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Turquía eligió tanques en vez de mantequilla, ahora su inflación está disparada

Hace unos años Turquía era la promesa económica de Europa. Un país relativamente joven, de camino a ser parte de la UE con una unión aduanera desde 1995, miembro de la OTAN, involucrado en asuntos internacionales y con la población equivalente a la de Alemania. Un país que estaba en las 20 economías más grandes del mundo, con marcas reconocibles fuera de sus fronteras por los consumidores como Beko, que produce más coches que Reino Unido o Italia, con PIB mayor al de Polonia y un PIB per cápita mayor que el de México.

Si había un lugar con un potencial equivalente a un país del sudeste asiático en el viejo continente, este era Turquía. Pero ya no, una inflación del 38% en 2021 no es una buena carta de presentación ante inversores internacionales.

En noviembre de 2021 Apple decidió dejar de vender en Turquía a través de su tienda oficial. En las Apple Store turcas, todas en Estambul, se dejó de vender todo lo que no fueran auriculares o proporcionar servicio postventa al cliente mientras que los turcos trataban de acumular iPhones como inversión alternativa que no se viera afectada por la inflación. La lira turca no para de bailotear frente al resto de divisas y las empresas multinacionales tienen problemas para operar en este mercado.

El banco español BBVA hizo una oferta por el 50% de un banco turco (Garanti) que no controlaba al 100%, esto está suponiendo una incertidumbre al banco tremenda, ya que debido a la irregular evolución de la lira turca, no sabe si le va a costar 2.500 millones de euros (presupuestado inicialmente) 1.400 millones de euros el 17 de diciembre de 2021 o 1.800 millones el 21 de diciembre de 2021. Además, dado que el banco turco opera en liras turcas, una depreciación de la misma supone una disminución del beneficio para el banco español, con lo cual la depreciación no es que suponga un beneficio inmediato para los inversores extranjeros.

El clásico dilema entre mantequilla y tanques

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En primero de la carrera de economía suele presentarse a los estudiantes el dilema de un país de fabricar mantequilla (comida) o tanques (defensa). Esto se hace para expresar la intercambiabilidad de los bienes y el concepto de la Frontera de Posibilidades de Producción.

Este dilema viene de un dilema que tuvo durante la Primera Guerra Mundial EEUU. Con los suministros de nitratos proporcionados por Chile, EEUU los podía convertir en abono (que nos llevaría a obtener mantequilla y comida para la población) o usarlos para fabricar pólvora. Al final el gobierno lanzó una tremenda campaña diciendo que habría “guns and butter”. En cambio los líderes nazis Goebbles y Göring dijeron que preferían las pistolas a la mantequilla y el concepto también fue referenciado por el presidente Lyndon B Johnson y por la primera ministra Margaret Thatcher.

Turquía en los últimos años parece que es de la misma escuela de Putin, dándoles más importancia y siendo más efectiva en su vertiente militar que en su vertiente económica. Desde que en 2014 el antiguo alcalde de Estambul y primer ministro Recep Tayyip Erdoğan ganara las elecciones presidenciales, ha ido poniendo una política exterior de uso de poder duro que ha sido calificada por los críticos como “neo-otomanísta”, interviniendo cada vez más militarmente en el mediterráneo oriental y alrededores.

El profesor asociado de la Universidad de Qatar Ali Bakir, hace un listado de los lugares en los que Turquía tiene presencia temporal y permanente como el norte de Siria o Qatar, los países en los que Turquía ha firmado acuerdos militares entre 2017 y 2021, tan diversos como Níger, Túnez, Montenegro, Kazajastán o Azerbaiyán, y los momentos en los que se ha ido definiendo la situación geopolítica turca.

Pero mientras que el poder militar turco ha crecido, el poder económico está cada vez más tambaleante. En el dilema de mantequilla y tanques, Turquía ha elegido. No es el único, en cierto modo es lo que sucede con Rusia y la doctrina de Putin en el Kremlin.

Es cierto que las fronteras turcas con países como Siria o Irak, hacen que la necesidad de Turquía de tener un ejército bien armado, pero uno diría que las ambiciones de poder no han casado con las necesidades de la economía turca.

¿Por qué ha caído la economía turca?

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En 2021 Turquía cerró su año con una inflación del 38%, la peor en diecinueve años. Para parar la caída de la divisa que durante 2021 perdió el 44% de su valor frente al dólar, el banco central ha tenido que subir los tipos del 14 al 19%. El presidente Erdogan ha culpado a los altos tipos de interés de ser el padre y la madre de todos los males, y afirma que la economía turca ascenderá de división en este 2022.

Es difícil de creer sus teorías heterodoxas. Desde que Erdogan ascendió a la presidencia ha ido aumentando el déficit público cada año del estado turco, además de pretender intervenir en los tipos de interés del Banco Central Turco. Es cierto que ha aumentado el gasto en I D y educación, pero este no está teniendo el efecto esperado.

Según el Financial Times, las ventajas de Turquía de bancos fuertes, una cultura emprendedora pro negocios y buena demografía, se han desperdiciado por los años de mala gestión macroeconómica. La depreciación de la lira turca frente al euro muestra esto, en 2021 ha caído aproximadamente un 50%, pero es que entre 2017 y 2022 casi ha caído a la quinta parte.

El incremento del autoritarismo en Turquía no está ayudando a la economía turca, los inversores principales sienten que tienen menos garantías y que la rentabilidad y seguridad de sus inversiones dependerá más de las decisiones de Ankara que de otra cosa. Durante 2020 Turquía fue uno de los países que más oro vendió de sus reservas nacionales, al igual que España lo hizo en 2007, justo antes de la tormenta financiera.

Además se ha ido desligando de países que eran sus principales inversores, como Alemania, Francia y Holanda, que se han ido queriendo ir del país. En agosto de 2017 los inversores extranjeros tenía 92.000 millones de dólares en acciones, bonos y deuda corporativa turca, en julio de 2018 las cantidades se habían reducido a 53.000 millones. No es buena noticia que los inversores internacionales se vayan de un país.

El problema de la confianza en la economía de un país es que es como la cerámica que se vende en el Gran Bazar de Estambul, se rompe fácilmente y no es fácil de arreglar. Ankara tendrá que tomar una senda larga y difícil si quiere recuperar la confianza económica en los próximos años.

Pregunta a los lectores ¿mantequilla o tanques?

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