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Desaceleración del PIB en el tercer trimestre más suave de lo esperado

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CNTR 3T 2023


El PIB creció un 0,3% en el tercer trimestre de 2023, según el avance provisional publicado por el INE, lo que supone una suave desaceleración con respecto al crecimiento del 0,4% registrado el trimestre anterior (revisado una décima a la baja).

El crecimiento procedió fundamentalmente del consumo
privado, que ascendió un 1,4%. Este resultado no es sorprendente, puesto que el
crecimiento de los salarios por encima de la inflación en lo que llevamos de
año (un 5,2% frente a un 3,6% respectivamente), unido al sostenimiento del
empleo, y al elevado nivel alcanzado por la tasa de ahorro en la primera mitad
del año, ponen de manifiesto la existencia de cierto margen para el crecimiento
del gasto privado.

La inversión en construcción sufrió un retroceso, mientras
que la destinada a bienes de equipo registró un moderado crecimiento, dentro de
una débil tendencia que no ha permitido a esta variable recuperar aún el nivel
prepandemia, pese al impulso de los fondos europeos.

La aportación del sector exterior al crecimiento trimestral
fue negativa. Las exportaciones registraron una caída, tanto las de bienes como
las de servicios, como resultado de la negativa coyuntura exterior. Dentro de
estas últimas destaca la intensa caída de las exportaciones de servicios
turísticos, un resultado peor de lo que se podía esperar en función de la
evolución de las pernoctaciones de extranjeros y de la llegada de turistas. En
cualquier caso, ya no cabe esperar aportaciones significativas al crecimiento
por parte de este componente de la demanda, puesto que ya se ha normalizado
completamente tras la pandemia.

El empleo en número de personas creció un 1,3%, aunque solo
un 0,1% en términos de número de horas trabajadas. En el acumulado del año, las
personas ocupadas han crecido un 3%, frente a un 1,6% las horas trabajadas,
manteniendo la tendencia observada durante todo el periodo de recuperación post
pandemia (gráfico 1).

La industria manufacturera mantiene una tendencia suavemente
ascendente, reflejando un menor impacto de la situación internacional que en
otras economías europeas. También crecen casi todas las ramas de servicios.

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turismo-2023:-remontada-recelosa

Turismo 2023: remontada recelosa

La pandemia y las medidas de contención y restricción a la movilidad que se adoptaron en todo el mundo para combatirla han favorecido la toma de conciencia pública sobre algunas realidades que, dándolas por supuestas, apenas apreciábamos. Una de esas realidades es la significativa contribución del turismo a la economía mundial y, en particular, a las economías en las que este sector representa un elevado porcentaje del PIB y del empleo.

Entre estas economías destaca la española. En 2019, un año antes de la pandemia, la aportación del turismo al PIB se cifraba en 12,6 %, y el empleo turístico se acercaba a 2,7 millones de personas. Aun cuando hasta el final de 2021 los expertos manifestaban dudas sobre la rapidez con la que se recuperaría el turismo exterior, desde 2022 este se ha convertido en motor fundamental del crecimiento económico. La media de turistas extranjeros, que entre enero y julio de 2021 supuso un 20 % de la correspondiente a 2019, en 2022 ya se situó en el 82 % de esa cifra de referencia, y en 2023 alcanzó el 99 % (gráfico 1). En cuanto al PIB turístico, en 2021 todavía representaba en torno al 8 % (téngase en cuenta que en 2020 cayó hasta el 5,8 %), pero en 2022, según estimaciones de Exceltur, ya sobrepasó el 12 %1. Esta misma asociación, formada por los presidentes de las compañías turísticas más relevantes en España, prevé en 2023 un crecimiento del PIB turístico, en términos nominales, del 9,4 % respecto a 2019 (superando los 172.000 millones de euros), si bien, en términos reales, cerraría el año manteniéndose casi dos puntos porcentuales por debajo del de 20192. Estimaciones de otras fuentes arrojan, sin embargo, un aumento real del PIB turístico en este año (respecto del registrado en el año anterior a la pandemia)3.


