobre una muestra de 1.200 madres y padres de estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). 

El primer resultado destacable es la proporción de encuestados que creen que su hijo/a ha sido objeto de acoso escolar durante el pasado curso académico (2023/24)2. Cree, claramente, que lo ha sido un 7%, aunque cuando se añade a quienes lo consideran “probable”, el porcentaje se eleva al 15% (Gráfico 1a). No se aprecian diferencias ostensibles entre las respuestas que dan los padres y las que dan las madres; tampoco el sexo del hijo influye a este respecto (Gráfico 1b). Sin embargo, sí difieren las respuestas de los encuestados que afirman tener dificultades para llegar a fin de mes (“no consiguen llegar” o “llegan justos”) y de los que ahorran: entre los primeros, el porcentaje de quienes creen (“claramente” o “probablemente”) que su hijo/a ha sido objeto de acoso asciende al 19%, 10 puntos más que entre los segundos (Gráfico 1c). En cambio, la titularidad del centro en el que estudia el hijo o la hija por la que pregunta la encuesta no influye en esta cuestión: con independencia de que el centro sea público o privado (concertado o no), los porcentajes de encuestados que creen que su hijo/a ha sido acosado/a rondan el 15% (Gráfico 1d).


Entre los encuestados que creen “claramente” que sus hijos han sufrido acoso escolar, la mayoría de ellos concreta esta mala conducta en “insultos y/o burlas” (79%), pero más de la mitad (57%) señala que su hijo/a ha sufrido “aislamiento y/o exclusión”. En comparación con estas conductas, la violencia física resulta mucho menos frecuente (la señala el 18% de los encuestados). Aún más infrecuentes son los “comentarios y/o actos de tipo sexual”, que menciona el 14% (Gráfico 2).

Hasta donde los encuestados saben, las agresiones de las que su hijo/a ha sido objeto han tenido mayoritariamente lugar en el centro educativo o sus inmediaciones. Contestan en ese sentido casi siete de cada diez de encuestados (68%), mientras que una cuarta parte (26%) indica que el acoso se desarrolló tanto en esos espacios como a través de internet o aplicaciones de mensajería (Gráfico 3). No puede excluirse, en todo caso, la posibilidad de que las madres y los padres subestimen el uso de las redes sociales como vehículo de acoso escolar.


Casi todos los encuestados que creen que su hijo/a ha sido claramente víctima de acoso escolar en el curso 2023/24 (94%) contestan afirmativamente a la pregunta sobre si han comunicado la situación al centro escolar. En más de un tercio de estos casos (36%) declaran haber obtenido una respuesta rotunda del centro, que consideró que la información aportada era suficientemente grave como para activar el correspondiente protocolo de acoso. La dificultad de resolución de algunos casos se pone de relieve cuando se considera que, finalmente, hasta una cuarta parte (24%) de los padres tomó una decisión radical: cambiar de colegio al hijo o la hija que, según pensaban, había sido objeto de acoso.

Con todo, más de cuatro de cada diez encuestados (44%) que en el curso 2023/24 han albergado el convencimiento de que su hijo/a había sido acosado en la escuela declaran temer “mucho” o “bastante” que vuelva a serlo en el curso 2024/25. Este temor está mucho menos extendido entre quienes no creen que su hijo/a haya sufrido (“claramente”) acoso el pasado curso: solo el 12% expresa “mucho” o “bastante” temor a que sea acosado en el curso actual. 

En una sociedad con cada vez menos niños, el esfuerzo y la dedicación de las familias por asegurar el cuidado y bienestar de sus hijos se intensifica, consolidándose como norma social la expectativa de la infancia como un periodo de máxima  seguridad y protección. Para las madres y los padres adquiere especial importancia todo lo que sucede a sus hijos en cualquier espacio, y especialmente en aquellos sobre los que carecen de control o este es solo limitado. Es el caso de la escuela, en la que delegan a docentes y gestores educativos el cuidado de sus hijos a lo largo de muchos años, muchos meses al año y no pocas horas al día. Estudios recientes han puesto de relieve los efectos traumáticos y duraderos del acoso escolar en el bienestar emocional y psicológico3. Otros han recopilado evidencias que indican un aumento de la prevalencia de este fenómeno en los últimos años4. Desde luego, los temores que expresan muchas madres y muchos padres a través de diversos cauces, como el ofrecido por la encuesta Funcas aquí expuesta, pueden considerarse “reales”, aun cuando, por su volumen,  no ofrecen respaldo al argumento, sugerido en ocasiones por contenidos publicados en medios de comunicación y redes sociales, de que el acoso social es un problema social ampliamente extendido en nuestro sistema educativo.

Ficha técnica de la encuesta

• Trabajo de campo: del 6 al 24 de septiembre de 2024.

