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Antes del Coronavirus la economía española ya sufría

Cuando empiecen a publicarse los datos económicos del mes de marzo y los correspondientes al primer trimestre del año y del semestre, empezaremos a cuantificar la magnitud del deterioro por el parón de las empresas que sufre España.

El gobierno tratará de vendernos que estos datos son frutos de la realidad excepcional en la que vivimos. No obstante, lo cierto es que si hacemos una revisión del histórico más reciente, bajo la batuta del Gobierno de Sánchez, ya habíamos experimentado un grave deterioro económico.

Este shock económico nos afectará al bolsillo y nos viene en un momento de debilidad, y no ha sido una debilidad caída del cielo, sino por méritos propios… No hemos apostado por mantener el crecimiento económico ni el buen ritmo de creación de empleo.

La ruptura del crecimiento económico

Antes del COVID-19, las previsiones económicas no eran buenas. El FMI pronosticaba un crecimiento para la economía española del 1,6%, el mismo nivel que el conjunto de las economías avanzadas. El problema era que se trataba del país de las economías avanzadas que había experimentado la revisión más negativa, dos décimas frente al anterior pronóstico.

España estaba desacelerando su crecimiento económico, se revisaban negativamente las expectativas de crecimiento en un contexto inicial en el que la expectativa del crecimiento global se aceleraba. Si el mundo creció un 2,9% en 2019, para este año se esperaba un crecimiento del 3,3%.

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Lamentablemente España se descolgaba… Si el crecimiento económico español fue del 2% en 2019 desde el 2,4% del año anterior, para este año, se esperaba un avance del 1,6%. Curiosamente, se esperaba que el mundo crecería cuatro décimas más y, para España, se esperaba cuatro décimas menos y con revisiones a la baja.

La razón por este menor empuje de la economía española venía dada por una confluencia de factores tanto externos como internos.

Veíamos que el sentimiento empresarial en el sector privado seguía siendo históricamente bajo, debido a la preocupación existente por las relaciones comerciales entre la Unión Europea y el Reino Unido. A ello, había que añadir la política arancelaria de los Estados Unidos.

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Su situación empresarial ya era delicada en 2019. Según el Banco de España, en los nueve primeros meses de año anterior el Resultado Ordinario Neto de las empresas caía un 1%, el primer descenso visto desde 2012.

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Con la crisis provocada por el parón empresarial, es comprensible que esta confianza se deteriore aún más y que las empresas estén optando por adoptar posturas neutrales en lo que se refiere a la inversión, mientras esperan a ver cómo se desarrolla la crisis. A medida que pasan los días del confinamiento, echan mano de los ERTE para controlar los costes laborales con el hundimiento de los ingresos y que estaría afectando alrededor de 500.000 trabajadores.

En el plano interno, persistía una profunda incertidumbre sobre el diseño futuro de las políticas económicas y, en particular, sobre los elementos necesarios para reanudar el proceso de consolidación fiscal, en la medida en que hemos visto que el Gobierno de Sánchez como ha sido incapaz de sacar adelante unos Presupuestos.

A pesar de ello, no ha vacilado en promover Decretos para un mayor gasto público como el incremento de las pensiones o el salario de los funcionarios, sin obtener la correspondiente contrapartida de mayores ingresos.

El desastre en el mercado laboral

Lo peor del gobierno de Sánchez ha sido dentro del mercado laboral, ya que ha conseguido revertir el buen dinamismo conseguido en el descenso del desempleo y los datos dinámicos en los afiliados de la Seguridad Social.

En los años de crecimiento económico, nos habituamos a fuertes descensos en el desempleo. En febrero el paro registrado fue de 3.246.047. El problema venía dado por la quiebra del dinamismo. Si en los años anteriores de crecimiento, veíamos tasas de caídas desde el 5% hasta casi el 10%, el dato interanual en el mes de febrero se quedó en un pobre 1,31%.

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El número medio de afiliados al Sistema de la Seguridad Social durante el mes de febrero había alcanzado la cifra de 19.250.229. Se trataba del mejor dato en la cifra de ocupados registrada en la serie de los meses de febrero.

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Pero, de nuevo, hay que analizar los datos desde el punto de vista dinámico. El último dato interanual del mes de febrero nos mostraba una afiliación en la Seguridad de 361.757, un avance positivo del 1,92%. Pueden parecer cifras satisfactorias, pero se trata de la peor evolución desde 2014.

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En este caso, el problema fue minusvalorar las repercusiones reales de la subida del salario mínimo. En 2019 se apostó por una subida del salario mínimo interprofesional (SMI) del 22,3% hasta los 900 euros. Y este año, ignorando las consecuencias de esa subida, de decretó un avance del 5,5% hasta los 950 euros.

Según los datos del INE, estas medidas han incidido en un aumento del coste laboral. El coste laboral aumentó un 2,3% en tasa anual en el cuarto trimestre de 2019 y se situó en 2.755,15 euros por trabajador.

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Por supuesto los sectores menos productivos son los más perjudicados cuando se eleva artificialmente el coste de un factor productivo. Como ejemplo tenemos el sector de la agricultura, en los últimos 12 meses, el desempleo de este sector ha descendido en 676 personas, un 0,44% sobre el total.

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