El sector turístico español ha sido retratado en ocasiones como un sector económico afectado por problemas tales como la insuficiente innovación, la elevada estacionalidad, una producción de escaso valor añadido y una ocupación poco productiva y carente de buenas condiciones laborales. Aunque tras el shock de la Gran Recesión muchas empresas del sector ya venían apostando por mejorar la oferta de sus servicios y priorizar la estrategia de crecer en valor más que en volumen, ha sido en esta tercera década del siglo XXI cuando el sector ha mostrado su capacidad de respuesta rápida a “la peor crisis de su historia”4, aprovechando tanto las ayudas públicas para mantener el empleo, como las líneas de avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y, a la vez, diseñando y poniendo en marcha protocolos y servicios para generar seguridad y confianza entre los turistas. El sector ha probado su resistencia en circunstancias muy difíciles, primero, por las exigencias sanitarias impuestas durante el periodo de normalización tras los confinamientos, y luego, por el aumento de los precios en los suministros y la necesidad de mantener la competitividad en un contexto de elevada inflación.

A pesar de este balance positivo, entre los empresarios del sector se atisba cierta preocupación y recelo ante el futuro próximo. Esa inquietud está relacionada con las perspectivas de desaceleración de la economía europea y con la creciente competitividad del mercado turístico internacional, pero también con signos indicativos de posibles cambios en los comportamientos de los turistas que redundarían en perjuicio de la demanda de servicios que proporciona el sector.

Uno de esos cambios que ponen de manifiesto los datos disponibles se refiere a los países emisores. Comparando el origen de los turistas extranjeros entre enero y julio de 2019 y los mismos meses de 2023, se observa un descenso de los procedentes de Reino Unido, Alemania y los países nórdicos (gráfico 2), que son precisamente los que, de media, gastan más por persona (gráfico 3). Además, la demanda de servicios turísticos de ciudadanos del Reino Unido y Alemania presenta menor estacionalidad (es decir, los turistas de ambos países visitan España fuera de temporada estival en mayor medida que los de otros países y regiones), lo que resulta particularmente favorable para el sector. Aunque los datos también reflejan el aumento de los turistas procedentes de Estados Unidos, cuyo gasto medio es asimismo elevado, su número dista mucho del que consignan los principales países emisores europeos.


Otro cambio que merece atención es el referido a la duración de las estancias de los turistas internacionales (gráfico 4). Las estadísticas muestran la reducción de las estancias de dos semanas, a favor de las de 4 a 7 días. Si bien se aprecia un ligero aumento de las estancias más largas (superiores a tres semanas), su importancia numérica es reducida. Probablemente, este acortamiento de las estancias obedece a ajustes en los presupuestos domésticos en razón de la inflación. De consolidarse esta tendencia al acortamiento de las estancias, podría contrarrestar el efecto positivo de la recuperación en el número de viajes sobre los ingresos totales del sector, toda vez que las estancias más cortas suponen, en general, gastos más moderados.


En cuanto al turismo nacional, los datos evidencian que tanto el impacto de 2020 como la posterior recuperación han seguido una pauta diferente de a la del turismo internacional. Durante el año 2020, los viajes turísticos interiores de los residentes en España disminuyeron, pero mucho menos que los internacionales, ya que los turistas nacionales no se vieron afectados por las restricciones de movilidad entre países. Con todo, hasta el tercer trimestre de 2021, el número de viajes de turismo nacional no igualó las cifras de 2019 (gráfico 5). Por lo demás, aun cuando el número de viajes nacionales durante la temporada de verano prácticamente se ha recuperado, no ocurre lo mismo con los viajes fuera de la época estival, que se sitúan claramente por debajo de los de 2019 y años anteriores, lo que contribuye a agudizar la estacionalidad del sector.


Por lo que se refiere a la duración media de los viajes turísticos interiores de los residentes en España, se detecta un leve aumento de la estancia media (entre el 3 y el 6 % , según el mes en cuestión) desde el tercer trimestre de 2021 respecto a la duración media en el mismo periodo de 2019 (gráfico 6). Esta evolución, aunque contraria a la observada entre los turistas extranjeros, puede responder a similares razones: la disposición de menores recursos económicos de las familias para servicios turísticos, con la consiguiente sustitución de viajes al extranjero por viajes nacionales.


En definitiva, a la luz de los indicadores de demanda, el turismo prácticamente se ha recuperado en España. Eso no significa, sin embargo, que haya vuelto a donde se quedó a principios de 2020, cuando estalló la pandemia. Hay indicios de moderación del gasto turístico por persona, así como también de cambios en el patrón temporal de consumo que, añadidos a las poco favorables perspectivas macroeconómicas en los países de los que procede la mayor demanda, introducen incertidumbres en un sector que se sabe, además, sujeto a próximos cambios normativos importantes —y seguramente de aplicación costosa— como consecuencia de las políticas del Pacto Verde y la transición ecológica impulsadas por la Unión Europea y el gobierno español.