• Ámbito: territorio nacional peninsular e insular.

• Universo: padres y madres que convivan regularmente (durante al menos la mitad del mes) con algún hijo que estuviese matriculado en ESO o FP Básica en el curso 2023-2024.

• Selección de la muestra: panel de Imop y de Netquest. En ambos casos se realizó una selección aleatoria entre los panelistas que cumplían las características definidas para la investigación. El control del estudio depende de IMOP Insights.

• Tamaño muestral: 1.201 entrevistas (planificadas 1.200).

• Técnica: entrevista online a través de Emop (panel online de Imop).Margen de error de muestreo: ±2,9 para p=q=50% y un nivel de significación del 95% para el conjunto de la muestra.

• Método de ponderación: los datos se ponderaron por las variables:

— Sexo x edad (2 x 2 grupos)

— Comunidad Autónoma (7 grupos)

— Tamaño de municipio (4 grupos)

— Nivel de estudios (3 grupos)

• Instituto responsable del trabajo de campo: IMOP Insights, S.A.

 1 Véase, por ejemplo, Díaz Aguado, M.J., Martínez-Arias, R., Díaz Falcón, L., Alvariño, M. (2023). Acoso escolar y ciberacoso en España en la infancia y en la adolescencia (Informe del estudio realizado por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid, por impulso de la Fundación ColaCao, en colaboración con las Consejerías de Educación de 15 Comunidades Autónomas). Madrid: Fundación ColaCao.

 2 A los encuestados que afirmaron tener más de un hijo/a en la ESO, se les pidió que refirieran las preguntas del cuestionario a uno/a de ellos, seleccionado/a aleatoriamente por la aplicación del cuestionario.

 3 Véase el recientemente publicado estudio: Connaughton, M., Mitchell, O., Cullen, E. et al. (2024) Bullying and early brain development: A longitudinal structural magnetic resonance imaging study from adolescence to early adulthood, bioRxiv 2024.09.11.611600.

 4 Véase García-Martínez, S. y García-Zabaleta, E. (2024). El acoso escolar en España: revisión y análisis de los protocolos de actuación por comunidades autónomas, Contextos educativos, 33: 193-217. 

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Apagar un cigarrillo para encender otro: los jóvenes fuman menos tabaco, pero vapean más

Este año, el Día Mundial Sin
Tabaco tiene como protagonistas a los niños y los jóvenes. Así se advierte en la página web de la
Organización Mundial de la Salud
,
donde se les anima a que den un paso al frente y defiendan políticas que les
protejan mejor ante el consumo del tabaco (#TobaccoExposed). Esta llamada
resulta muy oportuna, toda vez que, en la discusión sobre los riesgos sociales
a los que están expuestos los niños y adolescentes, ha adquirido tanta
importancia el impacto de las pantallas y las redes sociales, que otros
riesgos, como el del consumo de sustancias adictivas, parecen haber pasado a
segundo plano. La preocupación por los “riesgos de última generación” no
debería desplazar del interés público y del análisis social estos otros riesgos
más “tradicionales”, entre los que el consumo de tabaco ocupa un lugar
destacado. El tabaquismo entre los jóvenes adquiere especial relevancia dada su
particular vulnerabilidad a la adicción a la nicotina y a los efectos adversos
del tabaco[1].

A este respecto, los datos sobre el consumo juvenil de tabaco en España indican algunos éxitos reseñables. En efecto, las Encuestas sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES)[2] han puesto de manifiesto la significativa reducción del consumo de tabaco entre los jóvenes de 14 a 18 años a lo largo de las últimas tres décadas. A mediados de los años noventa, un tercio de los jóvenes de esas edades había consumido tabaco “en los últimos 30 días” (32,5 %). En 2023, los que así lo declaraban apenas superaban una quinta parte (21 %).  La reducción cobra mayor relieve si se compara con la evolución del consumo de otras drogas como el alcohol y el cannabis, sustancias cuyo consumo no ha mantenido esa misma tendencia constante a la baja durante este periodo (Gráfico 1).


La caída del consumo de tabaco entre la población de 14 a 18 años es todavía más intensa si se atiende al consumo diario: la proporción de quienes reconocen fumar tabaco todos los días (7,5 %) representa en 2023 casi un tercio de la observada en 1996 (23,7 %) (Gráfico 2). De nuevo, la evolución del consumo diario de tabaco resulta claramente más positiva que la del consumo de alcohol o de cannabis, sustancias cuyo uso diario, en todo caso, se halla menos extendido que el del tabaco.


