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Tribulaciones globales

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Este 2024 electoral se cierra con las presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre. De lo que allí se decida probablemente se abra un nuevo ciclo político internacional con ramificaciones económicas. Si gana Donald Trump, se puede volver a las tensiones comerciales proteccionistas y geoestratégicas de cuatro años atrás. Sin embargo, no hay garantías de que desaparezca esta tensión internacional si ganara Kamala Harris, como se ha demostrado en la presidencia de Joe Biden, de la que la formaba parte, con políticas proteccionistas como la Inflation Reduction Act, que incentiva y promueve con ayudas de Estado las inversiones mediante la fabricación nacional. Aun así, una victoria de Trump apunta más claramente a subida de aranceles y más proteccionismo. Harris probablemente adoptaría una visión más multilateral, pero, en el fondo, esa política no desaparecería. Como esta semana el FMI ha alertado, esas estrategias dañan el comercio y deteriorará el crecimiento global.

Ese proteccionismo se dirigirá sobre todo a China, el otro gran gigante comercial, y con el que Estados Unidos lleva un “contencioso” comercial y geoestratégico desde hace años. El país asiático es la mayor amenaza competitiva productiva y tecnológicamente. Los coches eléctricos son el elemento principal del conflicto, en el que la UE también está subiendo aranceles. Dos ángulos deben considerarse. Por un lado, las tensiones existentes para lograr la supremacía tecnológica. Con dos modelos muy distintos, y cada una con grandes empresas tecnológicas que dividen el mundo en dos. Por otro, la competencia china en muchos bienes se considera desleal, especialmente en los coches eléctricos. Europa se ha quedado en claro fuera de juego, a pesar de su mayor énfasis en políticas industriales sostenibles, en la competencia de los coches eléctricos. En cualquier caso, Europa debe, sí o sí, aumentar su competitividad global. China ha amenazado con responder a los aranceles de la UE. No ayuda al gigante asiático el que su economía despierte crecientes dudas y algunas de sus fortalezas pasadas —alta natalidad y mano de obra barata— estén desapareciendo. Otras incertidumbres políticas internacionales de China —sus vínculos con Rusia, Irán y Corea del Norte, por ejemplo—, y las crecientes tensiones con Taiwán dificultan aún más el acercamiento entre bloques. 

Este entorno comercial y económico turbulento viene acompañado de conflictos geopolíticos, como las guerras de Ucrania y de Oriente Medio. Ninguna parece mejorar, aunque el resultado de las elecciones en EEUU puede suponer un punto de inflexión. Salvo el tremendo efecto inflacionario inicial de la guerra de Ucrania, el impacto negativo sobre la macroeconomía global ha sido menor del esperado, lo que demuestra que ahora parecen gestionarse mejor estas crisis. Incluso Rusia ha notado mucho menos los efectos del embargo, gracias al desarrollo de un sistema de pagos alejado de dólar en el que el oro —con valoración disparada— y las criptodivisas, entre otros, juegan un papel importante. Este modelo de pagos alternativo también puede tener consecuencias impredecibles en este entorno mundial atribulado.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.

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El descuelgue europeo con una mirada española

Con
la proliferación de barreras comerciales entre las grandes potencias y la
reorganización de las cadenas productivas propiciada por la sucesión de crisis,
se abre una nueva etapa de la globalización. Y de momento Europa no parece
encontrar la respuesta adecuada al nuevo contexto. Además del declive relativo
de su posición económica en el mundo, la reglobalización exacerba las
disparidades entre los países miembros, y conviene por tanto entender la especificidad
de España ante estos cambios.

Las
señales de un deterioro europeo son inequívocas, si bien no son irreversibles y
en el caso de España se compensan en parte por el buen desempeño de sus
intercambios en el mercado único. Además de un crecimiento anémico, la economía
europea arrastra una pérdida de dinamismo de sus exportaciones. La cuota de
mercado de las empresas europeas en el comercio mundial de bienes se ha
reducido en un punto porcentual en tan solo cuatro años, mientras que EE UU consigue
mantener su posición y China escala 1,5 puntos (con datos de la OMC para 2019 y
2023). Las exportaciones de servicios apuntan a un mejor comportamiento, pero no
compensan la fragilidad de los sectores industriales.

La sensación de desacoplamiento es aún más acusada si nos fijamos en la Inversión Extranjera Directa, con un retroceso notable de los flujos de entrada de capital productivo en las empresas europeas (la desinversión en concepto de IED roza los 100.000 millones en los dos últimos años, contrastando con una entrada media anual de 478.000 millones en el periodo 2015-2019). A la inversa, el capital productivo fluye hacia las otras dos grandes potencias, si bien en el caso del gigante asiático se aprecia un frenazo importante.