La incertidumbre suele desalentar tanto las inversiones de las empresas como los esfuerzos de formación de los jóvenes en los sectores afectados por ella. El Día Mundial del Turismo también debería servir para reducir esa incertidumbre mediante manifestaciones de reconocimiento y apoyo a un sector decisivo para la economía española.

[1] Comunicado de prensa de Exceltur de 17 de enero de 2023.

[2] Comunicado de prensa de Exceltur de 20 de abril de 2023.

[3] Heymann, D. C. (2023). “Fortaleza del sector turístico español”. Según esta estimación de CaixaBank Research, el PIB turístico aumentaría en 2023 un 4,1 % respecto a 2019.

[4] Ramón Vilarasau, D. (2022). “Viviendo a crédito: el sector turístico ante la peor crisis de su historia”.

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El PIB creció un 0,4% en el segundo trimestre

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CNTR | IIT 2023


El PIB creció un 0,4% en el segundo trimestre de 2023 según el avance provisional de la contabilidad nacional trimestral, resultado que se sitúa en línea con lo previsto. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento de los dos trimestres anteriores han sido revisadas a la baja en una décima porcentual. Así, el nivel del PIB se situó en el segundo trimestre un 0,4% por encima del nivel del cuarto trimestre de 2019.

El ascenso del segundo trimestre se apoyó, fundamentalmente,
en la recuperación del consumo privado, que se encuentra en disposición de
volver a crecer tras el ajuste de los dos trimestres anteriores, y en la
inversión en construcción. En menor medida, también contribuyeron al
crecimiento el consumo público y la inversión en bienes de equipo. No obstante,
cabe señalar que todas estas variables, salvo el consumo público, se encuentran
aún por debajo de los niveles prepandemia (gráfico 1).

La aportación del sector exterior –de donde procedió el
crecimiento en los dos trimestres anteriores– fue, sin embargo, negativa. Las
exportaciones de bienes sufrieron una caída del 5,9%, situándose por debajo del
nivel prepandemia, en un contexto de debilitamiento de la economía europea.
También retrocedieron las exportaciones de servicios no turísticos, tras 11
trimestres consecutivos de intenso avance. Las exportaciones de servicios
turísticos, cuya capacidad de crecimiento se encuentra muy agotada tras
alcanzar y superar los niveles prepandemia, registraron tan solo un ligero
ascenso (gráfico 2).

Desde la perspectiva de la oferta, la industria sufrió una
caída en su VAB mientras que la construcción y los servicios crecieron,
resultado que también se encuentra en línea con lo esperado. Destaca el
hundimiento de la actividad en el sector primario, con una caída del 8,4%, la
segunda mayor de la serie histórica.

En cuanto al empleo, el número de personas ocupadas, medidas
en términos de la contabilidad nacional, registró una variación nula, aunque el
número de horas trabajadas creció un 1,3%, recuperando así el nivel
prepandemia.

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El modelo exportador español

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El sector exterior está aportando un saludable balón de oxígeno, propulsando la economía española por encima de los niveles de actividad previos a la pandemia. Ahora la incógnita es si ese pulmón se mantendrá pese a la desaceleración que se percibe en nuestros principales mercados de exportación.

Sin el impulso exterior, el PIB se situaría todavía un 2,5% por debajo del umbral fetiche de la era precovid, como consecuencia principalmente de la anemia del consumo privado, lastrado por la erosión de poder adquisitivo sufrida por los hogares. Entre los factores de demanda nacional, solo se salva el consumo público y, en menor medida, la inversión en equipo.

El panorama interno contrasta con el dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios: hoy por hoy los clientes extranjeros compran más de 4 de cada 10 euros que se generan en España, en fuerte alza frente a 2019 y casi el doble que antes de la crisis financiera. Estamos por tanto asistiendo a la aceleración del proceso de internacionalización de nuestra economía. Como, por otra parte, las importaciones crecen a un menor ritmo, el resultado es una aportación positiva al crecimiento del PIB, más que compensando la debilidad de la demanda que emana de los sectores residentes.