Al analizar la evolución de los datos sobre consumo de tabaco, llama asimismo la atención la mayor prevalencia entre las estudiantes a lo largo de todo el periodo observado (1996-2023). Si bien ellas fuman de media menos cigarrillos que ellos, presentan, año tras año, un porcentaje más alto de consumo de tabaco (al contrario de lo que sucede en la población general)[3]. Sin embargo, la caída más rápida del consumo de tabaco entre las estudiantes de secundaria ha contribuido a acortar las diferencias de género. En 1996, el 38,1 % de ellas habían consumido tabaco “en los últimos 30 días”, en comparación con el 26,2 % de ellos, una diferencia de 12 puntos porcentuales (Gráfico 3). En 2023, esta brecha se había reducido a cuatro puntos porcentuales, con un 23,3 % de consumo entre las mujeres frente al 18,9 % entre los hombres. En cuanto al consumo diario, la reducción de las diferencias entre chicos y chicas ha sido tal que desde 2012 prácticamente han desaparecido, a pesar de que en 1996 alcanzaban los nueve puntos porcentuales (el 28,1 % de los hombres y el 19 % de las mujeres) (Gráfico 4).


Los datos expuestos hasta aquí presentan, no obstante, un contrapunto negativo: el rápido aumento del consumo de cigarrillos electrónicos entre los jóvenes. En 2014 uno de cada seis jóvenes los había probado (17 %), mientras que en 2023 lo habían hecho más de uno de cada dos (54,6 %; entre los jóvenes de 18 años entrevistados, la proporción se elevaba a dos de cada tres: 66,1 %) (Gráfico 5). Aunque ESTUDES no ofrece datos sobre el consumo diario de cigarrillos electrónicos, su consumo “en los últimos 30 días” ya superaba en 2023 al del tabaco convencional, con un 26,3 % frente al 21 %.


Las chicas están incluso más familiarizadas que los chicos con este tipo de práctica: el 56,8 % ha probado alguna vez los cigarrillos electrónicos, y el 48,1 % lo ha consumido “en los últimos doce meses”, cifras alrededor de cuatro puntos porcentuales más altas que las correspondientes a los varones de la misma edad (52,5 % y 43,8 %, respectivamente) (Gráfico 6).


En los últimos años, este rápido crecimiento del consumo de cigarrillos electrónicos ha coincidido con un aumento considerable de la percepción del riesgo de usarlos: en 2021, solo un 22,4 % de los jóvenes pensaban que el consumo esporádico de estos cigarrillos podía ser perjudicial; dos años después, esa proporción casi se había doblado (38,8 %). La evidencia científica ofrece un amplio respaldo a la opinión según la cual los cigarrillos electrónicos, en sus diferentes variantes, dañan la salud y en consecuencia, no abren una vía de resolución de los problemas que genera el consumo del tabaco.

El vapeo no es la solución a los problemas de salud
ocasionados por el tabaco. Difícilmente se le podría definir como la “bala
mágica” que puede conducir a la erradicación de los riesgos de salud que
provoca el tabaquismo[4]. Sigue siendo muy necesario estudiar en profundidad
los comportamientos y los hábitos de fumar, analizando su evolución en
contextos sociales tan cambiantes como los actuales. En este sentido, es
encomiable que España haya realizado más esfuerzos de recopilación de
información estadística que otros países europeos. Con todo, queda todavía
mucho por conocer sobre esos comportamientos y hábitos; un conocimiento
fundamental para tomar decisiones informadas y diseñar iniciativas eficazmente
orientadas a los distintos grupos de la sociedad, que reduzcan la probabilidad
de inicio en el consumo de tabaco y, cuando este ya se ha producido, la de
mantenerlo.


[1] Marcon, Alessandro, et al. (2018) Trends in smoking initiation in Europe over
40 years: a retrospective cohort study. PLoS One 13.8: e0201881.

[2] Estas encuestas, de periodicidad
bianual, se llevan a cabo por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional
sobre Drogas (DGPNSD), con la colaboración de las comunidades autónomas. Su
objetivo consiste en recoger información que permita diseñar y evaluar
políticas destinadas a prevenir el consumo de drogas y otras adicciones, así
como los problemas asociados a estas conductas. La metodología utilizada es la
de entrevista personal en los centros educativos seleccionados, incluyendo un
cuestionario administrado por los entrevistadores y otro autoadministrado. Los
entrevistadores permanecen presentes durante todo el proceso y recogen el
cuestionario al finalizar. La muestra de la encuesta de 2023 fue de 26.344
jóvenes entre 14 y 18 años.

[3] Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España
(EDADES) 2022, el 38 % de los hombres y el 28 % de las mujeres entre
15 y 64 años fuman a diario.

[4] Mendez,
D. y Warner, K. E. (2021). A Magic Bullet? The Potential Impact of E-Cigarettes
on the Toll of Cigarette Smoking, Nicotine & Tobacco
Research, 23
(4), 654–661,

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