G1

No solo la Unión Europea está siendo menos atractiva para la inversión de empresas de países terceros, pero es que además las corporaciones europeas reorientan parte de sus inversiones hacia destinos extracomunitarios. Así pues, comparando los flujos de entrada y de salida de inversión directa, se deduce que Europa se ha convertido en gran máquina de exportación de ahorro para invertirlo en el tejido productivo de los otros bloques comerciales. Este desvío del ahorro europeo se eleva a 2,6% del PIB europeo, siendo esto más o menos el volumen de recursos que necesita la UE, según estimaciones de Bruselas, para adaptar su economía a los grandes desafíos de nuestros tiempos.  

La posición de España respecto de los intercambios extracomunitarios se asemeja a la del conjunto de la UE. Sin embargo, afortunadamente en nuestro caso el deterioro se ha compensado con la mejora competitiva dentro del bloque europeo: las exportaciones ganan peso en el Mercado Único, el saldo de la balanza externa con el resto de la Unión es cada vez más favorable, y la inversión directa en empresas españolas desde otros socios comunitarios se ha afianzado. Prosigue, no obstante, el déficit de inversión nacional, en parte por factores internos, pero también por las incertidumbres del entorno europeo.

Para
España, el riesgo más inmediato proviene de la erosión del Mercado Único
generada por la multiplicación de ayudas de Estado y de otras posibles
iniciativas de aquellos socios comunitarios que se han visto más afectados por
la reglobalización. Pero conviene reconocer que nadie dispone ya de la
masa crítica para salvarse por sí solo: el principal reto radica en la
construcción de una respuesta común a los desafíos globales. La unión
financiera, con una armonización fiscal del impuesto de sociedades, es una
alternativa que facilitaría la reinversión del ahorro europeo. Otra opción consistiría
en la creación un presupuesto común de inversión, siguiendo los pasos del
programa Next Generation pero gestionado desde Bruselas. Las elecciones
europeas son una oportunidad para debatir estas y otras vías de solución ante
un statu quo perjudicial para la economía europea y su modelo social
único en el mundo.

VEHÍCULO ELÉCTRICO | Según la asociación europea de fabricación de automóviles, los vehículos eléctricos o híbridos representaron el 48,1% de las matriculaciones totalizadas en 2023. Prácticamente uno de cada cinco de estos vehículos provenía de China, un porcentaje que podría seguir creciendo a tenor del diferencial de precios, en el entorno del 25%, incluso después de la aplicación a las importaciones de un arancel del 10%. La Comisión estudia la posibilidad de elevar el arancel hasta el 25%. Entre tanto, algunos constructores del país asiático han anunciado proyectos de fabricación en España y Hungría. 

INDICADORES DE COYUNTURA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

Gracias por leer El descuelgue europeo con una mirada española, una entrada de Funcasblog.

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Fortalezas en un entorno recesivo

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El exiguo avance de la economía durante los meses de verano (apenas un 0,2%, frente al vigoroso 1,5% del segundo trimestre) confirma los temores de una entrada en recesión en el cierre final del año. La actividad se ha ido sustentando en buena medida en el incremento del consumo de los hogares, una situación que no podrá sostenerse mucho más tiempo en un contexto de pérdida de poder adquisitivo y de caída de la tasa de ahorro. Las dudas en torno a Alemania, Italia y el Reino Unido, tres de nuestras principales fuentes de ingresos externos, tampoco ayudan a despejar el horizonte. Y el entorno global, con una guerra a las puertas de Europa, es de una incertidumbre radical. La OMC anticipa un crecimiento del comercio mundial de apenas un 1% en 2023, uno de los peores registros exceptuando el de la pandemia.


Eso en superficie, porque si bien las señales de debilitamiento son claras, también aparece una cierta capacidad de resistencia. En contra de lo que sucedía en anteriores recesiones, el mercado laboral está jugando un papel estabilizador. El empleo se desacelera, pero de una manera acompasada con la economía que contrasta con el aumento vertiginoso del paro de anteriores periodos de debilitamiento: el número de horas trabajadas se redujo ligeramente, pese a lo cual la ocupación todavía repuntó un 1%. Y si el paro aumenta, en términos de EPA, es porque se incorporan más personas en el mercado laboral, sobre todo jóvenes.