La normalización del turismo es de gran ayuda, pero el tirón no procede solo del “sol y playa”. También cabe señalar el auge de los servicios no turísticos (30% desde finales de 2019 en términos reales, es decir descontando la inflación), y en menor medida de las exportaciones de mercancías (5,5%). Detrás de estas referencias está el mercado europeo, como lo evidencia el creciente superávit de los intercambios con la UE, más que triplicado desde 2019. Gracias a estos excedentes, hemos podido afrontar cómodamente el encarecimiento de la factura de las importaciones energéticas.

Otro potente factor es la inversión internacional en nuestro tejido productivo (la llamada inversión directa extranjera). Según datos armonizados de la OCDE, España es el país de la eurozona que más inversión directa recibe, después de Francia. Además, la entrada de capital productivo se ha casi duplicado en relación a 2019 (84%), un logro en un contexto de inversión en decline a nivel global (-27%). La inversión procede sobre todo de otros países europeos, de manera similar a lo que ocurre con las exportaciones. Todo ello configura la profundización del mercado único y una relocalización en nuestro país de las cadenas de producción de algunos sectores. Es prematuro determinar si se trata de un cambio estructural como consecuencia de la desglobalización, o bien de un fenómeno pasajero.

Pero no habrá que esperar mucho tiempo para saberlo: la economía europea está dando señales inquietantes de desaceleración, poniendo a prueba el pulmón exterior. Los indicadores de gestores de compra de la eurozona han dado un vuelco inesperado, lo que sería consistente con una cierta contracción de la actividad en este inicio de verano, especialmente en la industria. En España, los datos más recientes de ventas de grandes empresas y de afiliación a la Seguridad Social, con una primera quincena de junio sorprendentemente en negativo en términos desestacionalizados, también apuntan a un menor dinamismo. Las subidas de tipos de interés están provocando una reducción de la demanda a través de toda la eurozona, como lo muestra el inquietante descenso de los préstamos bancarios de nueva concesión. Nos asomamos por tanto a una segunda parte del año menos boyante.

Con todo, los hechos evidencian el buen posicionamiento competitivo de nuestro aparato productivo, algo que habrá que cuidar ya que necesitamos un excedente externo tanto para mantener la senda de crecimiento a corto plazo, como para aprovechar el proceso de reducción de riesgos, que redunda en un acercamiento de la producción a los lugares de consumo. El tiempo dirá si este fenómeno de reducción de riesgos, o de-risking, resulta beneficioso para la economía española. De momento, las sensaciones son positivas.

PIB | El crecimiento del PIB del primer trimestre ha sido revisado al alza, desde un 0,5% inicialmente publicado hasta un 0,6%. También se ha revisado al alza una décima la tasa de crecimiento del cuarto trimestre de 2022, hasta el 0,5%. Estas dos revisiones implican que en el primer trimestre de este año se alcanzó el nivel real de PIB del cuarto trimestre de 2019 (lo supera en apenas un 0,07%). Entre los países de la UE, solo Alemania y República Checa se sitúan por debajo de ese umbral (-0,5% y -1%, respectivamente).

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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El tirón económico frente a su percepción

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La trayectoria de la economía sigue siendo positiva, a tenor de los principales indicadores macroeconómicos de actividad y de creación de empleo, y todo apunta a que el PIB superará durante este trimestre su nivel prepandemia. En el cuadro, sin embargo, persiste una zona gris, que no es menor: la debilidad de la demanda de los hogares, como lo avalan las rondas sucesivas de previsiones del BCE. El banco central acaba de recortar su pronóstico de crecimiento del consumo en la eurozona hasta un paupérrimo 0,2%, frente al 0,7% anunciado en diciembre. Y a la inversa, revisa al alza la previsión de PIB hasta el 0,9%, en doble que en diciembre.

La visión de la economía española es incluso más contrastada, con un pesimismo creciente en relación al gasto de las familias (la OCDE lo ha recortado hasta el 0,5%, casi tres veces menos que en la ronda de otoño) sin desmentir el optimismo acerca de la evolución de la actividad (el PIB se ha revisado hasta el 2,1%, prácticamente el doble que en el otoño y uno de los mejores resultados en Europa). Esta dicotomía se refleja también en las encuestas cualitativas de confianza, y contribuye a dilucidar la contradicción entre la realidad de una economía que va mejor de lo que se vaticinaba y la percepción social.


