Por qué hay que acumular papel higiénico en la próxima crisis
Más de dos años desde que nos lanzamos a acaparar papel higiénico, uno de los acontecimientos más tontos e incomprensibles de la pandemia. Y, sin embargo, esa acción estúpida resulta que es la correcta, porque, en economía, ambas cosas pueden ser ciertas, como veremos.
Por eso, vamos a explicar por qué acaparar papel higiénico es la opción acertada en una crisis de este tipo y qué nos enseña para el futuro.
O mejor dicho, nos enseña cuál es la lección principal sobre dinero y economía.
Por qué acaparamos irremediablemente papel higiénico
Lo que ocurrió con el papel es lo que se llama una «compra del pánico». Un fenómeno ampliamente estudiado y explicado por una de las disciplinas más útiles en la práctica: la Teoría de Juegos.
Esta rama de la Economía estudia el comportamiento de los sujetos en diferentes «juegos» o situaciones estratégicas, para tratar de predecir y gestionar dichos comportamientos.
Explica los atascos, la guerra nuclear y por qué acaparas papel, así que veámosla un poco.
El ejemplo más conocido de la Teoría de Juegos es el llamado «Dilema del prisionero». No quiero provocar flashes de Vietnam a los economistas que leen El Blog Salmón, ni complicar con matrices o matemáticas, así que lo explicaré por encima para los que no lo conozcan.
La historia se cuenta de muchas maneras, pero más o menos es así. En esta situación estratégica (o «juego») dos ladrones son atrapados por la policía, aislados en celdas diferentes, de modo que no pueden colaborar o comunicarse, y se les ofrece delatar al otro.
Si ambos ladrones no dicen nada y cooperan entre ellos, la policía no tiene pruebas de un gran delito y se van con apenas una advertencia o pequeña multa.
Pero si uno delata al otro, la policía ofrece un trato de favor y el otro se va a la cárcel.
¿El problema? Que si los dos delatan, ambos se descubren como culpables y encerrados.
No hay honor entre ladrones, así que, al principio, los dos permanecen en silencio y se irán con esa advertencia. Pero, enseguida, concluyen que si hablan obtienen más que callándose, de modo que hay un incentivo a delatar.
Los dos piensan lo mismo, no saben lo que el otro está haciendo, creen (con razón) que su cómplice siente la misma inclinación y, ya sea por obtener mayor recompensa, o por no ser el único tonto condenado, hay una tendencia inevitable a moverse desde la opción de callarse hacia la de delatar.
Esa situación final es lo que se llama un «Equilibrio de Nash».
Es decir, que la Teoría de Juegos predice que, en esas situaciones no cooperativas, hay un incentivo a fastidiarlo todo y fastidiarnos todos.
El caso del papel higiénico es un dilema del prisionero con muchos jugadores, como lo es cualquier «compra del pánico» u otros fenómenos como la «Tragedia de los comunes».
Pero el papel higiénico no se acaba...
Cierto. No exige tecnología, es barato de fabricar, no caduca y no requiere importar materia prima, con lo que la mayoría del papel se hace en cada país. Un cierre de fronteras no provoca escasez.
Y, sin embargo, se acaparó y faltó, porque, aunque no haya una escasez inicial o estructural, las compras del pánico la producen, al menos, momentáneamente.
Como ocupa mucho espacio en almacenes, camiones y estantes, no puede reponerse a la misma velocidad que se acapara y se provoca la escasez por nuestra actitud irracional antes de comenzar a comprar, pero racional una vez ha comenzado.
Porque si ha empezado una compra del pánico y no la hemos previsto, la Teoría de Juegos es clara, el movimiento adecuado es correr a comprar como sea.
Por qué las compras del pánico son cada vez más inevitables
No se sabe muy bien por qué se produce escasez de papel, pero no es nueva.
Durante la crisis de los 70, ya sucedió en varios lugares. Al parecer, Japón fue el inicio y, en Estados Unidos, una broma de Johnny Carson la provocó cuando dijo que había dicha escasez (no era cierta) y todos corrieron a acaparar.
Una vez más, la historia se repite con su manía de hacerlo hasta las comas.
Lo malo es que, en el contexto en el que vivimos, todo empuja a la compra del pánico.
Una manera de mitigar es no publicitar el estadio inicial, evitando el contagio o haciéndolo más difícil. Eso haría que la escasez tuviera una solución más probable por aquellos que quizá podrían atajarla.
Sin embargo, los medios, personas y redes tienen el incentivo a destacar rumores y malas noticias, porque consiguen más atención y tampoco les importa el bien común, como a los prisioneros, sino sus audiencias y consiguientes ingresos por publicidad.
Hay un sesgo negativo en las noticias, culpable, en parte, de la percepción de un mundo más horrible o de contribuir a recesiones, instalando expectativas en la gente que acaban, en ocasiones, con una profecía autocumplida de crisis, como la broma de Carson (recordemos que la economía vive y muere por expectativas).
La compra del pánico más terrible
Dentro de las «compras del pánico» las hay terribles, pero destaca, sobre todo, la bancaria.
Es decir, cuando hay un rumor o noticia de que cierto banco o el sistema financiero va a caer, y se producen las colas donde todo el mundo corre a sacar su dinero.
Estos bancos, tarde o temprano, agotan el efectivo o deciden no atender.
Una vez más, la Teoría de Juegos es clara, el que no ha corrido, se queda sin nada. Una vez prendida la mecha, hay un incentivo a acaparar. Es la maniobra correcta, aunque lo empeore todo.
La gran lección económica del papel higiénico
Dicha lección es aplicable a la inversión, el emprendimiento, el marketing y muchas otras facetas del éxito y la economía: Es mucho mejor ser el primero que ser el mejor.
El primero en comprar bitcoins, invertir en una desconocida Apple, sacar un producto en un nicho desatendido o tener papel higiénico suficiente. Al menos, hasta que el resto de jugadores se harten de tropezar con él por el pasillo y paren.
Es muy rentable percibir las tendencias antes que el resto y moverse de los primeros.
Si no, como dicen los anglosajones, serás el que se quede «sujetando la bolsa del dinero», vacía porque todos metieron la mano y vendieron, mientras te convencían a ti de que compraras.
Como ya vimos, el timing es fundamental para el éxito de cualquier tipo y repito una de mis reglas básicas de inversión: cuando todo el mundo está hablando de ello, ya es tarde.
¿Hay solución?
Cooperar y seguir actuando como si no viviéramos en un mundo donde el dinero es una gran ilusión compartida, supongo.
Pero, una vez ha ocurrido, la solución pasa por controlar compras desde un ente externo con poder de castigo.
Es decir, el estado casi siempre.
Este puede establecer límites de compra de papel higiénico o financieros (los famosos corralitos), además de aplicar castigos por acaparar y forzar el cumplimiento de la ley, con un policía que acaricie la porra si te ve coger muchos rollos.
Eso cambia la matriz de recompensa de los jugadores.
La moraleja ya la sabemos y, como siempre, es mucho más fácil en la teoría que en la práctica, porque si hay algo habitual en Economía es fallar en las predicciones. Ya se sabe, el viejo chiste de que un economista es alguien a quien pagan para predecir cosas y luego pagan para explicar por qué se equivocó.