El sector exterior, otra bestia negra de casi todas las anteriores crisis, está mostrando una resiliencia inusual ante las turbulencias internacionales. Destaca el tirón de las exportaciones de bienes, que registraron una sorprendente aceleración en el tercer trimestre (2,6% frente a 0,2% en el segundo). Si bien las importaciones también repuntan, sobre todo en valor como consecuencia del shock energético, el saldo exterior arroja todavía un superávit.

También se temía una cronificación de la brecha de inflación surgida a raíz del alza de costes de producción. Sin embargo, la moderación del IPC es un alivio tanto para las familias como para la competitividad, si bien no hay que bajar la guardia habida cuenta de la volatilidad del precio del gas (los mercados de futuros vaticinan fuertes repuntes) y la persistencia de una inflación subyacente, es decir descontando energía y alimentos frescos, superior al 6%.

Nada de ello parece suficiente para impedir una inminente recesión, pero tal confluencia de factores de resistencia podría ayudar a acortarla. La experiencia pasada muestra que una fuerte contracción del empleo (algo que de momento no se vaticina), o el deterioro de la competitividad internacional (poco probable hoy por hoy), pueden desencadenar turbulencias financieras que profundizarían la recesión.

Para aprovechar esas tenues señales positivas es crucial frenar la inflación subyacente, con acuerdos explícitos o tácitos de rentas. Y acertar con los PGE. El contexto económico aboga por ayudas centradas en los sectores vulnerables junto con incentivos al cambio de modelo energético, y a la vez un esfuerzo creíble de corrección de los desequilibrios: España, junto con Francia, es el único país de la UE que solo ha conocido déficits primarios (excluyendo el pago de intereses) en la última década.

En todo caso el BCE no deja resquicio para errores. Los tipos de interés seguirán subiendo y, tras una pausa que podría producirse en la primavera, el banco central se dispone a deshacerse de los bonos que tiene en cartera. El Tesoro Público se enfrenta por tanto a la tarea de tener que colocar en el mercado ingentes cantidades de deuda durante el próximo ejercicio. De momento lo está consiguiendo, a un coste asequible. La prima de riesgo incluso retrocede, y los no residentes apuestan por la marca España. Una señal positiva, en un entorno cada vez más hostil.

PIB | El PIB registró una fuerte desaceleración en el tercer trimestre, pero con una composición que revela algunas fortalezas. El consumo y la inversión mantuvieron un ritmo más intenso de lo esperado. Pero sobre todo destaca el buen resultado de las exportaciones de bienes. El turismo, sin embargo, experimentó un crecimiento débil, si bien a partir de niveles superiores a los previos a la pandemia. Por el lado de la oferta, el sector manufacturero también progresó, algo que en el contexto actual tan adverso para la actividad industrial debe valorarse positivamente. 

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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CBDC: China se anticipa con el e-yuan

Tras meses de preparativos, el e-yuan se ha estrenado a nivel internacional en los juegos olímpicos de invierno de Pekín con unos números muy discretos, debido a la escasa cantidad de público en unas pruebas que se celebraron sin venta de entradas por la amenaza del covid-19. Fuentes del propio banco central chino (PBoC) cuantifican el volumen de operaciones diario en la nueva divisa digital en unos dos millones de yuanes diarios, unos 280.000 euros, durante los juegos. Esas cifras palidecen ante las ofrecidas por los mismos responsables a mediados de enero, cuando informaron que una quinta parte de la población —unos 260 millones de personas, casi el doble que en octubre— habían activado sus monederos electrónicos y realizado operaciones por más de 12.000 millones de euros.

El estreno internacional de esta nueva CBDC (Central Bank Digital Coin) había concitado, previamente, cierta expectación. La china no es la primera moneda digital en lanzarse —8 países caribeños y Nigeria tienen ya sus propias divisas operativas y otros 13 países se encuentran ahora mismo en fase de pruebas— pero la dimensión económica y geopolítica del país asiático explican la atención que recibió el lanzamiento “olímpico”. Más allá de este hito inicial, existen muchas razones para seguir de cerca la evolución de la nueva e-divisa.