La explicación de esta desconexión hay que encontrarla en cómo la desescalada de los precios energéticos y de otros suministros se ha trasladado al tejido productivo. Según el BCE, los costes de producción se han abaratado al compás del vuelco de los mercados internacionales de las principales materias primas. Pero los precios internos han reaccionado con retraso, ensanchando los márgenes empresariales y a la vez manteniendo la presión sobre el IPC. Por otra parte, las remuneraciones han mantenido una senda de moderación: los salarios pactados en el conjunto de la eurozona subieron un 4,3% en el primer trimestre, casi cuatro puntos menos que el IPC, agravando la pérdida de poder adquisitivo acumulada desde el inicio del brote inflacionario. La tendencia ha sido similar en España, si bien la erosión de capacidad de compra ha sido algo menos acusada que la media europea (-2% en el primer trimestre descontando la inflación).

Afortunadamente, la resiliencia del mercado laboral ha atenuado el impacto del shock de precios en el bolsillo de los hogares, gracias a la aportación a los presupuestos familiares de nuevas fuentes de ingresos. Todo lo contrario de lo que sucedió en la crisis financiera, cuando la sangría de puestos de trabajo generó un desplome de la renta disponible y una caída sin precedentes del consumo (un escalofriante -9,6% entre 2010 y 2013), de modo que el nivel de vida de las familias se sitúa todavía en retroceso con respecto a las cotas precrisis financiera.

Con todo, el BCE anticipa una mejora del consumo en los próximos años, en base a dos premisas. Una, que las remuneraciones recuperen poder adquisitivo, algo que parece posible a medida que la desinflación se afianza y que los acuerdos salariales integran medidas de compensación. La otra premisa es que el empleo siga aguantando, y esto dependerá de la resistencia de la economía a la subida de los tipos de interés. Y ahí es donde radica la principal incógnita: el banco central se muestra optimista, pero también reconoce que el encarecimiento del dinero está afectando a los sectores más endeudados, a la vez que enfría la financiación de la inversión —uno de los motores más potentes del crecimiento actualmente—. Lagarde da a entender que el ciclo de ajuste de tipos de interés no ha concluido, de modo que podrían producirse al menos dos vueltas de tuerca adicionales. Con el riesgo elevado de invalidar sus propias previsiones de expansión sostenida. Y de frustrar las expectativas de mejora del nivel de vida.

PRÉSTAMOS | El crédito bancario para la compra de vivienda por parte de familias desciende a un ritmo acelerado. En el periodo de diciembre a abril, último dato disponible, el volumen de nuevos préstamos se redujo un 16% en comparación con un año antes. Excluyendo las renegociaciones de préstamos existentes, la caída es aún más aguda, rozando el 21%. No se apreciaba una tendencia similar desde 2013.  Por otra parte, el crédito a empresas también se contrae, pero a menor ritmo (-9% en concepto de nuevos préstamos concedidos en el mismo periodo, sin renegociaciones). 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Fortaleza de las ventas minoristas

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Ventas minoristas | abril 2023


Las ventas minoristas en términos deflactados crecieron en abril un 0,9%, encadenando nueve meses consecutivos de ascensos prácticamente ininterrumpidos. En el primer trimestre de este año crecieron un 1,5% en comparación con el trimestre anterior, recuperando los niveles prepandemia, tras haberse mantenido estable —con algunos altibajos— durante todo el periodo anterior en un nivel en torno a un 4% inferior al de 2019 (gráfico 1). Si excluimos las ventas en estaciones de servicio, la trayectoria es aún más favorable, con un crecimiento del 4,1% en abril, y del 4,3% en el primer trimestre sobre el trimestre anterior. Asimismo, su evolución contrasta con la tendencia ligeramente descendente que presenta el indicador en el conjunto de la eurozona desde el verano pasado.

La positiva trayectoria de este índice desde el otoño contrasta con las caídas registradas por el consumo privado, según las cifras de la contabilidad nacional, en los trimestres cuarto de 2022 y primero de 2023. No obstante, hay que tener en cuenta que el índice de ventas minoristas refleja no solo las ventas a residentes en España, sino también a turistas, y estas experimentaron un fuerte ascenso en el primer trimestre de este año. Al mismo tiempo, este indicador solo recoge el consumo en bienes, no en servicios.

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El endiablado dilema monetario

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Tras la nueva subida de tipos de interés decidida por el Banco Central Europeo (BCE) —­un 0,25%, en línea con lo anticipado— nos acercamos al umbral a partir del cual los riesgos inhe­rentes al arma monetaria se intensifican. Como ya ocurrió en el periodo anterior a la gran recesión, el impacto de los ajustes parece inocuo en las primeras fases del ciclo restrictivo, pero se aceleran posteriormente con la aparición de un episodio de inestabilidad financiera. Por supuesto, los responsables monetarios conocen esa “no linearidad”, si bien en el caso del BCE el objetivo cuasi exclusivo de eliminar la inflación en un plazo corto complica la tarea.

El principal argumento esgrimido para respaldar la vuelta de tuerca es que la inflación es persistente: pese al abaratamiento de la energía, la inflación subyacente se sitúa todavía en cotas demasiado altas. Por otra parte, la economía europea —y singularmente la española— evoluciona mejor de lo previsto pese a la subida de tipos, con un crecimiento escueto pero positivo del 0,1% en el primer trimestre. La extraordinaria resistencia del mercado laboral actúa como dique de contención ante la pérdida de poder adquisitivo a la vez que atenúa el riesgo de impago de los hogares endeudados. En todo caso, los niveles de deuda privada son muy inferiores a los observados antes de la gran recesión. En España, los hogares han conseguido aligerar sus pasivos en más de un tercio, en relación con su renta disponible. En el caso de las empresas no financieras, el recorte alcanza el 40%, fruto de un proceso de desendeudamiento que no ha concluido.


Según esta visión, la cascada de caídas de bancos regionales en EE UU y el colapso de Credit Suisse en Europa se interpretan como episodios puntuales, poco probables bajo el paraguas regulatorio que prevalece en la zona euro y con un impacto limitado habida cuenta del tirón de la economía. Si bien los halcones han aceptado relajar el ritmo de ajuste de tipos de interés, también han obtenido una decisión importante para España: el fin a partir del verano de la reinversión por parte del BCE de todos los bonos públicos que lleguen a vencimiento. Esto se asemeja a un órdago dirigido a los Estados, para que arrimen el hombro en la lucha contra la inflación, corrigiendo sus desequilibrios presupuestarios. A partir de julio, habrá que colocar en el mercado toda la deuda amortizada en el banco central, además de las necesidades de financiación ya anticipadas según el déficit y los vencimientos de títulos en manos del sector privado.

Frente a este escenario de reducción de la inflación con aterrizaje suave de la economía, existe otro menos amable. En primer lugar, la resiliencia de la economía se sustenta en buena parte en el fenómeno de ahorro embalsado, un factor que está perdiendo fuerza a tenor de la caída del consumo de los hogares registrado en los dos últimos trimestres. La tendencia es similar en la eurozona, según los malos datos de ventas minoristas (-1,2% en marzo). Los salarios siguen perdiendo capacidad de compra, a la vez que los costes financieros se disparan. Por otra parte, la experiencia pasada muestra que la inflación responde con retraso a la restricción monetaria, de modo que no resulta fácil para el BCE calibrar su política. Se puede pasar si la tendencia de fondo es ya consistente con una convergencia hacia el objetivo.

En cuanto a la inmunidad del sistema financiero europeo, el propio supervisor reconoce vulnerabilidades como las posibles conexiones entre las entidades que operan bajo su normativa y la banca en la sombra. Otro foco de atención atañe a las pérdidas latentes generadas por la depreciación de activos adquiridos a tipo fijo. Todo ello sin contar con el impacto de eventuales brotes aislados de estrés financiero. Conseguir a la vez una rápida vuelta a la estabilidad de los precios y un crecimiento sostenido es un dilema endiablado.

MANUFACTURAS | El índice de producción manufacturera registró en marzo un crecimiento mensual del 2,6%. Sin embargo, habida cuenta de la debilidad del inicio del año, el índice muestra un estancamiento para el conjunto del trimestre. En cuanto a las perspectivas, el indicador PMI de gestores de compra de manufacturas para abril ha descendido por debajo del nivel de 50, algo que apunta a una contracción de la actividad —aunque en menor medida que en las otras grandes economías europeas—. Asimismo, la utilización de la capacidad productiva manufacturera anticipa un retroceso en el segundo trimestre.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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Los entresijos del momento expansivo

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La economía está dando buenas sensaciones, impulsada por el sector exterior, pero la continuidad de estos resultados depende en buena medida del diagnóstico de la coyuntura europea por parte del BCE en un contexto de inflación todavía elevada.