Los test iniciales han ido destinados a poner a prueba su funcionamiento como moneda al por menor o medio de pago para particulares y comercios. En ellos se han empleado tanto soft (apps) como hard wallets (tarjetas y pulseras) y se han desplegado los distintos niveles de uso en cuanto a capacidad operativa y saldo de los monederos electrónicos, en función de la información personal proporcionada por el usuario. Una de las primeras intenciones del PBoC es “estimular la libre competencia, eficiencia y seguridad de los servicios de pago al por menor”, hasta ahora prácticamente monopolizados por los servicios de gigantes tecnológicos, como Ant Group (Alipay) y Tencent (WeChat Pay). Se presume que los siguientes pasos pueden incluir su uso para el pago parcial de las nóminas de los funcionarios, los programas de compras públicas, transferencias a hogares con bajos ingresos (otra de las metas explícitamente mencionadas por las autoridades chinas es que el e-eyuan contribuya a una mayor inclusión financiera) y subvenciones a empresas o, incluso, progresivamente, para el pago de tasas e impuestos. 

Lo cierto es que su uso principal como sustituto del M0 puede tener implicaciones para el sector bancario; por un lado, hay quien teme que la divisa digital podría conducir a una desintermediación financiera, o que, en momentos de crisis, podría incluso acelerar o incentivar retiradas masivas de fondos bancarios. Una visión alternativa señala, por el contrario, que la estructura en dos niveles elegida por el PBoC para la emisión y distribución del e-yuan, en la que seis bancos de titularidad estatal y dos entidades digitales proporcionarán la infraestructura y los servicios necesarios para su uso al por menor, les dará acceso a estos a una mayor participación en el mercado de pagos. Es por tanto interesante ver los resultados que ofrecen, en primer lugar, el diseño de la divisa electrónica, con sus niveles de operativa y saldo para distintos usuarios y el hecho de que no devenga intereses, y en segundo, las medidas prudenciales puestas en marcha por el banco central para la monitorización, análisis y prevención de esos riesgos. 

El e-yuan también tiene connotaciones para la privacidad y la seguridad. Nadie duda que su uso está generando una gran cantidad de información financiera que queda a disposición de las autoridades chinas, pero no de entidades externas. Y es que otro objetivo de las autoridades chinas es el despliegue de una alternativa centralizada al creciente mercado de criptodivisas —cuyo minado y uso fueron prohibidos el pasado año— empleadas para eludir el control de capitales. A diferencia de las criptomonedas como el Bitcoin, la nueva divisa no se basa en una tecnología descentralizada como el blockchain. A pesar de que el propio PBoC afirma que la moneda sigue el principio de “anonymity for small value and traceable for high value”, este es un aspecto que causa preocupación. Una muestra de ello es que han surgido voces que reclaman a Estados Unidos que no ponga en marcha su propia CBDC precisamente para evitar “experimentos peligrosos para la privacidad”. 

Finalmente, la puesta en marcha del e-yuan tiene una vertiente internacional. El último objetivo declarado del PBoC es “explorar la mejora de los pagos transfronterizos”, y aunque en la actualidad prioriza su uso a nivel nacional, China ha proclamado su intención de considerar su participación en programas piloto y de llegar a acuerdos con otros bancos centrales y autoridades monetarias. Y si hace un año formó una joint-venture con SWIFT, la red internacional de comunicaciones financieras, para sondear el uso de la moneda digital en pagos transfronterizos, este febrero se ha conocido que China estudiará el establecimiento de estándares de infraestructura para la moneda digital como parte de su plan quinquenal de normalización financiera 2021-2025. 

En último término subyace la inquietud de que un creciente protagonismo chino amenace la posición del dólar como moneda de referencia en el entorno internacional. Sin embargo, la amenaza es, a día de hoy, borrosa. Las restricciones al libre movimiento de capitales y las opacidades legales chinas restan verosimilitud a la hipótesis de que el e-yuan compita con el dólar como moneda de referencia, al igual que el hecho de que casi el 90% del comercio internacional del gigante asiático se gestiona en dólares. En Europa, la atención se ha enfocado en las repercusiones que puede tener la anticipación china sobre el papel internacional del euro.

Una segunda consideración en este terreno, de especial relevancia estos días con la crisis de Ucrania, es la posibilidad técnica que ofrece el e-yuan de ofrecer vías alternativas para esquivar las sanciones económicas estadounidenses, mermando el papel que Estados Unidos confiere a su divisa como herramienta de política exterior. De momento, esa capacidad está por demostrar y, además, parece dudoso que el banco central chino tenga intención de desafiar en este terreno a la potencia estadounidense.

El hecho es que, mientras Europa aún estudia la configuración del futuro euro digital y Estados Unidos medita incluso la conveniencia de abordar este camino, China ha hecho su apuesta y dispone ya de su propia CBDC con un diseño claro y objetivos definidos. Habrá que estar atentos a la experiencia y los resultados porque las implicaciones serán considerables en múltiples dimensiones.

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