El sorprendente tirón de la actividad, con una sana expansión del PIB español del 0,5% en el primer trimestre, se explica casi totalmente por el auge del turismo y de las exportaciones de servicios no turísticos. En ambos casos, el volumen de ventas en el exterior se sitúa más de un 30% por encima del nivel prepandemia, en términos desestacionalizados y descontando la inflación. El superávit exterior, que se había reducido (pero sin desaparecer) durante la pandemia y posteriormente como consecuencia de la crisis energética, se dispara: en los dos primeros meses del año el saldo por cuenta corriente alcanzó el 70% de todo el excedente acumulado en 2022.


Todo apunta a que los consumidores europeos están incrementando su gasto en viajes y servicios, en detrimento del consumo de bienes, el más afectado por la escalada de los precios. Son los países más dependientes del turismo los que lideran la clasificación europea, como Italia ( 0,5% en el primer trimestre, lo mismo que España) y, sobre todo, Portugal ( 1,6%), mientras que se atascan las potencias industriales como Alemania (0%) y Austria (-0,3%).

Los factores internos de crecimiento, sin embargo, muestran señales claras de debilidad, incluso en los países que más crecen como España: el consumo privado se desploma por segundo trimestre consecutivo en consonancia con la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, una contracción que ahora se extiende al consumo de las administraciones. La inversión toma aire, pero sin recuperar el terreno perdido en la segunda parte del año pasado. Además, la subida de tipos de interés se ha trasladado parcialmente a los costes financieros que soportan los hogares endeudados y las empresas, de modo que las perspectivas de demanda son todavía muy inciertas. Especialmente teniendo en cuenta las advertencias de algunos de los miembros más influyentes del BCE acerca de la persistencia de la inflación.

Si bien el IPC general se modera en España y las informaciones disponibles para los socios europeos apuntan en la misma dirección, las tensiones subyacentes se mantienen. Además, los partidarios del endurecimiento monetario consideran que el fuerte incremento de los márgenes empresariales obedece a un exceso global de demanda, y que el mercado laboral centroeuropeo se acerca al pleno empleo, algo que acabará por tensionar los salarios, perpetuando la inflación. Los mercados descuentan ya una subida de los tipos de interés la semana que viene, mientras que el euríbor roza el 4%.

Más allá de lo que se decida la semana que viene, cabe esperar que se consideren otros argumentos, como la fuerte contracción del colchón de ahorro de las familias: este no podrá seguir sosteniendo la demanda por mucho más tiempo. Por otra parte, el acceso al crédito —indicador avanzado de actividad— se ha restringido y su coste se ha encarecido como consecuencia de la subida de tipos de interés. Todo ello acabará por lastrar la inversión y el consumo. Finalmente, el reciente episodio de inestabilidad financiera es revelador de vulnerabilidades que se intensifican con cada incremento adicional de tipos de interés.

Afortunadamente, la economía española no es la más expuesta a la restricción monetaria, gracias a la resiliencia del sector exterior y la pujanza del mercado laboral. Es evidente que una contención de los desequilibrios presupuestarios ayudaría a apuntalar esta posición: no olvidemos que España, junto con Bélgica, Francia e Italia, es uno de los países europeos que no cumplen los objetivos de déficit ni de deuda. La reducción del déficit está en nuestras manos, en vísperas de la reactivación de las reglas fiscales europeas. Pero también se espera un ejercicio de realismo del BCE.

EMPLEO | El mercado laboral mantiene su dinamismo, a tenor de los datos de la EPA y de las cuentas nacionales. También se confirma la tendencia observada en la etapa pospandemia, de crecimiento intenso del número de ocupados, pero más modesto en cuanto a número de horas trabajadas, algo que redunda en un descenso del número de horas trabajadas por persona en términos medios. En el primer trimestre, la ocupación creció un 1,3% y supera el nivel prepandemia, mientras que el número de horas trabajadas lo hizo un 0,4% y se sitúa todavía por debajo de dicho nivel.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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La revisión de las cifras de PIB del IV trimestre no arroja cambios

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CNTR | IV Trimestre 2022


La segunda estimación de las cifras de contabilidad nacional del cuarto trimestre de 2022 no ha modificado los resultados del avance provisional. Se mantienen los mismos resultados tanto para el crecimiento del PIB como para sus componentes (por el lado de la oferta, de la demanda y de las rentas) y para las cifras de empleo. Las cifras de los trimestres anteriores han sido solo ligeramente modificadas, de modo que se mantiene el diagnóstico general con respecto a la evolución de la economía en 2022.

Los resultados apuntan, por tanto, a un importante debilitamiento
de la demanda nacional en el último trimestre del año, con caídas en el consumo
privado y en todos los componentes de la formación bruta de capital fijo. El
consumo público fue el único componente que creció. Las importaciones también
cayeron arrastradas por dicha debilidad de la demanda. Su descenso fue menos
intenso que el de las exportaciones, dando lugar a una aportación positiva del
sector exterior al crecimiento. Esta aportación, unida a la realizada por la
acumulación de inventarios, es lo que explica el crecimiento del PIB del 0,2%
observado en el periodo.

Con respecto al conjunto del año, el PIB creció un 5,5% como
resultado de la recuperación del consumo privado (en los trimestres centrales
del año) y de la normalización del turismo. La inversión también realizó una
aportación positiva, aunque de menor magnitud. Cabe señalar que dicho 5,5%
procede en gran medida de un efecto arrastre de gran magnitud resultante del
fuerte crecimiento experimentado en los trimestres tercero y cuarto del año
anterior. Se puede estimar que 3,6 puntos porcentuales proceden de dicho
efecto, y solo 1,9 puntos son el resultado de la dinámica de crecimiento
registrada durante 2022. De hecho, solo en el segundo trimestre el PIB
experimentó un crecimiento sustancial (gráfico 1).

Con respecto al empleo, lo más destacable es el hecho de
que, aunque el número de ocupados supera el previo a la pandemia, el número de
horas trabajadas aún se encuentra por debajo, lo que implica un descenso en el
número de horas trabajadas por ocupado.

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Los precios no bajarán de golpe

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Los precios continuaron por las nubes en agosto, según la estimación preliminar ofrecida este martes por el Instituto Nacional de Estadística. No importa demasiado que la tasa interanual (10,4%) sea cuatro décimas más reducida que la de julio. Se precisan bajadas bastante más acusadas para reducir la presión. El problema no es sólo energético. La inflación subyacente (sin energía ni alimentos no elaborados) subió al 6,4% en agosto desde el 6,1% de julio.

En el centro del debate, aun así, sigue en lo energético, pero España parece ir por algo de mejor camino que en meses anteriores. Sobre todo, en comparación con una Europa que teme a problemas de provisión en invierno. Y, ya se sabe, el miedo es amigo de la inflación, la alienta. Apurados están en Bruselas por buscar alguna estrategia de consenso. Rusia parece esperar al invierno para mostrar toda su fuerza.

Puede que el verano español haya sido confuso con este panorama, dado que el bullicio turístico no parece compatible con una situación de tensión en los precios. Aun así, es difícil comprar algunas historias que circulan. Esas que sugieren que hemos sido irresponsables y echado el resto por unas vacaciones excesivamente anheladas. Que critican que hemos sido inconscientes y llegaremos al invierno con muchas menos posibilidades de gasto. Está por ver. Lo único que muestran los datos es que se han retomado niveles de 2019 en algunas cosas y en otras no tanto. Eso rezuma normalidad. Tanto en España como en otros países, como Estados Unidos, se ha observado una diferencia entre expectativas pesimistas y elevado gasto, algo que parece explicarse porque se ha juntado la recuperación de un shock (la pandemia) con la llegada de otro (inflación elevada). Esto no es fácil de explicar con un manual convencional de macroeconomía en la mano.

Lo que sí parece que sucederá es que la persistencia de precios elevados y la caída de expectativas empresariales y del consumidor se acabará notando. El otoño será más mustio y, aun así, los precios no bajarán de golpe. La caída de la actividad comenzaremos a verla en algunos indicadores en las próximas semanas en España y en muchos otros lugares. Al parecer, ya se apreció en algunos sectores en agosto. Los pedidos industriales se redujeron y poco a poco lo hacen las previsiones de venta de muchas empresas españolas. La inflación no bajará de golpe, no será fácil. 

La posición europea, ahora mismo no demasiado cohesionada, será crucial. En España ahora los precios de la energía siguen siendo muy elevados, pero menos que en otros países vecinos. Parecen funcionar, al menos parcialmente, algunas medidas. Nuestro país comenzó el verano por encima de la media de la eurozona en tasas de inflación. La parte de presión energética va remitiendo, pero en otoño e invierno habrá que estar muy atentos al entorno geopolítico. El ajuste del gasto acabará llegando. El consenso (variable estos días como nunca) es que la inflación comenzará a remitir en los dos últimos meses del año, pero terminará en cotas elevadas. Habrá que esperar a 2023 para tener algo de alivio. Vuelta de curso complicada, sin duda.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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